|
[2024] [2023] [2022] [2021] [2020] [2019] [2018] [2017] [2016] [2015] [2014] [2013] [2012] [2011] Diciembre Noviembre Octubre Septiembre Agosto Julio Junio Mayo Abril Marzo Febrero Enero [2010] [2009] [2008] [2007] [2006] [2005] [2004] [2003] [2002] |
[Fri Dec 30 17:01:12 CST 2011]Aunque muchos pensaban que Rajoy aplazaría las medidas más duras hasta pasadas las elecciones autonómicas andaluzas, el nuevo Gobierno ha anunciado hoy el mayor recorte presupuestario de la historia de nuestro país, así como una gran subida de impuestos. Y, lo que es más importante aún, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría ha advertido bien a las claras que sólo se trata del "inicio del inicio", como no podía ser de otra manera. Igualmente se veía venir que unos (los altos cargos del nuevo Gobierno del PP) iban a achacarlo todo a la supuestamente desastrosa gestión del Gobierno de Zapatero, mientras otros (los líderes de la desarbolada oposición socialista) se opondrían a las medidas con una cierta dosis de cinismo, demagogia e hipocresía, pues, como ya señalé hace unos días mientras comentaba las palabras de Rajoy durante su discurso de investidura, todo esto no es sino la continuación lógica de lo que ya iniciara el Gobierno del PSOE. Es decir, que el continuismo en la política económica es bien evidente. Habrá, desde luego, diferencias de grado, puntualizaciones aquí o allá, pero el meollo de la política es la misma, no nos engañemos: austeridad, recortes presupuestarios, flexibilización del mercado de trabajo y capear el temporal como buenamente se pueda. Si acaso, llama la atención que el Gobierno del PP muestre más agallas que el del PSOE en el momento de subir los impuestos de una forma más o menos progresiva. Cierto, cerca de dos tercios del aumento de los ingresos provendrá directamente de las contribuciones salariales, en lugar de hacerlo de los beneficios del capital o el impuesto de sociedades. Pero ello no quita para que reconozcamos que, al menos, ese aumento de impuestos de las contribuciones salariales se hace de una forma claramente progresiva. Además, no debemos olvidar tampoco que se incrementa el impuesto de bienes inmuebles de una forma que igualmente tasa más a quienes más tienen. Como digo, no está de más recoocerle esto al nuevo Gobierno. La pregunta del millón, por supuesto, es si puede o no hacerse otra política. Seamos sinceros, tal y como está la cosa, dudo mucho que sea posible. No digo que no me gustaría que lo fuera, sino que no acierto a ver qué otra cosa podríamos hacer. Se habla mucho de políticas keynesianas estos días (gente como Vicenç Navarro no parece hacer otra cosa), pero nadie acierta a explicar de dónde puede salir el dinero para financiarlas. ¿De un mayor endeudamiento, quizás? ¿Y quién financia esa deuda? No olvidemos que el Banco Central Europeo (BCE) no tiene la potestad para imprimir moneda o comprar deuda de los estados-miembros. Una vez más, a lo mejor convendría cambiar eso. A lo mejor me gustaría que fuera de otra manera. Pero, guste o no guste, en estos momentos no puede hacerlo. Por consiguiente, ¿cómo podemos financiar una política de fomento de la demanda al estilo keynesiano más clásico? ¿De dónde sale el dinero? Se suele poner a Obama como ejemplo, pero con ello parecen olvidarse unos cuantos hechos difícilmente discutibles: en primer lugar, la política de estímulos aplicada por la Administraci&oacte;n de Obama ha tenido hasta el momento unos efectos más bien míinimos en la economía estadounidense; segundo, la deuda federal de los EEUU no ha parado de crecer mientras que sus políticos hacen alarde de irresponsabilidad aplazando a un futuro indefinido el momento de tomar las duras decisiones que, tarde o temprano, tendrán que aplicar; tercero, la Reserva Federal no es el BCE; y cuarto, EEUU cuenta con su propia moneda, que puede devaluar dependiendo de sus necesidades de exportación, algo que no podemos hacer nosotros. Seguramente habrá más elementos a tener en cuenta, pero