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[Thu Aug 31 12:39:02 CEST 2011]Aunque hace unos días escribí en estas mismas páginas contra la enmienda para introducir un artículo en favor del equilibrio presupuestario en la Constitución, hoy debo reseñar aquí mismo el artículo de Felipe González titulado Debates confusos que publica el diario El País como un claro ejemplo de escrito bien argumentado (no podía uno esperar menos de Felipe González) manteniendo la posición opuesta a la mía. Entre otras cosas, subraya lo siguiente: No obstante, aunque, como decía, me parece bien evidente que Felipe González usa argumentos bien razonables, no me convence. No voy a repetir aquí lo que ya dejé escrito hace apenas unos días, pero sí que tengo que comentar, cuando menos, los puntos que menciona González en su artículo. Él es el primero en reconocer que existen otros mecanismos legales para controlar el déficit que no implican una reforma constitucional. Yo iría aúns más lejos. Si nos limitamos a añadir una enmienda constitucional redactada en términos más bien vagos (pues ni siquiera recoge un porcentaje límite de déficit, como no podía ser de otra manera para no pillarnos los dedos en momentos de auténtica necesidad), su utilidad va a ser la misma que las declaraciones constitucionales a favor del pleno empleo o el derecho a la vivienda, es decir, bien poca. Y, ¿para qué tocar la Constitución para añadir una mera declaración de intenciones que después es bien probable que ni siquiera llevemos a la práctica? Lo siento mucho, pero yo ahí sólo veo inconvenientes. Sencillamente, no me parece nada serio introducir enmiendas constitucionales para lo primero que se nos ocurra o, como en este caso, para que "los mercados" piensen que nos tomamos el equilibro presupuestario con seriedad. Porque, seamos honestos, esto se hace debido a la presión de "los mercados" sobre nuestra deuda y no por otra cosa. Una vez que tenemos eso bien claro, cabe preguntarse si toda una Constitución debe quedar supeditada a este tipo de cosas claramente efímeras. Por tanto, la comparación que hace González con las enmiendas constitucionales en EEUU es bastante capciosa. Para empezar, la Constitución estadounidense es una constitución de mínimos, por así decirlo. No incluye ninguna enmienda sobre el tema del déficit porque, con buen criterio, los estadounidenses están convencidos de que tiene más sentido contar con una Constitución breve, efectiva y que se limita a establecer las pautas generales de convivencia, para que sean después los ciudadanos quienes establezcan el marco general y den las pinceladas que crean convenientes con todos los detalles que quieran. O, lo que es lo mismo, que el modelo constitucional estadounidense da primacía a la flexibilidad y la adaptación a las circunstancias sobre el objetivo de escribir una Constitución detallista y que parezca un mamotreto. Pero ahí no queda la cosa, sino que además González parece obviar el hecho de que las reformas constitucionales en los EEUU se hacen siempre con participación ciudadana de por medio y tras haber llevado a cabo un debate largo y amplio, y no llegando a un acuerdo en comandita con el jefe de la oposición y anunciándolo por sorpresa en el pleno del Congreso sin que ni siquiera se hubieran entereado los propios diputados de las fuerzas políticas que supuestamente habían acordado aprobar la enmienda. En fin, que una vez más da la impresión de que Zapatero no ha hecho sino impovisar, salirle al paso al monstruo de "los mercados". Eso no hay artículo de Felipe González que lo cambie. {enlace a esta entrada} [Mon Aug 29 12:33:04 CEST 2011]El artículo de Mario Vargas Llosa titulado La fiesta y la cruzada publicado ayer por El País me parece un claro ejemplo de tolerancia y sensatez, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de necedades que se han escrito y dicho durante los días que duró la visita del Papa a Madrid con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Que conste que soy un agnóstico empedernido y firme defensor de la más estricta separación entre Iglesia y Estado, pero no veo por qué haya de confundirse eso ni con la obsesión anticlerical ni tampoco con la actitud anti-religiosa que parece dominar a muchos sectores de la izquierda española. Precisamente por ello, me parece impepinable la conclusión que alcanza Vargas Llosa en su artículo: Vargas Losa dice todo esto, por cierto, después de recordar que la sociedad española se ha ido secularizando a marchas forzadas, y no precisamente porque ningún Gobierno lo haya impuesto, sino por mera elección libre de los españoles, en parte debido al propio inmovilismo de la Iglesia. Esto me parece importantísimo. La separación entre Iglesia y Estado es, como decíamos, fundamental para una sociedad democrática. Ahora bien, no menos importante es respetar el derecho al culto, la libertad de religión y la tolerancia tanto del ateísmo como de las creencias religiosas. Tenemos que evitar, pues, caer en la tenteación anticlerical, que tanto vigor tuvo siempre en la tradición progresista en nuestro país. En los ambientes progres siempre se han visto muy bien los comentarios sarcásticos sobre la ignorancia de quienes tienen fe. No queda otro remedio que dejar eso atrás, de la misma forma que la derecha nacional-católica debe darse cuenta de que la sociedad española ha cambiado y no tienen derecho alguno a imponer sus creencias a la sociedad en su conjunto usando el ardid de la "tradición" y la "identidad nacional". {enlace a esta entrada} [Wed Aug 24 12:46:14 CEST 2011]El suplemento Tentaciones de Verano de El País publica hoy un fragmento literario titulado La decisión de don Juan y firmado por Lola Beccaria que me ha gustado bastante. Se trata de una breve historia sobre el amor, el