[Tue Sep 26 11:33:20 CEST 2006]

Han pasado ya casi dos meses desde que regresé con mi familia desde los EEUU para asentarnos en Sevilla, y me he encontrado el país, como era de esperar, bastante cambiado; eso sí, cambiado en líneas generales para mejor, para mucho mejor diría. Y no me refieron solamente a las infraestructuras, donde desde luego se nota claramente la mejora, sino también en los servicios y hasta en la misma actitud de los ciudadanos... bueno, al menos en general, porque, la verdad sea dicha, aún queda mucho mentecato ahí fuera. En todo caso, lo que no cambia es la sorna con que muchos de mis conciudadanos miran la vida... ni la omnipresencia del tabaco, por supuesto, que no cambia pese a todas las leyes que se le ocurran al Gobierno Zapatero. Por uno u otro motivo, son muchos los ciudadanos que no se dejan convencer por las campañas anti-tabaco, casi siempre como reacción casi refleja ante lo que ven como inaceptable intromisión del Estado en sus vidas. Y es que, me parece, las autoridades sanitarias se han planteado el debate sobre el tabaco con una estrategia equivocada. No se trata de hacer hincapié sobre las negativas consecuencias sobre la salud, sino más bien de subrayar la importancia del respeto hacia los demás, hacia los no fumadores. Estoy convencido de que si se tomara esa posición, en lugar de lanzar proclamas moralistas, habría menos humo en el aire.

Pero vamos a lo que vamos, porque lo que me interesaba destacar aquí era la presencia avasalladora de la sorna y la ironía en la vida cotidiana española, algo que no sucede en otros países de nuestro entorno, o al menos no en el mismo grado ni mucho menos. Este mirar los sucesos con la distancia que da la experiencia (o el descreimiento, o el cinismo incluso, que todo hay que decirlo) se extiende incluso a los nombres de los comercios. Así, me he encontrado estos días con una asesoría financiera con el nombre de HipoTK, una tienda de las de "todo a 100... y más" (el eslógan este tampoco tiene desperdicio) llamada Casa de cosas y, en mi Sevilla natal, una bisutería bautizada como Ancá la Loli (ésta última, he de reconocerlo, me llevó un buen rato descifrar). En fin, que no puede uno evitar ir por ahí con una sonrisa en la boca. {enlace a esta historia}

[Fri Sep 22 12:05:36 CEST 2006]

El País publica hoy una historia sobre Elfriede Rinkel, la vigilante de un campo de concentración nazi que acabó casándose con un judío y viviendo con él en los EEUU. La historia tiene su interés ya de por sí, y de ellos nos ocuparemos un poco más adelante, pero lo que ahora me interesa es destacar el siguiente párrafo de la noticia:

En aquel lugar situado a 100 kilómetros dirección norte de Berlín [el campo de Ravensbrück], en el que siempre se levantan vientos helados, igual al que recuerda Jorge Semprún de Buchenwald, murieron, y también bajo los ojos de Rinkel, entre 50.000 y 90.000 personas. De los 150.000 presos, 130.000 eran mujeres. Procedentes de 40 países, unos 10.000 presos por ser judíos y los otros por razones políticas, trabajaban como esclavos en la construcción de armamento. Además, en este campo, construido por presos de Sachsenhausen, el doctor Karl Gebhard llevaba a cabo terribles experimentos medicinales. Su asistente era Herta Oberhauser, un demonio con cara de ángel, según la denominaron las presas de Ravensbrück.

Nótese que la mayoría de los presos estaban allí por motivos políticos, y no por ser judíos. Murieron entre 50.000 y 90.000 personas, pero muchas de ellas ni son recordadas porque murieron en nombre del comunismo, el socialismo o la democracia liberal. ¡Cuidado! ¡Que no se malinterpreten mis palabras! El holocausto judío es una realidad histórica, una pesadilla, una vergüenza moral que nos acompañará a todos (sí, a todos, unos por acción y otros por omisión, no únicamente a los alemanes) durante siglos. No obstante, duele observar cómo tantas otras víctimas de la podredumbre nazi que fueron asesinadas por sus ideas, su religión, sus inclinaciones sexuales o el hecho de pertenecer a pueblos supuestamente inferiores, como los gitanos, continúen siendo ignoradas tantos años después, como si únicamente hubieran muertos judíos en estos campos. Éstas otras víctimas no tienen sus exposiciones, sus museos, sus libros, sus documentales y películas. Me parece enormemente desafortunado que, al menos en el imaginario popular, el nazismo se haya convertido en mero antisemitismo violento en lugar de lo que realmente fue: un totalitarismo. Y digo esto porque, al reducir y simplificar un fenómeno tan complejo como el nazismo a uno solo de sus componentes también dejamos de lado buena parte de las lecciones morales que podemos extraer de él. El riesgo totalitario anida en nuestras almas, seamos o no antisemitas, seamos o no racistas. Se trata, por tanto, de un riesgo con el que vivimos todos los días, incluso en nuestros países de democracia liberal avanzada.

