[Sun Jan 18 09:25:27 CST 2015]

Según nos cuenta El País, "los españoles se lanzan a las compras" y "el consumo apuntala una incipiente recuperación":

La renta bruta de los hogares ha estado casi plana en 2014 (según varias estimaciones, podrá terminar el año creciendo un 0,5%), algo que contrasta con el alza del consumo privado, que avanzó hasta el tercer trimestre un 2,6%. Esto significa que las familias están gastando más de lo que a priori justifican los fundamentos de sus economías a largo plazo. En consecuencia, ocurre algo que, si se vuelve crónico, podría llegar a ser preocupante: las compras se financian fundamentalmente con el ahorro que se ha ido acumulando durante los años malos. Los ciudadanos pierden su colchón protector: el ahorro bruto de los hogares ha caído al 9%, el nivel más bajo desde 2006, según los datos de octubre pasado. El "efecto precaución" del que hablan los economistas, ese miedo que provoca que en momentos de crisis se tomen decisiones muy conservadoras por lo que pueda pasar, está empezando a desaparecer en la sociedad española. Y lo hace porque, si nada se tuerce, la economía seguirá creando empleo y creciendo. Hay que subrayar eso de "si nada se tuerce".

Esto habría que combinarlo, además, con la apuesta que el BCE parece que va a hacer por la compra masiva de deuda en un intento de reactivar la economía de la eurozona. O, para entendernos, que la salida a la crisis consiste en inflar una nueva burbuja que, inevitablemente, volverá a estallar pasado un tiempo. Esa viene siendo la historia del capitalismo desde que se convirtió en el sistema económico dominante, si bien es cierto que en las últimas décadas parece haber acelerado el ritmo al que transita por estos ciclos. No creo que haya nada nuevo ahí, o por lo menos no para cualquiera que se haya molestado en reflexionar sobre la historia del capitalismo sin dejarse llevar por los mitos y las monsergas que nos cuentan los medios de comunicación. Como señala el economista taiwanés Richard Koo en esta entrevista, no está nada claro que esta táctica vaya a funcionar al medio y largo plazo. En primer lugar, porque, al contrario de lo que se afirma una y otra vez, no está nada claro que la política de quantitative easing aplicada por la Reserva Federal estadounidense esté detrás de la reciente recuperación de su economía. Como afirma Koo, buena parte del dinero que el banco central inyectó a la economía se ha quedado en los mercados financieros. De ahí precisamente el subidón de los índices de la Bolsa. Lo que parece haber sucedido no es tanto que ese dinero haya alimentado la recuperación económica como que el consumidor estadounidense, tan atento siempre al comportamiento de los mercados bursátiles, haya observado la subida de éstos, haya ganado confianza y, por tanto, haya vuelto a lanzarse al consumo, que es el verdadero motor de la economía estadounidense. Sin embargo, tal y como advierte Koo, el peligro es que todo ello no sea sino un mero espejismo. Confianza basada en humo y poco más. Con el agravante añadido de que tarde o temprano habrá que parar la máquina de fabricar billetes de dólar (lo que Koo denomina "drogodependencia del QE").

De todos modos, lo que Koo (y cualquier otro economista ortodoxo) propone para salir de la crisis es más de lo mismo: un mayor consumo, ya sea público o privado, que relance la actividad económica. Y, sin embargo, lo que nadie parece observar es que se trataría una vez más de un consumo presente tomando prestado del futuro, una vez más. Peor aún, viene a demostrar bien a las claras que el capitalismo, por más que se quiera vestir de verde, no es sustentable ni compatible con un planeta que tiene unos recursos finitos. Sencillamente, si la única forma de evitar la crisis es a través de un crecimiento económico que siempre implica una mayor utilización de recursos, ¿cómo diantres vamos a ser sustentables? ¿Cuándo? Seamos honestos: dentro del marco del sisteam económico realmente existente, es imposible. {enlace a esta entrada}

[Sun Jan 18 08:44:33 CST 2015]

Ayer leíamos en las páginas de El País que Obama destaca la falta de integración de los musulmanes en Europa:

"Nuestra población musulmana se siente americana", declaró Obama en lo que quizá fue la única fricción con su homólogo británico. "Sin embargo, hay partes de Europa donde este no es el caso", prosiguió Obama para finalizar declarando que ese era "el mayor peligro" que enfrentaba el Viejo Continente.

