[Thu Sep 30 07:04:23 CDT 2004]

Continúa el ímpetu reformador del Gobierno Zapatero. Ayer se anunció un anteproyecto de Ley que reconocerá los matrimonios de homosexuales y les garantizará todos los derechos: adopción, pensión, herencia... Por otro lado, hace unos días también se anunció una batería de propuestas para reformar la Ley Orgánica de Calidad de Enseñanza (LOCE) entre las que se incluye la incorporación de las asignaturas de Historia de las Religiones y Educación para la Ciudadanía. Ya iba siendo hora de que algún gobierno se atreviera a atajar por lo sano y solucionar el problema de las clases de religión en la educación pública de la única forma que puede solucionarse en una democracia avanzada: creando una asignatura donde se enseñe la historia de las religiones y las particularidades del fenómeno religioso desde una perspectiva plural y tolerante. Al contrario de lo que habitualmente sostienen los sectores más anticlericales, pienso que el fenómeno religioso es de una importancia capital para entender no sólo la Historia sino incluso la sociedad contemporánea, y por consiguiente ha de tener cabida en cualquier plan de estudios que se precie. Eso sí, el estudio del fenómeno religioso no tiene por qué confundirse con la evangelización o la imposición de dogmas particulares, como se ha hecho hasta hoy. En este sentido, me parece que las autoridades de la Iglesia están siendo algo deshonestas cuando critican la reforma y subrayan que los jóvenes españoles han de conocer la tradición cristiana para asumir la Historia de nuestro país. Una cosa es conocer la tradición cristiana, y otra bien distinta es sufragar con dinero público clases en las que se imparte una visión parcial e interesada de la Historia de la Iglesia. Es más, durante años y años estas clases no han sido sino una oportunidad para predicar el catecismo, y no para educar a nuestros jóvenes en tradición alguna.

Finalmente, y por lo que hace a la nueva asignatura de educación cívica (o Educación para la Ciudadanía, como se la denomina en los documentos del Gobierno), también era hora que nos atreviéramos a incluirla en nuestros planes de estudio. Teniendo en cuenta nuestro pasado relativamente reciente, es comprensible cierto escepticismo ante lo que correría el riesgo de convertirse en pura propaganda política. Todavía ha de haber padres (más bien abuelos, seguramente) que recuerden la educación patriótica de los años de Franco, pero me parece que a estas alturas nuestra democracia está ya lo suficientemente asentada y el consenso sobre estos aspectos es también lo suficientemente sólido y amplio como para permitirnos el añadir la materia a los planes de estudio sin mayor sobresalto ni algarabía. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 29 20:08:40 CDT 2004]

Hay ocasiones en las que me parece haber viajado hacia el pasado en alguna infernal máquina del tiempo. Me acaba de suceder, por ejemplo, mientras leía sobre la publicación de un libro donde doce expertos analizan la gestión de Aznar durante sus ocho años de gobierno. El autor del artículo en cuestión resalta lo siguiente:

Entre las virtudes de Aznar, el libro destaca su capacidad para agrupar bajo su brazo político a todo lo que se situara a la derecha del PSOE, así como moderar y centrar su partido para acaparar a los electores de centro. Sin embargo asegura que Aznar se ha marchado dejando un enorme rechazo entre los simpatizantes de otros partidos por haber defendido una visión monista del poder.

El ex presidente gobernó durante su segunda legislatura sin pensar en la vida política que vendría después de su mandato, imponiendo una única verdad: la suya. "La acción política del PP ha sido heredera de una 'concepción unitarista del poder' político que está concentrado en una sola figura, o en un reducido núcleo de personas, que no admiten la disonancia y que han concebido el resto de los poderes desde una estricta posición de inferioridad jerárquica".

¿Suena familiar? Cualquiera que recuerde los años de agonía del felipismo a principios de los noventa será capaz de reconocer este mismo análisis, pues en aquél entonces se lanzaban idénticas críticas contra Felipe González y su partido.

Casi pareciera que la democracia española está condenada a repetir estos errores. Un gobernante llega al poder cabalgando una ola de esperanza y optimismo en el futuro, haciendo gala de un espíritu reformista digno de encomio, comienza su gestión de gobierno, tarde o temprano consigue tal apoyo popular que se le concede la mayoría absoluta y, de buenas a primeras, quien ayer se nos representaba como la solución a nuestros problemas hoy parece más bien un salvapatrias lunático con ínfulas de poder y un odio visceral a cualquier tipo de crítica. Así pues, no me queda más remedio que concluir que o bien estos análisis pecan de simplismo o estamos ante una deficiencia estructural del sistema democrático español como tal. Quizás el presidencialismo implícito en la figura del jefe del Gobierno tal y como está establecida en nuestra Constitución no pueda sino fomentar este tipo de actitudes. Después de todo, no olvidemos que no se trata de un mero accidente que los padres de nuestra Constitución decidieran usar el término de Presidente del Gobierno en lugar de Primer Ministro, como sucede en otras monarquías constitucionales. El Presidente del Gobierno tiene de hecho en nuestro sistema más poder que el jefe del Gobierno en otros países. Recordemos, para empezar, que el Congreso le elige a él, pero no tiene potestad alguna para decidir sobre la composición del Gobierno lo cual corresponde directamente al Presidente. Él y sólo él tiene el poder de decidir cuántos ministerios tendrá su Gobierno y quién ocupará las diferentes carteras, así como sólo le corresponde a él decidir cuándo considera oportuno llevar a cabo una remodelación del mismo. Y con esto únicamente hemos mencionado lo más evidente. Hay muchas otras razones, tanto constitucionales como meramente consecuencia directa de nuestro sistema de partidos, que proporcionan a la figura del Presidente del Gobierno una importancia mucho mayor que en otros países de nuestro entorno. A esto añadiría yo algo que me viene preocupando desde hace tiempo: la falta de un sólido partido liberal de centro que venga a servir de bisagra entre las dos grandes fuerzas políticas de nuestro sistema, ejerciendo no ya sólo de fuerza moderadora sino también (y esto me parece mucho más importante) como obstáculo permanente a la mayoría absoluta. Un arco parlamentario más variopinto que el actual donde tanto PSOE como PP se vean obligados a entrar en negociaciones con otras fuerzas políticas minoritarias no tendría más remedio que disminuir la arrogancia entre nuestros gobernantes. Por cierto, que el mero hecho de que se hable tanto de aznarismo (de la misma forma que hace unos años se hablaba de felipismo) me parece algo preocupante para un sistema democrático que debería haber madurado ya lo suficiente como para haber dejado esos infantilismos de lado. ¿Quién sabe? A lo mejor ha llegado ya el momento de hacer unas cuantas reformas en profundidad de nuestro sistema representativo. {enlace a esta historia}

[Sat Sep 25 18:04:18 CDT 2004]

El Cultural publica un corto pero interesante artículo sobre los huracanes escrito por Luis Balairón, jefe del Servicio de Predicción del Clima del Instituto Nacional de Meteorología. Entre otras cosas, se nos aclara que el término huracán es de procedencia azteca, y significa "dios de los vientos", en tanto que los chinos denominan al mismo fenómeno tifón, procedente de la palabra china tafung o "viento violento". Asimismo, aprendemos que:

... el primer uso de un nombre propio para un ciclón tropical lo hizo un pronosticador australiano que asignó nombres de "políticos que le desagradaban".
No obstante, la tradición de usar estos nombres propios de una forma más o menos consistente se inició durantela Segunda Guerra Mundial, cuando los meteorólogos de la marina y el Cuerpo Aéreo del Ejército de los EEUU, encargados de pronosticar los ciclones tropicales sobre el Pacífico, empezaron a usar nombres de mujer en orden alfabético. No fue hasta 1979 que la Organización Mundial de Meteorología y el Servicio Nacional de Meteorología de los EEUU se decidieron a alternar nombres de hombre y de mujer, también en order alfabético. En fin, que Balairón nos habla de unas cuantas curiosidades. {enlace a esta historia}

[Fri Sep 24 21:34:55 CDT 2004]

Leo en El Mundo que ayer murió Yang Huanyi, la única persona del mundo que hablaba nushu. Se trata, al parecer de una peculiar lengua secreta solamente hablada por mujeres en algunas remotas regiones del centro y el sur de China. Descubierto por una lingüista en 1982, se trataba del único lenguage exclusivamente femenino del mundo, y era casi desconocido entre otras cosas debido al hecho de que sus manuscritos eran muy raros, pues casi todos se quemaban o enterraban con los muertos. Como explica la historia:

Las mujeres se vieron privadas durante siglos de recibir una educación formal, por lo que en la prefectura de Jian Yong, en la provincia de Hunan, desarrollaron una critura particular para poder comunicarse entre ellas, escritura que plasmaban en ocasiones en ropa, o incluso en las palmas de la mano, a causa de la ausencia de papel.

El nushu fue utilizado principalmente para la creación de San Chao Shu o Cartas del tercer día, folletos de paño en los que las mujeres transmitían a sus hijas consejos sobre el matrimonio. Contenían además canciones escritas en este lenguage, que expresaban sentimientos y esperanzas, y que eran enviadas tres días después de la boda, de ahí su nombre.

La lengua nushu está compuesta por entre 1.000 y 1.500 palabras, muchas de las cuales quedaron plasmadas con bordados. Se escribe en columnas verticales, de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Muchos de los caracteres están inspirados en los chinos, si bien son más finos y estilizados, probablemente como producto del bordado.

