[Tue Nov 19 14:20:59 CST 2019]

La noticia del día, sin lugar a dudas, es la sentencia sobre el caso de los ERE en Andalucía por la que Griñán ha sido condenado a seis años de cárcel y Chaves inhabilitado por nueve años. En general, parece que El País está haciendo un buen trabajo explicando la naturaleza del caso y el significado de la sentencia condenatoria. Y no está de más el clarificar estas cosas porque, como de costumbre, no son pocos los que están enfangándolo todo con medias verdades (y hasta mentiras completas). Quizá lo mejor sería comenzar con la definición del término "malversación" de acuerdo al diccionario de la RAE:

Delito que cometen las autoridades o funcionarios que sustraen o consienten que un tercero sustraiga caudales o efectos públicos que tienen a su cargo.

Asimismo, conviene clarificar el significado del término "prevaricación" de acuerdo al mismo diccionario:

Delito consistente en que una autoridad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta.

Puesto que los tribunales han sentenciado que Chaves y Griñán son culpables de ambos delitos, debiera quedar claro (aunque no lo parece, a juzgar por las cosas que se leen por esos mundos de Dios) que no se les considera culpables de robo. Es más, ni siquiera se les acusaba de eso. O, para decirlo más claramente aún, ni el uno ni el otro han sido acusados de robar dinero público y llevárselo a una cuenta en Suiza. Lo digo porque no falta quien les acusa de eso a pesar de que, como digo, ni la sentencia habla de robo, ni tampoco las pesquisas policiales fueron nunca por ahí.

Veamos entonces. ¿En qué consisten estos cargos de prevaricación y malversación de los que se les acusaba y que el tribunal considera probados? Resulta que El País ha publicado una noticia en la que explica por qué Griñán ha sido condenado a pena de cárcel y Chaves no que viene a responder precisamente esa pregunta:

Los magistrados subrayan que el Gobierno andaluz cambió en el año 2000 el sistema con el que se daban las ayudas a las empresas en crisis tras los reparos que puso la Intervención General de la Junta al dinero que se dio a una empresa de Jaén. Desde entonces, se recurrió a una herramienta presupuestaria, denominada transferencia de financiación, que agilizaba la concesión de estas ayudas a costa de sacrificar los controles internos de la Administración, decisión que los jueces ven ilegal y que es el sustento de la prevaricación. “Resulta lógico que cualquier variación en el sistema de concesión de estas ayudas, habida cuenta que afectaba a más de una consejería, tuviera que pasar por la decisión final de su superior jerárquico, es decir, el presidente de la Junta de Andalucía”, dicen los jueces.

La Junta incluyó cada año dinero para los ERE en los Presupuestos, una partida que la Audiencia considera engañosa, elemento que es también clave en la condena por prevaricación. También apuntalan este delito las modificaciones presupuestarias que se hicieron cada año para aumentar la dotación del fondo. “Como presidente del Consejo de Gobierno, aprobó las modificaciones presupuestarias que afectaron al programa 31L, que por su cuantía eran competencia del Consejo de Gobierno, hasta su cese en abril del año 2009”, dice la sentencia sobre Chaves.

En el caso de Griñán, los jueces añaden el delito de malversación por su actuación como consejero de Economía entre 2004 y 2009. Subrayan que Griñán recibió los informes de la Intervención General de la Junta que alertaban de que las ayudas se estaban dando “prescindiendo total y absolutamente del procedimiento legalmente establecido”. Este hecho, según los jueces, facilitó que se desviase dinero de los ERE de forma fraudulenta. Destacan que en esta etapa Griñán asumió “la eventualidad” de que el dinero de este fondo se utilizase “con fines ajenos al fin público al que estaban destinados”.

Por consiguiente, mientras que Chaves es culpable de prevaricación, Griñán lo es de prevaricación y malversación. De ahí la diferencia en las condenas.