Según nos cuenta el periodista de El País, Cameron reaccionó con algo de irritación y dijo que es "un error tratar como bloques separados a distintas comunidades" (palabras del periodista, no de Cameron). En general, lo veo más bien como una muestra más de la típica arrogancia estadounidense, basada más en mitos nacionales que en hechos objetivos. Porque, en primer lugar, no hace falta ser un lince para darse cuenta de que el porcentaje de inmigrantes musulmanes en los EEUU es más bien pequeño comparado con los de la "Vieja Europa". Pero es que, además, tampoco la cercanía geográfica a sus países de procedencia es la misma (lo cual facilita en el caso europeo los contactos directos, las visitas y, con ello, mantener más fresco el sentido de identidad). Si acaso, lo más similar en la sociedad estadounidense son los inmigrantes mexicanos... quienes, curiosamente, son vistos con recelos y hasta claras muestra de xenofobia por un buen porcentaje de estadounidenses de pura cepa. Y eso que vienen a compartir los valores occidentales con el resto de la sociedad, algo que sin duda les diferencia claramente de los inmigrantes musulmanes en Europa y facilita su integración.

En fin, que Obama está comparando peras con manzanas. Y, de paso, aprovecha para seguir predicando el evangelio estadounidense de la patria acogedora que no entiende de razas, religiones ni lenguas. Algo que, evidentemente, es parcialmente cierto y de lo que el resto de países debemos aprender. En eso estamos de acuerdo. No se me ocurre de qué otra forma podamos solucionar este asunto. Habrá que fomentar lo que nos une, y no lo que nos separa. Habrá que apostar por el diálogo y los valores universales en lugar de privilegiar la identidad tribal o individual... En otras palabras, que no se me ocurre otra respuesta que defender los principios de la Ilustración, que tanto ha sido socavada de un tiempo a esta parte. El problema está, creo, en que Obama, con el egocentrismo que siempre ha caracterizado a los estadounidenses, no acierta a ver cómo el proyecto es mucho más complicado en un lugar como Europa donde se encuentran civilizaciones tan distintas como el Occidente y el Islam, que no en los EEUU, donde en realidad el encuentro más importante es el que se da entre la tradición blanca anglosajona y la latinoamericana, ambas dentro de la civilización occidental. Y cuidado, que ni estoy apoyando con estas palabras la teoría del choque de civilizaciones, ni tampoco estoy equiparando Islam con fundamentalismo. No comparto ni lo uno ni lo otro. Me limito a apuntar que no es lo mismo promover el diálogo entre dos culturas dentro de una misma civilización que entre dos culturas vastamente diferentes. Eso debiera estar bien claro.

Pero es que, además, me temo que a Obama le falta autocrítica. ¿Se ha preguntado acaso por qué no hubo "choque de civilizaciones" en el seno de Europa durante dos o tres décadas, a pesar de que el número de musulmanes en países como Francia, Alemania o Bélgica era bastante alto? ¿Se pregunta por las razones que expliquen que el fenómeno fundamentalista se dé solamente entre la comunidad musulmana, y no entre los inmigrantes polacos, rumanos, ucranios, latinoamericanos o incluso del África subsahariana? O, mucho más importante, ¿por qué no se plantea si quizá pueda haber cierta correlación entre la radicalización de las comunidades musulmanas no ya en Europa sino en todo el mundo y las intervenciones militares estadounidenses en países como Afganistán, Iraq o Libia? Todas esas son preguntas bien incómodas, pero que Obama haría bien en plantearse si de verdad quiere contribuir a solucionar el problema de fondo. {enlace a esta entrada}

[Tue Jan 13 19:53:51 CST 2015]

