[Mon Jan 30 15:59:31 CST 2006]

El País publica hoy una entrevista con Juan Echanove, quien acaba de estrenar Visitando al señor Green en el Teatro Bellas Artes de Madrid, donde el actor y director teatral, como suele ser el caso estos días, se queja de la crisis de la cultura:

— ...También le permitirá tener una idea global de cómo va la cultura.
— Pues va mal, porque no se promueve desde la escuela. Por ejemplo, ¿cómo es posible que en los colegios no se forme a los niños en las artes escénicas? El teatro nos da muchísimas ocasiones para vivir y sentirnos en otros, para analizar la sociedad desde el juego... Creo que el teatro daría más a la personalidad de los chicos que la educación física. Esta es una carencia cultural importante. Si no se elimina, no conseguiremos transmitir que la cultura más la calidad de vida es juego, no es esfuerzo, te hace cada día mejor, más completo. Todo eso requiere un compromiso institucional que va más allá de lo que digan los ministerios.
— Tendría que ser un compromiso del Gobierno.
— Del presidente del Gobierno, y no lo ha habido nunca. El día que veamos que el presidente del Gobierno es aficionado al teatro pensaré que nos ha tocado la lotería primitiva con bote, pero puedo asegurar que hasta ahora a ninguno de los que hemos tenido les gusta el teatro.

Por lo que recuerdo, ya mencioné en estas mismas páginas que no soy un gran aficionado al teatro, aunque la verdad es que tampoco me disgusta para nada. Sencillamente, y aquí es donde Echanove puede tener una buena parte de razón, jamás me eduqué en el hábito de atender representaciones teatrales, y como yo tantos otros españoles de mi generación. La escuela, como bien afirma, podría (de hecho, debería) desempeñar un papel importante en este sentido, y después de haber vivido durante poco más de una década acá en los EEUU no me cabe duda alguna de que por estos lares se promueve mucho más la afición al teatro en las escuelas. Casi no puede uno toparse con un centro de enseñanza primaria o secundaria donde cuenten con su pequeño grupo de teatro que representa al menos una o dos modestas (y no tan modestas, pues la puesta en escena de los clásicos es de lo más normal) obras al año, por no hablar de la gran cantidad de representaciones menores e informales que se hacen en clases y celebraciones varias. Así pues, es cierto que no estaría de más el fomentar el arte dramático en las escuelas españolas, aunque me parezca mucho más controvertida la afirmación de que pueda ser más importante incluso que la educación física. Imagino que Echanove no es precisamente de los tipos más atléticos que se pueda uno imaginar, pero ello no quita para que tuviera que reconocer también la importancia de una formación física integral en nuestros jóvenes, sobre todo en estos momentos en los que todos podemos observar un preocupante incremento de la obesidad entre un buen número de escolares. En todo caso, no me gusta nada el alarde de pesimismo que hace Echanove sobre el estado general de la cultura en nuestra sociedad. ¿Que las cosas podrían ir mejor? Pues sí, la verdad, pero ése siempre es el caso. Se mire como se mire, cuesta trabajo imaginarse una época en la que se vendieran tantos libros en nuestro país (no hablemos, por favor, del número de obras que se publican), tanta gente atendiera las exposiciones de arte, o se representaran tantas obras teatrales y conciertos públicos como hoy en día. ¿Que la calidad no es la misma, se me dice? Pues a lo mejor no lo es, pero a cambio no me cabe duda alguna de que hace unas cuantas décadas el acceso a todo esto estaba limitado a ciertas elites, mientras que hoy en día el acceso a la cultura (cultura, es cierto, de todos los tipos, tanto la llamada alta cultura como la cultura popular, llegando incluso hasta lo que no podemos denominar sino como puramente chabacano) es mucho más libre y fácil. En fin, que como de costumbre las cosas no son ni tan buenas ni tan malas, sino todo lo contrario, y no estaría de mal que Echanove y otros muchos lo reconocieran alguna vez, aunque sólo sea para cambiar la partitura, que voces críticas ya tenemos de sobra. {enlace a esta historia}

[Wed Jan 25 15:26:38 CST 2006]

Enmedio de tanto lunático es un gusto encontrarse de cuando en cuando con alguien que tenga sentido común y sea capaz de analizar las cosas con un poco de moderación. Hace un par de días leí un artículo de Miguel Herrero de Miñón sobre el artículo 8 de la Constitución publicado en El País que viene a clarificar ciertas cosas que se han dicho a raíz del caso Mena. Entre otras cosas, destacaría la siguiente reflexión:

Ahora bien, ¿qué significa soberanía, independencia, integridad y orden constitucional? Nada más y nada menos que lo que en cada momento definan, de acuerdo con la Constitución, los poderes legalmente constituidos. Cuando éstos transfieren a la Unión Europea, en virtud de los arts. 93 y 149,1,11ª, competencias como las monetarias, siempre consideradas como soberanas, nadie entendió y con razón, que se pusiese en tela de juicio la soberanía de España porque en uso de sus competencias las Cortes Generales y el Tribunal Constitucional entendieron que así era. La propia Constitución que consagra la "integridad territorial" se guarda muy bien de definir el espacio que la integra e incluso prevé su alteración por vía de tratado previa autorización de las Cortes (art. 94,1,c). Y el orden constitucional es el que establece la Constitución en cada momento, incluidas las modificaciones que en ella pudieran introducirse en aplicación de su título X y el bloque de constitucionalidad en su conjunto. Nuestra democracia no es una democracia gobernada ni, menos aún, vigilada, es una democracia gobernante y abierta.

Interesante apreciación de quien, a fin de cuentas, es uno de los padres de nuestra Constitución, por lo que recuerdo. Es una pena que muchos políticos no se apliquen el cuento. Ahí va otro ejemplo:

Rinde muy mal servicio a la Constitución quien interpretándola inexcusablemente mal, induce a la confusión cuando no a una utilización fraudulenta de sus instituciones. Lo hace aún peor quien considera oportuna la circunstancia para descalificar el proceso político en curso, porque los votos no le son propicios. Pero no es menos reprobable la actitud de quienes han aprovechado la ocasión para descalificar una institución del Estado de máxima importancia, expresamente consagrada en la Constitución y cuya ejemplar contribución a la transición, a la estabilidad política de nuestro país y al prestigio de España nunca será suficientemente ponderada. No cabe una fidelidad selectiva a la Constitución.

Y no olvidemos tampoco que Herrero de Miñón es precisamente uno de los elementos de la vieja guardia del PP, es decir, de quienes dirigían la antigua Alianza Popular de Manuel Fraga en los ochenta. Vamos, que tampoco estamos hablando aquí de un socialista de corte radical ni mucho menos, aunque los señores del PP estén despotricando con tanta fuerza estos días que hasta el suelo acaba temblando bajo nuestros pies. Véase, si no, el numerito que se está montando el PP recientemente con esto de la recogida de firmas para un referéndum inconstitucional apenas un mes después de haber montado a bombo y platillo una manifestación en defensa de la Constitución en Madrid. Para colmo de males, ayer mismo se hicieron declaraciones para aclarar que no se trataba de pedir una consulta popular sobre una ley orgánica, que es en efecto inconstitucional, sino más bien de recoger firmas en favor de una proposición no de ley instando al Gobierno a que plantee una proposición de ley para convocar un referéndum sobre el tema. Si alguien entiende el galimatías, por favor que venga y me lo explique. En fin, en ésas estamos. {enlace a esta historia}

[Tue Jan 24 08:00:15 CST 2006]

Continúa la fiesta de despropósitos del PP. Mariano Rajoy anunció hoy mismo que su partido va a iniciar una campaña de recogida de firmas para impulsar un referéndum sobre el nuevo Estatuto catalán, basándose en la premisa de que el asunto afecta "al conjunto de los españoles". Cabría preguntarse, por supuesto, qué legislación emanada de los poderes centrales no afecta "al conjunto de los españoles" y por qué no es necesaria una consulta popular en todos esos casos. No obstante, lo que me parece aún más interesante es observar cómo el mismo partido que hace tan sólo unos meses organizó una manifestación "en defensa de la Constitución" se descuelga ahora con una iniciativa que es inconstitucional, pues nuestra Carta Magna establece claramente que la iniciativa legislativa popular "no procederá en materias propias de ley orgánica". Claro que tampoco eso parece preocupar en demasía a los dirigentes del PP, tan ensimismados como están en su campaña de acoso y derribo del Gobierno Zapatero. Y es que, en definitiva, la raíz del problema no está sino en lo que el diario estadounidense The New York Times menciona en su editorial de hoy con respecto al escándalo Mena:

Spanish society, Spanish politicians and, for the most part, Spanish military officers have come a long way from that era [Franco's regime], moderating their views and deepening their commitment to democratic give-and-take. But the Popular Party has had a hard time getting over its electoral defeat nearly two years ago, days after the terrorist bombings of commuter trains in Madrid. It has never really accepted the democratic legitimacy of that vote. It is time for the Popular Party to move ahead. Spanish democracy needs and deserves vigorous bipartisan support.

