[Thu Mar 31 21:15:09 CST 2005]

El XVII Premi Internacional Catalunya se le ha concedido este año al etnólogo francés Claude Lévi-Strauss, considerado el padre del estructuralismo y en quien numerosos neoconservadores estadounidenses parecen haber encontrado fuente de inspiración recientemente para propagar una visión bastante fatalista del Islam así como un activismo occidentalizador sospechosamente transgresor e incluso desestabilizador. Eso sí, no queda nada claro que el mismísimo Lévi-Strauss apruebe estas interpretaciones tan sui generis de sus ideas. Como se nos recuerda en El País:

No quiso hacer ninguna valoración sobre la situación del mundo actual porque, afirmó, "mi oficio, mi especialidad, son las civilizaciones primitivas, lejanas y desconocidas. Me interesé por ellas conscientemente, ni por azar, entre otras razones, por considerarme poco dotado para analizar eso que llamamos actualidad".

Es una lástima que otros individuos, como Noam Chomsky sin ir más lejos, no adopten el estilo humilde de Lévi-Strauss. En todo caso, son precisamente sus comentarios sobre la diversidad cultural que me parecen más importante aquí, sobre todo por lo que tienen de optimista:

"Hoy, si quieres poder hacer trabajo con los indígenas de Nueva Guinea, antes tienes que regalarles un saco de café y un Toyota". Esa constatación de una cierta uniformización del mundo no le lleva a dar por muerto el oficio de antropólogo: "1) Esas tribus, no por el simple hecho de tener un coche, se transforman total y absolutamente. Es más, incluso en el caso de que hayan adoptado las maneras y creencias de los occidentales siguen conservando la memoria de otro mundo y otros valores, de informaciones que nunca han sido recogidas. 2) A todo ello hay que añadirle que la homogeneización del mundo no impide que surjan otro tipo de diferencias, que lo que se iguala por un lado no pueda tener su identidad propia por otro. Un antropólogo moderno ha de saber descubrirlas. Por último, incluso suponiendo que los puntos 1 y 2 sean falsos, eso no impide que hoy sigamos interesándonos por la Roma y la Grecia clásicas, por las antiguas civilizaciones de la India, por los miles y miles de documentos apilados en bibliotecas y archivos que esperan que alguien los descifre y los ponga en contacto con otros saberes".

Tal vez habría que recordar, en este sentido, la progresiva fragmentación de nuestras sociedad capitalistas avanzadas, donde casi pareciera que aparezcan cientos de tribus diferenciadas en su estilo de vida, aficiones, valores y vestimentas. En cualquier caso, la posición de Lévi-Strauss me parece infinitamente más optimista que los cantos de Casandra tan en boga estos días debido a la influencia de los movimientos ecologistas. Bien está defender la diversidad de los pueblos de la tierra, pero tampoco hay que exagerar las amenazas y lanzar proclamas apocalípticas. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 31 20:24:13 CST 2005]

El País publica hoy un artículo de Felipe González sobre el tan traído y llevado debate territorial que debería hacer reflexionar a más de uno, incluidos muchos entre las filas socialistas. Fiel a lo que representó su gestión de gobierno durante los años ochenta, González afirma:

... hay que tener en cuenta que el fundamento de la convivencia en democracia es la ciudadanía. Se gobierna la ciudadanía en el espacio público que se comparte y sólo se mantiene la gobernanza si se respeta la pluralidad de las ideas y la cohesión entre los ciudadanos que nace de la igualdad ante la ley. A veces expresamos esta idea como solidaridad entre territorios, pero la cohesión es un problema de ciudadanía, no de territorios. Por eso resulta confuso, aunque sea frecuente, hablar de solidaridad entre comunidades autónomas en términos semejantes a como se habla de solidaridad cuando se aplican fondos estructurales entre los países de la Unión Europea.

Si se gobierna sobre el espacio público que llamamos España, los responsables políticos tienen la obligación, que se corresponde con los derechos universales a la educación o a la asistencia sanitaria, por ejemplo, de tratar por igual a todos, sin discriminar en relación con el lugar en que se vive en el territorio. (...) Este razonamiento se puede hacer extensivo a la ordenación del territorio, a la organización de servicios que generan igualdad o desigualdad de oportunidades como telecomunicaciones, energía, agua, etcétera. Y en todos estos supuestos no hay límite temporal, ni transferencias de renta entre territorios, sino entre ciudadanos que poseen más y ciudadanos que poseen menos, que viven en unas condiciones o en otras en cualquier lugar de ese espacio público que se gobierna.

(...)

La distribución de competencias entre las comunidades autónomas no puede alterar la condición básica de ciudadanía, ni menoscabar la responsabilidad de los gobernantes del conjunto del territorio.

Esta realidad no es comparable con la que se deriva de la pertenencia a la Unión Europea, como en ocasiones se suele argumentar. Las transferencias son acordadas entre unidades nacionales independientes, con soberanías diferenciadas que tienden a compartirse mediante pactos entre esos conjuntos estatales. Esos pactos entre poderes representativos de distintas ciudadnías pueden tener los límites que se quieran sin afectar a las respectivas ciudadanías nacionales.

En algunos casos se va más lejos y se habla directamente de soberanía originaria basada en la identidad o en el concepto de pueblo y no en la ciudadanía. Subyace, con mayor o menor claridad, un supuesto derecho de autodeterminación que mezcla territorio y pueblo en un mar de confusiones y de deseso irredentistas que contradicen directamente la ciudadanía.

La realidad, cuando esto se plantea, es que aflora el conflicto fundamental de la democracia: organización de la convivencia basada en la ciudadanía o en la identidad como pertenencia. La ciudadanía como fundamento de la convivencia garantiza la igualdad entre todos, el respeto a la pluralidad de las ideas e incluye el reconocimiento del sentimiento de pertenencia. Pero este sentimiento de pertenencia no es unívoco y por eso no es codificable, como los elementos de la ciudadanía. Se pueden codificar los derechos y obligaciones de los ciudadanos, pero no hay decálogos que definan la identidad. Cada ciudadano puede sentirse vasco, andaluz o gallego, y puede hacerlo sintiéndose a la vez español o europeo, o no.

Sensatas palabras que haríamos bien en escuchar atentamente en estos crudos tiempos de debate territorial y fluidas alianzas tripartitas. Jamás me he contado entre los españoles centralistas e intolerantes de las diferencias dentro de nuestro país, y por educación y convicción no me identifico con la derechona de otros tiempos. No obstante, como indica González, no hay que ser conservador ni votante del PP para preocuparse por ciertas tendencias que todos podemos observar en la realidad política española. Si hay que reformar la Constitución para adaptarla a los tiempos, por favor hagámoslo. Ahora bien, asegurémonos antes de que contamos con el apoyo amplio de la sociedad. Y hoy por hoy, guste o no guste, la realidad política nos fuerza a contar al menos con el PP, el PNV y CiU para proceder a cualquier reforma. Qué duda cabe que mientras más amplio sea el consenso mejor, pero hemos de contar como mínimo con las fuerzas políticas que aquí indico. ¿Por qué no añadir —se me preguntaráa— a Izquierda Unida, ya que el PCE fue un elemento esencial del consenso constitucional durante la transición? Sencillamente, el PCE tenía entonces una importancia mucho mayor que la que hoy tiene su sucesor político. No sólo contaba entonces con mayor apoyo electoral, sino que también era mucho más activo entre los sectores más dinámicos de la sociedad de entonces y, aún más importante, contaba con el enorme activo moral de haber sido la principal fuerza de oposición a la dictadura de Franco. Ninguna de esas circunstancias se da hoy en día. Así pues, intentemos incluirles en el consenso final, por supuesto, pero tampoco es estrictamente necesario si ello no fuera posible y prefieren mantenerse al margen. ¿Pero qué decir de PNV y CiU? ¿Por qué incluirlos entre los partidos necesarios para reformar la Constitución? Porque aunque no tengan implantación en todo el territorio nacional sí que cuentan con suficientes apoyos en sus respectivas nacionalidades como para ganarse un sillón en la mesa de negociaciones. Seamos realistas, sin su apoyo cualquier reforma constitucional no hará sino introducir mayor inestabilidad en el sistema político y, sobre todo, en las políticas interterritoriales. No tiene sentido alguno fomentar las suspicacias, cuando eso precisamente es lo que deberíamos evitar retocando un documento tan esencial para la convivencia como la Carta Magna. Creo innecesario explicar por qué tanto PSOE como PP deben ser elementos esenciales de cualquier nuevo pacto constitucional.

