[Fri Dec 28 18:33:54 CET 2007]

Hace poco más de una hora escribía sobre el respeto que me merecían las palabras de Zapatero reconociendo un par de errores que cometió durante la legislatura que acaba de concluir y hacía hincapié en el hecho de que parecía ser una autocrítica sincera, en lugar de limitarse a simularla echando balones fuera y culpando realmente al adversario de todos los males. Pues bien, ahora leo que también Rajoy ha hecho un reconocimiento público de errores y ha caído, precisamente, en la vileza a la que me refería. El líder de la oposición ha tenido la desfachatez de reconocer como único error propio en estos cuatro años el no haber sido capaz de convencer a Zapatero de que estaba equivocado. En otras palabras, como advertía, que en lugar de reconocer error alguno, se limita a lanzar otro dardo envenenado a su oponente. Lo siento, pero no demuestra ni clase, ni sinceridad, ni honestidad intelectual. O eso o ha llegado a tales niveles de mesianismo y sectarismo que, simplemente, es incapaz de concebir que haya podido equivocarse en nada. No quiero creer esto último. Rajoy me parece demasiado sensato para ello. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 28 17:00:23 CET 2007]

Leo en La Vanguardia que Miquel Iceta, portavoz del PSC, ha afirmado que dentro del PSOE "no hay demasiados federalistas" y no puedo evitar la sensación de que quizá el problema no sea tanto la ausencia de federalistas dentro del PSOE como el concepto que cada uno tenga de lo que pueda ser federalismo. Me explico: ¿sabemos si Iceta está hablando de federalismo simétrico, que es el único que yo conozco en la práctica?. Hasta el momento, nacionalistas catalanes de diverso pelaje (es decir, tanto los simpatizantes de CiU como los de ERC) parecen haber apostado por lo que ellos denominan federalismo asimétrico, que no consiste sino en certificar (y ocultar) el tan manido hecho diferencial bajo el manto (supuestamente progresista) del federalismo. Y es que en este asunto uno siempre tiene la sensación de que le están intentando dar gato por liebre, la verdad sea dicha. Basta que alguien declare su fe en el federalismo para que alguien alce la voz desde las filas del catalanismo político o cultural intentando cerciorarse de que dicho federalismo implica un trato de favor hacia el terruño de sus amores. En consecuencia, no creo justo que nadie nos pueda culpar al sospechar que tras estos llamamientos al federalismo supuestamente "puro" o "verdadero" realmente se esconde la intención de vendernos la moto de un tratamiento discriminatorio a favor de ciertas nacionalidades históricas. Con ello, volvemos a lo que ya he comentado en estas páginas en alguna que otra ocasión: los nacionalistas parecen estar más preocupados por superar al vecino en el número de competencias que por el contenido positivo de las mismas. El caso es hacerle la puñeta al vecino. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 28 16:15:56 CET 2007]

Volvemos al tema del anti-tecnologismo hispano. Esta mañana, repasando las noticias, me encuentro con un breve artículo titulado Aute, una vida sin móvil ni ordenador cuyo objetivo final no acierto a descrifrar del todo. A lo mejor es mi naturaleza algo sospechosa, pero creo notar en el texto, como suele suceder casi siempre en estos casos, un cierto tono romántico y humanista en el viejo sentido del término (esto es, cuasi medieval, más propio de la realidad social de hace cuatro siglos que de la que vivimos hoy en día), una idealización idiótica del buen salvaje a la que somos muy dados por estos pagos. La tecnología no es, ciertamente, de uso obligatorio. Pero tampoco alcanzo a ver por qué extraña regla de tres pueden pensar algunos que negarse a usarla, reconocer que uno no toca ningún aparato "porque me asustan", pueda representar un mayor apego por "lo natural" o "lo auténticamente humano". A lo mejor es que soy un poco denso, pero es que no entiendo la ecuación. Y, sin embargo, uno la ve constantemente reflejada en los medios de comunicación. Después nos preguntaremos por qué hay tan poca innovación tecnológica en España, por qué tenemos unos índices tan bajos de productividad o por qué nuestros científicos más jóvenes se marchan al extranjero. Sueño con el día en que, en lugar de ver a Aute o Ronaldinho como modelos, nuestros niños admiren a científicos y programadores. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 28 15:49:04 CET 2007]

Resulta refrescante leer que todo un Presidente del Gobierno es capaz de reconocer algunos errores en su gestión. Desde luego, si mal no recuerdo, debe tratarse de algo inédito en nuestro país. Y tampoco se trata del consabido reconocimiento de errores simulado del tipo "mi mayor error fue no darme cuenta de las malas intenciones del adversario" o "me equivoqué al calcular la enorme resistencia al progreso entre los ciudadanos" que tan a menudo se oyen. En este caso Zapatero ha reconocido sin tapujos dos errores claros y contundentes: ponerle fecha a la llegada del AVE a Barcelona y, mucho más importante si cabe, pronosticar el fin de ETA mediante la afirmación de que la paz estaba más cerca. Como es obvio, reconocidos esos dos errores, el Presidente pasó a hacer un largo listado de lo que considera como logros de su gestión: el compromiso cumplido de retirar las tropas de Irak, los avances en las políticas sociales, el incremento de las pensiones y el salario mínimo, las mayores inversiones en educación e innovación, etc. En fin, que todo esto ya se puede discutir, pero al menos hay que reconocerle el mérito de haber reconocido públicamente algunos errores. ¡A lo mejor resulta que de verdad somos parte de Europa! {enlace a esta historia}

[Wed Dec 26 10:44:23 CET 2007]

Aunque no estemos acostumbrados a la idea por estos pagos (¿acaso lo están en cualquier otro sitio?), no es posible contar con una democracia sólida y sana si nunca mostramos la disposición a oír los razonamientos de quienes no piensan como nosotros. Creo haber escrito ya en algún otro sitio que una de las tendencias que más me preocupa de este mundo hiper-mediatizado en que vivimos no es tanto el individualismo exacerbado que algunos creen ver tras todos los problemas sociales, sino más bien la progresiva tendencia a aislarnos mediante el recurso consciente de recurrir únicamente a los medios de comunicación y opiniones que nos son afines. Sencillamente, hemos llegado al punto en que no nos informamos sobre los asuntos públicos o sobre política, sino que nos limitamos a consumirlas como si se tratara de un entretenimiento más. Como es obvio, este proceso de simplificación de lo político y su reducción a mero espectáculo lleva aparejado algunas consecuencias que me parecen nefastas: en primer lugar, el hecho de que cada vez más ciudadanos se sientan alejados del gran debate político, convertido meramente en un pim-pam-pum partidista, en un mero combate de boxeo entre dos púgiles en el que nos va bien poco (salvo que uno haya hecho apuestas, por supuesto); en segundo lugar, la ausencia de retroalimentación en el sistema, pues con el paso del ciudadano a mero espectador no hay forma de que la tan denostada clase política llegue jamás a conocer cuáles son las necesidades y preocupaciones a pie de calle; y, finalmente, como decía, el hecho de que el debate sobre la cosa pública se empobrece y queda limitado a meras campañas de marketing, eslóganes, monólogos y votaciones del candidato con mejor imagen. ¿Pero a cuento de qué viene todo esto? Pues bien, se trata únicamente de unas cuantas reflexiones que se me ocurrieron tras la lectura de una columna antiabortista escrita por Juan Manuel de Prada y recientemente publicada por ABC que, se piense lo que se piense sobre el asunto, debiera tenerse en cuenta antes de llegar a conclusión alguna:

