[Wed Dec 23 15:51:30 CST 2015]

¡Menudo papelón se nos presenta en España tras las recientes elecciones generales! El problema, me parece, no es tanto la fragmentación del parlamento resultante (hay parlamentos bastante más fragmentados, sobre todo en el norte de Europa, perfectamente compatibles con una sólida estabilidad política), sino el nivel de enfrentamiento entre las principales fuerzas y, quizá por encima de todo, la falta de costumbre y la novedad que supone la presencia de dos partidos emergentes que vienen a romper la tradición de un cómo bipartidismo bien asentado por nuestros lares durante las últimas cuatro décadas. En fin, nada que no pueda superarse, espero, con un poco de esfuerzo y, sobre todo, diálogo, mucho diálogo.

Sin embargo, no puede decirse que hayamos comenzado con buen pie. Hoy, después de su primera reunión tras los comicios, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, ha afirmado rotundamente que no va a apoyar a Rajoy en su investidura, ni siquiera absteniéndose, y que, en su lugar, intentará formar un "Gobierno de cambio" cuando el PP fracase en conseguir el apoyo necesario en el Congreso de los Diputados. La verdad, si difícil le va a ser a Rajoy construir una mayoría con este Parlamento, peor aún lo tiene Pedro Sánchez. No hay que olvidar que el PP cuenta con mayoría absoluta en el Senado que, aunque no interviene en la investidura, sí que puede frenar la labor de gobierno constantemente. Sencillamente, no parece convincente que el PSOE pueda formar Gobierno en una coalición que aglutine a socialistas, Podemos, IU y un variado conjunto de fuerzas nacionalistas de diverso pelaje (incluyendo, por cierto, a grupos abiertamente independentistas) y que, encima, por si eso fuera poco, no contaría con mayoría en el Senado. Vamos, que la idea no se la cree ni él mismo.

Pero, ¿qué otra cosa pueden hacer los socialistas? He ahí, precisamente, el problema. Lo tienen bien crudo. A pesar de mantener con orgullo de puertas afuera que han obtenido unos buenos resultados que les sitúan como primer partido de la oposición, no consiguen engañar a nadie. Podemos se ha quedado apenas a unos 400.000 votos de distancia y el PSOE se encuentra ahora en una situación que se asemeja mucho a un callejón sin salida. Baste observar que, con todo lo que ha caído estos cuatro años, a pesar de la crisis, el desempleo, la pobreza, los recortes y las protestas sociales, el PP ha vuelto a ganar las elecciones mientras que los socialistas no solo no han subido, sino que hasta han retrocedido significativamente. Hablando claro, la mayoría de ciudadanos (acertadamente) ve al PSOE tan responsable como al PP de la situación en la que se encuentra el país. Al fin y al cabo, fueron ellos quienes iniciaron los recortes, como también fueron ellos quienes modificaron el artículo 145 de la Constitución (ese mismo que ahora dicen que modificarían una vez más para eliminar precisamente aquel cambio que introdujo Zapatero), quienes no supieron reaccionar a tiempo cuando la crisis se nos venía encima, quienes no se atrevieron a lanzar reformas en profundidad cuando la gente empezaba a pedirlas y, por último, quienes se han visto salpicados igualmente por escándalos de corrupción y décadas de clientelismo, igual que el PP. En este sentido, cuento a mis amigos que, durante las tres etapas de mi vida en que milité en el PSOE, pude observar con claridad una evolución progresivamente a peor desde el carácter acomodaticio de la década de los ochenta (donde, no obstante, se pusieron en práctica numerosas medidas que sentaron las bases del precario Estado del Bienestar que todavía disfrutamos en España, aunque me parece razonable argumentar también que políticas bien similares se hubieran llevado a cabo desde un Gobierno de centro-derecha homologable al de otros países de nuestro entorno), a la atmósfera directamente putefracta de los años noventa con sus escándalos de corrupción y el enroque de unos dirigentes y militantes incapaces de aceptar los hechos, hasta desembocar finalmente en la mediocridad profesionalizada que observé en la segunda mitad de los 2000, donde la actitud general era más propia de un partido meramente interesado en alcanzar y repartir poder (y los favores y prebendas que van unidas a éste), más que en reformar nada. Y cuidado, que seguía habiendo (sigue habiendo) gente muy válida en el partido. Pero, por desgracia, no son quienes llevan la batuta. Se mire como se mire, quienes reparten el bacalo en el PSOE son todos gente que ha mamado la política profesional desde una tierna edad. Son profesionales de la política que malamente van a poder dejar viejas costumbres y artimañas.