En todo caso, me parece esencial la contraposición que González hace entre quienes prefieren basar la convivencia sobre el concepto de ciudadano y quienes, por el contrario, optan por el concepto de identidad. Estoy convencido de que en estos momentos tanto PP como PSOE comparten, al menos en líneas generales, esa filosofía basada en el concepto de ciudadano, mientras que PNV, CiU y ERC, entre otros, optan claramente por el concepto de identidad, un concepto éste que debe repugnar de entrada a cualquier mente progresista por lo que tiene de excluyente y potenciador de las desigualdades. ¿Cómo es posible concebir la igualdad o la justicia social sin reconocer la primacía del individuo y sus derechos inalienables, imponiendo en su lugar las identidades tribales y colectivas? Progresismo y nacionalismo son, sencillamente, incompatibles, dígase lo que se diga, por más vueltas que le den Llamazares y Carod Rovira. No creo que el artículo de Felipe González pueda leerse de otra manera sino como un toque de atención al Presidente Zapatero.

Precisamente un libro editado por Vicente Palacio Attard, titulado De Hispania a España, trata de este tema desde una perspectiva que seguramente no gustará nada a nuestros nacionalistas periféricos por cuanto explica cómo ya desde la época romana se usaban términos (Iberia primero, Hispania después) para referirse al conjunto de la península, si bien es cierto que también hemos de reconocer la pluralidad de culturas, lenguas y tradiciones que se dan en España, que es precisamente el punto donde suelo estar en desacuerdo con las huestes del PP. Así, no podemos ignorar el hecho de que que la Cataluña que viene a aparecer por primera vez en el siglo XII había estado vinculada con anterioridad a la Marca Hispánica de los francos, como después se asociaría a los condes de Barcelona y la Corona de Aragón. en fin, que la Historia de España es bastante compleja y ni por asomo tan unidimensional como nos querían hacer los propagandistas de Franco. Ello no quita, sin embargo, para que no haya de reconocerse una cierta identidad española que subsume a todas estas nacionalidades y regiones, contra lo que se afirma a menudo desde ciertos sectores del nacionalismo catalán o vasco. {enlace a esta historia}

[Wed Mar 30 20:44:16 CST 2005]

Hace poco se ha celebrado el centenario de la muerte de Julio Verne, y en uno de los artículos escritos para conmemorar la ocasión el escritor y periodista Manuel Leguineche nos cuenta una interesante anécdota sobre la visita de Verne al famoso editor Hetzel, y cómo el escritor tomó unos comentarios críticos del editor como una negativa a publicarle su primera novela. Verne se dirigía ya a la puerta de salida cuando Hetzel le llamó desde el fondo de la oficina:

"Vuelva, no tenga prisa, su trabajo está bien. Tiene usted madera de escritor, pero esta novela deslavazada necesita convertirla en algo más sólido y ordenado, en una auténtica novela de aventuras". Unas semanas después el primer libro de Verne, Cinco semanas en globo, salía de la imprenta para obtener un rotundo éxito de crítica y público.

Uno se pregunta hasta qué punto sería posible asistir a una escena similar en el hipercomercializado mundo editorial de hoy en día. No parece probable desde luego que un editor se mostrara dispuesto hoy a esperar pacientemente a que un escritor modificara una novela que quizá contenga algo de promesa pero todavía se encuentra en estado bruto. Me temo que el mundillo literario se mueve demasiado aprisa estos días, y para eso están precisamente los agentes literarios, para que nadie moleste a los editores sin necesidad.

Por cierto, que tan acostumbrados estamos a leer alabanza tras alabanza cuando se trata de conmemoraciones literarias que me sorprendió gratamente leer Verne y el lector, un artículo de César Aira para el suplemento cultural de El País, donde se echa por tierra el mito Verne:

¿Cómo puede ser que un modesto tendero de las letras se haya vuelto un clásico y se celebren sus centenarios y proliferen las biografías y estudios y se publiquen hasta sus borradores? ¿Tan acogedora es la literatura? ¿Tan indiferente a los méritos? Nadie se hace estas preguntas, y todos las responden con una tácita presuposición de antigüedad, de primitivismo, que vuelven a Verne en el inconsciente colectivo un escritor auroral, una especie de Homero de la novela. Pero las fechas lo ubican no entre los primeros sino entre los últimos y definitivos novelistas. El año que salía a la venta Veinte mil leguas de viaje submarino era el año de la publicación de La educación sentimental y La guerra y la paz.

Con frecuencia, por no decir casi siempre, la lectura de sus libros se hace difícil de sobrellevar. Es preciso saltearse páginas, capítulos enteros, fatigosos rellenos de descripciones topográficas o turísticas, empalagosas escenas familiares, explicaciones innecesarias, desmesuradas preparaciones de lo previsible... . No obstante, esos saltos tienen cierto encanto nostálgico porque mientras salta, el lector está pensando: "Todo esto yo lo leía línea por línea, religiosamente, cuando era chico, y me lo creía todo". Lo que creía, según la conjetura autobiográfica, es que estaba frente a la literatura; y nunca terminará de convencerse de que era un error, porque está convencido de que con Verne adquirió el hábito de la lectura, que lo llevó a los libros buenos de verdad. Todos necesitamos una historia, y el comienzo de una historia no puede ser menos verdadero que su desenlace. (...) En general, a Verne no se lo lee sino que se lo ha leído. El recuerdo, que también suele ser recuerdo virtual, simplifica el torpe fárrago y uno se queda con la fórmula de la aventura.

¡Hacen falta agallas para ir a contracorriente de esta manera! Y, sin embargo, no le falta razón a Aira. Con el tiempo, Verne se ha convertido más en un mito que en una realidad. Todo el mundo está lo suficientemente familiarizado con sus historias gracias a los cómics, las películas y las series de televisión como para hablar de ellas como si las hubiera leído, pero lo cierto es que no son muchos quienes le leyeron durante la tierna infancia, o al menos no tanto como los que pretenden haberle leído. Y que conste que no se trata tampoco de mala conciencia. La mayor parte creemos recordar haber leído a Verne durante nuestros primeros años de afición a la lectura simplemente porque sus libros de verdad estaban en las estanterías de casa y, como digo, hemos estado expuestos a la historias una y otra vez hasta tal punto que de verdad se convirtieron en parte de nuestra vida. Pero leer, lo que se dice leer, poca gente leyó de verdad a Verne. Ahora, tras leer las palabras de Aira, no me queda más remedio que reconocer que yo intenté varias veces terminar su Viaje a la Luna y jamás pude llegar más allá de las primeras cuarenta páginas o así. Ahora bien, donde sí que leí sus historias fue en algunos libros de cómics que me agencié cuando tenía unos doce años o así. {enlace a esta historia}

[Wed Mar 30 19:55:51 CST 2005]

Javier García Sánchez acaba de publicar Ella, Drácula, en la que nos narra la historia de la condesa húngara Erzsébet Báthory, quien secuestrara, torturara y matara a miles de mujeres de su región para beberse y bañarse en su sangre. Se trata de un tema que ha obsesionado al novelista desde hace más de veinte años y que toma como punto de partida para reflexionar sobre el tema del mal. Como es lógico, el fantasma de Auschwitz planeaba sobre la conversación entre escritor y periodista:

Todos debían estar aterrorizados, amén de sobornados. Aquello demostró que una sola persona con poder puede montarse un genocidio portátil, como un Auschwitz de andar por casa... Creo que todos llevamos un monstruo dentro, o un asesino, en potencia. ¡Que nos toquen a una cría o que nos falte el alimento! No obstante, ese Mal tan puro amedrenta, pues carece de discurso, de lógica, y es vano condenarlo. Sólo cabe mirarlo de soslayo para evitar que se repita.