Seguimos con las distorsiones, manipulaciones y amarillismo de la prensa, a lo que hoy en día hay que añadir, por desgracia, la repetición irreflexiva de opiniones en las redes sociales. Me estoy refiriendo ahora al escándalo que se ha montado en Sevilla a raíz de la entrevista a Begoña Gutiérrez, Secretaria Provincial de Podemos, en el diario El Mundo y que ha dado lugar a que se lean lindezas como que Podemos plantea prohibir la Semana Santa en Sevilla. El enlace que incluyo aquí apunta a la noticia publicada por Libertad Digital, bien conocida por su sectarismo, pero la verdad es que hemos leído prácticamente lo mismo en muchos otros lugares. Y, sin embargo, no hay más que molestarse en leer la entrevista publicada por El Mundo para observar que el titular de ese mismo diario es en realidad bastante tendencioso, si no directamente manipulador y sensacionalista. Veamos. El motivo de la discordia es precisamente la respuesta de Gutiérrez a la última pregunta de la entrevista:

P.- Dígame por último si es verdad eso de que si Podemos gobierna prohibirá la Semana Santa.

R.- En Podemos todo lo decidimos los ciudadanos y los ciudadanas. Si se llegara a plantear esa cuestión, serían ellos quienes lo decidirían.

Yo no sé si la gente siquiera sabe leer (o, de hecho, si tan siquiera se molesta en hacerlo antes de lanzar críticas sin ton ni son, a menudo incluyendo insultos de lo más variopinto), pero parece evidente que la pregunta del periodista ya tenía su miga. La dirigente de Podemos no plantea la prohibición de nada, sino que responde cuál sería su posición si se llegara a plantear. Peor aún, incluso en ese caso, no afirma que se plantee prohibir la Semana Santa, sino que dejaría la decisión en manos de los ciudadanos. O sea, que una vez más El Mundo es culpable de manipulación con premeditación y alevosía. Y, una vez más también, Libertad Digital se hace eco para distorsionar la noticia incluso más y arrimar las ascuas a su odiosa y apestosa sardina. Sorpresas que da la vida.

En fin que, como ya he escrito aquí en otras ocasiones, los medios de comunicación españoles cada vez me recuerdan más al ambiente demagógico, sectarista, faltón y amarillista que caracteriza a buena parte de los medios estadounidenses desde hace un tiempo. Es una pena. El modelo del Norte de Europa nos queda más cerca y a mí me parece sin duda mucho más atractivo y saludable.

De todos modos, si sorprendente es la manipulación interesada de los medios o el seguidismo irreflexivo de tantos usuarios de las redes sociales que inmediatamente procedieron a llevarse las manos a la cabeza y correr de un lado para otro advirtiendo contra el peligro del ateísmo rojo, igual de llamativa ha sido, creo, la razón principal esgrimida por quienes se han escandalizado, pues en lugar de plantear el tema en términos de derechos y libertades, lo han hecho en términos de tradiciones. Me temo que era de esperar. En Sevilla nos gustan muchos las tradiciones. Así, en lugar de reflexionar y exponer argumentos racionales, se ha preferido recurrir a la pose escandalizada manifestando la incredulidad ante la posibilidad de que nadie se atreva siquiera a plantear el fin de la Semana Santa... ¡pues por eso, porque siempre ha estado ahí! Al parecer, no es necesario ir más allá. El mero hecho de que sea tradición ya es suficiente. ¿Como la ablación en muchos lugares, se pregunta uno? ¿Como la imposición del burka en Afganistán, por ejemplo? ¿Como la esclavitud durante tantos miles de años? ¿Como la segregación racial? ¿Como el machismo? ¿Como pegarle a la esposa? ¿Como la prohibición de matrimonios de personas de distinta raza? ¿Como tantas otras cosas que fueron tradición durante décadas, siglos, incluso miles de años, hasta que cambiamos de opinión, entramos por razón y pasamos a prohibirlas? No acierta uno a ver que la tradición sea argumento alguno para apoyar nada, la verdad. Puede ser, por supuesto, la explicación por la que se incurre en ciertas prácticas y comportamientos, pero no la justificación. Creo yo que la razón por la que uno debiera oponerse a la prohibición de la Semana Santa es mucho más poderosa que la defensa de la tradición (y, se trata de una razón que, además, tiene, creo yo, el suficiente peso como para oponerse también a la posición matenidad por la dirigente de Podemos en la dichosa entrevista). La democracia bien entendida ha de ir más allá del mero gobierno de la mayoría. Debe incorporar también el respeto y la tolerancia hacia las minorías. Por consiguiente, aunque la mayoría de ciudadanos sevillanos decidan prohibir la Semana Santa, la medida en sí es incompatible con un régimen de derechos y libertades. Eso es, me parece, lo que quienes tanto se han escandalizado por las tergiversadas declaraciones de Gutiérrez debieran haber razonado. El problema, me temo, es que, ya que hablamos de tradiciones, ni en España ni en Sevilla contamos todavía con la tradición liberal y democrática con que cuentan en otros lugares de Europa. Es una pena. {enlace a esta entrada}

