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[Tue Sep 24 19:39:29 CDT 2013Se ve que no aprendemos. A pesar de nuestra fanfarronería, somos más bien idiotas y crédulos hasta la médula. Hace unos días leía en la web de El País una noticia titulada Coches de lujo y viviendas se revalorizan, los pisos suben y el oro se deprecia que no tiene desperdicio: En fin, no me voy a molestar a seguir citando la noticia porque, en general, es más bien mediocre y ridícula. Empecemos por lo más obvio: el titular es manipulador y distorsiona claramente el contenido de la noticia, sobre todo en lo que hace a las viviendas. En realidad no se habla de "las viviendas" (así, en general), sino de aquellas que se encuentran en el centro de Londres. El detalle es importante, pero el titular lo obvia por completo. Después, también resulta que cuando se habla de coches, muebles, sellos o monedas, no se trata, como es lógico, de cualquier coche, mueble, sello o moneda, sino más bien de los objetos que se consideran de lujo. Lo mismo sucede con los vinos, por supuesto. No se trata de un cartón de Don Simón, sino de unos caldos bien específicos. Cuáles puedan ser, obviamente, no lo sabemos a priori. Eso queda para los "expertos", esto es, los ricachones, que son quienes se lo pueden permitir de todos modos. Vamos, que no parece probable que ninguno de nosotros vayamos a invertir en estas cosas de un momento a otro. Para hacerlo nos haría falta lo que no tenemos, sobre todo en la forma de contactos en las altas esferas. Pero es que, por si todo esto fuera poco, resulta que hasta el contenido del artículo tiene más bien poco que ver con la realidad que se refleja en la misma tabla que incorpora, donde se nos muestra bien a las claras que la revalorización de la inversión en oro a cinco o diez años (es decir, a largo plazo, que es lo que siempre conviene plantearse cuando hablamos de inversiones) sólo se ve superada por los coches clásicos y las monedas (a cinco años vista) y por los coches clásicos a diez años vista. O sea, que no acierta uno a entender de dónde diantres habrá sacado el periodista ni el titular, ni tampoco el contenido de la noticia. Nótese, además, que mientras que hace falta saber el "coche clásico" que se va a revalorizar (porque no todos lo harán), en el caso del oro no hace falta ser un experto para saber qué comprar. En otras palabras, que la noticia es manipuladora y engañosa. En cualquier caso, vayamos un poco más allá del titular y del contenido de la noticia. ¿Por qué digo que se ve que no aprendemos? Pues porque, con todo lo que ha caído, todavía estamos intentando encontrar la forma no de invertir (en esto, una vez más, la noticia está equivocada, pues no usa el término correcto), sino de especular. Así funciona el capitalismo, amigos y amigas. Acabamos de ver estallar una burbuja y ya estamos buscando la siguiente. Eso sí, lo que ni siquiera nos planteamos es invertir de verdad (por ejemplo, en un negocio). Eso requiere demasiado trabajo. Lo que todo hijo de vecino quiere hacer es ponerse la botas sin hacer nada. Solamente con poner el dinero en el número equivocado en el casino capitalista. La dichosa bolita sigue dando vueltas de una casilla a otra. Lo dicho, no aprendemos. {enlace a esta entrada} [Tue Sep 24 18:05:17 CDT 2013]A nadie se le oculta que una de las formas más fáciles de congraciarse con la mayoría de la gente en estos momentos consiste, simplemente, en criticar a "los políticos" (así, sin entrar en más detalles). Si a esto unimos nuestra proverbial capacidad para autoflagelarnos (sí, me estoy refiriendo a los españoles), cualquiera diría que nuestros políticos son, sin lugar a dudas, lo peor de lo peor. Y no voy a ser yo quien salga precisamente en su defensa. Como solía decirse antaño, de todo hay en la viña del señor. Los hay deshonestos y corruptos (una minoría más o menos significativa), mediocres y aprovechados (la amplia mayoría) y, por supuesto, también los hay honestos y capacitados (como en casi todos sitios, una minoría). Pero, en cualquier caso, tampoco son tan malos como los pintan. Y digo esto a propósito de una noticia que apareció en El País hace unos días explicando que