Bien. Pues, aclarado eso, entramos ahora en otro aspecto. ¿Por qué leemos que PP y Ciudadanos piden "responsabilidades políticas" a Pedro Sánchez por el caso? Pues la verdad es que no lo sé. Quizá sus conocimientos jurídicos sean bien pobres. O, como me parece más probable, están usando la sentencia para hacer política partidista. Porque, después de todo, ¿qué responsabilidad política queda por asumir si ninguno de los dos sentenciados ocupa cargo público alguno? De hecho, el PSOE ni siquiera tiene el control de la Junta de Andalucía. ¿A qué responsabilidad política se refieren, pues? ¿Acaso pretenden que Pedro Sánchez dimita por algo que sucedió cuando él no era más que concejal en el Ayuntamiento de Madrid? Sencillamente, no parece serio.

Pero, ¿es que acaso esta sentencia no es comparable a la del caso Gürtel? Pues, en realidad, tiene poco que ver. Una vez más, El País ha publicado un excelente artículo explicando las diferencias:

El caso Gürtel es un “auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública” en Administraciones gobernadas por el Partido Popular durante al menos una década, según la definición contenida en la sentencia principal de la causa, dividida en una decena de piezas separadas.

El caso ERE es un sistema de ayudas públicas a empresas en crisis fuera del control previo de la Intervención General de la Junta de Andalucía, lo que permitió el desvío irregular de fondos públicos a decenas de trabajadores y empresas durante una década, según el juez instructor de la causa.

(...)

En el caso Gürtel, el tribunal consideró probado que una parte del dinero ganado por la trama corrupta gracias a las adjudicaciones irregulares de contratos se utilizó para financiar actos electorales del PP y, por tanto, se financió ilegalmente a esta formación política.

En el caso ERE, la investigación de otras ayudas para empresas en dificultades descubrió un trato de favor a determinadas zonas, como la Sierra Norte sevillana, con Gobiernos del PSOE o a empresas propiedad de exdirigentes socialistas. En la causa no consta que los delitos cometidos permitieran la financiación ilegal del PSOE, a pesar de que la primera instructora, Mercedes Alaya, lo plasmó sin pruebas en sus autos.

Es decir, que mientras que en el caso Gürtel los tribunales consideraron probado que se desvió dinero para financiar al PP ilegalmente con la connivencia, al menos, de dos de sus tesoreros, en el caso de los ERE, ningún tesorero del PSOE se ha visto envuelto y el dinero no se usó para financiar al partido como tal. Parece lógico, pues, que mientras que uno de los casos (el caso Gürtel) debiera llevar a exigir responsabilidades políticas (y hasta legales) a un partido (el PP) que, según la sentencia misma, activamente participó en el delito y se benefició de él, en el otro caso (el de los ERE) no hay responsabilidad del partido (el PSOE) como tal. Lo que me parece más interesante de todo esto es que sean precisamente PP y Ciudadanos, que tanto acusan a otros (a Podemos, en concreto) de populismo caigan ahora en estas afirmaciones que no podemos calificar sino de... bueno, ¡populistas! Que quede claro: el PSOE de Andalucía no es responsable legalmente porque no se ha financiado ilegalmente con la trama de los ERE. Asimismo, tampoco puede acusarse a Chaves y Griñán de enriquecerse personalmente. Sin embargo, sí que hay una responsabilidad política por haber permitido la creación de una trama clientelar de carácter ilegal, aunque me temo que ni siquiera esto sorprende en una comunidad autónoma en la que los socialistas han goberando durante décadas. ¿Cuál es la lección que debemos aprender, pues? Que una hegemonía política tan extensa en el tiempo no es nada saludable al medio y largo plazo. Lo hemos visto ya demasiadas veces, pero no tengo nada claro que aprendamos. {enlace a esta entrada}

[Tue Nov 19 10:41:00 CST 2019]

El País publicaba ayer un artículo firmado por Toni Roldán titulado El rearme liberal que merece la pena leer. El anterior Secretario de Programas de Ciudadanos comienza afirmando que, además de cambiar al líder de su antigua formación, es necesario llevar a cabo varios cambios que devuelvan al partido al centro liberal que nunca debió abandonar. Primero, afirma, conviene recuperar el pragmatismo y la capacidad de diálogo:

