[Fri Jan 29 12:52:12 CET 2010]

La noticia de que el Gobierno está considerando retrasar la edad de jubilación en dos años ha aparecido hoy en la portada de todos los grandes diarios e imagino que se discutirá hasta la saciedad en las tertulias radiofónicas. Como era de esperar, cada uno le da el enfoque que cree oportuno, pero pareciera que casi todos se han lanzado a una alocada carrera por criticar al Gobierno por algo que, en realidad, ni siquiera se ha propuesto aún. Debiéramos comenzar, entonces, por afirmar precisamente eso. El portavoz del PP en la Comisión del Pacto de Toledo la califica de "propuesta unilateral", además de "innecesaria", cuando, como decimos, es que ni siquiera se ha hecho oficial. Resulta interesante, por añadido, que se ponga el grito en el cielo porque se trata de una "propuesta unilateral". ¿Y cómo diantres pretende que se hagan las propuestas, de manera sincronizada mediante programación de mentes? Se puede pensar lo que se quiera de la propuesta, pero ni me parece serio acusar al Gobierno de hacerla de forma "unilateral", ni tampoco creo conveniente que, en el momento de discutir un tema tan vital como éste, se prefiera mirar para otro lado y ni siquiera discutir lo que no pocos expertos ya ven venir: una sociedad donde la mitad de la población trabaje y la otra mitad esté jubilada. El problema es bien serio, así que más vale no imponer consideraciones de lo políticamente correcto y debatirlo en toda su profundidad.

Ahora, dicho todo esto, haría no obstante un llamamiento a evitar el catastrofismo en estos asuntos. Y ello por una razón bien fácil de entender: los pronósticos en asuntos de esta índole han fallado en el pasado y nada nos garantiza que vayan a funcionar ahora. Después de todo, ¿quién predijo la masiva llegada de inmigrantes a España en los últimos diez años? ¿Y quién nos dice que a lo mejor una nueva remesa de inmigrantes no va a solucionar el problema de las pensiones sin necesidad de tomar medidas drásticas? En fin, que la preocupación me parece lógica y veo bien discutirla, pero sin excesos ni exageraciones. Al final, como suele ser el caso, la respuesta más sensata ha sido la del representante de CiU:

Las palabras más comprensivas con la iniciativa del Gobierno partieron ayer de CiU. El encargado de temas laborales de la coalición catalana, Carles Campuzano, no quiso hacer una valoración global hasta ver el texto que el Ejecutivo remita al Congreso. "Habrá que esperar. La peor forma de empezar un debate es criticar sin conocer la propuesta que el Gobierno formula", afirmó. No obstante, el convergente sí que a firmó que él no se niega a debatir de la edad de jubilación. "Es lo que se está discutiendo en toda Europa", concluyó.

Una vez más, el representante de CiU impone la cordura. Se dirá lo que se quiera de ellos, pero llevan desde la Transición cooperando con tirios y troyanos para favorecer la gobernabilidad del país en una línea clara de estabilidad y modernización. Me parece muy injusto que se les demonice como se les demoniza en tantas ocasiones.

De todos modos, para finalizar mis comentarios sobre este tema, ahí va la viñeta de Vergara del diario Público sobre este tema. No tiene desperdicio, la verdad.

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[Tue Jan 26 12:37:03 CET 2010]

El Periódico de Catalunya publica hoy un artículo de Carlos Carnicero sobre la petición que han hecho algunos líderes del PP últimamente para reconsiderar la cadena perpetua aplicada a ciertos delitos que merece la pena leer, aunque sólo sea para asentir con la cabeza al encontrarse con las siguientes líneas:

Ocurre que el PP no acaba de definir qué españoles pretende que le quieran; si uno escucha a Esperanza Aguirre, en jornada populista, se acuerda de las señoras de la CEDA, cuando hacían caridad en los suburbios, organizando roperos parroquiales en zonas republicanas. Si el que sale a la palestra es Rodrigo Rato, el recuerdo es para los asesores de Ronald Reagan, y, si quien comparece, con cara de no haber roto un plato, es Alberto Ruiz-Gallardón, la ensoñación es el matrimonio de Sarkozy con Angela Merkel. Un mapamundi completo para ganar la Moncloa sin definir la hoja de ruta.

¡Precisamente! No lo podía haber dicho mejor. Tanto Zapatero como el PSOE en su conjunto han perdido enteros con la crisis económica, lo cual ha ido beneficiando poco a poco a las expectativas electorales del PP. Lo que apena, sin embargo, es que el electorado no se acerca al PP por ilusión, sino más bien por desencanto (o hastío) con "los otros". Peor aún, ni los ciudadanos ni, me temo, los propios militantes del PP tienen idea de qué se propone hacer Rajoy en el supuesto de que ganara las elecciones, salvo que, eso sí, desde luego lo hará "mejor" y aplicará el "sentido común" de la "gente normal". O, lo que es lo mismo, que no tienen ni pajolera idea de qué programa piensan aplicar desde Moncloa (o, mucho peor, lo saben pero no lo quieren decir por temor a perder las próximas elecciones).

El caso es que, por uno u otro motivo, los populares se apuntan a un bombardeo con tal de desgastar al Gobierno. Se sabe que ni Zapatero ni el PSOE les hace pizca de gracia, pero ignoramos qué es lo que proponen ellos para solucionar los problemas. Ejemplos hay muchos. Desde los comentarios sobre la necesidad de reformar el mercado laboral para abaratar el despido que después se desmienten casi automáticamente, hasta la defensa de la energía nuclear compaginada con la oposición frontal a la construcción de un cementerio nuclear en ningún rincón del país, pasando por las desavenencias en lo que respecta a la política del agua, las contradicciones en cuanto a la reforma de los estatutos o... en fin, prácticamente todo. No sabe uno si la estrategia esta se debe a la indefinición casi existencial de Mariano Rajoy, poco dado a definirse, o simplemente al dogmatismo militante de sus dirigentes, que en lugar de analizar las cosas objetivamente prefieren asumir que todo lo que hagan los socialistas está mal y lo que proponen los populares siempre está bien, aunque se contradigan permanentemente. Por si todo esto fuera poco, tenemos además la oposición local en ciudades como Sevilla, donde la estrategia del PP consiste en ponerse a la cabeza de la primer manifestación ciudadana que aparece, prometer el oro y el moro y, al mismo tiempo, decir que van a reducir el déficit y bajar los impuestos. En fin, que casi están sobrepasando a Chávez en populismo. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 23 20:09:37 CET 2010]

