[Mon Oct 31 13:58:01 CST 2005]

Enrique Moradiellos, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, publicó hoy en El País un buen artículo sobre el uso y abuso de nuestra Historia a propósito de la Guerra Civil, en el que propone cinco parámetros sobre los que encauzar el debate historiográfico acerca de la Guerra Civil "con buena fe, sin encono sectario y tras reflexión sobre la información disponible": rechazo del concepto de memoria histórica, por considerarlo lógicamente absurdo; análisis de lo que él denomina "revival de ideas filofranquistas" como algo estrechamente vinculado a la continua reinterpretación que las sociedades hacen de su propia Historia, y más relacionado por tanto a los cambios generacionales que debido a conspiración alguna de la segunda etapa del Gobierno de Aznar; la puesta en cuestión de la imagen "arcádica" de la Segunda República, útil en su momento para restablecer "la legitimidad de una demanda de restauración democrática" y que "contrapesaba la masiva difamación que había constituido la razón de ser legimitadora de la propia dictadura", pero que no por ello deja de ser una idealización de los sucesos realmente acaecidos antes de aquel fatídico alzamiento de 1936; el contexto político de finales de los noventa con el nacimiento de un movimiento de recuperación de la Memhoria Histórica de los represaliados por el franquismo que en cierto modo llevó a ciertos sectores de nuestra sociedad a expresar "una voluntad amorfa e inconsciente de poner coto" a sus reivindicaciones ante el temor de que aquello se convirtiera en una simple caza de brujas donde solamente se subrayara la responsabilidad de uno de los bandos en el conflicto; y, finalmente, la herida aún abierta y que habremos de responder todos tarde o temprano de cómo proceder a reparar los crímenes cometidos contra los familiares de aquellos que lucharon en el bando republicano y que todavía no han tenido la oportunidad de cicatrizar a pesar de tantas décadas.

En definitiva, que ya va siendo hora de que sepamos afrontar a las claras la Guerra Civil y sus consecuencias. No merece la pena echarnos nada en cara tantos años después, ni tampoco perder el tiempo en ver de quién fue la culpa. La única conclusión posible (y honesta) es que las causas últimas que llevaron a tan sangriento enfrentamiento hunden sus raíces en la naturaleza humana misma y tuvieron su expresión tanto en un bando como en el otro, pues ninguna de las nefastas disposiciones de ánimo (dogmatismo, sectarismo, extremismo, intolerancia, iluminismo, impaciencia...) fueron monopolio tan sólo de uno de los bandos enfrentados en el campo de batalla. Como Moradiellos, a mí también me parece que:

Se trata, en fin, de un dilema clásico: o bien suscribimos el principio Fiat Iustitia, Pereat Mundo (hágase justicia aunque se hunda el mundo); o bien nos inclinamos por la máxima Salus Publica, Suprema Lex (el bienestar de la sociedad es la ley suprema).

Moradiellos prefiere la segunda alternativa, y yo también. Ahora sólo queda esperar que la amplia mayoría de la sociedad española también se incline por esta opción. {enlace a esta historia}

[Mon Oct 31 08:16:19 CST 2005]

Leo en El País que el sindicato estatal que representa a los profesores de religión, Feper, ha denunciado la coacción de los obispos para utilizarles con motivos políticos. En concreto, las autoridades eclesiales están intentando manipular a los docentes con vistas a la manifestación que tendrá lugar en Madrid el próximo 12 de noviembre contra la reforma educativa del Gobierno socialista y su proyecto de ley de educación. Y, por si eso fuera poco, la noticia añade:

En numerosas diócesis españolas, decenas de estos docentes de religión han perdido su empleo por motivos ajenos a su trabajo, tales como divorciarse, irse de copas, participar en política con partidos de izquierdas o tener actividad sindical.

Después de más de veinticinco años de democracia parlamentaria, ha llegado el momento de que nos atrevamos a reformar en profundidad el estatus de la enseñanza religiosa en nuestro país, y me parece que la única solución posible pasa por crear una asignatura de estudio del fenómeno religioso cuyos docentes no sean de ningún modo elegidos por la jerarquía de la Iglesia sino que sean funcionarios del Estado, y cuyo contenido evite caer en la mera catequesis que se ha aplicado hasta ahora. Imagino que tanto la Iglesia como las fuerzas tradicionales de la derecha más conservadora se opondrán a tal plan, pero ello no quita para que debamos intentar lo que simplemente es de justicia. Lo ideal, por supuesto, sería contar con el apoyo del PP, pero tal y como está el patio cuesta trabajo creer que eso sea posible. Así pues, yo apostaría por trabajar por un consenso lo más amplio posible, con o sin el apoyo de los populares. Es una auténtica pena, porque lo que de verdad necesitamos en España es un acuerdo definitivo entre PSOE y PP para aplicar de forma continua y consistente un proyecto de ley de educación durante un par de décadas. Solamente la continuidad y la estabilidad que tal pacto proporcionaría podría permitirnos avanzar en este campo, que es precisamente lo que necesitamos. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 28 13:52:00 CDT 2005]

Alejandro Gándara nos regala hoy una cita de Harold Pinter que describe a la perfección por qué continúo dedicando el tiempo a escribir estas páginas:

Siempre me sorprendió que hubiera alguien que viniese a ver mis obras, ya que escribirlas era algo muy personal. Lo hacía —y continúo haciéndolo— para mi propio provecho; y es puramente accidental que alguna otra persona se avenga a participar. Desde el principio al fin, escribes porque tienes algo que deseas escribir, tienes que escribirlo. Para ti mismo.

{enlace a esta historia}

[Fri Oct 28 13:26:15 CDT 2005]

Hoy, mientras almorzaba, tuve finalmente ocasión de leer un artículo escrito por Alfonso Sastre en homenaje al recientemente fallecido Eduardo Haro Tecglen que me encontré ayer mientras navegaba por la red donde se nos cuentan, entre otras cosas, unas cuantas anécdotas del escritor madrileño. Así, por ejemplo, narra Sastre el siguiente incidente que sucedió a Haro Tecglen con Ruiz Iriarte, al parecer de bajísima estatura:

... un día que entraron ambos, el autor enano y el crítico altísimo, al Circo Price, el acomodador les indicón que, para evitar la vuelta, cruzaran la pista del circo, ya que sus localidades estaban en el otro lado. Apenas empezaron a cruzarla, se escucharon nutridos aplausos que saludaban su presencia; era el público que había ocupado ya sus plazas y que supuso que había empezado el espectáculo con la salida de aquellos payasos, el enano y el alto, algo así como elk gordo y el flaco. Entonces Ruiz Iriarte, sonriente y satisfecho, le comentó a Haro: "¡Ya ves, Eduardo, que no se puede ser famosos!".

