Sobre los límites de la política climática
[Sun Sep 29 14:28:36 CDT 2024]

A estas alturas de la película, creo que todos tenemos bien claro que la política climática que se está aplicando en nuestros países no está funcionando. Ciertamente, aumenta el número de coches eléctricos en nuestras calles y parece que cada vez hay más centros de energías renovables. Y, sin embargo, tanto el consumo de combustibles fósiles como las emisiones de carbono continúan aumentando. Parece claro que algo está fallando. Pero, ¿el qué? Miguel Pajares escribe precisamente sobre por qué las políticas climáticas no funcionan en un número reciente de la revista mientras tanto:

Que no funcionan es algo que se evidencia por la evolución que tienen las emisiones de gases de efecto invernadero. Recordemos que en torno al 2020 buena parte de los gobiernos de los principales países emisores adquirieron compromisos que, más o menos, implicaban reducir en el 2030 a la mitad las emisiones que se daban al inicio de esta década. El informe que presentó el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en la última cumbre del clima mostraba que en el 2022 se había batido una vez más el récord histórico de emisiones. Y ya en el 2024, La NOAA (agencia estadounidense para la atmósfera y el océano) ha informado de que las emisiones siguieron creciendo en el 2023 y que a lo largo de ese año no aparecieron señales de desaceleración. Ello indica que en el 2024 continuará esa tendencia con toda probabilidad.

Si a mediados de esta década siguen creciendo las emisiones, es del todo improbable que a finales de la misma se hayan reducido a la mitad las que había a sus inicios. Algo que ya advirtió el PNUMA en el mencionado informe, señalando que, con los compromisos presentados por los gobiernos, las emisiones en el 2030 solo habrían disminuido un 2% respecto a las de principios de década.

En otras palabras, como decíamos, a pesar de las políticas para fomentar las energías renovables y a pesar de las medidas para fomentar la compra de coches eléctricos, la emisión de gases de efecto invernadero sigue disparada. ¿Y por qué sucede esto? El mismo autor lo explica algo más abajo en el mencionado artículo:

La lucha contra el cambio climático es, en esencia, una lucha por reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, y esto solo se logra si disminuyen las fuentes de emisión. La principal de ellas es el consumo de combustibles fósiles; otras son la agricultura industrial de monocultivos, la ganadería industrial, las industrias del acero y del cemento… Ninguna de ellas está menguando. Otro informe del PNUMA, también presentado antes de la última cumbre del clima, advirtió de que “los planes de los gobiernos provocarán en todo el mundo aumentos en la producción de carbón hasta el 2030, y en la producción de gas y petróleo hasta el 2050, cuanto menos”.

¿Por qué ocurre eso cuando las energías renovables están teniendo un desarrollo tan extraordinario? Básicamente, porque el crecimiento económico demanda toda la energía que aportan los combustibles fósiles y toda la que puedan añadir las renovables. Esto se entiende mejor si vemos de dónde sale la energía que el mundo consume. Según el informe del Energy Institute, emitido en junio del 2024, de la energía total que consumimos (620 EJ en el 2023), el petróleo aporta el 31,7%, el carbón el 26,5%, el gas el 23,3%, la hidroeléctrica el 6,5%, la nuclear el 4,0% y, finalmente, las renovables junto con los agrocombustibles el 8,2%. Si solo tenemos en cuenta las renovables solar y eólica, su aportación es del 2,3% (3.967 TWh, o sea, 14,3 EJ).

O, para decirlo de otra manera, quizá no tan políticamente correcta en estos tiempos, el problema es el sistema económico depredador bajo el que vivimos, es decir, el capitalismo. Todos sabemos qué hacer para solucionar el problema. El propio autor lo explica al final de su artículo:

Lo que nos exige la emergencia climática es una profunda transformación del sistema productivo y de consumo. Tenemos que cambiar lo que producimos, cómo lo producimos, como lo transportamos y cómo lo consumimos. Tenemos que organizar a gran escala el consumo de proximidad. Tenemos que reducir drásticamente el consumo suntuario de los ricos. Por decirlo gráficamente, hay que ponerlo todo patas arriba, y eso es algo que no hará el mercado y que solo puede lograrse desde las políticas públicas y la economía social. No es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana, pero hay que comenzar a hacerlo. Y hay que darse prisa.

¡A ver quién le pone ese cascabel al gato! {enlace a esta entrada}

Ilustración e izquierda
[Thu Sep 19 09:29:29 CDT 2024]

La web de Rebelión publica una breve reseña del libro ¿La izquierda contra la Ilustración?, de Stéphanie Roza:

Los lectores puede entender este excelente ensayo (un pelín francés) como una respuesta a la siguiente descripción (muy preocupada) de la autora: “La secuencia que se abre desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha situado a la izquierda en una configuración inédita respecto a su relación con la Ilustración”. Mientras que la crítica dialéctica de las Luces constituía hasta entonces la postura de casi la totalidad de sus pensadores y militantes, se ha visto “cómo se desarrollaba en ciertos intelectuales una incriminación cada vez más feroz e inapelables del racionalismo, el progresismo y el universalismo, que representan a ojos de todos lo esencial de lo que el siglo XVIII ha legado a la época contemporánea. Los debates contemporáneos son herederos de esa declaración de guerra a las Luces de un género inédito” (p. 17) En la estela, pues, de El asalto a la razón.