Me ha parecido interesante la viñeta de Manel Fontdevila publicada hoy por el diario Público:

Mientras Obama ha estado haciendo esfuerzos por tomar medidas claramente dirigidas a hacer pagar a los poderosos banqueros por las increíbles cantidades de dinero público que fueron necesarias para rescatar a las grandes instituciones financieras, la socialdemocracia europea parece haber perdido su antigua actitud igualitarista casi por completo. Que no se me malinterprete, por favor: ni Obama es un socialista, ni tampoco creo que le dejen salirse con la suya. Pero por lo menos lo está intentando. De momento, se ha atrevido a lanzar un ambicioso programa de reformas que, de llevarse a la práctica, puede cambiar la faz de los EEUU para las próximas décadas. De ahí la feroz oposición de los sectores más conservadores del país. Y mientras tanto, como digo, la socialdemocracia europea continúa perdida, desorientada por completo tras haber abandonado casi todos sus principios y valores en la noche de los tiempos (esto es, la gran era del neoliberalismo que se extendió por nuestros países en los años ochenta y noventa). Nos falta garra, nos falta ambición, nos falta cierto sentido de la aventura, pero sobre todo nos faltan unos principios y valores a los que dimos la espalda hace unos treinta años en nombre del pragmatismo más chato. Hay que ser realistas, cierto. De nada vale el utopismo insensato. La gestión cuenta, y las reformas hay que hacerlas en el mundo que tenemos, no en el de los libros de texto. Pero también hay que hacer un esfuerzo por tener los principios siempre presentes. Si los socialdemócratas no somos reformistas, no somos nada.

Por cierto, no me parece justo del todo acusar a Zapatero de cobardía política. Creo que se trata del Presidente más progresista que hemos tenido desde la Transición democrática. Sin él y su firme defenda se las políticas sociales, a estas alturas ya se habría aprobado una reforma laboral para favorecer a los de siempre. Zapatero ha tenido el valor de apostar por la expansión de los derechos sociales, una política exterior basada en el multilateralismo, la defensa de los homosexuales y las mujeres, así como ha hablado una y otra vez en favor de una sociedad laica. Todo eso y más se ha conseguido con Zapatero y gracias a él. Las críticas de esta entrada van dirigidas más bien contra la socialdemocracia europea en general, no contra la persona de Zapatero, aunque en política económica sí que creo que le ha faltado algo de audacia para promover, entre otras cosas, una política fiscal más justa. {enlace a esta historia}

[Thu Jan 21 11:51:08 CET 2010]

Desde luego, tiene poco de extraño que la gente se sienta a menudo engañada por los políticos. En este caso no se trata de los de nuestro país, sino de los alemanes. Como recordarán, hace apenas unos meses se celebraron elecciones generales en Alemania y el Partido Liberal (FDP) experimentó un serio avance en las urnas gracias, entre otras cosas, a su discurso anti-intervencionista y su promesa de bajar los impuestos significativamente a la clase media. Los democristianos de la CDU también prometieron bajar los impuestos, aunque en menor medida que los liberales. Los socialdemócratas, por el contrario, fueron honestos y explicaron que, debido a las dificultades creadas por la crisis económica, si los alemanes deseaban mantener su nivel de vida y su amplia cobertura social, no había más remedio que dejar los impuestos en paz o, si acaso, subirlos algo. Como era de esperar, esto (entre otras cosas, todo hay que decirlo) les costó perder las elecciones. Pues bien, ahora leemos que el Ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha descartado la rebaja fiscal prometida durante la campaña electoral. Según ha advertido, el déficit público es demasiado alto como para andarse con niñerías, lo cual es perfectamente comprensible... pero es que también lo era cuando se celebraron las elecciones y no tuvieron la decencia de reconocerlo públicamente. Es más, aquí en España, Mariano Rajoy usó el ejemplo alemán para señalar el camino hacia la salida de la crisis aplicando las políticas neoliberales de siempre: bajar los impuestos, recortar las políticas sociales y reformar el mercado de trabajo para abaratar el despido. Habrá que ver si reconoce ahora que, cuando menos, la rebaja fiscal en estas circunstancias es sencillamente impensable. Dudo mucho que lo haga.

La verdad es que todo el episodio este me recuerda la campaña para las elecciones alemanas de 1990, apenas caído el Muro de Berlín, cuando el candidato socialdemócrata, Oskar Lafontaine, advirtió de los problemas a que vería abocada la economía alemana si aceleraba la reunificación y aceptaba la paridad de su moneda con la de la RDA. Nadie le echó cuenta, pero tenía razón. Helmut Kohl prefirió subirse al carro del optimismo y hacer las cuentas de la lechera, sobre todo porque le garantizaba el triunfo en las elecciones. Lafontaine, por su lado, se comportó con honestidad y se negó a engañar a los ciudadanos por un puñado de votos y el sillón de la cancillería. Le costó las elecciones, por supuesto. Uno se pregunta si Rajoy está jugando a lo mismo por aquí. {enlace a esta historia}

[Wed Jan 20 20:20:09 CET 2010]

Mientras que en Europa y el resto del mundo se le sigue adorando casi como en el primer día, los ciudadanos estadounidenses ya han comenzado a dar muestras de desengaño con el Presidente Obama. Ayer, sin ir más lejos, el candidato republicano se impuso en la carrera electoral en Massachusetts para ocupar el escaño que quedara vacante con la muerte de Ted Kennedy. Si la noticia ha llamado tanto la atención es porque Massachusetts es un Estado progresista (hace ya varios años que pasaron una legislación propia para permitir la cobertura universal en su sistema sanitario y suele encontrarse también en la cresta de la ola en lo que respecta a los derechos de la comunidad homosexual) firmemente controlado por los demócratas desde la década de los cincuenta. Así pues, no tiene nada de extraño que analistas de todo tipo hayan creído ver en esta elección un importante toque de atención al equipo de Obama.