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[Fri Jan 20 19:48:25 CST 2006]

Mientras leía el número de esta semana de El Cultural, me encontré con un par de reseñas que me llamaron la atención. Carmen Sánchez ha publicado Arte y erotismo en el mundo clásico, donde la profesora de Arte Antiguo de la Universidad Autónoma de Madrid estudia la cultura visual y el erotismo de la época usando terracotas, bajorrelieves, esculturas, vasos y otros restos arqueológicos griegos y romanos. A decir verdad, cuando se trata de erotismo y sensualidad nuestra época tampoco se queda muy atrás (sí, entiendo que habrá quien critique el exceso de chabacanería del que a menudo se hace gala hoy en día, pero sólo alguien que ignore por completo la existencia de similares pruebas de falta de gusto en la Grecia o Roma clásicas puede suponer que tenemos el monopolio en este campo), pero nunca está de más promover la tolerancia y la sofisticación en estos tiempos que corren, en los que de cuando en cuando todavía asoma su cabeza el más acartonado y trasnochado dogmatismo religioso incluso en Occidente.

Por otro lado, Acantilado acaba de publicar Conversaciones con Goethe: En los últimos años de su vida, de J. P. Eckermann, en el que el autor recorre un siglo entero del que Goethe fuera testigo privilegiado mediante conversaciones con el escritor por las que aparecen personajes de todos los ámbitos, como Kant, Schiller, Napoleón o Lord Byron, y donde queda bien clara la grandeza de Goethe con su cultura enciclopédica y su amor tanto por el universalismo como las tradiciones locales. Por cierto, que el artículo incluye una frase de Luis Cernuda sobre la actitud enormemente crítica que T. S. Eliot y Paul Claudel mantuvieron respecto a Goethe (éste llegó a llamarle "asno solemne") que me parece enormemente acertada:

El cristianismo lucha mejor contra la impiedad que contra una piedad diferente.

No hay más que recordar las quemas de herejes en la Europa de la Reforma, por no hablar del odio fundamentalista hacia los judíos. Las religiones, casi siempre, no se sienten tan amenazadas por el ateísmo o el agnosticismo como por otras religiones que puedan representar una alternativa teológica, otra visión de Dios y el mundo. Por cierto, que lo mismo puede aplicarse a las filosofías totalizantes. Claman una y otra vez contra el nihilismo, pero lo que de verdad temen es otro credo de la misma naturaleza que pueda ofrecer una visión alternativa, una duda, el escepticismo a fin de cuentas. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 20 14:24:04 CST 2006]

Leo en El País que el filósofo italiano Gianni Vattimo va a ser investido doctor honoris causa por la UNED hoy mismo, y la noticia incluye una corta entrevista con él en la que reflexiona sobre el llamado pensamiento débil y las estrategias de poder. Puesto que se trata de un tema que he sacado a colación en estas mismas páginas durante las últimas dos semanas, merece la pena transcribir aquí algunos de sus comentarios:

Con la guerra de Irak, las posturas se radicalizan cada vez más y urge una postura firme y decidida contra la violencia que ejerce el poder. En nombre de la disciplina de la seguridad, en Estados Unidos se ha neutralizado la política.

La emancipación en la sociedad actual pasa necesariamente por el nihilismo, y sólo desde el nihilismo se entiende la democracia. Pero hace falta ahora que ese nihilismo no se conforme con lo que ocurre, sino que sea activo, que desarrolle formas de resistencia antiimperialista. Conviene reducir las estructuras fuertes de poder y conseguir que éste sea social y democrático. Recuperar la voz de los ciudadanos.

(...)

La idea que surge de la filosofía heideggeriana es que no hay grandes principios abstractos que gobiernen las cosas, sino que lo que hay es lo que está pasando. La fuerza de una política débil debería surgir de aceptar su marginalidad y de descubrir que es esa marginalidad la que puede dar sentido a su lucha. El problema de la izquierda ialiana es que concibe su política con la idea de que va a ocupar el poder, se imagina ejerciendo el poder, y cuanto propone no se diferencia mucho de lo que ya hace Berlusconi.

(...)

Cuando la izquierda llega al Gobierno olvida cualquier tipo de movilización. Por eso hace falta seguir movilizándose para dar señales de vida. La subversión en democracia pasa por hacer la revolución sin tomar el palacio de Invierno. Muchas de las iniciativas de Zapatero tienen fuerza porque tiene al mundo latinoamericano detrás. Por eso, las acciones críticas tienen sentido: revelan que no se pueden tomar decisiones sin contar con la gente. La izquierda pierde el alma cuando gobierna. Hacen falta iniciativas que le recuerden que hace falta luchar por una igualdad social efectiva.

Aparte del hecho de que es siempre más fácil predicar que repartir, me parece que se equivoca Vattimo cuando afirma que la democracia hunde sus raíces en el nihilismo. No podemos entender la democracia sin escepticismo, desde luego, y la actitud tolerante y liberal que siempre ha caracterizado al régimen democrático está a años luz del dogmatismo con moralina de los ultraconservadores norteamericanos, pero ello no quiere decir, ni muchísimo menos, que sea nihilista. Sencillamente, no hay democracia sin respeto por los derechos humanos, ni tampoco sin conciencia cívica. Sin éstos, podremos tener elecciones de cuando en cuando, e incluso pluralidad de opiniones y movimientos, pero no democracia. Después de todo, si el nihilismo reinara, ¿qué sería exactamente lo que impediría la imposición de la tiranía de unos pocos sobre la amplia mayoría? ¿Dónde, exactamente, podemos situar los límites del poder? ¿Qué argumento tendríamos contra la tiranía, el terrorismo o, puestos a desvariar, incluso la expotación, el racismo o el genocidio? Como decía, me parece que Vattimo debería hablar de escepticismo más que de nihilismo. Claro que, para los partidarios de una moral fuerte, las diferencias entre escepticismo y nihilismo son más bien nulas, pero eso ya nos los esperábamos. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 20 10:47:42 CST 2006]

Alejandro Gándara escribe hoy en su blog acerca de Sobre la fotografía, de Susan Sontag, uno de esos libros que hace tiempo que puse en mi lista de obras que tendré que leer algún día. Entre otras reflexiones de Sontag, Gándara incluye la siguiente:

El acto fotográgico, un modo de certificar la experiencia, es también un modo de rechazarla: cuando se confina a la búsqueda de lo fotogénico, cuando se convierte la experiencia en una imagen, un recuerdo. El viaje se transforma en una estrategia para acumular fotos. La propia actividad fotográfica es tranquilizadora, y mitiga esa desorientación general que se suele agudizar con los viajes. La gente despojada de su pasado parece la más ferviente entusiasta de las fotografías.