Se trata, me parece, de la única actitud honesta que puede tomarse ante crímenes de este tipo, lejos de los sermones de aquellos apóstoles del Absoluto que se empeñan en despotricar contra el malo de turno, sin pararse siquiera a reflexionar sobre el hecho de que no hace tanto tiempo nos sentábamos a la misma mesa que él y compartíamos las viandas sin el menor miramiento. Y, sin embargo, estoy convencido de que no logramos deshacernos de la tentación del mal con tan solo lanzar unas cuantas proclamas a los cuatro vientos. Eso sería demasiado fácil. La única forma de hacer frente al mal es reconociendo que se encuentra dentro de todos nosotros, que forma parte de la naturaleza humana, y que cualquiera puede verse tentado en el momento más inesperado. Negarse a reconocer esto no es sino incrementar las posibilidades de que todo pueda volver a repetirse.

Por cierto, que Javier Cercas también acaba de publicar novela, La velocidad de la luz, y también reflexiona en su entrevista en El Cultural sobre el mal siguiendo las mismas líneas que Javier García Sánchez:

Comprender y justificar son dos cosas completamente distintas. Tenemos el deber de comprender a Hitler, el deber de entender que también era un ser humano. (...) La única manera de combatir al enemigo es comprendiéndolo. Y esto es válido también para el enemigo que llevamos dentro. (...) Entender que todos podemos llegar a cometer estas barbaridades no significa en absoluto justificar al asesino. Se trata de comprender cómo funciona la naturaleza humana. Sería maravilloso que Hitler y su camarilla de paranoicos fueran extraterrestres, porque estaríamos salvados. Pero no es posible. La enfermedad, como dijo un poeta de la posguerra, no estaba en Alemania, estaba en el alma.

Me parece que todos viviríamos en un mundo mejor si en lugar de lanzar acusaciones y excomulgar al oponente, hiciéramos un esfuerzo de comprensión y humildad y llegáramos al punto de reconocer nuestra propia debilidad humana. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 26 14:23:41 CST 2005]

El Cultural publica una entrevista con Pierre Boulez donde el octogenario compositor francés hace unas interesantes reflexiones acerca de la música en la sociedad contemporánea:

Antes no existía el disco pero sí la cultura de hacer música en casa. No había un contacto directo con una sinfonía de Beethoven porque raramente se interpretaba. Pero, en el XIX, al menos se tocaban reducciones al piano de un modo amateur. No era un contacto de calidad pero sí directo. Ahora la escucha es más pasiva aunque sea de calidad.

(...)

Echo de menos el momento de iniciación que parece que ya no existe en la cultura. La educación que se proporciona a los jóvenes —y quizás a los no tan jóvenes— es demasiado visual y muy poco auditiva. Y los resultados ahí están.

(...)

Lo bueno de la música popular es su vitalidad. (...) También encuentro interesante —aunque no siempre— el tipo de sonido, completamente nuevo, que utilizan. Ellos no acuden a instrumentos clásicos, sino electrónicos o manipulados electrónicamente. Eso me parece muy interesante. Pero por otro lado me parece peor lo que concierne a sus estereotipos. El lenguage pop está absurdamento lleno de clichés, muy simplistas. Se repite una y otra vez el mismo concepto. Pero me gusta su vitalidad.

Mucho me temo que se trate de una situación en la que se encuentran casi todas las artes en estos tiempos de desorientación generalizada. De hecho, el mismo Boulez menciona que estos días no va mucho al cine porque lo encuentra "demasiado comercializado" (es decir, demasiado lleno de clicjés y repeticiones). Parece que llevamos ya un par de décadas atascados en el cenagal de un arte insulso, repetitivo, puramente comercial. Poco tiene de extraño que tantos periódicos estadounidenses no incluyan una sección cultural para tratar de estos temas, sino que los cubran todos en las páginas de Entretenimiento, just al lado de las críticas de los restaurantes locales y los bares de copas.

Por cierto, que veo que Boulez tambié hace una observación que yo mismo le he indicado a mi esposa en más de una ocasión:

El problema es que, en Estados Unidos, las universidades se yerguen como fortalezas aisladas que parecen no tener demasiado contacto con el mundo exterior. Es una mentalidad muy anglosajona porque en Inglaterra pasa algo por el estilo. Sin embargo, en Francia no hay campus, las universidades están en las ciudades. Esto hace que la vida intelectual y artística tenga mayor unidad, por el permanente contacto entre universidad y ciudad.

Acierta Boulez por completo. El tipo de campus al que se refiere, completamente aislado de la realidad social que le rodea, sólo lo he encontrado en los EEUU y en Irlanda, países obviamente de cultura anglosajona. En la Europa continental, por el contrario, la tradición es más bien la de insertar el campus en la ciudad, fomentando la circulación de ideas y el contacto entre estudiantes, profesores y el resto de la población. No me extrañaría nada que a lo mejor esto redunde en una menor incidencia de lo que por aquí llaman la torre de marfil de la academia. Qué duda cabe que se trata de un peligro siempre presente, pero yo diría que su presencia se ve más exacerbada por necesidad en el modelo universitario anglosajón, donde el campus se encuentra aislado de su entorno social sin mucha posibilidad de construir puente alguno de comunicación, salvo quizás mediante la influencia empresarial, lo cual, de camino, también contribuiría a explicar la mayor incidencia de los intereses comerciales en el mundo universitario anglosajón. Entre otras cosas, esto también significa que la gran tradición de la novela de campus, tan enraigada en la literatura inglesa o estadounidense, no haya cuajado nunca en nuestro continente. Digo esto a raíz de un comentario de J. Ernesto Ayala-Dip sobre la última novela de Javier Cercas, La velocidad de la luz:

Allí, en Urbana (una ciudad universitaria como apareciera en El vientre de la ballena y El inquilino, inttroduciendo de paso en nuestra narrativa la novela de campus, extraña a nuestra tradición)...

Los comentarios de Boulez vienen a explicar precisamente por qué nosotros nunca tuvimos dicha tradición. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 24 15:57:15 CST 2005]

El argentino Jorge Marirrodriga reflexiona en las páginas de El País de hace un par de días sobre la nueva ola de la izquierda latinoamericana que ha ido alcanzando el poder en países como Chile, Venezuela, Brasil, Argentina y Uruguay. Como indica en su artículo, van juntos pero no revueltos, pues las diferencias entre Lula, Lagos, Chávez, Tabaré Vázquez y Kirchner son significativas. Pese a todo, tambié es cierto que hay algunos elementos comunes:

... la llegada al poder por la vía de las urnas (Chávez, en diciembre de 1998; Lagos, en diciembre de 1999; Lula, en octubre de 2002; Kirchner, en abril de 2003, y Vázquez, en octubre de 2004); la toma de conciencia de que la unión en la acción exterior, tanto política como económica, es más efectiva que la negociación por separado (fortalecimiento del Mercosur, alianza de Brasil y Argentina con Venezuela), y la voluntad de buscar fórmulas de financiación y desarrollo alternativas (nuevos mercados de exportación petrolífera para Venezuela o intentos de atraer la inversión china en Argentina, entre otros ejemplos).

En definitiva, que a pesar de todas las proclamas populistas de algunos de estos líderes (sobre todo el venezolano Chávez), lo cierto es que se mueven dentro de los tradicionales parámetros de la socialdemocracia. Ni que decir tiene que esto es algo nuevo, al menos comparado con lo que fue la izquierda latinoamericana en tiempos recientes. Atrás quedaron los eslóganes revolucionarios y las utópicas promesas de una instantánea mejora de las condiciones sociales, y en su lugar se han adoptado métodos reformistas, subrayando sobre todo la importancia de consolidar democracia y garantizar un mínimo de estabilidad social y económica (una vez más, Chávez es aquí la excepción, debido a su incapacidad casi se diría que innata para dejar de lado los tics populistas y garantizar ningún tipo de estabilidad). A ello habría que añadir una cierta conciencia de que en un mundo globalizado las soluciones a los problemas por los que atraviesa la región no pueden intentarse de fronteras para adentro. Cada vez se hacen más necesarias estructuras económicas supranacionales como el Mercosur que puedan fomentar la competitividad internacional de las economías latinoamericanas al tiempo que facilite la inversión extranjera. Se trataría, pues, de aplicar un modelo similar al que ya se aplicara con éxito en Europa, si bien en el caso de Latinoamérica cabe preguntarse quién puede representar el papel de Francia y Alemania, pues ni el gran águila del Norte parece interesado en el tema ni tampoco Brasil o Chile cuentan con la fortaleza económica suficiente como para erigirse en líderes de un mercado único latinoamericano. {enlace a esta historia}

[Tue Mar 22 19:14:22 CST 2005]

Enrique Gil-Calvo publicó ayer un buen artículo en El País sobre el comportamiento de los populares en lo que respecta al 11-M.