¿Cómo explicar, entonces, la derrota demócrata? A la ya consabida tradición del electorado estadounidense de esforzarse por evitar que un excesivo poder recaiga sobre el mismo partido (lo cual suele expresarse entregando al partido contrario al que se encuentra en la Casa Blanca, si no la mayoría, al menos una minoría capaz de poner freno desde el poder legislativo), habría que añadir la clara división que se ha expresado a raíz del debate sobre la reforma sanitaria en un país mucho menos acostumbrado que el nuestro al intervencionismo estatal en todas las esferas de la vida, el aparente cambio de opinión de Obama en lo que respecta a la política de seguridad y recorte de libertades que llevó a cabo su antecesor en el cargo, su firme apuesta por continuar la guerra en Afganistán mediante el envío de más tropas y, sobre todo, creo, el desgaste producido por las altas cifras de desempleo, la crisis económica y el gigantesco déficit público. Cierto, algunos de estos elementos ya estaban presentes en la realidad estadounidense antes siquiera de que Obama llegara a la Casa Blanca pero, de una u otra forma, los ciudadanos siempre dirigen su mirada (y sus críticas) al presidente de turno. Otro tanto viene a suceder aquí en España, donde Zapatero está pagando el pato no sólo de los errores de su propia gestión, sino también de la de los gobiernos de Aznar (parece incríble que quienes alentaron y desarrollaron el modelo de crecimiento basado casi exclusivamente en el sector de la construcción sean precisamente quienes le echen ahora en cara al Presidente del Gobierno que la economía española dependía demasiado del ladrillo). En definitiva, que los problemas de Obama vienen a ser una mezcla de las difíciles circunstancias económicas que están afectando igualmente a todos los demás países con la compresnbile y previsible desilusión cuando una figura tan carismática como la del Presidente estadounidense comienza a tomar decisiones concretas y reales (esto es, a gobernar). Sea como fuere, todavía tiene bastante margen de maniobra y suficiente popularidad como para salir adelante, lo cual no debiera tomarse, en todo caso, como excusa para ignorar el serio aviso para navegantes que le acaban de lanzar en Massachusetts. {enlace a esta historia}

[Wed Jan 20 12:05:09 CET 2010]

La viñeta de El Roto publicada ayer por El País debiera remover algunas conciencias:

Por cierto, que Diario de Sevilla publica hoy un interesantísimo artículo sobre las relaciones entre Haití y los EEUU a lo largo de la Historia más reciente. Como era de esperar, se trata de una lista de encuentros y desencuentros donde puede encontrarse prácticamente de todo: se les hizo el vacío en un principio, debido al miedo de que los esclavos en suelo estadounidense se alzaran contra sus amos blancos; después se les consideró parte del patio trasero, como a buena parte de Latinoamérica; se apoyó a dictadores "amigos" durante la Guerra Fría... pero, por otro lado, también ha intervenido EEUU varias veces en el pequeño país para pacificarlo tras los recurrentes brotes de violencia o acercarles ayuda humanitaria en el auténtico sentido del término. En definitiva, lo mismo que con cualquier otro país. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 18 12:42:37 CET 2010]

Mira que se han oído y leído llamamientos durantes años y años para que, cuando menos, PP y PSOE lleguen a un consenso sobre política educativa que ponga fin a los continuos vaivenes a que ha estado sometida casi desde la mismísima Transición. Pues bien, precisamente ahora que parece que nos estamos acercando a ese momento, surgen voces aquí y allá (por lo menos en el mundo digital, aunque quizá no en la prensa escrita) poniendo a Rajoy a caldo precisamente con respecto a este tema. Sencillamente, no lo entiendo.

El País publica hoy que el PP propondrá reducir la ESO en un año y ampliar un año el bachillerato, al tiempo que se potencia la salida hacia la Formación Profesional:

El PP propone reducir un año la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y ampliar el bachillerato, de los actuales dos a tres años. El 4o de ESO actual se convertiría así en 1o de bachillerato. La educación seguiría siendo obligatoria hasta los 16 años, como ahora. Pero a los 15 los adolescentes tendrían dos vías: pasar al bachillerato, en el que seguirían camino de la Universidad, o buscar otra salida en la Formación Profesional.

El objetivo, según señalan las mismas fuentes, es doble. Por un lado, los niños que entren a los 15 años en bachillerato no tendrán en clase a los peores alumnos, que tiran para atrás, según la doctrina del PP, al resto de la clase. Y por otro, estos a alumnos con más problemas tendrán la obligación de seguir estudiando, por lo que se verán más empujados a acudir a la FP, un sistema que el PP también quiere reformar para hacerlo más profesional.

Y si estudian allí un año, es posible que quieran seguir y aprender una profesión. El problema ahora, señalan los populares, es que miles de jóvenes —España es líder en fracaso escolar de la UE, con un 30%— dejan la ESO a los 16 años sin ningún título ni ninguna formación profesional.

(...)

Los populares también quieren reformar el funcionamiento de los centros educativos. Quieren reforzar su autonomía, hacer evaluaciones públicas de los centros y reforzar el papel del director y la autoridad de los maestros, modificando la carrera docente. No propondrán, sin embargo, asuntos más simbólicos como la recuperación de la tarima o la idea de que todos los alumnos se levanten al entrar el profesor en clase.

Ha bastado esta noticia para que ciertos sectores de la izquierda hayan alzado la voz en los distintos foros digitales acusando a los populares de "querer enviar a los repetidores a hacer FP" y otras lindezas, probando, una vez más, que la cerrazón doctrinaria no es patrimonio de la derecha. La verdad, aunque esté en desacuerdo con algunas de las propuestas de la derecha en este campo (en particular, casi todo lo relativo a la impartición de la clase de religión y su postura claramente favorable a los colegios concertados), no por ello dejo de ver que hay bastantes elementos de encuentro que posibilitan el consenso. De todos modos, las propuestas del PP me pueden parecer mejor o peor, pero no irracionales ni insensatas. No me explico ese empeño tan nuestro por presentar siempre a aquellos con quienes no estamos de acuerdo como seres insensibles, irracionales o medio estúpidos. Más vale que hagamos un esfuerzo por bajar los decibelios (y esto se aplica tanto a los populares como a nosotros, los socialistas) y centrarnos en la resolución de los problemas, que es lo que los ciudadanos nos exigen. Estoy convencido de que, en líneas generales, la sociedad española ha madurado mucho más que nuestros políticos. Alguna vez habrá que comenzar a cambiar eso. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 18 12:24:37 CET 2010]