La verdad, no sé qué querrá decir Sontag con eso de que "la gente despojada de su pasado parece la más ferviente entusiasta de las fotografías". A mí me suena más bien a frase hueca, en el sentido de que significa mucho y nada al mismo tiempo. Más aún, si nos paramos a pensar, es que ni siquiera hay manera de probarla, lo que automáticamente la convierte en una afirmación meramente gratuita. En todo caso, es cierto que hoy en día a menudo el viaje se ha transformado en pura excusa para obtener fotos que después pueden ser mostradas a amigos y familiares, o al menos eso parece a juzgar por la enorme cantidad de turistas que marchan de un lado para otro con la dichosa cámara cargada a cuestas y que casi ni se paran a observar siquiera un instante los monumentos y paisajes que con tanto empeño inmortalizan para sus colecciones. La cultura contemporánea vive, sin lugar a dudas, un curioso affaire con la fotografía, la imagen en general, que seguramente debe guardar alguna clave para acercarse al conocimiento último de nuestras sociedades avanzadas. Como decía, imagino que algún día leeré el libro de la Sontag. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 13 09:49:46 CST 2006]

Cuenta hoy Alejandro Gándara en su bitácora una maravillosa conversación que oyó entre un compañero de trabajo y un castañero en la calle de la Sal, en Madrid, hace un tiempo, y que viene a reflejar a la perfección las peculiaridades del espíritu carpetovetónico:

Cliente: Estas castañas no tienen raja.
Castañero: No, señor.
Cliente: ¿Y por qué?
Castañero: Pues porque ya no las rajo.
Cliente: Las castañas siempre se han rajado.
Castañero: ¡A mí me lo va a contar! ¡Las he rajado toda mi vida!
Cliente: ¿Y, de repente, ha dejado de hacerlo?
Castañero: Sí, señor. Ya no es rentable.
Cliente: ¿Y por qué no es rentable?
Castañero: Por el tiempo que se pierde.
Cliente: ¿Pero qué otras cosas tiene que hacer un castañl;ero? Además, ¿no se da cuenta de que así se quedan duras?
Castañero: ¡Claro que me doy cuenta!
Cliente: Pues acabará perdiendo a los clientes, y eso tampoco será rentable.
Castañero: No crea que no lo he pensado...
Cliente: ¿Y entonces qué va a hacer?
Castañero: No perder el tiempo con lo que no tiene arreglo.

¡Ahí es nada! {enlace a esta historia}

[Thu Jan 12 19:22:53 CST 2006]

La viñeta de Máximo viene a ilustrar perfectamente el galimatías hispano:

{enlace a esta historia}

[Thu Jan 12 19:00:22 CST 2006]

Y continuamos con las historias para no dormir de nuestro pensamiento débil. Hace un par de días, el catedrático Víctor Gómez Pin publicó un artículo titulado Ecologismo radical y antihumanismo en el diario El País, a raíz de una imagen de Brigitte Bardot frente a las puertas del Tribunal Internacional de Justicia de Derechos Animales (la verdad es que ni siquiera me constaba que existiera tal tribunal, pero vaya usted a saber si hasta existe como organismo oficial de la ONU o algo por el estilo) en las que la otrora sex-symbol francesa posaba junto a una enorme foto de una foca con un palo en la boca frente a un bebé humano mortalmente herido, se supone que por el animal. Como cualquiera puede imaginar, el mensaje implícito es que aniquilar a un bebé foca es moralmente equiparable a asesinar a un bebé humano. Pero, como apunta Gómez Pin:

El auténtico escándalo reside en que tal actitud encuentra complicidad intelectual en muy honorables representantes del mundo intelectual, defensores a ultranza de la equiparación entre hombres y animales, que instrumentalizan hechos científicos indiscutibles al servicio de una hermenéutica cargada de algo más que de convicciones científicas. Así, se enfatiza el grado de coincidencia genética haciendo abstracción del peso de las secuencias reguladores que no codifican proteínas, o de "pequeñas" diferencias tan trascendentes como la mutación en el gen FOXP2, al parecer determinante en la aparición del lenguaje. Hay múltiples síntomas de que un presupuesto meramente ideológico subyace tras la tesis de que nuestra condición se diluye en el seno de la condición propia de los animales y tal prejuicio determina los rasgos que ciertos intérpretes están dispuestos a enfatizar a partir de sus constataciones. Se extraen así corolarios en el plano jurídico y se formulan máximas de acción edificantes, como la implícita en la imagen brutal de la foca y el bebé. (...) El camino está así abierto a una inversión de jerarquía por la cual no se valoraría a la naturaleza (reino animal incluido) en razón de que sirve al hombre, sino que más bien se valoraría al hombre en razón de que sirbe a la naturaleza. Un salto más y podría postularse que incluso la lucha por la persistencia de la naturaleza, aun en la hipótesis de la desaparición de todo testigo de su presencia, una naturaleza sin la humanidad, forma parte del acervo de la ética. Estas máximas de acción que tienen a la naturaleza como referente último responden ciertamente a algo bien humano, a saber, a una oscura y profunda pulsión de fusionarse con lo que trasciende nuestra realidad; pulsión que obviamente no se da en los animales y que constituye incluso expresión de la singularidad de nuestra especie.

Así pues, Gómez Pin hace un claro llamamiento en favor de un nuevo humanismo ilustrado, lo cual conecta perfectamente con las posiciones de Finkielkraut sobre el asunto. En definitiva, que volvemos a darle vueltas a la misma tortilla: ¿qué podemos tomar como base fundamental para hacer juicios de valor objetivos en este mundo nuestro donde los grandes valores, los metarrelatos de los que habla Vattimo, han sido tirados por la borda? Es, sin lugar a dudas, la pregunta de nuestro tiempo. Y aún estamos aguardando la respuesta, o al menos una respuesta que funcione más o menos bien, una respuesta que nos permita ponernos una vez más manos a la masa construyendo un futuro común sin por ello tener que imponer dogmas a los heterodoxos, una respuesta que deje espacio suficiente a la libertad y creatividad individuales al tiempo que provea la cohesión necesaria para que nuestras sociedades no naufraguen estrepitosamente en un mar de nihilismos. En fin, que todo esto que tanto me ha estado preocupando estos días está claramente interrelacionado. {enlace a esta historia}

[Thu Jan 12 17:53:07 CST 2006]

Si hace unos días escribía acerca de Alain Finkielkraut a raíz de unos párrafos que leí en la bitácora de Félix de Azúa, hoy me encuentro con una breve reseña de La derrota del pensamiento escrita por Denis Dutton allá por el año 1995 que viene a resumir bastante bien el argumento principal del libro:

The idea of Volksgeist caught on, encouraged by many of the strands of German romanticism. Even prejudice and ignorance were deemed tolerable, if they were expressions of the Volksgeist. While Kant had denounced prejudice and called for broad-mindedness in What is Enlightenment?, Herder wrote, "Prejudice is good in its time and place, because it makes people happy. It takes them back to their center, attaches them firmly to their roots, lets them flourish in their own way, makes them more impassioned, and, as a result, happier in their inclinations and purposes. The most ignorant nation, the one with the most prejudices, is often superior in this respect".

(...)

Where Herder spoke for his German culture, the antihumanist multiculturalists spoke on behalf of the colonized Other. From the European side, this use of the Volksgeist came from a desire to atone for past sins by knocking European values off their self-erected pedestal. From the side of the colonized, it was an expression of cultural pride. So we arrive at the ironies so bedevil the lives of the decolonized in the current epoch. Quoting Hélé Béji, Finkielkraut points out that the very idea of cultural identity which was used as "a means of resistance under colonial rule... became an instrument of reppression after the Europeans left". Just as the values that constituted indigenous cultural identity were not to be questioned by the individualistic universalism of Europe, once Europeans were gone they were not to be challenged by anyone. In many cases, "the formerly colonized became their own captives, stuck in a collective identity that had freed them from European values... there was no place for the individual in the logic of identity politics". Hence, the frequency of one-party rule in former colonies: the Volksgeist triumphant.

Y en ésas estamos todavía. Desde que Finkielkraut escribiera aquel libro allá por el año 1986 ó 1987 (por lo que veo, no fue traducido y editado en los EEUU hasta mediada la década de los noventa), las cosas no han hecho sino empeorar. La Ilustración ha continuado su despavorida huída del mundo público en tanto que los diferentes movimientos identitarios se han adueñado del escenario y han acabado por imponer su lógica de la sangre. Hasta tal punto hemos llegado, que hoy casi todo el mundo asume que hay una identidad colectiva que nos precede como individuos y de la cual no nos podemos desquitar por más que lo intentemos. La esfera de las libertades individuales, de este modo, no tienen más remedio que acabar por desaparecer, pues ni siquiera concebimos el derecho de los individuos a llevar la contraria, a fabricarse su propia identidad, a salirse de los caminos trillados, a convertirse en la oveja negra de la comunidadi. Ahora sí que, efectivamente, como dijera Sartre, "el infierno son los otros". {enlace a esta historia}

[Wed Jan 11 13:16:05 CST 2006]

Escribía ayer acerca de la bitácora del escritor Félix de Azúa, y hoy me encuentro con unas reflexiones sobre el aniversario del nacimiento de Mozart que me parecen interesantes:

Según creen los jefes de marketing, Bach es demasiado cristiano para unos ciudadanos francamente incrédulos. Vivaldi se repite tanto que al tercer concierto ya estás empalagado. Beethoven es para intelectuales y, además, el estruendo germano fatiga y deprime. Tchaikovsky es un exagerado, un bocazas, una especie de tonadillera ensordecedora. Realmente, Mozart es un regalo para la publicidad: es variado sin marear al oyente, es fácil y sin embargo sutil, es ingenioso pero nunca grosero... ¡Y eternamente joven! Bien es verdad que un hombre de treinta años de su tiempo equivale a uno de cincuenta de ahora, pero eso carece de importancia para los mercaderes. Mozart siempre será un niño. ¡Un niño con capacidad para graduarse de masón! ¡Un tipo muy superior a Harry Potter!