En todo caso, mencionaba algo más arriba que la historia de Elfriede Rinkel tiene ya de por sí su interés, al margen de estas otras reflexiones. Tantos los antiguos nazis como las víctimas que sobrevivieron han ido muriendo poco a poco, y qué duda cabe que se acerca el momento en que ya no queden testigos de primera mano de aquellos terribles crímenes. Y mucho me temo que no hemos hecho demasiado para aprender de los errores de estos individuos. Se les ha perseguido, se les ha encarcelado y ejecutado, pero no se les ha tratado como lo que son, al fin y al cabo: seres humanos, como nosotros mismos, que cometieron un trágico error en un momento determinado de sus vidas, error que costó las vidas de millones de personas. Siempre hemos preferido hablar de los verdugos nazis como si se tratara de monstruos, con lo que los reducimos a curiosidad de feria, y desaprovechamos la ocasión para aprender de ellos y así sentar las bases de una sociedad más justa donde quizás no vuelvan a repetirse estos hechos. ¿Qué llevó a Elfriede Rinkel a trabajar como vigilante en un campo de concentración nazi? ¿Cómo veía a los prisioneros? ¿Cómo pudo evitar sentir compasión por las víctimas? ¿O quizás simplemente aprendió a reprimir estos sentimientos? ¿Cómo fue capaz de continuar con su vida normal fuera del campo? ¿Qué consecuencias tuvo en su conciencia? ¿Se atrevió alguna vez a hacer algo para ayudar a alguno de los prisioneros? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Qué pensaba mientras compartía sus días con un judío en los EEUU? Ninguna de estas preguntas ha sido respondida aún, y se nos están escapando las últimas oportunidades de hacerlas a los individuos que estuvieron implicados directamente en aquellos acontecimientos. Es más, por desgracia, ni siquiera es fácil encontrar una obra de arte donde el autor se haya planteado a fondo estas cuestiones. Casi pareciera que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hayamos tenido terminantemente prohibido plantearnos cómo podía pensar o sentir un criminal nazi, cuando ahí es precisamente donde únicamente se puede encontrar la solución a este problema. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 20 08:01:36 CEST 2006]

Nos hemos levantado esta mañana leyendo la noticia del discurso del Presidente Bush ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el que acusó a Irán de financiar el terrorismo y procurar armas nucleares, y donde también anunció que ha encargado a la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que intente resucitar el proceso de paz entre palestinos e israelíes. ¡A buenas horas! Hace ya tiempo que estoy convencido de que la política exterior de Bush, a pesar de toda su retórica maniquea de la claridad moral, se caracteriza más bien por la improvisación y el zigzag. Pues bien, esto no hace sino confirmarlo. ¿A qué viene encargar a nadie que resucite un plan de paz cuando se ha asistido impasible al bombardeo del sur de Líbano con bombas de racimo hace apenas unos días sin siquiera hacer un llamamiento a la calma? ¿Qué mediación puede ejercer un país que ha apoyado constantemente a uno de los bandos enfrentados en la disputa durante décadas? ¿Cómo va a poder resucitar un plan de paz Condoleezza Rice sin siquiera haber mantenido un mínimo de relaciones diplomáticas con varias de las partes implicadas, todo ello, eso sí, en nombre de la supuesta pureza moral de su jefe? ¿Por qué ahora, y no hace ya varios años, cuando se le advertía desde muchas capitales árabes y europeas que si deseaba poner fin a la creciente amenaza del terrorismo islámico internacional habría que esforzarse en solucionar, de una vez por todas, el problema palestino? Y, finalmente, ¿qué credibilidad piensa el Presidente Bush que pueda tener en estos momentos después de la invasión de Irak? No hace mucho, el Gobierno palestino de Hamás había sido añadido a la ya larga lista de gobiernos que pertenecen al eje del Mal. Ahora resulta que Bush quiere sentarse a negociar la paz en Palestina con israelíes y... supongo que Hamás, pues aún se encuentra en el Gobierno palestino. ¿A qué vino entonces la moralina de hace unos meses? ¿Para qué desestabilizar toda la región negándose en redondo a entablar conversaciones con el Gobierno de Hamás para enviar ahora a la Secretaria de Estado a resucitar un plan de paz que les incluye necesariamente? ¿Para qué y por qué se perdió ese preciado tiempo? Son demasiadas preguntas sin respuesta, al menos por parte de la Administración estadounidense. Bush, como de costumbre, practica la política del "donde dije digo digo Diego" y, sin embargo, todavía es tenido por muchos de sus compatriotas como un político "de ideas claras". A mí, que venga Dios y me lo explique. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 18 10:53:30 CEST 2006]

Repasando la prensa esta mañana me encontré con una noticia sobre los valores machistas que campan a sus anchas en Guatemala, y me vi compelido a enviar un correo a mi esposa con las siguientes reflexiones:

