|
[2025] [2024] [2023] [2022] [2021] [2020] [2019] [2018] [2017] [2016] [2015] [2014] [2013] [2012] [2011] [2010] [2009] Diciembre Noviembre Octubre Septiembre Agosto Julio Junio Mayo Abril Marzo Febrero Enero [2008] [2007] [2006] [2005] [2004] [2003] [2002] |
[Fri Oct 30 15:36:49 CET 2009]Leyendo una noticia en el diario Público sobre la rebaja fiscal que propone el nuevo Gobierno de Merkel en Alemania observo un comentario que el periodista hace un poco al margen y que a mí, en cambio, me parece de lo más importante: No tengo más remedio que preguntarme qué no oiríamos por estos lares si algunos gobiernos autonómicos (incluso aquellos gobernados por el propio partido que controla el Gobierno central) amenazaran con paralizar la política fiscal del Gobierno en el Senado. Los gritos del "España se rompe" alcanzarían sin duda a los sorprendidos miembros del Bundesrat alemán. Extraigo de todo esto varias conclusiones. Primero, nuestro Estado de las autonomías no es, como muchos afirman, "el sistema más descentralizado de Europa, y uno de los más descentralizados del mundo". Eso no pasa de ser lo que los anglohablantes denominan como wishful thinking. Cualquiera que haya vivido en los EEUU sabe que el sistema de allá es muchísimo más descentralizado que el nuestro con diferencia. Y, según parece, lo mismo sucede con el sistema alemán. Pero, segundo, acostumbrados como estamos a la política de bajos vuelos, no puede sino llamar la atención (desgraciadamente) el hecho de que en Alemania los presidentes de los Estados federados que comparten militancia con la Canciller no tengan problema en hacerle frente cuando creen que es necesario para defender los intereses de sus ciudadanos. Lo digo porque por aquí estamos acostumbrados más bien a la férrea disciplina de partido, desde la presidencia de los Gobiernos autonómicos hasta las alcaldías, por no hablar de lo que llamamos los cargos orgánicos. Yo soy el primero en reconocer que no hay sistema político perfecto, pero todo parece indicar que tanto la cámara de representación territorial como los gobiernos de los Estados federados en Alemania se ajustan mucho mejor al desempeño de sus funciones que lo que vemos por aquí. Si ésa no es una buena razón para proceder a la reforma de nuestro sistema, que venga Dios y lo vea. {enlace a esta historia} [Wed Oct 28 10:37:05 CET 2009]Hace ya un par de semanas me encontré con un artículo publicado por EurekAlert! sobre la forma en que justificamos nuestras creencias haciéndolas parecer como si fueran producto de la razón, cuando en realidad suelen serlo de nuestros propios prejuicios: La verdad es que no me sorprende nada. Hace ya tiempo que estaba convencido, por ejemplo, de que el número de votantes que puede considerarse auténticamente como "flotante" (esto es, que puede cambiar la orientación de su voto) es realmente ínfimo en la amplia mayoría de las circunstancias. Me parece mucho más razonable pensar que no se trata tanto de que haya un porcentaje determinado de ciudadanos que cambien su voto después de meditar las opciones, como quizá el hecho de que un número de votantes de un partido que votó en las anteriores elecciones decida abstenerse en unos comicios, en tanto que otros votantes que son más proclives a votar por el partido de la oposición que se quedaron en casa en las anteriores elecciones quizá se decidan a votar ahora. En otras palabras, que si esta hipótesis fuera cierta, no estaríamos tanto frente a una realidad en la que los votantes recapacitan antes de ejercer su derecho al voto, analizan las opciones y se deciden a favor de un partido u otro, como ante un comportamiento algo más basado en los sentimientos en el que la clave es, simplemente, la movilización de los simpatizantes propios y fomentar la desmovilización de los del oponente. De ahí que se diga continuamente que la propaganda negativa parece surtir efecto. No debe extrañar a nadie, pues su objetivo es precisamente el que señalamos aquí: atemoriza a los simpatizantes propios con el peligro de que gobierne el oponente, e intenta convencer al oponente de que "todos son iguales" y no merece la pena siquiera ir a votar. Basándonos, pues, en estos descubrimientos (no se trata de algo limiado a este artículo en cuestión, sino que hace ya tiempo que los investigadores sociales vienen descubriendo este tipo de comportamiento en lo que respecta al comportamiento de los votantes), ¿qué podemos decir de la tan cacareada democracia deliberativa? Pues no nos queda más remedio que reconocer que, al