Lo primero es recuperar el pragmatismo. Los liberales tienen una gran debilidad que es al mismo tiempo su principal fortaleza. Su situación en el centro del tablero las hace frágiles, puesto que sus votantes son inevitablemente más infieles. Pero la centralidad también les da un enorme poder: la capacidad de sumar mayorías a ambos lados del tablero. Vetar la posibilidad de sumar mayorías a un lado del tablero supone quedar condenado a la irrelevancia en una batalla de bloques. Pero también, y sobre todo, supone renegar de los principios políticos que justifican tu propia existencia: anclar al centro el rumbo del país, reducir la influencia de los nacionalismos y garantizar las reformas y la regeneración política. Por eso los liberales deben ser militantes del veletismo. Su valor es precisamente hacer lo que otros no hacen: entenderse con el que está en frente para avanzar.

Frente a los conservadores, los liberales abrazan el cambio y por eso deben ser siempre los garantes de las reformas y del progreso. La oportunidad histórica vilipendiada en las anteriores elecciones de transformar el país desde el centro es imperdonable. Es una mala estrategia siempre, para cualquier proyecto, poner por delante cualquier supuesto interés, al interés de España.

O, lo que es lo mismo, Rivera jamás debió haber vetado cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE durante la campaña de las elecciones generales de abril. Sencillamente, eliminó así una de las características esenciales de un partido de centro, esto es, su capacidad para negociar y llegar a acuerdos a ambos lados del tablero político y, con ello, contribuir a la gobernabilidad del país, además de ayudar a moderar los ánimos, algo de lo que estamos sumamente necesitados en estos momentos. Cierto, con su enfervorecida retórica nacionalista Rivera logró conseguir en abril los mejores resultados electorales para su partido. Se quedó a un tiro de piedra del sorpasso al PP. Sin embargo, el precio que pagó fue abandonar el centro político y, sobre todo, entregarse a un nacionalismo españolista que, tarde o temprano, le abandonaría para encontrar cobijo en otras fuerzas más a la derecha, como finalmente hizo en las recientes elecciones de noviembre. Rivera pecó de cortoplacismo y mentalidad excesivamente partidista.

Pero, segundo, afirma Roldán, Ciudadanos debe concentrarse en el reformismo:

La idea de reformismo es esencial. Pero hay que saber hacia dónde reformar. Los liberales no tenemos menús prefijados de políticas como la izquierda y la derecha. Sabemos que para garantizar la igualdad de oportunidades, por ejemplo, el estado debe intervenir de muchas maneras. En muchos casos, como en la educación, el cambio climático o la igualdad efectiva de la mujer, más de lo que lo hace ahora. Pero también sabemos, a diferencia de la izquierda tradicional, que no hay que confundir objetivos progresistas con medios estatistas. El estado y el mercado son complementarios, no sustitutivos.

Una característica que debe distinguir siempre a los partidos liberales —no solo en sus programas, sino también en sus discursos— es el del rigor y la solvencia en sus propuestas. Siempre habrá mejores defensores de las bajadas infinitas de impuestos (que no cumplirán) o de promesas de gasto mayores (que también mienten). El valor de un partido liberal está precisamente en no sumarse a la subasta, sino en ganarse a fuerza de honestidad la credibilidad ante los ciudadanos. Esa es una tarea difícil: reconocer la complejidad en un mundo de populistas, es como ponerte a debatir con uno que lleva un altavoz. Pero basar tus propuestas en la evidencia a la larga da resultados: las mentiras del populismo tienen las patas muy cortas.

Me da la impresión de que, en lugar de apostar por el reformismo liberal de que habla Roldán, Rivera optó por el populismo españolista. Los resultados están a la vista. {enlace a esta entrada}

[Tue Nov 12 11:27:09 CST 2019]

Echo un vistazo a la web de El País a media mañana (hora de Minnesota) y, para mi enorme sorpresa, me encuentro con la noticia de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han alcanzado un acuerdo para formar Gobierno. Ahí no queda la cosa sino que, además, según publican varios medios de comunicación, Pablo Iglesias sería el Vicepresidente de dicho Gobierno si sus señorías acertaran a votar favorablemente. Y claro, no tiene uno más remedio que preguntarse (como seguramente se preguntarán todos los demás españoles) si era necesario convocar elecciones anticipadas (y, con ello, dar pábulo al enorme crecimiento de los de Vox)... para llegar precisamente al punto de partida del pasado abril. Lo siento mucho, pero Pedro Sánchez ha demostrado una irresponsabilidad apabullante. {enlace a esta entrada}