solamente esos debieran ya demostrar bien a las claras que no es tan fácil seguir el "modelo de Obama", que bien pudiera catalogarse como "pan para hoy y hambre para mañana" debido a su carácter cortoplacista. En cualquier caso, hay otro elemento que a mí me parece fundamental, pero que mucha gente no parece siquiera tener en cuenta: convendría no caer nuevamente en la misma piedra, fomentando una vez más un modelo de crecimiento basado en la deuda y el consumo desmesurado. Esto último, como digo, me parece fundamental. Y, sin embargo, la amplia mayoría de los analistas parecen obviarlo, a pesar de que no hace tanto estábamos todos autoflagelándonos en acto de contricción por los excesos del boom económico. Ahora resulta que, de buenas a primeras, hemos olvidado por completo los comentarios sobre los límites ecológicos, la necesidad de austeridad y la importancia de promover una valores menos materialistas y todo dios regresa a subrayar la importancia de relanzar el consumo, aunque sea a costa de... bueno, a costa de mayor deuda. Tan acostumbrados estamos a la droga que ni siquiera nos damos cuenta del error. Pues bien, yendo un poco a contracorriente, voy a dejar escrito aquí que me parece que la política de austeridad que se está aplicando en Europa, a pesar de todos los pesares —aunque esté costando sangre, sudor y lágrimas— es más acertada a largo plazo que la que se está siguiendo en los EEUU. Eso sí, la austeridad debe ser compartida de tal forma que quien más tenga aporte más, pero ello no quita para que ponga en duda la necesidad de dicha austeridad. Sencillamente, volver a los excesos de la cultura consumista y endeudada de los últimos diez años (en España, porque en los EEUU fueron más bien treinta años, de ahí que el nivel de deuda de la sociedad estadounidense sea mucho mayor) no es la solución, por más que a corto plazo pueda volver a poner en marcha la maquinaria y sea, desde luego, de lo más tentador. {enlace a esta entrada} [Fri Dec 23 12:01:12 CST 2011]Salvo unos años que milité en Los Verdes, siempre fui simpatizante del PSOE, partido en el que también he militado en diversos períodos de mi vida, incluyendo ahora mismo. Sin embargo, como lo cortés no quita lo valiente, no por ello he de dejar de reconocer mi admiración por Julio Anguita. No se trata ya de que se pasara años advirtiéndonos de la que se nos avecinaba precisamente cuando nadie la hacía caso y todos (incluyéndome a mí) nos reíamos de su "dogmatismo" claramente "trasnochado", sino que con el paso del tiempo y la distancia que da el haberse retirado de la política profesional, parece que don Julio se ha ido convirtiendo casi en el maestro que comparte su sabiduría con el resto de ciudadanos, siempre en pie de igualdad y sin faltar a nadie. Lo digo, por ejemplo, por conversaciones como la entrevista a Julio Anguita que leemos hoy en el diario Público (y que, todo sea dicho, ha sido publicada con un titular que no le hace justicia para nada a su contenido). Ahí van algunas perlas que he podido entresacar del texto: Hay, por supuesto, afirmaciones que no tengo tan claras, a decir verdad. Por ejemplo, no tengo yo tan claro eso de que salirse del euro sea la solución a nuestros problemas económicos. Como el propio Anguita reconoce, eso sería durísimo. Me parece mucho más lógico, como &eacutge;l mismo propone, emprender un proyecto serio de unidad política europea con una política fiscal común que incluya la redistribución solidaria de riqueza dentro de la unión. Un objetivo bien difícil, cierto, pero no imposible ni utópico, creo yo. En cualquier caso, sus comentarios sobre la profesionalización de la política en el seno de los partidos de la izquierda (el PCE tanto como el PSOE) me parecen imprescindibles, así como sus reflexiones sobre la responsabilidad del pueblo y la necesidad de decirle a los ciudadanos cuando creemos que han tomado la decisión errónea. Las decisiones de la mayoría hay que aceptarlas democráticamente, sin duda, pero ello no