igual que buena parte del resto del esquema político liberal, sencillamente no se ajusta a la realidad del comportamiento político de los seres humanos, ni siquiera en las democracias establecidas. Una vez más, de ahí la preponderancia de ciertas técnicas de marketing electoral, y de ahí también la centralidad de la imagen en cualquier campaña que se precie. Más importante aún, de ahí el hecho incontrovertible de que las expectativas de tal o cual partido político en unas elecciones dependa del nivel de participación general del electorado. Si de verdad existiera un electorado flotante que tenga la capacidad de dar la mayoría a unos o a otros, el nivel de participación no sería tan vital en este sentido. Pero la realidad es que dicho electorado es, si acaso existe, enormemente reducido. De hecho, yo estaría por afirmar que, aunque sí existen votantes que pueden cambiar su preferencia política en un momento determinado, lo suelen hacer a medio plazo (es decir, que, una vez tomada la decisión de votar por un determinado partido, lo seguirán haciendo también al menos en unas cuantas elecciones más), por lo que su voto no tendrá jamás un carácter auténticamente "flotante". Finalmente, ¿quiere todo esto decir que la deliberación, el diálogo, no debiera siquiera preocuparnos? Lo dudo. Además de ganar unas elecciones, los partidos han de preocuparse también de gobernar y, en ese sentido, un ambiente más sosegado donde predomine el debate profundo y dialogante tiene sin duda un efecto más positivo que la tensión permanente, que debiera quedar reducida a periodos electorales, al menos en teoría. Por supuesto, uno de los problemas que tenemos entre manos de hace un tiempo para acá es que cuando no se convocan elecciones a un nivel es a otro. Si a ello añadimos que la centralidad de los medios de comunicación y la inmediatez de la noticia tienen siempre el efecto de exagerar la importancia de todas estas elecciones, sean del nivel que sean, resulta que casi tenemos que afrontar un estado de campaña electoral permanente. Tiene poco de extraño, pues, que el nivel general de crispación política se haya elevado considerablemente con respecto al primer periodo de la transición, en el que solamente había procesos electorales cada cuatro años para Congreso y Senado y, por separado, para los gobiernos municipales. En las últimas décadas, hemos añadido a la lista las elecciones autonómicas (que, ademáls, no se producen todas al mismo tiempo) y las europeas. {enlace a esta historia} [Thu Oct 22 11:47:25 CEST 2009]Diario de Sevilla publica un artículo hoy sobre la candidatura de Tony Blair a la Presidencia de la UE. Según se nos informa, la noticia está generando un claro enfrentamiento de pareceres entre quienes le apoyan (Reino Unido, Irlanda e Italia, fundamentalmente) y quienes se oponen (Austria, Luxemburgo y Bélgica). A ello habría que añadir, además, un buen número de gobiernos que prefieren mantenerse en silencio a la espera de ver si surje un candidato con más empaque (de momento, sólo se barajan los nombres del holandés Jan-Peter Balkenende y la irlandesa Mary Robinson, pues Felipe González ha repetido en varias ocasiones que no tiene interés alguno). Pero si algo llama la atención es el hecho de que entre quienes están manifestando públicamente su oposición a la candidatura de Blair parecen predominar dos consideraciones por encima de todo: su apoyo fiel George W. Bush cuando se lanzó a la aventura iraquí con la oposición de medio mundo y el hecho de que se le identifique con la Tercera Vía, un proyecto demasiado centrado y liberal para sus críticos. Por el contrario, tratando como estamos tratando de la Presidencia de la UE, lo que debieran predominar son consideraciones de política europea, creo yo: el hecho de que Blair nunca apostó con firmeza por el proyecto de integración europea, sobre todo en aquellos momentos en que hizo falta poner toda la carne en el asador y, segundo, el hecho de que el Reino Unido siempre ha mantenido una posición de ambigüedad calculada en todo lo que respecta a la UE. ¿Cómo diantres podemos nombrar como primer Presidente de la UE a un político que ni siquiera tuvo la valentía de apostar por el euro cuando fue Primer Ministro de su país? ¿A qué viene darle un caramelo a los británicos si ni siquiera pertenecen al espacio sin fronteras de Schengen? En fin, que la propuesta de Blair como primer Presidente de la UE me parece un sinsentido por motivos que bien poco tienen que ver con su ideología moderada o incluso con su apoyo