sexo y el verano que intercala algunas reflexiones de peso sobre otro tema bien distinto: Reflexionando sobre ello, uno se pregunta si quizá estos tiempos que corren, con su imparable obsesión por lo nuevo y las útimas tendencias, no nos oculta esa gran verdad. {enlace a esta entrada} [Wed Aug 24 12:12:50 CEST 2011]Sorpresas te da la vida. El título de la noticia publicada por El País ya lo dice todo: Reforma exprés de la Constitución: en menos de un mes y sin referéndum. Lo que hasta hace poco era absolutamente intocable, ahora resulta que se puede hacer rápido, corriendo y sin debate público alguno, para que luego digan que la democracia representativa no funciona: Se me vienen tantas cosas a la cabeza que no sé ni por dónde empezar. Comencemos, si acaso, con el contenido de la propuesta. Ya creo haber escrito sobre este mismo tema aquí mismo hace ya bastante tiempo. En principio, la medida de prohibir el déficit público a través de una enmienda a la Constitución me parece innecesario, inútil y, si me apuran, hasta descabellado. ¿Por qué innecesario? Porque se trata de algo que ya puede aplicarse sin necesidad de reformar un documento tan importante como la Carta Magna. Su lugar, de hecho, debe ser el del diseño de las políticas presupuestarias que los representantes de los ciudadanos consideren oportuno tras debatirlo en el Parlamento, que para eso está. ¿Por qué inútil? Porque ya hay otros derechos reconocidos en la Constitución que ni siquiera se aplican, como pueden ser el caso del derecho a la vivienda digna y el derecho al empleo. Es más, por si alguien tiene alguna duda al respecto, habría que subrayar que ni siquiera Alemania (de donde, por cierto, llega la idea) ha sido capaz de cumplir con sus objetivos de déficit público en varias ocasiones. Y, finalmente, ¿por qué "hasta descabellado"? Fundamentalmente por dos motivos. En primer lugar, porque elimina el poco margen de maniobra que puede tener el Estado para hacer política económica contracíclica, intentando relanzar la demanda en un momento de necesidad, como de hecho sucedi&aocute; al comienzo de esta crisis económica que aún estamos viviendo. No son pocos los economistas que afirman sin lugar a dudas que, sin la aplicación de esas políticas de gasto público e intervención del Estado, podríamos haber visto una vez más la crisis de los años treinta. Pues bien, ahora estamos trabajando en una enmienda constitucional que no hará sino tirar esa herramienta a la basura. Pero es que, en segundo lugar, si hasta la política presupuestaria no puede quedar sujeta a la decisión de los poderes políticos a través de sus legítimos representantes, ¿en qué queda entonces la democracia? ¿Con qué cara podemos afirmar que la expresión de la voluntad popular en las urnas vale para algo en nuestros países? Dicho sea todo eso sin que nada de ello implique que la medida como tal (esto es, que las cuentas públicas cuadren) tenga por qué parecerme mal. Sencillamente, no se trata de eso, sino de reconocer que, aunque la medida en sí me parezca necesaria, creo que debe debatirse en la plaza pública, dar la oportunidad de expresarse a quienes no están de acuerdo y, finalmente, permitir que sean los ciudadanos quienes decidan. En eso consiste la democracia. Eso en cuanto al contenido. ¿Qué podemos decir con respecto a las formas? ¡Qué lejos queda el Zapatero inspirado por las ideas de un republicanismo cívico! Donde ayer se pensaba en la deliberación democrática y la participación ciudadana, hoy se prefiere llegar a acuerdos de diez minutos alrededor de una mesa camilla. Ya no parece importar el debate, la discusión y contraste de ideas, ni nada que se le parezca. Se llega a un acuerdo con los dirigentes del principal partido de la oposición, se reforma la Constitución sin ni tan siquiera preguntar a los ciudadanos y santas pascuas. La democracia, por desgracia, se deja de lado, por más que se cumpla, es cierto, con su letra, pero ciertamente no con su espíritu. El caso es que cada vez estamos dando más razones a quienes piensan que la democracia representativa hoy día está al servicio de los poderes económicos. Hasta tal punto es así que ni siquiera nos esforzamos en ocultarlo. Se asume como algo normal, sin más. {enlace a esta entrada} [Mon Aug 22 17:57:58 CEST 2011]Al Jazeera publica hoy un artículo de Nouriel Roubini titulado Is Capitalism Doomed? que, sin duda, nos mete el miedo en el cuerpo, sobre todo por venir de quien viene. Después de todo, se trata de uno de los analistas que llevaba ya tiempo avisándonos de la crisis económica que se desencadenó como consecuencia de las hipotecas basura. El panorama que pinta no es nada halagüeño, la verdad: Permítanme, antes que nada, una pequeña puntualización. Roubini parece caer en el mismo y prejuicioso error en el que caen tantos analistas económicos al contraponer el model anglo-sajón de laissez-faire con el de la Europa continental, supuestamente centrado en una política de bienestar social que sólo puede costearse a través de un enorme déficit. No se trata tanto de que los dos modelos no estén quizá tan claramente definidos (que de hecho lo están) como de que no me parece tan obvio que sea el segundo modelo el que necesariamente conduzca a un alto nivel de déficit y deuda pública, sobre todo teniendo en cuenta la cruda realidad de las estadísticas, que vienen a poner la deuda de los EEUU por encima de la de países como Alemania, Suecia, Finlandia o incluso Irlanda y España, a pesar de todos los pesares. En fin, que en este ámbito, como en muchos otros, una cosa es lo que repiten una y otra vez los medios de comunicación y otra bien distinta las estadísticas oficiales que, afortunadamente, están hoy día fácilmente disponibles a través de la Internet. En todo caso, lo que me interesa resaltar