Otro día, contaba Eduardo que en el café había comentado, ante el autor y otros amigos, que tenía una invitación para una fiesta de gala pero no iba a poder ir porque no tenía esmoquin; a lo que el buen Víctor dijo, lamentándolo: "Yo te prestaría el mío, pero estas prendas son tan personales..."

Hace Sastre, a propósito de todo esto, una breve reflexión sobre el humor que merece la pena reproducir aquí:

Una de sus facetas muy desconocidas para quienes, claro está, no lo conocían a él, era la de su profundo y complejo, exquisito, sentido del humor. Era un humor, digamos, bergsoniano, porque fue Bergson quien halló que lo cómico es una generación de lo mecánico, o quizás diríamos nosotros, de una razón helada o, en fin, pura, pues si nuestro corazón está abierto a los sentimientos, ¿cómo reírse al ver que alguien se pega un trompazo porque ha resbalado en una cáscara de plátano? ¿Cómo reírse de un tartamudo o de un enano? ¿Cómo reírse de las desventuras de un chino porque es chino?

La risa sería, en ese sentido, uno de los rasgos de la "maldad" humana. Eduardo, que era más bueno que el pan, se hacía el malo y contaba con la más alta seriedad y frialdad posibles, historias muy cómicas en el marco helado de una razón imperturbable, sin concesión alguna a los territorios del sentimentalismo e incluso de la sentimentalidad.

Habría que preguntarse, supongo yo, acerca de los distintos tipos de humor, y si acaso es lo mismo el humor español que el inglés o el chino, e incluso si no hay distintas tradiciones humorísticas dependiendo del nivel de educación y la clase social. Y es que, en definitiva, el humor es una de las manifestaciones más profundamente culturales que tenemos los seres humanos.

En cualquier caso, me gustó leer un artículo laudatorio de Haro Tecglen escrito ni más ni menos que por uno de los ídolos de la extrema izquierda española, pues no han faltado estos días los bocazas del purismo revolucionario que acusaron al periodista fallecido de no ser más que un esclavo del imperio PRISA, supuestamente vendiendo a la clase obrera por un plato de lentejas. ¡Qué fácil es torear cuando se ve todo desde los burladeros! Ahora resulta que un puñado de revolucionarios barbilampiños se creen con la autoridad para desprestigiar a quien arriesgara su vida misma durante los primeros años del franquismo. No estaría de más un mínimo respeto, no ya al fallecido, sino solamente al prójimo. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 28 11:05:15 CDT 2005]

Llama la atención el contraste entre la caballerosidad, la moderación y el sentido común empleados por Felipe González a la hora de comentar las posibles consecuencias de la reforma del Estatuto catalán cuando lo comparamos con la actitud energúmena demostrada tanto por Mariano Rajoy como, lo que me parece aún más preocupante e irresponsable, José María Aznar. Nótese, por ejemplo, el aire general de serenidad que se desprende de la noticia publicada hoy por El País:

El ex presidente del Gobierno Felipe González ha afirmado hoy que el proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña no le "parece bueno" ni le "gusta" y ha resaltado que "puede estar en riesgo, si se hace mal, la vertebración eficiente del espacio público que compartimos".

Sin embargo, González ha señalado que "la unidad de España no está en peligro" con esta propuesta de reforma estatutaria y ha apreciado además "que haya habido claramente una disposición a pasar por el trámite institucional del Parlamento en lo que fuera necesario", por lo que ha animado a "sosegar el debate" sobre este asunto.

Contrástese esta actitud con las palabras de José María Aznar sobre el mismo tema:

... el ex jefe del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, afirmó que con el "Estatuto de la división" España está "ante probablemente el primer caso de un Gobierno que trabaja activamente a favor de la desaparición de sus competencias y de su propia razón de existir".

Aznar destacó que el texto catalán supone un "desafío mayúsculo a la sociedad española, un ataque al modelo consensuado de convivencia y una ruptura de la Constitución", y reiteró que también es un "cambio de régimen político". "Todo ello sin mandato ni consentimiento de nadie", matizó.

Para el ex presidente del Gobierno, una "amplia y creciente mayoría de la sociedad española" contempla con "profunda preocupación" este "intento de dinamitar las reglas pactadas en 1978 por todas las fuerzas políticas democráticas".

Aznar resaltó que el Estatut tiene consecuencias sobre el empleo, las oportunidades y el sistema de bienestar y sobre "cada uno de los ciudadanos", especialmente los de Cataluña.

"Habrá un impacto del Estatuto en las cuentas de resultados de las empresas y en las cuentas corrientes de los trabajadores", afirmó Aznar, quien opinó que se trata de un texto "profundamente intervencionista" porque "pretende imponer un modelo de sociedad".

"No es un Estatuto que permita gobernar a liberales o socialdemócratas. Es un Estatuto que sólo permite hacer una política económica determinada, y no precisamente liberal", matizó.

No se trata ya de que Rajoy y Aznar estén cayendo en el típico error de la derecha española advirtiéndonos de que se avecina la catástrofe a no ser que ellos se encuentren en el gobierno, sino que además están demostrando una clara intolerancia con su posición de que debemos romper las reglas del juego y ni siquiera escuchar al oponente cuando plantea algo que no nos gusta. Lo digo una vez más, el asunto que nos traemos entre manos es serio, pero es que no solucionamos absolutamente nada lanzando gritos, tapándonos los oídos, y negándonos a darle la palabra a los representantes del nacionalismo catalán legítimamente elegidos en las urnas. Como indica Felipe González, tiene mucho más sentido reconducir el debate a través de las instituciones, que para eso están. Resulta paradójico que quienes se quejan de que vascos y catalanes estén intentando "romper las reglas del juego" ni siquiera se lo piensen dos veces antes de saltarse las instituciones a la torera. A ver si bajamos el volumen, olvidamos las predicciones catastrofistas que imaginan una reedición de las guerras de los Balcanes sobre nuestro suelo y comenzamos a dialogar sin faltar al respeto. {enlace a esta historia}

[Wed Oct 26 09:28:59 CDT 2005]

Con el paso del tiempo, hemos ido descubriendo poco a poco el lado más negativo de nuestros genios del arte. Así, en el caso de Pablo Picasso, todos hemos oído hablar de sus excesos megalomaníacos, su machismo profundo y la falta de responsabilidad hacia su propia familia. Y, sin embargo, esta tendencia contemporánea a destruir los grandes mitos que anteriormente habíamos ensalzado me parece equivocada, no tanto porque me parezca que debamos elevar a nuestros escritores y artistas al Olimpo, sino más bien porque creo que nunca debieran haber llegado ahí. En otras palabras, el problema surge cuando, en lugar de ver en Picasso a un gran artista, nos empeñamos en ver también a un ejemplo (lo que por aquí llaman un rol model, y que por desgracia suele aplicarse hasta a las estrellas del deporte). Pero la ola desmitificadora a la que asistimos en estos momentos corre el riesgo de destruir, junto al mito del rol model, también el hecho indiscutible de la genialidad del autor, y esto es precisamente lo que me parece problemático. Viene todo esto a cuento de la muestra que se acaba de inaugurar en Málaga de la obra cerámica de Pablo Picasso. Se piense lo que se piense del Picasso humano, del Picasso real de carne y hueso que tuvo sus defectos como todos nosotros, no podemos sino admirar la versatilidad del malagueño genial. {enlace a esta historia}