quiere decir que hayamos de estar de acuerdo con ellas, ni tampoco que debamos evitar criticarlas. {enlace a esta entrada} [Wed Dec 21 11:44:44 CST 2011]La gráfica que publicó ayer The Economist sobre el PIB mundial mete bastante miedo en el cuerpo, a decir verdad: No sé a otros, pero a mí me parece que apunta claramente hacia lo que hace poco denominábamos un aterrizaje suave, salvo que en este caso no es siquiera algo que estemos persiguiendo de forma consciente (más bien al contrario). O, lo que es lo mismo, que el 2012 no parece que pinte demasiado optimista. La gráfica indica que las economías avanzadas han crecido por debajo del 1% durante este 2011, en tanto que las economías en vías de desarrollo lo han hecho aproximadamente a un 3%. Asimismo, la tendencia es, obviamente, a la baja, tanto en un caso como en otro. Por supuesto, la tendencia podría cambiar en 2012, pero para ello sería necesario que la demanda en algún sitio tirara de la economía. Sencillamente, no acierto a ver de dónde puede provenir dicha demanda. Los gobiernos de las economías avanzadas andan preocupados en implementar medidas de austeridad presupuestarias como no habíamos visto desde los años treinta del siglo pasado, mientras que los consumidores están demasiado preocupados como para incrementar el consumo, entre otras cosas porque ya no tienen margen alguno para incrementar su deuda. Y, por lo que hace a los países emergentes, su crecimiento se ha basado hasta ahora en la demanda de los países ricos. Cierto, países como China, Brasil o India podrían fomentar la demanda nacional, pero me da la sensación de que eso sólo redundaría en un mayor crecimientos de sus propias economías, que no necesariamente las nuestras. Además, cambios de política económica como esos llevan un tiempo. Mi sensación es que sus efectos (repito, asumiendo que en verdad dichas medidas llegaran a tener un efecto positivo sobre nosotros, cosa que dudo) no se dejarían ver hasta bien entrado el 2013. Por tanto, mi impresión, por desgracia, es que nos espera un duro 2012 en el que, en el mejor de los casos, veremos un crecimiento lento, incapaz de crear suficientes puestos de trabajo para reactivar nuestras economías y, en el peor de los casos, podría verse incluso una segunda recesión de desastrosos efectos sociales. {enlace a esta entrada} [Mon Dec 19 17:16:04 CST 2011]Bueno, pues parece que Rajoy finalmente ha tenido que hablar un poco sobre sus planes de gobierno, aunque sólo fuera porque no tenía más remedio, ya que se trataba de su discurso de investidura en el Congreso. Y, la verdad sea dicha, lo que ha planteado me parece lo más normal del mundo, por más que desde las filas del PSOE ya se le esté criticando por su supuesta falta de definición. No es que lo haya detallado todo, desde luego, pero sí que ha lanzado el mismo número de pistas que hubiera lanzado Zapatero en su caso (de hecho, que las que lanzó Zapatero en esta misma tesitura). Después de todo, las cosas cambian demasiado rápido. ¿Qué es lo que propone Rajoy, pues? Pues, como decíamos, un listado de medidas que se me antoja razonable y, al mismo tiempo, más de lo mismo, la verdad: recortes del gasto público por 16.500 millones de euros, actualización del poder adquisitivo de las pensiones de acuerdo a la inflación, supresión de las prejubilaciones, modificar el criterio para calcular la cuantía de la pensión para tener en cuenta lo cobrado durante toda la vida laboral, cambios en los convenios colectivos para dar prioridad a los acuerdos de empresa y a los sectoriales frente a los territoriales, trasladar las fiestas laborales a los lunes para evitar los puentes (eso sí, con la excepción de aquellas "con mayor arraigo", que seguramente el Gobierno del PP interpretará automáticamente como las de carácter religioso, como es de esperar), evaluar las políticas de empleo, controlar el absentismo laboral, lanzar planes de reinserción laboral reforzada para los parados de larga duración, un nuevo Plan de Empleo