En su afán por no mirar el rostro del otro, el progre ha desarrollado una suerte de antropología bizantina que hace depender la condición humana de una vida gestante de su tamaño, de su viabilidad, de las semanas de gestación, etcétera. El progre nos quiere hacer creer que un feto de diez semanas no merece protección jurídica porque no puede desarrollar una vida independiente de su madre. Pero la inviolabilidad de la vida humana en modo alguno depende de que sea viable por sí misma; más bien al contrario, una vida se torna más valiosa cuando más desvalida se halla, cuando más reclama nuestra ayuda para seguir existiendo, cuando carece de poder y de voz para defenderse. La inviolabilidad de la vida depende, en fin, de nuestra decisión de mirarla de frente, reconociendo en ella una dignidad inalienable. La vida humana no es intangible por el mero hecho de que pueda desarrollar una existencia autónoma: un anciano aquejado de demencia senil o un paralítico amarrado a su silla de ruedas tampoco pueden vivir por sí mismos; y, sin embargo, no se nos ocurriría pensar que por ello carecen de dignidad (aunque la filantropía progre ya se relame con la idea de darles matarile). Naturalmente, para alcanzar a ver la dignidad de una vida gestante, hay que mirarla a través de los ojos del corazón, allá donde reside nuestra libertad para elegir el bien o el mal. Y como el progre rehúye las decisiones morales, como ni siquiera acepta que existan bien y mal, recurre al fisiologismo más mostrenco y dictamina: una vida gestante no es vida, puesto que no tiene rostro. Y puesto que no tiene rostro, no puede ser sujeto, sino objeto del que puedo disponer libremente, objeto que puedo destruir llegado el caso.

Pero el progre, decíamos antes, necesita disfrazas su cinismo de filantropía. Y para justificar la matanza de vidas gestantes necesita invocar derechos. El progresismo es una máquina de hacer derechos como hurros; basta con girar el manubrio y arrimar la sartén. Y así, el progre se saca de su manga de filántropo el "derecho al aborto": la mujer tiene derecho a decidir sobre su calidad de vida; la sociedad tiene derecho a desembarazarse de niños indeseados para garantizar a los ciudadanos altas cotas de bienestar, etcétera. El progre disfraza de derechos lo que no son sino expresiones del interés más descarnado y egoísta; y, en esta labor de camuflaje, no tiene empacho en negarle la dignidad a la vida, mientras esa vida no tenga rostro. Pero de la mirada que dirigimos a esas vidas sin rostro depende nuestra propia dignidad: cuando las tratamos como objetos de los que podemos disponer a nuestro libre antojo, estamos negando su dignidad, pero también la nuestra. Estamos, sencillamente, dejando de ser humanos.

Dejemos a un lado, por el momento, el hecho de que De Prada únicamente lanza dardos contra "el progre" (así de genérico y ambiguo; no tal o cual "progre", sino "el progre"), con todo lo que ello suele conllevar de simplificaciones y extrapolaciones interesadas. Se trata de un recurso retórico de sobras conocido: simplifiquemos el punto de vista del oponente, construyamos un espantapájaros que malamente sintetice sus ideas para, a continuación, pasar a criticar no sus opiniones, sino el ridículo oponente imaginario que nos hemos construido nosotros mismos. Nótese, además, que todo parece indicar que De Prada cae en el maniqueísmo simplificador de señalar siempre los errores del adversario pero nunca los propios (subrayo lo de "parece" porque solamente llevo leyendo sus columnas unas cuantas semanas, pero cualquier observador mínimamente imparcial habrá de concederme que mientras no desperdicia oportunidad alguna para lanzar dardos contra "el progre" la verdad es que no parece tan preocupado en señalar los excesos verbales y de comportamiento de "el facha", que parecen brillar por ausencia en su columna). Asimismo, ignoremos afirmaciones rallanas en lo insultante, como la que establece que "el progre" está deseando "dar matarile" a los parapléjicos sentados en sus sillas de ruedas. No me parece que sea la mejor forma de fomentar un debate profundo, respetuoso y responsable sobre el tema del aborto. Sea como fuere, y como indicaba al principio, creo que De Prada usa unos argumentos sólidos que merece la pena considerar, independientemente de la opinión que cada cual tenga al respecto. Yo, quede claro, soy partidario de una ley de plazos que venga a clarificar el asunto y a acabar con el agujero legal que representa la admisión del aborto por razones psíquicas sin por ello dejar sin efecto lo que ha venido en llamarse derecho al aborto. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 21 18:15:09 CET 2007]

Un poco de humor bibliófilo proveniente de Stillwater, una pequeña (y preciosa) localidad del Estado de Minnesota, donde viví durante poco más de doce años (en el Estado de Minnesota, que no en Stillwater). Al parecer, una librería de viejo está a punto de echar el cerrojo y el dueño del negocio ha decidido publicitarlo mediante un simpático video en YouTube:

Como se puede observar, la climatología de Minnesota en esta época del año no se anda con chiquitas. La imagen inicial, en la que un libro se suicida tirándose al río helado desde el puente no tiene desperdicio. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 20 09:24:10 CET 2007]

Interesante reflexión la que me acabo de encontrar en una columna de La Razón de la mano de Manuel Calderón:

Cuando oigo decir a alguien con convicción de alma salvadora que nunca la educación había ido tan mal en España (¡entonces sí que estudiábamos... y qué bien sabían los huevos fritos!) sacaría la pistola, pero no puedo. Precisamente Unamuno, que tenía la virtud de obligar a desenfundar el arma al mismísimo Millán Astray cada vez que abría la boca, se había lamentado a finales del siglo XIX de que la frase "el saber no ocupa lugar" sólo ha encubierto ignorantes. "Sí, el saber ocupa lugar, ¡vaya si lo ocupa!", escribió. Así, con ese candor de desconocer que un siglo más tarde el saber seguiría sin ocupar lugar alguno, se expresaba el viejo profesor. Acabo de leerlo por casualidad en el tomo VIII de sus Obras Completas (editadas por la Biblioteca Castro) que han llegado a esta redacción. Después de muchas páginas, Unamuno llega a una conclusión: "La base de todo radica en esto: no se cree en la enseñanza", ni siquiera los que más la preconizan. "Es un tópico, un lugar común de nuestra retórica, más o menos regeneradora", añade. "Hambre de cultura la sienten muy pocos", continuará. Propondrá, hace nada más y nada menos que un siglo, combatir el "fetichismo progresista y el escolástico". ¿Pero qué nos pasa, doctor?, preguntaría Woody Allen. Responde Unamuno: "Aquí, donde ha habido tanto comentarista de teología, no hemos tenido ni un solo teólogo genial".

