[Thu Jan 31 17:26:03 CST 2013]

La viñeta de El Roto que publica hoy El País ilustra maravillosamente, una vez más, la realidad española:

De hecho, viene que ni pintada para ilustrar la realidad de Sevilla, donde recientemente comenzó a construirse la Torre Pelli. Estoy seguro de que quienes trabajan en la construcción de la dichosa torre estarán contentísimos, pero uno tiene la sensación de que hemos aprendido bien poco de nuestros problemas más recientes. Al fin y al cabo, quienes trabajaban hace tan sólo unos años en la construcción de las numerosas viviendas que en estos momentos se encuentran vacías también estaban contentísimos y pensaban que se iban a comer el futuro. Y es que, como digo, no aprendemos. En lugar de esforzarnos en reconstruir nuestra economía sobre unas bases más sólidas hacemos lo de siempre, el ladrillo. En fin, esas tenemos. Eso sí, la gente parece que está muy orgullosa de "su" rascacielos. ¡Ya somos modelnos! ¡Qué bien! Por supuesto, las chabolas son también muy modelnas. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 31 11:54:38 CST 2013]

Hace ya unos días que he estado leyendo esporádicamente secciones de un viejo libro titulado The Stoic Philosophy of Seneca y no puedo evitar la tentación de reproducir aquí algunas citas del viejo filósofo. Por ejemplo, me llamó la atención la siguiente reflexión entresacada de una carta donde habla de la moderación como virtud:

Your assiduity and your single-minded concentration on daily improvement give me satisfaction and joy; I urge, nay beg, you to persevere in your course. But I admonish you not to behave like those whose aim is notoriety rather than progress; do not make your dress or mode of life conspicuous. Rought clothing, an unshorn head, an untrimmed beard, militant scorn of silverware, a pallet spread on the ground, and all other perverse media of self-advertisement you must shun. The mere title of philosophy, however modestly worn, is invidious enough; what if we should begin to except ourselves from the ordinary uses of mankind? Within we may be different in every point, but our front should conform to society. The toga need not be exquisitely laundered, but it should not be dirty. We need not possess silver encrusted with designs in solid gold, but let us not equate the absence of gold and silver with frugality. Our endeavor must be to make our way of life better than the crowd's, not contrary to it; else we shall turn from us and repel the people we wish to improve. The result would be that they would refuse to imitate anything in our program for fear they would have to imitate everything in it.

Philosophy's first promise is a sense of participation, of belonging to mankind, being a member of society. Unlikeness will alienate us from our promise. We must be careful that our efforts to awaken admiration are not ludicrous or odious. Our principle, remember, is "life according to nature"; but it is against Nature to torment one's body, to loathe neatness easily come by, to make a point of squalor, to use victuals that are not only cheap but loathsome and repulsive. To desire dainties is a mark of luxury; it is just as much a mark of lunacy to avoid ordinary food that is not expensive. It is frugality that philosophy asks, not affliction, and frugality need not be slovenly. This I hold is the correct mode: life should be steered toward good mores and public mores; men should respect our way of life, but they should find it recognizable.

Se trata, sin duda, del típico error de la adolescencia: lanzarse a la quijotesca aventura contra el mundo entero subrayando precisamente lo que nos diferencia de los demás. Séneca no niega que deba darse una clara diferencia en el comportamiento, por supuesto. Precisamente en eso consiste la cosa. En comportarse de una forma ética y, sobre todo, consistente con nuestras ideas. Pero lo que me parece más relevante de la reflexión de Séneca es la importancia de prestar más atención al contenido que a la forma. Se trata de algo que, por desgracia, no se ve mucho estos días, invadidos como estamos por la sociedad de la imagen. Al contrario, lo superficial, la imagen personal (y la corporativa), lo que se lleva, lo que se viste, se considera hoy día como algo fundamental, hasta el punto de que hay personajes públicos que se definen precisamente por ello. Es evidente que nuestros valores andan un poco trastocados.

Más adelante, en una reflexión sobre la vida feliz, leemos:

You and I are at one, I assume, in holding that externals are acquired for the sake of the body, the body is tended out of respect for the soul, and that the agencies of the soul which direct motion and sustenance are given us for the sake of the essential soul. The essential soul has an irrational factor and also a rational. The irrational serves the rational and is the one element which is not referred to something else but refers all things to itself. For the divine reason, too, is sovereign over all things and subordinate to none, and our reason possesses the same quality because it is derived from the divine.

If we are at one on this point, it follows that we shall be at one also on the proposition that the happy life depends solely on our reason being perfect. Only perfect reason keeps the soul from being submissive and stands firm against Fortune; it assures self-sufficiency in whatever situation. It is the one good which can never be impinged upon. A man is happy, I maintain, when no circumstance can reduce him; he keeps to the heights and uses no buttress but himself, for a man sustained by a bolster is liable to fall. If this is not so, then many factors outside ourselves will begin to have power over us. But who wishes Fortune to be paramount, or what prudent man preens himself on what is not his?