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[Thu Sep 23 12:30:37 CDT 2004]

Si es que se veía venir. Bien está que se escriban novelas de intriga del tipo best seller como El código de Da Vinci, de Dan Brown. El problema surge cuando la gente comienza a ver el libro como la revelación de alguna recóndita verdad que nadie se había atrevido a hacer pública anteriormente (es decir, cuando algunos tratan lo que no pasa de ser una novela como si fuera el texto sagrado de algún culto secreto). Al autor del éxito de ventas le viene, por supuesto, como anillo al dedo, pues el boca a boca sobre la supuesta sabiduría profunda recogida en las páginas de su libro no hace sino reportarle aún más suculentos beneficios. Ya nos conocemos esta historia de sobra. Ahora bien, lo que ya no solemos tener tan en cuenta son las consecuencias negativas de este tipo de fenómeno, sobre todo la infantilización y falta de rigor que suelen llevar aparejados cuando se aplican a ciertos campos del conocimiento humano, como es el religioso. Y digo esto a raíz de la publicación de A la sombra de Lilith, de Carmen Posadas y Sophie Courgeon. Subiéndose a lo que bien pudiéramos llamar el carro Dan Brown, las escritoras en cuestión recurren a "la leyenda judía de Lilith" para, al igual que hiciera el autor de El código de Da Vinci, levantar el manto que nos ha ocultado hasta este momento la verdad bíblica sobre la discriminación de la mujer.

Según la leyenda judía fue Lilith, y no Eva, la primera mujer de Adán. Sólo que, en lugar de morder el pecado y convertirse en el eterno recurso de ignorantes y machistas, Lilith se marchó de casa dejando a Adán, con su despotismo, solito en el paraíso. Pues Eva, dicen las autoras, no es más que "la impostura de todos los tiempos".
Pues nada, que ya tenemos solucionado el problema del sexismo en el mundo. Claro que la situación se complica cuando me vuelvo a un amigo mío de religión judía y le pregunto acerca de Lilith. Resulta que jamás había oído hablar de la susodicha. Uno se molesta después en hacer un par de búsquedas en la Internet, y resulta que todo es una pura invención. En otras palabras, ni la tradición rabínica recoge ninguna supuesta leyenda de Lilith, ni la Biblia deja duda alguna respecto a la relación entre Adán y Eva, ni la leyenda en cuestión parece que tenga de hecho su origen en la tradición cultural judía, sino más bien en la cultura sumeria. Y a esto me refería precisamente cuando hablaba de los efectos negativos de fenómenos como el de Dan Brown. Ignoro cuáles pueden haber sido sus intenciones, pero lo cierto es que ahora le están saliendo admiradores y copias por todos sitios quienes, aplicando el antiguo proverbio del calumnia que algo queda, no se paran en mientes a la hora de "rescatar" papeles olvidados y supuestas historias censuradas de la Biblia y otros textos sagrados. Seriedad, lo que se dice seriedad, hay poca, pero siempre y cuando las ventas ayuden... Eso sí, mientras tanto la atmósfera general del debate cultural baja unos cuantos puntos, pero supongo que eso le importa bien poco a estos individuos.

Sea como fuere, hay algo que entiendo aún menos. Y es que no acierto a ver qué vamos a conseguir con reinterpretar por completo los bien establecidos textos sagrados que se encuentran en los cimientos de ciertas religiones. ¿De qué me vale indicar que hace más de dos mil años hubo una interpretación más positiva del papel de la mujer entre ciertas sectas cristianas que nunca lograron convertirse en mayoritarias cuando el hecho es que la Iglesia lleva la concepción sexista de la relación entre hombre y mujer en el tuétano de los huesos? A lo mejor lo que habría que hacer es romper definitivamente con esa Iglesia, en lugar de empeñarnos en interpretar y reinterpretar, especialmente cuando se trata de asuntos tan oscuros como los que aquí estamos discutiendo. Por supuesto, a lo mejor sucedería que si Carmen Posadas y Sophie Courgeon escribieran un libro de este otro tipo las ventas no serían tan atractivas, sobre todo teniendo en cuenta que no habría conspiración alguna que revelar. He ahí, precisamente, la razón de mi escepticismo. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 22 09:31:13 CDT 2004]

José María Aznar se ha estrenado como profesor en la Universidad Georgetown de Washington con un discurso sobre el terrorismo internacional algo tremendista y repleto de incorrecciones históricas. Para comenzar, se remontó hasta el siglo VII para explicar los ataques del 11-M, lo cual me parece bastante equivocado:

España rechazó ser un trozo más del mundo islámico. Cuando fue conquistada por los moros, rehusó perder su identidad.
Para empezar, cuando llegaron "los moros" no había España. La nación no vería la luz hasta muchos siglos después, con los Reyes Católicos. Pero es que además tampoco es cierto para nada que la amplia mayoría de quienes habitaban la península por aquél entonces rehusaran incorporarse al mundo islámico. De hecho, la península fue parte del mundo islámico hasta finales del siglo XV que finalizó la Reconquista. Mientras tanto, tan sólo unas cuantas áreas geográficas permanecieron al margen de la influencia árabe y musulmana. Esta actitud me recuerda al nacional-catolicismo rancio que leía en los libros de texto de mis padres. Sólo le faltó hablar de don Pelayo.

Ahora bien, el discurso de Aznar me parece aún más problemático por lo que deja entrever, aparte de todo este colorismo nacionalista, pues parece adscribirse a la corriente conservadora que interpreta el fenómeno del terrorismo internacional como un conflicto entre civilizaciones. En otras palabras, Aznar en su discurso (de hecho, su primera lección a los estudiantes de la Universidad de Georgetown) ha elegido presentar la lucha antiterrorista contra Al Qaeda como una guerra abierta entre la tradición occidental y el Islam. A lo mejor no debería sorprendernos demasiado, pues esta posición es perfectamente coherente con la política que llevó a cabo como Presidente. Me parece, no obstante, que se trata de una política contraproducente y equivocada. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 21 20:09:33 CDT 2004]

Leí esta tarde que Rodríguez Zapatero ha inaugurado en el Instituto Cervantes de Nueva York una exposición bibliográfica titulada La biblioteca peregrina. Libro del exilio español que reúne 120 documentos sobre los exiliados de la Guerra Civil. Se trata de un tema que se ha ido recuperando poco a poco tras el regreso a la democracia, tal y como sucedió con la historia del maquis, las actividades de la oposición antifranquista o los estudios sobre los nacionalismos periféricos. Y en parte debido a ello, he de reconocer que lo ignoro casi todo respecto al tema. Así que me decidí a hacer unas cuantas búsquedas en la Internet para ver si podía encontrar algo de información al respecto, y cuál no sería mi emoción al encontrarme con publicaciones tan serias y cuidadas como la Biblioteca del Exilio del Instituto Cervantes o el Portal del Exilio, montado con las contribuciones de diversas fundaciones asociadas con fuerzas políticas y sindicales de la izquierda española (la Fundación Pablo Iglesias, la Fundación Largo Caballero, el Archivo Histórico del PCE, la Fundación Salvador Seguí...). Pero lo que más me llegó al alma fue quizás la web que los alumnos del Instituto Victoria Kent de Elche le dedicaron a la intelectual de la que tomaron el nombre. Se trata, quizás con la anarquista Federica Montseny, de una de las pioneras de la lucha por la igualdad de la mujer en España. Una mujer íntegra, humanista, patriota, que dedicó su vida a la lucha por la igualdad, la libertad y la justicia social, y que tuvo que pagar por ello con el exilio, primero en Francia, después en Méjico y, finalmente, en los EEUU. Tras tantos años viviendo en Nueva York, jamás regresaría a España para fijar su residencia, limitando su presencia a cortas visitas. La España de la renacida democracia tenía, sencillamente, bien poco que ver con la que ella había dejado atrás a finales de los años treinta, y su vida ya se había reconstruido en algún otro lugar. Una frase que dejó escrita durante el tiempo que se refugió en la embajada mejicana en París para protegerse de las tropas de ocupación alemanas (tiempo, por cierto, en el que se cortó el pelo y adoptó el nombre de Plácido para despistar a la Gestapo) me ha llamado especialmente la atención hoy. No puedo comparar ni mucho menos mi situación a la de Victoria Kent entonces, pero lo cierto es que hay algunos elementos comunes entre el exilio y la simple expatriación. Sea como fuere, la frase casi me ha hecho saltar las lágrimas.

El exilio sigue siendo una fuente inagotable de sufrimientos... el hombre fuera de su patria es un árbol sin raíces y sin hojas: lucha por mantenerse firme sobre la tierra y nadie puede descansar bajo su sombra. Ovidio dijo: "en saliendo de su patria, ¿quién puede decir que sigue siendo el mismo?"
Bellas palabras que sin duda podría subscribir cualquiera de los españoles peregrinos que viven en el exterior, como yo mismo. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 21 16:16:12 CDT 2004]

Echándole un vistazo a las noticias del día me encuentro con una de esas historias que vienen a justificar un sistema penal dirigido hacia la reinserción social de los reos. Se trata de Sebastián Chano Rodríguez, antiguo miembro de los GRAPO, y ganador del oro en la competición de 100 metros libres en los Juegos Paralímpicos de Atenas. Condenado a 84 años de prisión por el asesinato del industrial sevillano Rafael Padura a finales de los ochenta, Rodríguez se sumó a una huelga de hambre con otros presos del GRAPO para exigir su reagrupamiento, lo cual le acabó causando la parálisis de cintura para abajo. Ahora, apenas quince años después, se encuentra plenamente rehabilitado y es un miembro productivo de la sociedad, impartiendo clases a niños minusválidos en Vigo y dando charlas sobre la importancia de valores como la solidaridad, la superación y el compañerismo. Al igual que sucediera hace ya muchos años con El Lute, este caso viene a demostrar la viabilidad de una política más humanitaria, alejada del tradicional ojo por ojo y diente por diente que tantos reivindican como única solución al problema de la delincuencia. Es posible que los familiares de la víctima se sientan hasta cierto punto desatendidos, pero dudo que una política basada en la venganza personal venga a solucionar nada para el conjunto de la sociedad. La capacidad del ser humano para cambiar hacia mejor y reformarse no debe ser menospreciada, por mucho que seamos capaces de sacar a colación ejemplos de lo contrario. La única actitud cristiana y civilizada es no hacer pagar a justos por pecadores, y dar a los individuos la oportunidad de cambiar. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 20 20:25:56 CDT 2004]

Cualquiera que haya tenido la ocasión de conversar largo y tendido con cualquier joven alemán habrá observado sin duda una peculiaridad que les suele distinguir de otras nacionalidades: el joven alemán medio siente la vergüenza del holocausto en sus propias carnes y reacciona con auténtico pavor ante actitudes abiertamente nacionalistas o patrióticas. De esta forma, lo que en cualquier otro país se considera normal e incluso saludable y necesario para la pervivencia de la propia sociedad, en Alemania se considera enfermizo, inmoral. Y, como consecuencia, asistimos a la paradoja de que aquellos supuestamente a cargo de liderar la Unión Europea hacia un futuro mejor son los primeros que dudan de sus propias capacidades e, incluso, de sus propias buenas intenciones. Por supuesto que hay excepciones a la regla, y por supuesto que también existen algunos ultraderechistas que no se paran en mientes a la hora de mostrar su orgullo patrio. No obstante, la realidad es que esta morbidez paralizante caracteriza a la juventud alemana mucho mejor que a cualquier otra nación del mundo. Después de todo, ni siquiera los japoneses fueron obligados a asumir responsabilidades por las atrocidades cometidas en nombre del Emperador durante la Segunda Guerra Mundial. Ellos no tuvieron que asistir impasibles a un juicio de Nuremberg donde se airearan todos sus trapos sucios en público. Quizás se tratara de un error, y quizás no, pero lo cierto es que fue así.

