[Tue Jan 30 09:09:25 CST 2017]

Desde luego que hay ocasiones en las que uno casi pierde toda esperanza en el futuro de nuestra civilización. Hace un par de horas, mientras leía en la web de El País sobre el atentado terrorista en una mezquita de Quebec en el que murieron seis personas y otras ocho resultaron heridas, apareció en la pantalla un anuncio de la empresa fabricante de armas Glock con imágenes bien sugerentes de uno de sus modelos de pistola. En otras palabras, una empresa apostando por el más craso comercialismo mientra azuza el temor entre la población de la manera más demagógica. Por si a alguien le cabía alguna duda de que la pela es la que manda en nuestras sociedades, ahí queda ese anuncio insertado en el lugar menos idóneo que uno pueda pensar. Visto lo visto, ¿a quién puede sorprender que el populismo campe a sus anchas? Hace ya tiempo que perdimos la brújula y la gente está desesperada. El grupo de quienes están dispuestos a comprar medias verdades y hasta mentiras completas con tal de apaciguar un poco su estado de ánimo no para de crecer. {enlace a esta entrada}

[Mon Jan 16 15:11:07 CST 2017]

Hace ya un par de semanas largas que El País publicó un interesante artículo mostrando algunas estadísticas que vienen a demostrar que, contra lo que a menudo pensamos, estamos mejorando en casi todos los parámetros:

Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora. Los políticos populistas están aprovechando esta percepción ignorando que estamos mejorando en todos los parámetros. El 81% de los votantes de Donald Trump creen que, hace 50 años, se vivía mejor, que el mundo era un lugar mejor. Una opinión que podría definirse como reaccionaria: cree que los cambios están empeorando las cosas.

Esta visión está lejos de limitarse a los votantes de Trump. La percepción de que el mundo retrocede, de que nos dirigimos hacia una suerte de caos, es amplia. Según un estudio del Instituto Motivaction, el 87% de la población mundial cree que, en los últimos 20 años, la pobreza global ha permanecido igual o ha empeorado.

La paradoja es que los datos dejan claro que esta es una idea falsa. El mundo no empeora, mejora.

A continuación se nos muestra cómo los adultos disfrutan de vidas más largas, la mortalidad infantil se ha dividido por cuatro, la riqueza se ha multiplicado, el porcentaje de personas que vive en la pobreza extrema se ha reducido y la alfabetización va camino de convertirse en universal, entre otras cosas. Todo eso son avances difíciles de creer hace no mucho tiempo.

¿Por qué se extiende el pesimismo, pues? El artículo considera varias posibilidades:

Si los datos muestran mejora, ¿por qué existe la percepción de que empeoramos? Hay muchas respuestas. Todas correctas y ninguna completa. La primera es que somos más críticos, mucho menos tolerantes ante los errores e injusticias del sistema. Nunca antes la humanidad había sido tan exigente consigo misma. Cosas que hoy nos parecen intolerables eran la norma: en 1980, el 54% de los españoles pensaba que ser homosexual era injustificable (esa cifra ha bajado hasta el 8%). Esta exigencia nos hace sentir que no mejoramos (o que, al menos, no mejoramos lo suficiente).

Johan Norberg añade otra respuesta: "Tenemos mejor acceso a las noticias y a la comunicación que nunca. Y en los medios, las malas noticias son las que venden. Nos enteramos de alguna mala noticia o algún nuevo incidente cada minuto. Los desastres y las tragedias no son algo nuevo, pero los móviles y las cámaras sí lo son. Y esto hace que nos dé la impresión de que esos horrores son más frecuentes de lo que eran”.

(...)

A todo esto cabe sumar otro factor: la nostalgia. "Cuando la gente piensa en 'los buenos tiempos', se retrotrae a la época en la que crecieron, una época en la que no tenían que pagar facturas, no tenían hijos ni responsabilidades", explica Norberg. Quizás lo que añoramos no es el mundo de nuestra juventud sino nuestra juventud misma.

Hay una última teoría planteada por algunos científicos y que, grosso modo, defiende que no estamos hechos para ser felices. La evolución nos dotó de una biología que nos impide estar absolutamente satisfechos, porque así nos mantiene activos, curiosos, despiertos y ambiciosos.

Sea como fuere, me parece justo reconocer los avances que se han producido en las últimas décadas y a los que, dicho sea de paso, demasiado a menudo no damos crédito o, por las razones que sea, olvidamos. Y, sin embargo, tampoco conviene olvidar que tenemos planteados una serie de problemas bien serios para nuestro inmediato futuro que son bien complicados y exigirán una capacidad de reacción de toda la humanidad como especie para porder solventarlos. A lo mejor el pesimismo se debe no tanto al hecho de que no seamos capaces de reconocer los logros más recientes como al hecho de que no confiamos del todo en nuestra capacidad para afrontar los problemas que tenemos entre manos en estos momentos, por no hablar de los otros problemas (tal vez más gordos aún) que ya se avistan en horizonte. {enlace a esta entrada}