En este caso, Séneca reivindica la autosuficiencia como base esencial de la felicidad del individuo. Se trata siempre, como es lógico, de una autosuficiencia con ciertos límites. El ser humano es, después de todo, un ser social. Pero, como bien indica el sabio, si la felicidad personal es el objetivo que nos marcamos, lo que debiera importar no es tanto la obtención de muchos bienes materiales ni el amplio éxito y reconocimiento social como la capacidad de disfrutar de nuestros días independientemente de las circunstancias que nos rodean. Es precisamente esa capacidad para adaptarse la que acaba por proporcionarnos la libertad (y, por ende, la felicidad) que tanto ansiamos. Aún más interesante, la actitud estoica tiene bastante en común con la budista. {enlace a esta entrada}

[Fri Jan 25 15:39:17 CST 2013]

Ayer leíamos en El País un artículo sobre el debate acerca de la política monetaria que está teniendo lugar en la conferencia anual de Davos. Aunque soy plenamente consciente de que no es nada popular decir estas cosas en estas circunstancias, no me queda más remedio que mostrar mi acuerdo con las palabras del antiguo presidente del Bundesbank, Axel Weber, advirtiendo sobre la imposibilidad de seguir aplicando políticas monetarias expansivas para solucionar los problemas, como lleva ya tiempo haciendo la Reserva Federal estadounidense:

Ahora que buena parte del mundo empieza a ver más cerca la recuperación, surgen muchas preguntas sobre los retos de la nueva realidad, un territorio incierto en el que cobra un papel relevante la política monetaria y cuyo debate viene animado desde fuera de la cumbre por Japón y Alemania.

El antiguo presidente del Bundesbank, Axel Weber, tampoco ha dejado de ser un halcón porque haya pasado al sector privado de la mano de UBS —"básicamente pienso lo mismo"—. Weber alertó de que las actuales políticas apenas son una patada hacia adelante: "Salir de la crisis haciendo más grande el problema no va a funcionar. Los bancos centrales pueden comprar tiempo pero no fijar los problemas", apuntó. "Estamos viviendo a expensas de generaciones futuras. Estas políticas son insostenibles", remarcó Weber.

Como digo, soy consciente de que lo que se lleva es criticar a la mala de Merkel (la auténtica bruja para todo hijo de vecino) mientras se apunta uno al carro de la reivindicación de políticas monetarias expansivas junto a Krugman y compañía. El problema es que no me parece honesto. Sencillamente, no me lo parece porque, como bien dice Weber, lo único que haríamos sería continuar las mismas políticas neoliberales de hiper-consumo y gran salto adelante que comenzaron a aplicarse en los años ochenta, tirando de tarjeta de crédito, destruyendo el medio ambiente e hipotecando el futuro de nuestros hijos. Lo siento mucho, pero no me parece intelectualmente honesto.

De hecho, no me gusta nada que también esto se haya reducido al típico pim-pam-pum entre dos bandos: por un lado, quienes defienden las políticas de austeridad que están acabando con el Estado del Bienestar y sentando las bases de una sociedad tan profundamente dividida que no podrá evitar serios conflictos y, por otro lado, quienes se oponen a los recortes y defienden seguir incrementando la deuda como si aquí no hubiese pasado nada. Pero el caso es que ha pasado mucho. ¡Digo que si ha pasado! Lo que ha pasado es que se han mostrado bien a las claras las limitaciones de un modelo de crecimiento que ya no daba más de sí. Además, por si eso fuera poco, ha quedado claro que el capitalismo con rostro humano que se implantó en el mundo desarrollado tras la Segunda Guerra Mundial para hacer frente a la amenaza roja era insostenible en todos los frentes. En primer lugar, era insostenible económicamente porque quienes detentan los medios de producción (esto es, los capitalistas, llamémosles por su nombre) veían peligrar sus beneficios si compartían la riqueza con los trabajadores y les permitían vivir y trabajar en condiciones decentes (de ahí la crisis de los setenta). Pero, despu´s, demostró bien a las claras que también era insostenible financieramente porque, a partir de la década de los ochenta, se ha mantenido a base de deuda pública y privada. Y, finalmente, también queda más y más claro que es insostenible ecológica y hasta social y culturalmente. Debemos aceptar de una vez por todas que el sistema como tal está podrido hasta los cimientos. No queda más remedio que construir otra cosa. Ni podemos seguir gastando y endeudándonos como si nada hubiese pasado (a pesar de Krugman y sus colegas), ni tampoco podemos limitarnos a recortar partidas sociales y que paguen los de siempre. Ni lo uno ni lo otro es sostenible. Por eso me niego en redondo a aceptar el bipartidismo imperante en el discurso publicado (y, cuidado, porque en el contexto español incluyo a IU dentro de ese bipartidismo, pues no hacen sino reivindicar lo mismo que Krugman, un keynesianismo que nos saque las castañas del fuego como sea buenamente posible para poder seguir tirando sin cambiar nada). Tal y como están las cosas, estoy convencido de que ha llegado el momento de proponer otra salida, algo completamente nuevo. Por un lado, debemos desengancharnos de la droga del consumo sin fin, el crédito y la deuda. Pero, por otro, también tenemos que cambiar el equilibrio de fuerzas para que quienes más tengan paguen más. Por desgracia, no veo cómo podamos conseguir lo primero sin una transformación seria y profunda de mentalidad, ni tampoco lo segundo sin una movilización ciudadana amplia y alejada de las estructuras partidistas de siempre. Tenemos que cambiar de paradigma. Ni más, ni menos. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 24 13:11:03 CST 2013]

Nos enteramos hoy de que El País ha decidido retirar una falsa foto de hugo Chávez que, al parecer, habían publicado en la versión en línea de su diario, así como en la portada (ni más ni menos que en la portada) de una de las primeras ediciones del día que salió durante la madrugada. Ya sabemos que un error lo puede cometer cualquiera, pero no hay que perder de vista que El País es, para bien y para mal, el buque insignia del periodismo español. Precisamente por ello da un poco de vergüenza ajena leer de su propia pluma cosas como la siguiente:

En el texto que acompañaba la foto se afirmaba que El País no había logrado verificar de forma independiente las circunstancias, el lugar o la fecha en la que se había realizado la fotografía. Tras constatar que la imagen ofrecida no correspondía a Chávez, El País paralizó asimismo la distribución de su edición impresa y procedió a enviar una nueva edición a los puntos de venta. El incidente puede ocasionar que la edición impresa del periódico con fecha de hoy jueves 24 de enero no esté disponible en algunos kioscos, tanto en España como en el extranjero.

