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[Mon Jan 29 10:28:42 CET 2007]Se mire como se mire, el ser humano suele ser reacio a los cambios, lo que quiere decir que, después de oponerse frontalmente a un determinado avance social, científico o incluso artístico, también es perfectamente capaz de defenderlo a capa y espada contra cualquier nuevo cambio, eso sí, una vez convertido en aleccionadora tradición. Aquí, en Sevilla, podemos ser testigos de este comportamiento casi a diario, cuando los adalides de la Sevilla de siempre alzan la voz contra los supuestamente arrogantes ataques de la imparable modernidad, reivindicando el deber a no construir jamás edifico alguno que supere a la Giralda en altitud de acuerdo a no sí qué tradición no escrita. En este sentido, somos expertos en zaherir a políticos, pensadores y arquitectos con alma modernizadora, mofándonos de su altanería y esparciendo comentarios satíricos sobre sus intenciones a los cuatro vientos, para cambiar de rumbo tan sólo unos años después y reivindicar hasta la muerte lo que no hacía tanto habíamos considerado poco menos que un pecado mortal. Pues bien, viene todo esto a cuento de un breve artículo publicado hoy en El País sobre el trigésimo aniversario de la inauguración del Centro Pompidou, más conocido como el Beaubourg, y que también desatara la polémica en la Francia de finales de los setenta. Algunos, como el diario izquierdista Libération, lo consideraban incluso "el último transatlántico de una cultura oficial a la deriva". Y no se crea que únicamente escandalizó el aspecto de refinería del edificio, sino que incluso se alzaron voces contra el carácter pluridisciplinar de su oferta museística o el hecho de que representara una clara aproximación al arte como ocio y consumo, permitiendo el libre acceso a sus tiendas o al restaurante sin necesidad de visitar las exposiciones. Como venía diciendo, que lo que ayer todos consideraban revolucionario hoy se ve más bien como tradición. Eso sí, no podemos decir que hayamos aprendido nada de la experiencia, y todavía atacamos sin pudor cualquier intento de cambiar las cosas. {enlace a esta historia} [Fri Jan 26 18:39:56 CET 2007]El País publicó este pasado domingo una entrevista con el periodista Manu Leguineche que no me llamó tanto la atención por la entrevista en sí como por unas reflexiones al final del todo acerca de lo que algunos podrían considerar inexplicables predicciones de individuos como Jack Kerouac, Thomas Merton o Rafael Alberti sobre los atentados del 11 de septiembre. Así, al parecer, Kerouac escribió en su momento sobre "esos árabes que volarán Nueva York", y Alberti espetó en 1982, tras visitar las Torres Gemelas, que "algún día caerán abatidas por su misma vanidad". Pero, sin lugar a dudas, son las siguientes líneas escritas por Thomas Merton las que nos pueden parecer más intrigantes: Sorprendente, sobre todo para aquellas crédulas almas propensas a interpretarlo todo en clave de inspiraciones místicas y misterios. Tampoco se trata, la verdad sea dicha, de algo tan distinto a los famosos presagios de Nostradamus, tan oscuros y líricos como los que pueden leerse sobre estas líneas y, por consiguiente, tan vagos y abiertos a cualquier tipo de interpretación. En fin, que en un mundo tan inundado de textos y mensajes de todo tipo, tiene poco de extraño que siempre seamos capaces de encontrar algunos que parecen predecir el futuro. Se trata de un simple cálculo de probabilidades. {enlace a esta historia} [Fri Jan 26 13:07:29 CET 2007]Salvador Pániker publica hoy en El País un artículo sobre laicismo y transcendencia del que muchos debieran tomar buena nota. Y, cuidado, porque al referirme a "muchos" estoy incluyendo tanto a dogmáticos de la fe empeñados en vendernos a todos la moto de la claridad moral como a laicistas intolerantes e incapaces de entender el concepto de transcendencia como algo más que un Dios de cartón-piedra. Son muchos, por desgracia, quienes aún no aciertan a ver en la experiencia religiosa más allá de los desmanes inquisitoriales y el fundamentalismo obcecado. Pániker nada sin duda contra corriente cuando comienza el artículo de la siguiente forma: La posición de Pániker es bastante similar a la que adoptaran en su momento los constitucionalistas norteamericanos: declarar una religión oficial del Estado no contribuye sino al descrédito de la Iglesia así oficializada, pues nada hay más nefasto que mezclar religión y poder, por lo que conviene que el Estado mantenga una posición neutral respecto al tema para que sea así la sociedad civil (es decir, todos y cada uno de los ciudadanos) quienes decidan cuáles son las creencias que mejor se ajustan a sus respectivas realidades. En definitiva, y al igual que sucede