la Cámara de Representantes estadounidense exige el fin de la reforma sanitaria para extender el presupuesto: Quizá habría que comenzar por apuntar que denominar a la gente del Tea Party como "extrema derecha" es un poco exagerado, me parece. No es que uno sienta demasiadas simpatías por ellos, la verdad, pero cuando se habla de "extrema derecha" cualquiera en Europa piensa automáticamente en neonazis y fascistas, gente con grupos paramilitares que amenaza la integridad física de los inmigrantes, no se para en mientes a la hora de defender una sociedad homogénea en lo racial (y en tantas otras cosas) y manifiesta una clara ambigüedad cuando se trata de hablar de la vía autoritaria. La gente del Tea Party son, en buena parte, de derecha radical, sí, pero no estoy seguro yo de que puedan calificarse de "extrema derecha", al menos no en el sentido europeo del término, y el periodista está escribiendo en un diario europeo. Pero, en cualquier caso, lo que me parece interesante de la noticia no es eso, sino el hecho de que los políticos estadounidenses llevan ya varios años que son incapaces de ponerse de acuerdo siquiera para lo más básico, esto es, para aprobar los presupuestos generales del Estado. Peor aún, como no aciertan a llegar a un acuerdo con respecto al déficit presupuestario, la deuda sigue creciendo como una bola de nieve. O, lo que es lo mismo, que mientras ellos se dedican a lo suyo (el mero juego político a corto plazo), las arcas del país se desangran, el Gobierno se queda sin fondos y lo mismo no pueden ni pagar la nómina en unos cuantos días. No me negarán que dicha actitud es infinitamente más irresponsable que la de los políticos españoles. Se podrá pensar lo que se quiera acerca de Rajoy y el PP, pero al menos han tenido la valentía de coger el toro por los cuernos y proponer medidas claras y concretas. Tan claras y concretas son, de hecho, que les está costando una sangría de votos en todas las encuestas, amén de numerosas protestas en las calles. Como digo, se podrá estar o no de acuerdo con dichas medidas de austeridad, pero han dado un paso adelante. En EEUU, mientras tanto, los políticos siguen deshojando la margarita y haciendo política de cortas miras. En fin, que tampoco lo tenemos tan mal. {enlace a esta entrada} [Sat Sep 14 10:33:29 CDT 2013]Casi una semana después todavía estamos dándole vueltas al asunto de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2020. Y, mientras tanto, la casa sin barrer, claro. En este caso, me estoy refiriendo a una noticia publicada en El País sobre las escasas dotes que supuestamente tenemos los españoles para hablar en público. Siempre me ha llamado la atención la extraordinaria capacidad que tenemos los españoles para esto de la autoflagelación. Ya casi es un lugar común localizar sus orígenes en la crisis del 98 que, supuestamente, nos hundió en una profunda crisis de identidad (bueno, a juzgar por los documentos históricos y el legado de la literatura de aquel tiempo, es bastante más que una suposición, la verdad sea dicha). No termina de convencerme del todo esta teoría. Después de todo, ya observamos un profundo pesimismo vital en el Lazarilllo de Tormes, por ejemplo, por no hablar de la actitud de Quevedo hacia las instituciones de su tiempo. Eso sí que era cinismo político avant la lettre. En todo caso, hay varios temas que merece la pena comentar con respecto a esta noticia y a la idea de que los españoles no saben hablar en público. Habría que comenzar por subrayar que nadie nace sabiendo hablar en público. Como muchas otras cosas, es algo que se aprende, sobre todo con la práctica, más que con la teoría. No es que el conocimiento teórico no venga bien pero, al igual que en el caso de las artes (porque, al fin y al cabo, la oratoria puede considerarse prácticamente eso, un arte), a dar discursos se aprende, sobre todo, dando discursos . Y, claro, para esto es necesario que nos impliquemos en el tipo de actividad que exige dar discursos. En este sentido, me parece curioso cómo uno de los lectores que comenta la noticia culpa al sistema educativo de nuestros problemas con la oratoria, pasando directamente a afirmar que la clase típica