O sea, que, según reconocen ellos mismos, publicaron en portada una foto cuya veracidad ni siquiera habían podido confirmar. Ya me dirán dónde queda la ética profesional y, sobre todo, la credibilidad de un medio de comunicación que se apresura a publicar una foto en estas condiciones con tal de ganar puntos en el ránking de sensacionalismo en que parece haberse convertido últimamente el periodismo.

Pero el problema está no sólo en lo que este incidente nos dice sobre la calidad del periodismo que se practica en El País, sino que, además, deja bien claro que, según parece, la prioridad de lanzar un mensaje político claramente antichavista se sitúa por encima de todo lo demás. Quien me conoce sabe que no soy precisamente un fanático del presidente venezolano, pero tampoco me parece honesto andarse con este tipo de sucia jugarreta. Que El País abandonó hace mucho tiempo cualquier tipo de consideración mínimamente objetiva al cubrir las noticias sobre Venezuela no era un secreto, pero ahora este incidente lo demuestra de forma palpable. Por cierto, que la siguiente frase incluida en la noticia que se publicó junto a la falsa foto y con la se pretendía justificar la escasa calidad de la misma llaman también la atención por su insidia y falta de objetividad:

Las particularidades políticas de Cuba y las restricciones informativas que impone el régimen lo han hecho imposible.

¿En serio? ¿Conocen ustedes algún país (democrático o no) que permita a los periodistas obtener fotos de sus líderes en el lecho del hospital? Yo, desde luego, no recuerdo ningún caso. Pero, claro, El País no puede dejar ir la oportunidad de meterle un pullazo a Cuba, sea o no merecido. Como decía, me parece de lo más vergonzoso. Entiéndaseme bien, el régimen castrista es, sin lugar a dudas, un régimen autoritario. Eso no lo pongo en duda. Lo que sí pongo en duda son las tergiversaciones, manipulaciones, medias verdades y campañas mediáticas orquestradas por El País y otros intereses empresariales. La mejor forma de defender la libertad de prensa (algo ciertamente inexistente en Cuba) no es precisamente con este tipo de mentiras y manipulaciones. {enlace a esta entrada}

[Mon Jan 21 13:08:44 CST 2013]

La confesión de Lance Armstrong de que se había dopado para ganar siete tours fue, sin duda, la comidilla de muchas tertulias la semana pasada. No voy a entrar a dilucidar responsabilidades, ni tampoco a pontificar sobre el comportamiento ético del ciclista, que en verdad dejó mucho que desear no tanto por el hecho de que se dopara, sino más bien porque lo negara durante tanto tiempo y, sobre todo, porque lanzara insultos tan graves contra otros testigos que, según queda claro ahora, estaban diciendo la verdad. El caso es que, se mire como se mire, no viene a ser sino lo que vemos a menudo en nuestras vidas cotidianas, si bien a otra escala y, por supuesto, sin que se aireen los trapos sucios delante de medio mundo. O, para explicarme de otra manera, la imperfección humana (la de todos nosotros, no sólo la de Armstrong, que quede claro) no es sino una catacterística más de nuestra naturaleza, algo con lo que no tenemos más remedio que vivir. En este sentido, y sin justificar el comportamiento de nadie ni tampoco defender la idea de que nunca debemos entrar a juzgar el comportamiento de los demás, sí que creo que conviene ser compasivos con el prójimo aunque, como digo, ello no deba interpretarse para nada como una apuesta por el todo vale que tanto gusta en nuestros tiempos.

En todo caso, si no quiero entrar a hablar de la implicaciones éticas del asunto Armstrong, ¿entonces de qué demonios quiero tratar? Pues, de hecho, lo que me parece mucho más importante de este tema (aunque, por desgracia, casi no veo tratado en los medios de comunicación) son otros dos asuntos que son, creo, de mucho más peso y calado. Tenemos, en primer lugar, el hecho de que el mundo del deporte se ha profesionalizado hasta tal punto, hay tanto dinero en juego, tantos intereses, se ha mediatizado tanto y se ha manipulado tanto que, en realidad, no debe extrañr;arnos que se recurran a trucos de todo tipo para ganar. Sencillamente, cuando el llegar a ser número uno y la competitividad se convierten en los únicos valores que importan, nadie debiera sorprenderse si se usan todas las estratagemas a mano para llegar primeros a la meta. Tiene poco sentido, pues, que convirtamos a los deportistas profesionales en modelos que, pensamos, las generaciones más jóvenes debieran imitar. Los modelos deben encontrarse (de hecho, existen) en otros sitios. Personalmente, siempre me ha parecido mucho más acertado apostar por el deporte aficionado, local, cercano, que por el de los grandes ídolos mediáticos. Cierto, esto último es mucho más fácil y queda más vistoso, pero estoy convencido de que no beneficia tanto a la sociedad en su conjunto como el deporte aficionado. El objetivo, después de todo, no es ver cuántas medallas ganamos en las próximas olimpiadas (eso, en verdad, debiera importarnos un pimiento), sino que la mayoría de la población tenga acceso fácil y barato al deporte y haga ejercicio. La segunda enseñanza que debiéramos extraer de todo esto, creo, es precisamente el no caer en el patriotismo facilón, ni tampoco creernos a pies juntillas los mitos que montan los medios de comunicación. Y esto, no nos engañemos, sucede tanto en los EEUU como en la amplia mayoría de países. Nos gusta pensar que, de alguna forma, los triunfos de Rafael Nadal o los de David Villa están relacionados con nosotros mismos cuando, en realidad, no es así. De bien poco me vale que un deportista gane medallas si yo (y la mayoría de mis conciudadanos) nos limitamos a seguir sus hazañas por televisión mientras nos tomamos dos cervecitas. Dej´monos de mitos y otras historias, y trabajemos en lo que de verdad cuenta, que no es sino lo que todos consigamos hacer tanto individual como colectivamente. Cierto, el estadounidense medio es, sin duda, mucho más ingenuo que el español medio. Pero este tipo de cosas se repiten prácticamente en todos sitios. {enlace a esta entrada}