aquí es algo a lo que Roubini apunta, pero que nadie parece estar teniendo en cuenta: lo que estamos viendo no es una mera recesión más, sino una crisis profunda que afecta a las bases mismas del sistema. Si no acertamos a reformar el capitalismo tal y como ya se hiciera durante la última gran crisis, lo más probable es que caiga, por difícil que nos parezca en estos momentos. La Historia nos ha demostrado una y mil veces que, poco antes de caer un sistema político, económico o social, a la gente ni se le pasa por la cabeza la posibilidad de que desaparezcan. Sencillamente, tan acostumbrados están a vivir bajo él, usando las categorías mentales que nacieron y crecieron bajo dicho paradigma, que ni siquiera se les ocurre que pueda darse la vida más allá de lo realmente existente. Craso error, me parece. Estoy convencido de que nos encontramos ante una crisis de civilización, de modelo civilizatorio y las respuestas tendrán que ir bastante más allá de meros retoques superficiales para continuar como si aquí no hubiera pasado nada. Después de todo, eso es lo que hicimos la última vez que nos las vimos con una crisis más o menos seria en la década de los setenta. Todavía se encuentra uno con gente que afirma sin rubor que Thatcher y Reagan lograron sacarnos de aquella situación revitalizando el capitalismo y promoviendo la innovación. A estas alturas de la película debiera haber quedado bien claro cómo lo hicieron: se sacaron de la chistera el conejo del endeudamiento, público y privado. En otras palabras, nos animaron a endeudarnos hasta las cejas para, así, promover el crecimiento económico. Era pan para hoy y hambre para mañana, por supuesto. Aquello tenía que estallar tarde o temprano, y lo hizo finalmente hacia 2008. De nada servirá ahora buscar un nuevo subterfugio para tirar del carro del crecimiento económico mundial, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez nos estamos acercando más a los límites ecológicos del planeta. De hecho, si logramos hacerlo de alguna forma (no sé, quizá fomentando el consumo en los países emergentes), el impacto que tendrá en el medio ambiente será tal que el mundo de Blade Runner nos parecerá un mero juego de niños comparado con la triste realidad de finales del siglo XXI. No queda, pues, más remedio que cambiar el paradigma entero. Pero, ¿por dónde empezar? Como acertadamente señala Roubini, la solución que dio Marx a estos problemas (esto es, el socialismo), fracasó estrepitosamente en el siglo XX. Y, sin embargo, si él mismo dice que necesitamos una economía donde no se dé la tremenda desigualdad que vemos en estos momentos (tanto a nivel planetario como dentro de los países), ¿cómo llama a esa solución? ¿Acaso no es eso socialismo, aunque optemos por otro nombre más políticamente correcto? Se me hace difícil, además, imaginar un mundo poblado por tantos miles de millones de habitantes donde todo se deje a la "mano invisible". ¿Qué quedaría entonces para futuras generaciones? {enlace a esta entrada} [Mon Aug 22 09:24:25 CEST 2011]Hace ya unos cuantos domingos que leí una carta al director en El País Semanal que me pareció bastante acertada. Hablando del diseño de los carriles-bici en las ciudades españolas, la lectora afirmaba: El carril-bici en Sevilla, sin ir más lejos, es un buen ejemplo de esto. El trazado parece que hubiera diseñado por un mono borracho. No solamente se ha hecho a costa del acerado por el que transitan los peatones, sino que además los ciclistas se ven obligados a sortear obstáculo tras obstáculo, en ocasiones arriesgando tanto su propia seguridad como la de los peatones. Que no se me malinterprete, por favor. Tenemos motivos para sentir orgullo de la extensión del carril-bici en nuestra ciudad. Entre otras cosas, el uso de la bicicleta para el transporte se ha incrementado enormemente, lo cual siempre es positivo. No creo que nadie dude a estas alturas de que ha sido un gran acierto, hasta el punto de que hasta el nuevo Alcalde, Juan Ignacio Zoido, después de tanto criticarlo en un primer momento cuando comenzó a construirse, ha cambiado de opinión y durante la reciente campaña electoral ya no prometía dar marcha atrás, sino mejorarlo y ampliarlo. Pero nada de ello quita para que deje de reconocer uno que se ha hecho, como tantas otras cosas por estos lares, deprisa y corriendo. En fin, que se ha convertido en un buen ejemplo de chapuza. {enlace a esta entrada} [Sun Aug 21 16:08:40 CEST 2011]Leyendo un reportaje sobre Ibiza publicado en El País Semanal hace ya tres domingos me encuentro con la siguiente reflexión de un restaurador que lleva ya más de treinta años trabajando en la isla: Da qué pensar, la verdad. Sí, entiendo que quien habla tal vez sea un simpatizante de la derecha balear. De todos modos, ello no quita para que dejemos de reconocer una cierta tendencia que se ha venido dando en los últimos años dentro de la izquierda en casi todos los países avanzados por la que se acentúa lo políticamente correcto, se politiza por completo la esfera de la vida cotidiana hasta tal punto que se elimina lo lúdico y festivo y se promueve un estilo de vida que destaca por las imposiciones continuas y la asfixiante falta de libertad y autonomía personal. En otras palabras, que ciertos sectores de la izquierda (hay de todo, por supuesto, pero estos sectores parece que se han ido imponiendo poco a poco) parecen esforzarse por imponer un nuevo dogma de lo progresista que se extiende incluso a la vida cotidiana y con el que hay que cumplir para conseguir la "denominación de origen". Esto se observa, sobre todo, en aspectos como el de los asuntos medioambientales o de género. Todo esto tiene bien poco que ver con aquella explosión libertaria que se apoderó de la izquierda durante la década de los sesenta. A veces le da