El Partido Popular parece dispuesto a todo con tal de negar la mayor, evitando asumir sus responsabilidades últimas. Que no son poca, pues no supo prevenir un atentado cuyo riesgo incrementó con su política exterior, y cuando se produjo, al sentirse culpable no quiso reconocerlo así, tergiversando la información por miedo a perder las elecciones. Y para no reconocer esta evidencia, el Partido Popular ha boicoteado la comisión parlamentaria que investiga la masacre, ha sembrado de dudas el sumario judicial, ha creado toda clase de pistas falsas con ayuda de su prensa amiga y, lo que es todavía peor, ha utilizado a la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que controla, para azuzarla contra el Gobierno y contra Pilar Manjón, presidente de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, sin duda para castigar a ésta por su pública requisitoria contra el indigno papel jugado por el PP en la comisión, cuando pronunció la exigente catilinaria que ninguno de nuestros Cicerones se atrevió a formular: ¿quosque tandem (hasta cuándo), Catilina, abusarás de nuestra paciencia? (...) Contra toda evidencia, el Partido Popular se empecina en negarse a reconocer ninguna responsabilidad sobre lo que pasó hace un año, sin darse cuenta de que esto le coloca en el papel de acusado. (...) No sólo se empeña en negarlo todo, sino que además miente descaradamente acusando a los demás de toda clase de insidias calumniosas. Así demuestra Catilina cuánto le traiciona su inconsciente freudiano, pues comportarse como un acusado que se defiende por medios indignos implica reconocer que en su fuero interno se sabe culpable.

Sólo se echa en falta en el análisis de Gil-Calvo una mínima objetividad para reconocer también los errores de los socialistas. Es cierto, menciona que éstos también han cometido sus errores, pero lo deja para otro artículo en el que tenga tiempo de hablar del primer año del Gobierno Zapatero. Ya veremos si lo escribe cuando llegue el momento. En todo caso, no queda más remedio que sorprenderse por el cierto tono aventurero y radical que el PSOE está imprimiendo a su acción de gobierno después de haber ganado las elecciones en el último minuto y casi por casualidad. Uno esperaría un mayor grado de consenso con la principal fuerza de la oposición, sobre todo cuando se trata de hacer cambios constitucionales. No obstante, esto no debería tomarse como excusa alguna para la labor de oposición que está ejerciendo el PP, más parecida a la estrategia de tierra quemada de las guerrillas que propia de un leal partido de la oposición en un sistema democrático estable. Y es que, un año después de perder las elecciones, los populares todavía no aciertan a entender que ya no se encuentran en el banco azul. Andan tan subidos de humos que casi se diría que Aznar aún reside en La Moncloa y pueden mofarse de la desorganización de los socialistas. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 19 13:24:58 CST 2005]

Francisco Umbral acaba de publicar su último libro, Días felices en Argüelles, en el que comparte sus memorias sobre su llegada a Madrid hace ya varias décadas, incluyendo reflexiones sobre la sociedad de la época, los periódicos, los escritores... En la entrevista que publica El Cultural, Umbral hace gala una vez más de los excesos simplificadores que tan famoso le hicieron:

La novela fue siempre un género menor, popular. De la que lee, la gente más tonta prefiere la novela. Cogen una y se la zampan en tres tardes. Pero les das un libro de ensayo, una cosa de pensar, y ni lo abren. Le tengo cierto recelo a la novela y nunca la he hecho con convicción. Me jode ese sometimiento al argumento, a la intriga, a si se la tira o no, a si la mata o no. Para que me narren una historia prefiero el cine, porque me lo cuentan en hora y media y habré visto una buena fotografía a una tía estupenda, la actriz.

Soy de los que recelan de aquellos lectores que limitan su horizonte a un sólo género, ya sea éste el del ensayo o el de la ficción. Me parece, simplemente, pobre y limitador. No obstante, la simplificación de Umbral también me parece excesiva: hay novela fácil y de consumo rápido como también hay ensayo del mismo tipo, y de eso conocemos bastante aquí en los EEUU, donde se explota a conciencia el filón de los libros supuestamente históricos y de análisis cada vez que se da una crisis internacional o cualquier tema polémico salta a la primera página de los periódicos. Y es que se trata, me temo, del elemento definitorio de la prosa de Umbral: en nombre del nuevo periodismo (que, por cierto, inventaron otros, por más que él fuera quien lo trajera a nuestras tierras), se agarra a la pluma, pega cuatro brochazos y aparecen cientos de seguidores en los medios de comunicación lanzando loas sobre el "excelente retrato" que el maestro supuestamente ha hecho de la realidad social de su tiempo. No sé, no sé. Por más esfuerzo que pongo de mi parte, es que no acierto a convencerme de la maestría de Umbral, la verdad. Sí, puedo ver que logra describir de alguna forma el amplio abanico de hechos, elementos, agentes y fuerzas que dan forma a una ciudad como Madrid, pero el precio que uno ha de pagar es, precisamente, la falta de profundidad. Umbral siempre se queda en lo anecdótico, lo superficial, lo entretenido y llamativo de la realidad. De hecho, no escribe sobre realidades, sino sobre acontecimientos. En ese sentido, se trata del escritor ideal para la postmoderna sociedad del espectáculo en la que vivimos: entretenido, juguetón, chocante, escandaloso, descarado... pero falto de esencia, de autenticidad. En definitiva, que veo a Umbral como el epítome del pensamiento débil que nos invade. Mucha alharaca, pero sin contenido. Mucho ruido y pocas nueces. Nunca olvidaré la lectura de un librito suyo sobre el Madrid postmoderno publicado, creo recordar, por Ediciones Temas de Hoy, que leyera allá a mediados de los ochenta, a poco de llegar a Madrid desde mi Sevilla natal. Había oído acerca de la maestría de Umbral para retratar nuestra capital, y pensé que a lo mejor así podía entender un poco mejor la ciudad que me acababa de acoger. Pues bien, el desencanto fue completo. El libro tenía desde luego muchos fuegos de artificios, por no hablar de un claro exceso de egocentrismo, pero de descripción de Madrid nada de nada. Vamos, ni de la ciudad ni de su famosa fauna. Terminé de leer sus páginas y me quedé tal y como había empezado. Eso sí, la prosa de Umbral tenía toda la agilidad y el apremio de quien parecía estar perdiendo el resuello mientras describía los acontecimientos. Y es que el autor tenía que demostrar que él estaba in, que se movía entre la gente que de verdad contaba. En fin, que me grabó la imagen de un Madrid superficial y egotista que tardé años en superar para pasar a descubrir el Madrid de verdad, que incluye eso y mucho más. Umbral, no obstante, parece empeñado en hacernos pensar que lo único que existe verdaderamente en la capital es él y su grupito de amigos. Sorprende, pues, que Umbral despotrique contra la novela porque no hace pensar. Jamás me topé con uno solo de sus escritos que me hiciera pensar. Todos parecen estar escritos para leer y tirar, lo cual no ha de extrañar a nadie en esta era del entretenimiento como valor supremo. Es una pena. {enlace a esta historia}

[Thu Mar 17 20:41:56 CST 2005]

Echándole un vistazo al número de la semana pasada de El Cultural me encuentro con la reseña de Goya, del afamado crítico de arte Robert Hughes, quien escribe para la revista estadounidense Time, donde se comenta de pasada algo que me pareció bastante interesante:

Goya es el primer pintor que se niega a embellecer la guerra, a verla como hazaña heroica, y nos la muestra como pura atrocidad, como puro horror.