[Mon Jan 21 12:58:04 CST 2013]

Como sucede a menudo, la viñeta de El Roto publicada hoy por El País no tiene desperdicio:

El Roto, uno de los mejores comentaristas sociales y políticos de la España de hoy, sin duda. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 17 11:51:09 CST 2013]

Volvemos a hablar de Esperanza Aguirre. Casi pareciera que no se hubiera retirado de la política, como afirmara que iba a hacer. De hecho, viendo lo que estamos viendo, cobran aún más fuerza los comentarios de quienes en su momento creyeron ver tras su dimisión como Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid y su pretendido retiro bien una operación de los leales a Rajoy para quitársela de encima, bien una maniobra de la propia Aguirre para volver a implicarse en otras circuntancias más propicias (en las que, supuestamente, se pondría al frente de una alternativa a Rajoy en el PP nacional) o bien una mezcla de ambas cosas.

En cualquier caso, hoy nos hemos enterado de que Luis Bárcenas, extesorero del PP, tenía unas suculentas cuentas en Suiza e incluso regularizó 10 millones de euros recientemente al acogerse a la amnistía fiscal llevada a cabo por sus correligionarios desde el Gobierno central. La verdad, no hace falta comentar mucho sobre esa noticia. Hay quien ha advertido (quizá haya sido la propia Aguirre) que la gente puede tener a veces la impresión de que los políticos se tapan las vergüenzas unos a otros. ¡No, qué va! De impresión, nada de nada. Se trata de una realidad palpable. Hemos tenido que encontrarnos con la peor crisis económica desde la época de la postguerra para que finalmente se le meta mano al asunto, y ni por ésas. Se llegan a acuerdos para que los casos no lleguen a juicio, se indulta a tal o cual implicado, si alguien prometió que dimitiría ya no se acuerda... en fin, la lista es interminable. En lo que respecta a la corrupción, tenemos bien poco que envidiarles a griegos e italianos, parece. Siempre nos habíamos visto a nosotros mismos como, al menos, un peldaño por encima de ellos. Sin embargo, no hay más que echarle un vistazo a la prensa para darse cuenta de que nunca fue así. Ahora nos damos cuenta de que la famosa "octava potencia económica del mundo" arrastraba de décadas anteriores las rémoras de siempre. La tan cacareada modernización del país que se produjo en los años ochenta (gracias en no buena parte a nuestra incorporación a la Unión Europea) solamente se llevó a cabo a medias. Crecieron la riqueza y el tren de vida, sin lugar a dudas, pero las costumbres se mantuvieron, por lo general, más o menos intactas. La chapuza, el gusto por las apariencias, la arrogancia social del señorito, el control de buena parte de las instancias de poder por las élites de siempre y la tendencia al chalaneo continuaron impunemente durante los años de bonanza. Si otros gigantes tenían pies de barro, el nuestro los tenía de chocolate. En fin, de ahí que se plantee ahora la posibilidad de una segunda transición que venga a suponer una ruptura con todo ese pasado.

Pero, de todos modos, lo que a mí me ha llamado la atención ha sido no tanto el escándalo Bárcenas como tal (estamos ya curados de espanto, la verdad), como algunas de las reacciones que estoy leyendo en la prensa. O, mejor dicho, las reacciones me parecen de lo más previsibles en su banalidad. Por ejemplo, el PSOE acusa al Gobierno de impulsar la amnistía fiscal para encubrir "a sus amigos". Era de esperar que el PSOE saliera con esto. No entro siquiera a decir si me parece que tengan razón o no. Simplemente, que se veía venir. Era de lo más previsible. Y, por supuesto, lo mismo cabe decir de las declaraciones del portavoz popular en el Congreso, Alfonso Alonso, exigiendo una "rectificación" a los socialistas al considerar una "insidia" sus afirmaciones. Y así transcurre el tiempo. Roma arde y los emperadores se dedican a tocar música en su lira. Por lo que respecta a mí, se merecen los dos, PP y PSOE, convertirse en partidos minoritarios en las próximas elecciones generales. Me encantaría que IU y UPyD subieran como la espuma y dejaran a ambos en un puñado de escaños. Se lo han ganado a pulso los dos. En cualquier caso, esta última noticia contiene unas declaraciones de la inefable Esperanza Aguirre (sí, otra vez ella) en las que advierte que hay que tomar medidas "a fondo, con celeridad y caiga quien caiga" para, inmediatamente, recordar que cuando se encontró con un caso de corrupción bien grave en Madrid, ella no dudó en "cesar" [sic] a un consejero, un viceconsejero y cuatro alcaldes. Y, claro, uno, al leer estas cosas, no tiene más remedio que darse cuenta de que ahí está precisamente una de las raíces del problema (cierto, sólo una de ellas, pues este asunto tiene demasiadas ramificaciones como para andarse con simplezas). En otras palabras, ¿quién diantres es la Presidenta de la Comunidad de Madrid para "cesar" a cuatro alcaldes? ¿Dónde quedan las formalidades y hasta la limitación de poderes? ¿O es que, como uno se teme, la jerarquía de los partidos políticos puede hacer y deshacer como les viene en gana, pasándose el voto de los ciudadanos por la entrepierna? Desde luego, leyendo lo que la propia Aguirre manifiesta en público sin cortarse un pelo, uno diría que la democracia que tenemos es más que nada una cosa meramente formal. Aquí son las direcciones de los partidos políticos las que cortan el bacalao, como comúnmente se dice. Por último, me sorprende que esas palabras salgan de la boca de una liberal convicta y confesa. Pero, claro, el liberalismo en España parece que no es sino una etiqueta que se coloca el personal para justificar sus intrigas en torno al poder. {enlace a esta entrada}