a uno la impresión de que algunos izquierdistas se han convertido en viejos cascarrabias que pretenden guardar el dogma sacrosanto de la izquierda. Da un poco de miedo, sinceramente. No conviene tomarse las cosas tan en serio. {enlace a esta entrada} [Thu Aug 18 18:11:11 CEST 2011]No llega uno a entender del todo la que se ha montado con la propuesta de Rubalcaba de suprimir las Diputaciones Provinciales para ahorrar un dinero. El candidato socialista a la Presidencia del Gobierno afirma que ahorraría unos 1.000 millones de euros (al año, supone uno) y unos 1.000 cargos políticos. No menciona los cargos "no políticos" que también podríamos ahorrarnos. Como es bien sabido, las Diputaciones suelen convertirse en el lugar preferido de colocación para aquellos a quienes se debe un favor como consecuencia de las cuitas internas de los partidos políticos. Por supuesto, no todas las Diputaciones están cargadas de enchufados, pero cualquiera que se haya implicado en política sabe de lo que hablo. Se trata, después de todo, de una institución que no es elegida directamente por los ciudadanos en las urnas, sino cuyo modo de elección es indirecto, lo cual se presta aún más si cabe a los excesos. En cualquier caso, las razones para defender la eliminación de las Diputaciones me parecen de peso: Ahí está precisamente el quid de la cuestión. He participado en algunas discusiones sobre este asunto en la Intenert, y quienes defienden el papel de las Diputaciones Provinciales se agarran siempre a su importancia a la hora de proporcionar ayuda financiera a los municipios pequeños para que puedan seguir proveyendo a los ciudadanos de los servicios más básicos. Me parece muy bien. Nadie duda, creo yo, de ese papel. Lo que no está tan claro es que las comunidades autónomas, las mancomunidades de municipios o cualquier otro organismo no pueda desempeñar igualmente ese papel. Tan acostumbrados estamos a la actual división administrative del país, que no queremos ver más allá, pecando de un cierto conservadurismo, si no ideológico, sí al menos en cuanto a la actitud. Y ahí habría que comenzar por la todopoderosa presencia de la provincia, que ha ido perdiendo sustancia con el paso del tiempo. Creo evidente que, a estas alturas de la película, mucha gente se siente identificada con su población de residencia y después su comunidad autónoma, saltándose así a la torera a la provincia, que en realidad tiene bien poca relevancia hoy día. Se sigue usando como circunscripción electoral para elegir a nuestros representantes a Cortes, generando con ello quizá más problemas que otra cosa, entre otros el de la manifiesta desproporcionalidad de nuestro sistema electoral. No hay que tenerle miedo a estas cosas. Nada de ello lo dejó escrito Dios en las tablas de la ley, sino que se trata de meras decisiones administrativas hechas por seres humanos. Ya está bien de sacralizarlas. Pues bien, en lugar de entrar a debatir el tema con seriedad y propuestas en positivo, parece que preferimos aprovechar la oportunidad para hacer lo que sabemos hacer tan bien, esto es, tirarnos dardos envenenados los unos a los otros y caer en partidismos infantiles. Por ejemplo, leemos en la prensa que Rajoy reducirá organismos públicos pero rechaza suprimir Diputaciones y poco después se nos explica en el cuerpo de la noticia cuáles son las poderosas razones que se aducen para oponerse a tal medida: No hace falta tener muchas luces para darse cuenta de que, por esa regla de tres, los socialistas debieran defender también que desapareciesen Ayuntamientos y comunidades autónomas, puesto que han perdido muchas de ellas en las elecciones del 22-M. Lo cierto es que Ana Mato está haciendo demagogia partidista y poco más. No entra a hablar del fondo de la cuestión, que es lo que en verdad se plantea. Y, como decía más arriba, se agarra como un clavo ardiendo al hecho de que un número determinado de ciudadanos "dependen" de las Diputaciones. No, mire usted, no. Dependen del dinero que reparten las Diputaciones, que no de las Diputaciones en sí. De hecho, ese dinero les llega a las Diputaciones de otros escalafones de la Administración. ¿Qué impide, pues, el que dichos escalafones se encarguen de distribuir el dinero a esos millones de ciudadanos directamente, en lugar de pasar por el escalón intermedio de las Diputaciones? Por si todo esto fuera poco, llega Javier Arenas con otro despropósito de los suyos. Lo leemos en otra noticia en la que se nos dice que Griñán alza la voz en solitario contra la idea de suprimir las Diputaciones: Este hombre no tiene ni pajolera idea de lo que habla. Llega al punto que da un poco de vergüenza ajena. Vayamos por partes. Le doy la razón a Arenas cuando apunta que las delegaciones provinciales de las comunidades autónomas son quizá otro sinsentido y otro gasto superfluo que puede eliminarse. Hasta ahí estamos de acuerdo, aunque ignoro si se trata de una práctica extendida por todo el país o se limita únicamente a algunas comunidades. En cualquier caso, la propuesta de que los gobiernos autonómicos usen las diputaciones como delegaciones provinciales revela una ignorancia extrema de los principios más elementales de la organización administrativa. Las Diputaciones, tal y como están diseñadas, mancomunan a todos los ayuntamientos de una provincia, pero no responden en ningún momento al Gobierno de su comunidad autónoma, hasta el punto de que puede incluso ser de un signo político contrario al que tiene la mayoría a ese otro nivel. Arenas, como de costumbre, con sus ocurrencias del tres al cuarto. {enlace a esta entrada} [Sun Aug 14 12:28:59 CEST 2011]Atrasado en mis lecturas, como de costumbre. Así que hasta hoy mismo no he leído un reportaje publicado por El País Semanal hace ya un par de domingos en el que se