Las elecciones presidenciales chilenas se celebraron ayer con el triunfo indiscutible del derechista Sebastián Piñera en las urnas. Como socialista que soy, hubiera preferido indudablemente la victoria de Eduardo Frei, el candidato de la Concertación, pero tampoco se trata del fin del mundo, la verdad. Piñera parece que representa la cara más moderada de la derecha chilena y, después de todo, la alternancia en el poder es uno de los rasgos fundamentales de cualquier democracia que se precie. En cualquier caso, si algo llama la atención al leer las crónicas sobre las elecciones chilenas en la prensa española es la elegancia y cortesía con que se han tratados los dos candidatos enfrentados en los comicios de ayer:

La satisfacción era general por un proceso democrático modélico en Latinoamérica, donde no sólo ha habido una ausencia total de incidentes, sino una elegancia entre rivales que va mucho más allá de la pura cortesía política. Frei apenas tardó 30 segundos en su discurso en felicitar a Piñera y desearle "lo mejor en su gestión", y entrada la noche, se desplazó con su familia hasta el hotel donde el empresario celebraba el triunfo para, delante de sus seguidores y las cámaras, felicitar personalmente al vencedor. Frei recibió una larga ovación de los piñristas. "Con Eduardo comparto un gran amor por Chile y soy un gran admirador de su padre [el también ex presidente Eduardo Frei], y quiero decirle que nuestro país necesita más que nunca unidad", subrayó Piñera.

Momentos después de que Frei reconociera su derrota, todo el país pudo escuchar en directo por radio y televisión la conversación que mantenía la presidente saliente, Michelle Bachelet, con Piñera. "Le felicito y espero que Chile pueda seguir por la senda del progreso". "Le pido un favor", contestó Piñera a Bachelet, "quiero pedirle su consejo y ayuda para poder continuar su labor porque su experiencia de Gobierno es muy importante". "Mañana iré a su domicilio y conversaremos", contestó la presidenta. A continuación cogió el auricular la mujer de Piñera y dijo: "Señora presidente, quiero decirle que como mujer me siento orgullosa de que usted haya sido la presidenta de los chilenos". Además, el Gobierno informó a Piñera de los resultados oficiales antes de hacerlos públicos por televisión.

¡Qué lejos queda todo esto del ambiente insensato, crispado y faltón que vivimos por aquí! Y, sin embargo, nuestros ciudadanos se merecen mucho más. La democracia española hace ya tiempo que es lo suficientemente estable y madura como para que se den este tipo de comportamiento entre nuestros políticos, si éstos tuvieran dos dedos de frente y estuvieran a la altura de lo que se les exige desde la calle. Los medios de comunicación no paran de hacer ruido, pero nunca como hasta ahora la diferencia aquella de la que hablara Alfonso Guerra a principios de los noventa entre la opinión pública y la opinión publicada había sido tan clara. La amplia mayoría de nuestros ciudadanos están asqueados del constante toma y daca entre unos líderes políticos incapaces de ver más allá del interés partidista al más corto plazo. Nos hace falta la generosidad de espíritu de la que han hecho gala Piñera y Frei. Vaya aquí la enhorabuena a nuestros hermanos chilenos, independientemente de lo que le parezca a cada cual este o el otro candidato. Comportamientos como éste le llenan a uno de orgullo y esperanza en el futuro. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 18 12:04:37 CET 2010]

Algo que echo de menos de los EEUU es la enorme diversidad de su sociedad, algo que ni por asomo se da por estos lares. Sí, desde mediados o finales de la década de los noventa, España ha recibido un buen número de inmigrantes. Sin embargo, casi todos se han venido a concentrar en unas cuantas grandes capitales y, segundo, la variedad sigue siendo mucho menor que la que existe en los EEUU. La amplia mayoría de inmigrantes que se han trasladado a nuestro país proviene de uno o dos países sudamericanos, Marruecos y Rumania. Por el contrario, en el caso estadounidense, no puede uno dar un paso sin encontrarse con un inmigrante no ya mejicano, sino somalí, chino, cubano, guatemalteco, ecuatoriano, tailandés, indio o vietnamita. Y no estoy hablando únicamente de ciudades como Nueva York. Yo vivía en St. Paul, una ciudad de Minnesota que no alcanza los 300.000 habitantes y, junto a Minneapolis, su ciudad "gemela" (esto es, al otro lado del Mississippi), tienen ambas una población similar a la de Sevilla, donde resido ahora. Sin embargo, la variedad racial y lingïstica de allí no tiene parangón con lo que veo por aquí. Lo echo de menos, sobre todo, cuando quiero probar comidas étnicas, a lo que me aficioné allí. En Sevilla no puedo encontrar un solo restaurante mexicano auténtico, el único tailandés que existe es caro y de mala calidad, no existen restaurantes coreanos, vietnamitas, libaneses ni somalíes... en fin que, como decía, no tiene parangón. La sociedad sevillana está cambiando, cierto, pero todavía se mira demasiado al ombligo. Son muchos los sevillanos que piensan que su ciudad es lo mejor del mundo y no tienen nada que aprender de fuera, por desgracia. Bares y restaurantes hay muchos más que en cualquier otro país donde he vivido (Irlanda y EEUU), pero la diversidad es sin duda mucho menor. Todo lo que hay es lo de siempre: tapas, tapas y más tapas. Por supuesto, varía la calidad, pero el menú es siempre el mismo. No hay opción, en fin. Se mire como se mire, Sevilla no es todaví la ciudad cosmopolita y abierta al mundo que nos gustaría a muchos.

Se me ocurre todo esto mientras leo un artículo de la radio pública estadounidense acerca de la cocina chino-india, que parece estar pisando fuerte en la India y también en los EEUU:

If I had to pick my last meal, the dishes would all be Indian-Chinese: chicken Manchurian (batter-fried chicken served in a spicy chili-and-soy sauce), Sichuan paneer (Indian cheese with Chinese spices), Indian-Chinese fried rice, and a dried green chili chicken. These dishes don't come from a cuisine that I dream up, but from one very popular in India called Indian-Chinese. It is much spicer than the milder Cantonese Chinese food that most Americans are familiar with. Almost any meny in an everyday eatery in Delhi and Mumbai will list several Indian-Chinese dishes. On our family trips to Mumbai, the first meal we eat out is not traditional Indian, but Indian-Chinese.