Se trata, en este sentido, del antecedente más directo del corresponsal de guerra contemporáneo. Quizás mereciera la pena escribir algún día un corto ensayo sobre el tema, reflexionando sobre qué fue primero, el huevo o la gallina. ¿Fue Goya el primer pintor que acertó a captar este cambio de actitud hacia la guerra, o quizás fueron precisamente sus cuadros los que contribuyeron en buena parte a la transformación de nuestra mentalidad? El sentido común me dice que lo primero parece desde luego más probable, sobre todo teniendo en cuenta que para entonces ya había surtido efecto tantos años de discurso humanista e ilustrado. No obstante, tampoco sería la primera vez que el sentido común nos traiciona con su aparente lógica implacable. {enlace a esta historia}

[Tue Mar 15 06:42:56 CST 2005]

Una vez más he leído algo que me ha hecho sonreír. Al parecer, la cosa está cómica últimamente. El Cultural publica un brevísimo análisis de Niágara, la película de Henry Hathaway protagonizada por Marilyn Monroe, y nos cuenta que la rubia eterna causó tal revuelo en Tokyo que la prensa japonesa le encasquetó el sobrenombre de "Honorable Actriz del Trasero Contoneante". El mote tiene su chispa de gracia. El autor del corto artículo, el crítico de cine Carlos Reviriego, nos describe cómo la Monroe se hizo ama y dueña de la película:

Es la primera gran actuación de Marilyn de espaldas a la cámara, con ese andar decididamente torpe, como "gelatina con muelles" (según Jack Lemon), embutida en una falda negra, pura energía sexual segura de sí misma, un andar que creó un estilo imitado hasta el delirio por jovencitas y no tan jovencitas. Nunca un culo (y su modo de moverse) había levantado tanto revuelo en el cine, ni una actriz se convertía con tanta facilidad en una atracción. A partir de entonces, Jean Harlow y Lilian Russell y Lana Turner serían historia, porque Hollywood había encontrado (que no creado) la nueva muñeca llamada a encarnar las fantasías del ciudadano universal...

(...)

... Encargaron la dirección a Henry Hathaway, un veterano de la industria, cineasta todoterreno que venía de dirigir Rommel, el zorro del desierto, y que hizo lo que pudo (y muy bien) con un proyecto no pensado precisamente para poner en práctica sus conocimientos de artesanía cinematográfica, sino para magnificar el deseo que inspiraban las curvas de Marilyn y sus labios siempre pintados, incluso en el hospital. Como el mismo eslogan publicitario anunciaba, la señorita Monroe era un fenómeno de la naturaleza en sí mismo, de una fuerza tan arrolladora y salvaje como las cataratas que servían de escenario a la trama de parejas deshechas y asesinos de reemplazo. De hecho, no había más protagonista para hacerla sombra que las propias aguas, bellas y enfurecidas, cuya proximidad, da a entender el filme, es casi tan peligrosa como el propio deseo.

¡Vaya usted a saber cuántos países le deben al menos un pedacito de libertad a la Marilyn! Hay veces, desde luego, en que a uno le entran ganas de lanzar proclamas políticas a favor de las estrellas eróticas, sobre todo cuando aparecen los barbudos lunáticos lanzando diatribas contra la "decadencia occidental" a golpe de Corán. Y es que a estos elementos les saca de quicio todo lo que huela a deseo y pasión. {enlace a esta historia}

[Sun Mar 13 11:57:09 CST 2005]

¿Quién no conoce a autores como Mario Vargas Llosa, Bryce Echenique, Jorge Edwards, Quino o Benedetti, así como la importancia que tuvo en su momento el famoso desembarco de escritores latinoamericanos en nuestro país allá por los años sesenta? Eso era entonces, pero lo cierto es que ahora también hay un buen número de jóvenes escritores latinoamericanos que se han decidido a montar tienda por nuestros lares, principalmente en ciudades como Madrid y Barcelona, pero no únicamente allá. A los ya conocidísimos Horacio Vázquez Rial y Cristina Peri Rossi, habría que añadir miembros de la nueva camada aún en buena parte por romper en la escena literaria internacional: los peruanos Santiago Roncagliolo y Jorge Benavides; los argentinos Alejandro Parisi, Lázaro Covadlo, Elsa Ossorio y André Neuman; los cubanos Jorge Ferrer, Pablo Díaz, Rolando Sánchez Mejías, Ramón Fernández-Larrea, Radamés Molina, Ronaldo Menéndez y Justo Vasco; el boliviano Edmundo Paz Soldán; el uruguayo Manuel García Rubio; los colombianos Ángela Becerra y Juan Gabriel García Vásquez; o el salvadoreño Ernesto García. Todos ellos tienen que lidiar con los problemas típicos de los inmigrantes, por supuesto: papeleo burocrático, trabajos de camarero, parrillero o asistente doméstico para ganarse unas cuantas perras y, por desgracia, algún que otro caso de discriminación y racismo. Queda, no obstante, la esperanza de que este nuevo desembarco sirva para estrechar los lazos con los hermanos de la otra orilla del Atlántico, a quienes tanto debemos. Bien está que España se inserte más y más en el proyecto de integración europeo, pero solamente podemos olvidar nuestros lazos con los países latinoamericanos a nuestro propio riesgo. Es demasiado lo que nos une, y ya va siendo hora de que les devolvamos la generosidad que demostraron con nuestros exiliados durante los negros años de la posguerra. Por cierto, que uno de estos jóvenes escritores, el argentino Gonzalo Garcés hace un comentario que puedo imaginar en mis propios labios, así como en el de muchos inmigrantes latinoamericanos o europeos residentes acá en los EEUU:

Mi padre es chileno, yo siempre me sentí parte de algo más que un país. Eso casa bien con vivir en España: aquí es donde uno puede sentirse latinoamericano. En nuestros países de origen volvemos a ser, simplemente, mexicanos, chilenos o argentinos.

Jamás me di tanta cuenta de lo que me une a otros hispanohablantes o europeos occidentales como cuando salí de España y residí primero en Irlanda y después en los EEUU. Es algo que va mucho más allá de compartir una lengua o un pasado común, al menos en el caso de los latinoamericanos, pues también se comparten mentalidades, sueños, ideas, creencias, actitudes, costumbres e incluso, si me apuran, hasta una cierta aproximación hedonista a la cocina, por más que se diferencien nuestras respectivas gastronomías nacionales. Y, por lo que hace a los europeos occidentales, compartimos sin lugar a dudas una filosofía social y política, un modo de ver el mundo y las relaciones sociales, que nos aleja irremisiblemente de los norteamericanos. {enlace a esta historia}

[Sun Mar 13 11:35:04 CST 2005]

Antonio Burgos me ha vuelto a hacer sonreír con un artículo sobre los palabros que se gastan mi paisanos sevillanos y que, a lo que cuenta, están desapareciendo velozmente: tallas (por obras de escultura, que no estatura o simple unidad de medida para las prendas), trompezar, esbolillarse, arrempujar, engurruñao... Nos cuenta de paso que en Sevilla no tenemos un diccionario de sevillanismos medio decente, como el que tienen gaditanos o malagueños (El habla gaditana, de Pedro Payán Sotomayor, y el Vocabulario popular malagueño, de Juan Cepas, respectivamente). El bueno de Burgos no puede evitar cerrar el artículo lanzando dardos contra los gobernantes socialistas, como de costumbre, aunque hasta eso me hizo sonreír:

En Sevilla sacó un diccionario popular Manuel González Salas, pero pasó inadvertido. Necesitamos ese libro que nos devuelva el orgullo de hablantes. Un Cómo hablar Sevilla. Doctores tiene la Facultad de Filología que lo sabrán hacer. Antes que Sevilla hable, un suponé, como Chaves: diccionarios y diccionarias, el reto, la implementación y la bambolla de la farfolla de la macolla de esa colla, Pepe Borbolla.

{enlace a esta historia}

[Sun Mar 13 11:11:12 CST 2005]

La Real Academia Española de la Lengua acaba de lanzar un proyecto para escribir un Diccionario histórico de la lengua española, que pretende describir los cambios y las mutaciones de las palabras que forman nuestro idioma "desde Nebrija hasta hoy". El proyecto durará aproximadamente unos quince años, incluirá el estudio de 150.000 vocablos y empezará a publicarse en la Red dentro de unos tres años aproximadamente. No es la primera vez que se intenta escribir un diccionario de este tipo, pues ya Menéndez Pidal se aventuró en un primer intento que se vio truncado por la Guerra Civil, y la segunda oportunidad, comenzada en 1946, en unas circunstancias desde luego no muy propicias, fracasó debido al exceso de celo y la extremada lentitud de los esfuerzos de investigación. Así pues, a lo mejor a la tercera de verdad va la vencida y podemos finalmente contar con un diccionario de este tipo, pues como indica el director de la RAE, Víctor García de la Concha:

Somos la única lengua occidental, junto al portugués, que no tiene un Diccionario histórico. (...) Hicimos una reunión hace dos años en San Millán de la Cogolla con muchos expertos en esta materia que lo elaboran en otras lenguas para aprender de su experiencia y fue fundamental. De ahí dedujimos que debíamos hacerlo por etapas, como si fuera una cebolla de la que, para empezar, vamos a extrar primero el núcleo, es decir, las palabras de uso más frecuente, para después continuar con otros vocablos menos utilizados.