{enlace a esta historia}

[Tue Jan 10 17:38:50 CST 2006]

Mientras echaba un vistazo a las páginas culturales de El País Digital esta tarde me topé con el blog literario de Félix de Azúa en El Boomerang y una mención a la supuesta "persecución" que se ha desatado en Francia contra Alain Finkielkraut. La verdad, no estoy seguro de a qué "persecución" pueda referirse de Azúa, y me parece que lo más probable es que se trate de algún tipo de desacuerdo generalizado con cualquier artículo o libro que haya podido publicar el ensayista francés. En todo caso, no es menos cierto que Finkielkraut siempre se ha caracterizado por decir verdades como puños, pero verdades de las que nadie quiere oír, así que no me sorprende nada que se haya vuelto a granjear la enemistad de sus conciudadanos franceses (y es que parece que Finkielkraut disfruta sacando al establishment francés de sus casillas, y casi ha convertido esto en una tradición suya muy personal). Creo recordar que se hizo famoso en los círculos intelectuales europeos allá por el año 1986 ó 1987 cuando publicó La derrota del pensamiento, su particular andanada contra el postmodernismo, la última moda intelectual parisina, y ya se sabe que los franceses no suelen perdonar a quienes ponen en duda la relevancia de sus últimas modas y tendencias, por más etéreas y superficiales que éstas sean. Así pues, La derrota del pensamiento fue el intento de Finkielkraut por construir un sólido dique contra el todo vale, la lógica de la identidad y el localismo ombliguista, todo ello antes incluso de que estallara el conflicto de los Balcanes. Frente al pensamiento débil, proponía el retorno a un universalismo tolerante y consciente de sus propias limitaciones. En otras palabras, que si no fuera porque Finkielkraut estaba echando por tierra todas las vacas sagradas de los intelectuales engagés de la izquierda divina de siempre, lo mismo hasta se le hubiera considerado un excelente pronosticador de los horrendos crímenes después se cometerían en nombre de la identidad nacional y el anti-occidentalismo ciego. Pero, claro, las cosas no son tan simples, y siempre hay intereses en juego.

No pasaron muchos años después de leer La derrota del pensamiento para que me diera cuenta de que el postmodernismo tampoco era tan ramplón como lo representaba Finkielkraut, y que a los defensores del pensamiento débil tampoco les faltaba la razón al proponer una cierta transvalorización de los valores al estilo nietzscheano y el abandono de las ideas fuertes que hasta entonces habían caracterizado a buena parte de las sociedades occidentales. Sencillamente, en un mundo complejo, dinámico y globalizado, en un mundo donde los avances en la comunicación y la tecnología fomentan la fragmentación social y los mercados internacionales, cuesta trabajo crear que podamos fundamentar nuestras instituciones sociales y políticas (y, por consiguiente, también nuestras instituciones educativas, nuestra cultura y hasta nuestra moral) en los valores cerrados e intolerantes de antaño, que presumen una sociedad homogénea inexistente hoy en día. A Finkielkraut podía no gustarle, pero él, con su empeño en forzar hacia atrás las manecillas del reloj, tampoco ofrecía solución alguna. Aprendí entonces que los pensadores postmodernos no estaban tanto fomentando un modo de vida ecléctico como meramente levantando acta de su existencia, haciéndonos ver que la realidad era ésa, nos gustara o no. Y ello no quita para que uno deje de reconocer la necesidad de contrapesar esta tendencia con la solidez del pensamiento fuerte, o al menos con el intento de alcanzar cierta objetividad y universalidad en nuestras palabras y acciones. De lo contrario, lo único que queda esperar es la disolución completa de las formas sociales. Sin reglas del juego, no hay juego que valga. Pueden ser todo lo relativa que queramos. Podemos ponernos de acuerdo en cambiarlas de cuando en cuando, por consenso, y siempre y cuando realmente haya una necesidad de hacerlo así. Pero lo que no podemos hacer es aceptar el todo vale.

Por cierto, que mientras escribía estas líneas hice una búsqueda en la Internet y creo haber encontrado la evidencia del último escándalo Finkielkraut. Se trata de una entrevista que concediera al diario israelí Haaretz en noviembre del 2005 en la que se manifiesta sin pelos en la lengua contra lo que considera la alabanza desmesurada de los jóvenes inmigrantes que llevaron a cabo los saqueos en París y otras ciudades francesas, y critica sin pudor alguno la mentalidad anti-occidental que se ha ido extendiendo lentamente por nuestras sociedades.

We need to be clear on this. This is a very difficult question and we must strive to maintain the language of truth. We tend to fear the language of truth, for noble reasons. We prefer to say the youths instead of blacks or Arabs. But the truth cannot be sacrificed, no matter how noble the reasons. And, of course, we also must avoid generalizations: This isn't about blacks and Arabs as a whole, but about some blacks and Arabs. And, of course, religion —not as religion, but as an anchor of identity, if you will— plays a part. Religion as it appears on the Internet, on the Arab television stations, serves as an anchor of identity for some of these youths.

Unlike others, I have not spoken about an intifada of the suburbs, and I don't think this lexicon ought to be used. But I have found that they are also sending the youngest people to the front lines of the struggle. You've seen this in Israel —they send the youngest ones to the front because it's impossible to put them in jail when they're arrested. But still, here there are no bombings and we're in a different stage: I think it's the stage of the anti-republican pogrom. There are people in France who hate France as a republic.

(...)

Why have parts of the Muslim-Arab world declared war on the West? The republic is the French version of Europe. They, and those who justify them, say that it derives from the colonial breakdown. Okay, but one mustn't forget that the integration of the Arab workers in France during the time of colonial rule was much easier. In other words, this is belated hatred. Retrospective hatred.

We are witness to an Islamic radicalization that must be explained in its entirety before we get to the French case, to a culture that, instead of dealing with its problems, searches for an external guilty party. It's easier to find an external guilty party. It's tempting to tell yourself that in France you're neglected, and to say, "Gimme, gimme". It hasn't worked like that for anyone. It can't work.

(...)

But in France, instead of fighting this kind of talk, they're actually doing what he asks: changing the teaching of colonial history and the history of slavery in the schools. Now they teach colonial history as an exclusively negative history. We don't teach anymore that the colonial project also sought to educate, to bring civilization to the savages. They only talk about it as an attempt at exploitation, domination and plunder.

But what do [they] want? [They] want a Holocaust for Arabs and blacks, too. But if you want to put the Holocaust and slavery on the same plane, then you have to lie. Because slavery wasn't a Holocaust. And the Holocaust wasn't "a crime against humanity", because it wasn't just a crime. It was something ambivalent. The same is true of slavery. It began long before the West. In fact, what sets the West apart when it comes to slavery is that it was the one to eliminate it. The elimination of slavery is a European and American thing. But this truth about slavery cannot be taught in our schools.

That's why these events sadden me so greatly; not so much because they happened. After all, you'd have to be deaf and blind not to see that they would hapen. But because of the interpretations that have accompanied them. These dealt a decisive blow to the France I loved. And I've always said that life will become impossible for Jews in France when Francophobia triumphs. And that's what will happen. The Jews understand what I've said just now. Suddenly, they look around, and they see all the bobo [French slang for bourgeois-bohemians] singing songs of praise to the new "wretched of the earth" and asking themselves: What is this country? What's happened to it? (...) These people are treated like rebels, like revolutionaries. This is the worst thing that could happen to my country. And I'm miserable because of it. Why? Because the only way to overcome it is to make them feel ashamed. Shame is the starting point of ethics. But instead of making them feel ashamed, we gave them legitimacy. They're "interesting". They're "the wretched of the earth".