[Tue Jan 15 10:24:58 CST 2013]

Aquí tenemos otro caso en el que nos dejamos llevar por la demagogia más simplista. Me refiero a la viñeta de Ramón publicada hoy por El País:

Una vez más jugamos al pim-pam-pum con los políticos, que es bien fácil. Hay mucho por lo que criticarles, no me cabe duda alguna. Yo mismo soy un firme defensor de reformar a fondo nuestro sistema político y electoral, así como nuestros partidos políticos. Asimismo, no seré yo, que lo he visto desde dentro, quien niegue que la amplia mayoría de los políticos españoles (y, cuidado, los de otros países también) están excesivamente profesionalizados y se han convertido en una casta empotrada en las instituciones y bien difícil de remover o cambiar. De hecho, no son pocos quienes se han ganado el puesto a base de decir siempre que sí, lamer culos y participar en intrigas. Pero, por supuesto, como siempre sucede, no conviene extender dichas afirmaciones a todos y cada uno de nuestros políticos. De todo hay en la viña del Señor.

De todos modos, mi problema con la viñeta no va por ahí. Mi problema es que encuentro demasiado fácil culpar a los políticos por el cambio climático mientras que la amplia mayoría de nosotros, ciudadanos de a pie, hacemos bien poco o nada por solucionar el problema. No sé se nos hemos dado cuenta, pero ningún político nos fuerza a usar el maldito coche hasta para comprar un par de cosas en la tienda de la esquina. Y tampoco nos obligan a consumir sin fin. Ni a abusar del aire acondicionado y la calefacción. Ni a apostar siempre por los productos más baratos que encontramos, aunque sean de mala calidad y hayan sido transportados desde la otra punta del planeta. En fin, que hay multitud de cosas que todos podríamos hacer sin necesidad de esperar a que sean los políticos quienes vengan a sacarnos las castañas del fuego y, sin embargo, no las hacemos. ¿A quién culpamos de eso? ¿A los políticos? ¿Y qué pasaría si los políticos tomaran medidas para frenar el cambio climático que, como no podría ser de otra forma, implicara una reducción de nuestro consumo? ¿Seguro que no despotricaríamos contra ellos en ese momento? Un poco de sensatez y honestidad, por favor. Vuelvo a repetir: ¡ya está bien de demagogias! {enlace a esta entrada}

[Tue Jan 15 10:02:38 CST 2013]

Hace apenas unos días escribía sobre las ramificaciones éticas del hecho de que Juan José Güemes, el mismo político que procediera a privatizar buena parte del servicio de sanidad de la Comunidad Autónoma de Madrid desde su puesto de Consejero de Sanidad, hubiera pasado a trabajar para una empresa que trabaja en el sector justo después de abandonar la política y, para más inri, la empresa para la que trabaja sea también la que se beneficia de un suculento contrato para hacer los análisis clínicos de seis hospitales madrileños. Pues bien, parece que el escándalo ha servido para que Güemes abandone Unilabs. Bienvenida sea la decisión aunque, obviamente, la situación no debiera haberse dado siquiera en primer lugar si la legislación sobre incompatibilidades se aplicara. En esto, como en tantas otras cosas, nos encontramos con la paradoja de que tenemos una legislación más o menos avanzada sobre el papel, pero que luego no se pone en práctica. No estaría de más analizar algún día por qué sucede esto. ¿Falla el poder ejecutivo? ¿A lo mejor es la lentitud del poder judicial la que facilita este tipo de situaciones? ¿O quizá es la propia sociedad la que tiene tan asumido esto de la picaresca y se toma los asuntos éticos con tanta manga ancha que estas cosas se ven con absoluta normalidad? Como suele suceder, imagino que será un poco de todo. No obstante, como digo, sería interesante reflexionar sobre ello y hasta hacer alguna investigación empírica.