con el asunto de los derechos fundamentales, conviene adoptar una posición de respeto al individuo y sano escepticismo ante las reivindicaciones colectivas. Los trogloditas de siempre, por supuesto, confundirán esto con ateísmo, o incluso indiferencia respecto al tema religioso. Y tampoco les falta parte de razón, pues son muchos hoy día quienes se parapetan tras un disfraz de laicismo para ocultar la más atroz indiferencia hacia la vieja cuestión sobre la existencia de Dios y, lo que me parece mucho peor, hacia todo lo relacionado con las facultades espirituales que forman parte de nuestra naturaleza. En este sentido, me parece evidente que lo que necesitan nuestros futuros ciudadanos no es tanto educación religiosa impartida por quienes la Iglesia tenga a bien escoger a dedo (quienes, por descontado, ejercerán más de propagandistas y voceros que como auténticos educadores) como una seria y rigurosa aproximación al fenómeno religioso en toda su complejidad (esto es, incluyendo el estudio no de ya de otras religiones con las que nuestros hijos no estén familiarizados, sino también de las posiciones ateas y agnósticas que hoy son raramente tratadas en las aulas con la seriedad que se merecen). Cierra Pániker su artículo con las siguientes palabras: Cierto, Pániker lo pinta todo muy de color de rosa, pero creo que no le falta razón. Yo también soy optimista a largo plazo. Sin embargo, al contrario de lo que parece señ,alar Pániker, estoy convencido de que antes de que nazca lo nuevo tendremos que asistir a un doloroso parto en el que millones y millones de individuos se negarán a dejar ir las antiguas certidumbres, los antiguos dogmas que, al menos, dotaban a nuestras vidas de un significado simple y fácil de entender. Ése es, precisamente, el momento que estamos viviendo ahora. Ahí está precisamente, creo yo, la raíz última de los fundamentalismos de distinto pelaje, así como la reacción neoconservadora estadounidense o los llamamientos del Papa Benedicto XVI contra el relativismo moral. {enlace a esta historia} [Tue Jan 16 12:23:37 CET 2007]Hace apenas unos días escribía sobre la necesidad de autocrítica en el seno del Partido Socialista con respecto al fallido proceso de paz y, en ese mismo lugar, advertía que mis palabras se hacían extensivas también a la actitud de los dirigentes del PP respecto a la política antiterrorista. Pues bien, el debate parlamentario sobre el pacto contra ETA que tuvo lugar ayer ha dejado bien claro que, mientras Zapatero ha estado al menos dispuesto a reconocer algunos errores (como, por ejemplo, sus declaraciones abiertamente optimistas tan sólo menos de veinticuatro horas antes del atentado de Barajas), Rajoy continúa con su estrategia del sostenella y no enmendalla que viene aplicando hace ya tiempo. Como se indica en el editorial de El País hoy mismo: En otras palabras, que sigue el desencuentro de nuestros dos máximos líderes políticos, incapaces aún de mirarse a la cara y echarse una mano a pesar de todos los pesares. A tanto ha llegado la crispación (se trata, todo hay que decirlo, de una crispación más política que social, aunque poco a poco también parece que se vaya extendiendo por entre la ciudadanía de a pie) que Gobierno y opsición no aciertan a hacer causa común ni ante un atentado terrorista. No soy capaz de recordar otro desencuentro similar durante nuestros treinta años de democracia, y me niego a aceptar que la amplia mayoría de ciudadanos no reaccionen asqueados ante tamaño ejemplo de miopía política. Tal vez sea Juan Luis Cebrián quien mejor describa la situación ante la que nos encontramos en su artículo de opinión publicado hoy mismo en El País: No puedo estar más de acuerdo con Cebrián. Gobierno y oposición debieran extraer las conclusiones pertinentes del fracaso del proceso que acabamos de vivir: primero, se pongan como se pongan los dirigentes populares, la empecinada realidad demuestra una y otra vez que cerca de 150.000 ciudadanos vascos simpatizan (por acción u omisión) con ETA, y no puede haber resolución alguna del conflicto sin su participación (en ese sentido, al menos, el problema vasco sí que tiene ciertas similitudes con el de Irlanda del Norte); segundo, tras el enorme error de cálculo cometido por ETA y que ha llevado a la ruptura de este último proceso de diálogo, ya no queda más remedio que exigir el abandono completo de la violencia a la izquierda abertzale (y esto incluye no sólo los atentados de ETA, sino también la llamada kale borroka) antes de aceptar sentarse a la mesa para discutir tema alguno; tercero, la resolución del conflicto solamente puede alcanzarse desde un amplio acuerdo que englobe a todas las fuerzas democráticas, incluyendo por supuesto a los nacionalistas vascos, lo cual