preguntaba a una serie de escritores qué pensaban leer este verano. La respuesta que más me ha gustado es la de Chantal Maillard: {enlace a esta entrada} [Sat Aug 13 21:14:20 CEST 2011]¡Hay que ver la de vueltas que da la vida! ¡Sobre todo en política! Leemos en el web del diario El País que el ministro británico de Finanzas, George Osborne, afirma que sin mayor integración fiscal la viabilidad del euro se complica: Sorprende que todo un ministro británico de Finanzas haga este tipo de declaraciones, aunque hay que alabar su sinceridad en lo que respecta a la receta para solucionar la crisis de la deuda soberana a que estamos asistiendo: mayor unión fiscal en la eurozona y creación de eurobonos para consolidar la deuda. Por otro lado, parece difícil de creer que Osborne y otros conservadores se opusieran a la entrada de su país en el euro por la inexistencia de una unión fiscal, sino que parece mucho más probable pensar que, precisamente porque sabían que tarde o temprano dicha unión fiscal iba a ser necesaria, se opusieron a la entrada en el euro. No sé si me explico. Los británicos (sobre todo los conservadores) han estado siempre bastante opuestos a integrarse en ningún proyecto europeo que implicara mayor integración fiscal. No tiene nada de extraño, pues, que evitaran entrar en la eurozona a sabiendas de que un proyecto como ése no tenía más remedio que llevar a una mayor integración fiscal, algo que los tories siempre han aborrecido, por lo menos desde los tiempos de Margaret Thatcher. {enlace a esta entrada} [Sat Aug 13 13:10:19 CEST 2011]Hay cosas que le dejan a uno estupefacto. Si ayer leíamos que Plataforma per Catalunya obligaba a dimitir a una edil por tener un novio subsahariano, hoy nos encontramos con una entrevista con dicha edil publicada en El País que le hace preguntarse a uno en qué mundo vivía esta señora. A la pregunta de si alguna vez pensó que pudiera pasarle esto, responde de la siguiente forma: Al parecer, su novio es un camerunés que estudió Ciencias Políticas en su país, trabaja aquí de cocinero, es cristiano y paga sus impuestos. Llama la atención que la buena señora crea necesario subrayar lo de que es cristiano, como si ser musulmán, agnóstico o ateo le descalificara automáticamente. Pero es que, además, no hace falta tener muchas luces para notar la conexión que hace entre inmigración, delincuencia y drogas. En fin, que aunque en este caso la edil sea sin lugar a dudas la víctima de un comportamiento xenófobo, racista e inaceptable (por no hablar del novio, verdadera víctima de la historia), todo parece indicar que tampoco es una mosquita muerta, como se suele decir. Ya se sabe lo que pasa a quien juega con fuego, y todo parece indicar que esta señora no se lo pensó dos veces a la hora de hacer una fogata en su momento. Bien está ser magnánimo y perdonar los errores, pero en este caso no tengo yo tan claro que se pueda observar un arrepentimiento. Más bien al contrario, uno tiene la sensación de que la edil se defiende con la siempre recurrida justificación: "cuando hablaba de inmigrantes que había que expulsar no me refería a mi novio y su familia, sino a los demás". No, no es que ella haya dicho eso en ningún momento, pero uno tiene esa sensación, la verdad. {enlace a esta entrada} [Fri Aug 12 13:02:59 CEST 2011]Han corrido, como se suele decir, ríos de tinta a cuenta del acuerdo final entre demócratas y republicanos para evitar la bancarrota del Gobierno federal de los EEUU. Yo mismo he escrito unas líneas sobre el asunto en estas páginas. Pero, de todo lo que he leído, me ha llamado la atención un artículo titulado Did Obama Cave?, escrito por un tal Matthew Dickinson y publicado en el blog Presidential Powers: Como he escrito hace unos días, comparto el análisis de que los republicanos han salido fortalecidos de este enfrentamiento sobre la deuda. Sencillamente, cuando uno lee de qué va el acuerdo definitivo entre las partes implicadas, todo lo que se observan son puntos defendidos por los republicanos. Obama ha cedido, sí. De eso no me cabe la menor duda. No hay que engañarse. Sin embargo, como bien indica el autor de este artículo, dadas las circunstancias, parece algo ingenuo plantearse que Obama y los demócratas hubieran sido capaces de salirse con la suya. Tienen la casa Blanca, cierto. También conservan una mayoría por los pelos en el Senado. Pero no tienen mayoría en la Cámara de Representantes, acaban de salir de unas elecciones parciales en las que los votantes les castigaron sin piedad y, sobre todo, no tienen la calle, que lleva ya tiempo tomada por la gente del Tea Party (la única excepción aquí fueron las semanas que los sectores progresistas salieron a la calle en Wisconsin para protestar contra los planes de su Gobernador, pero eso quedó limitado a lo que, después de todo, es un estado de tradición relativamente progresista y se disolvió como azucarillo en agua en cuanto llegó la derrota). La conclusión no puede ser sino observar que en EEUU, como en Europa, la izquierda está a la defensiva desde hace ya bastante tiempo porque no controla la calle, no cuenta con la hegemonía cultural a su favor. Si no trabajamos para solucionar ese problema, jamás lograremos nada de nada. Sí, se ganarán algunas elecciones aquí y allá. Pero, ¿de qué sirve ganar elecciones si no se tiene el apoyo social necesario para llevar a cabo las reformas que se supone debe aplicar la izquierda? Hemos permitido que nuestras fuerzas políticas se conviertan en meras herramientas electorales, sin conexión alguna con la base social que puede beneficiarse de nuestras políticas. Si no conseguimos reponer el cordón umbilical que nos une con la sociedad, ganar unas elecciones no sirve para nada. Y esa conexión ha de ir forzosamente más allá de una mera operación de