[Fri Aug 26 09:39:16 CDT 2005]

Hace unos días escribía sobre las concesiones que se están haciendo al islamismo en Irak para conseguir que se apruebe una nueva Constitución cuanto antes. Las razones, por supuesto, tienen poco que ver con las necesidades políticas de los iraquíes y mucho que ver con los apuros por los que está pasando la operación militar estadounidense. Para hacernos una idea del despropósito, The New York Times publica hoy una noticia detallando algunos de los puntos del nuevo texto constitucional que preocupan a los iraquíes secularistas:

The secular leaders said the draft, which was presented to the National Assembly on Monday, contains language that not only establishes the primacy of Islam as the country's official religion, but appears to grant judges wide latitude to strike down legislation that may contravene the faith. To interpret such legislation, the constitution calls for the appointment of experts in Shariah, or Islamic law, to preside on the Supreme Federal Court.

The draft constitution, these secular Iraqis say, clears the way for religious authorities to adjudicate personal disputes like divorce and inheritance matters by allowing the establishment of religious courts, raising fears that a popularly elected Islamist-minded government could enact legislation and appoint judges who could turn the country into a theocracy.

Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. {enlace a esta historia}

[Thu Aug 25 14:32:03 CDT 2005]

Leo en El Mundo que Albert Boadella acaba de estrenar En un lugar de Manhattan, su obra sobre el espíritu del Quijote o, quizás debiera decir, sobre la desaparición del quijotismo de la faz de nuestro país. Y es que el bueno de Boadella siempre ha sido así de trágico. El resumen de El Mundo ya lo dice todo:

En su espectáculo, Boadella recrea el fracaso de la quimera quijotesca y, ridiculizando las pretensiones modernizadoras de ese mito literario, denuncia la incapacidad del mundo actual para reconocer en nuestro entorno las virtudes del espíritu de El Quijote.

En un lugar de Manhattan pretende abrir una reflexión sobre la desaparición de los valores quijotescos, perdidos en España en unas pocas décadas tras haber perdurado durante siglos. Asimismo plantea la marginación de que son víctimas quienes todavía se atreven a encarnar ese espíritu.

Habrá que suponer que, por supuesto, el propio Boadella es una de esas quijotescas "víctimas", y es que el dramaturgo catalán lleva ya muchísimo tiempo esforzándose en ser la mosca cojonera de nuestra realidad nacional. Y el caso es que no me parece mal del todo que alguien salga con una interpretación o actualización más de la obra cervantina, pues siempre hay lugar para eso. Lo que sucede es que, al menos en este caso, se trata de un campo bien trillado. Vayamos por partes. Cuando alguien se queja de "la desaparición del espíritu quijotesco en España" suele referirse a una de tres cosas: la crisis del idealismo político y sus diversas utopías, la modernización galopante de nuestro entorno, o ambas a la vez. Por lo que hace a la primera, la verdad es que yo no acierto a verla por ningún sitio. Es decir, el idealismo juvenil continúa ahí como siempre, los estudiantes universitarios se ponen en pie de guerra cuando se trata de reformar el plan de estudios, la ciudadanía te organiza la marimorena cuando uno menos se lo espera o cuando sucede alguna desgracia puramente accidental en la que el Gobierno realmente no está implicado para nada, todo el mundo se queja de "los políticos" (así, en plural, e incluyéndolos a todos), los okupas siguen ocupando edificios y montando sus centros sociales alternativos, Izquierda Unida sigue sumándose a la primera protesta que se organice, los directores de cine todavía están quejándose para que les subvencionen sus películas, y Antonio Gala sigue escribiendo de política como si se tratara de una de sus poesías. En fin, que yo no veo tanta diferencia. O al menos a mí no me lo parece cuando intento rememorar mis años de juventud. Eso sí, a lo mejor el problema es que todos hemos crecido un poquito y nos hemos aburguesado, como solían decir los buenos marxistas de antaño. Es decir, que a lo mejor el problema no es tanto que la sociedad española haya dejado de ser quijotesca como el hecho de que nosotros mismos nos hemos acomodado a las circunstancias, lo que por otro lado casi se podría decir que es simplemente ley de vida. Y, por lo que hace al asunto de la modernización galopante, la verdad es uno ya no sabe a qué atenerse con estos tipos. Resulta que cuando España acababa de salir del franquismo, se nos repetía una y otra vez que olía "a alcanfor" y había que "ponerla al día". Y ahora, cuando el objetivo en buena parte se ha cumplido, nos quejamos de... en fin, nos quejamos de que se ha modernizado. ¿Es que alguien puede explicarme esto? ¿Nos quedamos con la España rancia del tardofranquismo o con la España modernizada y europeísta de hoy en día? ¡A ver si nos aclaramos de una vez! Y es que, al fin y al cabo, lo más probable es que el señor Boadella simplemente eche de menos los tiempos en los que era capaz de causar escándalo con el simple hecho de decir un par de boberías contra el Ejército o la Iglesia. En definitiva, que se trata de nostalgia y no de falta de quijotismo. El idealismo, como ha sido siempre el caso, lo podemos encontrar entre quienes se lo pueden permitir. En este sentido, no hay nada nuevo bajo el sol.

Y, hablando de moscas cojoneras, también leo en El Mundo que Antonio Gala ha criticado la campaña publicitaria emprendida por las instituciones para promover la lectura de El Quijote. De acuerdo al escritor, se lee la obra todos los veranos "menos éste" porque "no se puede obligar a leerlo". Hombre, obligar lo que se dice obligar, a él nadie le está obligando, como lo prueba el hecho de que se lo lee todos los veranos "menos éste". Claro que también resulta un poco extraño que uno lea un libro todos los veranos y ahora se niegue a hacerlo solamente porque a las instituciones les ha dado por promover su lectura. Uno se imagina que si lo que digan las instituciones le trae al pairo al señor Gala, pues se debería limitar simplemente a ignorar la campaña y sanseacabó. Pues no, como buena muestra de ese quijotismo que según Boadella está desapareciendo a marchas forzadas del paisaje nacional, Antonio Gala planta pies en pared y se niega a hacer lo que hace todos los veranos. Pues nada, ya ganó otra batalla el poeta, sí señor. ¡Pero hay que ver lo rebelde que es! Y que conste que en cierto modo puedo ver su punto de vista. Es cierto que no se puede obligar a nadie a leer un libro por más campaña que se haga, y que El Quijote es un poco como la Biblia, uno de esos libros que habríamos de leer todos una vez alcanzada cierta edad. Pero, seamos honestos, ¿es que se le va a hacer algún daño a la sociedad por hacer campaña para que se lea en su centenario? ¿Acaso no hay cosas peores contra las que despotricar? Después de todo, hay una buena multitud de libros que todo el mundo lee por obligación, porque están de moda y todo dios habla de ellos. Y a lo mejor resulta que un puñado de individuos descubre con gozo la literatura de nuestro Siglo de Oro gracias a esta campaña. ¿Qué se pierde con ello? {enlace a esta historia}

[Thu Aug 25 09:52:16 CDT 2005]

La bitácora de Alejandro Gándara en El Mundo merece la pena, si no por sus análisis profundos y perspicaces por el mero hecho de que nos hace sonreír de cuando en cuando (cuidado, porque de vez en vez se destapa con alguna reflexión inteligente). Por ejemplo, hoy mismo, y tomando como excusa la historia del joven del piano escribe lo siguiente sobre la realidad imitando a la ficción:

Recuerdo cuando en los guiñoles de Canal Plus empezó a salir el de Felipe González con la muletilla de "y por consiguiente". Supuse ingenuamente que el entonces presidente del Gobierno abandonaría esa expresión por simple sentimiento de ridículo. Muy al contrario, la multiplicó. ¿Es que no veía los guiñoles? No sólo los veía, sino que se los aprendía. La estilización del guñol, por caricaturesca que fuese, le había proporcionado una pauta para construir el personaje que se enteró de los GAL por el periódico. Lo mismo sucedió con Aznar. El individuo tendía a la máxima identificación con el muñeco, y no a la inversa. A partir de ahí, un sujeto antipático y contradictorio puede suscitar la simpatía que le presta por ósmosis el polichinela.

Por estos lares, casi pareciera en ocasiones que el Presidente Bush también está representando el papel de sí mismo tal y como se le refleja en los chistes de Jay Leno o David Letterman en sus programas de la noche. Imagino que siempre se le puede sacar partido a los chistes que se hacen sobre uno. Al fin y al cabo, del mismo modo que la masa de telespectadores gusta de repetir hasta la saciedad las fórmulas cómicas más de moda, también un político que se ríe de sí mismo siguiendo fielmente las líneas marcadas por la sátira televisiva resulta parecer que está en la onda. {enlace a esta historia}

[Tue Aug 23 19:02:51 CDT 2005]

Juan Carlos Ortega nos cuenta una maravillosa anécdota sobre una conversación entre Einstein y Eluard:

Cuentan que Albert Einstein estaba paseando por París con el poeta Paul Eluard. Paul le dijo a Albert que él llevaba siempre una libreta para apuntar las múltiples ideas que le brotaban sin cesar, y quiso saber si el gran genio de la física hacía lo mismo. Einstein apartó su pipa de la boca y le dijo al poeta: "Yo no necesito apuntar mis ideas en ninguna libreta. Tengo tan pocas que cuando se me ocurre una sé que no se me olvidará jamás".