apunta a un modelo algo alejado de la cruzada antinacionalista lanzada por Aznar con el último Pacto Antiterrorista, pero que también incluye por necesidad al PP como alternativa de gobierno que es; cuarto, un final dialogado implicará necesariamente en su momento que tengamos a asesinos caminando por las calles, pero es el precio a pagar para poner fin a décadas de sufrimiento; y, quinto, cualquier tipo de negociación política que se lleve a cabo no puede incluir de ninguna manera a la banda terrorista sentándose a la mesa en pie de igualdad con los legítimos representantes de los ciudadanos. No se me ocurre otra manera de salir de este atolladero. {enlace a esta historia} [Mon Jan 15 12:37:23 CET 2007]Leo hoy en la prensa que Alemania ha pedido que la negación del Holocausto sea castigada en toda la UE. Aún entendiendo las buenas intenciones de los representantes alemanes, me parece un error considerable. Las sociedades democráticas se caracterizan, precisamente, por su pulcro y absoluto respeto a las libertades de conciencia y expresión, y se fortalecen con un debate público vivo y diverso cuyos únicos límites han de estar situados en la apología directa de la violencia. A mi, como a mucha otra gente, el negacionismo me parece equivocado e incluso deshonesto. Sin embargo, sostengo inequívocamente que el lugar de combatirlo es el foro público de debate, y no las salas de justicia, que no harán sino hacer el juego a su falso victimismo. De la misma manera que la ejecución de Sadam seguramente no hará sino aumentar la división entre los iraquíes y hacer más difícil aún la consecución de una paz ya de por sí difícil, me temo que la consecuencia de medidas como la propuestas por Alemania no será sino precisamente el fortalecimiento de los mismos grupos extremistas que a casi todos nos gustaría ver desaparecer. Si a esto sumamos la tendencia cada vez más fuerte en ciertos países europeos a legislar sobre el pasado (el caso francés con su legislación recientemente aprobada por la Asamblea Nacional acerca del genocidio armenio es un buen ejemplo de esto), no tengo más remedio que verlo con cierta preocupación. Casi pareciera que los fundamentalistas vayan a salirse con la suya después de todo. Al menos, de momento, todo indica que son muchos quienes han dejado de tener fe en las bondades de la libertad y el concepto mismo de la sociedad abierta, lo cual me parece preocupante pues en este envite nos jugamos mucho más de lo que pensamos. {enlace a esta historia} [Fri Jan 12 11:23:36 CET 2007]Leyendo un artículo de Félix de Azúa sobre los placeres de la música me encuentro con unas curiosas reflexiones acerca del estilo oratorio de algunos de nuestros políticos: Tan a menudo he venido oyendo las críticas contra Zapatero acusándole de tener un discurso insustancial y puramente basado en la imagen, que no me queda más remedio que considerar la posibilidad de que pueda haber algo de razón en ello. Al fin y al cabo, tampoco parece sensato afirmar que dichas reflexiones provienen únicamente de la derecha de siempre, sobre todo cuando leemos argumentos similares en los escritos de personajes como Savater o Félix de Azúa, por no mencionar los continuos rumores de que incluso Felipe González y Alfonso Guerra comparten estas opiniones. Como decía, tal vez haya llegado el momento de hacer algo de autocrítica si no queremos que la derecha vuelva a ganar las próximas elecciones. Nada hay más descabellado que negarse a corregir los errores propios. {enlace a esta historia} [Fri Jan 12 08:45:12 CET 2007]Hacía tiempo que no reproducía aquí una viñeta de El Roto, pero no tengo más remedio que hacerlo con la publicada hoy por El País: Me recuerda, por cierto, a una famosa cita de Ángel Ganivet en la que explicaba que el secular problema español no eran tanto las leyes, que se encontraban al mismo nivel que las de los otros países de nuestro entorno, sino el hecho de que no se cumplían. Nada más cierto, por desgracia, en esta España nuestra de principios del siglo XXI. Las leyes están ahí, e incluso bastante a menudo los reglamentos, disposiciones administrativas y hasta los presupuestos. Lo que suele faltar, por el contrario, es la colaboración ciudadana, el espíritu cívico. La culpa siempre es de los otros, sobre todo de las autoridades, de los políticos. Los españoles estamos acostumbrados a hacer al Gobierno de turno responsable último de todos los problemas, deshaciéndonos así de cualquier tipo de obligación moral por poner nada de nuestra parte. Del Estado providencial lo esperamos todo, del individuo nada. Algunos apuntan con el dedo acusador hacia las políticas de bienestar desarrolladas en Europa a partir de la Segunda Guerra Mundial. Yo, por el contrario, prefiero entender que ni