Viene todo esto a cuento de un artículo publicado en The Guardian por el novelista alemán-irlandés Hugo Hamilton sobre La soledad de ser alemán. Me parece interesante porque fue precisamente en Irlanda donde tuve la oportunidad de conversar largo y tendido con bastantes jóvenes alemanes que se encontraban allí, como yo, disfrutando de una beca Erasmus. Hamilton comienza hablando de la indudable atracción que Irlanda parece ejercer sobre los alemanes, de lo cual yo también tuve ocasión de darme cuenta durante mi estancia en el país. Se trata de una atracción hacia un país idealizado, hacia una imagen claramente romántica de lo que significa ser irlandés. Como indica Hamilton a propósito del libro de Heinrich Böll, Irisches Tagebuch:

The Irish hated it and the Germans loved it. For the Irish it had too many donkeys and stone walls, too much dreaming and backward innocence. For the Germans, however, it was precisely these simple things that became so attractive. They carried the book with them in their rucksacks, searching for a kind of emotional connection to the people and the landscape. It gave them a sense of innocence and belonging, an inner life of feelings that was denied to them in their own country.

In fact, it was not a book about Ireland at all, but a book about all the things that were missing in Germany. Ireland was abundant with elusive qualities such as soul, sadness, longing, timelessness, all the romance of liberation and freedom. The Irish lived like there was no tomorrow. There was music everywhere and drinking. And maybe it is exactly this intoxicating naturalism, this idealism of uncomplicated life, which appealed so much to the German mind. Ireland had the same iconic value as the Che Guevara poster on the bedroom wall.

Had Böll written the same book about Germany, it would no doubt have been shunned as fascist. On the cliffs of Moher, the German could find a sense of home that had no ideological associations. They could learn to play the tin whistle and even sing songs about freedom. Unlike the Irish, the Germans abroad tend to forget where they come from. There is no German enclave in New York as there used to be. Where the Irish and the Italians always longed to be on the map, to be heard and not forgotten, the Germans longed to be invisible.

Se trata, sin lugar a dudas, de una de esas crisis falsamente cerradas durante el trágico siglo XX. Los crímenes nazis se han convertido, para bien o para mal, en sinónimo del mal absoluto. Qué duda cabe que ha habido mucho otros crímenes contra la Humanidad, comenzando por la Inquisición y terminando por las matanzas de kurdos llevadas a cabo tanto por iraquíes como turcos hace apenas unas décadas, pasando por el gulag estalinista, la locura revolucionaria del maoísmo, Pol-Pot, la dictadura argentina, Pinochet y los escuadrones de la muerte centroamericanos. Y, sin embargo, todavía hay algo que nos atrae y nos repele sobre los crímenes nazis. Los alemanes han tenido el infortunio de compartir nacionalidad con el grupo de asesinos que todos hemos elegido por unanimidad como mayor ejemplo del mal absoluto, y no parecen tener forma de quitarse ese sambenito de encima. A dondequiera que van, se les hacen chistes sobre Herr Goering, se les muestra el paso de la oca y se les saluda con el brazo en alto y un atronador Sieg Heil! Mucho me temo que hasta que los alemanes sean capaces de superar este estado de suma postración y depresión nacional, no nos será posible en la Unión Europea adoptar el papel de liderazgo internacional que se viene necesitando hace ya bastante tiempo. Cuidado, porque no hablo de relanzar un espíritu hegemónico, xenófobo y patrioteril. De hecho, si escribo esto es porque estoy profundamente convencido de que los alemanes han asimilado plenamente conceptos como democracia, solidaridad y justicia social. Ahora sólo les queda abandonar la duda existencial en la que parecen haberse sumido desde 1945 y liderar el regreso de la vieja Europa al centro de la escena internacional. Si los alemanes no tienen fe en sí mismos, bien poco futuro tenemos en la Unión Europea. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 20 14:20:10 CDT 2004]

Echándole un vistazo al sitio web del diario británico The Guardian me he encontrado con una auténtica joya histórica: la noticia del incendio del Reichstag en 1933. Me parece interesante señalar cómo incluso el día después del incidente ya había serias sospechas de que todo fuera un montaje de los nazis para iniciar su caza de brujas:

The wildest rumours were circulating in Berlin last night, adds Reuter. One was to the effect that secret orders had been issued to the Nazi Storm Troopers to create a Bartholomew night on Saturday, when all political opponents of renown were to be "disposed of."

Although the police asserted the Communists are responsible, some people think that the fire might have bee started by irresponsible Nazis with the object of provoking trouble.

(...)

The police, "suspecting the conflagration to be the first of a series of Communist acts of terrorism," have arrested a number of Communist leaders "in order to forestall any attempt to cover up tracks."

{enlace a esta historia}

[Mon Sep 20 12:41:24 CDT 2004]

El novelista italiano Umberto Eco publica hoy un interesantísimo artículo en el diario británico The Guardian donde defiende contra viento y marea los logros de la ciencia. A partir de un comentario anecdótico sobre el reciente incidente en que Stephen Hawking reconoció públicamente ante un auditorio de colegas que se había equivocado en la formulación de su famosa teoría sobre los agujeros negros allá por los años setenta, Eco lanza un ataque frontal contra las posiciones anti-científicas tan en boga en nuestros días tanto en la derecha como en la izquierda. Para empezar, señala con gran acierto que los abusos que tan a menudo sacan a colación estos individuos no son consecuencia directa de la ciencia, sino más bien de la tecnología. El conocimiento en sí no viene a causar Hiroshima y Nagasaki, cuya responsabilidad solamente puede recaer sobre los individuos que tomaron las decisiones en cuestión y, a lo sumo, sobre las ideologías que las justificaron. Como aclara Eco,

The problem is that in many critiques of the ideology of progress (or the so-called spirit of the Enlightenment) the spirit of science is often identified with that of certain idealistic philosophies of the 19th century, according to which history is always moving on towards better things, or toward the triumphant realisation of itself, of the spirit or of some other driving force that is forever marching on towards optimal ends.
En otras palabras, los críticos postmodernos de la ciencia se han construido su propio molino de viento para así poder justificar sus ataques con mayor credibilidad. La ciencia, de por sí, jamás ha venido a asegurar que la Historia sea una marcha constante hacia un mundo perfecto (lo que habitualmente denominamos como progreso). Más bien fueron los filósofos quienes lanzaron este tipo de afirmaciones sin garantía ni prueba alguna, en buena parte para justificar ciertas acciones que en su momento se estaban llevando a cabo contra pueblos colonizados. Dejemos hablar, una vez más, a Eco:

But these days, in order to substitute a whole series of ideologies in crisis, some people are flirting more and more with a school of thought according to which the course of history is not leading us closer and closer to the truth.

According to these people, all that there is to understand has already been understood by long-vanished ancient civilisations and it is only by humbly returning to that traditional and immutable treasure that we may reconcile ourselves with ourselves and with our destiny.

(...)

Modern science does not hold that what is new is always right. On the contrary, it is based on the principle of "fallibilism" (enunciated by the American philosopher Charles Peirce, elaborated upon by Popper and many other theorists, and put into practice by scientists themselves) according to which science progresses by continually correcting itself, falsifying its hypotheses by trial and error, admitting its own mistakes —and by considering that an experiment that doesn't work out is not a failure but is worth as much as a successful one because it proves that a certain line of research was mistaken and it is necessary either to change direction or even to start over from scratch.