En cualquier caso, volvamos al asunto central. ¿Qué pueden hacer los socialistas en una tesitura como ésta? Por un lado, si se abstienen y dejan formar Gobierno a Rajoy, su sector más tradicionalmente socialista se sentirá traicionado y puede abandonar el barco en favor de Podemos, que está subiendo como la espuma. Pero, por otro lado, si se niegan a permitir que gobierne quien, después de todo, ha ganado las elecciones limpiamente, se arriesgan a perder a su electorado más moderado, que quizá prefiera irse a Ciudadanos. En otras palabras, como bien dice Sánchez, están en el centro político pero, precisamente por eso, les pueden arrancar votos por ambos lados. Tanto PP como Podemos lo tienen bastante más fácil en ese sentido. Además, si llegaran a convocarse elecciones anticipadas, yo estaría por decir que Podemos se coloca en segundo lugar. Sencillamente, no acierto a ver cómo puedan solucionar este dilema.

El resto de partidos principales sí que tiene un camino bastante más claro, creo. En primer lugar, el PP no tiene más que seguir con su discurso de que el partido que ha ganado las elecciones (esto es, ellos) debe gobernar. Nadie espera que Podemos vaya a dejar gobernar al PP, ni por activa ni por pasiva. Sus diferencias son demasiado fuertes como para esperar eso (algo que no podemos decir del PSOE). Si, además, aciertan a seguir moderando su discurso al tiempo que apuestan claramente por una serie de reformas en profundidad que no asusten al personal, yo diría que de aquí a poco asistimos al famoso sorpasso. Y, por lo que respecta a Ciudadanos, su actitud de chicos responsables dispuestos a colaborar con unos y otros en aras de la estabilidad y el interés común es bien segura.

En definitiva, que habrá que ver cómo evoluciona todo en los próximos dos meses. Pero, se mire como se mire, el PSOE es quien tiene que bailar con la más fea. {enlace a esta entrada}

[Sun Dec 13 20:01:26 CST 2015]

El espectáculo al que estamos asistiendo en torno al asunto éste de de la Cumbre de París sobre el cambio climático y la forma en que lo están cubriendo los medios de comunicación produce algo de sonrojo. Y no me refiero solamente a los medios españoles, ni mucho menos. Ahí van algunos titulares: "La Cumbre de París cierra un acuerdo histórico contra el cambio climático" (El País), "La Cumbre del Clima alcanza un pacto universal para reducir las emisiones y limitar el calentamiento" (ABC), "Nations Approve Landmark Climate Accord in Paris" (The New York Times). Mucho más honesta me parece la actitud de los periodistas de El Mundo, que prefieren titular dos de las noticias de la siguiente manera: "El acuerdo de París: ¿éxito o fraude?" y "El Acuerdo de París: agua de borrajas".

Seamos claros: el acuerdo peca de exceso de retórica vacía. Le faltan contenido y concreción. Para empezar, ya casi desde el principio se evitó el uso del término "legalmente vinculante", no fuera a ser que algunas grandes potencias se fueran a negar a firmarlo. Lo único "vinculante" es que los firmantes deberán "esforzarse" por cumplir un objetivo ya de por sí bastante tímido, esto es, no superar los 2 grados centígrados de aumento de las temperaturas entre ahora y el año 2100. Por si esto fuera poco, hoy leíamos en la prensa que Francia, el huésped de las negociaciones, hubo de cambiar "deberá" por "debería" ("shall" por "should") en el capítulo de obligaciones para que EEUU se decidiera a firmar el acuerdo. O sea, que nadie se compromete a nada. Y, para colmo, se decide que los países más desarrollados "deben aportar" 100.000 millones de dólares para que los países más pobres puedan adaptar sus economías al acuerdo, pero no se ha concretado cuánto va a pagar cada cual. En fin, que se trata más bien de una tomadura de pelo. Imagen y más imagen para los telediarios. Poco más. {enlace a esta entrada}

[Sat Dec 12 15:34:13 CST 2015]

Esta semana conocimos los resultados de las elecciones legislativas en Venezuela. Extraña dictadura ésa en la que la oposición no sólo puede presentarse a las elecciones, sino que hasta las puede ganar. Y, sin embargo, no parece probable que quienes hasta hace poco acusaban al chavismo de implantar una dictadura en el país latinoamericano vengan ahora a reconocer su error. Ya sucedió con Nicaragua y los sandinistas en 1990. No es algo nuevo. Por si fuera poco, suele tratarse de la misma gente que afirma sin vergüenza alguna que el régimen franquista no era una dictadura. Cosas de la vida.