a la guerra de Irak. {enlace a esta historia} [Wed Oct 21 10:17:46 CEST 2009]El País publica hoy un editorial sobre el debate de los presupuestos que tuvo ayer en el Congreso de los Diputados, y lo hace dando una de cal y otra de arena, como ha venido haciendo últimamente. Alaba al Gobierno por cumplir su promesa de garantizar la protección social a los afectados por la recesión, pero le critica la falta de medidas para apuntalar la recuperación económica y reformar la estructura del gasto público. Eso sí, por otro lado, recalca que tampoco el PP parece estar aprovechando las circunstancias para presentar una alternative creíble de gobierno: Una vez más, el Gobierno se benefició ayer de la incapacidad del principal partido de la oposición para articular un plan económico creíble. Así como el Gobierno confunde las medidas necesarias para proteger a los desempleados con las que hay que tomar para reactivar la economía, Mariano Rajoy confunde todos los días la tarea de oposición con una monótona retahíla de catástrofes y supone erróneamente que proclamar principios en los que todos los partidos están de acuerdo —austeridad en el gasto, rigor fiscal— es lo mismo que enunciar una política económica.Como advertía el otro día con respecto al escándalo Gürtel, me preocupa la deriva que está tomando la política española, centrada cada vez más en el más puro negativismo. A nadie puede sorprender, pues, que el votante se acerque a las urnas (cuando lo hace, que ésa es otra) tapándose la nariz y sin ilusión alguna. Parafraseando la sentencia aquélla de Unamuno dirigida a los jerarcas franquistas reunidos en el paraninfo de la Universidad de Salamanca en 1936: venceréis, pero no convenceréis. Lo dicho: una auténtica pena. {enlace a esta historia} [Wed Oct 14 12:36:45 CEST 2009]A juzgar por el júbilo con el que militantes y simpatizantes socialistas han acogido las noticias sobre el escándalo Gürtel que ha venido sacudiendo al PP desde hace unos meses, uno diría que no parecen estar entendiendo del todo las consecuencias políticas que pueda tener. Cierto, lo que en un principio pareció ser una investigación llevada a cabo solamente por los periodistas de El País parece haber sido aceptado ya como una realidad por quienes dirigen diarios cercanos a la derecha, como pueden ser El Mundo o ABC. No hace mucho negaban la mayor y afirmaban que se trataba de una mera operación del Grupo PRISA contra el PP. Ahora parecen haberse dado cuenta finalmente de que algo hay realmente en la sucia trama, y que altos dirigentes del PP parecen estar directamente tocados del ala. Llama la atención, eso sí, la torpeza con que Rajoy y la directiva del PP han afrontado el problema: negando que existiera nada, primero, acusando al PSOE y al propio Estado de montar una operación contra el principal partido de la oposición, después. O, lo que es lo mismo, no precisamente la respuesta que espera uno de un partido que aspira a gobernar tras las próximas elecciones generales. Confianza, desde luego, inspiran bien poca, ni en lo que respecta a su honestidad, ni tampoco en lo que hace a su capacidad para afrontar una crisis con solvencia y firmeza. Después de todo, ¿quién piensa que quienes se ven desbordados por una trama de corrupción sean capaces de hacer frente a la mayor crisis económica desde los años treinta? Pero, dicho eso, la verdad es que no veo motivos para la alegría desde el centro-izquierda, a no ser que uno se contente con las migajas del "y tú peor" que parecen haberse extendido por nuestra actualidad política de un tiempo a esta parte. Se mire como se mire, en una democracia representativa es tan necesario contar con una oposición seria, fuerte y constructiva, capaz de representar una alternativa de gobierno, como con un partido de gobierno sóido y con las ideas claras. Y en estos momentos, me temo que no contamos ni con lo uno, ni con lo otro. Y bien que me duele, como militante del PSOE que soy (además de ciudadano español, obviamente). Seamos sinceros: a no ser que las cosas cambien mucho en los próximos meses, la era Zapatero parece haber tocado a su fin. Lo que comenzó con una poderosa ansia de reforma (retirada de las tropas de Irak, aprobación del matrimonio para personas del mismo sexo, primer Gobierno paritario de la historia de nuestra democracia, ley nacional para la protección integral de la mujer, reconocimiento de otros derechos sociales y ley de la dependencia, etc.), ha acabado ralentizándose, perdiendo fuerza y tropezando con la mayor crisis económica