¡Cómo me gustaría ver a los estadounidenses debatir la mejor forma de promover estos principios en las escuelas públicas, en lugar de discutir sin fin sobre el juramento de fidelidad a la nación y el papel de la religión en la educación básica! {enlace a esta historia}

[Mon Sep 20 12:25:36 CDT 2004]

A pesar de la sempiterna queja de que en España no hay afición a la lectura, lo cierto es que en los últimos años parece estar desarrollándose un serio mercado de bibliófilos que está facilitando la creación de editoriales dedicadas a la publicación de libros de lujo o, al menos, de cuidada edición. Así, por ejemplo, leo que la editorial sevillana La Máquina China va a abrir la temporada con la primera traducción al español de las notas autobiográficas de Saint-Simon. El tomo verá la luz como parte de una colección titulada Viajes a la Historia que pretende retratar los ambientes de una época recurriendo no sólo al formato en papel, sino incluyendo también páginas web que vengan a mantener la obra vivia, añadiendo nuevos capítulos, información adicional sobre la moda, las costumbres, etc. Como digo, no se trata ni mucho menos del único placer para los bibliófilos españoles. Véase si no los galardones concedidos por el Ministerio de Cultura a los libros mejor editados del año 2003. Resulta que a lo mejor hay motivo para el optimismo, después de todo. {enlace a esta historia}

[Sat Sep 18 14:23:31 CDT 2004]

Si hace unos días escribía acerca del papel de los intelectuales en la sociedad contemporánea, hoy me encuentro con la reseña publicada por el New Statesman sobre el último libro de Frank Furedi, Where Have All the Intellectuals Gone?. Furedi cree ver el origen de la crisis del intelectual en el relativismo postmoderno:

We inherit the idea of the intellectual from the 18th-century Enlightenment, which valued truth, universality and objectivity —all highly suspect notions in a postmodern age. As Furedi points out, these ideas used to be savaged by the political right, as they undercut appeals to prejudice, hierarchy and custom. Nowadays, in a choice historical irony, they are under assault from the cultural left.
Como ya indiqué el otro día, y aun reconociendo que Furedi puede tener razón al menos en parte, me parece que son los intelectuales quienes pusieron las bases de la crisis que ahora les está destruyendo, pues ellos fueron los primeros que concibieron su papel como propagandistas, como autores de acusaciones panfletarias contra el orden establecido, más que adalides de la objetividad, universalidad y verdad que menciona Furedi. Por supuesto, todo ello no quiere decir que Furedi no tenga razón al subrayar la progresiva especialización de nuestras sociedades y el efecto que pueda estar teniendo en el papel de los intelectuales:
One mark of the classical intellectual (more recently dubbed a "theorist") was that he or she refused to be pinned to a single discipline. Instead, the idea was to bring ideas critically to bear on social life as a whole. In this sense, Polly Toynbee is an intellectual but most Oxbridge dons are not. In fact, a snap definition of an intellectual would be "more or less the opposite of an academic". Once society is considered too complex to be known as a whole, however, the idea of truth yields to both specialism and relativism. Because you can now know only your own neck of the woods, the general critique as launched by the conventional intellectual collapses. There is no longer any big picture, a fact for which our rulers are profoundly grateful. And given that anyone's view is now as good as anyone else's, the authority which underpinned that critique is downsized along with it.
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[Mon Sep 13 18:48:28 CDT 2004]

A estas alturas, prácticamente todo el mundo considera al escritor francés Émile Zola como el precursor de la figura del intelectual moderno. Su artículo, J'accuse, publicado en enero de 1898 enmedio del affaire Dreyfus se ha convertido desde entonces en el ejemplo más claro de compromiso de un escritor con una causa política justa pero impopular. Como consecuencia, durante todo el siglo XX hemos entendido la figura del intelectual como la de aquél individuo dedicado al cultivo de las letras que voluntariamente pone en riesgo su fama y posición social manteniendo opiniones contra el orden establecido y en pos de unos ideales más o menos sublimes (justicia, igualdad...). No obstante, ya desde los años setenta comenzaron a oírse lamentos por la muerte del intelectual, casi siempre provenientes de la izquierda, que tan acostumbrada había estado a contar con el apoyo de las clases cultas durante buena parte de un siglo caracterizado no sólo por las conquistas sociales, sino también por los mayores crímenes conocidos en los últimos siglos. En este sentido, han sido muchos los que han intentado averigüar las razones de la casi desaparición de la función del intelectual, culpando casi siempre a fenómenos como la imparable expansión de la cultura como entretenimiento frente al concepto más clásico y humanista del término, la progresiva mercantilización de nuestras vidas o, sencillamente, la realidad de una educación de masas que disminuye la dependencia de la ciudadanía en unas cuantas figuras que asumen el papel de líderes intelectuales. Hay, sin embargo, un elemento que me parece mucho más importante y que casi todos los que se paran a analizar el problema suelen dejar de lado, precisamente por su empeño en entender el mundo de principios del siglo XXI con las categorías mentales de finales del XIX: los cambios sociales, económicos y políticos que se han dado durante los últimos cien años han de tener por fuerza un reflejo en cómo entendemos el papel del intelectual hoy día, pero por desgracia ese no ha sido el caso hasta el momento.

Hoy mismo, sin ir más lejos, me he encontrado con un par de ejemplos claros de concepción desfasada del papel que ha de desempeñar el intelectual. En primer lugar, la novelista Belén Gopegui, durante le presentación de su último libro, El lado frío de la almohada, se ha destapado con unas cuantas declaraciones en favor del régimen castrista. El colmo de la memez ha sido su afirmación de que los presos políticos no se encuentran en la cárcel por oponerse a Fidel, sino "por trabajar para otro gobierno". Casi pareciera que no hubiéramos aprendido nada de los errores de Sartre y tantos otros hace ya treinta años. ¿Es que acaso hace falta tener muchas luces para darse cuenta de la facilidad con la que ciertos gobiernos acusan a cualquiera que se les oponga de conspirar con el enemigo? ¿Por qué no aceptaba Belén Gopegui estas mismas razones cuando venían de los voceros de Augusto Pinochet o el aparheid surafricano? Incluso más estúpido me parece el comportamiento del escritor mejicano Carlos Fuentes, comparando a Bush con Hitler y Stalin. O el idiotismo se ha extendido mucho más de lo que me temía, o bien hemos llegado a un punto en el que hasta los intelectuales más respetados han de recurrir al chascarrillo y la exageración para aparecer en los titulares y que se les preste atención. Por supuesto, también cabe la posibilidad de que se trate de un caso extremo de confusión ética, de haber perdido la brújula, por usar un término con el que todo el mundo se sentirá familiar. O, por último, y esto es lo que me parece más probable, quizá se trate tan sólo de que nuestros intelectuales continúan abrazándose desesperadamente a una concepción decimonónica del papel que han de desempeñar en nuestras sociedades. Así, entroncando directamente con el Zola de J'accuse, ni Gopegui ni Fuentes aciertan a verse en una función distinta a la del cantamañanas que se siente en la obligación de llevar siempre la contraria, acusar al gobernante de turno de los mayores crímenes imaginables o hacer labor de zapa contra el orden establecido. En otras palabras, son demasiados los intelectuales que abdican de su obligación a actuar y escribir como librepensadores, y prefieren actuar de ideólogos del tres al cuarto. Nos faltan unas cuantas figuras del tamaño de Isaiah Berlin o Norberto Bobbio, y nos sobran intelectuales orgánicos. Parecemos no entender que, al menos cuando se trata de escritores y artistas, el compromiso político no tiene por qué venir de la mano de un partidismo descarado y unos cuantos eslóganes ramplones. Les debemos exigir mucho más que poses de cara la galería. Debemos pedirles decencia, la dignidad y la capacidad de reflexionar libremente, tan libres del poder como del corsé ideológico. Al Presidente Bush se le pueden criticar sus políticas, pero no por ello hemos de caer en la ramplonería de compararle con Hitler o Stalin. Y, por lo que hace a Fidel Castro, basta llamarle lo que es: un dictador. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 13 17:01:31 CDT 2004]

Los mitos nacionalistas siempre me han parecido especialmente ridículos, ya sean los que se usan para consolidar naciones de rancio abolengo como los de fabricación reciente, casi siempre usados para apoyar reivindicaciones independentistas más o menos pacíficas. Que conste que aquí incluyo a todos los mitos, y no solamente a los que afectan a otros países. Igual de nefastas me parecen las idealizaciones de los aztecas en las que tan a menudo incurren los mejicanos como la utópica convivencia de civilizaciones que pretenden propagar mis paisanos andaluces. Viene todo esto a cuento de una noticia que acabo de leer aclarando que las leyendas sobre el origen de los celtas pueden estar bastante equivocadas después de todo. Si mi memoria no me falla, allá a finales del siglo XIX y principios del XX tuvo lugar un cierto renacimiento cultural celta directamente asociado con el movimiento independentista irlandés. El poeta William Butler Yeats se convirtió quizás en el representante principal de este renacer de lo céltico, y logró imbuirlo de una enorme cantidad de elementos que pertenencen más al ámbito de lo mitológico que de lo factual o histórico. Y, cuidado, porque digo todo esto sin detrimento alguno a la calidad poética de la obra de Yeats. Sea como fuere, lo cierto es que los resultados de este estudio vienen a probar, a partir de la evidencia genética, que los que habitualmente denominamos pueblos celtas tienen más en común con los habitantes de la Península ibérica que con las tribus germanas procedentes de la Europa alpina. En definitiva, que un irlandés o un escocés, al parecer, es primo hermano de un portugués o un español. Claro que todavía cabe preguntarse a qué se debe la diferencia en las apariencias, pero supongo que en buena parte eso puede explicarse debido al mestizaje con las poblaciones magrebíes y árabes que se dió en la vieja Hispania y que de ninguna manera llegó a alcanzar las islas británicas. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 13 11:40:10 CDT 2004]

Hora de hacer repaso a la actualidad cultural en este lento lunes de septiembre. Las cosas están volviendo lentamente a su cauce tras la ralentización del verano (la verdad es que hasta en Minnesota se sienten los efectos de la canícula, por más que hagan chistes y se rían de la parálisis veraniega en Europa), pero aún no hemos recobrado plenamente el ritmo de la normalidad.

En primer lugar, El Mundo publica que Pet Shop Boys estrenó una nueva banda sonora de El acorazado Potemkin en Londres. Por lo que leo, alguien decidió ponerle un ambiente de música electrónica al clásico de Eisenstein, y se les ocurrió que el dúo británico podría estar a la altura. Habrá que esperar a verla en DVD. Por lo que leo, las primeras reacciones después de que se estrenara en una plaza londinense ante miles de espectadores que aguradaron pacientemente bajo la lluvia fueron bastante positivas. Se trata de la tercera banda sonora oficial de la película de Eisenstein, tras las que escribieran Dmitri Shostakovich y Edmund Meisel. Supongo que no faltará quien se lleve las manos a la cabeza y acuse a Pet Shop Boys de destrozar una obra de arte. En este caso, como en tantos otros, mi respuesta es: si sabes que no te va a gustar, no lo escuches. Al fin y al cabo, la versión original está disponible sin problemas. Nadie nos obliga a escuchar la nueva banda sonora, y de hecho lo más probable es que cuando la nueva edición salga en DVD tengamos la elección de cuál banda sonora queremos oír mientras vemos la película (¡ah, las maravillas de la técnica moderna!). En serio, no es tan distinto de una reinterpretación de una obra clásica. Tampoco hay por qué ser tan inmovilista.

