[Fri Jan 29 14:08:47 CST 2016]

¿A qué viene esta moda de elogiar y compartir afirmaciones que supuestamente sonrojan (o "sacan los colores", como a menudo se dice) a tal o cual personaje? Lo que más gusta, según parece, es que suceda en público. Que la víctima quede en ridículo. Lo usan unos y otros, izquierdas y derechas, seguidores de la "vieja política" y de la "nueva". Incluso ha surgido, parece, un nuevo término para referirse a este fenómeno: el "zasca". O, de manera más gráfica y quizá indicadora de la intención: un "zas en toda la boca". ¿Dónde queda el lenguaje como vehículo de comunicación y diálogo? Da la impresión de que preferimos el lenguaje como lanza. Peor aún, como afilado y traicionero puñal con el que herir y derramar sangre. No creo que vayamos muy bien por ese camino. El lenguaje belicoso y de combate suele conducir al enfrentamiento abierto. {enlace a esta entrada}

[Thu Jan 28 15:49:40 CST 2016]

Hace unos días un buen amigo compartió un enlace en una red social a un artículo titulado La mala educación andaluza, el ascensor averiado de Susana Díaz en el que se nos habla, una vez más, de los problemas que acucian al sistema educativo andaluz. Según se nos cuenta, Andalucía ocupa el primer lugar (dentro del país, se supone) en número de repetidores y es la que registra un mayor índice de abandono escolar temprano (en torno al 25% de los estudiantes de 18 a 24 años). Sin embargo, el mismo artículo clarifica que "de lo que no puede acusarse a la Junta de Andalucía es de ser de las administraciones que menos inviertan en educación en España", sino todo lo contrario. Eso sí, poco después se nos explica que la cosa cambia algo cuando se considera no el gasto bruto, sino el gasto medio por estudiante. De todos modos, también se nos explica que hay Francia y Alemania, con un gasto similar, obtiene mejores resultados. Y, por si esto fuera poco, también hay países como Polonia o la República Checa que, con menor gasto, obtienen mejores resultados que la comunidad autónoma andaluza.

Se mire como se mire, el resultado final es la preocupante exclusión social a la que se condena a un buen número de jóvenes andaluces (o, como afirma el autor del artículo, "el ascensor social no funciona en Andalucía)". Hasta ahí creo que podemos estar de acuerdo todos. El problema, por supuesto, está en identificar las raíces del problema. Y ahí, por desgracia, no entra el artículo. Si parece bien obvio que el gasto público en educación no es, como tanta gente piensa, el factor fundamental, entonces, ¿qué lo es? Y aquí es donde me temo que siempre pecamos de lo mismo. ¿Y se el problema no es tanto el Gobierno como nosotros mismos? ¿Y si en lugar de las políticas educativas lo que tenemos que cambiar es la mentalidad de las familias andaluzas? Se trata, sin duda, de algo mucho más difícil. Pero lo mismo resulta que ahí es donde está la clave. Si checos y polacos gastan menos que nosotros y (casi seguramente) tienen menos medios e infraestructura, a lo mejor lo que está fallando es la actitud. No afirmo, sino que pregunto. Simplemente me planteo el asunto. Pero claro, eso sería mucho más complicado de resolver. Por lo general, preferimos apuntar el dedo acusador a los de siempre, esto es, a los políticos. Eso siempre tiene mucho apoyo entre nosotros. {enlace a esta entrada}

[Wed Jan 27 14:54:34 CST 2016]

Sé perfectamente que muchos de mis amigos de izquierdas le desprecian por considerarle poco más que "la cara bonita de la derecha", pero me parece que, de entre los líderes de los cuatro principales partidos, Albert Rivera es, con diferencia, quien se está comportando de manera más responsable y constructiva tras las elecciones del 20-D. Ayer mismo, la prensa publicaba sus declaraciones, según las cuales "existe un espacio común entre PP y PSOE, [pero] hace falta voluntad". Es lo que piensa mucha gente, la verdad. El mismo Felipe González parece apostar por un Gobierno de coalición entre Ciudadanos y PP con la abstención del PSOE y, como era de esperar, le han caído chuzos de punta, a pesar de que se trata de la salida más creíble al impasse en que nos encontramos desde las elecciones. Porque, seamos honestos, el sueño de la coalición de izquierdas no es sino eso, mero sueño. Para empezar, el PP cuenta con mayoría absoluta en el Senado, algo en lo que much agente ni siquiera piensa. Cierto, los proyectos de ley regresan al Congreso después de pasar por la cámara alta, pero no cuesta mucho trabajo imaginar lo que ello supondría para la capacidad de un Gobierno de izquierdas de pasar medidas en el Parlamente. Y eso sin tener en cuenta que para conseguir la mayoría suficiente de votos en la investidura Pedro Sánchez tendría que contar con el apoyo o, cuando menos, la abstención de fuerzas políticas inequívocamente independentistas, como ERC. Seamos serios, por favor. La coalición de izquierdas no es posible con estos mimbres.