[Sun Oct 23 13:32:13 CDT 2005]

La UNESCO votó ayer a favor del proteccionismo cultural como medida de defensa de la diversidad de culturas frente al libre mercado. El tema, del que creo haber hablado antes en estas mismas páginas, dista mucho de ser simple, la verdad sea dicha. Tenemos, por un lado, principalmente a los estadounidenses, quienes mantienen sin pensárselo dos veces que la auténtica diversidad cultural sólo puede ser consecuencia de la libre elección de los individuos sin que quepa intervención alguna de los gobiernos nacionales (ellos tienden a hablar más bien de "imposición"). Por el otro lado, tenemos la posición francesa, que poco a poco se ha extendido a casi todo el mundo, de que tan peligrosa como la imposición de los gobiernos es la imposición de los mercados. ¿Quién tiene la razón? Me parece bien difícil, por no decir imposible, ver el problema en estos términos. Los estadounidenses tienen razón al apuntar que una auténtica libertad, sea cultural o de cualquier otro tipo, sólo puede ser de naturaleza individual, y no colectiva. Desde el momento en que entramos a discutir asuntos de libertades nacionales o colectivas no hacemos sino enfangarlo todo y poner los cimientos para que se den después serios conflictos sociales. Y, no obstante, uno no puede evitar pensar que otro gallo nos cantaría si los estadounidenses, en lugar de ser la primera potencia de la industria cultural global, vieran posible el triunfo de otras culturas extranjeras en su propia tierra. De hecho, ni siquiera es necesario usar la imaginación para visualizar una hipotética reacción, pues ya la estamos viendo claramente cuando no faltan ultraconservadores en casi todo el territorio estadounidense que claman contra la "invasión del español". No hay que esforzarse demasiado para imaginar la reacción de estos tipos si, por poner un ejemplo, fuera siquiera remotamente posible que obras culturales chinas o árabes pudieran imponerse en el mercado estadounidense. Por el otro lado, y aun cuando estoy de acuerdo en líneas generales con la posición proteccionista en estos asuntos, he de reconocer que me preocupan los excesos a que puede dar lugar, no ya en el mero hecho de querer imponer una identidad nacional más o menos homogénea (¿quién homologa lo que es ser francés, somalí o argentino?), sino que además puede terminar en la puesta en práctica de políticas completamente ombliguistas y arbitrarias por parte del gobierno de turno. Aquí hay que andarse con cuidado, pues. Como ya digo, me inclino por apoyar la postura proteccionista, pero más como mal menor que como otra cosa. Los estadounidenses, como siempre suelen hacer en estos temas, equiparan consumo con libertad, lo cual me parece excesivamente miope. Uno de los errores más serios de la ola neoliberal que nos invade desde los años ochenta ha sido, me parece, confundir la libertad de mercados con la libertad social y política, pero de eso tendré que escribir otro día. {enlace a esta historia}

[Sat Oct 22 13:59:28 CDT 2005]

La mala hierba siempre se extiende con una rapidez pasmosa, pero es en la política donde hace verdaderos estragos. Así, tiene poco de extraño que lo que comenzara aquí en los EEUU allá a finales de los años ochenta como un fenómeno puramente local para vertebrar al movimiento conservador en torno no ya a un programa común sino a toda una plataforma de valores filosóficos y morales se haya extendido a otros lugares. Sin embargo, lo preocupante no es que se desarrolle y crezca un fuerte movimiento conservador en el país, lo cual es tan legítimo como cualquier otra cosa, sino los métodos que se emplearon para ello: el partidismo ramplón, el cruce de acusaciones, la persecución de quienes mantenían una opinión contraria al nuevo dogma, la manipulación, la distorsión, el improperio y lo chabacano. Y la verdad es que ya había leído en algunos foros de conversación política en línea los comentarios de más de un progresista sobre el uso y abuso que la cadena COPE estaba haciendo de las ondas para expandir un mensaje de odio al otro, pero hasta ayer me no me habían parecido distintos de los comentarios que se habían hecho en el pasado cuando tal o cual individuo de renombre (por ejemplo, Mario Vargas Llosa) decía algo que no gustaba a los guardianes de la ortodoxia progre. En otras palabras, que tanto habín gritado en el pasado "¡que viene el lobo, que viene el lobo!" que me lo tomé todo a la ligera. Cuál no sería mi sorpresa entonces al encontrarme ayer con el contenido íntegro de una charla de los lectores con Federico Jiménez Losantos en las páginas de Libertad Digital donde, entre otras lindezas, nuestro "analista político" soltaba estupideces del calibre de la siguiente:

La obsesión de este gobierno de progres y masones es acabar con el catolicismo, y eso pasa por ponerle trabas a la enseñanza privada y privar a los padres de libertad para elegir el colegio de sus hijos.

¡Ahí queda eso! Aunque parezca un chiste salido de los días más negros de la dictadura franquista, se trata, lo prometo, de una frase escupida hoy, en el año 2005. Y Jiménez Losantos no se quedó contento con eso. También soltó otro buen número de estupideces por el estilo. Ahí va una buena muestra.

P: Tengo 28 años, soy de Madrid, trabajo y vivo medianamente bien. ¿Qué consecuencias puede tener para mí que el Congreso y el Constitucional aprueben el Estatuto catalán?

R: Pues que el mercado común español, base de nuestra prosperidad, desaparecería. Que sólo Madrid y la Comunidad Valenciana ayudarían a las zonas más pobres y que al deshacerse la nación, Cataluña sería sólo el comienzo. Seguirían el País Vasco, Galicia, Canarias y alguno más. Y en cuanto quisieran echar la zarpa sobre Navarra o Valencia, los Balcanes.

P: Usted ha dicho que Franco debió restaurar la democracia. ¿Cuál posible hubiese sido hacerlo sin devolver el poder a los mismos políticos que habían contribuido a traer la catástrofe?

R: Hombre, si fue capaz de hacer sucesor suyo al hijo de su enemigo el Conde de Barcelona, también podría haber facilitado una transición gradual. En la línea del aperturismo fraguista y sin las prisas de la reforma suarista, yo creo que hubiera sido posible. Pero ni Franco ni, sobre todo, su entorno más cercano, querían la democracia.

(...)

P: ¿Cree usted que la llegada al Congreso del Estatuto catalán impulsado por Rodríguez zetapé provocará una división entre los diputados del PSOE, votando unos en contra y otros a favor? Si esto sucede, ¿cuáles podrían ser las consecuencias?