Por otro lado, también hoy he leído que la British Library ha publicado los textos originales de Shakespeare en su sitio web. Los manuscritos de poemas y obras teatrales del genio universal están disponibles en fotografías, con lo que uno puede disfrutar no ya del contendio sino incluso de la caligrafía y el estilo de impresión. Todo un deleite para aquellos que aman los libros.

Finalmente, The Guardian publica una entrevista con el escritor V.S. Naipaul en la que, como de costumbre, el autor caribeño hace algún que otro comentario generalizado sobre tal o cual nación, tal o cual religión, con lo que parece ser la intención de escandalizar. Hace ya muchos años que, por fortuna, dejé atrás la etapa adolescente en la que uno consideraba que revolotear el gallinero era la función esencial de cualquier intelectual que se precie. No obstante, salvaría una frase que, a pesar de haber sido expresada con la misma intención de escandalizar, puede servir de excusa para reflexionar sobre un problema muy actual:

A man can't say, "I want the country, I want the laws and protection, but I want to live in my own way". It's become a kind of racket, this multiculturalism.
{enlace a esta historia}

[Sun Sep 12 16:32:09 CDT 2004]

Hace ya unos días que imprimí la transcripción del debate que tuvo lugar en el Congreso de los Diputados el pasado 15 de junio sobre la propuesta del Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana para legalizar la eutanasia activa. Sin embargo, hasta hoy no tuve la ocasión de sentarme a leer lo que nuestros estimados congresistas tenían que decir al respecto y, como suele suceder en estos casos, me agradó la tolerancia, el comedimiento y la racionalidad con la que los representantes de los ciudadanos afrontaron tan espinoso tema. Digo esto aquí porque en tantos otros lugares parece preferirse el insulto fácil y la falta de respeto hacia nuestros políticos. Habría que aclarar, en primer lugar, que técnicamente hablando los distintos portavoces parlamentarios no estaban discutiendo tanto el asunto de la eutanasia como una determinada propuesta legislativa. No puede ser de otro modo, pues se trata de una cámara legislativa cuya función esencial es debatir y decidir sobre propuestas de este tipo, y no de una tertulia radiofónica sobre temas éticos. Así pues, entremos a ver qué se discutió en el Parlamento.

La señora Bonàs Pahisa, portavoz de Esquerra Republicana en este debate, comenzó su intervención con las palabras de Ramón Sampedro, el tetrapléjico que convirtiera el tema en un elemento central del debate en la sociedad española:

... dicen que la vida es sagrada, pero aplauden a los héroes que dan la sangre por la patria y olvidan a menudo que hay otra patria que es cada ser humano.
Entre los argumentos que la señora Bonàs Pahisa usara para justificar la legalización de la eutanasia pasiva, destacan a mi entender los siguientes:
Si existe el derecho a una vida digna, existe el derecho a vivirla dignamente hasta el final. Cada persona tiene derecho a decidir qué es una vida digna. Una persona tiene derecho a decidir no vivir una vida vegetativa, no consciente, no autónoma.

(...)

Dicho de otra forma, no hay ninguna obligación de virir. La vida no es un deber, y de la misma forma que debemos respetar el derecho a la vida digna, debemos hacerlo a la libertad individual. El Estado puede proteger la vida, pero no imponer el deber de vivir en todas las circunstancias. (...) La vida, cuando está sometida a degradación irreversible, no puede imponerse a la persona en contra de su voluntad. Las garantías se establecen siempre a favor de quien ostenta el derecho y no en su contra. (...) ¿Quién tiene el poder para exigir a nadie terminar su vida en la inconsciencia, en la degradación?

Cabe usar el clásico argumento de que los individuos no son realmente dueños de su propia vida, pero cuesta trabajo ver cómo pudiera justificarse tal actitud sin recurrir a premisas religiosas. Si yo no soy el dueño de mi propia vida, ¿quién puede serlo entonces? Evidentemente, un creyente podría responder: "Dios". Dudo mucho que un ateo o un agnóstico, por otro lado, venga a negar que los individuos son dueños de su propia vida y deberían ser libres para decidir si desean vivirla o no. Estamos, en definitiva, ante el viejo dilema de si el suicidio es éticamente aceptable o no. ¿O quizás no? Como aclara la señora Uría Etxebarría, portavoz del Partido Nacionalista Vasco durante el debate:
Las actividades suicidas son impunes en el Derecho español y en los ordenamientos que nos son próximos, pero no sucede lo mismo con la inducción o el auxilio al suicido ajeno, que se contempla en el artículo 143 del Código Penal. Desde un punto de vista laico, no se entiende que si existe el derecho a autoadministrarse la muerte por qué no ha de haber este derecho a que en este cometido seas ayudado por otra persona.
Todo esto sería bastante más polémico en los EEUU, donde buena parte de los políticos no parece tener problema alguno con el uso de argumentos religiosos en la cámara legislativa, sin darse cuenta de que ello conlleva la imposición de postulados de fe sobre todos aquellos que no comparten sus creencias. En el Parlamento español, en cambio, a menos que las cosas hayan cambiado sobremanera, todos los grupos parlamentarios sin excepción tienen bien claro que el Estado es aconfesional por precepto constitucional, pero es que además en un foro de debate como el Congreso de los Diputados no deben usarse sino argumentos racionales y no citas de libros sagrados.

El portavoz de Convergència i Unió, sin embargo, vino a imponer algo de sentido común en lo que hasta ese momento había sido una sucesión de apoyos a la propuesta legislativa de Esquerra (por cierto, que debemos alegrarnos de contar en el Parlamento con un puñado de diputados con la decencia y el sentido común del que suelen hacer gala los representantes de este grupo):

Cuando en este Parlamento hablamos de derechos, estando absolutamente de acuerdo con lo que decía la diputada Bonàs cuando planteaba la proposición de ley, que este es un Estado laico, en el cual no tenemos que hacer enfoques de carácter religioso a la hora de abordar estos temas, pero también quiero recordar, no fuera el caso de que se nos olvidara, que los derechos constitucionales y los derechos humanos tienen un contenido moral sobre la cual no debemos huir; no debemos huir de esto, ni tampoco de un punto de pudicia, del sentido de pudor en un tema tan relevante como éste.

El planteamiento subyacente por parte del grupo proponente surge desde un enfoque erróneo. La literalidad de esta proposición de ley no plantea el derecho a morir con dignidad, a través de cuidados paliativos o de una ayuda a la muerte. El tenor literal de esta redacción plantea la opción a decidir sobre la vida ajena, por parte de familiares o especialistas médicos, sin el consentimiento, sin la participación del propio afectado, del propio enfermo. (...) Me ciño al texto, me ciño estrictamente al texto para decir que esta es una fatal tentación legal a la eugenesia.

Y he aquí, precisamente, el problema principal con este tipo de legislación. Por desgracia, son muchos los que suelen adoptar una posición ideológica respecto a temas como éste, de tal forma que apoya la eutanasia activa es "lo progresista" mientras que cualquier llamamiento a la cautela se convierte automáticamente en "carca" o "tradicionalista". No obstante, las cosas no son tan claras. Ni la representante del Partido Popular (quién se limitó a evadir el debate sobre el tema de la eutanasia afirmando su apoyo a la medicina paliativa una y otra vez) ni la del Partido Socialista (quién explicó que el Gobierno pretende reforma el Código Penal durante esta legislatura, y por tanto le parece que el debate debería dejarse para entonces) entraron a discutir las implicaciones éticas, políticas y sociales de la propuesta de ERC. Si, por un lado, es cierto que el individuo es el verdadero dueño de su propia vida, y puede legítimamente decidir ponerle fin en cualquier momento, tampoco es menos cierto que la despenalización de la eutanasia activa tiene sus puntos oscuros: ¿en qué condiciones se llevará a cabo?, ¿cómo nos aseguraremos que se trata realmente de la voluntad del individuo sin coerción alguna?, ¿qué debemos hacer en aquellos casos en los que el individuo en cuestión no puede ser consultado, bien debido al hecho de que se encuentra inconsciente o bien debido a la edad?. No, me temo que las cosas no son tan claras como algunos nos quieren hacer ver, y un paso como éste sólo debe darse después de un serio debate en profundidad que deje de lado las simplificaciones tanto religiosas como ideológicas. Hay demasiado en juego. {enlace a esta historia}

[Sun Sep 12 09:51:09 CDT 2004]

Hace tan sólo unos minutos, mientras ojeaba la sección cultural del periódico del domingo, me encontré con la reseña de The Turkish Lover, el último libro de Esmeralda Santiago. Al final del artículo, el autor se hace eco de un maravilloso proverbio puertorriqueño mencionado en el libro:

Alábate pollo, que mañana te guisan.
Se trata de uno de esos refranes, tan frecuentes en nuestras culturas, en los que se deja entrever un amor apasionado por la vida terrenal y una escéptica desconfianza por las promesas del más allá. Ni por un minuto podría imaginarme un mormón de Utah diciéndole eso a su nieta, como sucede en la historia de Santiago. {enlace a esta historia}

[Sat Sep 11 20:56:26 CDT 2004]

Escribía hace unos días acerca de la publicación del último libro de Ernesto Sábato. Hoy tuve ocasión de leer algunas de las páginas más destacadas de España en los diarios de mi vejez, apuntes tomados tan a la ligera que ni el propio autor tenía claro que se fueran a publicar algún día:

Estuve a punto de tirar esto, presupongo que se leerá en algún momento del futuro. Cuando pienso que sí, tacho.
Las notas de Sábato sobre los cafés madrileños rescatan tantas memorias del olvido, tantas horas ganadas (que no perdidas) sentado a la mesa de un café leyendo la prensa del día, discutiendo los aconteceres cotidianos, repasando tal o cual artículo, intercambiando pareceres, recomendando un libro...