Por cierto, que como muestra de lo que han cambiado las cosas con la introducción de la Red y las nuevas tecnologías, basten las siguientes palabras de José Antonio Pascual, uno de los etimólogos que forma parte del equipo de investigación:

Cuando se pierde un tren, lo que te puede pasar es que el siguiente sea de alta velocidad y hay que cogerlo. Por eso, en un proyecto como éste, que será a muy largo plazo, hay que cambiar mentalidades y darse cuenta de que la Red será su soporte principal. El orden en esas circunstancias puede cambiar, y por eso el Diccionario histórico debe responder a criterios léxicos y de frecuencia, más que de orden alfabético. (...) [Esto también supone] que sea un trabajo inacabado, que no se pueda cerrar nunca y que esté en constante revisión, una cosas que si se lo hubieran dicho a Menéndez Pidal y a mi maestro Corominas, no creo que hubieran aceptado.

Ya veremos qué sucede con este nuevo intento. La verdad es que la lista de los lingüistas implicados en los otros dos intentos impone respeto: Ramón Menéndez Pidal, Rafale Lapesa, Julio Casares, Manuel Seco, Alonso Zamora, Víctor García de Diego... El afamado Diccionario de Oxford (en otras palabras, el equivalente de este proyecto en lengua inglesa) llevó nada menos que cien años en publicar su último volumen. Y es que, como dicen en la vieja Castilla, no es moco de pavo. {enlace a esta historia}

[Mon Mar 7 11:19:38 CST 2005]

Cuesta trabajo creer que los sentimientos anti-americanos lleguen a estos absurdos niveles, pero así parece ser. El incidente que costó la vida recientemente a un agente de los servicios secretos italianos cuando transportaban a la recién liberada periodista de Il Manifesto, Giuliana Sgrena ha generado un número tal de acusaciones contra los EEUU que la Casa Blanca se ha visto obligada a negar hoy públicamente que haya habido conspiración alguna para que sus soldados asesinaran a Sgrena. Puedo entender la oposición a las políticas de Bush, pero la insinuación de que el Presidente en persona haya dado la orden de acribillar a una persona recién liberada de sus secuestradores y a sus acompañantes, que casualmente trabajan para los servicios secretos de uno de los pocos aliados claros que le quedan a George W. Bush en su política iraquí, simplemente raya en lo estúpido. ¿En qué cabeza puede caber que se haya dado una orden así desde la Casa Blanca? ¿Qué había de ganar con ello? La verdad es que no se me ocurre ni una sola buena razón, y sí bastantes argumentos contra tal decisión. ¿Es que de verdad hemos llegado a un punto tan bajo en las relaciones transatlánticas? Si éste es el caso, no me queda más remedio que decir que la responsabilidad se debe no sólo a las temerarias políticas de Bush, sino también al hecho de que muchos en Europa han preferido jugar con el fuego de la demagogia pacifista durante los últimos dos años, en lugar de hacer una política responsable. En fin, ya veremos dónde termina todo esto, pero de momento no tiene buen color. De un tiempo a esta parte, parece haber ciertos elementos en Europa que aprovechan cualquier oportunidad para lanzar dardos envenenados contra los estadounidenses, sean merecidos o no. Va en nuestro propio interés poner fin a esta tendencia si no queremos destruir una alianza que ha durado tantas décadas, y que tanta paz y prosperidad nos ha traído. {enlace a esta historia}

[Mon Mar 7 07:39:13 CST 2005]

He de decir que me gustan la decencia y honestidad intelectual del Gobierno Zapatero. Ayer, el Presidente de la Generalitat dijo que su Gobierno "se siente a veces como una mujer maltratada" ante el acoso de CiU con motivo de sus acusaciones sobre el cobro de comisiones ilegales. Hoy mismo, la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, ha pedido a Maragall que no compare el debate político con la "tragedia social" de los malos tratos. Tiene razón la vicepresidenta, pero más importante aún me parece el hecho de que no se lo piense dos veces antes de llamar al orden a un compañero de partido. Ya va siendo hora de que pongamos fin al partidismo descerebrado tan preponderante en el pasado. Me llena de orgullo este Gobierno, aunque me duele el no poder contribuir a este nuevo proyecto de cambio desde mi destierro estadounidense. {enlace a esta historia}

[Sun Mar 6 21:16:04 CST 2005]

Thomas Friedman critica hoy la pasividad europea en su columna dominical publicada por The New York Times, y hasta cierto punto hay que darle la razón.

Europe's armies were designed for static defense against the Soviet Union. But the primary security challenges to Europe today come from the Middle East, Central Asia and Africa. If you put all the E.U. armies together, they total around two million soldiers in uniform —almost the same size as the U.S. armed forces. But there is one huge difference— only about 5 percent of the European troops have the training, weaponry, logistical and intelligence support and airlift capability to fight a modern, hot war outside of Europe. (In the U.S. it is 70 percent in crucial units.)

The rest of the European troops —some of whom are unionized!— do not have the training or tools to fight alongside America in a hot war. They might be good for peacekeeping, but not for winning a war against a conventional foe. God save the Europeans if they ever felt the need to confront a nuclear-armed Iran. U.S. defense spending will be over $400 billion in 2005. I wish it could be less, but one reason it can't is that the United States of Europe is spending less than half of what we are. And the U.S. and E.U. really are the pillars of global stability.

Seamos claros, Europa sólo puede recuperar protagonismo internacional mediante una seria remodelación de su política de seguridad y defensa, y es muy probable que la consecuencia primera de tales cambios sea precisamente el incremento de los gastos militares. Los discursos pueden ser bellos, las ayudas al desarrollo y el diálogo desde luego pueden contribuir a mejorar la situación de muchos países y mejorar la vida cotidiana de millones de personas. No obstante, bien poco podremos conseguir si solamente tenemos palabras. Son por desgracia muchos los europeos que parecen haber olvidado hoy dos lecciones de nuestra propia historia: primero, hay ocasiones en las que no queda más remedio que luchar por unos ideales que merezcan la pena, como se hizo durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo; y, segundo, las palabras únicamente pueden funcionar cuando hay una credibilidad detrás, cuando se sabe que no se pueden romper las reglas del juego porque hay un encargado de obligar a cumplirlas y está dispuesto a hacerlo. Tan encantados estamos con nuestra tolerancia, nuestro progresismo y nuestro bienestar que nos olvidamos de lo más esencial: cuando uno se enfrenta a individuos que no están dispuestos a aceptar las reglas del juego, no hay más remedio que aplicarles con dureza las penas estipuladas por el resto de participantes o de lo contrario son precisamente estos elementos criminales quienes acaban por adueñarse de la situación, imponiendo el terror a todos los demás.