R: No creo en esa división. El último decente del PSOE fue Besteiro y acabó dando un golpe de Estado contra su camarada Negrín. Bueno, ha habido otros, pero claro está, nunca de ese nivel. Guerra, después de lo de Mienmano, ahí sigue. No lo veo de Besteiro. Y Gómez Llorente, que era decente, defendió la República en 1978 y se fue.

(...)

P: Después de Ceuta, Melilla y Canarias, ¿qué vendrá después? ¿Granada o Cádiz?

R: Yo supongo que en Canarias empezaría una guerra. Si es que hay ejército para entonces o si los nacionalistas canarios no se hacen feudatarios de Mojamé o de Hugo Chávez. Granada es lo que más les mola. El suspiro del moro y todo eso.

(...)

P: Con los pocos medios que tienen los militares y guardias civiles en las fronteras africanas, no sería una buena yuda el dotarles de 3 ó 4 camiones antidisturbios de esos que tiran agua a presión? Vamos, no es tan difícil.

R: Mire usted, el ejército está para hacer la guerra. Por ejemplo, para atacar las bases donde se guarecen los ilegales y para destruir los convoyes de la nueva trata por territorio marroquí. A lo mejor era más sencillo atacar directamente a Mojamé a modo de aviso.

Y el resto del "diálogo" va por esos lares. Como decía, un calco perfecto de la radio ultraconservadora estadounidense: vociferante, insultona, faltando al respeto del oponente con motes graciosillos y lanzando estupideces populistas como las que se pueden leer arriba. Lo que me duele es que se trate precisamente de Federico Jiménez Losantos, y no de un reaccionario de los de la vieja guardia franquista. Durante los años de mi adolescencia, mi padre compraba el Diario 16 de Andalucía, y leí a menudo con respeto (si bien raramente con asentimientos de acuerdo) las columnas de opinión de Jiménez Losantos. Por aquel entonces, su ideología estaba en línea con un liberal-conservadurismo moderado más acorde con el Partido Liberal alemán que con el PP de Manuel Fraga. Al parecer, ha evolucionado a peor. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 21 14:32:31 CDT 2005]

El Roto vuelve a dar en el clavo, esta vez acerca del tabaco y las diversas campañas publicitarias con que nos machacan los sesos una y otra vez.

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[Fri Oct 21 09:38:48 CDT 2005]

El País publica hoy una entrevista con Costa Gavras, el reconocido director de clásicos del cine político como Z o Estado de sitio. Su última película, Arcadia, trata de un individuo que trabaja como cuadro intermedio de una empresa, feliz padre de familia y ciudadano leal, que un buen día se encuentra sin trabajo como consecuencia de uno de esos procesos de deslocalización tan a la moda estos días. No se trata, como puede uno imaginarse, del tema más apropiado para uno de esos filmes taquilleros que suelen producirse en Hollywood. Las razones las explica el propio Costa Gavras:

Ya no se puede hacer cine sin la intervención financiera de la televisión, y la televisión sólo quiere productos —que es como le llaman al cine— que conciten la máxima unanimidad, que no toquen problemas serios. Según esta tesis, el cine es exclusivamente entertainment, diversión. Cierto, debe tener este elemento, pero también debe aportar una mirada sobre la sociedad e incluso una crítica. Yo vengo de la tradición de la tragedia griega. Lo que escribían hace 2.500 años hablaba de los problemas de los hombres, y por eso hoy en día contunamos viendo y comprendiendo estas obras. Éste es el papel del cine que está en trance de ser dinamitado. (...) Estuve en Los Ángeles en marzo. ¿Sabe usted qué hace ahora el productor de The Missing? La momia. Era un personaje muy ambicioso, gran admirador de Godard, pero ahora, me dice, no puede hacer otra cosa.

Se trata, por supuesto, de la misma tendencia hacia la idiotización y el puro consumismo que está afectando al mundo de la literatura. La verdad es que cuesta trabajo imaginarse a muchas de las películas y libros más populares estos días teniendo mucho que decir a futuros espectadores y lectores dentro de quince años, aunque excepciones háylas (por ejemplo, por más que algunos despotriquen contra su calidad, podemos asegurar desde ahora mismo que las aventuras de Harry Potter nos acompañarán durante muchos años). Y es que, pese a todo, no estoy tan seguro que no se escriban o dirijan buenas obras maestras hoy en día, sino que el problema me parece ser más bien uno de cantidad: debido al hecho de que tenemos muchos más recursos materiales así como medios tecnológicos a nuestra disposición, se publican hoy una enorme cantidad de trabajos, muchos de ellos de poca monta. Vivimos, al fin y al cabo, en la época del blog. El problema, por tanto, no sería tanto uno de falta de calidad como de dificultad a la hora de encontrar los trabajos de calidad entre tanta paja. Cierto, los buenos artistas y escritores no se van a hacer ricos con su trabajo, pero ¿cuándo fue que nadie pudo hacerse rico escribiendo obras para la posteridad? El problema del director de The missing es, precisamente, que era demasiado ambicioso. A lo más que podía aspirar haciendo buenas películas era a vivir decentemente y disfrutar, muy de cuando en cuando, de un éxito más o menos amplio. Así son las cosas. Así han sido siempre.

Por cierto, que los comentarios de Costa Gavras sobre el fenómeno de la deslocalización resumen bastante bien cómo han cambiado las cosas en las últimas dos décadas:

Concebíamos Europa como un lugar de seguridad total. Esto era posible mientras permanecía cerrada. Ahora el espacio europeo se ha convertido en un supermercado con miles de puertas y ya no son los políticos quienes lo controlan, ni la ideología humanista la que lo ilumina; es simplemente el mercado, las grandes compañías. Ya no trabajamos para la sociedad sino para los accionistas.

Se trata, por supuesto, de la esencia misma del capitalismo. Hay que tener mucha fe en la propaganda del status quo para creerse de verdad que uno trabajaba para la sociedad. Si dejáramos que el mercado se autorregulara por completo, mucho me temo que no tendríamos ni un aire medio limpio para respirar. Durante cuarenta o cincuenta años hemos vivido un periodo excepcional en el que el Estado era capaz de limar las aristas del capitalismo más feroz, y cabe pensar que en buena parte no se debión sino al recuerdo de los estragos causados por la crisis de 1929 y, por supuesto, a la amenazadora presencia del comunismo. Una vez aminorado el primero y desaparecida la segunda, el capitalimsmo parece regresar a sus maneras de siempre. Ya veremos cómo acabamos todos. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 21 07:14:52 CDT 2005]

Hace un par de días hablaba del fallecimiento del periodista Haro Tecglen, hoy leo en El País el último artículo que dejó escrito, donde se reflejan bien a las claras no sólo su compromiso firme con las ideas de izquierdas, sino también su gran integridad. Así, escribiendo sobre el Estatuto de la Prensa del régimen de Franco, no tiene escrúpulos en afirmar:

Lo odié y lo cumplí, como tantas otras cosas de cada vida de hombre, y lo transgredí cuando encontré la manera o la circunstancia por las cuales se podía burlar. Únicamente: no firmé la declaración de una página del carnet que contenía la aceptación de principios del Movimiento Nacional. Si me hubieran obligado, lo hubiera hecho. El sentido político de mi vida iba más allá de eso. Un régimen totalitario requiere siempre una respuesta posible.