Ayer por la tarde, después de volver a corregir una de las conferencias, caminamos unas cuadras y ya con frío entramos a un bar del viejo Madrid. No más pasar la puerta me ensordece el alegre griterío, el humo y las risas que rebalsan el local; con dificultad avanzo haste sentarnos contra una pared para tener donde atrincherarme. Es un café típico, quiero decir típico de antes, de cuando lo moderno aún no había hecho estragos en España.

Éste es un reducto anticuado, con mesas de madera y sillas tipo de Viena, percheros de hierro y lámparas que parecen de opalina. A un lado, la barra repleta de parroquianos que vociferan a los gritos sus preferencias en el fútbol.

Después de una breve pero ardua lucha con mi carácter molesto, impaciente, nervioso, intolerante, rescaté mi lado observador y me dispuse a gozar de los madrileños en su caldo. Lo primero que sorprende es ver en las mesas a familias enteras, algo impensable en Buenos Aires. Hay abuelos, hijos jóvenes, nietos, sin problemas generacionales ni historias. Todos hablan a la vez y a los gritos.

Los miro y más me doy cuenta de que están todos de fiesta, que la vida es para ellos una fiesta, podrían decirme: "vea tío, mejore la cara, pues, aquí se viene a celebrar". Y me río al pensarlo, tan distintos de mí, ¡tan distintos de mi educación severa! ¿Quién de nosotros se hubiera atrevido a hablar y reír sin reparos delante de nuestro padre?

(...)

Volví a mirarlos a ellos, a estos madrileños que gritan y se ríen, como corresponde al auténtico sentido de fiesta, todos juntos, nadie se molesta, podría decirse que todos son un mismísimo ruido.

Miro cómo se tocan, se gritan, se abrazan. Y pienso si esta manera de ser celebratoria, festiva, no es una de las tantísimas riquezas que España debe a los musulmanes, quienes no tienen una experiencia cerrada de "lo privado", bien separada de "lo público", como nosotros, los occidentales. (Por eso en España son tan distintos los andaluces, los vascos, los catalanes).

(...)

Finalmente me puse a escuchar lo que se decían unos a otros que, como dije, es cosa por lo demás accesible, más bien lo difícil es evitar oírlos. De inmediato comprobé que los madrileños en las mesas no discuten "ideas" en el sentido serio, grave de la palabra, la de ellos no es una reunión en torno al "ágora", esa pretensión tan porteña, sino en torno a lo bueno de cada día.

¡Dios, cómo echo de menos esos días! Puede pensarse que se trata de simple nostalgia por los años de juventud, pero puede asegurar que va mucho más allá. Hoy mismo tuve la oportunidad de pasar un par de horas largas en conversación distendida con un buen amigo estadounidense mientras degustábamos un buen café. Era la primera vez en tres meses que nos veíamos. No, St. Paul no es Madrid, y los EEUU no son España. Acá faltan "ágoras", lugares de encuentro, socialización. La vida es demasiado apresurada y el sentido de lo privado es tan hegemónico que casi puede sentirse su asfixiante presión. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 8 06:53:19 CDT 2004]

Se veía venir. Una vez que la Administración Bush abrió la caja de pandora del unilateralismo acerbo, se sabía que tarde o temprano habría de suceder que otros países lanzaran similares proclamas aclarando que se tomarán la justicia por su mano. El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, Yuri Baluyevski, ha anunciado que Moscú está dispuesta a lanzar ataques preventivos contra bases terroristas en cualquier rincón del mundo, añadiendo que "los medios serán elegidos dependiendo de la situación concreta en una u otra región". El reciente secuestro y asesinato de víctimas inocentes en la escuela de Beslán parece haber radicalizado a unas autoridades ya de por sí demasiado dadas a la pose teatral. ¿Quién es el siguiente? ¿China, quizás? Más importante aún, ¿qué autoridad moral tendrá entonces la Casa Blanca para hacer llamamientos en favor del Derecho Internacional?. La invasión de Irak parece haber abierto una nueva etapa en las relaciones internacionales, y no se trata precisamente de un paso adelante. Tal y como están las cosas, la ley de la jungla parece mucho más probable, y lo que me más me preocupa es el hecho de que la Administración Bush haya hecho trizas el consenso internacional cuidadosamente puesto en pie tras la Segunda Guerra Mundial sin proponer nada en su lugar. Sabemos que al señor Presidente no le gusta la ONU, no tiene fe en los tratados internacionales que puedan poner cortapisas a su país y se salta las normas de Derecho Internacional a la torera, pero aún no tenemos ni idea de qué es lo que le gusta, cuál pueda ser su solución más allá del sálvese quien pueda. Una propuesta bastante corta de miras y, por supuesto, falta del liderazgo del que tanto cacarea. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 7 12:36:11 CDT 2004]

Esta mañana, mientras conducía al trabajo, oí unos comentarios en la radio sobre la música de Robby Romero, etiquetada como native rock, que me hicieron recordar el rock andaluz de grupos como Triana, Medina Azahara o Alameda. Aunque el sonido no sea malo, lo cierto es que este tipo de eclecticismos nunca consiguen imponerse en el mercado, viéndose relegados a un estatus de música de culto que, inevitablemente, no da para mucho y acaba poniendo fin a las aspiraciones de los artistas. No parece fácil señalar una sola causa. Como suele suceder, se trata más bien de una combinación de hechos y comportamientos sociales que casi vienen a sentenciar de entrada cualquier intento de inyectar originalidad y creación en una atmósfera musical dominada por los lugares comunes y la repetición de fórmulas de éxito hasta la saciedad: una industria cuyo único interés radica en la cuenta de resultados; un público adocenado, pasivo e incapaz de hacer esfuerzo alguno por oír algo con lo que no está familiarizado de antemano; y una infraestructura cultural casi inexistente que no permite la creación artística independiente. {enlace a esta historia}

[Tue Sep 7 12:20:52 CDT 2004]

Me parece vergonzosa la doble moral que los simpatizantes demócratas están aplicando a George W. Bush. Quienes hace unos años se llevaban las manos a la cabeza ante la publicación de libros y artículos sobre el affaire Lewinsky, ahora no ocultan su satisfacción al airear los trapos sucios del Presidente Bush cuando su padre estaba en la Casa Blanca: que si le dio a la coca, que si dependía del alcohol, que si se trataba de un playboy irresponsable... Ni me importaba un comino la vida sexual de Bill Clinton, ni me trae sin cuidado si el joven Bush se fumó unos cuantos porros y se acostaba con la hija del pastor local. Por favor, seamos consistentes. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 6 10:12:21 CDT 2004]

Otro autor que tendré que leer algún día cuando encuentre el tiempo necesario. ¡Hay tanto que leer, y tan poco tiempo! Se trata, en este caso, del escritor vasco Bernardo Atxaga, quién acaba de publicar El hijo del acordeonista en Alfaguara. Por cierto, que hace unos comentarios acerca de ETA que me parecen representativos de la actitud que tantos y tantos intelectuales españoles tuvieron hacia la organización terrorista allá por los años setenta:

Lo que cuento en el libro parte de dos situaciones muy distintas: por una parte, en los 70 perduraba el eco de la guerra civil, aunque algunos historiadores crean que no existe relación entre la guerra y ETA. Por otra, esos años hubo un repunte mundial de movimientos revolucionarios con tirón romántico, como los montoneros, los panteras negras, el Che. Parecía que estábamos de nuevo en una disyuntiva que enfrentaba al fascismo y a todo lo que estaba en contra. En esa situación, la violencia se podía entender en jóvenes con ansias de justicia. Pero perdimos esos paraísos, descubrimos lo que se ocultaba tras la máscara de la Unión Soviética, a España llegó la democracia... Pero en el País Vasco algunas víctimas se convirtieron en verdugos por una suerte de inversión perversa.

...

Tras el 11-M escribí en El Mundo que la vida es lo más grande, y que perderla es perderlo todo. Eso es así, siempre lo será, y quien no lo acepte está en el mal. Los vascos hemos vivido una situación compleja porque partíamos de la legitimidad de la víctima del fascismo, pero ha pasado mucho tiempo, han sufrido demasiados, de todos los colores. Mi verdadera convicción es que ha llegado el final. Pensar lo contrario sólo cabe en la obnubilación de alguien que ha perdido el sentido de la realidad.

Si bien puedo entender perfectamente el contexto político y social que describe Atxaga, y creo ver claramente cómo puedo haber intervenido en la aparición del fenómeno terrorista etarra, dudo mucho que se pueda usar como justificación. Atxaga describe los años setenta, pero no se atreve a reconocer ningún error, cuando lo cierto es que los excesos de la Unión Soviética ya eran bien evidentes para Fernando de los Ríos durante su visita al paraíso proletario en los años veinte. El problema, al fin y al cabo, fue la falta de discernimiento moral por parte de una izquierda demasiado convencida de su romanticismo revolucionario y su dogmatismo marxistoide como para aceptar los avances sociales que socialdemócratas y democristianos llevaron a cabo tras la Segunda Guerra Mundial.

Aparte de todo esto, el libro recoge una hermosa imagen en la que uno de los personajes principales, David, entierra palabras vascas en cajas de cerillas para que sus hijas nacidas en los EEUU aprendan euskera. Puede parecer excesivamente sentimental o, por el contrario, inicuo, pero como español residente en los EEUU con hijos nacidos acá que medio chapurrean mi lengua, la imagen de Atxaga me llega al corazón. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 6 10:06:49 CDT 2004]

Un compañero de trabajo argentino me recomendó que le echara un vistazo a este relato corto de Osvaldo Soriano inspirado en un partido de fútbol que me atrevería a recomendar sin duda alguna debido a su mezcla de ternura y nostalgia por un modo de vida rural en vías de extinción (¿o se trata, también en este asunto, de una de esas quejas eternas que se repiten generación tras generación sin que realmente concluya jamás?). {enlace a esta historia}

[Mon Sep 6 09:35:30 CDT 2004]

Si hace unos días escribí unas líneas acerca del neoescolasticismo tan en boga entre las filas conservadoras estadounidenses estos días, hoy me encuentro con la reseña de sobre un par de libros acerca del filósofo John Locke escritos por el filósofo cristiano estadounidense Nicholas Wolterstorff que viene a clarificar las cosas más aún. He de señalar, antes que nada, que aunque no conozco nada de la obra de Wolterstorff, no parece que se trate de uno de esos ultraconservadores a los que critiqué en aquella otra pieza.