Ahora bien, me parece que Thomas Friedman y tantos otros críticos de la pasividad europea no aciertan del todo en el análisis que subyace a su crítica. Así, por ejemplo, el mismo Friedman nos dice que el número de tropas de todos los países miembros de la UE es casi idéntico al de los EEUU, sin detenerse a reflexionar sobre el hecho de que está comparando el número de tropas de 25 naciones con el de un sólo país. He ahí, me parece, el meollo del asunto: la UE sólo podrá desempeñar el papel que Friedman le exige si acierta a elaborar una política común de seguridad y defensa (es decir, si consigue aunar en este campo el mismo conjunto de fuerzas que acertó a reunir en torno a su proyecto de mercado único, que sin lugar a dudas ha logrado relanzar el poderío económico del viejo continente). Mientras tanto, lo único que podremos contraponer al 70% de soldados estadounidenses preparados a intervenir en cualquier punto del globo en defensa de sus intereses será una miríada de mini-ejércitos casi incapaces de defender hasta sus propias fronteras. En otras palabras, que tendríamos el equivalente a la fuerza militar de Arizona, Nuevo México o Nebraska, para explicarlo en unos términos que seguramente serían más inteligibles para la mayoría de los estadounidenses. Y es que el problema, del mismo modo que en la esfera económica, es uno de escala. Debido a los enormes cambios tecnológicos y sociales que tuvieron lugar durante la segunda mitad del siglo XX, el mundo está mucho más interrelacionado y globalizado hoy en día, y lo que ayer quizás fuera una potencia de tamaño e influencia considerables (digamos, Alemania, o Francia) hoy no deja de ser un moscón con ínfulas de grandeza. Una vez más, al igual que sucediera en la esfera económica, hemos llegado al punto donde los europeos debemos elegir entre unir fuerzas también en la esfera militar o pasar a ser potencias de segundo rango con cierta credibilidad moral pero sin poder real. Cuidado, porque no estoy defendiendo aquí que la UE se convierta en el justiciero internacional que el Presidente Bush parece tener en mente como el objetivo de su propia política exterior, pero sí que debemos al menos tener el coraje de exigir que se respeten las reglas del juego. Quién sabe, quizás si nos atreviéramos a seguir las líneas maestras que aquí hemos marcado, a lo mejor hasta se nos respetaría más en Washington y podríamos tener alguna influencia real en sus decisiones. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 5 22:14:47 CST 2005]

Hace unas semanas comentaba que había fallecido Guillermo Cabrera Infante. Pues bien, hoy leía el intercambio epistolar entre Cabrera Infante y el editor de su Tres tristes tigres en España, Carlos Barral, allá por 1966, donde el cubano hace unos interesantes comentarios sobre la censura franquista que subrayan lo esperpéntico de la situación:

He leído con atención y mayor rapidez las correcciones (?) increíbles de la Censura. Si no viera las marcas en el papel y no leyera español, pensaría que es una broma tuya. Realmente! Hay una serie de pequeñeces y mierditas que demuestran, entre otras cosas, lo que ese Régimen de bobería y baba es —y ojalá que algún día podamos decir fue. (Aunque no sé qué es más grave, si el hecho de que esté siendo o que haya sido.) (...) Que pase todo, Carlos, y que acabe de salir el libro, que ya va siendo Tres deprimentes gatos —o también Tres tristes tragos. (...) Donde único hay una tachadura grave es la escena (galeradas 78 y 79) que impide que el relato se entienda totalmente —o claramente. Pero, mi viejo, no queda otro remedio que pasarlo. Es como tú dices. Sí, tienes mi permiso, aprobación o como carajo se llame para seguir adelante con el libro. Te firmo las fotocopias en señal de consentimiento (Fíjate que no digo asentimiento. ¿Debía decir sometimiento?).

Se leen las líneas con algo de pena, pues uno casi puede vislumbrar tras ellas no sólo la frustración del escritor censurado sino también, me atrevería a decir, la desesperación del artista en apuros que necesita publicar cuanto antes mejor de la forma que sea para poder sobrevivir de mala manera en su exilio londinense. Por cierto, que una de las cartas también incluye algunos comentarios sobre el régimen de Fidel que nos hace entrever la calaña del revolucionario cubano:

¿Te enteraste de la última bola cubana? Según el diario Granma [juego entre Gramma y la forma coloquial de grand mother] yo fui entrevistado por la televisión española (?) y en medio de elogios personales hablé maravillas de Fidel, de la Revolución y del Socialismo permanente. En La Habana están todos locos! De la televisión española no conozco más que las antenas y unas cuantas imágenes borrosas que producía un televisor alquilado en frente de mis hijas.

Triste historia la de un individuo como Cabrera Infante, que se encuentra enmedio del fuego cruzado y los desmanes de tamaño par de tiranos. Se rebeló contra ambos, Franco y Fidel, y acabó muriendo entre la neblina londinense. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 5 21:58:32 CST 2005]

El Cultural publica una entrevista a Antonio Colinas en la que el escritor comparte con nosotros su visión del fenómeno religioso y la auténtica poesía:

Al margen de lo religioso, la realidad es sagrada para el que la acepta como tal, con mirada piadosa. El ser es uno con la naturaleza, con el todo. Lo sagrado es una presencia que está en el hombre y en los libros, en la concepción de la realidad, desde los orígenes de los tiempos. No muere nunca, germina siempre. Sin embargo, hay todavía gentes que, en las puertas de una nueva era, siguen pretendiendo arrancar de raíz lo sagrado, confundiendo las antiguallas de cierto clericalismo decimonónico con la idea de lo sagrado, que es un sentir consustancial a la psique humana.

(...)

Meditación y conocimiento son conceptos muy cercanos al mejor poetizar. De hecho, yo siempre digo que el poema ideal es aquel en el que el poeta siente y razona en igual medida. Los más jóvenes poetas españoles buscan en este momento los caminos de la meditación y del conocimiento. La poesía sin conocimiento es puro espasmo, puro gesto, pura "fotografía". Ser poeta es una manera de ser y de estar en el mundo.

En definitiva, se trata de una concepción de lo religioso más cercana a San Juan de la Cruz y el orientalismo místico que a las expresiones justicieras tan en boga en tierras estadounidenses, por no hablar de las vertientes más institucionalizadas del fenómeno. Como siempre, el gran peligro es que todo este misticismo degenere en pura charlatanería y espiritualismo superficial al estilo de la New Age. No parece, desde luego, que los tiros vayan por ahí con Colinas, pero nuestra sociedad tiene esa facilidad para tomar discursos atractivos y distorsionarlos hasta convertirlos en mercancías apetecibles para el consumidor de últimas tendencias. De ese destino no se libran ni los poetas. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 5 17:49:03 CST 2005]

Parece que los tradicionalmente moderados y sensatos catalanes (bueno, al menos eso es lo que se acepta comúnmente como el estereotipo del catalán) están perdiendo los papeles a cuenta de un quítame allá esas pajas sobre las acusaciones de Maragall contra los dirigentes de CiU en el Parlament. Vaya por delante que, en mi opinión, la actitud de Maragall en este caso es deplorable. Sencillamente, uno no puede lanzar acusaciones contra la oposición con la facilidad con la que lo hizo el President en este caso. Las diferencias de opiniones son aceptables, pero las acusaciones concretas de corrupción sin aportar prueba alguna no son de recibo. No obstante, esto no quita para que también me parezca detestable la posición de CiU, llevando a los tribunales unas palabras pronunciadas durante un debate parlamentario y que, por consiguiente, deberían estar protegidas por la libertad de expresión que uno asume en sede parlamentaria. Al final, los únicos que están haciendo lo razonable son los populares, quienes anunciaron ayer una moción de censura contra Maragall. No me cabe duda alguna de que lo hacen para aprovecharse del caos y debilitar al gobierno tripartito tanto de Barcelona como de Madrid, pero al menos no se están comportando con la inmadurez de socialistas y convergentes. Se pueden, y quizá se deben, exigir responsabilidades políticas, pero llevar el asunto a los tribunales supone radicalizar la situación con un populismo tan vergonzoso como el del propio Maragall al lanzar acusaciones infundadas. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 5 16:50:44 CST 2005]

Me acabo de encontrar con unas interesantes reflexiones de Walter Benjamin sobre el concepto de crítica literaria que me gustaría citar aquí. Las entresaco de su ensayo titulado Goethe's Elective Affinities:

Critique seeks the truth content of a work of art; commentary, its material content. The relation between the two is determined by that basic law of literature according to which the more significant the work, the more inconspicuously and intimately its truth content is bound up with its material content. If, therefore, the works that prove enduring are precisely those whose truth is most deeply sunken in their material content, then, in the course of this duration, the concrete realities rise up before the eyes of the beholder all the more distinctly the more they die out in the world.