Y es que a su padre se le había condenado a muerte tras la guerra por su participación el en bando republicano, aunque después se le conmutaría la pena por una de treinta años de cárcel. Haro retrata, no obstante, a la perfección lo que es la vida bajo una dictadura. Es bien fácil desvivirse con grandes palabras sobre la libertad cuando hay democracia, pero lo cierto es que en un régimen dictatorial la amplia mayoría de la población evita meterse en problemas como mera estrategia de supervivencia. Puede parecer inmoral, sí, pero la naturaleza humana puede más que todos los preceptos morales del mundo. ¿Para qué engañarse? Cada uno hace lo que puede e intenta vivir sus días dignamente, aunque en ocasiones haya algún desalmado que lo eche todo a perder. Así es la vida. Los grandes principios son precisamente grandes porque, primero, no son nada fáciles de aplicar, y segundo, porque uno tampoco tiene la necesidad de echar mano de ellos todos los días. Si uno tuviera que poner en práctica todo lo que se repite una y otra vez sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad, mucho me temo que no habría más que fascistas.

Pero también me parecen sabias las palabras de Haro Tecglen cuando se trata del nuevo estatuto:

Con respecto a este estatuto, naturalmente menos fascista que aqué, puedo decir que me siento molesto de una manera general. Un periodista no debe tener más ni menos obligaciones que una persona cualquiera: las laborales deben estar regidas por los acuerdos de su sindicato y sus patronos, en este régimen, y las de la posibilidad de escribir no deben tener más límites que los del Código: es decir, lo que pesa sobre cualquier ciudadano. Como la libertad de prensa no es un derecho del periodista, sino del ciudadano: el periodista es quien la trabaja hasta el punto en que le dejen, y eso no lo va a resolver un estatuto, por muchas cláusulas de conciencia que establezca. Peor: porque cada definición que se haga de la libertad de prensa es, al mismo tiempo, una definición de cuántas cosas se pueden hacer al margen de ella. Y siempre, en esta profesión y todas las actividades de la vida, el derecho y la ley son siempre las del poder.

Son, evidentemente, las palabras de la experiencia. Por desgracia, confundimos a menudo hoy día la sabiduría con el conocimiento. ¿Qué digo yo? Me temo que que hasta confundimos el conocimiento con la mera información. {enlace a esta historia}

[Thu Oct 20 11:33:08 CDT 2005]

Con tanto tremendismo como algunos se gastan con el tema de la reforma del Estatuto catalán, merece la pena reflexionar sobre la viñeta de El Roto que publica El País hoy.

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[Wed Oct 19 10:05:48 CDT 2005]

Ayer falleció el escritor y periodista Eduardo Haro Tecglen. He de reconocer que encontraba sus columnas demasiado parciales y partidistas, demasiado comprometidas con las actitudes tradicionales de la izquierda española como para considerarlas realmente objetivas. Y, sin embargo, las leía a menudo, de la misma forma que también me gusta leer de cuando en cuando los artículos de algún que otro neoconservador estadounidense. Hay ocasiones en las que uno ha de leer a alguien aunque sepa de entrada que, casi con toda seguridad, estará en desacuerdo con lo que lee. A lo mejor si todos hiciéramos esto habría un mayor grado de tolerancia y diálogo en nuestra sociedad, en lugar de caer en el ombliguismo ideológico. Y es que la inteligencia y el estilo son independientes de la persuasión ideológica de cada cual. En todo caso, hay que admirar la fidelidad de Haro Tecglen a unas ideas. El único libro suyo que leí fue El niño republicano, unas bellas memorias repletas de nostalgia por la España roja de entonces (Haro no tenía reparo alguno en autoclasificarse como rojo, algo no tan bien visto estos días). En fin, que perdemos a otro escritor firmemente comprometido con las ideas progresistas, intelectual rojo sin remordimientos en estos tiempos del pensamiento (y, me temo, también el carácter) débil. {enlace a esta historia}

[Tue Oct 18 18:10:43 CDT 2005]

Me he encontrado esta tarde con unos breves apuntes sobre los conceptos de progresismo e izquierda que merecen la pena reseñarse aquí. Parte el autor de la constatación de que ambos conceptos parecen haber perdido capacidad alguna para describir la realidad política que nos circunda. Para empezar, el concepto de izquierda resulta tan ambiguo que abarca mucho y no aprieta nada, incluyendo en su seno las figuras de individuos tan dispares como Felipe González, Stalin, Mitterrand, Willy Brandt, Fidel Castro, Fernando Savater, Julio Anguita, Mao Tse Tung, Mario Soares, Gabriel García Márquez o el terrorista Carlos. El popurrí, desde luego, se las trae, y aunque es bien posible que todos ellos tengan en común algún tipo de referencias históricas, me parece bien claro que nadie dudará de las diferencias ideológicas y de actitud entre ellos. En definitiva, que no parece probable el obtener conclusiones acerca de las políticas de un determinado individuo si lo único que conocemos de él es que es "de izquierdas. ¿Y qué decir del progresismo, sobre todo en una era como la nuestra en la que todos somos bien conscientes de las limitaciones del desarrollo? Cuando ya nadie sabe bien qué demonios es el progreso (por no hablar de hasta qué punto deseamos apostar por él a cualquier precio), se nos hace bien difícil distinguir entre conservadores y progresistas. Así pues, ¿qué nos queda? ¿Qué podemos hacer? Renunciamos por completo a usar los términos? De hecho, ¿a qué puede deberse el hecho de que términos como derechas e izquierdas, progresista o conservador aún sean usados con tanta asiduidad cuando existe al mismo tiempo un amplio consenso que nos indica sus enormes limitaciones para describir una realidad en constante flujo? Bueno, en primer lugar, aclaremos que la realidad siempre ha estado en constante flujo, y esto por pura definición. Cierto, nos gusta pensar que en el pasado todo era mucho más claro, al vino lo llamábamos vino y al agua, agua. Pero, en realidad, las cosas nunca fueron tan evidentes, y los riesgos de las etiquetas políticas siempre han sido los mismos. Eso sí, otra cosa bien distinta es que ahora, con la distancia que nos da el presente, miremos hacia atrás y nos sea más fácil distinguir las líneas principales por las que transcurrión todo. Se trata, al fin y al cabo, de uno de los beneficios de hacer análisis ex post-facto. Pero hay otro elemento mencionado por el autor que me parece mucho más importante, y es la utilidad de conceptos como izquierda y derecha para describir o clasificar actitudes ideológicas o culturales a grandes rasgos.