(...)

Imagine for a moment that they were whites, like in Rostock in Germany. Right away, everyone would have said: "Fascism won't be tolerated". When an Arab torches a school, it's rebellion. When a white guy does it, it's fascism. I'm color blind. Evil is evil, no matter what color it is. And this evil, for the Jew that I am, is completely intolerable.

Moreover, there's a contradiction here. Because if these suburbs were truly in a state of total neglect, there wouldn't be any gymnasiums to torch, there wouldn't be schools and buses. If there are gymnasiums and schools and buses, it's because someone made an effort. Maybe not enough of one, but an effort.

(...)

When parents send you to school, is it in order for you to find a job? I was sent to school in order to learn. Culture and education have a justification per se. You go to school to learn. That is the purpose of school. And these people who are destroying schools —what are they really saying? Their message is not a cry for help or a demand for more schools or better schools. It's a desire to eliminate the intermediaries that stand between them and their objects of desire. And what are their objects of desire? Simple: money, designer labels, sometimes girls. And this is something for which our society surely bears responsibility. Because they want everything immediately, and what they want is only the consumer-society ideal. It's what they see on television.

(...)

Of course discrimination exists. And certainly there are French racists. French people who don't like Arabs and blacks. And they'll like them even less now, when they know how much they're hated by them. So this discrimination will only increase, in terms of housing and work, too.

But imagine that you're running a restaurant, and you're anti-racist, and you think that all people are equal, and you're also Jewish. In other words, talking about inequality between the races is a problem for you. And let's say that a young man from the suburbs comes in who wants to be a waiter. He talks the takl of the suburbs. You won't hire him for the job. It's very simple. You won't hire him because it's impossible. He has to represent you and that requires discipline and manners, and a certain way of speaking. And I can tell you that French whites who are imitating the code of behavior of the suburbs —and there is such a thing— will run into the same exact problem. The only way to fight discrimination is to restore the requirements, the educational seriousness. This is the only way. But you;re not allowed to say that, either. I can't. It's common sense, but they prefer to propound the myth of French racism. It's not right.

Ciertamente, no es difícil percibir en muchas de estas palabras las resonancias de algunas de las posiciones conservadoras en los EEUU. Y, sin embargo, no por ello hay que dejar de reconocer que Finkielkraut apunta a un problema serio. Nada logramos con lanzar vituperios contra el mensajero, sobre todo si está usando razones de tanto peso. Claro que la realidad siempre es bien otra, y las etiquetas no tardan en volar de un lado para otro. Mucho me temo que a Finkielkraut "fascista" es lo menos que le han llamado en los últimos meses, aunque no por ello se haya avanzado una sola pulgada en la resolución de los problemas que plantea, que siguen ahí, bien presentes. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 9 14:38:01 CST 2006]

El Cultural publica una reseña sobre El camino a la democracia en España (1931-1978), de Manuel Álvarez Tardío, en la que se destaca el análisis imparcial que el autor, actualmente doctor en Ciencias Políticas y profesor de Historia Política en la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Rey Juan Carlos, hace mientras compara el período constituyente de la Segunda República y la transición democrática. Se trata, me parece, de algo eminentemente necesario, sobre todo en estos tiempos de tensión política donde son tantos los que echan mano del pasado para remover rescoldos y azuzar el fuego nuevamente. Y es que la interpretación de Álvarez Tardío, tal y como se explica en el artículo, me parece impecable:

La segunda República española, que fue presentada durante mucho tiempo como un paradigma de régimen democrático, está necesitada desde hace años de una visión más ajustada en la que, junto a la generosa intención de algunos de sus proyectos reformistas, se pongan también de manifiesto aquellos aspectos más sombríos en los que se difumina el elemento liberal del régimen. De entrada, el carácter escasamente conciliador del texto constitucional de 1931, enel que no se sintió representada una buena parte de la sociedad española, y el radicalismo que presidió la discusión constituyente, con un Gobierno que trataba de dominar a duras penas las presiones de un Parlamento que, como dijo Ortega, parecía el escenario preferido de tenores, payasos y jabalíes. También estaría necesitada la imagen de la República de que se reconociera de forma clara las dificultades que encontraron las libertades individuales que son, en última instancia, un elemento indispensable para la configuración de un régimen democrático de ascendencia liberal. La ley de Defensa de la República, de octubre de 1931, contenía elementos gravemente atentatorios contra la libertad de expresión y permitió que las garantías constitucionales estuvieran suspendidas durante largos periodos.

O, como afirma el propio Álvarez Tardío en una corta entrevista publicada también en El Cultural:

El régimen político fundado en 1978 fue una democracia liberal y no fue concebida como una venganza. Partió de tres supuestos fundamentales: todos debían participar en la fundación de la democracia; el principio democrático no impedía que existiera un sistema de contrapesos que evitara la concentración del poder; y el objetivo prioritario debía ser un marco de competencia política que permitiera la alternancia pacífica en el gobierno. El sistema político fundado en 1931 no siguió ese mismo camino. Su fracaso está directamente relacionado con la decisión de sus fundadores de construir una democracia enfrentada al liberalismo y de hacer de las reglas del juego un instrumento de partido. La Constitución republicana no fue pensada para reunir en torno a ella al mayor número posible de españoles. Ni los que las diseñaron ni los que más tarde se rebelaron contra ellas creían firmemente en una democracia con límites y contrapesos al poder en la que fuera posible la alternancia de programas políticos dentro de un mismo marco constitucional.

Que conste que yo siempre me he sentido heredero directo de aquella república de los intelectuales que la llamaran algunos. No obstante, ello no quita para que deje de reconocer lo acertado del análisis de Álvarez Tardío. La mitificación de las revoluciones y los regímenes son igual de peligrosas que la mitificación de los pueblos y las naciones, y en este sentido no estaría de más que la izquierda española afrontara de una vez por todas con espíritu abierto sus propias responsabilidades durante el período de la Segunda República. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 9 13:09:16 CST 2006]

Ayer escribía acerca de un artículo de Gregorio Peces-Barba publicado por El País y, de pasada, hablaba del caso del oficial José Mena y de cómo el PP había sido el último en manifestarse al respecto. Pues bien, hoy Mariano Rajoy se ha destapado afirmando que afirmaciones como las del teniente general "no pasan porque sí". En otras palabras, que Rajoy no ha hecho sino acrecentar el sentimiento que ya tenía uno de que los populares han criticado las afirmaciones de Mena más que nada porque no tenían otra opción. Si bien es cierto que afirmaciones como éstas "no pasan porque sí", lo mismo puede decirse de cualquier otro fenómeno social o político, como el terrorismo etarra o las propuestas de reforma del Estatuto. Ninguna de esos hechos se "porque sí", y sin embargo ello no es óbice para que el señor Rajoy exprese sus argumentos al respecto. En fin que, como ya nos tiene acostumbrado, el PP también está aprovechando esto para lanzar unos cuantos improperios y plantar dudas acerca del futuro del país. Supongo que al menos no tendrán la desfachatez de considerar esto "leal oposición". {enlace a esta historia}

[Mon Jan 9 11:18:22 CST 2006]

Me acabo de encontrar con el artículo que Wikipedia dedica a Alexis de Tocqueville, y que incluye unas cuantas citas que merece la pena destacar aquí. Estoy de acuerdo con algunas, y no tan de acuerdo con otras, pero hay que reconocer que todas ellas son inteligentes y dan que pensar.

Democracy and socialism have nothing in common but one word, equality. But notice the difference: while democracy seeks equality in liberty, socialism seeks equality in restraint and servitude.

The American Republic will endure,until politicians realize they can bribe the people with their own money.

The French constitute the most brilliant and the most dangerous nation in Europe and the best qualified in turn to become an object of admiration, hatred, pity or terror but never indifference.

A weak government is threatened most when it begins to reform.

The principal cause of disparities in the fortunes of men is intelligence.

Mahommed professed to derive from Heaven, and he has inserted in the Koran, not only a body of religious doctrines, but political maxims, civil and criminal laws, and theories of science. The gospel, on the contraru, only speaks of the gerenal relations of men to God and to each other —beyond which it inculcates and imposes no point of faith. This alone, besides a thousand other reasons, would suffice to prove that the former of these religions will never long predominate in a cultivated and democratic age, whilst the latter is destined to retain its sway at these as at all other periods.