En todo caso, mi intención no era escribir nuevamente sobre Güemes, sino sobre la noticia que ha salido hoy mismo en la prensa anunciando que Esperanza Aguirre ha fichado por una empresa catalana de recursos humanos para dedicarse a aconsejar sobre la caza de talentos. En este otro caso, no estoy del todo de acuerdo con la polvareda que se ha levantado sobre el asunto. En primer lugar, no me parece que haya incompatibilidad alguna entre las funciones que desempeñó en su momento como Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid y su nuevo trabajo como asesora de una empresa de recursos humanos. Algo muy distinto, por supuesto, del caso de Güemes, en el que pasó a trabajar directamente para una empresa que se mueve en un sector que él había regulado desde su puesto como consejero. Pero es que, en segundo lugar, no creo que se pueda exigir a los políticos que no trabajen en el sector privado. O, para ser más claros y directos, me parece una incongruencia que se critique a los políticos, primero, por profesionalizar la política y, después, por abandonar sus cargos y trabajar para la empresa privada. ¿Cómo demonios queremos entonces que se ganen la vida? Seamos serios y dejémonos de demagogias baratas, por favor. Y que conste que Esperanza Aguirre no es precisamente mi taza de té, como dirían los británicos. Pero las preferencias personales hay que dejarlas de lado cuando se discuten estos asuntos. Y sí, entiendo que hay otros asuntos que podrían sacarse a colación, como el hecho de que Aguirre haya firmado ahora con una empresa catalana cuando no hace mucho tenía el descaro (la desfachatez, de hecho) de llamar a las empresas catalanas "extranjeras" o de apoyar un boicot a los productos catalanes (algo, por cierto, muy "liberal"). Pero repito, nada de ello quita para que nos esforcemos en ver los asuntos de una forma lo más objetiva posible. {enlace a esta entrada}

[Fri Jan 11 12:02:44 CST 2013]

Hay noticias que se leen que, desde luego, claman al cielo. Hoy, por ejemplo, leemos en El País que la empresa a la que aconseja Güemes se ha hecho con el contrato para realizar los análisis clínicos de seis hospitales madrileños:

La empresa para la que trabaja el exconsejero de Sanidad de Madrid, Juan José Güemes, se ha echo con la gestión del servicio de análisis clínicos en seis hospitales públicos madrileños y de todos los centros de salud y residencias de ancianos que dependen de ellos, ha informado esta mañana la cadena SER. Fue el propio Güemes, protagonista de uno de los casos más llamativos y sonados de traspado de la política a la empresa privada, quien privatizó este servicio cuando fue titular de la cartera de Sanidad entre 2008 y 2010 en el Gobierno de Esperanza Aguirre.

La desvergüenza difícilmente puede ser mayor. El adalid de la privatización de la sanidad pública madrileña se pasa directamente de la política a la empresa privada (y, para más inri, una empresa privada precisamente del mismo sector que él regulaba como consejero) y, poco después, dicha empresa se beneficia de suculentos contratos gracias precisamente a dicho proceso de privatización. Vaya, hombre. ¡Qué casualidad! Parece mentira que, en las circunstancias económicas y sociales en que nos encontramos, y sufriendo como sufren nuestros políticos el mayor descrédito desde la Transición, se vean este tipo de cosas. Cada vez me parece más probable que el sistema político entero se venga abajo. Y no, no me refiero a que vaya a darse una revolución violenta en las calles ni nada por el estilo. Si acaso, lo que me parece más posible es una revolución más o menos pacífica, al estilo de lo que se vio en varios países árabes o como la transición a la nueva república que se vivió en Italia en los años noventa (aunque, por cierto, tampoco es que haya solucionado mucho en Italia, dicho sea de paso). Sencillamente, el descrédito de las instituciones no cesa de aumentar, nuestros políticos viven tan alejados de la realidad que no hacen sino empeorar las cosas, la población no para de sufrir recortes tras recortes, sacrificio tras sacrificio, y, mientras tanto, se siguen destapando escándalos de corrupción sin que parezca que llegue a pagar nadie por los platos rotos. Esto tiene que estallar por algún sitio. Esperemos que se resuelva de una manera relativamente pacífica. {enlace a esta entrada}

[Wed Jan 9 13:43:08 CST 2013]

Ayer, mientras aguardaba a que mi hijo terminara la clase de taekwondo, estuve leyendo la entrada de Wikipedia sobre el estoicismo y me llamó mucho la atención las similitudes entre el ideal del sabio estoico y los principios prácticos fundamentales del budismo:

Al estar todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el hombre del lógos universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, el cual estriba fundamentalmente en vivir conforme a la naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se apoya su verdad.

El bien y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones (pathos), que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. La pasión es lo contrario que la razón, es algo que sucede y que no se puede controlar, por lo tanto debe evitarse. Las reacciones, como el dolor, el placer o el temor, pueden y deben dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón, la impasibilidad (apátheia, de la cual deriva apatía) y la imperturbabilidad (ataraxia). Éstas surgirán de la comprensión de no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que ocurre es parte de un proyecto cósmico. Sólo los ignorantes desconocen el lógos universal y se dejan arrastrar por sus pasiones.

El sabio ideal es aquél que vive conforme a la razón, está libre de pasiones y se considera ciudadano del mundo. El cosmopolitismo, que defiende la igualdad y la solidaridad de los hombres.