Para muchísimos, decir de algo o de alguien que es "de izquierda" sirve para hacerse una idea sobre su orientación en un amplio conjunto de materias (incluyendo algunas políticas, aunque en funciones de definición cultural). El que, la que o lo que es "de izquierdas" se supone que tiene más probabilidades de estar a favor del derecho al aborto que de militar en una organización "Pro-Vida"; de entender la eutanasia; de no sentir demasiada simpatía por la política exterior norteamericana; de tener paquete a Julio Iglesias; de ver con malos ojos al Vaticano en general y al papa Wojtyle en particular; de no soportar los reality shows; de preferir las películas en sala de cine que en televisión; de oponerse al racismo y la xenofobia; de tener un comportamiento sexual sin demasiados tabúes...

Para quienes estamos muy politizados, todo esto puede parece secundario o, en todo caso no capital, en la medida en que se puede pensar en esa dirección y, a la vez, defender el orden social imperante, e incluso votar a Felipe González.

Pero hay muchos, muchísimos para los que ese conglomerado de coincidencias es muy importante, porque testifica de la posibilidad de un lenguage, de unas afinidades, de unas actitudes comunes. Lo que esperan de sus semejantes no es una militancia política concreta, sino poder relacionarse con ellos de manera relativamente comfortable. Y saber de alguien que se considera "de izquierdas" les proporciona una información importante en ese sentido concreto, que es lo que más le importa.

En este sentido, pues, las categorías políticas de izquierda y derecha no son tan diferentes de esa otra multitud de conceptos generales que usamos para andar por la vida: rico, pobre, profesional, obrero, intelectual, payo, gitano, inmigrante... Todos ellos, qué duda cabe, simplifican la realidad en ocasiones hasta convertirla en una mera caricatura. Y, sin embargo, no por ello renunciamos a usarlas, pues a pesar de todos los pesares nos son útiles cuando necesitamos interpretar y, aún más importante, describir nuestro entorno social. {enlace a esta historia}

[Tue Oct 18 15:49:09 CDT 2005]

Hace ya varios años que no visito mi tierra, pero a lo que parece la COPE se ha lanzado a una alocada carrera en pos de la irresponsabilidad, el insulto y la desfachatez que nada tiene que envidiarle a la radio más barriobajera de los EEUU. Imagino que se trata del efecto que lleva a tantos españoles a copiar todo lo que provenga del extranjero por el mero hecho de provenir de allende nuestras fronteras, como si por ello fuera a tener intrínsecamente un mayor valor. Apena, en cualquier caso, ver que en lugar de tomar lo mejor de nuestros vecinos, preferimos inspirarnos en lo más rastrero e inmoral: la televisión basura y, ahora, también la radio demagógica, maleducada y gritona que tanto éxito ha tenido entre los radioyentes estadounidenses. Y es que, me temo, lo único que importa a estos individuos al fin y al cabo es el dinero que puedan ganar, aunque sea a costa de vilipendiar a tirios y troyanos. Y eso que se trata de una cadena de radio que pertenece a la Iglesia. Después se preguntarán por qué el ciudadano medio le tiene tan poco respeto a las autoridades eclesiales. {enlace a esta historia}

[Mon Oct 17 15:24:25 CDT 2005]

El intelectual mejicano Enrique Krauze publicó el viernes pasado un artículo en El País sobre el populismo iberoamericano que merece la pena destacar aquí. No descubre Krauze nada del otro mundo cuando describe las características principales de este populismo: exalta al líder carismático como "hombre providencial"; usa y abusa de la palbra, hasta el punto de que se apodera de ella de forma monopolística; tergiversal y fabrica la verdad; utiliza de modo discrecional los fondos públicos; reparte directamente la riqueza; alienta el odio de clases; moviliza permanentemente a los grupos sociales, apelando constantemente a las masas; fustiga por sistema al "enemigo exterior", culpable de todos los males; desprecia el orden legal en nombre de la justicia directa; y, finalmente, mina, domina, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. Como decía, se trata de las características bien conocidas del populismo de cualquier signo, ya sea de derechas o de izquierdas, y que quizás tenga su mejor ejemplo en estos momentos en el Presidente venezolano Hugo Chávez. No se trata de que esté gobernando de una forma dictatorial (al menos, no todavía), pero sí que deja entrever unos modales, una actitud, que tienen poca relación con la democracia liberal, y demasiado que ver con el populismo que define Krauze. No se trata, sin lugar a dudas, de razón suficiente para demandar un golpe que derroque a Chávez, pero sí que ha de llenar de preocupación a cualquier persona que se preocupe por el futuro de Venezuela y Latinoamérica en general. No es la primera vez que nuestros hermanos de la otra orilla del Atlántico han conocido el populismo, y lo cierto es que en el pasado nunca trajo nada bueno. No veo por qué haya de ser distinto en esta ocasión. Chávez comenzó con un populismo de lo más vago y retórico, para pasar después del intento de golpe que casi le derrocó a un izquierdismo populista con mayor carga ideológica, pero casi igual de vago hasta el momento. Ha hecho llamamientos en favor de un nuevo socialismo, y ha lanzado un movimiento de expropiaciones de tierras y empresas que lo mismo se le puede ir de las manos cuando menos se lo espere, pero todo ello sin clarificar de verdad cuáles son las líneas maestras de su programa. En otras palabras, Chávez parece tener como único programa los "intereses del pueblo", con todo lo que ello significa de demagogia y ambigüedad.

En todo caso, mucho más importante que la descripción de los rasgos principales de un populismo que todos conocemos ya de sobra, las reflexiones que se plantea Krauze al final de su artículo me parecen mucho más interesantes:

¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala yerba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de "soberanía popular" que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de Independencia desde Buenos Aires hasta México. El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza peversamente "moderada" o "provisional": no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.

Para calibrar los peligros que se ciernen sobre la región, los líderes iberoamericanos y sus contrapartes españoles, reunidos todos en Salamanca, harían bien en releer a Aristóteles, nuestro contemporáneo. Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es "subvertir a la democracia".