Lo de combatir el "fetichismo progresista y el escolástico" no tiene precio. Como bien dice Calderón, se aplica a nuestra realidad contemporánea un siglo después de que lo escribiera Unamuno, que ya es decir. Por cierto, que también comparto la afirmación que hace al principio de su columna: nuestro sistema educativo tiene problemas, desde luego, pero afirmar que la educación nunca había estado tan mal en España sólo demuestra mala fe o ignorancia. Las collejas, insultos y falta de respeto por el prójimo que hoy aparecen en los medios de comunicación existían igualmente entonces, aunque nadie las llamaba "acoso escolar" ni se preocupaba de ellas; las clases de música e inglés no las conocí yo hasta sexto de EGB, a pesar de estar enrolado en una escuela privada; y la Educación Física se limitaba a echarse al campo y pegar patadas a un balón. Por favor, seamos mínimamente honestos. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 18 13:14:59 CET 2007]

Vaya, vaya, vaya. Como ya he comentado al menos en un par de ocasiones este mes, parece que estamos cerrando el año con una buena cantidad de tropelías, inconsistencias y estupideces varias. No me queda más remedio que calificar la última que —por el momento, sólo por el momento— ha llamado mi atención como sarcasmo involuntario. Y es que hay que tener cachazas para llamarse Fidel Castro y afirmar que uno no se "aferra" a sus cargos. El buen mozo lleva ya en el gran sillón cubano la friolera de 48 años. ¡Menos mal que no le tiene apego! {enlace a esta historia}

[Mon Dec 17 13:11:12 CET 2007]

No son pocas las voces que se han oído criticando la postura tomada por el PP con respecto al llamado canon digital. Como se podía imaginar, la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) ha sido la más firme defensora de la medida que grava todos los soportes y equipos susceptibles de ser empleados para hacer copias privadas de material artístico. Pues bien, en este tema tengo que alabar la coherencia ideológica de Mariano Rajoy al oponerse al canon. Como bien afirma, "pagar por ser sospechoso es inaceptable". Todos deberíamos tener esa idea bien clara. Si hay alguien que use los soportes digitales para hacer copias ilegales, que se le pene. Pero no es razonable que obliguemos a todo el mundo a pagar una multa "por si acaso". De hecho, no es ni razonable ni consecuente con un Estado de Derecho. El Estado puede gravar las actividades que crea conveniente —y puede hacer esto, ciertamente, de forma casi arbitraria, que es el único clavo ardiendo al que pueden asirse en la SGAE o en el Gobierno para argumentar legalmente a favor de la medida—, pero entonces debería reconocerse que se trata simplemente de un impuesto cultural y no de un canon relacionado de ninguna manera con las copias ilegales de material artístico en soporte digital. {enlace a esta historia}

[Mon Dec 17 11:56:12 CET 2007]

No he podido evitar una sonrisa al leer la noticia, publicada por La Vanguardia, de que Manuel Fraga está a punto de sacar a la luz un diccionario político donde repasa a las figuras políticas españolas de los últimos tiempos. Lo que me pareció simpático no fue, por supuesto, que un político con la experiencia y la inteligencia de Fraga publicara un libro de esta naturaleza, sino más bien el inconsistente sectarismo conservador que deja entrever en algunos de sus juicios. En concreto, que afirme que Zapatero, al que aún quedan unos meses para que termine sus cuatro años en La Moncloa y que todavía tiene la posibilidad de ser reelegido en marzo, "no pasará a la historia" al tiempo que deja caer, con respecto a Franco, que "no es todavía el momento de opinar con madurez histórica sobre su figura", me parece una tomadura de pelo. ¿Cómo es posible que podamos hacer un análisis con perspectiva histórica de un político que aún no ha terminado su periodo de gobierno mientras que, según afirma el señor Fraga, aún no tenemos la distancia suficiente para juzgar las décadas de gobierno de alguien que murió hace más de treinta años? Hay que tener, desde luego, bien poco aprecio por la imparcialidad para hacer afirmaciones de este tipo, sobre todo si se hacen de manera tajante, como siempre ha preferido expresarse Fraga.

En todo caso, y ya que estamos hablando de la relevancia histórica de nuestros gobernantes, yo sí que me atrevería a hacer las siguientes afirmaciones, dejando bien claro, eso sí, que la cercanía en el tiempo siempre dificulta el análisis objetivo de una labor de gobierno, y todos estos presidentes lo han sido durante épocas bien recientes: Suárez pasará a la Historia —merecidamente— como el protagonista principal, junto al Rey, del proceso de transición a la democracia, demostrando una habilidad sin par en el momento de desmontar las estructuras políticas del régimen franquista sin que el edificio entero se viniera abajo y al tiempo que se ponían los sólidos cimientos del periodo democrático más sólido que hemos vivido en España; Leopoldo Calvo Sotelo, simplemente, no pasará a la Historia, justa o injustamente, entre otras cosas debido al hecho de que no ejerció la Presidencia durante el tiempo suficiente para que su labor pudiera tener un mínimo alcance; Felipe Gonzánlez pasará a la Historia como el político que logró modernizar tanto al socialismo español como a la sociedad española en su conjunto, insertándonos de una vez por todas en el ámbito político, económico y cultural que nos corresponde (esto es, Europa); José María Aznar, mal que le pese, pasará a la Historia como el estadista que nos llevó a Irak de la mano del Presidente Bush a pesar de la oposición frontal del 90% de los ciudadanos, pero también como el político que supo moderar al PP lo suficiente para convertirse en alternativa de poder, romper el famoso "techo electoral" de Fraga y demostrar —al menos durante sus primeros cuatro años de gobierno— que la derecha también puede gobernar de acuerdo a unos parámetros modernos y democráticos; y, finalmente, por lo que hace a Zapatero, la verdad es que me parece demasiado temprano para hacer juicios globales. Así pues, de todos los presidentes que hemos tenido, me parece que sólo Adolfo Suárez y Felipe González tienen cierta garantía de figurar en los libros de Historia de momento. Todo lo demás es propaganda electoral con la mirada puesta en marzo, como parece hacer Fraga en este diccionario. En este sentido, sí que me apena ver a un hombre de la categoría intelectual de Fraga firmando libretos propagandísticos de esta calaña. {enlace a esta historia}

[Mon Dec 17 09:37:43 CET 2007]

La viñeta de El Roto publicada hoy por El País ilustra bien la naturaleza del milagro económico español de estos últimos años. La tendencia ha ido cambiando ligeramente en tiempos más recientes, pero aún nos queda demasiado camino por recorrer.