Sin embargo, nada de esto debiera tomarse como una defensa del chavismo (si hay algo que desprecio es el simplismo dualista que, por desgracia, suele adueñarse del discurso público en todos sitios). En primer lugar, porque, aunque el chavismo no pueda clasificarse objetivamente como dictadura, sí que es un populismo semi-autoritario que dista mucho de cumplir con los requisitos esenciales de una democracia transparente y garantista. Tanto la manipulación descarada de las principales instituciones del Estado con fines abiertamente partidistas como la represión de las fuerzas de la oposición o el recurso continuado a la lógica maniquea revelan una naturaleza más predispuesta al autoritarismo que a la democracia. Segundo, porque todo parece indicar que su política económica ha sido bien nefasta e ineficaz. Algo que, no obstante, consiguieron ocultar durante un tiempo gracias a los altos precios del petróleo y al tirón de las economías emergentes, sedientas de materias primas y, sobre todo, energía. Y, tercero, porque en lugar de tener unas propuestas claras, el chavismo siempre se caracterizó por el culto a la personalidad en torno a su fundador, el clientelismo y la apuesta a fondo por una serie de medidas populistas financiadas a base de tirar de la chequera de PDVSA. En este sentido, el socialismo del siglo XXI no fue nunca más que una etiqueta que jamás llegó a definirse claramente. Funcionó más como eslógan que como realidad. Y ahora, perdidas las elecciones, como buen populismo con ramalazos autoritarios, prefiere apuntar con dedo acusador al "pueblo traidor" y a las "maniobras de los vendepatrias" antes que dedicarse a hacer una autocrítica seria de sus muchos errores. Lo cierto es que, aunque no lo quieran aceptar, desaparecido el carismático líder, el chiringuito chavista, tan lleno de contradiciones, era incapaz de mantenerse en pie. No hay que descartar, por desgracia, que Maduro y sus adláteres se aferren al poder y, ahora sí, monten un golpe de Estado con todas las de la ley que, entonces sí, podría dar lugar a una dictadura. El mesianismo dogmático suele conducir a ese tipo de callejones sin salida.

No obstante, también conviene tener presente que la coalición de partidos de la oposición que ganó estas elecciones aglutina a sectores moderados junto a otros tan dogmáticos e intolerantes como los seguidores de Maduro, pero por el otro lado. No hay más que observar la retórica del odio que gastan muchos de sus simpatizantes en las redes sociales para hacerse una idea. Por este otro lado, convendría que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) olvidase las ansias de revanchismo y se concentrase en hacer lo que los venezolanos parecen demandar en estos momentos, esto es, solucionar los graves problemas económicos que tiene planteado el país. Harían bien, entre otras cosas, en no eliminar por completo algunos de los avances que se han producido durante la etapa de gobierno chavista y que han beneficiado a los sectores más pobres de la sociedad.

En definitiva, que la situación requiere un temple y una generosidad que no estoy seguro del todo que imperen ni entre las huestes del chavismo, ni tampoco entre las filas de la oposición. Ya veremos por dónde sale todo esto. {enlace a esta entrada}

[Thu Dec 10 20:40:40 CST 2015]

Hoy he observado que muchos amigos míos militantes o simpatizantes del PSOE han ido compartiendo en las redes sociales el enlace al comentario político de Iñaki Gabilondo en el que afirma que se está produciendo una "caza del PSOE". Según Gabilondo, todo parece indicar que existe un "pacto tácito" entre el PP y Podemos para atacar al PSOE y comerle terreno en estas elecciones. Algo así, digamos, a la famosa "pinza" que, supuestamente, acordaran Aznar y Anguita en su momento para contribuir a la caída de Felipe González en los años noventa. La verdad es que la mayor parte de las reflexiones de Gabilondo me parecen razonables y acertadas, pero no en este caso. Sencillamente, el hecho de que tanto PP como Podemos (o, por otro lado, aunque él no lo mencione, Ciudadanos) estén posicionándose para arrancarle votos a los socialistas tiene más que ver con mera estrategia electoral que con pactos de ningún tipo. Tanto uno como el otro (así como Ciudadanos) saben que pueden crecer a costa de los socialistas, que se encuentran en una situación de clara debilidad. Imaginemos, por un momento, que hubiera un partido más o menos potente a la derecha del PP. En esas circunstancias, pareciera bien lógico que tanto dicho partido como el PSOE y Ciudadanos centraran su atención durante la campaña electoral en desgastar al PP y arrancarle votos. ¿Acaso se le ocurriría a alguien en esas circunstancias afirmar sin más ni más que la hipotética fuerza ultraconservadora, los socialistas y Ciudadanos habían firmado un "pacto tácito"? Para nada. Se trataría únicamente de tres fuerzas políticas cada una siguiendo su propio interés electoral que, debido a las circunstancias del momento, tienen un competidor común. Nada más. Por supuesto, a los socialistas (y, no nos engañemos, Gabilondo siempre ha tirado más hacia el PSOE que hacia otros partidos) les conviene presentarlo como una conspiración de todos contra ellos. Sin embargo, me parece equivocado. {enlace a esta entrada}