Por supuesto, hay quienes se alegran de poner en crisis a la tan denostada democracia burguesa; el problema es que no tienen nada que proponer a cambio. Eso fue, precisamente, lo que aprendimos durante el convulso siglo XX. Si algún día llegamos a descubrir un mecanismo mejor para cimentar la vida en sociedad, pues mejor que mejor, pero la verdad es que, de momento, esto es lo que tenemos. {enlace a esta historia}

[Fri Oct 14 14:36:18 CDT 2005]

No cabe duda alguna de que, como titulara El País hace unos días, la reforma del Estatuto autonómico catalán se ha convertido en "la apuesta arriesgada de Zapatero". Y no sería completamente justo culpar de todo al tremendismo paleolítico del que viene haciendo gala Mariano Rajoy desde que su jefe Aznar regresara de tierras estadounidenses en su día para darle un tirón de orejas y obligarle a ser duro con el nuevo Gobierno. Cierto, los llamamientos a las medidas de emergencia provenientes de los sectores de la derecha más rancia que venimos oyendo desde hace semanas no hacen sino caldear el ambiente y, si esto es posible, hacer aún más difícil que se llegue a ningún acuerdo sobre el tema. Tampoco es menos cierto que las tertulias radiofónicas no han parado de hablar sobre el tema ya desde el mismo verano, como anticipo a la entrada en la nueva sesión política. Pero, sea como fuere, no queda más remedio que reconocer que se trata de un tema que preocupa a la ciudadanía, haya o no haya polémica, se pretenda o no sacarla tajada al asunto para ganar unos cuantos votos aquí o allá. Y es que no es para menos. Estamos discutiendo, al fin y al cabo, la naturaleza misma de las relaciones entre el Estado central y las autonomías; es decir, lo que estamos debatiendo es precisamente la esencia misma del Estado español. ¿Seguimos todos por la senda de las autonomías marcada por el pacto entre UCD y PSOE de principios de los años ochenta, lo cual significa, más o menos, la aceptación definitiva del famoso café para todos? ¿O, por el contrario, abrimos la manga aunque sólo sea para unas cuantas autonomías que podemos considerar especiales (esto es, Cataluña, País Vasco y, quizás, Galicia? ¿Y qué habría que decir acerca de la idea de dar un salto adelanta y apostar por un Estado federal tout court? En fin, ¿qué voy a contar que no sepamos? No se trata sino del semptierno problema de España que lleva ya con nosotros al menos desde la llegada de los Borbones a la Corona, si no incluso más tiempo. Siempre hay alguien (pongamos por caso, Aznar) que prefiere cerrar el asunto de una vez por todas, congelar la foto en el tiempo y echar el cerrojo. Yo, por el contrario, pienso que se trata de un tema demasiado dinámico, demasiado profundo, como para llegar a un acuerdo definitivo que nos deje a todos contentos, y prefiero adoptar una posición mucho más flexible y abierta, aunque sea al precio de no ser capaz de ofrecer una solución clara. En otras palabras, que me temo que solamente podemos continuar el diálogo y adaptar nuestras instituciones a la realidad social de ahí fuera, en lugar de empeñarnos en dejarlo todo bien sentado de una vez por todas. Lo siento, pero no me parece realista esperar otra cosa. Es más, me da la impresión de que el día que eso suceda estaremos asistiendo al principio del fin, pues no tendríamos entre manos sino una sociedad moribunda, paralizada, excesivamente débil como para mostrar vitalidad alguna. Ello no quita, por supuesto, para que no trabajemos juntos en alcanzar acuerdos al menos parciales sobre los que construir un futuro común, pero esto, obviamente, sólo puede hacerse desde un diálogo que, hoy por hoy, los sectores dominantes dentro del PP no parecen defender, prefiriendo escorarse en su lugar hacia el iluminismo patriótico.

En este sentido, la posición de Rajoy de negarse en redonde siquiera a considerar una propuesta que ha contado con el apoyo limpio y democrático de la vasta mayoría de los representantes de los votantes catalanes es claramente desmesurada e intolerante. Como señalaba El País en su editorial del pasado domingo:

Es posible que no hubiera un reclamo evidente entre los catalanes para reformar el actual Estatuto, pero este argumento carece de importancia ahora, toda vez que sus representantes libremente elegidos han decidido poner en marcha el proceso. Si no existía demanda, ya se ha creado, y del acierto o no en la decisión responderán los diputados catalanes ante su electorado. Por eso, nadie que crea de veras en el sistema democrático puede hurtarse a que el Congreso se pronuncie sobre el fondo de la cuestión, planteada con arreglo al más escrupuloso procedimiento. Y ningún demócrata, tampoco, podrá dejar de acatar la decisión soberana del Congreso cuando se haga patente y sea lo que sea. La democracia representativa resulta a veces incómoda, en éste como en otros casos, pero el olvido de sus reglas acaba siempre generando más sufrimiento y pesar a la ciudadanía.

Hay que huir, pues, de todo tremendismo, lo que no significa que hayamos de minimizar el caso, que afecta de manera decisiva a la estabilidad política y a la estructura del Estado. De este trance puede derivarse, si las cosas se hacen bien, una España mejor y más democrática, pero también puede producirse un guirigay de frustraciones y agravios mutuos que acabe por hacernos desandar mucho del terreno recorrido en las recientes décadas. Gran parte del futuro del presidente Rodríguez Zapatero se juega en el envite, que puede costarle un disgusto electoral. Sus dotes de liderazgo van a ponerse a prueba en una cuestión que, según muchos de sus propios seguidores, no tocaba plantear ahora.

Pero, si no ahora, ¿cuándo? Como mencionaba antes, se trata de un tema con el que tendremos que aprender a vivir. Seamos sinceros, la vertebración de España es un tema sobre el que hemos debatido por siglos en este país, y no veo por qué hayamos de ser tan remilgados acerca del tema. Una vez asentada la democracia como sistema político, y una vez aceptadas sus reglas por todos, no veo por qué hayamos de temer que se planteen precisamente los temas que están en la mente de los ciudadanos. A no ser, por supuesto, que aún tengamos el temor de que no todos hayan sido capaces de aceptar las reglas del juego democrático, en cuyo caso el problema vuelve a ser mucho más grave que el mero planteamiento de la vertrebración del Estado, y pasa a ser, una vez más, el uso y abuso del mismo como excusa para justificar la imposición de verdades seculares sobre la mayoría de los ciudadanos. A lo peor ése es el problema de fondo al que nos enfrentamos, aunque nadie quiera hablar de él. Una vez más, Javier Pérez Royo ha dado en el clavo al explicar el contexto legal del problema. Así, distinguiendo entre reforma y revisión cuando se trata de retocar el Estatuto, afirma:

Ése es el núcleo esencial del problema. La sociedad catalana y su Parlamento no pueden esperar que el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía que ha sido remitido al Congreso sea aprobado en los términos en que ha sido remitido. Eso sería aceptar las reglas de la democracia en Cataluña, pero no aceptarlas en España. La misma legitimación democrática que puede exhibir el Parlamento de Cataluña para justificar su reforma, la puede exhibir el Congreso para rechazarla. Pero la sociedad española y su Parlamento tampoco pueden esperar que la posición de Cataluña quede, tras la regorma del Estatuto, sustancialmente igual a como estaba antes de la misma.