{enlace a esta historia}

[Mon Jan 9 10:18:25 CST 2006]

El Cultural publica una reseña del libro La Yihad en España, de Gustavo de Arístegui del que destaca la siguiente reflexión:

El lamento por la pérdida de Al Andalus, el síndrome andalusí lo denomina Arístegui, noes por otra parte exclusivo de los yihadistas, sino que es compartido por muchos musulmanes ajenos al fanatismo de Bin Laden. No parecen comprender que, recíprocamente, los cristianos podrían lamentar la pérdida de Egipto o de Siria. La tendencia a considerar que las únicas conquistas condenables son las occidentales, una tendencia que por lo demás comparten bastantes europeos, lleva a absurdos como considerar que la Reconquista española representó el inicio del colonialismo, mientras que se ignora que la expansión inicial del Islam se efectuó mediante la conquista.

Se trata, sin lugar a dudas, de una actitud muy común, sobre todo entre los sectores progresistas europeos. Al Andalus es, para muchos musulmanes, el clásico ejemplo de apostasía, de renuncia a la fe verdadera, con todo lo que dicha actitud conlleva de dogmatismo e intolerancia, cualidades que, no obstante, asociamos una y otra vez con el imperialismo occidental. Ya va siendo hora de abandonar el victimismo y aceptar también la parte positiva de la expansión de la civilización occidental por el mundo, que sin duda existe, así como la parte negativa de muchas culturas nativas. Como español, yo todavía tengo que aguantar comentarios y chistes sobre las masacres llevadas a cabo por los conquistadores españoles, que sin lugar a duda existieron, pero que irremisiblemente se ven acompañadas una y otra vez de comentarios laudatorios hacia civilizaciones no menos sanguinarias como la azteca. {enlace a esta historia}

[Mon Jan 9 10:00:34 CST 2006]

Ya sé que, según el dicho, no hay más que repetir una mentira mil veces para que se aparezca como verdad enorme a nuestros ojos, pero eso no quita para que aún me sorprendan ciertas cosas. Por ejemplo, echándole un vistazo al número de El Cultural de la semana pasada me encuentro con unas reflexiones de Juan Palomo publicadas en su columna La Papelera sobre la situación general del teatro español que dan que pensar:

Los empresarios de teatro andan estos días cerrando balances y preveen buenos resultados para el 2005, al estilo del 2004, cuando las taquillas recaudaron 183 millones de euros. Una cifra muy superior a los 92 millones que obtuvo el cine, mucho más subvencionado y promocionado. ¿Por qué? Que se lo pregunten a Carmen Calvo, que tiene al empresariado teatral cabreado por decir que en este país el que hace teatro es gracias a los presupuestos del Estado.

Realmente Juan Palomo no muestra ni deja de demostrar que la ministra tenga la razón respecto al tema, pero ello no quita para que yo esté algo sorprendido al leer que en nuestro país el teatro recauda más que el cine (aclaremos aquí que, por supuesto, no se trata de las cifras de recaudación absolutas de todo el cine, nacional y extranjero, sino tan sólo del cine español). Supongo que, como en tantos otros temas, unos tienen la fama y otros se la ganan. {enlace a esta historia}

[Sun Jan 8 20:22:19 CST 2006]

El pasado jueves, El País publicó un artículo de Gregorio Peces-Barba, titulado España como poder constituyente, que merece la pena resaltarse aquí, sobre todo a la vista de lo que ha sucedido estos días. Según reflexiona Pecer-Barba, jurista de reconocido prestigio y uno de los padres de nuestra Constitución:

Es verdad que Cataluña no es una nación con el mismo contenido que España porque no supone ni poder constituyente, ni soberanía, que tiene como tal un valor jurídico previo y esencial, pero sí reúne las condiciones de una nación cultural, con los rasgos que desde Tönnies se atribuyen a la comunidades, cuya máxima expresión es la nación y que se deben distinguir de las sociedad, formas racionales de organización cuya expresión máxima es el Estado. Así aparece clara la falsedad del principio romántico de las nacionalidades del siglo XIX, que sostenía que toda nación tenía derecho y vocación de convertirse en Estado. Estamos ante dos órdenes sociales diferentes, que no son necesariamente imprescindibles el uno para el otro. España es una nación soberana, una nación Estado, mientras que Cataluña es una nación cultural. Como hemos dicho, España es previa a la Constitución y la fundamenta como poder constituyente, mientras Cataluña es una comunidad que reúne unas condiciones de lengua, de historia y de esperanzas comunes, de literatura y arte propios que la identifican como nación cultural diferenciada, pero cuya relevancia jurídica es posterior a la Constitución. Antes de ser reconocida por ésta bajo el término nacionalidad como comunidad autónoma, carecía de relevancia jurídica, aunque era una nación, comunidad de cultura.

Es, pues, Cataluña nación para el derecho porque la Constitución la reconoce y la garantiza y la sitúa en el interior de la nación España. Así podemos hablar de España como nación entre naciones y de regiones, como sostienen entre otros los profesores José María Jover y Francisco Tomás y Valiente, y como yo he afirmado reiteradamente. Esta afirmación no es incompatible, sino todo lo contrario, con la afirmación, igualmente cierta, que hizo el señor Rajoy de que España es una nación de ciudadanos. Si nos situamos en el ámbito del Estado, podemos decir que éste está formado por comunidades autónomas, organizaciones políticas y jurídicas, del orden de las sociedades, como el Estado situadas dentro de éste, formado también por ciudadanos.

Para un profesor, desde un punto de vista abstracto si analizamos el tema desde un velo de ignorancia de la realidad, con las condiciones y desde las perspectivas que acabo de apuntar, no debería haber inconveniente para hablar de Cataluña como nación. Eso supone aceptar que la nación soberana, poder constituyente único, es España, y que a Cataluña habría que añadirle el adjetivo cultural: nación cultural. Curiosamente, aunque no con los mismos fundamentos, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español rechazan el uso del término nación para identificar a Cataluña, en la reforma del Estatuto que se pesenta. Creo que aciertan, aunque ya he señalado que las razones justificadoras del Partido Popular no tienen fundamento. Para llegar a la conclusión de la improcedencia del uso del término nación, se debe acudir a una lectura del proyecto de Estatuto aprobado por el Parlamento de Cataluña el 30 de septiembre de 2005. La sorpresa es enorme cuando se constata que en un texto de 227 artículos, 58 más que la Constitución, con 12 disposiciones adicionales, 3 disposiciones transitorias y 5 disposiciones finales, no aparece ni una sola vez ni el concepto ni la palabra España. Lo que no deja de ser sorprendente, tratándose del poder constituyente de la Constitución de 1978, de la que depende jerárquicamente cualquier norma inferior como los Estatutos de Autonomía, entre ellos el catalán. Por consiguiente, si no se puede aceptar el uso del término nación para Cataluña, ni aunque se añadiese el adjetivo cultural, es porque los propios redactores del proyecto rompen todas las reglas de funcionamiento de un oredenamiento del que se deben predicar su unidad, su coherencia y su plenitud. La negativa se la han ganado a pulso. Ningún reproche se puede hacer a quienes rechazan la inclusión del concepto, son los planteamientos propios y los errores propios los que dan motivo para fundamentar el rechazo.

Partamos del hecho de la existencia de un ordenamiento jurídico previo basado en la Constitución de 1978, pues en realidad me parece a mí que Peces-Barba, pese a sus esfuerzos, no llega a demostrar de ninguna manera en este artículo que "el principio romántico de las nacionalidades del siglo XIX" sea falso. Que conste, que yo no soy partidario de dicho concepto, ni siento simpatía alguna hacia los nacionalismos de ningún tipo, pero ello no quita para que reconozca que Peces-Barba está recurriendo aquí a un argumento circular: el poder constituyente recae en España, puesto que ésta ha sido la que aprobó su documento constitucional, mientras que el reconocimiento de Cataluña como nacionalidad se produce precisamente en el documento jurídico por el que España se convierte en poder constituyente. Para simplificar las cosas, si aplicáramos siempre el argumento de Peces-Barba, no habría jamás derecho alguno a la autodeterminación, e incluso las independencias nacionales de Irlanda, los países latinoamericanos y los Estados que surgieron del proceso de descolonización han de entenderse como ilegítimos. En cualquier caso, donde me parece que no le falta la razón a Peces-Barba es en afirmar que partimos del hecho de que hay un ordenamiento jurídico previo basado en la Constitución de 1978, y entendiendo eso no es posible aceptar otro poder constituyente que el de España, por más que estemos dispuestos a hacer un esfuerzo en definir a ésta como "nación de naciones", si se quiere. En este sentido, el borrador de Estatuto que se envió a las Cortes no supone sino una ruptura del ordenamiento jurídico, ya sea por acción u omisión, y requiere de bastantes cambios en profundidad para que podamos considerarlo mínimamente aceptable.