[Sat Jan 10 20:27:13 CST 2015]

El atentado terrorista en el que varios yihadistas entraron en la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo y asesinaron a 12 personas ha ocupado numerosas páginas estos últimos días. Al mismo tiempo, las manifestaciones de solidaridad con las víctimas se han ido extendiendo por todo el mundo centrándose en el lema Je suis Charlie. Sin embargo, sintiéndolo mucho, no puedo compartir ni el lema principal de las manifestaciones de solidaridad, ni la hipócrita defensa en que muchos están cayendo al defender una supuestamente suprema libertad de expresión, ni mucho menos las críticas antirreligiosas que se están leyendo en muchos sitios.

Vayamos por partes. Como tanta otra gente, condeno firmemente el insensato y criminal ataque que ha causado la muerte de los 12 empleados de la revista satírica. De eso no ha de quedar la menor duda. Ninguna viñeta, por más insultante que nos parezca, puede justificar el asesinato de un ser humano. Parece evidente. Una verdad de perogrullo, sin duda. Pero algo que hay que decir, sobre todo antes de hacer los comentarios que voy a hacer a continuación porque, de lo contrario, siempre hay alguien que, confundiendo las churras con las merinas, empieza a lanzar acusaciones sin ton ni son. No comparto para nada el simplismo dualista, el maniqueísmo ingenuo con el que tanta gente parece plantearse estos asuntos. Así pues, por favor, tengamos el valor y la honestidad intelectual de reflexionar con un poco de sinceridad y sensatez.

Digo, en primer lugar, que no comparto el lema de Je suis Charlie porque, sencillamente, no puedo compartir el estilo inmaduro y adolescente de quienes se creen muy rebeldes por publicar una viñeta representando a Mahoma como una boñiga o a Benedicto XVI sodomizando niños. Por consiguiente, y sintiéndolo mucho, yo no soy Charlie. No es mi estilo. No me parece que sea necesario insultar a los demás para reafirmar mi identidad, ni tampoco para presumir de libertad. Por tanto, si mal me parece el asesinato que han cometido los yihadistas (me parece reprobable, condenable e indigno), me parece igualmente mal el estilo chabacano, ofensivo, simplista, divisivo e inmaduro que se expresa en las páginas de Charlie Hebdo (algo bien similar, por cierto, a lo que vemos en el semanario español El Jueves). Vuelvo a repetir: está claro quién ha sido la víctima en este caso. Los asesinatos que se han cometido son totalmente injustificables. Pero eso no implica que, en respuesta al crimen, uno deba pasar a apoyar el discurso y las acciones de las víctimas, que es a fin de cuentas lo que hace uno cuando afirma Je suis Charlie. Y quede igualmente bien claro que defiendo el derecho a la libertad de expresión con más bien pocas cortapisas (añadiré alguna aclaración de importancia algo más abajo), por lo que también defiendo la legalidad de las viñetas de Charlie Hebdo, a pesar de que me parezcan de mal gusto. Más aún, reconozco la utilidad de la sátira en nuestras sociedades para rebajarnos un poco los humos, desenmascarar nuestras mentiras e hipocresías y, sobre todo, relativizar la legitimidad del poder y enseñarnos a reírnos de nosotros mismos. Pese a todo, prefiero verlo como un elemento que en ocasiones tiene un efecto positivo en la sociedad muy a su pesar y casi casi de manera accidental.