marketing político o encontrar un líder con carisma. Ha de construirse con trabajo constante y cercano a la base, a pie de calle. {enlace a esta entrada} [Fri Aug 12 06:50:03 CEST 2011]Echándole un vistazo a un número atrasado de la revista El Viejo Topo me encuentro con una entrevista a Rafael Poch-de-Feliu sobre la transición de un mundo bipolar a otro multipolar en la que se incluyen unas interesante reflexiones. Por ejemplo, con respecto a los cambios que están provocando los países BRIC en una economía globalizada: Las afirmaciones parecen bien evidentes. Tras la caída del muro, los obstáculos que aún quedaban para la expansión del capitalismo global (aunque, todo hay que decirlo, el comunismo ya llevaba entonces cerca de una década de retrocesos) cayeron y, con ellos, también entró en crisis la socialdemocracia. ¿Para qué andarse con componendas si ya no hay oposición al capitalismo salvaje? No es, pues, casualidad que la izquierda, tras dos o tres décadas de fuerte implantación, cayera en picado y prácticamente desapareciera del mapa para dar lugar a un socioliberalismo vergonzante que nos retrotraía al viejo consenso de la Restauración. A partir de un cierto momento en los años ochenta, asistimos al mero turnismo entre un partido conservador y otro liberal en todas las democracias avanzadas. Las diferencias se limitaban (se limitan) a los asuntos sociales, culturales y políticos, pero siempre se aplican las mismas políticas económicas y fiscales. Sencillamente, el equilibrio de fuerzas ha cambiado sustancialmente y favorece ahora al mundo del capital. No se trata de que los políticos socialdemócratas hayan traicionado sus ideas ni se hayan acomodado a la suntuosa vida del político profesional (por más que quizá se haya visto eso en algunos casos puntuales), sino que se trata de la propia situación objetiva la que ha cambiado sustancialmente. Las políticas económicas progresistas se hacen bien difícil de aplicar porque no hay presión social, porque falta movilización y son los poderosos quienes tienen la sartén por el mango, evidentemente. Igualmente interesantes me parecen las palabras de Rafael Poch-de-Feliu sobre China y el papel que le tocará jugar en el mundo multipolar que ya está aquí con nosotros: Se refiere a los EEUU, obviamente, cuando habla del "joven gamberro global". El asunto éste de la supuesta agresividad china aparece en los medios de comunicación occidentales de cuando en cuando. Recientemente, se dispararon todas las alarmas porque se habían atrevido a zarpar su primer portaviones. ¡Como si los EEUU no tuvieran decenas de portaviones navegando por todo el planeta para vigilar sus intereses! Como acertadamente indica Poch-de-Feliu, China tiene que iniciar todavía un conflicto militar allende sus fronteras en los últimos cien años, en tanto que las tropas estadounidenses se han encargado de soltar dos bombas atómicas y enviar sus tropas a todos los rincones del mundo, amén de intervenir en la política interna de innumerables países, derrocando gobiernos e implantando dictaduras aliadas a sus intereses. Todo esto es una realidad impepinable que resta credibilidad a las acusaciones de que China esté disponiéndose a iniciar una nueva etapa caracterizada por una agresiva política exterior. Sencillamente, no existen los precedentes para sustentar dicho análisis. Ahora bien, otra cosa bien distinta es el hecho innegable de que China se está convirtiendo en un formidable competidor regional para los EEUU que, además, está adquiriendo el suficiente poder político y militar como para permitirse el lujo de mantener un rumbo propio al servicio de sus propios intereses. Ahí es donde está la raíz última del problema. Y, para concluir esta entrada, ahí van unas palabras sobre la situación de Europa en este nuevo contexto global: Aquí retomamos lo que decíamos algo más arriba sobre el equilibro de fuerzas tras la caída del Muro. {enlace a esta entrada} [Tue Aug 9 12:55:56 CEST 2011]Quien me conoce sabe que siempre he sido más bien informal en el vestir, algo que en los años de adolescencia causó innumerables disputas con mi madre, como cualquiera puede imaginar. De ahí que, años después, me sintiera como pez en el agua cuando me fui a vivir a los EEUU. Ahora bien, nada de ello quita para que no deje de reconocer que quizá estemos tocando fondo en lo que respecta a la informalidad del vestir. Me está resultando algo chocante en este sentido, ahora que estoy de visita en Madrid, la alta cantidad de personas de mi generación que se mueven de un lado a otro de la ciudad como si estuviesen en un paseo de la costa gaditana, justo a la orilla de la playa: chanclas, camiseta sucia, pantalón corto que casi pareciera bañador, andar desgarbado... No sé, no sé. Como digo, hay ocasiones en las que me da por pensar que quizá hayamos llevado nuestra apuesta por lo informal demasiado lejos, y que tal vez no sea tan casual que este desinterés por las apariencias se dé justo en el mismo momento en que también asistimos a una expansión cuasi cancerígena del individualismo y un olvido casi rallano en el desprecio por los espacios públicos. O, lo que es lo mismo, que cabe la posibilidad de que estas tendencias en el vestir estén íntimamente relacionadas con una crisis de lo social y lo público. ¡Quién me lo iba a decir cuando era un adolescente! {enlace a esta entrada} [Fri Aug 5 20:41:55 CEST 2011]El Periódico de Cataluña publicaba ayer un artículo de Joaquín Romero sobre el relativamente moderado efecto que la crisis económica está teniendo en el País Vasco que merece la pena leer: No se trata de horas trabajadas. Eso ya se sabe hace mucho tiempo, aunque a nivel de calle la gente siga equiparando erróneamente falta de productividad con pocas horas trabajadas. Ese no es el problema. Ese nunca