Me temo que yo soy también de esos que tienen tantas ideas que las tienen que apuntar en una libreta. Bueno, en mi caso he llegado incluso a escribir un pequeño programa para mantenerlas organizadas por temas en una base de datos en el servidor de casa. Y es que, como es bien evidente, no soy ningún Einstein. {enlace a esta historia}

[Tue Aug 23 09:04:38 CDT 2005]

Enrique Gil Calvo publica hoy un artículo titulado Meditación de La Moncloa en las páginas de El País que, inspirado en aquella otra Meditación de El Escorial que escribiera Ortega y Gasset, viene a aplicar las categorías de quijotismo y donjuanismo a nuestra realidad nacional como método de análisis político. La propuesta es, sin duda, sugerente, pero deja mucho que desear. Vayamos por partes. En primer lugar, nos habla Gil Calvo del análisis que hace Ortega del Quijote:

Simplificando mucho, el Quijote es para Ortega el mayor mito de la cultura española, al que se debe comparar con los demás mitos análogos, como el de Don Juan o El Escorial, para construir con ellos un esbozo de lo que cabe llamar ideología española. Por este concepto cabe entender la versión española del idealismo alemán, que conduce a perder el contacto con la realidad objetiva de las cosas. Recuérdese el axioma de Ortega: "Yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a éstas, no me salvo yo". Pues bien, el idealismo consiste en interpretar la realidad circunstancial sólo a partir de la subjetividad y el voluntarismo de cada yo particular. Pero esta ruptura con la realidad es celebrada por el idealismo español de dos formas aparentemente contrapuestas, pero en el fondo idénticas. O bien se falsifica la realidad para sustituirla por un utópico ideal imaginario, como hace el protagonista del Quijote, o bien se reniega de ella para destruirla con egocéntrica agresividad, como hacen Don Juan y los demás héroes nihilistas del fatalismo trágico de la España negra. Pero en ambos casos se impone un voluntarismo unilateral sin objeto ni razón, que sólo conduce a la ruptura con el objeto (falsificación alucinatoria de Don Quijote) o a la ruptura del objeto (nihilismo iconoclasta de Don Juan). Y frente a este vicio tan español del voluntarismo unilateral, que se manifiesta tanto a escala personal (individualismo) como colectiva (el particularismo de la España invertebrada), Ortega propone como antídoto y ejemplo de virtud española el objetivismo de Velázquez y el perspectivismo de Cervantes, cuyo pluralismo multilateral (alcionismo) le permite dar cuenta y razón a la vez de todas las visiones posibles de las cosas.

A partir de aquí, se adentra el autor en algo que me parece mucho más discutible: la aplicación de estos conceptos a las distintas fuerzas políticas que discuten sobre nuestro futuro como nación. Así, Gil Calvo cree ver un claro elemento de donjuanismo entre los llamados talibanes de CiU (es decir, el sector más extremo del la coalición nacionalista, empeñado en hacer caer al Gobierno tripartito de la Generalitat a cualquier coste), así como a José María Aznar, auténtico torbellino arrasador que pretende deshacerse de todo aquel que ose enfrentarse a su sacrosanta idea de España. En cuanto a la expresión contemporánea del quijotismo, Gil Calvo cree que la debemos encontrar entre quienes "confundiendo sus prosaicos territorios con gigantes históricos, pretenden inventarse cada cual su particular Estado-ficción, auténtica Ínsula Barataria que les permita evadirse de la realidad española" (es decir, Maragall, Ibarretxe o Carod Rovira). Y, finalmente, ¿a quién podemos identificar como el máximo representante del alcionismo contemporáneo? Pues ni más ni menos que al mismísimo Zapatero. En fin, que la clasificación que hace Gil Calvo de nuestros políticos siguiendo las categorías orteguianas de quijotismo, donjuanismo y alcionismo me parecen demasiado forzadas y simplificadoras. Lo que es peor, se trata de un análisis que, a la postre, no aclara nada que ya no supiéramos, pues me atrevería a afirmar que la amplia mayoría de los españoles ya eran conscientes de los castillos en el aire que se construyen los señores Maragall, Ibarretxe y Carod Rovira, y también eran conscientes de la agresividad lunática de Aznar y compañía (de ahí, precisamente, que no hagan sino bajar en todas las encuestas desde hace un año o así).

Pero, más allá de la elástica interpretación que haga Gil Calvo de las ideas de Ortega para aplicarlas a nuestra realidad política contemporánea, también me gustaría reflexionar aquí un poco sobre la tendencia tan orteguiana a emplear dos o tres categorías como metáforas para analizar la realidad. Se trata, en este caso, de las categorías que él denominó quijotismo, donjuanismo y alcionismo, pero en otras ocasiones le dio por usar términos tan sugerentes como los de España nueva y España vieja que también dieron su juego. Hubo un tiempo, allá durante mis años universitarios, en los que yo también pensé que el bueno de Ortega hilaba fino. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que Ortega brillaba más en su tremenda capacidad para usar metáforas literarias que contribuyan a iluminar la realidad social que en el propio análisis social, y de ahí precisamente su incapacidad para proponer solución alguna a los problemas de los que trata. Me explico. Las líneas generales de los temas que trata Ortega están bien trazadas, y de hecho la mayor parte de quienes se han detenido a pensar sobre estos problemas ya han llegado a conclusiones similares a las que alcanzara él. Como explicaba más arriba, a nadie sorprende un análisis que afirme la tendencia de Ibarretxe o Maragall a construir castillos independentistas en el aire, como tampoco sorprende a nadie un comentario sobre el dogmatismo mesiánico de Aznar. Se trata, de hecho, de fenómenos bien a la vista y de los que todo el mundo es consciente. Lo mismo puede decirse de las categorías orteguianas de España nueva y España vieja. Todo el mundo era consciente de esa contraposición antes de que él la expusiera en su ensayo Nueva España contra vieja España, publicado en 1915. Y, sin embargo, hay algo en Ortega que le hace tremendamente atractivo, hasta el punto de que décadas después de su muerte todavía se le use para ilustrar la realidad política de hoy en día, como hace Gil Calvo en su artículo de El País. ¿A qué se debe esto, pues? Estoy convencido de que no se debe tanto a la capacidad de Ortega para el análisis social como su dominio del comentario social, que son dos cosas bien distintas. Ortega no es un buen sociólogo, pero sí que es un magnífico comentarista de la realidad social; es decir, que Ortega no es tanto un científico de lo social o lo político como un periodista que domina a la perfección el arte de describir la realidad haciendo uso de unas cuantas categorías o metáforas ampliamente conocidas por el público. Es en este sentido (y en este sentido solamente) que Ortega parece iluminar la realidad con un conocimiento especial y profundo. Al fin y al cabo, la tendencia al idealismo subjetivo que él denomina quijotesco existe en Alemania o Inglaterra tanto como existe en España, como sucede también con el donjuanismo negativo y destructor. El acierto de Ortega no estuvo en descubrir esas dos fuerzas sociales y hacérnoslas ver (como digo, todo el mundo era ya consciente de su existencia), sino en encontrar los términos perfectos para que pudiéramos hablar de ellas. En definitiva, Ortega fue más pedagogo que auténtico pensador. Eso sí, se trata de un pedagogo excelso, inimitable. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 21 17:46:40 CDT 2005]

Unos versos de Gil de Biedma con los que me acabo de topar y que merece la pena transcribir aquí:

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante
.

Pertenecen a su poema No volveré a ser joven, del libro titulado Las personas del verbo. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 21 16:52:42 CDT 2005]

El País publica hoy un artículo de Mario Vargas Llosa donde del escritor alaba al director de un programa cultural de la radio estadounidense cuyo nombre no puede recordar. El título del programa es Bookworm o, como lo traduce Vargas Llosa, El gusanillo de los libros, y el nombre del director en cuestión es Michael Silverblatt. Hoy mismo escuché uno de los números del programa, dedicado a la novela The History of Love de Nicole Krauss, y la verdad es que las alabanzas de Vargas Llosa son completamente justificadas. A lo mejor, como indica en su artículo, la apariencia del estudio desde donde se emite el programa es paupérrima, y desde luego no parece que el director esté muy interesado ganarse un dinero fácil con la literatura de éxito comercial, pero suple las carencias materiales con una contagiosa pasión por los libros que hace bastante falta en los medios de comunicación estos días. Nos cuenta Vargas Llosa:

Apenas comenzó a hablar quedé prendido de lo que decía y, casi inmediatamente, conquistado. Tenía la impresión de que hablaba de un libro ajeno, pero no porque traicionara en lo más mínimo mi historia, sino porque su síntesis más bien la embellecía, depurándola y reduciéndola a lo esencial. No hacía la menor crítica, no daba opinión personal alguna, se limitaba a "contar" la novela con una neutralidad absoluta, desapareciendo detrás de los personajes y la historia, sustituyéndolos en cierto modo, con una destreza consumada y pequeños pero muy eficaces efectos —pausas, énfasis, cambios de tono— que enriquecían extraordinariamente aquello que contaba. No sólo había leído el libro de manera exhaustiva; había seleccionado de modo tan certero los fragmentos que me hizo leer que éstos, a la vez que ilustraban muy exactamente su relato, dejaban en el oyente una curiosidad afanosa sobre lo que vendría después.

El diálogo fue para mí tan sorprendente como la primera parte de su programa. Sus preguntas no incurrían en los inevitables lugares comunes ni se apartaban un segundo del libro que nos tenía allí reunidos. Más bien, me obligaban a retroceder a la época en que por primera vez tuve la idea de aquella ficción, a rememorar las experiencias que me la sugirieron, y, luego, al proceso que la fue plasmando en palabras, a las lecturas, ocurrencias, memorias de que me fui sirviendo a la hora de escribirla, y, por último, a revelar aquellas intimidades más secretas que, como ocurre casi siempre cuando uno escribe una novela, fueron apareciendo, atraídas misteriosamente por la imaginación para irrigarla, para dar apariencia de vida a los fantasmas.