Según parece, el libro ofrece un argumento contra la izquierda postmoderna e identitaria que ha ido cobrando fuerza al menos durante la última década en Europa (algo más tiempo en los EEUU). En España, yo diría que esta izquierda está representada más por Podemos que por el PSOE o Izquierda Unida, aunque su influencia se ha ido extendiendo por casi todo el ámbito de la izquierda, la verdad sea dicha. Pero, ¿qué entiende la autoria por izquierda entonces?

Roza designa por izquierda, “de manera deliberadamente amplia, al conjunto de posiciones portadoras explícitamente de proyectos de subversión del orden existente (político, social y económico) en favor de los oprimidos desde la Revolución francesa”, es decir, las víctimas económicas del sistema de dominación (la clase obrera), las víctimas sexuales (mujeres, homosexuales) y las víctimas raciales (los pueblos colonizados, los inmigrantes, las minorías étnicas). Apunta: “La preocupación por la opresión socioeconómica es la señal más destacada de las ideologías de izquierda, pero las otras dos están presentes tanto en los textos como en las luchas concretas desde el siglo XVIII: aquí no serán consideradas como secundarias.” (p. 14). Para nuestra autora, la izquierda socialista, anarquista y comunista “ha nacido de la ambición de llevar siempre más lejos, hasta su verdadero cumplimiento, el proyecto de la Ilustración y de garantizar a cada ser humano el pleno ejercicio de todos sus derechos y la plenitud de sus facultades” (p. 136), el legado de la Ilustración constituye la matriz histórica de donde ha salido el conjunto de combates emancipatorios. Ese legado “encierra los principios filosóficos fundadores de los principales proyectos dirigidos desde 1789 a poner a las opresiones.” Desde el punto de vista de Roza, todos los intentos de salir de este marco, por brillantes e intelectualmente heroicos que se los considere, se han saldado con fracasos, “han dado lugar siempre a conexiones teóricas dudosas con el pensamiento conservador e incluso ultraconservador”.

He de decir que siempre me he sentido mucho más identificado con esa izquierda que describe Roza que con la que vemos hoy en día, que me parece tener una raíz más liberal progresista que auténticamente socialista. {enlace a esta entrada}

Trump: indefinición, solipsismo y medios sociales
[Fri Sep 13 13:47:12 CDT 2024]

Hace varios días me atrevía a seguir en directo el debate electoral entre Donald Trump y Kamala Harris. Hacía una barbaridad de tiempo que no me había molestado en seguir uno de estos debates. Que yo recuerde, desde principios de la década de los 2000, es decir, hace unos veinte años. En parte porque, la verdad sea dicha, aunque los debates electorales creo que tienen cierta importancia a la hora de dilucidar qué posibilidades puedan tener los distintos candidatos, me temo que valen bien poco para aclarar lo que a mí siempre me ha interesado, que son las políticas. De eso raramente se habla y, si se hace, suele ser de manera superficial y efectista. De todos modos, si me molesto en escribir estas líneas hoy es porque he de reconocer que, al terminar el debate, quedé estupefacto por la actitud general de Donald Trump. Hay que recordar que, aquí en los EEUU, el candidato es mucho más importante que el partido, al menos en el sentido de que quien presenta las propuestas no es el partido, sino el candidato. De hecho, el candidato presidencial tiene la prerrogativa de defender posiciones que su partido no sostiene. Sea como fuere, lo que me sorprendió fue el hecho de que, en lugar de políticas, Trump parecía creer que lo único necesario es ponerle a él en la Casa Blanca para solucionar los problemas. Ni siquiera se molestó en explicar cómo. Tampoco aclaró qué medidas llevaría a cabo para alcanzar los objetivos que, de alguna manera, parece que se conseguirían gracias a alguna varita mágica a su disposición personal. O, lo que parece más probable, piensa que solamente él puede solucionar los problemas con su mera presencia porque... bueno, porque él es redomadamente bueno. Simplemente voy a mencionar de paso tres ejemplos, todos ellos relacionados con la política exterior. En varias ocasiones afirmó que, con él en la Casa Blanca, se pondría fin a la guerra entre Rusia y Ucrania de forma casi inmediata. Pero, por supuesto, no explicó cómo. Ni tampoco explicó qué medidas tomaría al respecto. Ni mucho menos cuáles son las líneas principales del acuerdo que él propondría y que, según parece, aceptarían inmediatamente tanto Putin como Zelenski. Y otro tanto cabe decir acerca del conflicto entre Israel y Hamás. De alguna manera, culpó a Biden por el hecho de que haya siquiera un conflicto. Pero, una vez más, expresó que él acertaría a ponerle fin sin explicar en ningún momento cómo lo haría o en qué consistiría el acuerdo. Una vez más, su mera presencia sería suficiente. Y, finalmente, tenemos el ejemplo de la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, que él mismo comenzara a negociar cuando aún era Presidente. Criticó a Biden y Harris por la forma precipitada en que se llevó a cabo. Pero el caso es que fue él mismo quien negoció de manera precipitada con los talibanes porque, sencillamente, el régimen democrático anterior estaba colapsando y no tenía otra opción. En otras palabras, que los EEUU no tuvieron la posibilidad de imponer ningún calendario. Cuando el propio Trump comenzó las neociaciones, estaba claro ya que los talibames iban a hacerse con el poder en un corto plazo de tiempo. Por cierto, que también cabe preguntarse cuál sería la posición de Trump y los republicanos en estos momentos si hubieran sido los demócratas quienes hubieran negociado la retirada con los talibanes desde el primer momento. {enlace a esta entrada}