ha sido el problema de nuestra economía, al menos no desde la implantación de la democracia. La raíz del problema, por supuesto, es, primero, el tipo de trabajo que se desarrolla (esto es, si se trata de un trabajo en un sector de alto valor añadido o, por el contrario, como suele suceder en lugares como Andalucía, en el sector agrícola o de la construcción); y, segundo, si se desarrolla siguiendo unas pautas organizativas y procedimentales que favorezcan la eficiencia. Por desgracia, en buena parte de España no vemos ni lo uno ni lo otro. Y, por cierto, hay que tener en cuenta que el País Vasco ha conseguido todo esto sin haber solucionado del todo el problema del terrorismo etarra. Uno se pregunta qué pudiera ser de aquella comunidad autónoma una vez solucionado ese problema. {enlace a esta entrada} [Fri Aug 5 09:50:29 CEST 2011]El Social Europe Journal publica un buen artículo de Joschka Fischer sobre los problemas del euro que resume maravillosamente las causas de la crisis que ha estado afectando a la deuda de los países miembros de la UE: En otras palabras, la cortedad de miras de quienes dirigen la UE en estos momentos nos ha conducido a esta situación de crisis extrema. No es casualidad que la gente añore la altura de miras de Kohl, Mitterrand, Delors o Felipe González cuando se les compara con Merkel, Sarkozy, Barroso, Zapatero o Rajoy. De hecho, es que ni siquiera Cameron le llega a la suela del zapato a Margaret Thatcher. Con su incapacidad para tomar decisiones duras y difíciles (su incapacidad para liderar, al fin y al cabo) y una chata sumisión a las encuestas de opinión, ninguno de esos estadistas se ha atrevido, primero, a reconocer la crisis que se nos venía encima, sino que prefirieron dejar que la pelota siguiera rodando para ver si, por pura casualidad, la crisis se solucionaba por sí sola; y, segundo, una vez enfrentados con el hecho de que la crisis de la deuda soberana estaba aquí para extender la gangrena por la UE, se limitaron a parchear y colocar tiritas por miedo a explicar a sus respectivas opiniones públicas que no había más remedio que ceder aún más parcelas de soberanía porque todos estamos compartiendo el mismo barco y deshacer el euro no es una opción. En fin, que se lleva uno las manos a la cabeza ante la mediocridad que impera entre nuestros gobernantes en estos momentos. No entremos ya a hablar de lo que sucede al otro lado del Atlántico. Eso ya no es ni mediocridad, sino auténtico sinsentido y temeridad. {enlace a esta entrada} [Thu Aug 4 09:35:13 CEST 2011]Buen artículo el que, bajo el título How much closer a union?, publica The Economist esta semana: Qué duda cabe de que el autor del artículo está en lo cierto al señalar los motivos de interés puramente nacional que pueda tener Sarkozy, así como el fracaso que de momento ha supuesto el nombramiento de un ministro de exteriores de la UE (en este otro caso, no se trata tanto de que haya sido un fracaso como de que ni siquiera se le conoce, ni se oye hablar de sus propuestas; a ver, ¿alguien recuerda incluso su nombre?), pero nada de ello quita para reconocer la evidencia de que una unión monetaria sin unión fiscal y a otros niveles anda un poco coja. Un buen amigo estadounidense lleva años recordándome (desde mucho antes de que comenzaran los problemas que ahora tenemos entre manos) las palabras de Milton Friedman allá a finales de los noventa sobre los problemas que acarrearía una unión monetaria en Europa sin construir al mismo tiempo una unión fiscal y, por supuesto, un auténtico mercado único, sobre todo un mercado laboral único. Ya sé que Friedman fue el pope del monetarismo, pero quien me conoce sabe que no le hago ascos a leer y oír lo que tengan que decir aquellas personas con las que en principio no comparto una filosofía general de cómo organizar una sociedad, sobre todo si se trata de personas inteligentes, como era el caso de Friedman. Sencillamente, cuando los tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense dificultan los negocios en Montana, quien no sea capaz de encontrar trabajo en aquel estado no tiene más que mudarse a Massachusetts, por ejemplo. Esto no es tan fácil de aplicarse aquí en la UE, donde aún tenemos una miríada de mercados que son auténticos compartimentos estanco debido a motivos culturales y lingüísticos, por no entrar a hablar del hecho de que la deuda de los estados-miembros no está respaldada por el Banco Central Europea, como sucede en el caso de la deuda de los estados federados de EEUU. Pese a todo, sigo siendo optimista con respecto al proyecto de integración europea. No es nada fácil construir un proyecto así. Se trata de algo que no se ha hecho jamás. Estamos, por tanto, explorando nuevos territorios y parece lógico que haya altibajos. Eso sí, conviene afinar el análisis y aprender de nuestros propios errores. El objetivo no consiste en construir unos "Estados Unidos de Europa", como dice mucha gente. Las diferencias históricas, culturales y lingüísticas en el seno de la UE son demasiado profundas como para poder hacer eso. Sin embargo, sí que debemos persistir en el proceso de integración, consolidando unas estructuras federales en, al menos, ciertos sectores de nuestra vida política y económica. Y, por cierto, no veo cómo pueda hacerse nada de esto sin promover de una vez por todas el inglés como lengua común dentro de la UE, por más que se respeten otras lenguas y, por supuesto, se sigan usando a diario en los estados-miembros y enseñándolas en las escuelas a las nuevas generaciones. Hay que ser menos nacionalistas y más pragmáticos. {enlace a esta entrada} [Wed Aug 3 22:21:37 CEST 2011]Interesante la frase que me acabo de encontrar mientras leía la reseña de un par novelas de Pierre Michon publicadas en un número atrasado de la revista