En definitiva, que se trata de uno de esos extraños casos donde alguien que de verdad ama los libros está a cargo de un programa sobre ellos, en lugar de encargársele el trabajo a cualquier cara bonita con cierta tendencia a "hablar de las cosas de intelectuales". Este Michael Silverblatt, por el contrario, se centra únicamente en los libros, más que en el autor o el contexto. La crítica como tal le importa un rábano. A él sólo le interesa hablar del libro como tal, y de eso nos beneficiamos quienes le oímos. No es que me parezca que se trate de una actitud más legítima que las otras, pero sí que se trata, sin lugar a dudas, de un estilo poco extendido entre quienes discuten temas de cultura, lo cual siempre resulta refrescante. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 21 15:08:35 CDT 2005]

Mientras leía un número atrasado de Quadern Cultura, el suplemento cultural de El País en el País Valenciano, me encuentro con una columna de Joan Mira que seguramente ha de acongojar a cualquier amante de la cultura y el conocimiento. En el artículo, Mira nos cuenta cómo, mientras impartía una clase en la Universidad, se adentró en una explicación de algunos de los términos que han venido ha identificar a nuestra cultura occidental: el logos, la polis, derecho, teatro, razón... A partir de ahí, nos cuenta:

Llavors algú va proposar que explicara la paraula "sacerdot". Molt bé, que els vaig dir, aixó ve del llatí sacer, sagrat, i del radical dho/dhe, que vol dir "fer, posar": és a dir, que el sacerdot és qui fa que alguna cosa siga sagrada, qui, per exemple, converteix en sagrat l'animalet del sacrifici o qualsevol altra ofrena feta als déus. Per completa la imatge, els demane que recorden el ritual de la missa, que és un sacrifici estilitzitat: què fa el sacerdot en la missa, quan consagra i després presenta l'ofrena ja sagrada? Silenci total: ningú no sap què fa, quan ho fa, què vol dir consagrar, amb quin gest o amb quines paraules consagra. Que no heu anat mai a missa? Silenci Faig la pregunta a una senyoreta molt atenta: i tu, no saps què passa en la missa? No, senyor, no ho sap, no en té ni idea. I no heu vist mai una missa, ni tan sols a la televisió, en fotos, en un documental op un reportatge? Fracàs absolut. En fi, no sé què diu el concordat entre l'Estat espanyol i la Santa Seu (què és una "santa seu"?), no sé què passa, no sé si amb aquesta ignorància millora la salut pública, el benestar general i la cultura secular. Sé que em vingueren ganes de dir "Ite, missa est", és a dir, fotem el camp, que ja s'ha acabat tot.

Y es que el episodio tiene su miga. Como agnóstico que soy, la verdad es que no me preocupa demasiado si nuestra juventud atiende o no atiende a misa, pero que ignoren por completo en qué consiste la práctica sí que me parece un despropósito. Se mire como se mire, la religión ha sido (y es) uno de los fenómenos sociales más importantes de la Humanidad, y no hay forma de conocer nuestra Historia ni a nosotros mismos sin familiarizarnos con ella. En otras palabras, que el secularismo no tiene por qué estar ligado a un ateísmo primario. Y, sin embargo, tampoco tengo el ánimo de culpar a nadie, pues lo más probable es que este estado de cosas no sea sino la consecuencia inintecionada de la implantación del secularismo en casi todas las esferas de nuestra sociedad. Después de todo, teniendo en cuenta que yo mismo no atiendo a misa, ¿cómo cabe esperar que mis hijos lleguen siquiera a conocerla de primera mano?

Por cierto, que el otro suplemento Quadern Cultura publicado el mismo día por El País (el suplemento catalán) está dedicado al filólogo Joan Coromines y, entre otras cosas, nos encontramos con un artículo firmado por Jordi Llovet donde también se reflexiona sobre el origen de las palabras, aunque desde un punto de vista bien diferente:

La passió occidental per saber quin és l'origen de les paraules que fem servir cada dia es remunta a Plató, si no va encara més lluny. Però Plató, la veritat, va trobar una solució molt fàcil a la sempre espinosa qüestió etimològica: va fer dir a Cràtil, un dels seus dialogants, que totes les paraulesens vénen de Déu per llei de naturalesa i que, per tant, no cal donar-hi més voltes, perquè remuntar-se als orígens seria una tasca blasfema, ultra complexa. De fet, totes les religions han tingut aquesta tendència a l'hora de practicar l'art de l'etimologia, amb una diferència subtil: els savis del poble d'Israel creuen que el millor que es pot fer quan es percaça el sentit primigeni d'una paraula, o la seva font, és no parar de discutir-ne les possibilitats sense arribar mai, això sí, a cap conclusió clara: aquesta és una de les bases estratègico-filològiques de l'exegesi rabínica.

Me parece ésta una reflexión interesante por un par de razones. En primer lugar, yo resaltaría la conexión que hace Llovet entre la actitud de Platón y la del monoteísmo cristiano: la razón última de algo es Dios, y punto. Cierto, Platón es uno de los padres fundadores de la filosofía occidental y, además, el creador del primer sistema de pensamiento más o menos sólido y homogéneo, uno de los grandes arquitectos de nuestra civilización. Pero, quizás precisamente por eso las palabras de Llovet tengan aún más importancia todavía. Con Platón, la filosofía occidental da un giro y pone rumbo claramente hacia lo que pudiéramos llamar una teología secular, un intento desesperado por poner cotos a la compleja y multifacética realidad, domesticándola y sometiéndola al gobierno de la Idea. No creo que estuvieran tan descaminados Nietzsche, Heidegger y compañía cuando apuntaran a este desarrollo como la causa última del desvarío occidental. Y me parece que es precisamente este punto el que no hemos sabido digerir tras el trauma del siglo XX. El muro de Berlín ha caído, el comunismo parece definitivamente derrotado, la democracia parlamentaria se presente como el menos malo de los sistemas políticos posibles, pero aún no hemos aprendido que el problema no era tanto el marxismo-leninismo como esta supeditación de la vida a la Idea, este acartonamiento platónico que se encuentra en la base misma de nuestra civilización occidental, este pecado original de nuestra cultura. Tiene poco de extraño, pues, que nos las hayamos aviado para, a las primeras de cambio, reafirmar la primacía de la claridad moral y la jerarquía de valores en un vano intento de volver a encauzar la realidad. La vida, mientras tanto, continúa su imparable paso. En segundo lugar, me parece interesante la reflexión de Llovet al resaltar la importancia de la exégesis rabínica como una de las bases de la filología contemporánea. De hecho, casi toda nuestra hermenéutica, tantos siglos después, puede reducirse a lo que los hebreos han ido practicando durante miles de años. En este caso, la tradición rabínica enlaza directamente con Jacques Derrida y su teoría de la deconstrucción. {enlace a esta historia}

[Sun Aug 21 11:19:27 CDT 2005]

Continúa el despropósito estadounidense en Irak. Leo en las páginas de El País que EEUU ha hecho significativas concesiones a los islamistas para acelerar la aprobación de una nueva Constitución. Así, aunque todos los agentes implicados en la negociación aceptan que el Islam debe desempeñar un papel en la futura ley fundamental del país, los kurdos seculares piensan que debe limitarse a ser "una" fuente de Derecho, y no "la" fuente como actualmente se estipula en el borrador. Ni que decir tiene que chiíes y sunníes prefieren una posición más islamista, mientras que los consejeros estadounidenses, en lugar de poner pies en pared y mantenerse firmes en la defensa de un Gobierno secular aunque respetuoso con las tradiciones culturales y religiosas, prefieren ceder ante las presiones para ver si eso contribuye a convencer a la resistencia sunní. Habría que plantearse de qué vale desmantelar a la resistencia si el precio consiste en imponer un régimen islamista en Bagdad, o incluso si mereció la pena deshacerse de Sadam para marchar hacia una semidemocracia de islamismo rigorista, por más que se celebren elecciones cada cuatro años (eso, por supuesto, hasta que dejen de celebrarse; imagino que cuando suceda, Bush y sus colegas sostendrán que al menos se les dio una oportunidad, por más que la desaprovecharan haciendo uso de su libertad personal). En fin, que en el cuadro iraquí que parece estarse perfilando durante los últimos meses todo parece indicar que quienes perderán la partida de nuevo son quienes siempre la han perdido, es decir, los kurdos. Y es que, en el distorsionado mundo del Oriente Medio, quien no asesina, pone bombas, tortura e impone su código moral a los demás no prospera. O a lo peor es que a los capitostes de Washington les parece de lo más normal entender que "la" fuente del Derecho se identifica con un libro sagrado en particular. ¡Que Dios nos coja confesados! {enlace a esta historia}

[Sun Aug 21 10:55:57 CDT 2005]

Mientras leía un poco sobre el compositor Gustav Mahler, me encontré hoy con un artículo sobre la creencia supersticiosa en una maldición de la novena de larga tradición en el mundo de la música clásica. Al parecer, hay un sorprendente número de compositores que falleción mientras componía su novena sinfonía o poco después de finalizarla: Beethoven, Dvorak, Vaughan Williams, Bruckner, Schubert... Mahler estaba tan obsesionado con la maldición que prefirió titular su novena sinfonía Das Lied von der Erde en lugar de numerarla, aunque poco después completó una Sinfonía número 9 y murió mientras trabajaba en la décima. Hay quien dice que la maldición también fue una de las causas que contribuyó al silencio musical de Sibelius una vez escrita su octava sinfonía, aunque esto no parece tan claro ni mucho menos. Sin embargo, como suele suceder con las supersticiones, la famosa maldición de la novena usa y abusa de la evidencia empírica, prefiriendo elegir aquí y allá los casos que son compatibles con la teoría, en lugar de proceder a un análisis objetivo de los hechos. Así, individuos como Shostakovich y un buen número de compositores menores "rompieron" la maldición sin que se les preste la menor atención por ello. Y es que, como de costumbre, la creencia en miraglos y supersticiones es bastante selectiva cuando se trata de recurrir a la evidencia empírica, lo que le permite cubrirse con el manto de ley incontrovertible capaz de mostrar cómo se confirma en los hechos diarios sin necesidad de exponerse a la falsación. Así es cómo funcionan todas estas creencias. Por supuesto, ello no quita para que la superstición resulte intrigante, sugerente y poética, pero ésa es otra historia. {enlace a esta historia}

[Thu Aug 18 09:47:41 CDT 2005]

El diario El Mundo publica hoy una interesantísima historia acerca un libro de chistes sobre Hitler que fue encargado por el propio dictador al poco de llegar al poder en Alemania. El libro, que sale a subasta en Inglaterra la semana que viene, contenía viñetas y chistes que pintaban al Führer como un personaje ridículo o peligroso. Al parecer, Hitler consintió la publicación de la obrilla en 1933 en un intento de demostrar que tenía sentido del humor y no había por qué temerle. Ni que decir tiene que, una vez consolidado en el poder, jamás aceptó que se reeditara, si es que alguien lo intentó alguna vez. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 17 18:46:12 CDT 2005]

El País nos cuenta cómo México está revisando estos días la conflictiva figura de León Trotski con el estreno de un documental, así como diferentes actos y exposiciones sobre el fundador del Ejército Rojo, y me gustaría entresacar dos citas que me parecen interesantes del artículo en cuestión. En primer lugar, Trotski explica por qué piensa que el Presidente mexicano, Lázaro Cárdenas, le concedió el visado para residir en su país como refugiado político, a pesar de las presiones de la Iglesia católica y de los EEUU para que se lo denegara:

Cárdenas me ha dado el asilo no porque esté de acuerdo con mis ideas, sino porque está de acuerdo con las suyas.