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[Thu Dec 13 11:31:29 CET 2007]

Echándole un vistazo a uno de los números recientes de la revistance estadounidense Time me encuentro con una corta entrevista con Umberto Eco de la que destaco su respuesta a la última pregunta:

— You once wrote that humor was the only way to preserve truth. How accurate is that today
Humor is a way to survive. It can be a weapon, a shield against fundamentalism and fanaticism, and it can settle intellectual debates. But it can't solve life's problems.

Cierto. Jamás he conocido un fanático, ya sea religioso o político, que tuviera el más mínimo sentido del humor. Si algo caracteriza a los extremistas es, precisamente, el hecho de que se lo toman todo (hasta lo más nimio) demasiado en serio. No he sido nunca un extremista, pero sí que hubo una época, durante mis primeros años en la Universidad, en que me moví en ciertos círculos donde prevalecía la extrema izquierda (cuidado, yo no era militante trotskista ni nada por el estilo, sino que estaba afiliado a Los Verdes en aquel momento, pero por casualidades de la vida o lo que fuera acabé compartiendo cerca de un par de años con elementos del MC). Pues bien, esos son, precisamente, los años en los que menos sentido del humor tuve y en los que más cargante podía resultar para todos aquellos que tuvieron la desdicha de soportarme. No me cabe duda alguna. ¿Que el humor no puede solucionar los grandes problemas, como bien dice Eco? Pues sí, pero mientras sea capaz de distender y facilitar el diálogo entre individuos enfrentados, ya hace bastante por contribuir a su solución. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 12 16:51:31 CET 2007]

La política nacional parece estar llena de despropósitos últimamente. Hace un par de días, Zapatero retó a Rajoy a que mantuvieran un debate antes de las elecciones generales de marzo. Pues bien, después de que éste aceptara el embite, se descuelga ayer con unas nuevas declaraciones en las que afirma que TVE no garantiza la pluralidad y se niega a entablar debate alguno en la televisión pública. Me temo que los asesores del PP han cometido con esto un fallo garrafal. En primer lugar, si tan manipulada está la televisión pública, nadie entiende que el mismo Rajoy aceptara aparecer hace tan sólo unos meses en el programa Tengo una pregunta para usted... ¿O es que está ahora mucho más manipulada que entonces? Peor aún me parece el hecho de que Javier Arenas aparezca esta misma mañana en Los Desayunos de TVE repitiendo la misma historia. ¡Hay que tener morro para aparecer en un programa de TVE con representantes de varios medios de comunicación (incluido un representante de ABC, poco sospechoso de simpatías hacia el Gobierno socialista) y echarles en cara que están siendo parciales! Pero la mayor contradicción de todas, sin lugar a dudas, consiste en que Rajoy presente como condición innegociable que los debates (tres, según propone) tengan lugar en tres cadenas privadas (Telecinco, Antena 3 y la Cuatro) consideradas "neutrales" cuando hace bien poco su partido hizo un llamamiento a todos los cargos para que boicotearan a cualquier medio de comunicación adscrito al Grupo PRISA, incluyendo a la Cuatro. ¿En qué quedamos entonces? ¿Son imparciales en la Cuatro o no? ¿O quizás es que Rajoy vaya bailando al son que le tocan, que parece lo más probable a juzgar por sus contradicciones en este tema? En fin que, como decía, me temo que los asesores del PP han cometido un fallo garrafal. Pensaban estar lanzándole la pelota a Zapatero cuando, en realidad, no han hecho sino darle un balón de oxígeno y aparecer como los malos de la película, como quienes son capaces de sacar cualquier excusa con tal de no debatir. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 12 14:06:28 CET 2007]

A lo mejor es debido a la cercanía de las fiestas de Pascua, pero el caso es que la lectura de la prensa diaria hoy me está pareciendo de lo más simpática. Vése, si no, el artículo que me he encontrado en Público sobre las capacidades políglotas de nuestros líderes políticos. No tiene desperdicio. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 12 11:23:11 CET 2007]

No he podido evitar una sonrisa al leer un artículo en Cinco Días sobre Los salarios que vienen y encontrarme con el palabro magnatario, referido a los estadistas. Que yo sepa, no existe tal término, y el diccionario de la Real Academia desde luego no lo muestra (sí que contiene, por supuesto, el vocablo mandatario, que seguramente es el que llevó a la confusión al autor del artículo, quien problabemente pensaría que tamaña palabra se quedaba demasiado corta para la dignidad de nuestros mandamases). En todo caso, no pude evitar mi sorpresa al hacer una búsqueda en Google y encontrarme con 194 documentos en los que alguien usaba el dichoso (e inexistente) término. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 11 11:45:47 CET 2007]

Arturo Pérez-Reverte acaba de publicar Un día de cólera con Alfaguara, y la prensa diaria le dedica un par de artículos (vid., Público y La Vanguardia, por ejemplo). Fiel a su tradición de escribir narrativa histórica para divulgar nuestro pasado, esta vez se ha decidido a acometer otro mito nacional: el 2 de mayo de 1808. La entrevista de La Vanguardia me parece la más interesante de las dos:

— ¿Ha cambiado la idea que tenía sobre lo ocurrido?
Mi generación fue educada en un 2 de mayo más épico, el de un pueblo que luchaba por la libertad y la independencia. La realidad fue que la gente de orden se quedó en sus casas y los militares más representativos fueron dos capitanes [Daoiz y Velarde]. Quien salió a la calle fueron cuatro gatos marginales, aunque, sin esta revuelta, no hubiera sido posible el resto. Recorrer ese día con la limpieza que te dan las fuentes originales es muy ilustrativo, casi higiénico.
— ¿Qué le diría a quien ve la conmemoración como algo políticamente incorrecto?
— Que se trata de una fecha importantísima. Es nuestro Álamo. Un combate de gente desarmada, humilde, que se enfrenta al ejército más poderoso del mundo, que dará lugar a un movimiento que tiene consecuencias imprevisibles y gravísimas para Europa y para Napoleón. Un ejercicio de heroísmo y coraje donde se adivina por primera vez el germen sutil de esas dos Españas: la oscura y reaccionaria y la que mira a la modernidad. El drama terrible de la inteligencia, del lúcido, desde Moratín a Goya, que se pregunta dónde están los suyos; que se debate entre la modernidad que quiere para su país y el sentimiento que le une a los que luchan en la calle. Es una jornada importantísima, completamente asumible por la derecha y por la izquierda, una salsa en la que han mojado todas las ideologías. No se trata de celebrarla sino de conocerla y estudiarla.
— ¿Qué perdimos aquel día?
Se perdió una posibilidad. Había cabezas lúcidas que querían salir del atraso, de la incultura, del fanatismo cerril de unos curas y reyes incapaces y corruptos. Ese día y esa guerra hicieron que eso estuviese en el bando del enemigo, cerró una puerta al progreso y a la libertad. Paradójicamente, una jornada admirable en sí nos dejó inútiles para una modernidad, la frenó; luego tardó muchísimo en llegar.

[...]

— ¿Personajes todos cabreados?
— El cabreo, un cabreo muy español, fue el origen de todo. Ese día la gente no se echó a la calle para luchar por la patria, por la independencia, sino porque estaba cabreada con unos extranjeros que actuaban con chulería, que no pagaban en las tabernas, que molestaban a sus mujeres. Los franceses fueron los primeros sorprendidos por esa capacidad para el motín y la sublevación. No hubiera sido igual en París, Londres o Berlín. Esa individualización tan española de la violencia, esa locura, esa rabia, se manifestó el 2 de mayo. Tras Madrid, siete mil pueblos cabreados se echaron a la calle en un día en el que los españoles fuimos plenamente solidarios, actuando cada uno con su propio cabreo, pero al unísono.

[...]

— ¿Quiénes son los malos?
— No hay malos en la novela. Los franceses también tienen sus motivos cuando se enfrentan a esa chusma despreciable que los mata. El único malo fue Fernando VII, el rey que está en Bayona adulando a Napoleón y que al volver lo primero que hace es enterrar las libertades que se empezaban a tener. Fue una rata de cloaca, no se merecía a esos súbditos.
¿Y los afrancesados?
— Yo prefiero llamarlos lúcidos. Fueron las verdaderas víctimas. Los inteligentes, los cultos, vivieron en sus carnes la verdadera tragedia de no saber con quién estar, con los que representaban la modernidad o con el vecino que caía bajo las bayonetas
.

Efectivamente, creo recordar que ya Raymond Carr vio el 2 de mayo como el punto inicial de la división entre las dos Españas que, por desgracia, aún parece estar con nosotros en cierto modo. Como decíamos hace unos días a propósito de una columna del periodista Manuel Hidalgo publicada en El Mundo, a pesar de todos los pesares, despu´s de tres décadas de Monarquía constitucional, la alternancia de derechas e izquierdas en el Gobierno, nuestra inserción definitiva en la Europa moderna y tolerante, y la envidiable riqueza económica de que gozamos, aún quedan rescoldos de las dos Españas entre nosotros, tanto en un bando como en el otro. Por desgracia, todavía son bastantes quienes desde la derecha se creen dueños y señores de los símbolos nacionales y hacen todo lo posible por dificultar cualquier reforma o modernización, mientras que tampoco escasean en la izquierda quienes vuelven a plantear el dilema entre Monarquía y República en un afán evidente de dividir a sus conciudadanos, al tiempo que lanzan dardos contra las Fuerzas de Seguridad del Estado (a las que consideran autoritarias) y se enrocan ante cualquier reforma laboral o económica (curiosamente, igual que sus oponentes de la derecha dura, aunque en otro ámbito, pues lo que les une a ambos es su afán por defender el status quo). No me cabe duda alguna de que se ha avanzado mucho en las tres últimas décadas, pero lo que tenemos por delante también se las trae. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 11 09:23:54 CET 2007]

Leo en El Periódico de Catalunya que el tráiler de Mortadelo y Filemón ya ha llegado a los cines y me recuerda la profunda desilusión (acompañada de rabia y vergüenza ajena, todo hay que decirlo) que sentí cuando vi la película anterior junto a mis niños en casa. Ni a los niños, ni a mi esposa, ni a mí nos hizo gracia alguna. Y eso que me la habían recomendado fervientemente algunos vecinos como, al menos, "simpática" y "entretenida". A nosotros, por el contrario, nos pareció burda, zafia y ramplona. No se trata, pues, de un problema meramente técnico a la hora de transplantar el mundo del cómic al de la gran pantalla, que hubiera sido mucho más justificable. Se trata de la preeminencia del humor sin gracia, basado en tacos e insultos al prójimo, por no hablar del infantiloide recurso al pedo, caca, pis que tantos creíamos ya superado y más propio de las cavernas del franquismo que de la España moderna y pujante en la que vivimos. ¿Y por qué hablo de desilusión? Sencillamente, porque después de pasar tanto tiempo en el extranjero, volver a mi país y ver que se habían producido tantas mejoras, uno pensaba que también nos habíamos despedido del humor hortera. Lo dicho: ¡qué desilusión! {enlace a esta historia}

[Mon Dec 10 13:52:19 CET 2007]

Tanto se ha escrito estos últimos días sobre los resultados del Informe PISA, para bien y para mal, para elogiar y para (principalmente) criticar, para echarse flores y para lanzar dardos envenenados contra el Gobierno, que parece bien lógico que nos hayamos perdido, como viene siendo la costumbre, entre todo el ruido de sables. Empecemos, pues, por afirmar que la política educativa es algo que tan sólo surte efecto a medio y largo plazo, por lo que cuesta trabajo entender que tanto PP como PSOE se tiren los trastos a la cabeza como consecuencia de los resultados del informe. La realidad es que tanto uno como otro son responsables de la parte de culpa que les pueda caber. ¿O es que alguien puede imaginar que los gobiernos del PP no tengan nada que ver con los resultados de unas pruebas que, a fin de cuentas, se hicieron apenas dos años después de que Zapatero llegara a La Moncloa? Y lo mismo cabe argumentar con respecto a los socialistas, por supuesto: ¿acaso no estuvieron en el poder durante toda la década de los ochenta y la mitad de la de los noventa? Propongo, por consiguiente, que en lugar de usar el informe como pim-pam-pum partidista de cara a las elecciones de marzo, nos concentremos en primer lugar en un análisis amplio de su contenido, para después pasar a considerar posibles soluciones o propuestas para mejorar nuestro sistema educativo. Ni la culpa de todo la tiene siempre el adversario político, ni vamos a solucionar nada apuntando el dedo acusador y cambiando el morador del Palacio de La Moncloa, sin más ni más, pero uno tiene por desgracia la impresión de que la política española se limita demasiado a menudo a un quítate tú para ponerme yo de lo más infantil, como si el simple cambio de caras vaya a solucionar nuestros problemas. Y es que todavía son demasiados quienes se plantean estos temas como quien ve un partido de fútbol, pensando que no hay más que cambiar al Míster para que las cosas tomen otro cariz. Penoso.