en cualquier escuela consiste en que el profesor "largue su rollo" y los estudiantes sepan repetirlo después... esto es, que los profesores aprenden a dar discursos y los estudiantes a repetirlo, que es como en muchos lugares se enseña la oratoria precisamente. ¿En qué quedamos, entonces? Por un lado criticamos un sistema educativo basado en las "clases magistrales" de corte tradicional (es decir, en los discursos largos, pero bien organizados y lógicamente consistentes), al mismo tiempo que reivindicamos un papel más central para la oratoria y el discurso. Esto no hay quien lo entienda. Pero es que, además, no tengo tan claro yo que los estudiantes en otros países (por ejemplo, aquí en Minnesota) sean más capaces de elaborar un discurso coherente y bien organizado. Lo que sí saben hacer son presentaciones entretenidas, pero eso es otra cosa bien distinta. El uso permanente de muletillas y lugares comunes ("stuff", "like", "freedom", "democracy"...) se hace cansino, por no hablar de la incapacidad para tejer un discurso medianamente coherente, lógico y razonado. Lo que cuenta entre los chavales, como en la sociedad en su conjunto, es el entretenimiento, la imagen, lo superficial. Se abusa del dichoso PowerPoint y las presentaciones "creativas", pero sin contenido. La exigencia de explicarlo todo "en medio minuto" y de manera divertida campa a sus anchas. Por supuesto, a divertir o entretener se le llama "buena oratoria", pero no es cierto. Son dos cosas bien distintas. Como en tantos otros aspectos de nuestra vida, confundimos las churras con las merinas. En conclusión, que, en España como en EEUU, lo que echa uno de menos es la capacidad para reflexionar, para construir un discurso sólido, lógico y razonado, algo que casi parece pecado en un mundo tan dominado por lo audiovisual, por el entretenimiento y la diversión superficial. No tengo yo tan claro que los españoles seamos tan distintos a los demás en este aspecto, la verdad. De hecho, la incapacidad para elaborar un discurso de estas características por escrito es tan obvia como la de dar un buen discurso oral. No debiera sorprender, pues la raíz última del problema es la misma. Y, por si todo esto fuera poco, tampoco estoy de acuerdo con la idea de que el pésimo discurso de Ana Botella haya sido la razón por la que Madrid perdió la votación de los Juegos Olímpicos. Es más, fuera de España no he oído a nadie hablar del discurso de marras, de la misma forma que nadie en España es capaz de decir ni media palabra de los discursos de Tokyo y Estambul. La candidatura perdió por otros motivos de mucho peso que bien poco tienen que ver con la capacidad oratoria de la señora Botella. {enlace a esta entrada} [Mon Sep 9 13:06:11 CDT 2013]Después de que Madrid quedara eliminada este fin de semana en la primera ronda de votaciones para elegir la sede de los Juegos Olímpicos del 2020 hemos asistido a una reacción en las redes sociales que no por predecible me parece menos sorprendente. El caso es que, aunque creo recordar que aquí mismo escribí que no me parecía nada acertada la candidatura precisamente en estos momentos, es evidente que ahora mismo hay un buen número de españoles que prefiere ver el tema desde una óptica puramente partidista y alegrarse de la derrota porque supone una bofetada en toda regla a Ana Botella y al PP. Lo siento mucho, pero no puedo compartir ese sentimiento. Sigo soñando con el día en que los españoles abandonemos de una vez por todas el cainismo salvaje que nos caracteriza. En todo caso, con respecto al asunto de fondo, estoy de acuerdo con la opinión expresada por Carlos Sánchez en un artículo titulado Por qué ha perdido Madrid y ganado España que ha aparecido en la web de El Confidencial: Si recuerdo correctamente, es el mismo argumento que siempre he usado yo para oponerme a este tipo de fastos. En lugar de seguir pensando en fiestas y grandes eventos, parques y casinos de todo tipo, haríamos bien en considerar cómo leches podemos trabajar aquí y ahora para poner los cimientos de un nuevo modelo productivo que nos saque las castañas del fuego a medio y largo plazo. Eso sí, siendo plenamente conscientes de que, a corto plazo, lo