Interesante cita en un mundo en el que tantos estadistas no parecen estar de acuerdo con sus propias ideas, usando la guerra contra el terrorismo como excusa para justificar cualquier salvajada que se les ocurra.

La otra cita viene a subrayar, por el otro lado, lo difícil que es mantenerse fiel a las ideas propias:

Con la cabeza lo arreglamos todo, lo emocional nos traiciona constantemente.

Y es que, después de todo, Trotski era un marxista ortodoxo, hijo legítimo de la Ilustración francesa. Lo cual, por cierto, nos lleva a plantearnos un asunto relacionado: ¿a qué nos conduce la razón sin emoción? El ser humano, después de todo, combina ambos elementos y otros muchos, y cualquier esencialismo sobre nuestra naturaleza me pone la carne de gallina. Ése fue, precisamente, el problema del autor de La revolución permanente. Podemos apreciar su lealtad a la idea del socialismo, y alabar su firme opsición a Stalin, pero no olvidemos al Trotski sin escrúpulos que desencadenara las carnicerías contra los rusos blancos durante la guerra civil que siguió a la Revolución de Octubre. ¿Pero es que podemos realmente diferenciar entre la dictadura del proletariado de Stalin y la de Trotski? Ambas basan su autoridad en lo mismo: la sangre de los enemigos de clase, definidos éstos como todo aqué que ose oponerse al poder establecido. No nos engañemos y caigamos en la tentación de ver en el Trotski del exilio a un luchador por la libertad, pues no se trataba sino de un espíritu totalitario que llevó las de perder. Eso es todo. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 17 18:31:59 CDT 2005]

Alejandro Gándara reflexiona en su bitácora del diario El Mundo sobre la peculiar relación entre tragedia y mundo mediático:

El siniestro como noticia anula el significado de la muerte, el sentido de la desgracia, la comprensión del mundo en el que las cosas suceden. La catástrofe se normaliza en el rectángulo de una pantalla de televisión o de un periódico como si estuviera en un plano. Uno abre el mapa del mundo y no encuentra cordilleras, deltas o ciudades, sino escupitajos de sangre. La muerte está en el plano y por esa misma razón parece planificada. A la catástrofe de hoy en el periódico de mañana le sucederá otra y el espectador lo sabe, así que la muerte de hoy en realidad sólo anuncia la de mañana en una sucesión interminable e insípida. No es el resultado de un acontecimiento que realmente ha tenido lugar en alguna parte, por ahí afuera, lejos de la mirada del público y del cliente, sino el de una política editorial que la ha convertido en producto.

Y así, en lugar de medios de comunicación acabamos teniendo simplemente voceros de sucesos, con lo que ello conlleva de debilitamiento de los fundamentos mismos del sistema democrático. Si a ello añadimos la preponderancia excesiva de los medios audiovisuales que casi han llegado a aplastar a la prensa tradicional, al menos en lo que se refiere a influencia en el ciudadano medio, la falta de análisis serio y constructivo se hace difícil de soportar. Entendámonos, no niego que ciertos periódicos aún conserven cierta influencia en la calle, pero suele limitarse únicamente a los reportajes sobre éste o aquél otro escándalo político. ¿Cuándo fue la última vez, después de todo, que alguien oyó discutir a dos pasajeros del metro sobre tal o cual artículo de opinión publicado por El País, El Mundo o cualquier otro diario nacional? {enlace a esta historia}

[Wed Aug 17 17:58:33 CDT 2005]

Leyendo una entrevista con el cantautor y diputado por la Chunta Aragonesista, José Antonio Labordeta, publicada en El País, me encuentro con unas afirmaciones sobre la especulación inmobiliaria que pueden aplicarse a casi cualquier país capitalista avanzado pero que sin lugar a dudas se ha vivido de forma mucho más cruda en cualquier país o región en vías de desarrollo.

Aquí, la gente no tenía más que un prado y cuatro vacas y con eso iban malviviendo. Cuando llegó de pronto la fiebre del esquí, aparece un tío con un maletín y les ofrece 100 millones. Esto lo he visto yo. (...) Aquí hay un sentimiento muy fuerte de la herencia familiar, de la casa. Que la vendas es lo peor. De tal modo que al que ha vendido el prado y la casa por 100 millones le entra de pronto una depresión y se muere a los seis meses; porque ha vendido a su familia.

No se trata de algo nuevo ni mucho menos, pero sí que debe hacernos pensar sobre las posibles consecuencias a medio y largo plazo de la introducción de las prácticas de especulación inmobiliaria en la España rural. El problema no es ya sólo que estemos causando serios trastornos en la infraestructura económica de las regiones afectadas (lo cual, por cierto, se encuentra entre las principales causas del exceso de consumo de agua que tantos problemas nos acarrea cada verano), sino que nuestras políticas de mano abierta están afectando al corazón mismo de la cultura rural, a los modos de vida, a las tradiciones culturales que han subsistido en estos lugares durante siglos en perfecta armonía con el medio ambiente. Y no, no soy un conservacionista ensoñador incapaz de reconocer cómo este desarrollo también contribuye en su aspecto más positivo a mejorar las condiciones económicas de los habitantes de la España rural y, por consiguiente, disminuye el imparable proceso de desertización de nuestros pueblos. Como de costumbre, el problema es complejo y uno ha de evitar los eslóganes ideologizados. No obstante, no veo que estemos haciendo siquiera un mínimo esfuerzo en poner en práctica planes para una economía sostenible que quizás pudieran contribuir a solucionar el problema.

Por lo demás, merece la pena escuchar a Labordeta cuando defiende un regionalismo solidario que rehuya del egocentrismo nacional:

Me da miedo que a veces se confunda lo que digo con pura exaltación del nacionalismo. Yo soy muy poco partidario de esto, máxime en un momento histórico como éste, en el que uno se mira el ombligo para presumir de piercing con más raigambre que el del vecino. Lo del ombliguismo hay que tomárselo un poco a risa.

Desconozco la trayectoria política de Labordeta y hasta qué punto haya defendido o no principios más o menos cercanos al de los otros nacionalismos, pero estoy completamente con esta afirmación suya. Respeto por la tradición cultural propia, sí; pero de exaltación nacionalista, nada de nada. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 15 20:23:17 CDT 2005]

Partiendo de una cita del pensador Isaiah Berlin, el escritor sudafricano Justin Cartwright ha escrito un apasionado artículo en The Guardian reivindicando el secularismo liberal frente a la avalancha religiosa cuyos puntos principales comparto plenamente. La frase de Isaiah Berlin que Cartwright toma como punto de partida es una buena muestra de la honda sabiduría de aquel maravilloso historiador de las ideas:

As for the meaning of life, I do not believe that it has any. I do not at all ask what it is, but I suspect that it has none and this is a source of great comfort to me. We make of it what we can and that is all there is about it. Those who seek for some cosmic all-embracing libretto or God are, believe me, pathetically mistaken.

Se refería aquí Berlin no sólo a aquéllos que buscan la gran Verdad, la que se escribe con mayúscula, en libros sagrados, sino también a quienes se desviven por encontrar la gran teoría que lo explique todo, el todopoderoso Moloch secular a quien podamos sacrificar nuestras conciencias a cambio de un miserable plato de lentejas que venga a calentarnos y protegernos del inevitable relente. Se trata, en definitiva, de retornar a la filosofía humilde y práctica del helenismo o los pensadores presocráticos, en lugar del disparate platónico en que nos hemos sumido en la civilización occidental desde hace tantos siglos.

What preoccupied Berlin as a philosopher and historian of ideas was the very prevalent belief that somehow life is other than the one we live. (...) He regarded the essentially religious belief that we could forgo our freedom now for some future society —Marxism was his particular bugbear— as ludicrous and against all the tenets of common sense. Freedom was, in his view, the freedom to conduct our own lives in our own way with as little interference as possible. He had no time at all for the idea that we are living with a false consciousness, which needs to be changed either by the religiously or the ideologically enlightened. In an age when fascism and communism were battling for the soul of Europe, he saw that they were essentially the same thing, offering a sort of heaven for those who gave up their personal freedom.

Llamémoslo, con cierta exagerada simplificación, el epicureísmo sui generis de Isaiah Berlin: lo único que existe es el aquí y el ahora, por lo que de nada sirve sacrificar nuestra libertad individual en nombre de un paraíso que, sencillamente, no existe. Y, para aquellos que aún prefieren entregarse en cuerpo y alma a la cruzada política contra el opositor infiel, Berlin también tiene un sabio consejo, como explica Cartwright:

He had even less patience with the idea that life is politics. Instead, he acknowledged that people could have conflicting aims, and he concluded that politics was not the end of life, but the unavoidable activity to resolve these aims. This is the liberal way for which Britain has —rightly— been highly regarded. It is not some wishy-washy alternative to a more active set of beliefs, but the starting point of a liberal secular society. It pre-supposes a rejection of explanations of existence and death. As a comfort or as a delusion or as a moral guide, these views are unexceptionable in a modern society, but when they assume a higher authority they have no value at all.