La reseña en cuestión tiene un par de elementos que merece la pena subrayar, y que se encuentran precisamente en la línea que defiendo habitualmente. En primer lugar, el autor del artículo, John G. Stackhouse Jr., describe uno de los puntos esenciales de la filosofía de Locke:

We should, he advises, dispense with the tradition and instead we should employ Reason to analyze what our senses tell us. Then we should strictly apportion our assent to whatever we conclude we conclude out of such reflections according to the grounds we have for believing them. Rather than a yes/no, all-or-nothing mentality, we should establish a sort of gradient of belief. Thus we recognize that most of what we believe is not certain, but more-or-less probably, and we hold our beliefs therefore with the appropriate firmness and humility.
A esto me refiero precisamente cuando hago hincapié en la necesidad de mantener los argumentos religiosos al margen del debate político. La fe, las creencias religiosas, tienen su lugar tan sólo en la esfera privada, y no cabe duda de que su manifestación pública no debe coartarse en absoluto, pero ello no equivale a permitir el uso y abuso de argumentos religiosos en el ágora. El diálogo democrático en una sociedad plural ha de ser secular o no ser en absoluto. Desde el momento en que un cierto grupo social hace uso de argumentaciones basadas en un dogma religioso determinado, desde el mismo momento en que alguien usa éste o aquél libro sagrado como prueba definitiva, rompemos el acuerdo básico sobre el que se sustenta todo el edficio democrático. Lo único que nos queda, por tanto, es la razón con todas sus limitaciones e imperfecciones.

Stackhouse también cita directamente a Locke para contrastar su posición con la que mantienen los postmodernos en nuestros días (si no podemos conocer la Verdad ni por medio de la fe ni de la razón, entonces todo vale, y no podemos aceptar gradación alguna):

We shall not have much reason to complain of the narrowness of our minds, if we will but employ them about what may be of use to us; for of that they are very capable: and it will be unpardonable, as well as childish peevishness, if we undervalue the advantages of our knowledge, and neglect to improve it to the ends for which it was given us, because there are some things that are set out of the reach of it... If we will disbelieve everything, because we cannot certainly know all things; we shall do much-what as wisely as he, who would not use his legs, but sit still and perish, because he had no wings to fly.
He aquí, me parece, el antídoto contra ambos, el dogmatismo absoluto de los neoescolásticos y el relativismo absoluto de los postmodernos. Al fin y al cabo, ambos tienen parte de razón: como afirman los pensadores postmodernos, en el contexto de una sociedad plural, global y multiétnica no podemos recurrir más a la imposición de dogmas religioso; pero también como afirman los tradicionalistas, sin una escala de valores, sin una mínima gradación que nos ayude a sobrevivir día a día, sólo tenemos caos, desorden y la imposibilidad de seguir adelante con una mirada esperanzada hacia el futuro. Como de costumbre, me parece que la posición más acertada se encuentra a medio camino entre ambas escuelas. Un racionalismo humilde, consciente de sus propias limitaciones y al tiempo sabedor de que posee la llave hacia la autosuperación y el mejoramiento de las cosas, me parece la única salida posible al callejón sin salida en el que nos metimos en el convulso siglo XX. {enlace a esta historia}

[Sun Sep 5 11:24:49 CDT 2004]

Oxford University acaba de publicar una nueva traducción al inglés de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y el crítico Michael Dirda aprovecha para escribir unas líneas sobre el clásico francés en las páginas de The Washington Post. Se trata de un libro más que tendré que leer algún día, y el artículo de Dirda no hace sino confirmar que se trata de uno de los grandes de la literatura universal.

Flaubert's artistic sensibility veered most naturally to gaudy excess, not to say a voyeuristic passion for the fleshy, sanguinary and transgressive. A little too much was hardly enough for him. (...) Only in Madame Bovary (1857) —and the story A Simple Heart (1877)— did the novelist find just the right style, serene in tone, mildly ironic, tightly organized (partly through the use of unobstrusive symbolism), concise, exact and virtually without stylistic grand-standing. You can shake Madame Bovary and nothing will fall out.

(...)

In Madame Bovary Flaubert never allows anything to go on too long; he can suggest years of boredom in a paragraph, capture the essence of a character in a single conversational exchange, or show us the gulf between his soulful heroine and her dull-witted husband in a sentence (and one that, moreover, presages all Emma's later experience of men). Returning from their wedding, the newlyweds and the bridal party must cross a farmer's field:

"Emma's dress was rather long and the hem trailed a bit; from time to time she would stop and lift it up, then, with gloved fingers, delicately remove the wild grasses and tiny thistle burrs, while Charles stood empty-handed, waiting for her to finish."

Dirda destaca la maestría con la que Flaubert retrata la banalidad del adulterio en la obra, como en el siguiente párrafo en el que viene a describir los últimos días de la relación de Emma con uno de sus amantes, León:
They knew one another too well to experience that wonderment of mutual possession that increases its joy of hundredfold. She was as sick of him as he was wary of her. Emma was discovering in adultery, all the banality of marriage.
{enlace a esta historia}

[Sun Sep 5 10:17:02 CDT 2004]

El diario británico The Guardian publica un breve ensayo de Virginia Woolf que llevaba perdido varias décadas. Se trata de uno de seis ensayos sobre la ciudad de Londres que la revista Good Hosekeeping publicara allá por 1931, y que me parece de lo más delicioso. Sorprende ver cómo Woolf fue capaz de sintetizar el espíritu de toda una ciudad en artículo tan breve, logrando transmitir la atmósfera recargada, excesivamente formalista de su época en apenas dos páginas.

Nobody can be said to know London who does not know one true cockney —who cannot turn down a side street, away from the shops and the theatres, and knock at a private door in a street of private houses. Private houses in London are apt to be much of a muchness. The door opens on a dark hall; from the dark hall raises a narrow staircase; off the landing opens a double drawing-room, and in this double drawing-room are two sofas on each side of a blazing fire, six armchairs, and three long windows giving upon the street. What happens in the back half of the drawing-room which looks upon the gardens of the other houses is often a matter of considerable conjecture. But it is within the front drawing-room that we are here concerned; for Mrs. Crowe always sat there in an armchair by the fire; it was there that she had her being; it was there that she poured out tea.

That she was born in the country seems, though strange, to be a fact: that she sometimes left London, in those summer weeks when London ceases to be London, is also true. But where she went or what she did when she was out of London, when her chair was empty, her fire unlit and her table unlaid, nobody knew or could imagine. To figure Mrs. Crowe in her black dress and her veil and her cap, walking in a field among turnips or climbing a hill where cows were grazing, is beyond the scope of the wildest imagination.

Y así, en unas cuantas palabras, Woolf nos ha introducido un peculiar personaje, la señora Crowe, nos ha hecho saber indirectamente que debe tratarse de una viuda ("... in her black dress her veil and her cap"), y la retrata como una mujer tan intrínsecamente unida a la vida urbana que, sin Londres, no podríamos concebirla. ¿Pero qué tipo de vida podía ser la de una viuda en el Londres de la época, la ciudad donde "private houses... are apt to be much of a muchness"?

There by the fire in winter, by the window in summer, she had sat for 60 years —but not alone. There was always someone in the armchair opposite, paying a call. And before the first caller had been seated 10 minutes, the door always opened and the maid Maria, she of the prominent eyes and prominent teeth, who had opened the door for 60 years, opened it once more and announced a second visitor; and then a third, and then a fourth.

A tete-a-tete with Mrs. Crowe was unknown. She disliked tete-a-tetes. It was part of a peculiarity that she shared with many hostesses that she was never specially intimate with anyone. For example, there was always an elderly man in the corner by the cabinet —who seemed, indeed, as much a part of that admirable piece of 18th-century furniture as its own brass claws. But he was always addressed as Mr. Graham —never John, never John, never William: though sometimes she would call him "dear Mr. Graham" as if to mark the fact that she had known him for 60 years.

Y ya queda bien clara la idea de qué actividad dominaba la vida de las clases pudientes en la Inglaterra de entonces: la conversación amable, las reuniones a la hora del té para charlar sobre los temas candentes del momento... ¿o quizás no? Tal vez los temas de discusión no fueran siempre tan transcedentales como podemos imaginar.

The truth was she did not want intimacy; she wanted conversation. Intimacy has a way of breeding silence, and silence she abhorred. There must be talk, and it must be general, and it must be about everything. It must not go too deep, and it must not be too clever, for if it went too far in either of these directions somebody was sure to feel out of it, and to sit balancing his tea cup, saying nothing.

Thus Mrs. Crowe's drawing-room had little in common with the celebrated salons of memoir writers. Clever people often came there —judges, doctors, members of parliament, writers, musicians, people who travelled, people who played polo, actors and complete nonentities, but if anyone said a brilliant thing it was felt to be rather a breach of etiquette— an accident that one ignored, like a fit of sneezing, or some catastrophe with a muffin. The talk that Mrs. Crowe liked and inspired was a glorified version of village gossip. The village was London, and the gossip was about London life. But Mrs. Crowe's great gift consisted in making the vast metropolis seem as small as a village with one church, one manor house and 25 cottages. She had first-hand information about every play, every picture show, every trial, every divorce case. She knew who was marrying, who was dying, who was in town and who was out. She would mention the fact that she had just seen Lady Umphleby's car go by, and hazard a guess that she was going to visit her daughter whose baby had been born last night, just as a village woman speaks of the squire's lady driving to the station to meet Mr. John, who is expected down from town.