The Chinese have been residents of India for more than two centuries. India's largest Chinese population has historically been in Calcutta, a populous city in eastern India. The Hakka, early settlers from southern China, brought with them the traditional styles of Cantonese and Hakka cooking. They assimilated into the local culture, and their cooking took on local Indian flavors. The result is a satisfying hybrid cuisine, created from two very different communities and food cultures.

The intriguing combination of Indian ingredients such as garam masala (warm spiece mix), cilantro and tamarind with Chinese soy sauce, ginger, garlic and even ketchup produces dishes that are high in flavor, easy to make and always leave you wanting more.

Se me hace la boca agua sólo de leerlo. A ver si, por lo menos, podemos cocinar alguna de las recetas en casa aunque, como era de esperar, el problema entonces es encontrar algunos de los ingredientes más exóticos en los hipermercados. Sencillamente, no hay manera. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 8 15:17:15 CET 2010]

El País publica hoy un artículo de Juan Goytisolo titulado Oriente y Occidente como espacios mentales en el que, tras los consabidos lugares comunes y posicionamientos ya de sobra conocidos del escritor barcelonés sobre el manido tema del choque de civilizaciones, entra a hacer unos comentarios que me parecen dignos de reseña en estas páginas:

Mientras las distintas creencias y sistemas religiosos del espacio asiático —confucianismo, brahmanismo, budismo, etcétera— fueron vistos siempre a distancia, con benignidad o condescendencia, el islam, como señaló en su día el gran historiador tunecino Hicham Djait, encarnaba un credo a la vez próximo e inasimilable, cuyo afán expansionista inquietaba y en cuyo espejo nos veíamos reflejados. Si bien hubo periodos de paz, o al menos de equiklibrio, entre estos dos retazos compuestos de telas de diferentes colores que denominamos cristiandad e islam el recuerdo que predominó en el imaginario de ambos lados fue el de conquistas, triunfos, derrotas, Cruzadas y Guerras Santas. Esta larga y conflictiva historia común, llena de vicisitudes y altibajos, concluyó hace más de un siglo con la victoria total de las potencias europeas: caída del imperio otomano, abolición del califato, ocupación de la orilla sur del Mediterráneo del estrecho de Gibraltar a Turquía.

(...)

Todo eso nos parece hoy remoto, pero debemos retomar el pasado para comprender el presente y no repetir los errores en los que incurrimos. Habrá que explicar algún día por qué y cómo los movimientos independentistas del mundo árabe desde Marruecos a Irak, originariamente laicos y de aspiraciones democráticas, sucumbieron uno atras otro a manos de dictadores o bajo el peso de monarquías a veces teocráticas al punto que resulta difícil distinguir éstas de las dinastías republicanas creadas desde los años sesenta y setenta del pasado siglo en países del Magreb y del Oriente Próximo. Mientras que la retórica de la Unión Árabe se ha convertido en un chiste (basta evocar el espectáculo que ofreció durante la invasión israelí en Gaza), el retorno a la religión, tanto en la esfera pública como en la privada, revela la impotencia y desapego de los pueblos respecto a la político en detrimento de los valores democráticos y de los derechos de la mujer.

Hablaba de la extinción del legado de figuras como las que lideraron los movimientos independentistas árabes —nacionalistas, laicos y democráticos— figuras y movimientos perseguidos por los supuestos civilizadores europeos primero y por las monarquías o espadones favorables a los intereses de éstos más tarde. Pues, en tanto que los reformistas y disidentes del comunismo soviético recibieron el sostén material y moral de Occidente durante la Guerra Fría, los de los países árabes fueron barridos ante su indiferencia o con su poco gloriosa complicidad. Los intereses económicos y estratégicos de Inglaterra, Francia y, más tarde, de Estados Unidos prevalecieron sobre los valores que defendían de puertas afuera. El resultado de todo ello es catastrófico y las estadísticas sobre la situación política, económica, social y educativa del mundo árabe de hoy nos dan la medida de ello. Me permitiré citar el extracto de una de ellas, leído hace algún tiempo, y que habría que poner tal vez al día, estadística que comprende la totalidad del espacio islámico:

"En el mundo musulmán, el poder de consumo per cápita es, aproximadamente, de 3.700 dólares, comparado con los 28.000 dólares del mundo desarrollado. La suma combinada del producto interior bruto de los países musulmanes es menor que el producto interior bruto de Alemania. El producto interior bruto de todo el mundo árabe es apenas superior al de España. Cuarenta y siete por ciento de los musulmanes son analfabetos, no pueden leer ni escribir, nunca han asistido a la escuela. Hay, por tanto, una crisis de conocimiento. El árabe es el idioma de casi trescientes millones de personas, pero anualmente se publican más libros en griego, idioma que sólo hablan quince millones de personas. Sólo hay quinientas universidades en el mundo musulmán, comparadas con las cinco mil que hay en Estados Unidos, etcétera".

La exposición escueta de los hechos habla por sí sola. El brutal desequilibrio existente entre Europa y los países árabo-musulmanes no responde únicamente a razones de índole religiosa ni se explica esgrimiendo versículos del Corán justificativos de la violencia, sino a causas sociales, políticas, culturales revestidas con el manto del Libro sagrado, causas que debemos analizar cuidadosamente para enfocar en el futuro la relación con ellos. No carguemos todas las culpas sobre nuestros hombros. Las suyas son tan graves como las nuestras. El creciente poder social de las fuerzas conservadoras y tradicionales aferradas a una interpretación rígida de los textos de la revelación coránica y a la defensa de unas leyes y costumbres de otra época, sobre todo en relación con el estatus de la mujer, es el resultado de la frustración acumulada durante decenios ante la corrupción de las élites gobernantes y las dictaduras que se perpetúan en el poder. La farsa electoral que se repite en la casi totalidad de los Estados árabes no vale de muralla para impedir la expansión del islamismo: al revés, lo fomenta y lo convierte en alternativa viable. En el vasto espacio del Islam, la correlación de fuerzas entre el poder más o menos opresor y la agobiada sociedad civil, varía de un Estado a otro: desde la cuasi inexistencia de ésta en algunos hasta la lucha esforzada de unos sectores minoritarios, pero combativos, en otros por unos valores cívicos comunes a los nuestros, ajenos mas no opuestos al ámbito de la religión. Dicho correlato no es el mismo en Marruecos que en Egipto; en un Estado lacio como Turquía que en un país tan complejo, intelectualmente rico y contradictorio como la República Islámica de Irán.