Y he aquí, precisamente, lo que me enfrenta a la concepción que de lo político tienen individuos como George W. Bush, José María Aznar, los nacionalistas vascos o catalanes y buena parte de Izquierda Unida. La actividad política no puede ofrecernos salvación alguna, sino tan sólo, con suerte, contribuir a sentar las bases de la convivencia en sociedad. Se trata de una visión pragmática, que no moral, de la política, y que deja por tanto a cada individuo la búsqueda de la buena vida. En definitiva, estamos hablando del liberalismo clásico, el mismo que en colaboración con los principios sociales de la democracia cristiana y la socialdemocracia nos condujo a la era de mayor libertad y riqueza material que haya conocido el ser humano, aunque hoy en día se encuentre en claro retroceso, al menos aquí en los EEUU. Y es que las promesas de salvación eterna y claridad moral siempre tienen su atracción. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 15 08:45:12 CDT 2005]

Andreu Buenafuente publica hoy en las páginas de El País un simpático artículo sobre el Papa, de esos de los que jamás se verían en un periódico estadounidense respetables, y es que por aquí se toman muy en serio eso que denominan "espiritualidad". Además, para qué engañarnos, hace ya mucho tiempo que lo políticamente correcto se extendió como una gangrena por el cuerpo social estadounidense y el humor ácido e irreverente casi ha desaparecido de los medios dejando vía libre a los inofensivos chistes sobre la vida cotidiana o, a lo sumo, el tópico sobre el Presidente de turno (en el caso de Clinton, eran sus infidelidades sexuales; ahora, en el caso de Bush, se trata de su supuesta ignorancia). En fin, ahí van algunos párrafos de la historia de Buenafuente:

Mucha gente dice que están un poco decepcionados por la elección de Ratzinger, porque esperaban a alguien más progresista. ¿Más progresista? ¿Qué querían? ¿Que saliera un cardenal superenrollado, rollo Leticia Sabater? "¡Con mucha feeeee!". Amigos, estamos hablando de la Iglesia. Lo más progre que ha hecho la Iglesia en los últimos años es acortar las misas. Que yo recuerde, ¿eh? No soy un especialista.

De todas formas, la de Ratzinger ha sido una carrera al estrellato meteórica. Este hombre estaba con sus cosas, sus libros, sus estampitas... y ahora le piden autógrafos, le hacen fotos por la calle... A estos últimos se les llama papa-ratzis (éste me lo han contado en el bar).

A Ratzinger le ha pasado un poco como a Chiquito o a Chus Lampreave o a Morgan Freeman, que la fama les ha cogido un poco creciditos. Y eso que él ya despuntaba como monaguillo. Se ve que era un prodigio pasando el cepillo. Le llamaban Cepilly Elliot.

Ahora le tenemos que dejar un tiempo para que se vaya haciendo con el cargo. No es fácil. De repente eres Papa.

(...)

¿Y el despacho papal? Lo tendrá que personalizar, digo yo. Ese camarlengo que le abre: "Papa, habemus despacho". Y claro, ¿qué foto pone el Papa en su despacho si no tiene ni mujer ni hijos? ¿La foto de una paloma? Pregunto yo. Igual deja puestas las fotos que vienen de muestra con el marco. Hay mucha gente que lo hace. "Qué guapa es tu novia". Y es una tía sueca recortada del Lecturas.

Benedicto XVI también tendría que ir pensando en un saludo para cuando vaya de visita por el mundo. Juan Pablo II innovó con el beso arrodillado en el suelo. Aquello fue un super-hit, un icono del siglo XX. Y claro, ¿cómo lo superas? ¿Te tiras en plancha al bajar? "Santidad, bienvenido a Ucrania". Y se lanza. Y todos los ucranios abajo: "¡Joder, vaya manía ha cogido el Papa!".

Una opción sería taparse la cabeza con la casulla y ponerse a correr como los futbolistas cuando marcan. Rollo Guaraná.

¡Cómo me gustaría ser capaz de escribir con sentido del humor! Y es que, como me decían algunas de las clientes que venían a comprar a la tienda de mis padres: "¡Hijo, tu no pareces ni andaluz! ¡Qué sevillano más seco!" En fin, ¿qué se le va a hacer? {enlace a esta historia}

[Mon Aug 15 08:10:29 CDT 2005]

El País publica hoy un reportaje sobre los jóvenes centroamericanos que arriesgan sus vidas para entrar ilegalmente en los EEUU que no viene sino a confirmar algunas de las ideas que ya tenía sobre el tema. Se trata, sin lugar a dudas, de algo ilegal, pero siempre me ha parecido tremendamente hipócrita el mantener posiciones de pureza moral a la hora de juzgar a estos inmigrantes cuando lo cierto es que. de encontrarnos en sus mismas circunstancias, la mayoría de nosotros intentaría cruzar la frontera hacia cualquiera de los países ricos igualmente. Porque, no nos engañemos, la clave aquí es el bienestar económico y no, como algunos patriotas estadounidenses afirman, venir a vivir bajo la libertad que, según ellos, solamente los EEUU ofrecen. Pocos inmigrantes ilegales cruzan la frontera debido a motivos políticos, por más que en ocasiones hagan uso de argumentos de naturaleza política para convencer a las autoridades de que no les deporten. Éste suele ser el caso de los cubanos, y suele funcionar además, en buena parte porque a los estadounidenses no hay mejor forma de engañarles que mentándoles a la libertad y poniéndoles como ejemplo de ella en el mundo. Por supuesto, esto no explicaría por qué hay tantos millones de individuos empeñados en cruzar las fronteras con la Unión Europea, pero esa es harina de otro costal, y además la mayor parte de los estadounidenses no están ni siquiera al corriente de lo que sucede más allá de sus fronteras. La afirmación tajante de un joven salvadoreño que ya ha sido capturado y deportado dos veces desde México debe ponerle la carne de gallina a más de un vecino del Norte:

Si me deportan cien veces, cien veces lo volveré a intentar. Algún día llegaré. Tengo todo el tiempo del mundo. No hay prisa, porque Estados Unidos no se mueve de donde está.

Por si cabe alguna duda, el director de la Casa del Migrante en la ciudad guatemalteca de Tecun Uman, el padre Barilli, aclara a qué se debe tanto empeño:

Creo que más del 50% consigue su ibjetivo. Estados Unidos sigue siendo el sueño, porque allí se gana en una hora lo que aquí en un día.

Mientras tanto, la derecha reaccionaria por estos pagos continúa pidiendo mano dura y deportaciones para frenar la marea humana, como si eso fuera a solucionar nada. Por supuesto, la alternativa (pagar dignamente a la mano de obra en sus países de origen y promover una política social más progresista en Sudamérica) plantearía ciertas e incómodas preguntas, así que prefieren seguir apostando por la mano de obra barata y las deportaciones en masa. El paraíso de la libertad, sin lugar a dudas. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 10 14:23:30 CDT 2005]

Esta mañana, antes de salir de casa para ir al trabajo, mi esposa me contó que había leído una noticia en el sitio web de BBC News donde se afirmaba que el Presidente Bush ha decidido apoyar que la teoría del diseño inteligente se enseñe en las escuelas norteamericanas como alternativa a la teoría de la evolución de Darwin. Los conservadores estadounidenses parecen empeñados en reeditar el infame juicio de Scopes de 1925, donde las huestes creacionistas se opusieron frontalmente a que las diabólicas teorías de Darwin se enseñaran en las muy cristianas escuelas de su país. El objetivo sigue siendo el mismo hoy día, pero han aprendido de los errores del pasado y han cambiado la retórica para adoptar un tono semicientífico mucho más acorde con los tiempos. De este modo, los defensores de las teorías del diseño inteligente comienzan por subrayar los puntos flacos (que sin lugar a dudas existen) en la teoría evolucionista, para a continuación explicar cómo ciertos organismos son tan enormemente complejos que es imposible que hubieran nacido como consecuencia de un ciego proceso evolutivo lo que, según ellos, nos llevaría irremisiblemente a aceptar la existencia de una inteligencia creadora que habría diseñado dichos organismos. En otras palabras, no sólo saltan fácilmente de unas premisas medio establecidas a unas conclusiones que para nada se derivan necesariamente de los argumentos que emplean, sino que además no hacen sino piruetas en al aire para evitar precisamente aquello que caracteriza a la ciencia moderna, es decir, la clara definición de hipótesis que puedan ser contrastadas empíricamente.

En primer lugar, los diseños complejos sí que pueden nacer de un proceso evolutivo sin influencia alguna de una inteligencia externa, sobre todo si tenemos en cuenta que la evolución misma va descartando posibilidades de desarrollo conforme su mismo proceso marcha adelante. En otras palabras, una vez se produce un desarrollo evolutivo determinado como forma de adaptación a un contexto natural determinado, aquellas posibilidades alternativas que fueron descartadas por no adaptarse de forma adecuada al ambiente del organismo son descartadas y, a partir de ese momento, el proceso evolutivo se concentra únicamente en las posibilidades que sí son compatibles con dicho ambiente, favoreciendo así la posibilidad de que se den evoluciones más y más complejas basadas en soluciones que anteriormente demostraron su viabilidad. Y todo ello puede suceder, además, sin necesidad de una intervención externa al proceso evolutivo como tal. Pero, en segundo lugar, tampoco hay que descartar la posibilidad de que el concepto de lo complejo como tal esté realmente contaminado y sea puramente subjetivo. Por ejemplo, cuando vemos un paisaje natural estéticamente sublime donde todos los elementos parecen encajar perfectamente de tal forma que, en conjunto, se nos presenta como una realidad de belleza casi celestial, ¿hemos de concluir también que debe haber sido diseñado directamente por la mano de un ente externo, o deberíamos más bien considerar la posibilidad de que el concepto mismo de belleza es subjetivo e independiente de la realidad objetiva misma que estamos contemplando? Finalmente, por supuesto, los partidarios de la teoría del diseño inteligente están saltando a conclusiones también cuando asumen que el ente externo que diseñó los organismos ha de ser necesariamente Dios. ¿Por qué no puede haberse tratado, por el contrario, de una raza de extraterrestres superinteligentes, por poner sólo un ejemplo? ¿Qué argumentos tenemos a favor de la primera hipótesis que no tengamos a favor de la segunda?