Londres la metrópolis, el punto de encuentro de quienes dominaban el mundo por aquél entonces, los más importantes hombres de negocios, políticos, comerciantes, exploradores... y sus aburridas esposas, sometidas a una interminable ración de formalismos sociales, de salidas al teatro o charlas de té donde jamás se discutía nada transcedental para así evitar conflictos. La Inglaterra victoriana (o, más correctamente, post-victoriana pero todavía viviendo bajo la influencia de la vieja reina) en su apogeo de nimiedades y rutina. Y, no obstante, estas pequeñas historias también son importantes, pues se trata de las historias de los ciudadanos de a pie, de los individuos comunes, como la mayoría de nosotros.
Thus, to know London not merely as a gorgeous spectacle, a mart, a court, a hive of industry, but as a place where people meet and talk, laugh, and die, paint, write and act, rule and legislate, it was essential to know Mrs. Crowe. It was in her drawing-room that the innumerable fragments of the vast metropolis seemed to come together into one lively, comprehensible, amusing and agreeable whole. Travellers absent for years, battered and sun-dried men just landed from India or Africa, from remote travels and adventures among savages and tigers, would come straight to the little house in the quiet street to be taken back into the heart of civilisation at one stride. But even London itself could not keep Mrs. Crowe alive for ever. It is a fact that one day Mrs. Crowe was not sitting in the armchair by the fire as the clock struck five; Maria did not open the door; Mr. Graham had detached himself from the cabinet. Mrs. Crowe is dead, and London —no, though London still exists, London will never be the same city again.
Un genial retrato de la ciudad de Londres, la capital del mundo, en un par de páginas. Y, no obstante, hay algo que parece faltar, algo que echamos de menos: ¿dónde están los mineros, los albañiles, tenderos, criadas y fontaneros? Virginia Woolf retrata la vida diaria de las clases pudientes, pero parece ignorar las historias, sueños, pesadillas y sufrimientos de los más necesitados, aquéllos que no pueden permitirse el lujo de sentarse todos los días a compartir cotilleos, té y pastas. Pese a todo, no cabe duda de que consigue reflejar lo que seguramente fue un elemento principal de la vida londinense, y lo hace con el estilo genial de una de las mejores escritoras del siglo XX. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 2 15:25:57 CDT 2004]

La sala IMAX de Viena está a punto de mostrar un documental que combina imágenes y olores, en un nuevo intento de revolucionar el mundo del cine que ya ha fracasado en numerosas ocasiones como el propio artículo clarifica. ¿A qué puede deberse esto? Me parece que no ha de extrañar a nadie. El medio cinematográfico está ya bien definido desde hace décadas, y cuando eso sucede siempre es difícil, si no claramente imposible, introducir cambios revolucionarios en los medios de expersión artística. Para colmo, el mundo del cine está, si cabe, mucho más comercializado que otros, y la industria no suele ser amiga de cambios radicales que puedan confundir al consumidor medio. Experimentos de este tipo están bien para la vanguadia artística, pero dudo mucho que lleguen a enraizarse en el consciente colectivo. Otra cosa sería si viene acompañado de un nuevo medio de expresión artístico. Por ejemplo, no me sorprendería en absoluto que un medio de transmitir olores (e incluso gustos o experiencias tactiles) se combinen en el futuro con algún tipo de comunicación basada en los hologramas o imágenes tridimensionales. Mientras tanto, creo que experimentos como el de Viena no pasarán de ser eso, meros experimentos que llegan a los titulares precisamente debido a su naturaleza anecdótica. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 1 14:13:33 CDT 2004]

Cualquiera que haya vivido siquiera unos años en los EEUU habrá comprobado la caricaturesca polarización de la literatura política en este país, al menos de un tiempo a esta parte. David Aaronovitch escribe un artículo en The Guardian sobre este fenómeno de la polarización política en los EEUU. Hay ocasiones en las que me parece que el sistema bipartidista americano es el gran culpable del tenso clima en el que se desarrolla el discurso político, pero cuesta trabajo pensar que ése sea el único factor a tener en cuenta. Me da la impresión de que la polarización ideológica es también consecuencia de un contexto social donde el mercado se ha convertido en rey absoluto, reduciendo la experiencia cultural a mero éxito en las listas de ventas y conduciendo a las lógicas estrategias de segmentación del mercado que vemos en otros ámbitos. Cuando uno destruye el concepto humanista de cultura y bienes culturales como algo capaz de elevar el espíritu y lo convierte en mero objeto de consumo e intercambio económico, lo único que cobra importancia es el disfrute que los invididuos puedan obtener de él. En otras palabras, hemos reducido la cultura a mero entretenimiento, a producto cultural, bien de consumo producido por una industria cuyo interés principal, como es lógico, no es el fomentar un clima favorable al desarrollo personal de ciudadanos libres sino tan sólo obtener beneficio del consumo compulsivo. Si no somos capaces de reconstruir las bases humanistas de nuestra cultura, es decir, las mismísimas fuentes de la democracia contemporánea, lo más lógico es que acabemos erosionando nuestra propia civilización occidental de forma inexorable, sin necesitar ayuda alguna de islamistas radicales. Por cierto, no veo por qué no ha de ser posible una alianza temporal entre progresistas y conservadores en pos de este objetivo. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 1 11:30:42 CDT 2004]

Una de los temores más arraigados en quienes vivimos en el extranjero es que algún día volveremos a la patria y no seremos capaces de reconocerla. Hace ya casi siete años que no viajoa España, así que supongo que la próxima vez que ponga un pie en mi tierra me sorprenderá ver cómo y cuánto han cambiado las cosas. La vida continúa, pero nosotros tenemos grabados en la memoria y en el corazón demasiados recuerdos de amigos que han ido envejeciendo sin nosotros, lugares que han desaparecido o cambiado por completo durante nuestra ausencia, incluso costumbres que ya no son lo que eran. Digo esto porque acabo de leer que Ernesto Sábato ha publicado España en los diarios de mi vejez, recopilación de notas que el escritor argentino tomara durante el curso de un viaje que emprendiera por nuestro país a principios del 2002 y que aprovechó para reflexionar sobre los más variopintos temas: la vejez, la literatura, la creación, la naturaleza del hombre, la globalización, la migración, la marginación... Y, acerca de los cambios experimentados en España en las últimas décadas, Sábato nos dice:

Vengo a España temiendo no encontrar a quien busco, tan cambiada la he visto que temo no reconocerla. Temo que vayan a traicionar al Quijote, así dados como están dados a gratificarse con cosas compradas, y a toda costa parecer ingleses o norteamericanos. Por favor, ¿qué quedaría de los íberos sin el Quijote?

Me entristece que la esencia de la España que amo esté desapareciendo. La España áspera, indómita, fuerte. La España de Cervantes, de Unamuno, de Machado, de Lorca, de Hernández. Quiera Dios que no llegue el día en que McDonalds instale su fábrica de hamburguesas en una plaza de toros.

Yo también temo no reconocer a mi España la próxima vez que viaje a casa, pero supongo que es el precio que tenemos que pagar todos los expatriados. Supongo que algo bien parecido me sucedería si tuviera que regresar a la Irlanda que dejé allá por 1992. Ha sido poco más de una década, pero las cosas cambian mucho en un diez años. Los seres humanos cambiamos mucho en una década. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 1 10:09:41 CDT 2004]

Tan acostumbrados estamos a la miopía general de la clase política que sorprende cuando nos enteramos de que tal o cual político siente un buen aprecio por la cultura y las artes. En este caso, se trata del alcalde de Roma, Walter Veltroni, quien acaba de publicar una recopilación de relatos breves inspirados por un viaje a Buenos Aires. Más interesante aún me parece el motivo que le llevara a escribir el libro: durante una estancia en la ciudad argentina, se encontró con una peculiar pintada en una pared con el lacónico pero tremendo mensaje de "Patricio, te amo. Papá". Como explica Veltroni,

En mis casi cincuenta años de vida no había visto nunca una dedicatoria de amor de un padre a un hijo. He intentado imaginar qué padre podría haber hecho un gesto de este tipo y por qué. (...) En una tierra melancólica como Argentina todo parece épico y grande, incluso una frase sobre un muro.
Me parece, desde luego, material para escribir al menos una historia corta, si no para dar pie incluso a una novela. No obstante, por desgracia, no se ve con frecuencia que un político (o un hombre de negocios, o un deportista...) tenga la sensibilidad necesaria para apreciar un detalle como el que señala Veltroni. Entiéndaseme bien, casos los hay sin lugar a dudas, pero quizás no con tanta asiduidad como me gustaría. Me siento más cómodo sabiendo que nuestros dirigentes tienen la sensibilidad necesaria para poder ponerse en la piel de los ciudadanos de a pie, así como el conocimiento suficiente para no simplificar materias que ya de por sí son complejas. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 1 09:17:21 CDT 2004]

La ministra de Cultura, Carmen Calvo, ha firmado un acuerdo de colaboración con su homólogo marroquí que me parece de lo más necesario para reestablecer el diálogo y las buenas relaciones entre ambos países. Ambos gobiernos se comprometen a promover actuaciones conjuntas en ámbitos como la arqueología, la conservación de bienes culturales, el cine, la danza, el teatro, las artes plásticas o la traducción de obras literarias. No hace mucho escribía en estas mismas páginas cómo España y Marruecos parecen haber vivido de espaldas el uno al otro durante demasiado tiempo (algo que, por cierto, también puede aplicarse a las relaciones con nuestro vecino portugués), y sobre todo debido a las circunstancias sociales y económicas de este nuevo siglo que tantos magrebíes está trayendo a nuestras tierras creía necesario poner fin a esa ignorancia mutua. Pues bien, este acuerdo cultural me parece bastante positivo en ese aspecto. Con algo de suerte y mucho esfuerzo, quizás comencemos a conocernos unos a otros, disminuyendo así las posibilidades de que cualquier incidente menor pueda hacer estallar conflictos raciales en nuestras calles. Me parece, por tanto, una medida acertada no ya desde un punto de vista meramente cultural, sino también político. {enlace esta historia}