El Viejo Topo: Ya se sabe: la Historia siempre la escriben los vencedores. Y ahí va otra breve reflexión, en este caso sobre el concepto de decrecimiento, también tomado del número 274 (noviembre 2010) de la misma revista: Parece obvio, pero es cierto que cuando usamos dichos conceptos se hace bien fácil olvidar tal obviedad. A lo mejor lo que tenemos que subrayar no es tanto el decrecimiento (algo, por cierto, bien difícil de vender entre algunos sectores sociales, en ocasiones por motivos fácilmente comprensibles) como el crecimiento de ciertos sectores combinado con el decrecimiento de otros. La idea no es nada estúpida. {enlace a esta entrada} [Tue Aug 2 12:16:47 CEST 2011]Echándole un vistazo al suplemento Babelia de este sábado pasado me encuentro con un artículo de Juan José Millás titulado Gloria y desaparición del diccionario en la era digital que llama la atención por una cualidad por desgracia no tan común entre nuestros escritores: lejos de apostar por el humanismo de viejo cuño y enfrentarse directamente a las nuevas tecnologías como obra del diablo, Millás acierta a encontrar algunos aspectos positivos en la irrupción de los diccionarios digitales en nuestra vida cotidiana, al mismo tiempo que no por ello dejar de reconocer sus puntos débiles y comenta en qué aspectos el antiguo diccionario de papel sigue siendo más útil. Me quedo, de todos modos, con el párrafo final del artículo, que viene a resumir bastante bien esta actitud constructiva y abierta de la que hablo y que, por desgracia, no se ve muy a menudo entre nuestros intelectuales, demasiado enfrascados en sus nostalgias de un pasado que siempre fue muchísimo mejor: {enlace a esta entrada} [Mon Aug 1 20:13:25 CEST 2011]Todo parece indicar que los congresistas estadounidenses han llegado por fin a un acuerdo sobre la disputa de la deuda que ha mantenido a todo el país (y buena parte del mundo) en vilo durante las últimas semanas. Según el resumen que hace la CNN del acuerdo: En otras palabras, que todo esto suena como un acuerdo mucho más cercano a las posiciones de los republicanos que a las de los demócratas y Obama. Nada tiene de extraño, pues, que muchos congresistas del ala izquierda del Partido Demócrata ya hayan anunciado su voto negativo, que vendrá a sumarse (¡paradojas de la vida!) al de los representantes del Tea Party. Por otro lado, El País publica hoy una noticia en la que se afirma que el ganador no es ninguno de los contendientes: Cierto, los republicanos están más dividos que nunca, pero tampoco puede decirse que por el otro lado los demócratas sean un claro ejemplo de unidad. Más bien al contrario. Están evidentemente divididos entre quienes se aferran a las políticas de corte socialdemócrata de antaño y quienes prefieren optar por la Tercera Vía que tan popular hicieran Blair, Schroeder y Clinton en los años noventa, consistente en desdibujar las línas ideológicas y acercarse a los conservadores para atraer el voto moderado, que se ha ido corriendo hacia la derecha en las últimas décadas. Tiene bien poco de extraño, entonces, que el acuerdo al que se ha llegado refleje más bien los postulados de la derecha. O, lo que es lo mismo, Obama y los demócratas han conseguido evitar la megacrisis in extremis, cierto, pero al precio de dejar que el contrario se salga con la suya precisamente debido a su incapacidad manifiesta de controlar a sus elementos más radicales. No hay más que ver las líneas principales del acuerdo: recorte de gastos sociales y abandono de cualquier idea de subir los impuestos a las clases más pudientes. En otras palabras, que la reducción del déficit va a recaer fundamentalmente sobre las clases trabajadoras y las clases medias, los perdedores de siempre en el sistema político estadounidense. Ahora queda por ver cuáles puedan ser las consecuencias de unos presupuestos restrictivos en la mayor economía del mundo. Por cierto, que se trata, además, de una economía que está malamente creciendo y puede caer fácilmente en una nueva recesión. Da miedo pensar que algo así pueda suceder. Una doble recesión (y no, como suele decirse, el crack bursátil de 1929) fue lo que condujo al mundo a la tremenda crisis económica de los años treinta. La caída de la Bolsa de Nueva York aquel infame viernes negro de 1929 fue solamente el primer aviso que después desencadenaría una nefasta sucesión de problemas económicos, sociales y políticos, conduciendo finalmente a la Segunda Guerra Mundial. Dudo mucho que un conflicto así vaya a repetirse, pero no hemos de descartar una crisis económica como aquella. {enlace a esta entrada} [Mon Aug 1 19:54:14 CEST 2011]Aunque la noticia se publicó ayer, no ha sido hasta hoy que he podido leer que el CNI alerta de que seis país musulmanes financian al islamismo en España. Eso sí, lo que más llama la atención es que no se trate de los sospechosos de siempre, los que suelen airear las autoridades estadounidenses una y otra vez, sino más bien países que suelen considerarse aliados: Arabia Saudí, Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Libia y, sobre todo, Marruecos. Habría que estudiar bien a fondo, como es lógico, si el informe del CNI se refiere realmente a financiar el islamismo radical o, por el contrario, se trata simplemente de fomentar la religión musulmana en nuestro país, o incluso solamente de apoyar a los inmigrantes musulmanes que residen en España. En todo caso, como digo, la lección que debiéramos extraer es que quizá la mayor amenaza para la exitosa integración de los inmigrantes musulamanes no provenga de países considerados siempre defensores del islamismo radical (Irán, Pakistán y los talibanes), sino más bien de otros países con quienes comerciamos constantemente y a los que consideramos estrechos aliados. {enlace a esta entrada} |