En todo caso, lo que más me preocupa de todo este debate, es precisamente el hecho de que la teoría del diseño inteligente ni siquiera pretende presentarse a sí misma como una hipótesis científicamente contrastable y, por tanto, falsificable, aunque sí que hace uso de la terminología científica para introducir la confusión entre los ciudadanos de a pie. En definitiva, que todo se reduce a fin de cuentas a un problema de falta de educación en el método científico como tal, lo cual viene a recordarme que durante todos los años que pasé en la escuela primaria y secundaria se me enseñaron numerosas teorías científicas como si fueran elementos de fe, pero bien poco esfuerzo que se hizo en enseñarme en qué consistía el método científico. Únicamente recuerdo haber tratado el tema durante algunas lecciones pertenecientes a la asignatura de Filosofía, que desde entonces ha ido desapareciendo progresivamente de los planes de estudio. Después, por supuesto, lo estudié a fondo en la Universidad, como no puede ser menos. Sin embargo, estoy convencido de que hemos de hacer un esfuerzo mucho mayor por extender el conocimiento de la metodología científica, más incluso que por popularizar las teorías como tales, que es básicamente lo que hemos hecho durante décadas. De lo contrario, corremos el riesgo de que movimientos fuertemente ideologizados como el del diseño inteligente acaben imponiéndose entre nosotros gracias al uso indiscriminado de una terminología científica que en nada está relacionada con el resto de sus propuestas. En este sentido, estos individuos me recuerdan a quienes hace varias décadas defendían el cientifismo de las teorías marxistas, a pesar de que fueran incapaces de proponer una sola hipótesis que pudiera ser confirmada empíricamente. Y es que el hábito no hace al monje, sino que simplemente nos hace creer que lo hace. {enlace a esta historia}

[Tue Aug 9 16:37:35 CDT 2005]

Leo en El País que España suma ya más trabajadores temporales que Italia, el Reino Unido, Bélgica y Suecia juntos, y no puedo evitar preguntarme cuánto tardaremos en flexibilizar el mercado laboral. Cuidado, no es que proponga aquí lo que muchos prefieren denominar capitalismo salvaje, pero si la legislación laboral actual tiene como consecuencia, después de todo, que tengamos tal nivel de contratación temporal, ¿qué se pierde exactamente con flexibilizar la contratación? Al menos de esa forma es bien posible que lográramos insuflar cierta estabilidad en cientos de miles de trabajos, aunque fuera al precio de hacer facilitar el despido en caso de que el empresario lo considere necesario. Como decía, ¿es que alguien piensa acaso que con el presente estado de cosas estamos mejor? ¿No estamos en realidad viviendo ya en un marco de despido libro solapado, aunque no queramos llamarlo así? Lo mismo conviene aceptar las cosas como son de una vez por todas, y actuar a partir de esa realidad para promover el empleo estable. Mientras tanto, no hacemos sino engañarnos a nosotros mismos con la enorme mentira de que tenemos una legislación laboral que, al contrario de la británica o la estadounidense, defiende el empleo estable. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 8 15:29:30 CDT 2005]

Leí esta mañana en las páginas de El País que un padre en Pakistán ha vendido a su hija de once años a un rival electoral para que se retire de los comicios, lo cual me llevó a plantearme unas cuantas reflexiones de naturaleza puramente sociológica. Según se nos cuenta en la noticia:

En regiones de Pakistán es costumbre entregar a las niñas en matrimonio para resolver disputas, aunque la práctica es ilegal.

Ni que decir tiene que la primera reacción es de desazón y aborrecimiento por lo que aquí en Occidente consideramos una práctica salvaje, opresora y abusiva. Sin embargo, en cuanto uno se plantea la cuestión desde un punto de vista algo más distanciado como puro observador del hecho social, surgen una serie de cuestiones que me parecen bastante interesantes: ¿hasta qué punto es posible establecer una edad determinada a partir de la cual los individuos pueden casarse y tener relaciones sexuales?, ¿debemos dejar la elección de pareja al individuo que va a casarse o es una decisión que debe por fuerza implicar al resto de miembros de la familia?, ¿podemos considerar la noción de amor romántico como algo natural y consustancial al espíritu humano? En fin, no se trata ni mucho menos de preguntas originales. Son cuestiones, por el contrario, que numerosos expertos en psicología y temas sociales se han planteado con anterioridad. No obstante, no por ello han perdido su relevancia. Tras más de un siglo de estudio de estos temas, me parece claro a estas alturas que hemos de reconocer el origen social (esto es, cultural y puramente relativo) de conceptos como el amor romántico, la decisión individual de contraer matrimonio o el mínimo de edad para establecer relaciones sexuales de forma legal. Se trata de asuntos en los que aquellos individuos de tendencias conservadoras parecen incapaces de aceptar ningún grado de relativismo, dando un automático respingo cuando oyen afirmaciones como las que acabo de hacer unas líneas más arriba. Sin embargo, la evidencia empírica no apunta a otro lugar.

Ahora bien, y esto me parece enormemente importante, el hecho de que la evidencia muestre que conceptos como estos son puramente culturales y, por tanto, relativos a cada sociedad no es óbice para que sostengamos al mismo tiempo que ciertas formas de organización social son más progresistas (o tolerantes, o abiertas, o respetuosas, o como se prefiera) que otras. Es decir, que lo uno no imposibilita lo otro. Si bien es cierto que prácticas como la recogida en la mencionada noticia publicada por El País tienen su explicación en el contexto de la sociedad donde se dan (y de ahí, precisamente, que sea tan difícil acabar con ellas), ello no quita para que, haciendo gala de un relativismo absoluto, las consideremos comparables a las prácticas igualitarias de las sociedades occidentales, con todas sus limitaciones. El conocimiento de otras culturas y la expansión del saber no tienen por qué conducir necesariamente a la desorientación más absoluta, sino únicamente a un sano escepticismo. Claro que éste ha sido, precisamente, uno de los problemas clave de la Ilustración desde su más tierna infancia.

En cualquier caso, una cosa sí ha de quedar bien clara. Si bien la primera reacción que uno tiene al leer una noticia de este tipo es la de considerar a Pakistán como una sociedad atrasada o moralmente reaccionaria, haríamos bien en considerar la posibilidad de que nosotros mantengamos una opinión objetivamente más progresista no porque seamos superiores o más inteligentes sino tan sólo porque nos hemos socializado en un contexto diferente. Haríamos bien, pues, en pensárnoslo dos veces antes de dar lecciones y lanzar arengas. Después de todo, es más que posible que haya una buena multitud de casos en los que seamos precisamente nosotros quienes estemos ciegos ante ciertos fenómenos de desigualdad e injusticia que individuos provenientes de otras sociedad más primitivas apreciarían a las primeras de cambio. Y es ahí, precisamente, donde el diálogo entre culturas puede mostrarse útil. En definitiva, que es posible la convivencia de distintas culturas sin caer en el relativismo nihilista. {enlace a esta historia}

[Fri Aug 5 11:13:34 CDT 2005]

Leo en El Mundo que Tony Blair acaba de anunciar ciertas reformas legales para deportar a los extremistas que inciten al terrorismo, y no puedo evitar recordar ciertas discusiones que tuve con un amigo estadounidense bastante conservador hace ya varios años. Por aquel entonces, antes de los ataques del 11 de septiembre, mi amigo se mostraba convencido de que una de las diferencias fundamentales entre el modelo político y legal anglosajón y el modelo continental europeo, más influido por las tradiciones alemana y francesa, era precisamente las garantías de los derechos individuales frente al poder del Estado. La idea nos puede parecer peregrina a quienes somos ciudadanos de países continentales y provenimos de la tradición cristianodemócrata o socialdemócrata, pero lo cierto es que se trata de una idea (un prejuicio, debiera decir) muy extendido entre los conservadores británicos y estadounidenses, quienes en ocasiones no se lo piensan dos veces antes de comparar nuestro Estado intervencionista con las experiencias totalitarias del siglo XX. En fin, que de bien poco valió entonces que le hablara a mi amigo de las circunstancias específicas de nuestro país, donde estábamos (estamos aún) combatiendo el terrorismo etarra, mientras sectores cercanos a los asesinos servían páginas de propaganda política desde ordenadores localizados precisamente en los EEUU y protegidos por los susodichos derechos individuales frente al poder del Estado. ¡Hay que ver cómo han cambiado las tornas! Quienes ayer se embelesaban en bellos discursos sobre la necesidad de defender los derechos fundamentales frente a la imposición del Estado hoy se han pasado por el otro lado, y casi están a punto de poner en peligro el edificio entero del Estado de Derecho tal y como lo hemos conocido durante las últimas décadas. Y, cuidado, porque no digo esto como crítica a Blair, sino más bien a todos aquellos conservadores que despotricaban contra los supuestos abusos del Estado cuando se trataba de legislación española o alemana combatiendo el terrorismo, y ahora ni siquiera aceptan las críticas a sus excesos de poder, automáticamente calificando cualquier oposición como anti-patriótica. Hace ya un buen tiempo que no oigo la dichosa comparación entre el modelo anglosajón, supuestamente favorable a los derechos individuales, y el modelo europeo continental, supuestamente autoritario y cuasi opresor. ¡Cómo cambian los tiempos!