En fin, entremos en el análisis de los resultados. Yo no he leído —ni creo que lea— el informe completo, pero sí que he seguido con interés buena parte de lo que se ha publicado sobre el tema estos días, y me temo que, una vez más, se ha caído en el error de siempre: el catastrofismo. Los resultados no son buenos, no, pero casi pareciera a juzgar por las afirmaciones de algunos que el cielo se nos iba a caer encima cuando, en realidad, tanto en conocimientos científicos como matemáticos nos encontramos al mismo nivel que EEUU e Islandia, de acuerdo a los propios resultados de PISA. A lo mejor hay alguien ahí fuera que piensa que esto es escandaloso, pero a mí no me lo parece tanto, la verdad. No hace mucho estábamos compitiendo con Italia, Grecia y Portugal, y ahora los adelantamos a todos e incluso competimos con los estadounidenses y los islandeses, que tampoco es moco de pavo. ¿Que se puede mejorar aún más? ¿Que ahora debiéramos fijarnos como objetivo alcanzar a los países que se encuentran en cabeza en el ranking internacional? Pues sí, sin lugar a dudas. Pero ello no es razón para que nos entreguemos a una orgía de autoflagelación, que eso en España lo sabemos hacer muy bien. Los resultados son mediocres, sí, pero no tan tremendamente malos como algunos nos quieren hacer creer. Para empezar, hay comunidades autónomas que han quedado bien por encima de la media de la OCDE (esto es, de los países más desarrollados). Pero aún hay más: tanto en conocimientos científicos como en matemáticas, nuestros estudiantes quedan por encima de la media internacional (esto es, de todos los países que accedieron a hacer la prueba, tanto desarrollados como subdesarrollados) y prácticamente en la media de la OCDE. Por lo que hace a las pruebas de comprensión lectora, sí que se encuentran claramente por debajo de la media de la OCDE, sin embargo. Pero es que, además, la curva de frecuencias parece ser perfectamente normal: el 75% de los estudiantes se encuentran en el grupo medio de conocimientos, el 5% en el grupo sobresaliente y el 20% en el grupo bajo. Cierto, hay muchos más estudiantes en el grupo bajo que en el alto (son éstos, precisamente, quienes hacen bajar la media del grupo entero) pero, por lo general, la amplia mayoría se encuentra en la media de la OCDE. En fin, que los resultados no son muy buenos, pero tampoco el desastre que algunos creen ver. El cielo no se nos va a caer encima.

Pasemos, entonces, a las propuestas para mejorar. Debemos tener bien presente, en primer lugar, que la mejora de la educación de las nuevas generaciones no depende únicamente de las escuelas y las políticas educativas del Gobierno de turno, sino que también están directamente relacionadas con los esfuerzos que los padres hagan por fomentar ciertas prácticas y hábitos, y esto, como bien puede entenderse, no es fácil de conseguir. No puede haber mejora educativa alguna sin la participación activa de los padres, por más dinero que logremos invertir en nuestras escuelas y más cambios legislativos que hagamos. Esto, me parece, debiera ser evidente. Ahora bien, si nos conformamos con no pasar de ahí, no habrá jamás forma de salir del círculo vicioso en que nos encontramos. No podemos dejarlo todo a las familias. No es aceptable que desde las instituciones se limiten a encogerse de hombros y justificar los mediocres (que no malos) resultados culpando a la falta de compromiso de algunos padres. ¿Qué podemos, pues, hacer al respecto? ¿Qué medidas se proponen? Me parece que habría que comenzar por profundizar en la autonomía de los centros educativos (incluyendo aquí a los colegios públicos), lo cual implica también proporcionar a los directores las herramientas legales que necesitan para poner en práctica dicha autonomía. Se trata de un tema que, al menos en principio, todo el mundo acepta sin rechistar. Sin embargo, a la hora de la verdad, en el momento de poner en marcha la normativa necesaria para que los directores de centro tengan en su mano contratar al personal que les parezca más adecuado, marcar las líneas generales por las que ha de regirse la escuela, sus normas disciplinarias y su metodología pedagógica, cuando llega ese momento nunca se da el paso necesario para garantizarles la autonomía de la que tanto se habla. Habría que reformar, en segundo lugar, la Ley de la Función Pública, que permite a tantos profesores trabajar en el colegio o el curso equivocados, eternizándose en una posición y unos derechos adquiridos que no están en consonancia con los tiempos que vivimos. Habrá que ver quién es el que se atreve a ponerle el cascabel a este gato. El problema viene de largo, y además se extiende a otros muchos aspectos de la Administración Pública que claman ya por una reforma profunda. Finalmente, también habría que introducir cierta competitividad entre las escuelas y el profesorado (¡oh, qué atrevimiento!) para fomentar la innovación, la eficiencia y los buenos resultados por encima de los derechos adquiridos y la inercia. Las escuelas han de ganar en flexibilidad y autonomía, en capacidad de adaptarse a las necesidades de sus estudiantes, en dinamismo, creatividad y sentido del riesgo. En definitiva, han de regirse más como empresas, sin que ello signifique echar por tierra ni dejar de lado el servicio público que prestan. {enlace a esta historia}

[Mon Dec 10 11:12:42 CET 2007]

ABC publicó el sábado un interesante artículo sobre la nueva interpretación que el filósofo italiano Giovanni Reale hace de La Primavera, de Botticelli.

La figura central no es Venus, como afirmó en 1893 Aby Warburg, el padre de la iconología moderna, ni tampoco es Flora la muchcha que mira al espectador y se dispone a lanzar un homenaje de pétalos a quien se acerca a la escena, ni es Céfiro el personaje aéreo que susurra a la chica de la derecha... En otras palabras, las interpretaciones de Warburg y de sus seguidores como Ernst Gombrich en 1945, Erwin Panofsky en 1961 o Edgard Wind en 1985 han llevado a los iconólogos por pistas falsas hasta que Claudia Villa centró las sospechas en la Filología, tesis que ahora confirma Giovanni Reale.