Juvenil (y van...), la reforma de la formación profesional (¿cuántas veces habremos oído esto?), una Ley de Estabilidad Presupuestaria, una segunda oleada de fusiones bancarias, modificaciones para que los autónomos y PYMES no tengan que pagar el IVA hasta que efectivamente hayan cobrado las facturas, ayudas fiscales al empleo, el pago de las deudas de las Administraciones públicas... en fin, una larga lista, pero nada claramente diferente a lo que ya estaba haciendo el Gobierno de Zapatero. Si acaso, todo hay que decirlo, Rajoy cuenta con la ventaja de que acaba de llegar a la Moncloa y, por consiguiente, podrá beneficiarse de un cierto periodo de gracia, además de contar con una clara mayoría absoluta en el Congreso y el Senado. Pero nada de ello cambia las circunstancias, que son más bien duras. Se mire como se mire, Rajoy va a continuar las políticas de austeridad que ya comenzara Zapatero y el tan cacareado "cambio" se va a quedar, al menos de momento, en un mero cambio de caras, como era de esperar. Por eso mismo, al menos de momento, los socialistas tampoco podrán pasarse demasiado en sus críticas. Las diferencias brillan por su ausencia en este inicio de la nueva legislatura. Ya veremos qué nos deparan los meses venideros. {enlace a esta entrada} [Mon Dec 19 16:57:42 CST 2011]No creo que sorprenda a muchos el estudio del Ministerio de Sanidad hecho público hoy que concluye que prácticamente el único beneficio de las distintas medicinas naturales queda reducido al conocido efecto placebo. Esto hace ya tiempo que se sabía a través de otros muchos estudios realizados tanto por las autoridades sanitarias de muchos países como por equipos científicos también de variada procedencia geográfica. De hecho, el estudio concluye que especialidades como la acupuntura quizá puedan tener algún efecto muy limitado en ciertos contextos (por ejemplo, para controlar las náseas y vómitos post-operatorios, así como los provocados por la quimioterapia), pero incluso en estos casos no queda nada claro si a lo mejor todo es debido al efecto placebo. Lo mismo puede decirse de las distintas terapias de masaje, que quizá puedan tener un efecto positivo, algo que se descarta contundentemente en el caso de la homeopatía. Si acaso, lo más positivo que puede decirse de las distintas prácticas de medicina alternativa es que, por lo general, no tienen un efecto negativo sobre la salud de los pacientes. O, lo que es lo mismo, que en el mejor de los casos sus beneficios se limitan a la mera autosugestión, pero por lo menos tampoco tienen ningún efecto claramente negativo que empeore el estado de los pacientes. Se tata, como digo, de lo que ya hemos venido oyendo hace muchísimo tiempo, pero como en otros campos del conocimiento parece que nos negamos a aceptar ciertas cosas sencillamente porque preferimos seguir creyendo en cuentos de hadas. Se trata de una reacción muy humana, me temo. {enlace a esta entrada} [Mon Dec 19 12:15:06 CST 2011]Rebelión publica hoy una entrevista con el historiador Fernando Hernández Sánchez, autor de Guerra o revolución. El Partido Comunista de España en la guerra civil, de la que me gustaría destacar la siguiente respuesta general a la pregunta de si nuestra Guerra Civil fue realmente una auténtica guerra civil: La primera parte de la respuesta me recuerda a la vasta obra de doce volúmenes que escribiera Hugh Thomas sobre nuestra Guerra Civil, y que leí allá en mi juventud, cuando todavía no había llegado a los 18 años de edad. Si algo me llamó la atención de aquella obra de Hugh Thomas fue que, para describir las causas de la Guerra Civil, se remontaba al mismísimo Fernado VII. Y estabe en lo cierto, creo. Al igual que afirma Hernández Sánchez, Hugh Thomas también observó hace ya muchos años que las raíces últimas de aquel conflicto bélico podían encontrarse en la industrialización fallida, la ausencia de una burguesía ilustrada capaz de promover reformas profundas, la pervivencia de una oligarquía reaccionaria que vivía de