En cualquier caso, llama la atención que en un país como España en el que puede llegarse a retirar un semanario satírico de los kioskos porque imprime una portada que se considera insultante para el heredero de la Corona (¿recuerdan aquel incidente de la revista El Jueves?) algunos se rasguen las vestiduras y lancen loas interminables precisamente a la libertad de expresión. Y que nadie crea que la cosa está mucho mejor en otros sitios. Después de todo, la defensa de ideas nazis y la negación del Holocausto está penada en muchos países europeos y, por lo que hace a los EEUU, la imposición de lo políticamente correcto es tan apabullante que puede llegarse al extremo de dejar de reconocer oficialmente a una asociación de cristianos en una Universidad porque...¡pretendían establecer en sus estatutos que el Presidente debiera ser cristiano! Hay ciertas cosas que uno no puede llegar a entender. A lo mejor, en lugar de mirar la paja en ojo ajeno convendría que prestáramos más atención a la viga en el propio. Pero claro, el problema, como casi siempre, está en que es más fácil defender la libertad de expresión cuando se trata de atacar a los demás que cuando nos atacan a nosotros mismos.

Pero hay otro asunto que me parece de bastante importancia. Una de las consecuencias del ataque parece haber sido, a juzgar por lo que veo en las redes sociales, que un buen número de agnósticos y ateos han aprovechado el incidente para lanzar sus acostumbrados ataques contra la religión como manifestación irracional, ilógica y estúpida que no tiene más remedio que acabar en este tipo de comportamiento fanático. Lo siento mucho pero, aunque me sigo considerando agnóstico (y lo vengo haciendo casi desde que tengo uso de razón), no puedo estar de acuerdo con esa idea. Sencillamente, la evidencia no confirma la hipótesis. Cierto, hay muchas personas de fe que asesinan en nombre de su religión du jour. Pero, ¿alguien puede negar que otro tanto ocurre con quienes defienden tal o cual ideología política, tal o cual bandera o nacionalidad? Supongo que la respuesta entonces debiera consistir en abolir toda religión, ideología política, bandera, nacionalidad y, si me apuran, hasta idioma o cualquier otro elemento identitario. Porque, creo yo, el problema de fondo viene a ser precisamente ese: la religión es un poderoso elemento identitario, pero no necesariamente la causa de estos conflictos. O, para explicarlo de otra manera, me parece mucho más razonable pensar que lo que comienza como un conflicto entre comunidades sociales bien diferenciadas deriva rápidamente en posiciones enfrentadas y rígidas que echan mano de cualquier elemento diferenciador que contribuya a afirmar su propia identidad y, por supuesto, a separarles del enemigo. Por tanto, me temo que la religión, más que causa, no es sino excusa, al igual que sucede con los otros elementos que he mencionado (bandera, nación, lengua, historia...). ¿O es que alguien piensa en realidad que republicanos y unionistas se mataron los unos a los otros en Irlanda del Norte durante décadas debido a sus diferencias teológicas sobre la centralidad del Papado en las instituciones cristianas? ¿No parece más razonable pensar que ya existían dos comunidades humanas claramente diferenciadas que, al encontrarse enfrentadas en un momento histórico determinado debido a razones más bien políticas, económicas y sociales, comenzaron a subrayar aquellos elementos identitarios que las diferenciaba, entre ellos la religión?