Como decía, la similitud entre la sabiduría práctica del estoicismo y del budismo me parece clara, salvando las obvias distancias culturales, por supuesto. No sólo eso, sino que me parece también que se trata de una propuesta muy sensata, tanto en uno como en otro caso. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 3 16:11:18 CST 2013]

El País publica hoy un interesante artículo que viene a desmontar algunos de los mitos que se repiten una y otra vez en España sobre Gibraltar. Se trata, por así decirlo, de una muy particular "leyenda negra" de la que se echa mano cada vez que conviene arrojar un poco de basura e ignominia sobre los llanitos en nombre del orgullo patrio. Entre otras cosas, se desmonta la idea de que Gibraltar siga siendo todavía un paraíso fiscal, puesto que hace ya tiempo que pasó a estar en la lista blanca de la OCDE y, de hecho, las sociedades domicialiadas en el Peñón deben tributar el 10%, exactamente igual que en otras partes de Europa. Asimismo, se habla sin tapujos de la realidad tras las acusaciones de que Gibraltar sea una especie de refugio de contrabandistas o el paraíso del aprovisionamiento de petróleo en alta mar a costa de mancillar las costas españolas con la temida polución. En estos otros casos, no se trata tanto de que dichas actividades no se realicen en el Peñón (algo, por supuesto, innegable), como del hecho de que los españoles se benefician tanto de ello como los gibraltareños. Así, no hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta de que la mayor parte de quienes realizan labores de contrabando en la región son, en realidad, conciudadanos de esta parte de la frontera. Y, por lo que hace al aprovisionamiento de petróleo en alta mar, podemos empezar por reconocer que hay empresas españolas de Cádiz y Ceuta directamente implicadas. Además, por si esto fuera poco, el petróleo procede en su mayoría de la refinería de Algeciras. En fin, que las cosas no están ni mucho menos tan claras como a menudo nos las quieren pintar.

En todo caso, me quedo sin duda con el inicio del breve reportaje:

Quizás aceptando la hipótesis de que Gibraltar nunca será español se entienda mejor cómo de estéril o de virtual es el esfuerzo diplomático nacional en esta materia.

Nunca lo será porque la condición de gibraltareño es un privilegio que permite a sus ciudadanos disfrutar de lo mejor de Gran Bretaña (la educación, su sistema financiero, su justicia, su lengua...) y lo mejor de España (el entorno, la gastronomía, la sanidad, su lengua...) a un mismo tiempo. Ello, sin entrar a considerar beneficios fiscales y un sentimiento de resistencia a lo español consolidado y transmitido de generación en generación. Cualquier diplomático novato sabe que los españolistas en Gibraltar no alcanzan ni de lejos el 10%. Por tanto, la política española al respecto se ha limitado a mantener una ficción paraa no contrariar esa esencia intocable de la españolidad del Peñón. ¿Cuántos años os quedan de seguir escuchando lo del Tratado de Utrecht?

Seamos honestos. En este asunto de Gibraltar nos ha faltado casi siempre una buena dosis de pragmatismo y realismo (aunque, todo hay que decirlo, las cosas han cambiado bastante durante la democracia). A menudo preferimos dejarnos llevar por el patrioterismo más estéril sin darnos cuenta de que, tal y como sucede con Cataluña o Euskadi, no hay forma de obligar a los llanitos a formar parte de un Estado con el que no se identifican. Ya va siendo hora de dejar en la cuenta esencialismos de otra época y respetar un poco más los principios democráticos más fundamentales. Solamente los ciudadanos implicados pueden elegir en libertad qué quieren hacer. Mientras tanto, reconozcamos que casi todas las poblaciones de la zona adyacente a Gibraltar se verían en apuros si no existiera el Peñón e incluso si éste cambiara de estatus político. Devolvamos las dichosas banderitas a donde deben estar: el armario. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 3 14:24:02 CST 2013]

Si ayer escribía sobre lo equivocado del titular de una noticia que leí en El País acerca del abismo fiscal estadounidense, hoy toca felicitarse por el hecho de que el mismo diario haya publicado otra noticia con un titular que se ajusta mucho más a la realidad: La amenaza de la crisis económica se mantiene en el horizonte de EEUU. Ya desde el primer párrafo ponen las cosas en su sitio:

La solución del drama del abismo fiscal, con la primera subida de impuestos a los ricos en veinte años, no resuelve los problemas de fondo del déficit y los desequilibrios estructurales de la economía de Estados Unidos, que aflorarán en pocas semanas más con nuevas amenazas para la estabilidad económica mundial. Las dificultades de una acción bipartidista para encarar esos retos, demostradas en este doloroso acuerdo de fin de año, pueden dar lugar muy pronto a nuevas y aún más difíciles negociaciones para evitar lo que puede anticiparse como un super abismo fiscal.

En la noche del 31 de diciembre, mientras los miembros del Senado daban los últimos toques al pacto que sería aprobado más tarde y ratificado al borde de la media noche del día 1 de enero por la C&aaucte;mara de Representantes, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, firmaba una orden para la extensión provisional del techo de deuda de EEUU, que necesitará ya aprobación del Congreso cuando alcance su tope definitivo dentro de, aproximadamente, dos meses. Los republicanos no van a conceder esa extensión sin la condición de fuertes recortes del gasto público, lo que puede poner al país, de nuevo, en el borde de la suspensión de pagos.

(...)

En dos meses también entrarán en vigor de forma automática los recortes de gastos, en torno a los 110.000 millones de dólares, que el acuerdo de fin de año ha aplazado por ese periodo. Ningún partido quiere esos recortes. Los demócratas, porque incluye gastos esenciales, como el seguro de desempleo o las subvenciones al Medicare (el programa de asistencia sanitaria a los pensionistas). Y los republicanos, porque la mitad de esa cantidad se aplicaría al presupuesto del Pentágono. Pero ninguno sabe cómo frenarlos.

(...)

Esta compleja situación requeriría, obviamente, un gran pacto presupuestario para abordar a largo plazo la reducción del déficit y la deuda. Pero eso exigiría fuertes concesiones políticas de ambos partidos para la recomposición del actual estado del bienestar y del modelo fiscal, algo a lo que ninguno de los dos están dispuestos, como se ha demostrado en negociaciones anteriores.