Ahora bien, dicho todo esto, vuelvo a reiterar mi opinión de que la posición adoptada por el PP durante el debate de reforma del Estatuto me parece increíblemente dogmática e irresponsable. Para empezar, es inaceptable que Rajoy y compañía quisieran negarse incluso a debatir un documento que, guste o no, había sido redactado y tramitado de forma impecable. En su momento, se quisieron hacer muchas comparaciones entre este proyecto de reforma y el nefasto Plan Ibarretxe, cuando en realidad la actitud de nacionalistas catalanes y vascos no podía haber sido más radicalmente distinta. Pero es que, además, han sido varios los portavoces del PP que propusieron cambios al documento no ya porque lo consideraran inconstitucional sino porque estaban en desacuerdo con algunas de las consideraciones políticas que inspiraban el articulado. Eso, a mí al menos, me parece inaceptable. Son los catalanes y sus representantes quienes han de tomar las decisiones políticas que afectan a su comunidad autónoma, y el resto de los españoles las tenemos que aceptar, por más que en algunas ocasiones pensemos que son equivocadas. Sencillamente, no es posible jugar a imponer políticas desde Madrid.

Y pasamos de esta forma al escándalo generado por el teniente general José Mena la semana pasada cuando vino a afirmar que la aprobación del Estatuto de Cataluña tendría "graves consecuencias" y "sería de aplicación la intervención del ejército". El Gobierno, por supuesto, ha sancionado inmediatamente el teniente general con un arresto domiciliario y su destitución. Lo que llama la atención en este caso es que el PP, aunque hoy mismo haya manifestado públicamente su apoyo a la decisión del Gobierno, haya tardado un par de días en condenar las declaraciones del oficial. Ahora resulta que, después de toda la tensión que han generado durante los últimos meses con sus exageradas declaraciones sobre la desaparición de España y el peligro de una reedición de la guerra de los Balcanes en nuestra península los señores del PP vengan ahora a pedir la comparecencia del Ministro de Defensa, José Bono, en el Congreso para "explicar si hay más opiniones de este estilo en las Fuerzas Armadas". {enlace a esta historia}

[Fri Jan 6 11:51:08 CST 2006]

Los museos de Düsseldorf, Villeneuve d'Ascq y Lausana presentan una exhibición titulada Dubuffet & l'art brut que incluye unas trescientas obras de arte con piezas de Jean Dubuffet y otros muchos "no artistas" encuadrados en la tradición del art brut, a menudo llamado outsider art o naïf art. Algunas de las obras tienen un cierto interés, creo:

El estadounidense Henry Darger, huérfano a los cuatro años, educado como minusválido mental, fregaba platos en un hospital entre los 18 años y los 70 cumpliendo cada día con el rito de ir a misa. Cuando falleció, en 1973, la persona que le alquilaba el apartamento descubrió centenares de acuarelas protagonizadas por una pléyade de niñas de minúsculo sexo masculino, las Vivian Girls, ritualmente ahorcadas, violadas o torturadas por sus mayores. Darger legó también una obra literaria contando las andanzas de esas chicas de sexo confuso —15.000 páginas—, y una extensa autobiografía. La suiza Aloïse, antigua modista del empereador prusiano Guillermo II, también desveló su secreto una vez muerta, tras vivir, entre 1918 y 1964, en un centro psiquiátrico. Su obra, repleta de color —utilizaba pasta dentrífica y el jugo de pétalos de flores para dar densidad y colorear sus creaciones—, remite a una iconografía de personajes históricos, de Cleopatra al kaiser Guillermo, pasando por María Estuardo, Salomé o Napoleón. El cartero, Cheval, que recorría a diario 32 kilómetros a pie, decidió un buen día de 1879 comenzar la construcción de su "Palacio Ideal" con las piedras que recogía durante su trayecto cotidiano. El resultado es un gigantesco castillo de playa, repleto de churretones y adornos que haría palidecer de envidia al mismísimo Gaudí.

El holandés Willem van Genk (Voorburg, 1927), educado en un orfanato, refugiaba su soledad en un mar de tinta china. Su pluma registra hasta la última teja de Francfort, o le lleva a reinterpretar las portadas de semanarios de gran tirada o fabricar pequeños autobuses o trenes. La iconografía de los grandes medios de comunicación era también la fuente de inspiración del obrero Josef Wittlich (1903-1982), que hacía pop-art antes que nadie. Algunos, como A. C. M., un francés nacido en 1951, sabe ya del interés de lo que hace —catedrales o navíos espaciales a base de ensamblar transistores, interruptores o engranajes— y prefiere guardar el anonimato. Gaston Chaissac (1910-1964) parece haber influido en el propio Dubuffet, y de ahí, dicen las malas lenguas, que el artista le negase el pan y la sal. Sea o no cierta esta interpretación, la historia del arte la escriben los vencedores. El art brut, por una vez, nos sitúa del lado de los vencidos.

Como titula El País, se trata del "arte de locos, niños y marginados", pero tremendamente sugerente. {enlace a esta historia}

[Fri Jan 6 08:47:12 CST 2006]

El País publica hoy un artículo de Rafael Sánchez Ferlosio titulado Austerlitz que me parece sumamente interesante. Aunque en un principio el escritor comenta la ley de 23 de febrero de 2005 de la Asamblea Francesa por la que se promulga oficialmente el "papel positivo" de la colonización francesa en el Norte de África (me parece problemático, como a Sánchez Ferlosio, que ahora tengamos que legislar lo que debe considerarse o no como verdad histórica), bien pronto saca a relucir la reciente controversia sobre si el Presidente de la República debía haber asistido a la conmemoración de la batalla de Austerlitz, y de ahí pasa a hablar en términos más generales sobre el patriotismo, que es precisamente donde me parece que hace las reflexiones más interesantes:

La ofensa a los muertos, como a los combatientes que están batiéndose por la Patria y muriendo por ella en tierras lejanas, es un poderoso instrumento de extorsión muy usado por los gobiernos, para avergonzar a los dudosos, amedrentar a los derrotistas y hacer que prevalezca, unánime y luminoso, el patriotismo. Pero, además, la sacralización de la sangre, la convalidación del dolor como sacrificio y la transfiguración de la muerte en martirio son formas de creación de riqueza, operaciones de capitalización. Así, el amor a la Patria suele prescribirse y encarecerse con aquel conocido tópico escolar de "los inmensos sacrificios que a lo largo de los siglos ha costado construirla".

Como la "identidad nacional" se construye sobre la matriz del antagonismo, nunca le falta al patriotismo un componente paranoico. El énfasis y la energía de la defensa, a menudo reactiva en vacío, así lo manifiestan: "Il n'est que temps d'affirmer notre fierté de l'ouevre accomplie. Le temps de la mauvaise conscience et de la repentance à quatre sous est terminé", clamaba el 11 de junio del 2004, en la Asamblea, el diputado de la UMP por Alpes-Maritimes, Lionnel Luca. La paranoia del patriotismo redunda a veces en una atmósfera generalizada de coacción social: en los Estados Unidos —con su anticuado patriotismo de la mano sobre el corazón—, a raíz de los atentados de Nueva York, multitud de actitudes de acatamiento han sido motivadas por el miedo social de verse tachado de antipatriota o, lo que es lo mismo, "antiamericano". Ya en noviembre del 2001, por haber publicado la foto de un niño de pecho aparentemente muerto a causa de un bombardeo americano, el Hartford Courant recibió hasta 550 cartas de protesta de los lectores.