Que el personaje de la izquierda fuese Mercurio estaba fuera de duda, pues señala al cielo y lleva sandalias aladas. Pero el personaje central no es Venus sino la Filología, la gran ciencia del lenguaje y la literatura, que está a punto de esposar al dios del comercio, a quien señala con la mano derecha.

Sobre ella está Cupido, quien lanza sus flechas sobre las Tres Gracias, o sea, la Voluptuosidad, la Castidad y la Belleza, esta última con el rostro de Caterina Sforza, mientras que La Castidad, de espaldas, es Semiarmide Appiani, la esposa de Lorenzo di Pierfrancesco de medici.

Si la Filología protagoniza el centro de la escena, y lo hace como una joven encinta, las otras dos muchachas con vestidos semitransparentes y también embarazadas forman parte de su séquito. La del vestido floreal no es ni Flora ni una representación de la ciudad de Florencia, sino nada menos que la Retórica, que se representaba alegóricamente de ese modo, con un velo de "flores retorici" en la Florencia del Quattrocento.

A su vez, la joven de la derecha es la Poesía, que recibe igualmente la inspiración de Eros, representado espiritualmente, con tonos fríos y el carácter "aéreo" de un personaje que no es el Céfiro sino la personificación del "divin furore" que inspiraba la Poesía.

Según la teoría del filósofo Giovanni Reale, la escena transcurre en el Jardín de Zeus del "Simposio" platónico y representa el triunfo del humanismo basado en la Filología, la Retórica y la Poesía, que deja atrás el Trivium y el Quadrivium de la época medieval. Si a eso se añade que Cupido no es un amor cualquiera sino el amor por la Sabiduría, que a Filología con Mercurio, el triunfo del nuevo universo mental y cultural es visiblemente arrollador.

En esto de las interpretaciones de obras artísticas sucede como con el gusto aplicado a los platos de cocina, que no hay forma de ponerse de acuerdo en cuál sea la interpretación correcta. A lo mejor es que, como sucede en otras esferas de la vida, la cuestión no consiste en identificar la única visión correcta o verdadera, sino más bien en contrastar puntos de vista distintos que nos faciliten una aproximación más enriquecedora a la realidad. La verdad sea dicha, la interpretación de Reale suena bastante sensata.

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[Sat Dec 8 19:30:08 CET 2007]

Hace un par de días leí en la columna de Manuel Hidalgo en el diario El Mundo un análisis de la derecha española que me pareció de lo más acertado (lo siento, pero no he podido encontrar el artículo, titulado Lo de siempre, en la Red para incluir un enlace aquí). A raíz de los incidentes acaecidos durante el minuto de silencio que guardaron los concejales del Ayuntamiento de Madrid en protesta por al asesinato del Guardia Civil Raúl Centeno en Francia, y que se vio salpicado por las protestas de los bocazas de la AVT, que aprovecharon la ocasión para insultar (tan delicados ellos, tan respetuosos de la memoria de las víctimas del terrorismo) a Pedro Zerolo con argumentos tan convincentes como el de llamarle "maricón", Hidalgo argumenta que hay que andarse con cuidado cuando acusamos a estos individuos de pertenecer a la "derecha extrema", pues con ello no hacemos sino incurrir en un fatal error de apreciación que dificulta el que nos hagamos una idea correcta de las circunstancias sociales y políticas que vivimos. Como bien dice Hidalgo:

Ahora bien, si hablamos de esa otra España subyacente, transversal al campo y la ciudad, al centro y las periferias nacionalistas y a todas las clases sociales, entonces conseguiremos entender cómo todavía hay aquí cosas que no se han tocado en las sucesivas reformas legales, costumbres y protagonismos que perviven y áreas de progreso y ventilación de ideas a las que todavía no hemos accedido. Toda esta España, lo hemos visto en esta legislatura, condiciona los pasos del PP, su estrategia política y su aplazado viaje al centro liberal —tan poco español en el curso de la Historia—, pero también condiciona al PSOE cuando no se atreve a tocar ciertas cosas y retira y pospone reformas previstas. La modernidad avanza, pero también es, todavía, un espejismo.

Y, por si cabía alguna duda, también hemos leído estos días que el PSOE se ha embarcado en una estrategia de la moderación para ganar las elecciones de marzo que incluye, entre otras cosas, la renuncia a renegociar los acuerdos con la Santa Sede sobre la financiación de la Iglesia, la ampliación de la ley del aborto o la despenalización de la eutanasia. No se trata aquí de simplificar el debate y caer en maniqueísmos descerebrados que afirmen el progresismo de defender el aborto o la eutanasia, pero sí que me parece evidente que no conseguimos nada con robarle el debate a la ciudadanía, y todo ello debido al temor que nos inspira la España casticista a la que se refiere Hidalgo en su artículo. Y es que así no hay reformismo que valga. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 7 17:05:25 CET 2007]

Con motivo del día de la Constitución, El Mundo publicó ayer un artículo de Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional, en el que el autor reflexiona sobre las que considera como las causas de lo que considera el presente deterioro constitucional:

Dejando, pues, de lado, las acciones voluntaristas del actual Gobierno, si tuviéramos que buscar las dos causas primigenias de la situación que estamos viviendo en la actualidad, para poner así remedio a lo que se nos viene encima, tendríamos que afirmar que han sido las siguientes: la falta de concreción de nuestra Constitución en lo que se refiere a la estructura territorial del Estado, pues como tantas veces se ha repetido, dejaba fuera de ella la enumeración de cuáles eran las comunidades autónomas, cuáles eran sus competencias respectivas y, sobre todo, cuáles las competencias indelegables del Estado.

[...]

Todo esto ya se ha explicado hasta la saciedad, pero hay que recordarlo para que seamos conscientes de que, si hemos llegado a esta situación ha sido por la inopia de todos los gobiernos nacionales habidos hasta ahora que no han querido cambiar la otra causa del actual embrollo español. Me refiero a la vigente legislación electoral que permite que se hallen representados, por ejemplo hoy, en el Congreso de los Diputados siete partidos nacionalistas (PNV, CiU, ERC, BNG, EA, Nafarroa Bai y Coalición Canaria), los cuales, unos tras otros, han ido pasando de un nacionalismo auotnomista a otro claramente soberanista o independentista. En otras palabras, gracias a que nuestra legislación electoral permite que estén representados en el Congreso de los Diputados los partidos que hayan obtenido al menos un 3% de los votos en cada circunscripción electoral, se hallan representados partidos localistas que, en conjunto, no llegan al 10% de los votos emitidos en el conjunto nacional.