Así pues, ¿qué nos queda? Pues nos queda un PP que, se mire como se mire, ganó las elecciones y que, quizá, pueda gobernar en coalición con Ciudadanos. No creo realista pedir que el PSOE entre en un Gobierno de esa naturaleza, pero sí que me parece mucho más realista y hasta probable el siguiente escenario: Rajoy da un paso atrás (está demasiado tocado por los escándalos de corrupción, su falta de liderazgo y la pérdida de votos), Soraya Sáenz de Santamaría da un paso adelante, Ciudadanos llega a un acuerdo de gobierno con el PP a cambio de tomar serias medidas contra la corrupción y comprometerse a lanzar unas cuantas reformas en profundidad (incluyendo retoques a la Constitución), el PSOE se abstiene y, dentro de un par de años, se vuelven a convocar elecciones en unas circunstancias bien distintas. Tal y como está la cosa, creo que es la única salida responsable. O eso o se convocan elecciones anticipadas cuanto antes mejor. {enlace a esta entrada}

[Sun Jan 24 16:46:12 CST 2016]

Los problemas que los líderes políticos están viviendo en España para formar Gobierno no hacen sino subrayar, en mi opinión, la arrogancia e incoherencia con que los dos principales partidos han afrontado los resultados de las recientes elecciones generales. Esta semana Rajoy anunció que renunciaba a someterse a la investidura de forma "temporal", esto es, sin dar un paso atrás de manera clara. En otras palabras, que el líder del partido más votado y actual Presidente del Gobierno en funciones reconoce que no puede encontrar la mayoría suficiente para ser investido, pero ni siquiera se le ocurre actuar con algo de responsabilidad política, dar un paso atrás y permitir que algún otro dirigente de su partido pueda hacerlo, por poner un ejemplo. Y, por supuesto, tampoco reconoce públicamente el derecho de ningún otro líder de la oposición a intentar formar una mayoría alternativa a la de su partido. Pero es que, por el otro lado, Pedro Sánchez, el líder del PSOE, prefiere no lanzarse al ruedo hasta que Rajoy se someta a una votación de investidura y quede en ridículo. O sea, que Rajoy es incapaz de formar gobierno, pero no reconoce el derecho a nadie más siquiera a intentarlo (es decir, que prefiere darle un guantazo al PSOE antes que hacer su trabajo), en tanto que Sánchez pone su interés partidista en ver a Rajo haciendo el ridículo en el Congreso por delante de los intereses del país en su conjunto. Todo parece indicar que ni unos ni otros han logrado digerir los resultados electorales, que vienen a poner fin al bipartidismo imperfecto (o, en otras palabras, un turnismo similar al de la Restauración) y prefieren seguir con la misma historia, como si la única opción disponible para los ciudadanos sea el PP o el PSOE, el PSOE o el PP. Mientras tanto, me da la impresión de que tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias, cada uno por su lado y con sus obvias diferencias (diferencias, entre otras cosas, generadas por sus diferentes resultados y posicionamiento en el espectro político, como no podía ser de otra manera) se están comportando con mucha mayor responsabilidad. En fin, ya veremos por dónde sale esto. Pero no me sorprendería nada que, si se volvieran a convocar elecciones, el PSOE se hundiera y tanto Ciudadanos como Podemos subieran en votos. {enlace a esta entrada}

[Sun Jan 24 16:33:27 CST 2016]