En otras palabras que, como ya advertía ayer, en realidad no se ha solucionado nada de nada. Se han limitado meramente a prorrogar el estatus quo y aplazar la compliacada decisión que, guste o no, habrán de tomar tarde o temprano, esto es, reducir el gasto público y, al mismo tiempo, subir los impuestos. Ni que decir tiene que dicha política lleva aparejada los problemas que ya estamos viendo en Europa en estos momentos. Así pues, lejos de congratularnos, lo que debemos hacer es preocuparnos. Los políticos estadounidenses no han hecho hasta el momento sino evitar lo que ya se dibuja en el horizonte. Y lo han hecho, además, de una forma enormemente irresponsable. Pero, en fin, eso no es nuevo. Lo llevan haciendo bastante tiempo. {enlace a esta entrada}

[Wed Jan 2 13:56:54 CST 2013]

Hay veces que, leyendo la prensa seria, le da la impresión a uno de que periodistas y redactores tienen mucha guasa. Pongamos por ejemplo el titular de El País hoy mismo anunciando que Estados Unidos se salva del "abismo fiscal". Así sin más, leyendo el titular, pudiera pensar uno que, a pesar de todos los pesares, demócratas y republicanos han llegado a un acuerdo para acabar con el déficit presupuestario y solucionar el problema de la gigantesca deuda pública (mayor, por cierto, que la española). Si además lee uno al lado otro titular afirmando que el Ibex sube un 3,4% tras el acuerdo en EEUU para evitar el "abismo fiscal", parece difícil culpar al lector que cree que el problema ya está solucionado o, cuando menos, en vías de resolución. Pero, claro, después se pone uno a lee el contenido de las noticias y se da de bruces con la realidad. Lo cierto es que, como suelen hacer demasiado a menudo, los políticos estadounidenses solamente se han puesto de acuerdo para, una vez más, retrasar el momento de una decisión sobre un problema apremiante. De hecho, esto debiera quedar claro ya casi desde el primer párrafo:

La Cámara de Representantes respaldó durante la noche del martes (madrugada del miércoles en España), finalmente, el acuerdo aprobado un día antes por el Senado, con lo que Estados Unidos se salvó del abismo fiscal y se ha evitado una crisis económica de repercusión mundial. Ante la división de los congresistas republicanos, fueron necesarios los votos del Partido Demócrata para sacar adelante una ley, previamente pactada con Barack Obama, que incluye una subida de impuestos solo a los más ricos y prevé un breve aplazamiento de dos meses de los recortes de gastos que debían entrar el día 1 formalmente en efecto.

Pero, como decíamos, lo único que se ha hecho —sí, una vez más— es aplazar el momento de la verdad. Queda bien claro en los últimos párrafos de la noticia:

Las objeciones republicanas no tienen que ver solo con los impuestos. También se quejan de que el aumento de la presión fiscal a los ricos no vaya acompañada de ningún recorte de gasto social ni de compromisos siquiera de hacerlos en el futuro. Durante varias horas, en el debate de este martes, se intentó añadirle al texto del Senado la obligatoriedad de un recorte de 300.000 millones de dólares de gasto social, pero esta opción no tuvo el respaldo suficiente.

La ley aprobada, no solo no recoge esas reducciones, sino que prolonga durante un año el seguro de desempleo que cobran dos millones de personas y retrasa la aplicación de otros 100.000 millones de dólares de recortes de gastos.

Ese retraso es, al mismo tiempo, el anuncio de que estaremos de nuevo dentro de dos meses ante una batalla similar a la de estas inolvidables navidades. En dos meses, EEUU alcanzará su techo de deuda y el estado se quedará sin dinero para pagar a empleados y acreedores. La próxima tormenta, por tanto, está a la vuelta de la esquina.

Pues eso. Que no se ha solucionado nada de nada. Es más, ni siquiera puede decirse que tengamos atisbo de una solución. Una vez que los republicanos más moderados han acceido a subir los impuestos a quienes ganan más de 450.000 dólares, parece poco probable que se avengan a apoyar otra medida similar dentro de dos meses. Cuando llegue ese momento, solamente puedo ver un par de opciones: o se sube aún más el techo de la deuda (algo que, me parece, no contaría con el apoyo del número suficiente de republicanos, y tal vez ni siquiera de demócratas moderados) o se llevan a cabo serios recortes del gasto (cosa que, en principio, rechazaría un buen número de demócratas). La cuadratura del círculo se antoja casi imposible. Y es por eso, sin lugar a dudas, que ante la amenaza del abismo fiscal, los políticos se han limitado a aplazar las medidas. Démonos un par de meses más —parecen haber pensado— a ver si somos capaces de llegar a un acuerdo. El problema, por supuesto, es que el abismo fiscal lo crearon ellos mismos hace algo más de un año... para obligarse a sí mismos a llegar a un acuerdo. De momento, no parece que haya funcionado muy bien.

Asía pues, seamos honestos, lo único que se ha hecho ha sido aplazar la decisión un par de meses más. Mientras tanto, como es lógico, la deuda no hará sino empeorar. Por si esto fuera poco, uno tiene la impresión de que la subida de impuestos que se acaba de anunciar casi elimina la posibilidad de que Obama se salga con la suya dentro de un par de meses y logre subir los impuestos aún más. Ese cartucho, me da la sensación, ya lo ha quemado. {enlace a esta entrada}