Una cosa me ha llamado la atención en el texto de Goytisolo: aunque hace un llamamiento a que "no carguemos con todas las culpas sobre nuestros hombros", en realidad es todo lo que hace. Sólo acertamos a ver críticas y acusaciones dirigidas contra las potencias coloniales occidentales, y se hace bien difícil entresacar comentarios, sugerencias o demandas de reforma en el seno de las sociedades árabes (salvo que se democraticen mediante la eliminación de las élites gobernantes, supuestamente elegidas a dedo por Occidente, que una vez más carga con toda la culpa en ese aspecto también). En otras palabras, echa uno de menos algo de autocrítica en el artículo de Goytisolo. Porque, sencillamente, no es cierto que los movimientos independentistas del mundo árabe fueran "originariamente laicos y de aspiraciones democráticas". A lo mejor muchos de sus seguidores eran demócratas convencidos, pero eso puede decirse también del movimiento castrista en Cuba y todos sabemos cómo acabó aquello. Lo cierto es que las élites dirigentes de estos movimientos ya tenían de por sí una clara tendencia hacia el nacionalismo autoritario y el caudillismo. En esto se diferenciaban bien poco, por cierto, de los movimientos de liberación nacional africanos, que también terminaron de la misma forma. Por si esto fuera poco, se posicionaron clarísimamente con la URSS durante la Guerra Fría, lo que no hizo sino acelerar la tendencia autoritaria y, como era de esperar, granjearse la enemistad de las potencias occidentales. Se puede criticar a éstas por haber apoyado sin reservas a los movimientos fundamentalistas en un intento de socavar las bases de los regímenes panarabistas, cierto. Pero no puede decirse que dichos regímenes volvieran la espalda a la democracia por la oposición occidental. ¿Cómo explicar, si no, los desmanes de Gaddafi en Libia o Assad en Siria, por poner tan sólo dos ejemplos? ¿Es que acaso alguien puede considerar a cualquiera de los dos pro-occidentales?

Pero es que, además, Goytisolo está tan enamorado de la civilización musumana que se niega a ver los elementos retrógados que de hecho existen en su seno. Habla, por ejemplo, del alto grado de analfabetismo que se da en los países árabes, pero no del hecho de que hasta muchos musulmanes conversos nacidos y crecidos en nuestro país tienen un discurso que favorece la cultura oral y se muestra escéptico ante la tradición de la cultura escrita, que consideran más propia del judaísmo y el cristianismo. Uno se imagina que algún efecto puede tener esto en las altas tasas de analfabetismo entre los árabes. Y otro tanto puede decirse sobre la escasez de universidades o la discriminación contra la mujer. Cuesta trabajo ver que cualquiera de ellos pueda deberse a la influencia occidental, influencia a la que buena parte de los musulmanes en estos países acusan, precisamente, de decadente, inmoral y degenerada, precisamente por postular la igualdad de la mujer, la libertad de conciencia o el concepto de autonomía personal. No todo puede achacarse al islam, cierto, pero sí a un islam reaccionario y retrógado que ha hecho hasta el momento bien poco por adaptarse a un mundo cambiante que poco o nada tiene que ver con el de hace tres o cuatro siglos. Hasta que los musulmanes no den su brazo a torcer y acepten que su religión necesita una reforma que la ponga al día, no cambiará nada. Se trata, al fin y al cabo, de algo similar a lo que hubo de hacer en su momento el cristianismo occidental, que tiene bien poco en común con el de hace trescientos o cuatrocientos años, pese a las apariencias. Deben comenzar por ahí. Por reconocer sus propios errores y sus propios fracasos, tomar de nosotros (y de los demás) lo que les pueda servir, y mirar al futuro, en lugar de continuar por la senda de la nostalgia que tan a menudo les caracteriza hoy en día. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 8 15:06:13 CET 2010]

La prensa conservadora se está regodeando con la noticia de que el eurodiputado socialista español Miguel Ángel Martínez haya criticado que Europa caricaturiza al Presidente venezolano, Hugo Chávez. Sin embargo, el mero hecho de que le estén poniendo a caldo ya le da a uno a entender que, efectivamente, Chávez se ha convertido en el muñeco del pim-pam-pum de la derecha. No hace falta ser un izquierdista rabioso para darse cuenta. Y, que conste, son numerosas las entradas que he escrito en esta bitácora oponiéndome al caudillismo populista del líder bolivariano, pero ello no quita para que uno deje de hacer un esfuerzo por analizar las cosas con un mínimo de objetividad. Las cosas como son. De la misma forma que buena parte de la progresía gusta de simplificar a los dirigentes más señalados de la derecha, otro tanto ocurre con ciertos sectores conservadores. La tentación doctrinaria no es monopolio de unos u otros. Son los mismos, me temo, que también disfrutan caricaturizando a Zapatero. {enlace a esta historia}

[Thu Jan 7 15:25:16 CET 2010]

Aunque hace ya varios días que se publicó, no quisiera dejar pasar la oportunidad de mencionar en estas páginas el artículo titulado La privatización del keynesianismo que Enrique Gil Calvo publicara en las páginas de El País el pasado 30 de diciembre. El sociólogo y profesor de la Universidad Complutense analiza la particular forma de keynesianismo que se ha venido aplicando a la reciente crisis económica que todavía estamos sufriendo. Para comenzar, se pregunta cómo puede ser que haya ahora mismo un consenso generalizado sobre el fracaso de las recetas neoliberales que han predominado durante las tres últimas décadas mientras que los socialdemócratas no paran de sufrir derrota tras derrota en las urnas:

Una posible explicación es que el keynesianismo aplicado hoy ya no es aquel keynesianismo público, progresivo y reformista que presidió la edad de oro de la socialdemocracia en los años sesenta, sino que se trata de un keynesianismo completamente distinto, por su carácter a la vez privado, conservador y reacionario. Un keynesianismo de derechas, para entendernos, pues no beneficia a las rentas del trabajo sino a las rentas del capital. De ahí que haya logrado imponer una salida de la crisis de tipo restaurador, de acuerdo al célebre efecto Lampedusa: es preciso que todo cambie para que todo siga igual. Es la única conclusión que puede extraerse de la práctica de un keynesianismo estatal que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas, contribuyendo no a reformar sino a restaurar la financiarización de la economía. Pero esta práctica derechista del keynesianismo privatizado, restaurador de la tasa de beneficios del gran capital, no es nueva en absoluto, pues ya la acometió mucho antes hitler en los años treinta, y luego Reagan en los ochenta, que es precisamente cuando se sentaron las bases de la actual dominación financiera. Pues más allá del keynesianismo militarista que hoy inspira a Bush y también a Obama, haciendo del gasto en defensa el gran motor de la demanda agregada, la clave real de este nuevo keynesianismo financiero es hinchar la demanda mediante el endeudamiento crediticio.

Lo que sigue es una magnífica explicación de las causas últimas de la crisis que aún estamos padeciendo en términos que prácticamente todo el mundo puede entender:
Como se sabe por lo menos desde Marx, la causa última de las crisis cíclicas del capitalismo es la sobreproducción, dado el exceso de capacidad instalada para la que no hay suficiente demanda natural o espontánea. Para enfrentarse a este exceso de producción, o a esta escasez de demanda, la solución keynesiana pública, puesta en práctica por la socialdemocracia en los sesenta, fue estimular fiscalmente la demanda agregada tanto por medio del gasto estatal como mediante una política de rentas que elevó sustancialmente el poder adquisitivo de las clases medias y asalariadas. La consecuencia fue la gran inflación, de la que se salió con la derrota política de la socialdemocracia y el ascenso imparable del neoliberalismo. Pero contra lo que parece, este último método de política económica también recurrió al keynesianismo, aunque ya no público sino privado. En efecto, para estimular la demanda agregada, en vez de recurrirse a la subvención estatal se recurrió al endeudamiento crediticio gestionado por la banca privada, y ello además con recortes salariales del poder adquisitivo, haciendo a las clases trabajadoras y medias muy dependientes del crétido bancario. Y el colmo de este keynesianismo privado llevado hasta sus últimas consecuencias por reducción al absurdo ha sido el caso de las hipotecas basura, catalizador en España o EE.UU. de la crisis actual: la última por el momento, hasta que se forme la próxima, dentro de una larga cadena de crisis crónicas (por parafrasear el título de mi último libro).
Los hechos son, en realidad, bien conocidos, al menos para quien no esté cegado por la iluminación del catecismo neoliberal y lo quiera ver: a pesar del discurso anti-estatista de la Escuela de Chicago, la aplicación práctica de sus propuestas a la realidad a través de las políticas de Thatcher y Reagan, primero, de casi todo el mundo después, jamás le hicieron ascos a usar el tremendo poder que había amasado el Estado en los países de capitalismo avanzado. O, lo que es lo mismo, su pretendido anti-estatismo se reducía a la oposición frontal a la regulación del negocio privado y el gasto en políticas sociales, apostando en su lugar por despejar el camino a la gran empresa para que pudiera incrementar su tasa de ganancia sin problemas. A partir de ahí, al menos en teoría, la riqueza acabaría por filtrarse de alguna forma (nadie tenía muy claro cómo, la verdad sea dicha) al resto de la sociedad. Pero, claro, nada de esto contribuye en realidad a crear riqueza. Lo único que hace es distribuirla de otra forma (de tal forma que beneficie más a quienes se encuentran en la cúspide de la jerarquía social, claro), pero no viene a poner más capital en funcionamiento. Para esto otro hace falta recurrir a los mecanismos de siempre: el Estado incrementa el gasto (aunque no en políticas sociales, por supuesto, sino en defensa y similares), mientras que la desregulación del sector financiero y la libertad de movimiento de capitales a nivel global facilitan la concesión de créditos (es decir, dinero de mentirijillas, como se decía cuando yo era pequeño). Claro, la burbuja tiene que explotar tarde o temprano.

Hasta ahí el análisis de la situación, donde creo que estaremos de acuerdo. El problema es qué hacer en estos momentos. Cierto, de la misma forma que se defendión en su momento la ortodoxia del trickle-down economics, cabe la posibilidad de postular ahora un trickle-up economics, si no fuera porque la situación política y social lo hace prácticamente imposible. ¿Por qué digo esto? Por dos razones, fundamentalmente. En primer lugar, se pensará lo que se quiera de los errores cometidos en nombre del comunismo soviético y, desde luego, nadie con dos dedos de frente puede negar los crímenes que se cometieron en su nombre, pero lo cierto es que la amenaza comunista mantenía al capitalismo a raya hasta bien entrados los setenta. Pues bien, esa amenaza ha desaparecido ahora por completo y no hay razón alguna para que el capitalismo deba mostrar su rostro más humano. ¿Qué necesidad tiene de ello si el horizonte está despejado y el ogro feroz ya está más que enterrado? Pero es que, en segundo lugar, tampoco la socialdemocracia presenta posibilidad alguna de momento de convertirse en alternativa y plantar cara a los excesos del capital. Los sindicatos se encuentran claramente a la deriva desde hace ya tiempo, bien porque se han ido enrocando en un corporativismo corto de miras bien porque se han profesionalizado hasta un punto sencillamente impensable hace unas cuantas décadas. Y, por lo que hace a los partidos políticos socialistas y socialdemócratas, hace también bastante tiempo que dejaron de movilizar a sus militantes y se han convertido únicamente en organizaciones de gestión del poder. El caso es que, por hache o por be, la izquierda está desmovilizada y no tiene ya la capacidad que tenía antaño de imponer sus demandas en la calle. ¿A qué puede temer el capitalismo, pues? ¿Por qué ceder siquiera un ápice de sus beneficios si la paz social ya está garantizada de antemano? {enlace a esta historia}

[Tue Jan 5 14:50:05 CET 2010]