sus privilegios, una Administración ineficaz entregada al clientelismo y, en general, una sociedad y una cultura que aún no se habían modernizado. Lo peor de todo es que, todavía a finales de la década de los setenta, cuando se produjo la transición a la democracia, persistían algunos de esos elementos en nuestra realidad cotidiana. Peor incluso, aún perviven algunos restos en este siglo XXI que acabamos de comenzar. En este sentido, la labor modernizadora que llevaron a cabo los socialistas durante los años ochenta no acabó de cuajar del todo. Ayudó a modernizar nuestro país, de eso no cabe duda alguna, pero el proyecto de cambio social y político no fue llevado a cabo por completo y se vio truncado en parte por los escándalos de corrupción que martirizaron a Felipe González durante los primeros años de la década de los noventa y contribuyó al triunfo electoral de Aznar en 1996. No nos equivoquemos, la sociedad española de hoy día no tiene nada que ver con la de los años treinta, ni siquiera con la de los setenta. Y, pese a todo, tampoco puede decirse que el proyecto de modernización y cambio haya llegado a buen puerto aún. Se mire como se mire, todavía no estamos al mismo nivel que Francia o Alemania, por no hablar de Holanda, Dinarmarca o Suecia. Y no me refiero solamente a los niveles de bienestar social, sino también a sus niveles de democracia, de equiparación de derechos y de lucha contra los intereses oligárquicos. O, para explicarlo de otra forma, estoy convencido de que sigue habiendo hueco en España para un proyecto socialdemócrata serio y consecuente. Quizá deban ir por ahí los intentos de reconstruir el PSOE tras las severas derrotas electorales sufridas últimamente. {enlace a esta entrada} [Fri Dec 9 18:23:46 CST 2011]No cabe duda alguna de que la noticia del día ha sido la cumbre de jefes de Estado de la UE, que ha acabado con un acuerdo sobre el tema de la crisis de la deuda soberana, pero también con un claro paso atrás en las relaciones con el Reino Unido. Seamos honestos, esto se veía venir desde hací ya tiempo. Cualquiera que siguiera la política de la UE más o menos de cerca sabía que, tarde o temprano, el Reino Unido debía elegir entre seguir adelante con el proceso de integración con todas sus consecuencias o descolgarse del mismo. Es decir, que los británicos debían tomar una decisión clara y firme, dejando con ello de pisar el freno constantemente. De hecho, visto lo visto, casi debiéramos alegrarnos de que la ruptura haya sucedido en términos relativamente amistosos y, sobre todo, sin dramatismo... eso sí, la única razón por la que la ruptura en sí no tiene el dramatismo que cabía esperar es porque, desgraciadamente, hay otros problemas mucho más importantes que le restan protagonismo. Al fin y al cabo, cuando se corre el riesgo de que el euro se vaya al garete, el hecho de que el Reino Unido se sume o no a la siguiente fase del proceso de integración es casi secundario. En todo caso, como decía, no creo que la actitud de Cameron preocupe demasiado al resto de líderes europeos. Hace ya tiempo que el Reino Unido dejó de ser una gran potencia, aunque ellos sigan ensimismados en su pasado imperial y se nieguen a verlo. Es más, aunque la decisión de Cameron, tomada obviamente para defender los intereses de la City, puede revertir en un beneficio a corto plazo, me temo que, a más largo plazo, puede significar que el centro de la actividad financiera vaya trasladándose poco a poco a Frankfurt, sobre todo si la zona euro no estalla y consigue superar la presente crisis. Le deben a Margaret Thatcher haber desmantelado casi por completo el sector industrial de su economía y haberse entregado en cuerpo y alma al sector financiero. Si ahora pierden eso, el panorama que se les presenta es más bien sombrío, por más que quieran sacarla partido a su "relación especial" con el amigo americano. Por cierto, que también este papel dejaría de ser tan importante si la UE decide seguir un camino más independiente, como