Hace varios días, El País publicó un artículo de opinión titulado Una palabra elemental que no existe en español en el que se reflexionaba sobre las consecuencias que la falta del vocablo inglés compromise en la lengua española pudiera quizá tener en nuestra vida política. En principio, bien pudiera parecer razonable lo que el autor menciona. Desde luego, es cierto que no existe un equivalente del vocablo en español, al menos si queremos encontrar una sola palabra que venga a significar lo mismo, en lugar de usar una expresión como "llegar a acuerdos" o, sobre todo, tal vez, "dialogar', que suele interpretarse de manera similar en español. De todos modos, creo importante subrayar que, aunque el término exista en inglés, ello no quita para que la política estadounidense, por poner un ejemplo, esté cada vez más polarizada y cualquier arreglo, transigencia o acuerdo político (pues eso viene a significar el término compromise a fin de cuentas) se vea crecientemente como una traición a los principios. No hay más que observar la popularidad de Donald Trump entre los republicanos (o incluso la de Bernie Sanders entre los demócratas, aunque la verdad es que los republicanos llevan bastante más tiempo defendiendo la defensa a ultranza de sus principios ideológicos) para ver un claro ejemplo de lo que digo. {enlace a esta entrada}

[Sun Jan 3 19:20:34 CST 2016]

Parece que el año ha comenzado con mal pie en Oriente Medio. Ayer mismo, las autoridades saudíes anunciaron la ejecución del clérigo chií disidente Nimr Baqr al Nimr junto a otros 46 acusados de terrorismo aunque, en realidad, todo parece indicar que muchos de ellos (incluido el clérigo) no eran sino meros opositores al autoritario régimen saudí (aunque habría que ver también cómo se las gastaban los disidentes, que ésa es otra historia). El caso es que las ejecuciones han desatado la polémica en la región, donde se han producido numerosas protestas por parte de grupos chiíes aquí y allá que, al menos en el caso de Irán, han acabado con el lanzamiento de cócteles molotov contra la embajada saudí en Teherán y, en última instancia, la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán, al menos por el momento.

Pero saco el asunto éste a colación aquí porque, aprovechando la noticia, El País ha publicado otra noticia explicando las razones que separan a chiíes y suníes. Lo cierto es que, aunque haya razones teológicas e históricas que separan a ambas comunidades, al final todo viene a explicarse por razones de origen político:

La religión se ha convertido en una herramienta de movilización popular en una lucha que es sobre todo política. En una región donde las fronteras nacionales son resultado del juego de equilibrios entre las potencias coloniales, la adscripción religiosa es a menudo el elemento identitario más fuerte.

Detrás de algunos de los conflictos actuales se esconde la vieja rivalidad por la supremacía en la región del golfo Pérsico librada por Arabia Saudí e Irán. Esta dinámica es también evidente en Irak, de mayoría chií pero gobernado tradicionalmente por una élite suní, y que Irán pretende convertir en un satélite. El hecho de que el reino saudí sea la cuna de la intransigente escuela wahabí, que considera herejes a los chiíes, solo echa más leña al fuego. Como lo ha hecho la aparición en el tablero geopolítico del yihadismo suní, primero con Al Qaeda y ahora con el Estado Islámico, que se han ensañado con los chiíes, a sus ojos infieles a erradicar.

Nos encontramos, pues, con un par de elementos a considerar. Primero, la salvaje lucha del Estado Islámico no solo tiene como objetivo acabar con la influencia occidental, como pensaría uno si únicamente prestara atención al debate público en los EEUU y otros países de nuestro entorno, sino que la amplia mayoría de sus víctimas son, de hecho, otros musulmanes (en su mayoría chiíes) que ellos consideran herejes. Y, segundo, aunque la retórica tenga un contenido religioso, el trasfondo es ciertamente una cuestión de poder. En ese sentido, se diferencia bien poco del conflicto entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte. Como bien indica el periodista de El País, la religión es un arma poderosísima para movilizar a la población y, sobre todo, dotarla de una identidad colectiva. Cuando analicemos estos asuntos conviene tenerlo bien presente. El problema de fondo no es tanto la religión, sino cuestiones de poder expresadas (y encostradas) en una retórica que se dirige sobre todo al sentimiento de identidad colectiva. Las diferencias teológicas, en realidad, están en un segundo plano. {enlace a esta entrada}