En definitiva, que me temo que estamos confundiendo lo secundario y superficial (las diferencias y motivaciones religiosas) por lo que en realidad explica el enfrentamiento a muerte entre los países occidentales y ciertos sectores (que no todos) de los países de mayoría musulmana. Haríamos bien, creo, en prestar más atención a estos y menos a aquellos o, de lo contrario, no acierto a ver cómo podamos siquiera acercarnos a una verdadera resolución del problema. {enlace a esta entrada}

[Sat Jan 10 17:30:45 CST 2015]

Me he encontrado por las redes sociales varias veces ya un video del divulgador científico Neil DeGrasse hablando en favor de los alimentos modificados genéticamente que me parece interesante destacar aquí. Este tema, como tantos otros, no debiera abordarse, creo yo, desde la típica perspectiva simplista y maniquea de costumbre. En ese sentido, estoy de acuerdo con algunas de las apreciaciones que hace DeGrasse. Así, por ejemplo, me parece importante destacar que no se trata de un debate en el que se enfrenten los productos "naturales" a los productos "artificiales", como a menudo nos quieren hacer creer. Adjetivos como "natural" y "orgánico" se han convertido de un tiempo a esta parte en sinónimos de saludable y ético, por contraposición a lo "artificial", que ha sido sometido al diseño o la intervención humana. Y, sin embargo, como acertadamente señala DeGrassse, prácticamente el 100% de los alimentos que consumimos han sido manipulados por los seres humanos para satisfacer nuestras necesidades y nuestros gustos. En ese sentido, dichos productos (sí, incluso, como afirma él, una simple manzana) tienen bien poco de "naturales". Asimismo, parece bien probable que esté en lo cierto cuando explica que mucha gente parece tener una reacción negativa ante cualquier avance científico o tecnológico simplemente porque suponen un cambio del statu quo.

Y, sin embargo, lo siento mucho, pero me temo que Neil DeGrasse en esta ocasión ha hecho unas afirmaciones bien poco científicas y hasta ilógicas. De hecho, lo que está haciendo es recurrir al viejo truco de distorsionar el punto de vista del oponente para, a continuación, pasar a ridiculizarlo. Y, por consiguiente, se está comportando, me parece, de manera intelectualmente deshonesta. ¿Por qué digo esto? Son varias las razones. En primer lugar, cuando DeGrasse llama a la mera selección de aquellas características naturales que preferimos como "manipulación genética" está faltando a la verdad. Los seres humanos llevamos, es cierto, miles de años usando el mecanismo de la selección natural que se desenvuelve en nuestro entorno para nuestro propio beneficio, pero eso tiene bien poco que ver con la manipulación directa del genoma mediante el uso de biotecnología, que es lo que comúnmente se conoce como "manipulación genética". En otras palabras, el ser humano lleva mucho tiempo seleccionando aquellas variedades de frutas y animales que más le beneficia, usando y colaborando con el mecanismo de selección natural para favorecer dichas caracerísticas. Pero eso no es para nada lo mismo que la clonación molecular, la copia de material genético o la creación de secuencias sintéticas de ADN que después se insertan en nuevos huéspedes tras extirpar el núcleo. La diferencia entre un mecanismo y el otro es abismal.La forma tradicional de interferir con la naturaleza con la esperanza de que evolucione por un camino que nos conviene jamás traspasó una línea que muchos pueden considerar legítimamente infranqueable y peligrosa: la de diseñar organismos que hasta ahora ni siquiera existían y parece bien improbable que llegaran siquiera a existir si dejásemos que la naturaleza siguiera su curso. O, para explicarlo de otra forma mas colorista, la de apostar por la ciencia al estilo de Frankenstein. Hay que destacar que la forma de intervención tradicional a la que se refiere DeGrasse jamás violenta las leyes de la naturaleza, sino que se limita a intentar (unas veces con más éxito que otras) a promover que tome un camino u otro. Pero siempre se hizo recurriendo a las propias reglas del juego de la naturaleza, jamás procediendo a escribir nuevas reglas. ¿O es que acaso DeGrasse me va a decir que no hay diferencia alguna entre guiar el proceso de selección natural para que de manera gradual vaya produciendo manzanas más jugosas y dulces (o vacas más gordas y que den más leche) y, por otro lado, manipular genéticamente las semillas de maíz para insertarles genes resistentes a ciertos pesticidas que queremos comercialirzar, llegando en ocasiones incluso a combinar elementos del reino vegetal con otros del reino animal? ¿Acaso cabe la posibilidad de que el proceso de selección natural hubiera llegado a ese punto por sí mismo en tan solo unos cuantos miles de años? ¿Y qué decir de las posibles consecuencias que tales cambios repentinos puedan tener en un sistema natural acostumbrado a avanzar gradualmente durante decenas o cientos de miles de años? ¿O del sinsentido de apostar por el monocultivo de un único tipo de producto vegetal sin considerar la posibilidad de que la naturaleza misma pueda desarrollar algún parásito capaz de destruir toda la cosecha mundial de un determinado tipo de alimento? La diferencia entre una estrategia y otra me parece lo suficientemente profunda y capaz de generar consecuencias de hondo calado como para justificar el debate ético que está teniendo lugar. Y, en ese sentido, el intento de DeGrasse de negar a los críticos siquiera la legitimidad para plantear estas cuestiones no es, creo, aceptable ni, como decía, intelectualmente honesta. Por el contrario, se está limitando a lanzar acusaciones de anticientifismo contra quienes mantienen un punto de vista que no le gusta, pero sin siquiera entrar a discutir los argumentos que se han usado desde el bando contrario. Se limita a descalificarlos de entrada, negándoles siquiera la legitimidad para plantear cuestión alguna, lo cual es un truco retórico muy viejo, pero nada honesto. {enlace a esta entrada}