Por cierto, que sí se me ocurre un pequeño problema con respecto a la propuesta de Blair. De acuerdo al artículo en cuestión:

El primer ministro británico, Tony Blair, ha anunciado que habrá que enmendar las leyes de Derechos Humanos, que dependen de la UE, para impedir el asilo de personas sospechosas de terrorismo o que inciten al terrorismo. Entre sus medidas adoptadas, además de la expulsión de extremistas, figura poder quitarles la nacionalidad británica. "Que nadie tenga ninguna duda de que las reglas del juego han cambiado", aseguró.

No parece que tenga mucho sentido el quitarle la ciudadanía a un individuo porque se le considera sospechoso de terrorismo o de incitar a la violencia. Sencillamente, si un ciudadano delinque, júzquesele y condénesele, pero no veo a cuento de qué viene la propuesta de quitarle la ciudadanía también. ¿Por qué no proponer lo mismo para otros delitos, como el asesinato múltiple, la evasión de capitales o la violación? ¿Qué sentido tiene, en un mundo cada vez más globalizado, exportar el problema a otro país? ¿Es que acaso un terrorista de Al Qaida no nos va a hacer daño si reside en India en lugar del Reino Unido? ¿Es que un imán que incite a la violencia no nos va a afectar porque actúa desde Mauritania, sobre todo en estos días en los que cualquier puede publicar sus fatwas en la red? {enlace a esta historia}

[Fri Aug 5 10:40:52 CDT 2005]

El politólogo Josep María Colomer publicó en El País un artículo titulado Abajo el bipartidismo hace un par de días con el que estoy completamente de acuerdo. A raíz de la noticia de que PSOE e IU han acordado considerar la posible revisión de nuestro sistema electoral para hacerlo más proporcional, Colomer subraya cómo durante la transición se eligió un sistema proporcional corregido que favorecía a las mayorías en parte porque se pensaba que el multipartidismo republicano había contribuido a la inestabilidad política y, en último término, a la Guerra Civil. Sin embargo, como él mismo señala:

En realidad, el multpartidismo republicano había sido más bien un mito franquista para justificar la supresión de todos los partidos, ya que durante los años treinta había habido una gran polarización en dos bloques que aplastaron el centro moderado, lo cual generó la confrontación que precedió a la Guerra Civil.

En cualquier caso, con independencia de que las razones usadas para apoyar nuestro sistema electoral no fueran del todo correctas, lo cierto es que:

Con las actuales reglas electorales para el Congreso de los Diputados hay, en cambio, muy poca proporcionalidad de la representación y mucha ventaja para los dos partidos mayores. El resultado es que España es el único país de Europa continental en que no ha habido nunca un Gobierno basado en una mayoría de los votos populares ni un Gobierno de coalición pluripartidista. Desde 1977, todos los gobiernos han estado formados por un solo partido con el apoyo de sólo una minoría de los votos populares —en cinco ocasiones, con una mayoría de escaños fabricada por el sistema electoral y en las otras cuatro, con una minoría de escaños protegida por las reglas parlamentarias que permiten formar gobierno en minoría, pero requieren una mayoría alternativa para derrocarlo—.

¿Quiénes han sido los principales perjudicados por estas reglas de juego? Tanto IU (antes el PCE) como los diversos partidos de centro (Democracia Cristiana, liberales, CDS, Partido Reformista Democrático) han sufrido las consecuencias de un sistema que deforma la distribución de escaños en el Congreso con el objetivo de consolidar una mayoría de centro-izquierda o centro-derecha (es decir, PSOE o PP, antes Alianza Popular). Mucho se ha escrito también sobre el hecho de que los partidos nacionalistas hayan cobrado una importancia inmerecida como consecuencia de esta deformación, pero como bien afirma Colomer lo que se suele apuntar no es del todo correcto.

Indirectamente, el sistema electoral ha favorecido el poder de negociación de los partidos nacionalistas, como se ha repetido una y otra vez. Pero lo cierto es que la Convergència i Unió, la Esquerra Republicana de Catalunya a veces, el Partido Nacionalista Vasco, el Bloque Nacionalista Galego y la Coalición Canaria suelen recibir una representación bastante proporcional a sus votos. Es decir, no están sobrerrepresentados, en contra de lo que algunos suelen decir. Lo que ocurre es que, debido a la subrepresentación o la desaparición de los partidos medianos y pequeños de ámbito español, los partidos nacionalistas se han convertido en el único elemento de pluralismo político del actual sistema representativo. Esto, naturalmente, ha ayudado a centrar en gran medida la agenda pública en las cuestiones de distribución territorial del poder. Pero los españolistas que se sienten incómodos con las reivindicaciones nacionalistas y descentralizadoras deberían entender que éstas son la penitencia que pagan por el pecado de mantener un sistema electoral excluyente que ha eliminado otros elementos potenciales de pluralismo.

Ni que decir tiene que nos encontramos ante un buen nudo gordiano: por un lado, sería conveniente introducir mayores elementos de proporcionalidad en nuestro sistema electoral para eliminar la sobredependencia de los dos partidos mayoritarios con respecto a los partidos nacionalistas; pero, por el otro lado, dicha reforma es imposible sin el apoyo de los dos partidos políticos que se benefician más del status quo. No olvidemos, en este sentido, que PSOE e IU han acordado únicamente enviar la propuesta de reforma al Consejo de Estado para su deliberación, y no de hecho iniciar el proceso de reforma como tal. Se trata, pese a todo, de un paso adelante, sin lugar a dudas. Nuestro sistema político está necesitado de una mayor pluralidad que contribuya, por un lado, a disminuir las constantes tensiones entre PP y PSOE; y, por el otro, a desbloquear de una vez por todas la hegemonía de los partidos nacionalistas a la hora de decidir cuál será la agenda de debate político. La mayor presencia de partidos minoritarios de implantación nacional en el Congreso puede introducir, quizás, una mayor inestabilidad política, pero creo evidente que la democracia española está ya lo suficientemente consolidada como para permitirnos ese lujo, sobre todo si viene de la mano de otras consecuencias tan positivas. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 3 10:05:57 CDT 2005]

El Cultural publica una entrevista con el dramaturgo caribeño Derek Walcott en la que, entre otras cosas, comparte con el lector unas interesantes reflexiones sobre los cambios experimentados por el concepto de tiempo a raíz de la lectura de La Odisea:

Uno de los conceptos que más me interesa del libro es el del tiempo, porque estamos hablando de una época en la que el hecho de viajar llevaba días, semanas... Hace algunos siglos una carta tardaba meses en llegar a su destino, ahora, si alguien quiere volver a casa sólo tiene que coger un avión. ¡Pero Penélope tiene que esperar 20 años el refreso de Ulises! Así que el concepto de tiempo y su medida ha cambiado mucho desde Homero hasta nuestros días. Aunque la verdadera cuestión de La Odisea se halla en las aventuras que alguien tiene que superar para llegar a casa.

No hace mucho, incluso cuando alguien viajaba dentro de la propia España, el viaje llevaba días enteros, si no semanas. Esto, que puede parecer algo sin mayor importancia, tiene de hecho unas consecuencias enormes en nuestro modo de vida y, más importante aún, en nuestra conciencia. Sencillamente, el mismo concepto de Estado-nación no podría haber surgido seguramente sin la revolución en el mundo de los transportes que se dio de forma paralela allá por los siglox XVIII y XIX. Es precisamente este desarrollo de las comunicaciones el que promueve el nacimiento de una conciencia nacional antes inexistente. {enlace a esta historia}

[Wed Aug 3 09:33:56 CDT 2005]

Hace varios días Alejandro Gándara publicó unas notas en su bitácora bajo el título Bienvenidas locales donde describía lo que me temo es una antigua tradición española:

Por razones de infancia y por afición a las crestas, al cabo del año recalo por costumbre en tres o cuatro sitios donde los amigos y conocidos me reciben siempre de la misma manera: informando de las miserias estructurales del municipio, de la corrupción vecinal y política, y del abandono de los diferentes y estratificados gobiernos que profesan. Hubo un tiempo en que se me ocurrió llamarle a esa disposición del alma para dar la bienvenida al visitante "complejo de concejal". De hecho, una parte de los que se quejaban de lo mal que iba todo eran concejales. Cosa paradójica, pero no mucho. También hubo un tiempo en que les hacía caso y les ofrecía soluciones e incluso ayuda personal. Por aquel entonces aún no me daba cuenta de que me escuchaban por educación y por simple rotación del turno de palabra. Ni tampoco de lo fuera de lugar que quedaba mi mejor y más encendida solidaridad.

Como no soy muy listo, tardé décadas en descubrir que las diatribas y demás efusiones no tenían por objeto arreglar las cosas (y menos con la aportación de un forastero), sino afirmar la identidad crítica, política y contemporánea de los interfectos, no fuera yo, que venía de Madrid con un equipaje de gore-tex, a creer que no tenían de eso. Y lo más probable es que no lo descubriera, en plan bacilo de Koch, sino que la reiteración año tras año, lugar tras lugar, produjera una enervadura en el lóbulo frontal dejando vía libre al sentido común.