tenemos duro y toca apretarse el cinturón, precisamente para poder construir ese otro futuro. Así son las cosas. Así han sido siempre. No es nuevo. No hay más milagro que el que se trabaja uno mismo. {enlace a esta entrada} [Sun Sep 8 10:11:46 CDT 2013]Me gustó el artículo titulado George Orwell, la verdad a cualquier precio que publicó El País hace unos días. Y me gustó, sobre todo, por la honestidad intelectual que mostró Orwell, de la cual debiéramos aprender todos. Lejos de pintar el maravilloso cuadro romántico del bando republicano que mucho parecen defender en el seno de la izquierda, a Orwell no le duelen prendas en el momento de afrontar la realidad como es. Algo que, por cierto, también acertaron a ver otros compañeros de viaje en aquel entonces: Pero no sólo Borkenau hace estas observaciones: En fin, los consabidos métodos del comunismo estalinista, que bien poco se diferencian de los aplicados por nazis y fascistas durante la misma época. {enlace a esta entrada} [Fri Sep 6 12:11:15 CDT 2013]Leyendo el blog sobre viajes de Paco Nadal en la web de El País leo la siguiente respuesta a la pregunta de un lector que, me parece, debiera hacernos reflexionar un poco sobre la tendencia contemporánea a quererlo todo gratis: Pues sí, ciertamente. Se ha explicao. Parece claro que, aunque sea posible aún disfrutar de contenido gratis publicado por aficionados (y, en ocasiones, hasta algún contenido escrito por profesionales), lo que es bien difícil es que alguien viva sin cobrar por su trabajo. Este asunto, sin duda, aún lo tenemos como tarea pendiente si de verdad queremos que la cultura sobreviva a la expansión de la Red por todos los poros de nuestras vidas. {enlace a esta entrada} [Fri Sep 6 11:55:06 CDT 2013]Quien me conoce sabe bien que hace ya décadas que no veo la televisión de manera asidua. Por supuesto, sigo usando la pantalla (aunque, cada vez menos, pues casi la he sustituido por completo por el portátil hasta pero estos menesteres) para ver alguna que otra película o documental, aunque hasta eso no suelo hacerlo más de un par de veces por semana. Pero, en cualquier caso, la televisión, lo que se dice la televisión (esto es, la programación de las distintas cadenas), hace ya más de 20 años que no la sigo. Y, pese a todo, siempre sucede que se acerca uno a casa de un amigo o familiar y, casi sin que haya forma de evitarlo, ve cosas en la dichosa pantalla porque, eso sí, la gente no parece entender que, de la misma forma que el aparatito de Dios puede encenderse, resulta que también puede apagarse. En fin, el caso es que, debido a esto, no tengo ni idea de qué se cuece por los estudios de RTVE, Antena 3, La Sexta y demás, ni tampoco me importa mucho, la verdad. No obstante, hoy me he encontrado una noticia publicada en El País en la que se nos informa que Mediaset ve "una mano negra" detrás de la campaña contra el programa Campamento de verano. Vaya por delante que no tengo ni pajolera idea de lo que pueda ser el programa Campamento de verano, ni tampoco entro ni salgo en el asunto del supuesto escándalo que haya podido generar con una escena que ni siquiera vi (y que, de hecho, prefiero no ver). El caso es que todo eso me trae sin cuidado. Ahora bien, lo que sí me llamó la atención fue una frase del consejero delegado de Mediaset, Paolo Vasile, recogida en la noticia: "Todo el mundo tiene derecho a opinar, pero no a amenazar". La frasecita me parece todo un símbolo del estado de la cuestión en los grandes medios de comunicación hoy en día. Nótese que lo que Vasile denomina "amenaza" no es sino una legítima campaña de boicot. O sea, que a Vasile le parece maravillosamente bien que la gente opine, pero no que organice ninguna campaña que pueda cambiar nada de nada. La verdad es que me parece un claro reflejo del circo mediático en nuestras democracias liberales de consumo: hasta el más imbécil tiene un supuesto "derecho a opinar", incluso sin haberse informado antes y sin necesidad alguna de reflexionar sobre nada pero, eso sí, lo que es inadmisible es que se pretenda influir sobre la realidad y, ¡por Dios bendito!, incluso cambiarla. Y en ésas estamos. Que siga el ruido. {enlace a esta entrada} |