socialdemócratas ni democristianos podrían haber desarrollado dichas políticas sin un sustrato cultural preexistente que se lo permitiera. La política, al fin y al cabo, es mucho menos poderosa de lo que pensamos y, lejos de los mitos heroicos sobre líderes de estatura cuasi bíblica capaces de guiar a sus pueblos hacia la tierra prometida, no puede llevar a cabo grandes obras sin la previa aquiescencia de súbditos o ciudadanos, sin una base cultural, económica y social sobre la que actuar. Así pues, en estos momentos la gran cuestión que se nos plantea es cómo lograr un mayor grado de responsabilidad individual sin socavar al mismo tiempo las bases mismas de nuestro Estado democrático y social de Derecho. Lo único que se me ocurre, en este sentido, es la actualización del espíritu cívico republicano de antaño. Ahora, otra cosa bien distinta es que éste pueda adaptarse sin problemas a las circunstancias sociales de una sociedad postindustrial, tecnológica y globalizada. Ahí está precisamente el reto. {enlace a esta historia} [Wed Jan 10 18:56:16 CET 2007]Saramago acaba de presentar su libro de memorias, y mientras leo la noticia me encuentro con un detalle sobre el escritor que desconocía por completo. Al parecer, y aunque empezó a publicar a los 25 años, estuvo casi veinte años sin escribir nada, y después entre 1966 y 1977 solamente publicó unos cuantos libros de poemas y algunas crónicas. Así pues, casi toda la obra de Saramago fue escrita cuando el autor contaba entre 60 y 84 años, lo cual viene a demostrar de forma fidedigna el tremendo error en que caemos a menudo al olvidar a quienes hoy preferimos llamar los mayores. Como bien afirma el propio Saramago: {enlace a esta historia} [Wed Jan 10 15:39:31 CET 2007]Pocas cosas debe haber tan surrealistas como el reciente comunicado de ETA para justificar el atentado de Barajas. Si a alguien le hacían falta pruebas del grado de aislamiento y ombliguismo en el que se encuentra la izquierda abertzale, aquí las tiene. Que la banda terrorista haya decidido plantar la bomba en el aparcamiento del aeropuerto madrileño, culpe al Gobierno de la muerte de los dos ecuatorianos aplastados por los escombros y todavía tenga la desfachatez de reafirmar su deseo de continuar con el proceso de paz clama al cielo. Por si fuera poco, tienen además la desvergüenza de "denunciar" que no se desalojase el aparcamiento en el plazo de una hora y expresar su "más sincero pésame" a las víctimas (?) y sus familiares. En definitiva, que se trata de un texto salpicado de sandeces sobre las "cárceles de exterminio de España" (que yo sepa, son precisamente las víctimas de la particular justicia etarra quienes, tras sufrir interminables días de secuestro en un agujero en condiciones infrahumanas, son asesinados a sangre fría con un tiro en la nuca, por contraste con los presos etarras en las cárceles españolas) y llamamientos a que se reconozcan los "derechos de Euskal Herria" mientras ellos se pasan por la entrepierna los mucho más concretos derechos individuales de quienes desean vivir en un País Vasco en paz. En este sentido, me parece bastante bueno el artículo de Fernando Savater publicado hoy en El País, titulado Los límites de la paz. De todos es sabido que Savater ha mantenido un claro escepticismo desde el mismísimo comienzo del proceso, lo cual es digno de encomio, habida cuenta su simpatía general por la izquierda moderada. Siempre conviene contar con analistas capaces de mantener un criterio independiente contra viento y marea, y Savater es claramente uno de ellos. Entre otras cosas, el filósofo afirma: Me parece excesiva (por no hablar de dudosamente constitucional) la sugerencia de que se suspenda la autonomía para el País Vasco hasta que se solucione el problema del terrorismo, por no hablar del hecho de que la consecuencia más probable de tal medida no fuera sino radicalizar aún más la situación y, casi con toda seguridad, volver a dividir a la población en los dos mismos campos irreconciliables en que los dividió la estrategia de Lizarra. Así pues, la sugerencia de Savater sería, me temo, un error colosal. No obstante, ello no quita para que tenga buena parte de razón en algunas de sus críticas a las posiciones mantenidas por el Gobierno de Zapatero sobre este tema. Parece evidente que ha llegado el momento de hacer algo de autocrítica. Pero cuidado con las acusaciones cruzadas en las que podemos caer. Autocrítica no equivale a humillación, y conviene no olvidar que el mismo comunicado de ETA acusa al Gobierno de establecer "como tope del proceso los límites de la Constitución española y de la legalidad", como no podía ser menos. A lo mejor también el PP tiene ciertos elementos aquí para ejercer la autocrítica. {enlace a esta historia} |