[Mon Nov 11 10:41:56 CST 2019]

Bueno, pues ya tenemos los resultados de las últimas (por el momento) elecciones generales. Y, como se veía venir, la cosa está, si cabe, menos clara que antes. O, como titulaba uno de los columnistas de Diario de Sevilla con la tradicional retranca de mi tierra, todo parece indicar que estamos "igual que antes, pero peor". Si el plan de Pedro Sánchez era ampliar su mayoría para no tener que depender de Podemos (y no acierta uno ver cuál podría haber sido su plan más que éste), el tiro le ha salido, sin duda, por la culata. No solo ha perdido tres escaños, sino que ya no cuenta con la mayoría absoluta que tenía en el Senado antes de la convocatoria de elecciones anticipadas, la opción de alcanzar un acuerdo con Ciudadanos para gobernar se ha esfumado, la mayoría de izquierdas se ha visto reducida aún más y el PP, ante la presión por su flanco derecho, difícilmente podrá llegar a un acuerdo de "gran coalición". O sea, que con sus planes para expandir y consolidar su poder (esto es, unos planes puramente basados en su propia ambición personal), no ha hecho sino incrementar el grado de complejidad del escenario político y, por supuesto, dar alas a la ultraderecha. Sencillamente, la irresponsabilidad de Pedro Sánchez es irrefutable. Después, en segundo lugar, conviene plantearse qué demonios está pasando para que una fuerza no ya de ultraderecha y con simpatías franquistas, sino claramente reaccionaria, como Vox duplique el número de escaños y se convierta en el tercer partido político del país. Para ser justos, conviene no olvidar que en realidad nuestra ultraderecha no ha hecho sino situarse justo en el nivel medio de fuerzas similares en nuestro entorno europeo (supongo que también aquí podemos decir que nos hemos "europeizado" finalmente). En mi opinión, lo que ha dado alas a Vox ha sido precisamente el conflicto catalán y el hecho de que estas elecciones coincidieran con la setencia del procés y las protestas violentas que le siguieron (una vez más, tremendo error el de Pedro Sánchez al hacer coincidir las elecciones con ese momento). Haciendo un somero análisis a vuelapluma, da la impresión de que el crecimiento de Vox se ha debido, sobre todo, al trasvase de votos desde Ciudadanos. Como suele decirse, mejor votar al original que a la copia. Y, desde luego, cuando se trata de combatir los nacionalismos periféricos, reivindicar el nacionalismo español y exigir la re-centralización administrativa, Ciudadanos no es sino una mala copia de Vox y la derecha sociológicamente franquista que representa. Y enlazamos así con el partido de Rivera. Ciudadanos se equivocó estrepitosamente de estrategia al apostar a ir de la mano de la derecha dura y negarle hasta el saludo al PSOE con la inocente creencia de que así podría sobrepasar al PP en apoyo popular. Un partido que se define como liberal y de centro no puede tomar esa deriva y pensar que no tendrá que pagar un precio. Rivera fue quien les metió en ese atolladero y ahora, como parece justo, paga el precio de su fracaso dimitiendo. Ahora, si acaso, habrá que ver que sucede con su partido. La historia de los partidos de centro españoles en las últimas cuatro décadas no es, desde luego, muy esperanzadora. En cuanto al PP, hay bien poco que decir. Ha mejorado sus resultados de manera obvia y, sin embargo, el éxito debe saberles a derrota por el subidón de Vox en su flanco derecho. Sin lugar a dudas, el hecho de tener a los de Abascal pisándoles los talones no facilita su apertura hacia el centro, que es quizá lo que el país necesita en estos momentos. Finalmente, por lo que hace a las fuerzas que se sitúan a la izquierda del PSOE, más de lo mismo. Podemos continúa su imparable (aunque lento) descenso hacia los mimos parámetros que tenía Izquierda Unida en su momento mientras Más País entra en el parlamento pero sin responder para nada a las expectativas que habían despertado en ciertos sectores. En fin, que la cosa está, si cabe, aún más endibladamente enredada que antes. Es lo que pasa cuando jugamos con fuego. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 8 14:05:27 CST 2019]