desde que finalizara la Segunda Guerra Mundial. No hay que llevarse las manos a la cabeza. Forma parte de la normalidad en democracia. Así es el ciclo político. Dentro de unos años comenzaremos a apreciar cuá;es fueron los aciertos y los errores de la époza Zapatero. No hay ningún líder democráticamente elegido que pueda eternizarse en el poder sin sufrir desgaste, tenga el carisma que tenga. Ya sucedión con Felipe González, y no veo porqué Zapatero haya de ser una excepción. Ahora bien, digo que no hay motivo para alegrarse, ni siquiera desde el centro-izquierda. ¿Por qué digo esto? Sencillamente, porque el PP no parece representar alternativa alguna de gobierno. Lo dicen las encuestas: la mayoría de ciudadanos critica la gestión de Zapatero y su Gobierno, pero castigan aún más a Rajoy y la oposición. Esto me parece enormemente preocupante, y no acierto a ver cómo cualquier ciudadano que vea más allá de sus propias simpatías partidistas no puede entenderlo así. Seguramente habrá compañeros socialistas que se alegren de los problemas que está viviendo el PP a cuenta de estos escándalos (de hecho, como digo, los hay a puñados; no tiene uno más que acercarse por la página de Facebook y ver lo que escribe la gente), pero no hay que engañarse: no todo lo malo para el tiene porqué redundar en beneficio del PSOE. Y lo que me preocupa sobremanera es que, en un sistema electoral de bipartidismo imperfecto en el que los partidos minoritarios con presencia en todo el Estado están casi abocados a desaparecer, los ciudadanos opten por quedarse en casa y pasar de la política. Eso es lo último que nos podemos permitir en un contexto de crisis como el que vivimos en estos momentos. ¿Qué hacer, pues? Quienes militamos en el PSOE no podemos, obviamente, tomar decisiones en nombre del PP para afrontar los escándalos de corrupción con firmeza y seriedad. Pero, cuando menos, sí que podemos hacer lo posible por no darle tanto bombo a lo que ya de por sí está apareciendo en todas las noticias igualmente. No hay necesidad alguna de lanzar puyas ni hacer política de tierra quemada cuando lo que nos jugamos es la estabilidad misma del sistema político. Sin embargo, con esto del "y tú peor que yo" no hacemos sino fomentar la pasividad ciudadana en el mejor de los casos, los populismos irresponsables en el peor. Aviso para navegantes: el hastío ciudadano puede acabar conduciendo al nacimiento de movimientos populistas que se sirvan de la demagogia contra los políticos para extender sus tentáculos entre nosotros. Ya ha pasado en otros países europeos. Aquí no somos inmunes a estos fenómenos. Y, entre todos, estamos poniendo nuestro granito de arena para que suceda. {enlace a esta historia} [Thu Oct 8 11:34:13 CEST 2009]Lee uno con asombro en las páginas del diario Público que la Comisión Europea estudia si España está violando la normativa comunitaria sobre protección de los menores ante la televisión, debido a la emisión de contenido pornográfico o violento después de las 22:00 horas: ¡Pues precisamente ahí está el problema! ¿Acaso se han planteado si a lo mejor esos niños y niñas no debieran estar frente al televisor después de las 22:00 horas? O, lo que es lo mismo, ¿han considerado la posibilidad de que el problema esté precisamente en los "condicionantes culturales y hábitos de vida", sobre todo teniendo en cuenta que las autoridades recomiendan que los chavales vayan a la cama bastante antes de esa hora? Lo siento mucho, pero tiene que haber un límite al intervencionismo gubernamental en nuestras vidas. No me parece de recibo que tengamos que controlar el contenido que se emite por televisión hasta tan altas horas de la noche porque los padres no tienen la responsabilidad necesaria para enviar a sus hijos a la cama a una hora razonable (algo que, por cierto, numerosos estudios han identificado ya como responsable en parte del bajo rendimiento de nuestros chavales en la escuela). Por esta regla de tres, puede llegar el momento en que no se permita la emisión de contenido adulto porque, debido a "condicionantes culturales y hábitos de vida", todavía haya chavales viendo la televisión a la una de la mañana. Sencillamente, no me parece serio. En algún momento no nos queda más remedio que aceptar que la responsabilidad última en la educación de los chavales no corresponde al Gobierno, sino a los padres. Más vale empezar por ahí. A lo mejor, de camino, logramos resolver algunos de los problemas que tenemos planteados en el terreno de la enseñanza. {enlace a esta historia} |