El 9 de diciembre del 2005, el presidente Chirac ha calificado la historia como "clé de la cohésion d'une Nation". La función sociológica del patriotismo es mantener la cohesión nacional; el instrumento oficial para la conservación de la historia, de la "mémoire", son las conmemoraciones —como la que se quería hacer de Austerlitz—, la exhibición de banderas en los edificios públicos y, sobre todo, la celebración anual que todo Estado, viejo o nuevo, se preocupa de tener: la Fiesta Nacional, que es siempre fiesta militar, porque militar, guerrera, es siempre la naturaleza de la Patria. Publiqué hace años un "pecio" titulado precisamente Alonsanfán, que me permito transcribir: "La verdad de la Patria la cantan los himnos: todos son canciones de guerra".

Y, por si cabe alguna duda, no hay más que prestar atención al principal argumento que la Administración Bush está usando estos días para justificar su política en Irak: traer las tropas a casa supondría, según se nos dice, una "traición" a todos aquellos soldados estadounidenses que perdieron la vida por allá. Resulta penoso que las razones esgrimidas por la Casa Blanca para justificar su política aventurera hayan pasado de la preocupación por la proliferación de armas de destrucción masiva a la defensa de la democracia y, ahora, simplemente se justifique todo con la idea de que cambiar de rumbo equivaldría a traicionar a quienes murieron en Irak, pero tiene poco de extraño una vez que endendemos lo que explica Sánchez Ferlosio sobre el patriotismo. {enlace a esta historia}

[Thu Jan 5 13:29:54 CST 2006]

¡Ni modernización, ni europeísmo, ni leches! ¡En España no cambiamos ni a la de tres! Véase, si no, el numerito de la invitación navideña de la Casa Real este año, sobre la que escribe Victoria Prego en su blog. Resulta que, al parecer, ya que los nietos de los Reyes están desperdigados por la Península, no fue posible sacar una foto familiar que incluir con las invitaciones, así que, ni corto ni perezoso, a alguien se le ocurrió la genial idea de crear la imagen digitalmente. Eso sí, también podrían haber puesto un poco de más esfuerzo en la labor, porque la imagen final es de auténtica pena: diferentes tonalidades de color, juegos de luz que no se acoplan bien, piernas y brazos que no aparecen por ninguna parte... La cosa es para desternillarse de risa.

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[Thu Jan 5 10:48:29 CST 2006]

Leo en El País que la editorial mexicana Sexto Piso va a abrir una oficina en Madrid. Me alegro por lo que ello significa de estrechar lazos entre las culturas española y mexicana, pero también porque parece que a estos jóvenes editores les va el riesgo y les gusta publicar trabajos interesantes:

De momento, el plan editorial para España contempla la publicación de 34 títulos a lo largo de dos años (2005-2007). Entre ellos se encuentran La locura que viene de las ninfas, de Roberto Calasso; El cortesano y su fantasma, de Xavier Rubert de Ventós; Breve doctrina de la soledad, de Miguel Morey; El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas, y El temblar de una hoja, de W. Somerset Maugham. "No queríamos entrar en el mercado español sólo a través de un distribuidor, sino tener una presencia aquí, un plan editorial autónomo con un catálogo que pudiera ser diferente al mexicano, pensado para el lector español", añade [Santiago Tobón, editor colombiano y socio de la editorial].

Los fundsadores de Sexto Piso en México, Luis Alberto Ayala Blanco, Eduardo Rabasa y Francisco de la Mora, decidieron ocupar un vacío y editar un catálogo de fondos que va más allá del best seller y la novedad. "Éramos alumnos de Luis Alberto y había muchos textos que él nos recomendaba y que no estaban en español", explica Francisco de la Mora, que estuvo en Madrid presentando la editorial.

(...)

"Realmente cuando empezamos a obtener reconocimiento fue cuando Calasso nos dio los derechos de El loco impuro", dice De la Mora. Desde entonces, Sexto Piso sigue consolidándose con títulos de filósofos, novelistas y literatos de culto: Max Stirner, Aby Warburg, Barbey d'Aurevilly, Tomasso Landolfi, Walter F. Otto, Alberto Savinio, George Orwell, Goran Petrovic y Ruth Padel, entre otros. "Nuestro catálogo es como un libro, y cada libro es un capítulo", comenta.

El sello cuenta con tres colecciones: Colección Noesis, con títulos filosóficos, ensayos y autores contemporáneos, y con un formato de media carta 14x21; Narrativa Sexto Piso, con el mismo formato de Colección Noesis, pero con contenido más literario (novelas), y Clásicos Sexto Piso, que no tienen ilustraciones en la portada, sólo el logo de la editorial, y el formato es de 11x17. ¿Y por qué el nombre de Sexto Piso? La idea surgió de un amigo, que solía decirm, según explica Francisco de la Mora: "Prefiero tirarme de un sexto piso que no hacer lo que me gusta".

Por si acaso, ahí va un enlace a la página web de Sexto Piso. {enlace a esta historia}

[Wed Jan 4 09:22:21 CST 2006]

Mientras conducía al trabajo esta mañana tuve ocasión de oír un breve reportaje sobre The Truth About Your Father, una obra de teatro que se está representando en los escenarios británicos donde se una madre trata de explicar a su hijo por qué su padre decidió inmolarse en un atentado suicida. La obra está ambientada en el año 2015, cuando una madre intenta explicar a su único hijo, bautizado con el nombre de Yihad, las razones que llevaron a su padre a suicidarse en nombre de la causa del Islam. Según nos explica la BBC:

The production is by the British Muslim theatre company Khayaal.

Martin [Eleanor Martin, la única actriz en la obra] told BBC World Service's Reportnig Religion programme that the play has a message of peace and moderation.

"There is a point in the play where she really wants to convey to her son that he is not the son of some alien monster —he is begot of a human being, who was a very real and at one time loving person", she said.

But she absolutely condmens the act, 100%, and she's determined to make sure her son understands how to see the warning signs himself, and make sure he doesn't end up taking that route.

No sé cuál habrá sido la reacción en el Reino Unido al estreno de esta obra, pero estoy completamente seguro de que los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense clamarán al cielo en cuanto se enteren de la noticia. Tendremos que oír, una vez más, comentarios sobre el relativismo y la confusión moral de los europeos, contraponiéndolos a la obvia claridad de ideas estadounidense, sin lugar a dudas consecuencia directa de su fe en el Dios cristiano, una fe perdida por completo en la otra orilla del Atlántico. En fin, que se nos avecina la perorata de siempre. Ahora bien, merece la pena considerar las palabras de Eleanor Martin, más aún si cabe en estos momentos de conflicto entre civilizaciones en los que es bien fácil dejarse llevar por los estereotipos. Guste o no, hasta el más despiadado de los terroristas no deja de ser un ser humano como el resto, con su historia, su pasado, sus sueños, amores y fobias. Nada hay tan peligroso como el convertir al enemigo u oponente en un monstruo. Eso es algo que debíamos haber aprendido durante el cruento siglo XX. {enlace a esta historia}

[Tue Jan 3 11:45:33 CST 2006]

El Cultural publica un artículo resumiendo lo mejor del año en el campo científico donde se menciona, entre otras cosas, el mapeo de los genes del chimpancé, lo cual ha servido para confirmar las similitudes genéticas entre chimpancé y humano, pues resulta que compartimos más del 98,5% del DNA. Pero, como señala el autor del artículo:

Con todo, sin embargo, las diferencias entre las dos especies ya indica cambios en más de 35 millones de nucleótidos. Piénsese que cada genoma, chimpancé y hombre, contiene cerca de tres mil millones de nucleótidos y muchas otras consideraciones no especificadas aquí, como por ejemplo el reordenamiento cromosómico entre las dos especies. La pregunta clave en todo esto y que nos hemos venido haciendo a lo largo de estos últimos años es ésta: dada la proximidad genética entre chimpancé y humano, ¿qué nos hace diferentes? La pregunta, aparentemente así de simple no deja de ser enormemente compleja. Hay muchas hipótesis. Pero la más prevalente hoy indica que las diferencias obedecen principalmente a cómo estos genes están regulados. Es decir, lo que cambia entre chimpancé y humano es fundamentalmente el libro de instrucciones con el que se lee el código genético o, si se quiere, cambios en las zonas de DNA que regulan la región codificante de los genes. De modo que, aun con genes estructuralmente idénticos, el libro de instrucciones genéticas hace que en el chimpancé se expresen unas proteínas que no lo hacen en el mismo genoma en el hombre. Y con ello se expresa un fenotipo claramente diferente. Y en esa dirección van los estudios más recientes.

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