Y es que se trata, precisamente, de una de las tradiciones más asentadas de la vida local española. Hace ya muchos años que no visito mi tierra, pero cuando aparecí por allá tras varios años de ausencia en el extranjero, no oí sino el tipo de comentarios a que se refiere aquí Gándara. Habrá quien achaque este comportamiento a la falta de tradición democrática en nuestro país, donde durante tanto tiempo los ciudadanos no tenían más remedio que limitarse a criticar lo que iba mal sin esperanza alguna de que el poder político moviera un dedo para arreglarlo, y posiblemente no le falte razón. Sin embargo, si ese fuera el caso, pareciera que el hábito está tan asentado en nuestra mentalidad que no será fácil deshacernos de él. Por supuesto, también cabe pensar que se trata más bien de una forma de carácter nacional (que conste, nunca he creído en abstracciones de este tipo, pero supongo que siempre es una posibilidad), algo así como una afición a la crítica constante, pase lo que pase. Por más que mejoren las cosas, siempre podrá uno encontrar alguna excusa para promocionar el sufrimiento del pueblo llano ante los excesos del poder, excesos que pueden ser tanto reales como imaginarios, bien poco importa, pues al fin y al cabo no se trata sino de representar el papel de la víctima ante el forastero, lo que no quita para que uno siga viviendo su vida alegremente en cuanto se acabe la conversación. Supongo que, en este sentido, bien podríamos fomentar un poco de la inocencia estadounidense en España, con su eterno optimismo juvenil. Claro que si alguna vez lográramos imprimir un carácter más optimista y positivo entre nuestros conciudadanos... en fin, a lo mejor España dejaría de ser España y, si eso sucediera, la cosa dejaría de tener su gracia. {enlace a esta historia}

[Tue Aug 2 09:43:59 CDT 2005]

... Y seguimos dándole vueltas a la tortilla de los nacionalismos. La verdad es que en el caso de España el tema de los nacionalismos periféricos es el pan nuestro de cada día. No importa cuánto tiempo se lleve uno fuera del país, uno siempre oirá comentarios al respecto en cuanto regrese. Aprovechando la reseña sobre la edición de Historia de la lengua española de Ramón Menéndez Pidal, Ricardo Senabre incluye al final de su artículo el siguiente comentario ciertamente nada inocente:

No hubo rama del saber a la que fuera ajeno Menéndez Pidal, ni asunto sobre el que no terciara con sabio sentido común. El 6 de septiembre de 1931 escribía en las páginas de El Sol sobre un asunto que sigue siendo de la mayor actualidad: el estatuto de Cataluña. "Cataluña", afirma Pidal, "no vivió un momento sola, sino siempre unida a las regiones centrales, a Aragón, a Castilla, no sólo política, sino culturalmente. Esto es lo que molesta; con una pertinencia tan ciega como hemos visto, se trata de negar todo lazo espiritual; ésta es, en su fachosa desnudez, la verdad de las cosas". Continúa: "Pero si por transigir de momento con el viejo desamor, por una componenda para salir del paso, tomasen las hojas de la nueva Constitución cualquier pliegue funesto, ¡qué grave deformidad vendría en el cuerpo de España! La que siempre fue una nación, se convertiría en un simple Estado; compartimentos estancos, nacioncillas aisladas, cultivadoras del hecho diferencial, empeñadas en negar obcecadamente, como vemos, los lazos ideales, para quedarse sólo con los lazos materiales que convengan. Peor que un Imperio austrohúngaro". Y aún: "¡Despiera, Rey Don Jaime; habla otra vez de España a los que no piensan sino en su propio Estatuto!".

Bien está que se manifiesten opiniones contra el nacionalismo obcecado; críticas con las cuales, por cierto, estoy de acuerdo. No creo recordar ni un solo momento de mi vida en que se me pudiera haber considerado un nacionalista, ni periférico ni centralista. Sin embargo, tampoco me parece aceptable el continuo uso que se hace de los nacionalismos vasco y catalán para exacerbar las diferencias entre unos y otros. En este sentido, tan negativa me parece la actitud de Carod-Rovira como la de Senabre, pues mientras el uno anda erre que erre con su hecho diferencial el otro se esfuerza en imponer la homogeneidad de pensamiento. La única actitud posible se sitúa, me parece, en el justo medio, como siempre. ¡Ya está bien de sacar este tema a colación para hacer política de medio pelo. De hecho, creo llegado el momento de que aceptemos de una vez por todas que se trata de un fenómeno cambiante, dinámico, algo que siempre ha estado presente en la Historia de España y que probablemente siempre estará ahí. Ha llegado el momento de abandonar la esperanza de que este problema pueda solucionarse de una vez por todas, alcanzando algún tipo de acuerdo definitivo, y pasar a entenderlo como algo vital, cambiante, fluido como la realidad misma. Claro que a ciertos políticos no hay nada que les dé más miedo que encontrarse con un problema entre manos para el cual no tienen la solución perfecta, aunque dicha solución no sea sino una mera fantasía. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 1 14:19:21 CDT 2005]

La ministra de Cultura, Carmen Calvo, se ha destapado hoy con unas declaraciones sobre el concepto de nación que seguramente causarán su polémica. Refiriéndose a la intención de los nacionalistas catalanes de usar el término nación para referirse a Cataluña en el nuevo Estatuto, Calvo aclaró que el concepto de nación parece usarse como "un comodín" debido a su maleabilidad, afirmando que tiene más connotaciones políticas y culturales que auténticamente jurídicas. Por el contrario, afirma Calvo:

... lo que no es un comodín es la palabra Estado, que está muy claritua en la teoría jurídica, y los hechos jurídicos son que España es un Estado en el que no puede haber otros, y esa es la preservación de la unidad hacia dentro y hacia fuera.

Digo que las declaraciones de la ministra seguramente generaráan su carga de polémica en primer lugar porque la ministra Calvo parece ser el blanco favorito de aquellos más críticos con el Gobierno. Todo Gobierno tiene un ministro que sirve de pararrayos (aún recuerdo la triste figura de Fernando Morán en aquel primer Gobierno socialista de los años ochenta, injustamente convertido en hazmerreír de toda la nación gracias a los disparates, supuestamente verídicos, que sobre él se inventaron el ABC y compañía), y Calvo parece ser la víctima propiciatoria del Gobierno Zapatero. Imagino que pagará con el cargo en cuanto se dé la primera remodelación del gabinete. Y, sin embargo, tiene más razón que un santo. El concepto de nación ha sido sometido a tanto abuso en los últimos dos siglos que tiene poco sentido usarlo hoy en día para nada constructivo. Se usa más como arma arrojadiza que como herramienta de análisis o término denotativo. Y así tenemos a los nacionalistas catalanes y vascos abusando el término para justificar cualquier fechoría que se les ocurra (parecen importarles bien poco las competencias autonómicas de hecho, prefiriendo concentrar su retórica en la jerga de la autodeterminación), al tiempo que muchos simparizantes del PP lo utilizan por el otro lado para imponer su sacrosanto concepto de Patria a toda alma que se mueva por el país. No obstante, lo que verdaderamente importa es lo que hagamos con el Estado. {enlace a esta historia}

[Mon Aug 1 10:49:17 CDT 2005]

José Saramago ha publicado hoy en las páginas de El País un artículo titulado Dios como problema que corre quizás el paradójico riesgo de ser bien olvidado o bien usado como excusa para ilustrar los furibundos ataques del mundo secularizado contra el sentimiento religioso. No le falta razón a Saramago en sus reflexiones, sin embargo.

... También inventamos a Dios, pero Dios no salió de nuestras cabezas, permaneció dentro, como factor de vida algunas veces, como instrumento de muerte casi siempre. Podemos decir "aquí está el arado que inventamos", no podemos decir "aquí está el Dios que inventó el hombre que inventó el arado". A ese Dios no podemos arrancarlo de dentro de dentro de nuestras cabezas, ni siquiera los ateos pueden hacerlo. Pero por lo menos, discutámoslo. No adelanta nada decir que matar en nombre de Dios es hacer de Dios un asesino. Para los que matan en nombre de Dios, Dios no es sólo el juez que los absuelve, es el Padre poderoso que dentro de sus cabezas antes juntó la leña para el auto de fe y ahora prepara y coloca la bomba. Discutamos esa invención, resolvamos ese problema, reconozcamos al menos que existe. Antes de que nos volvamos todos locos. Aunque, ¿lquién sabe? Tal vez ésa sea la manera de que no sigamos matándonos los unos a los otros.

Digo que tiene razón porque a raíz de los ataques terroristas de Nueva York, Madrid y Londres, hemos asistido a una evidente inflación de teorías explicativas de las últimas causas del fenómeno terrorista. Hemos achacado la locura dogmática del terrorista suicida a causas tan dispares como la desorientación moral de un mundo relativista, el subdesarrollo económico del mundo árabe, la corrupción de los regímenes políticos en ciertos países, la desigualdad, el déficit educativo, el imperialismo yanqui, el izquierdismo radical, el concepto de lucha armada y la romántica idealización de la guerrilla urbana, el proceso de globalización, problemas demográficos... en fin, que por teorías que no quede. Y, no obstante, ya sea por falta de luces o por miedo a lo políticamente incorrecto, como señala Saramago, nadie parece haberse atrevido a apuntar a la causa más lógica de todas: la religión misma, nuestro concepto de un Dios monoteísta, omnipresente y todopoderoso, figura del Padre por antonomasia que decide qué es bueno y qué es malo, quién va al cielo y quién al infierno, cuál es la causa justa y cuál no. Mucho se habla de la necesidad de una reforma en el mundo islámico; una reforma, afirman algunos, como la que se dio en Occidente con Lutero. Es una lástima que estos mismos individuos olviden tan fácilmente las masacres que siguieron a la Reforma luterana, pues no fue ninguna reforma religiosa la que vino a limar las aristas del cristianismo en nuestra civilización occidental, sino más bien el imparable proceso secularizador puesto en marcha por la Ilustración. Asistimos así a la paradoja de oír precisamente a quienes están empeñados en promover una vuelta a lo religioso en la sociedad estadounidense hablar de la necesidad de llevar a cabo una reforma de las actitudes religiosas que ellos mismos critican en sus propias sociedades. Son precisamente los defensores de la claridad moral del Presidente Bush que nos ha conducido al laberinto iraquí, los defensores de la cultura de la vida que pretendía condenar a una pobre mujer a malvivir en estado vegetativo durante décadas, quienes quieren imponer la oración en las escuelas, los monumentos a los diez mandamientos en los tribunales de justicia y lavar el cerebro de los niños estadounidenses con la teoría de la creación inteligente como alternativa al evolucionismo de Darwin, son precisamente esos individuos quienes se desgañitan proclamando la necesidad de promover una "reforma del Islam". Algo huele a podrido. {enlace a esta historia}