[Sat Jan 10 17:10:02 CST 2015]

Creo que hace ya un par de semanas que un amigo británico publicó en su muro en Facebook la noticia de que la humorista Meredith Spatchcock había decidido abandonar definitivamente a su polémico personaje de Katie Hopkins. La verdad sea dicha, yo jamás había oído hablar de este personaje. En primer lugar porque, que yo sepa, solamente era conocida en el Reino Unido. Y, en segundo lugar, porque hace ya muchos años que no me molesto en encender el televisor, lo cual me mantiene afortunadamente al margen de este tipo de historias. Pero, sea como fuere, el caso es que el titular me pareció más o menos interesante y como, además, tengo aprecio por este amigo y respeto su criterio, pinché en la noticia y la leí. Pues bien, lo que me encontré, por desgracia, es un claro ejemplo de la degradación a que pueden llegar los medios de comunicación de masas (sobre todo la televisión) en su intento de exprimir más y más beneficio a costa del sufrimiento humano y la ridiculización del prójimo. Según leemos en la noticia, la humorista creó un personaje exagerado, extremo, ridículo, absurdo, increíble, alguien que siempre recurría a insultos y comentarios soeces y racistas. Pese a ello, fue ganando más y más popularidad y, peor aún, la audiencia mostraba cada vez más que se creía el personaje. En otras palabras, que pensaba que no se trataba de un personaje ficticio, sino de alguien real. Para sorpresa de la humorista, ningún comentario era lo suficientemente provocador ni extremo como para que la audiencia observara claramente que se trataba de un mero personaje ficticio, lo cual viene a mostrar de manera palpable el nivel de degradación a que han llegado nuestras emisoras de televisión y, por ende, buena parte de nuestra población. El entretenimiento parece justificarlo todo. La fama y el triunfo material no encuentran cortapisa alguna. Las consideraciones éticas no parecen existir.

He de reconocer que, hasta cierto punto, me parece algo sospechosa la actitud de la humorista. ¿De verdad se trató siempre de un mero personaje ficticio o quizá llegó el momento en que usó al personaje como terapia para expresar sus convicciones más ocultas e inconfesas? Se hace bien difícil decidir si fue lo uno o lo otro. En cualquier caso, como explicaba, lo que más me preocupa no son las intenciones de la humorista, sino la reacción de la audiencia. ¿En serio que hemos llegado a tal nivel de degradación y abandono de los principios éticos más fundamentales? {enlace a esta entrada}