seguramente sería el caso si queda en manos de Alemania y Francia. En definitiva, que no tengo tan claro que Cameron haya tomado la decisión acertada para los propios intereses británicos a largo plazo, por más que a corto plazo seguramente obtenga algún rédito. {enlace a esta entrada} [Thu Dec 8 17:53:18 CST 2011]La noticia, tal y como ha aparecido hoy en el diario Público, de que Rouco quiere que la ley de dios vuelva a guiar las decisiones públicas ha llenado de indignación a las huestes progresistas en las redes sociales. Sin embargo, me parece importante resaltar algo que, en principio, debiera saltar a la vista: el titular de Público como tal es bastante partidista, llegando incluso a deformar la realidad de la que se informa de una manera no muy distinta a como lo hacen los diarios de la derecha pura y dura. Y, cuidado, porque quien me conoce sabe perfectmante que soy un agnóstico convencido que, además, cree firmemente en la separación entre Estado e Iglesia. Pero eso es una cosa y ser abiertamente anticlerical es otra bien distinta. Veamos, primero, lo que propone Rouco, según el propio diario con sólo ir un poco más allá del titular: ¿Y? ¿A qué viene exactamente el escándalo? Según leemos, Rouco ha pedido a sus fieles que se involucren activamente en la vida política y social de nuestro país para fomentar los valores morales en los que creen. ¿Cuál es, exactamente, el motivo de preocupación aquí? ¿Acaso no tienen derecho los católicos (como los musulmanes, los budistas, los agnósticos o los ateos) a participar en política y tratar de que la legislación por la que nos regimos se ajuste a sus principios y convicciones? Siempre y cuando no impongan sus ideas por las bravas, yo no acierto a ver un problema. De la misma manera, por supuesto, tampoco quiero oír por parte de Rouco y sus huestes ninguna protesta si resulta que la mayoría de la sociedad prefiere regirse por unos valores distintos a los suyos. Pueden, evidentemente, mostrar su desacuerdo, pero tienen la obligación de aceptarlo como el deseo de la mayoría de los ciudadanos en la sociedad en la que viven. En otras palabras, como decía al principio, me parece que Público no ha hecho sino tratar el tema con un partidismo evidente, lo cual no dice mucho en su favor. Sencillamente, contrarrestar el periodismo distorsionado y desvergonzado de la derecha con otro periodismo igualmente partidista por parte de la izquierda me parece que es el camino equivocado. {enlace a esta entrada} [Thu Dec 8 13:29:03 CST 2011]Leo hoy un artículo en el diario Público sobre Jorge Riechmann, quien acaba de publicar un nuevo poemario titulado El común de los mortales y no tengo más remedio que confirmar, una vez más, que no soy para nada un aficionado a la llamada poesía social, por más que a menudo esté de acuerdo con los valores e ideas que en ella se expresan. En este caso, suelo estar de acuerdo con buena parte de lo que escribe Reichmann sobre el capitalismo avanzado y los problemas ecológicos a que hacemos frente. Sin embargo, no me parece que la poesía sea necesariamente el medio ideal para expresar opiniones políticas. Que cada cual haga lo que le parezca oportuno, por supuesto. No soy nadie para coartar la libertad de expresión de otros. Y, por supuesto, no descarto que algunos poemas sean en verdad más o menos decentes en lo que respecta a su calidad literaria. El problema es que, por lo general, la literatura comprometida tiende a dar primacía a la ideología sobre otros aspectos, y es ahí cuando metemos la pata, creo yo. Por ejemplo, en este caso el periodista que firma el artículo menciona algunos versos que, se supone, le parecen especialmente buenos y que merecen ser destacados del libro en cuestión. A mí, por desgracia, la mayoría me parecen interesantes desde el punto de vista intelectual, político o filosófico, pero bastante mediocres desde el punto de vista literario. Ahí van un par de ejemplos: Como decía, puede uno estar de acuerdo con el mensaje (yo, desde luego, lo