Esta estúpida clásula fue introducida en el Real Decreto de 18 de marzo de 1977, por el que se rigieron las primeras elecciones democráticas después de la Dictadura, con el fin de que se asegurase la presencia en las Cortes de CiU y del PNV principalmente, puesto que se pensaba que con toda seguridad las Cortes elegidas se convertirían en Constituyentes y no se quería que estas fuerzas no participasen en la elaboración de la nueva Constitución. Semejante argumento se podría aceptar, pero sólo para esa ocasión. Sin embargo, esta cláusula del Real Decreto inicial pasó también, cuando se elaboró años después, la Ley del Régimen Electoral General, lo que ya no tenía ninguna razón de ser puesto que se abría así la puerta a pequeños partidos que no representan más que a sectores muy minoritarios de la sociedad.

Vayamos por partes. Con respecto al primer tema que menciona De Esteban —el de la falta de concreción de nuestra Carta Magna por lo que hace a la estructura territorial del Estado—, me parece evidente que, teniendo en cuenta las condiciones en las que se negoció nuestra Constitución, era bien difícil llegar a un acuerdo para concretar ni las competencias indelegables del Estado ni tampoco las que correspondería a cada comunidad autónoma. Quien acuse a nuestro documento constitucional de ser excesivamente vago en este aspecto —y De Esteban ciertamente parece hacerlo— olvida, adrede o no, que el hecho de que la Constitución del 78 fuera tan amplia y ambigua ha sido identificadodo a menudo como la principal razón de su éxito. No debemos olvidar, a este respecto, que en España hemos tenido muchas otras constituciones más claras y detalladas que la actual, pero que ninguna de ellas pudo garantizar los niveles de convivencia y estabilidad social y política de que hemos disfrutado con ésta otra. Por algo será. Por otra parte, como ya he dejado escrito en algún otro sitio, no estoy de acuerdo con la idea de que sea conveniente detallar todas y cada una de las competencias exclusivas del Estado ni la lista completa de comunidades autónomas para que la Constitución funcione. De hecho, no creo que haga sino introducir mayor rigidez en un documento cuya principal virtud es, en mi opinión, precisamente la flexibilidad con que aborda estos temas. No sólo nos arriesgaríamos a poner fin al amplio consenso con que ha contado hasta ahora nuestro documento fundamental, sino que además lo convertiríamos en una Ley acartonada, rígida y, por consiguiente, más propensa a quebrarse. En este sentido, prefiero mil veces la indefinición de la Constitución estadounidense, abierta a la interpretación del Tribunal Supremo del país, antes que una ley demasiado específica e inflexible.

Pero también creo que De Esteban anda equivocado con respecto al segundo tema que expone en su artículo. La Ley Electoral ha de reformarse, sí, pero no con el espíritu vengativo que parece inspirar sus propuestas. Estoy completamente de acuerdo con la idea de que las fuerzas nacionalistas se encuentran sobrerrepresentadas en el Congreso de los Diputados y que ello contribuye bien poco a la estabilidad de nuestra política territorial, pues tanto el PP como el PSOE depende de los grupos nacionalistas en la Cámara siempre que no logren conseguir una mayoría absoluta en las elecciones, lo cual deja tanto a uno como a otro expuestos a las críticas de vender los intereses generales por un plato de lentejas. Sin embargo, estoy convencido de que la prioridad de la reforma de la Ley Electoral no debiera ser garantizar que los partidos nacionalistas obtuvieran menor representación, sino más bien estrechar los lazos entre representantes y representados mediante el desbloqueo de las listas y, quizá, la reducción del tamaño de las circunscripciones, así como fomentar una mayor proporcionalidad que pudiera permitir la aparición de un partido-bisagra en el centro del espectro político. En otras palabras, que mi propuesta tiene bien poco que ver con el bipartidismo por el que parece apostar De Esteban. Por cierto, que su afirmación de que la clásula que fue creada para garantizar la presencia de CiU y PNV en las Cortes Constituyentes debería haber sido rescindida inmediatamente después de que fuera aprobada la Constitución porque ya no tenía "razón de ser" solamente puede hacerse desde la más absoluta ignorancia o la más irresponsable ingenuidad. ¿Pero es que de verdad piensa que la democracia española podía haberse permitido despechar a los nacionalistas catalanes y vascos moderados justo después de ganar el referéndum? ¿Es que el autor no recuerda ya que nuestra democracia distaba mucho de estar garantizada hasta bien entrados los años ochenta? ¿Y qué decir de un nacionalismo vasco al que hubiéramos decidido retirar del Congreso de los Diputados mediante un hachazo por decreto? ¿Es que acaso piensa De Esteban que dicha medida hubiera contribuido a aislar a los extremistas? En fin, que me preocupa que se escriban —y se digan— tantas cosas sin pensar en las consecuencias, sacando todo de contexto, con vistas a hacerle la puñeta a tal o cual adversario político y, sobre todo, abandonando aquel espíritu de consenso que dominó las negociaciones que dieron a luz nuestra Constitución actual. Flaco favor le hacemos a las generaciones venideras con actitudes como la tomada por De Esteban en el citado artículo. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 7 16:50:10 CET 2007]

Hace ya unos días que leí en Público acerca de los resultados de un estudio publicado por científico italianos y estadounidenses que viene a demostrar que es posible influir la memoria de los individuos implicados en ciertos acontecimientos a través de la manipulación de fotografías:

Los participantes en el ensayo observaron fotografías retocadas de dos eventos que conocían con antelación: las protestas de la plaza de Tiananmen en Pekín en 1989 y las manifestaciones contra la guerra de Irak en Roma en 2003. En la foto de China, se añadió una multitud alrededor de los tanques que avanzaban por una explanada vacía y en la de Italia se introdujeron personajes encapuchados y policías antidisturbios entre los manifestantes. Después, los voluntarios respondieron preguntas sobre los eventos, desde el número de personas que participó hasta los niveles de violencia.

"Con la adición de unos cuantos elementos desagradables en la protesta de Roma, la gente la reocrdó como un evento mucho más violento de lo que fue", indica la investigadora de la Universidad de California en Irvine y coautora del estudio, Elizabeth Loftus.

Además del recuerdo de lo que había sucedido, también cambió su disposición frente a las protestas. Los participantes que vieron las imágenes manipuladas dijeron que se sentían menos inclinados a participar en manifestaciones similares en el futuro.

No obstante, lo más curioso del experimento es que los individuos que se prestaron a participar en el estudio —y que habían participado en los acontecimientos en su momento— aceptaron de buen grado una versión de los hechos completamente falsa, lo que evidentemente viene a confirmar la posibilidad de alterar la memoria a través una técnica tan común hoy en día como el retoque gráfico. Inquietante, sin duda. {enlace a esta historia}