Asimismo, entresaco estas otras palabras de su ensayo Naples, que vienen a ilustrar de forma anecdótica la naturaleza cuasi-pagana, y casi siempre compleja y contradictoria, que tomó el catolicismo en los países mediterráneos:

Some years ago a priest was drawn on a cart through the streets of Naples for indecent offenses. He was followed by a crowd hurling maledictions. At a corner, a wedding procession appeared. The priest stands up and makes the sign of a blessing, and the cart's pursuers fall on their knees. So absolutely, in this city, does Catholicism strive to reassert itself in every situation. Should it disappear from the face of the earth, its last foothold would perhaps be not Rome but Naples.

{enlace a esta historia}

[Wed Mar 2 20:37:23 CST 2005]

El Presidente Zapatero acaba de protagonizar una históricamente inédita sesión en la Asamblea Nacional francesa al comparecer para dar un discurso y someterse a las preguntas de los representantes de los distintos grupos parlamentarios de la cámara. El proceso de integración europea no ha hecho sino acelerarse desde la llegada del mercado único en 1992 y la unidad monetaria en el 2002, y cuesta trabajo creer ahora que pueda detenerse de ninguna manera. Pese a las críticas de los escépticos, hay motivo para enorgullecerse, como indica Zapatero:

... de todos los modelos sociales y políticos que ha hecho el hombre, la Unión Europea es el que ofrece mayor libertad e igualdad.

Como ejemplo, usó precisamente el de Extremadura:

... una de las regiones más pobres de Europa cuando España entró en la UE. [Ahora] en todas las escuelas hay un ordenador para cada dos alumnos, y esto ha sido posible gracias a la solidaridad de la Unión Europea, gracias a ustedes. Ahora, estamos, en coherencia, también nosotros dispuestos a aplicar la solidaridad.

{enlace a esta historia}

[Wed Mar 2 10:54:58 CST 2005]

El País publica hoy un artículo de Alain Touraine titulado Hacia un nuevo Estado de bienestar que casi suena a lluvia sobre terreno mojado. El bueno de Touraine habla, después de todo, del concepto de crisis del Estado del bienestar al que venimos dando vueltas en Europa desde finales de los setenta al menos, aunque aún no hayamos sido capaces de encontrar solución alguna. Por tanto, todo lo que indica es correcto: el coste económico del sistema es enorme, las políticas de lucha contra la desigualdad no son del todo eficaces, los intereses creados dificultan el proceso de reforma, el gasto en investigación y desarrollo es menor de lo que debiera ser para sostener la competitividad frente a los EEUU y Japón... el problema, sin embargo, es que Touraine tampoco acierta a ofrecer una solución más allá de un programa de reformas y retoques que no queda nada claro, porque lo que sí parece evidente es que la solución neoliberal estadounidense no es compatible con nuestra identidad social y cultural a este lado del Atlántico. De hecho, el desmantelamiento del sistema de bienestar en los EEUU está llevando a un nivel tal de desigualdad y lacras sociales que no está nada claro siquiera que se trate de una solución a largo plazo para la propia sociedad estadounidense. En cualquier caso, Touraine sí que acierta a describir con acierto los parámetros en los que debemos movernos para debatir el tema:

Este problema del cambio de un sistema de lucha contra la desigualdad y la inseguridad a otro sistema —pasando, es verdad, por ciertas medidas de liberalización, pero, en lo fundamental, sin entrar en la lógica de la gestión neoliberal— es el problema central de los países de la vieja Europa y los grandes debates políticos deberían entablarse alrededor de él. Pero estos problemas son tan grandes y tan difíciles que los partidos de izquierda dudan en lanzar reformas, mientras que una parte importante de su electorado forma la mayoría de lo que se pueden denominar sectores protegidos o incluso excesivamente protegidos. Por su parte, los partidos de derecha sólo critican el antiguo sistema del Estado de bienestar con el fin de favorecer una liberalización que, en el estado actual de las cosas, probablemente provocaría, al menos en numerosos países, graves desórdenes sociales. Italia, Alemania, España, Gran Bretaña y Francia, sin contar Holanda, Bélgica y los países escandinavos, se enfrentan a los mismos problemas. Por lo tanto, es necesario que la izquierda y la derecha se definan en todas partes del mismo modo en relación con las soluciones propuestas a este problema del cambio del antiguo a nuevo Estado de bienestar. La desorganización política, que trae consigo una pérdida de interés de la opinión pública por las elecciones, reproduce fielmente esta impotencia para exponer los problemas y proponer soluciones.

Necesitamos con la mayor urgencia construir una situación bastante análoga a la de finales del siglo XIX, que opondría directa y claramente a los liberales y a los socialdemócratas, que probablemente deberían ser denominados de otro modo, aunque la mayoría se resisten a ser llamados socioliberales, lo que, sin embargo, corresponde en parte al sentido de las reformas emprendidas. En la vida europea, los problemas de organización, de integración de nuevos países e incluso de construcción de una política internacional, aun siendo de la mayor importancia, son menos importantes y menos centrales que los de esta transformación del Estado de bienestar, que algunos consideran que ya ha sido iniciada en Gran Bretaña por Tony Blair. Esta transformación, que parece mejor vista hoy en España, que choca con grandes resistencias en Alemania y que apenas ha sido iniciada en Italia y en Francia, debería situarse en el centro de nuestras preocupaciones y es razonable pensar que la vida política se reorganizará alrededor de estos problemas en las próximas décadas. Entonces, podremos de nuevo saber lo que significa ser de derechas o de izquierdas.

Como venía diciendo, Touraine acierta a hacer un buen diagnóstico del problema, pero no se atreve a lanzar soluciones más allá de un vago llamamiento en favor de la reforma. Pero, ¿reforma de qué elementos de nuestras políticas de bienestar y hacia dónde? Ahí no entra, desde luego, lo que nos vuelve a dejar, una vez más, exactamente en el mismo punto en el que ya nos encontrábamos a mediados de los ochenta. Mucho no hemos avanzado, la verdad. Todo el mundo parece tenerle tanto miedo al tema que nadie se atreve a tocarlo, y mientras tanto la situación se pudre más y más ante la pasividad de todos. En estas circunstancias, no queda más remedio que reconocer que al menos los neoliberales se han arriesgado a mover ficha y hacer algo al respecto, gusten o no gusten sus políticas, mientras los partidos socialdemócratas llevan ya más de dos décadas dandole vueltas a la pelota. Y es que el problema tampoco es fácil, pues yo soy el primero en reconocer mi falta de propuestas para salir del atolladero. Algún día tendré que dedicarle al tema el tiempo de reflexi&oaute;n suficiente para, al menos, esbozar algunas respuestas. {enlace a esta historia}

[Tue Mar 1 21:14:10 CST 2005]

Hace unos días escribía una anécdota sobre lo que me sucedió al visitar una tienda local de música y descubrir que mis bandas favoritas se encontraban todas bajo la sección dedicada al rock clásico. Pues bien, hoy, para redondearlo, voy y me encuentro con que Los 40 acaban de editar La movida de los 80, donde ni que decir tiene que casi puede encontrarse la banda sonora de mis años de instituto, al menos en lo que a música española se refiere. Ahí está todo: Bailando, de Alaska y Los Pegamoides; Sólo se vive una vez, de Gabinete Caligari; La estatua del jardín botánico y Enamorado de la moda juvenil , de Radio Futura; Ponte la peluca y Viaje con nosotros, de la Orquesta Mondragón; Esto no es Hawai, de Loquillo y Los Intocables; Chica de ayer, de Nacha Pop; Ni tú ni nadie, de Alaska y Dinarama; Pánico en el edén, de Tino Casal; El pistolero, de Pistones... En fin, que aquí estoy, entregado en cuerpo y alma a la nostalgia más vergonzosa que uno pueda imaginarse, reviviendo aquellos años de desmadre, libertad y esperanza en el futuro. Se trataba, después de todo, de los años del cambio, por más apolítica que pareciera la música pop de aquél entonces. Por cierto, que también se trataba de una época de programas televisivos originales, rompedores, como La Edad de Oro, de Paloma Chamorro, o aquella Caja de Ritmos en la que aparecieran Las Vulpes cantando Me gusta ser una zorra para ira de la derechona de siempre. ¿Y qué decir de Metrópolis? Es una pena que la televisión pública haya llegado a los niveles de hoy, con más interés en los índices de audiencia y en llevarse el gato al agua aunque sea a costa de auténtica basura que en promover las creaciones artísticas de las nuevas generaciones. {enlace a esta historia}