estoy), pero ¿de verdad que esto puede considerarse buena poesía? No sé, a mí me parecen más bien extractos de discursos políticos. Y ése es precisamente el problema que tengo con este tipo de poesía. Sí, me encuentro entre quienes piensan que Viento del pueblo, de Miguel Hernández, es un poemario pobre y mediocre comparado con otras obras suyas, por no hablar siquiera de su carácter abiertamente maniqueo y hasta erróneo moral y políticamente en lo que hace a la defensa de ciertos personajes históricos con un currículo bastante dudoso. En fin, que ni veo porqué hayamos de defender todo lo que haga alguien porque ese alguien coincida con nosotros ideológicamente, ni tampoco soy partidario de caer en el fanatismo papanata y monotemático de esparcir a los cuatro vientos loas hacia obras de artes más bien mediocres porque contienen un mensaje progresista. No confundamos las cosas, por favor. Por cierto que, buscando documentos en la Web sobre otro poemario de Riechmann que se menciona en el artículo de Público, me he encontrado con una entrada en la bitácora El Rincón de Haika que transcribe unos cuantos poemas de Riechmann y, una vez más, me parece que sólo uno de ellos tiene en realidad alguna calidad literaria: El resto, por desgracia, me parecen tan mediocres (como poemas) como los que yo mismo transcribí unas cuantas líneas más arriba. Eso sí, algunos mueven a la reflexión. A lo mejor Riechmann debiera dedicarse a escribir aforismos a lo Nietzsche, en lugar de poemas. Claro que también cabe argumentar que uno no tiene más que leer sus libros como colecciones de aforismos para superar mis propias críticas. Touché. {enlace a esta entrada} [Tue Dec 6 13:50:22 CST 2011]Aunque creo haber escrito ya sobre este tema cuando el autor publicó el libro original en inglés, nunca está de más revisitar el tema. El diario Público imprime hoy un artículo titulado La contracultura es un mito comercial sobre el libro La conquista de lo cool, de Thomas Frank que merece la pena leer a pesar de que, como decía, se trata de un asunto más bien de puro sentido común. Como señala el autor: En algún otro lugar, Frank habla del mito construido en torno a Apple y sus productos, todo un símbolo de la "rebeldía creativa". Por supuesto, en realidad sólo se trata de mero consumo. Es lo que Marcuse, Fromm y otros llamaban obsolescencia planificada allá por los sesenta. El turbocapitalismo (como lo llama Frank) necesita de esta innovación continua para seguir vendiendo nuevos productos, aunque todo no sea más que humo, baratijas brillantes como las que le vendían a los nativos americanos para camelarles. Todo esto, obviamente, está conectado a las vanguardias artísticas, la obra de arte entendida como mero producto de mercado, la música pop y todos los demás productos concebidos para los mercados de masas. En fin, que nada de esto es nuevo en realidad. Como decía antes, ya se escribió sobre todo esto en los sesenta. No hay que soreprenderse, pues. Pero, si nada de esto es nuevo, ¿por qué me parece importante traerlo a colación? Fundamentalmente porque una cierta parte de la izquierda, la que más se ha dejado influir por el postmodernismo de los ochenta, continúa obsesionada con estos asuntos. Me refiero a los progres guay que montan sus protestas repletas de creatividad e innovación, sus carnavales callejeros repletos de bullicio y color. No es que nada de eso esté mal, no. Sobre todo no está mal si no se dejan comercializar, si no caen en la tentación del canto de sirena de la industria mediática y su retórica falsamente subversiva y "rebelde". En definitiva, está muy bien eso de pasárselo bien y ser muy creativo, pero donde de verdad se golpea al capitalismo es viviendo en sus márgenes o, cuando menos, evitando el consumismo despilfarrador tanto como sea posible. Nada de esto tiene nada que ver con la creatividad y sus falsas promesas de rebeldía. La rebeldía se demuestra en el día a día, no siendo muy original y "creativo". {enlace a esta entrada} |