Lo de la política española (en realidad, la de todos sitios) ya no hay quién lo entienda. Ahora resulta que Vox, PP y Ciudadanos han aprobado una propuesta no de ley en la Asamblea de la Comunidad de Madrid pidiendo que se ilegalicen los partidos independentistas. Todo parece indicar que les parece muy mal que el Parlamento catalán apruebe proposiciones similares pidiendo esto o aquello porque supone una extralimitación de sus competencias autonómicas, pero cuando se trata de aprobar una moción que en realidad corresponde discutir en el Congreso de los Diputados (y no en una asamblea autonómica), les parece de lo más maravilloso. Tiene uno la impresión de que los criterios legales y constitucionales les importan, en realidad, un bledo. Su interés es, sencillamente, ilegalizar a quienes defienden la independencia de Cataluña, el País Vasco o cualquier otro sitio porque no comparten esas ideas (o, lo que es lo mismo, ilegalizar al otro porque no piensa como ellos, lo cual, parece obvio, es incompatible con la democracia más elemental). Y que nadie confunda mis palabras, por favor. Declarar la independencia de Cataluña desde la Generalitat o desde el Parlament es, simple y claramente, una acción que rompe la legalidad constitucional. Eso debiera ser obvio. Ahora bien, defender la independencia en un debate, en una campaña, en la calle, en una organización política o incluso en los debates de cualquier parlamento es, nos guste o no, tan democrático como defender exactamente lo contrario (por ejemplo, tan democráticamente aceptable que defender el fin del Estado de las Autonomías, como hace Vox, algo que obviamente también va en contra de la Constitución). Pero el asunto va, creo, mucho más allá y, si mal no recuerdo, lo he comentado en estas mismas páginas en alguna que otra ocasión. Cuando los españoles sufríamos el terrorismo de ETA repetíamos hasta la saciedad a quienes les jaleaban que en democracia las ideas se defienden en las urnas y en las instituciones representativas, y no con las armas. Pues bien, ahora resulta que tenemos a Vox, PP y Ciudadanos votando a favor de que nadie pueda defender las ideas independentistas desde organización política alguna. ¿Cómo deben hacerlo, pues? Si no pueden hacerlo ni por las armas no por las urnas, ¿cómo proponemos que lo hagan? ¿O quizá la idea real es, como mucho me temo, que no defiendan sus ideas de ninguna de las maneras? Lo que digo: no veo cómo tal actitud pueda considerarse mínimamente democrática. Mucho me temo que hace ya tiempo que se dio el choque de trenes entre un nacionalismo irredento e intolerante (el catalán) con otro nacionalismo igualmente irredento e intolerante (el español). Ya veremos dónde acaba todo esto porque, por lo general, cuando dos nacionalismos se enfrentan las cosas no acaban nada bien... para nadie. {enlace a esta entrada}

[Sat Nov 2 08:47:53 CDT 2019]

He de reconocer que no sé a qué atenerme con la gente ésta de Ciudadanos. Por un lado, me parece un partido liberal centrista de corte clásico. Pero, por otro, se dejan llevar por una excesiva retórica de nacionalismo español rayana a veces con posiciones claramente autoritarias. Por ejemplo, leyendo hoy en la web de El País sobre el programa electoral de Ciudadanos, me encuentro con lo siguiente:

El programa incluye nuevas medidas para actuar en Cataluña con respecto a abril, que van en la línea de recortar el autogobierno catalán. Cs quiere recuperar para el Estado las competencias sobre la gestión de la política penitenciaria de Cataluña, así como poner a los Mossos d’Esquadra "bajo dependencia del Ministerio del Interior". El texto contempla también un concepto de nuevo cuño, la "apología del separatismo", que no está en el Código Penal español, y plantea prohibir las subvenciones a las asociaciones que hagan este tipo de apología.