Y he ahí, precisamente, la naturaleza del problema político al que se enfrenta Rodríguez Zapatero en estos momentos. No puede ignorar las reclamaciones que se le hacen desde Cataluña (reclamaciones, por otro lado, perfectamente legítimas e impecablemente democráticas, por más voces que se den desde la derecha), pero tampoco puede limitarse a ceder a todas sus propuestas. La cuadratura del círculo no se muestra nada fácil y, para colmo, habrá de hacerla con la oposición activa del PP. {enlace a esta historia}

[Mon Oct 10 14:35:27 CDT 2005]

Se acaba de anunciar que Angela Merkel será finalmente la nueva canciller alemana gracias a la gran coalición con los socialdemócratas, quienes contarán con tantos ministros en el nuevo Gobierno como los representantes de la CDU-CSU. Como ya indiqué en su momento, no me parece acertada la decisión de formar un gobierno con los dos partidos mayoritarios, fundamentalmente por el riesgo que se corre de incrementar la desilusión entre los ciudadanos y hacerle el juego a los partidos radicales a ambos extremos del espectro político. El peligro es mayor, si cabe, en este caso, puesto que todos los analistas parecen estar convencidos de que el próximo gobierno habrá de llevar a cabo una profunda reforma del Estado de Bienestar que supondrá un enorme desgaste político, y cuesta trabajo que sean precisamente los liberales quienes se beneficien de la oposición a estas medidas. De hecho, lo más lógico es que todo ello repercuta en beneficio del nuevo partido de izquierdas formado por la coalición del PDS y el grupo de Oskar Lafontaine, e incluso podemos ver un resurgir del neonazismo si los niveles de conflictividad social se disparan. En suma, que parece más que probable que no hayamos de esperar sino mayor inestabilidad política y social en Alemani durante los próximos años, lo cual, sin lugar a dudas, supone malas noticias para el resto de estados miembros de la UE. {enlace a esta historia}

[Tue Oct 4 19:21:36 CDT 2005]

Por si a alguien le cabía duda alguna de la desesperación que invade el ánimo de quienes arriesgan la vida para cruzar nuestras fronteras y entrar ilegalmente en la Unión Europea, baste como botón de muestra el ejemplo de los cientos de inmigrantes que cruzaron la valla en Melilla apenas veinticuatro horas después de que cinco de ellos murieran tiroteados en el mismo intento en circunstancias bastante oscuras. Hay que tener al alma de acero para no sentir pena al ver el sufrimiento de estos individuos y colocar la sacrosanta pureza de las fronteras nacionales por encima de sus propias vidas. No digo que sea posible abrir las puertas de par en par, pero tengamos al menos un poco más de humanidad cuando escribimos y hablamos de ellos. {enlace a esta historia}

[Tue Oct 4 19:01:54 CDT 2005]

Parece mentira que a estas alturas de nuestra democracia aún haya que atender al penoso espectáculo de oír a todo un jefe de la cúpula militar subrayando "el interés" del estamento militar porque España "siga siendo patria común e indivisible de todos los españoles" en el contexto del revuelo originado por la aprobación en el Parlament catalán de la propuesta de reforma de su Estatuto. Desde luego, parte de la responsabilidad la tienen los dirigentes del PP por haberse lanzado a por la yugular de Zapatero como perros en una jauría, en lugar de calmar los ánimos y manifestar su diferencia de opiniones con lo que, después de todo, no es sino la aplastante mayoría de parlamentarios y ciudadanos catalanes. Pero, fuera como fuere, lo más vergonzoso del asunto es que los militares españoles aún no hayan asumido la función que les corresponde en una sociedad democrática, y que no consiste precisamente en comportarse como si se trataran de un mero grupo de presión más. Seamos claros, el Ejército es el organismo financiado por el Estado para la defensa del territorio nacional y que se encuentra siempre a las órdenes de las autoridades civiles. Ni es ni puede ser un grupo de presión ni un grupo de interés, por la sencilla razón de que dispone de un arma fundamental de la que carecen otras organizaciones, tales como los sindicatos; es decir, poseen el monopolio de la fuerza, así como los medios materiales necesarios para imponer su voluntad si así lo desearan. En otras palabras, el estamento militar, por su propia naturaleza, no puede opinar públicamente sobre los acontecimientos políticos sin que dicha acción pueda percibirse objetivamente de otra forma sino como chantaje, siendo ésta la razón fundamental por la que no se les puede permitir otra posición pública que la estricta neutralidad y obediencia de la legislación vigente. A ver cuánto tiempo nos va a llevar aprender esto. A lo mejor resulta que, después de todo, aquellos a la izquierda del PSOE van a estar en lo cierto cuando afirman que la famosa transición a la democracia se cerró en falso, dejando atrás unos cuantos problemas pendientes que aún asoman su horrible cabeza de cuando en cuando: las actitudes reaccionarias de muchos oficiales, la financiación de las actividades de la Iglesia católica con fondos públicos, la colusión de intereses entre la oligarquía financiera y grupos de la derecha más dura... {enlace a esta historia}

[Mon Oct 3 13:07:25 CDT 2005]

Hace unos días leíamos en la prensa que uno de cada cuatro jóvenes reconoce emborracharse cada diez días. No se trata de moralizar, pero cuesta trabajo ver ahí un dato positivo, por más que uno pueda creer en la libertad individual. Y es que no se trata ya sólo de que uno de cada cuatro jóvenes españoles se estén autodestruyendo lentamente, sino que además lo más lógico es esperar que estos polvos traigan más lodos en un futuro no muy lejano. El alcoholismo es algo bastante serio. Se trata de una práctica que casi siempre va acompañada de abusos y maltratos, así como desintegración social y de la familia. Sin embargo, como decía algo más arriba, haríamos bien en evitar la moralina trasnochada y preguntarnos por qué se está produciendo este fenómeno social en la España de nuestros días. Aún más interesante me parece señalar cómo no se trata de un problema limitado a nuestra sociedad ni muchísimo menos, sino que también se produce en otros países de nuestro entorno. Lo que habría que plantearse, pues, es hasta qué punto no estamos empujando a los chavales a este tipo de dependencias por culpa de una existencia sin horizontes como la que les ofrecemos: aparcamiento a largo plazo en las escuelas y universidades, más como forma de mantenerlos ocupados que de proporcionarles educación; mercado laboral dominado por el desempleo y la precariedad en el trabajo, una vez finalizados los estudios; imposibilidad de costearse una vivienda digna debido a un desarrollo urbanístico supeditado a los intereses inmobiliarios; falta de alternativas para disfrutar del tiempo libre como práctica autónoma y no supeditada al consumismo o la burocratización de las autoridades locales... en fin, que la cosa no es tan sencilla como responsabilizar a los individuos, pues aún nos quedaría por explicar cómo es que el problema se da hoy de una forma masiva cuando hace un par de décadas era casi inexistente. {enlace a esta historia}