Seguramente me voy a desmarcar de casi toda la izquierda española con esta entrada, a juzgar por lo que se lee en la prensa y los foros de Internet, pero eso nunca me ha dado miedo alguno. Resulta que las autoridades del Distrito madrileño de Chamartín han dado el visto bueno a la participación de la asociación anti-abortista Hazte Oír en la Cabalgata de Reyes Magos de este año, y la noticia ha desatado las iras de los progresistas por todos sitios. A mí, en cambio, no me parece para tanto, aunque habría que hacer algunas puntualizaciones para clarificar mi posición. Veamos. En primer lugar, el problema se podía haber evitado, es cierto, si la propia asociación anti-abortista hubiera vetado la idea desde el principio, pues no parece nada conveniente politizar un acto como éste, y mucho menos cuando el ambiente ya está de por sí tan caldeado. En otras palabras, que los dirigentes de Hazte Oír podían haber mostrado una grandeza de espíritu que, en verdad, les ha fallado. Más bien al contrario, han demostrado que están dispuestos a cualquier cosa con tal de que su mensaje llegue a la gente, lo cual no es siempre un rasgo característico del espíritu tolerante, sino más bien del dogmatismo cerril y el mesianismo iluminado. Pero, dicho esto (y hasta aquí dudo mucho que nadie en la izquierda esté en desacuerdo conmigo), también debe uno plantearse que no hay que rasgarse las vestiduras porque una entidad con cuyos fines discrepamos esté representada en una cabalgata, siempre y cuando no se aproveche un acto de esta naturaleza para hacer propaganda abierta en el desfile como tal. Me explico: ¿por qué puede tener una peña sevillista su propia carroza y no una asociación anti-abortista, por más que yo esté en desacuerdo con sus objetivos o filosofía? ¿Acaso ser un demócrata convencido en una sociedad plural no consiste precisamente en eso, en permitir la libertad de expresión a quienes mantienen posiciones enfrentadas a las mías? Como es lógico, en contrapartida debemos exigir a estas personas que, en el supuesto de que se presentara la ocasión, aceptaran también la presencia en el mismo desfile de una carroza patrocinada por una asociación de defensa de los derechos de los homosexuales, por poner un ejemplo. Como decía, precisamente en eso consiste el pluralismo. No hay que poner el grito en el cielo, sino tan sólo aplicar un poco de sensatez a estos temas. {enlace a esta historia}

[Sun Jan 3 11:21:07 CET 2010]

Interesante análisis, me parece, el que hace Sami Naïr en su artículo acerca de la cumbre sobre el cambio climático de Copenhague, publicado hoy por El País. Tras reconocer que la reunión de Copenhague supone un claro retroceso con respecto a los acuerdos alcanzados en Kioto, Naïr se pregunta por las posibles causas:

Tenemos, en primer lugar, la alianza entre las potencias emergentes (China, India, Brasil) con vocación comercial imperialista y el imperio americano en declive: unas y otro comparten las mismas angustias. No quieren ver limitado su crecimiento, que condiciona su preeminencia en la globalización mercantil. Comprometerse con mecanismos de reducción de la actividad industrial causante del efecto invernadero viene a ser lo mismo en realidad que introducir normas mundiales de regulación de la producción de mercancías. Ahora bien, es precisamente lo que quieren evitar cada una por su cuenta, sobre todo, después de que se haya demostrado que, al contrario de lo que ha hecho creer la cumbre del G-20, la terrible crisis actual del capitalismo financiero no ha sido combatida con una acción internacional común, sino con meras decisiones nacionales más o menos cooperativas. La crisis financiera ha devuelto así al primer plano a las naciones y la dura competición que libran entre ellas. Cada una tenía como objetivo salir de esa conferencia con el menor número de compromisos vinculantes. Y las únicas que han sacado algún provecho de esta reunión son los países más pobres, que han obtenido un óbolo de 30.000 millones de dólares para remedia el desastre ecológico que les amenaza. Pero ha sido la globalización comercial sin reglas la que ha triunfado en Copenhague.

En segundo lugar, está el tema del modelo de desarrollo social. La destrucción ecológica no es el resultado accidental de un sistema económico, por lo demás protector de la naturaleza; es la consecuencia inevitable de una mercantilización planetaria basada en una competición ilimitada y permanente, en el seno de la cual los modelos sociales menos costosos son los que mayores posibilidades tienen de ganar la batalla de las mercancías. No es casualidad que los países que se han opuesto a un acuerdo que podía haberlos situado, si las propuestas europeas hubieran triunfado, en una dinámica de protección del medio ambiente relativamente equiparable a la de los países más evolucionados socialmente. Amarga ironía de la historia: los países del tercer mundo, convertidos en encarnizados partidarios de la globalización mercantil, apoyan hoy al centro imperial, a EE.UU., en nombre del derecho al desarrollo y en detrimento de los intereses de la humanidad.

No se trata, en realidad, de algo nuevo. Karl Marx ya advirtió de la tendencia del capitalismo hacia el crecimiento ilimitado, la competencia global y la mercantilización de todo lo que se pone a tiro. Si acaso, lo que sí llama la atención es ver cómo hasta un diario liberal-progresista como El País publica un artículo exponiendo todo esto, aunque sea sin nombrar al innombrable (pues en eso parece haberse convertido Marx tras la caída del Muro de Berlín y la práctica desaparición del llamado socialismo real, una especie de fantasma que nadie está dispuesto a reconocer como influencia intelectual, aunque su espectro siga presente en la sociedad actual). En fin, no quisiera pecar de exceso de pesimismo, pero me da la impresión de que todo empeorará bastante antes de comenzar a mejorar. No veo cómo pueda solucionarse la cuadratura del círculo que tenemos entre manos (esto es, la construcción de una economía sana y dinámica que sea al mismo tiempo compatible con el medio ambiente) sin adoptar medidas globales de regulación de la actividad económica y, por supuesto, proceder a una cierta redistribución de la riqueza que permita a la población de los países menos desarrollados disfrutar de un nivel de vida decente sin necesidad de potenciar la industria contaminante. Y, como es de esperar, dudo mucho que ni unos ni otros estén dispuestos a aceptar este New Deal global hasta que el toro se nos eche encima y su aliento comience a meternos el miedo en el cuerpo. Mientras tanto, todo dios hará valer su soberanía nacional para frenar cualquier cambio sustancial, me temo. {enlace a esta historia}