Lo de aplicar, una vez más, el artículo 155 como si fuera la pócima de Fierabrás no solo me parece equivocado, sino ridículo. Si no funcionó la primera vez (aunque estoy de acuerdo que en aquella ocasión no hubo más remedio que aplicarlo), ¿acaso piensan que va a solucionar el problema esta segunda vez? Lo digo porque, aparte de aplicar el dichoso artículo, no acierto a oír de qué otra manera piensa la gente de Ciudadanos solucionar el problema de Cataluña. Por eso digo que parecen tomarse el artículo 155 como una especie de crecepelo milagroso, lo cual es absurdo. Pero, peor me parece aún la propuesta de penalizar la "apología del separatismo". Mal vamos cuando se pretenden penalizar posiciones políticas. El separatismo nos puede gustar más o menos, pero es una posición claramente política que tiene perfecta cabida dentro de la democracia siempre y cuando no vaya acompañada de acciones violentas, que sí que podrían ser perseguidas penalmente, por supuesto, pero no por ser separatistas, sino por ser violentas. En otras palabras, que Ciudadanos, al menos en lo que respecta al problema catalán, parece haber perdido el Norte. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 1 14:44:47 CDT 2019]

Algo que en verdad me irrita del discurso político (y me da la impresión de que no soy el único, al menos entre quienes no tienen una visión dogmática de los asuntos que se debaten) es el partidismo acérrimo que conduce, casi inexorablemente, a la incoherencia. Por ejemplo, hoy leemos en la web de El País que Katie Hill, la congresista demócrata estadounidense recientemente dimitida, piensa que debe irse por culpa de "una cultura misógina que consumió [sus] fotos desnuda". Que quede claro: estoy completamente de acuerdo con sus críticas a lo que ella denomina pornovenganza, que implica publicar fotos íntimas de una persona en una web porno sin su consentimiento. Sin embargo, mucho me temo que con ello lo que está haciendo Hill es tratar de despistar al personal, pues ella no ha dimitido porque hayan aparecido fotos suyas desnuda en alguna web, sino porque dichas fotos probaban irrefutablemente algo que no ha sido capaz de negar, esto es, que había tenido relaciones sexuales con una empleada y un subordinado. Repito: el problema no es que sea bisexual, ni tampoco que se haya visto su cuerpo desnudo, sino que ha incurrido en una práctica que hoy en día, en el ambiente cultural que hemos ido construyendo en los últimos años, no se considera aceptable en ninguna persona. O, para explicarlo de otra forma, si su comportamiento hubiera levantado una buena polvareda si hubiera estado protagonizado por un congresista republicano (y, seamos sinceros, si ese hubiera sido el caso lo más probable es que Hill hubiera sido de las primeras en lanzar la piedra), no veo por qué razón deba ser más aceptable en el caso de una mujer, bisexual y demócrata. El problema de fondo no es otro sino el posible abuso de poder en que ha incurrido al entablar una relación con subordinados. Pero claro, de nada de ello habla Hall. Todo eso lo obvia.

Por cierto, que respecto a este asunto ayer mismo me pasó un amigo el enlace a una noticia publicada en The Washington Post en la que el ex-presidente Obama viene a advertir a las generaciones más jóvenes sobre estas prácticas de pureza ideológica que considera bien peligrosas:

"There is this sense sometimes of, ‘The way of me making change is to be as judgmental as possible about other people,’ and that’s enough," he said, noting that the mind-set was only "accelerated by social media."

Obama went on to describe an example of the behavior he was cautioning against.

"If I tweet or hashtag about how you didn’t do something right or used the wrong verb, then I can sit back and feel pretty good about myself, because, man, you see how woke I was?" he said, drawing laughter from the audience. "I called you out."

But the act of public shaming on social media, Obama said, is “not activism.”

"That’s not bringing about change," he said. "If all you’re doing is casting stones, you’re probably not going to get that far. That’s easy to do."

Las palabras de Obama levantaron inmediatamente comentarios de aprobación tanto entre demócratas como entre republicanos pero, como era de esperar, no faltaron los "activistas" que le lanzaron ataques ad-hominem en las redes sociales apenas se hicieron públicas. {enlace a esta entrada}