Mientras leía el artículo sobre los resultados de este estudio que tan crudamente refleja el machismo imperante en Guatemala (y que, me temo, está asimismo bien presente en otros países latinoamericanos), no tuve más remedio que asociarlo con otro tema que tan a menudo vemos en los medios de comunicación estos días: el sexismo de las sociedades de mayoría musulmana. Obviamente, no se trata en este caso de una sociedad musulmana, sino más bien al contrario, cristiana y bien cristiana, lo que tal vez debiera llevarnos a relativizar la relación causa-efecto que algunos quieren ver entre Islam y machismo. ¿Pudiera ser, como muchos expertos afirman, que el sexismo predominante en las sociedades árabes, por ejemplo, no fuera consecuencia directa de la fe musulmana, sino más bien de la firme defensa de los valores tradicionales? ¿No explicaría esto mucho mejor por qué también observamos los mismos y denigrantes comportamientos en países de mayoría cristiana, como es el caso de Guatemala? A lo mejor el problema, al fin y al cabo, no es tal o cual religión, sino el tradicionalismo patriarcal y la cerrada oposición a los valores de progreso y modernización que siempre hemos identificado con el liberalismo y, al menos en Europa, el socialismo. Claro que a los conservadores esto no les conviene tanto como sacudir el espantapájaros islámico para enturbiar las aguas.

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[Wed Sep 13 13:23:19 CEST 2006]

Leo en la prensa de hoy que ha fallecido Joachim Fest, escritor alemán autor de una de las primeras biografías de Adolf Hitler publicada en 1973, de la biografía autorizada de Albert Speer y Dentro del búnker, que sirvió de inspiración más recientemente para la realización de la película El hundimiento. No es que pueda uno alegrarse del fallecimiento de nadie, pero lo cierto es que, cayendo la que está cayendo a cuenta de la confesión de Günter Grass, viene que ni pintado recordar la actitud de Fest y su familiar ante el nazismo. Como escribe El País en su necrológica:

Ha muerto tan sólo semanas después de anunciarse la publicación de unas memorias atípicas para un alemán de su época, en radical contraste con otras, porque con el título de Yo no, hacen un relato conmovedor de la resistencia al nazismo de su familia, no desde posiciones ideológicas sino desde la profunda convicción cristiana y ciudadana de su padre, que asumió la pérdida de privilegios y una intensa precariedad por resistirse —y obligar a su mujer y a sus hijos a otro tanto— a las presiones de unirse al partido nazi y a las estructuras del régimen.

Se trata de uno de esos casos (bastante comunes, todo hay que decirlo) en los que la religión sirve como inspiración de un comportamiento honesto y compasivo, en lugar de convertirse en excusa para cometer todo tipo de atrocidades. Que conste, Fest también acabó participando en la guerra al final del todo, cuando se presentó voluntario para luchar con la Wehrmacht y así evitar el reclutamiento forzoso en las Waffen-SS (¿les suena familiar?). Pese a todo, nos presenta con una realidad que muchos quisieran ignorar: a pesar de todos los pesares, siempre es posible la resistencia individual activa o pasiva a un régimen totalitario. Eso sí, el coste personal puede llegar a ser tan elevado que no sería justo siquiera exigirlo de todos aquellos que tienen la mala fortuna de verse abocados a vivir bajo la bota militar de un Gobierno corrupto y autoritario. La santidad está muy bien como ejemplo, pero no es realista esperar que todos podamos comportarnos de acuerdo a la consistencia moral más absoluta. {enlace a esta historia}

[Wed Sep 13 11:05:05 CEST 2006]

La viñeta de El Roto publicada hoy en El País refleja bien la realidad que vivimos desde los ataques del 11-S. El terrorismo islamista es una seria amenaza, qué duda cabe, pero a uno le queda la horrible sensación de que el fenómeno se magnifica con la sola intención de pescar a río revuelto, sacándole tajada al miedo en forma de amarillismo (en el caso de los medios de comunicación) o extensión descontrolada del poder ejecutivo (en el caso de ciertos políticos). Uno no puede evitar la sensación de que no nos vendría nada mal tomar las cosas con algo de calma.

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[Mon Sep 11 19:28:22 CEST 2006]

El País publica hoy un artículo de Juan Goytisolo defendiendo la alianza de civilizaciones de Zapatero en el que me encuentro la maravillosa frase que lanzó Castelio en un panfleto contra Calvino tras la quema de Miguel Servet:

"Matar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es matar a un hombre".

¡Qué pena que haya tantos aún que ignoren la máxima de Castelio! {enlace a esta historia}

[Sun Sep 10 12:03:42 CEST 2006]

Tantas cosas se han escrito últimamente a raíz de la confesión de Günter Grass de su pertenencia a las Waffen SS durante la guerra que, como era de esperar, algunas de las comparaciones se han llevado demasiado lejos. Ya escribí hace una semana sobre el artículo de Carlos Castilla del Pino, que me pareció incorrecto en su análisis de este tema. Pues bien, ayer pudimos leer una columna de José Vidal-Beneyto en la que criticaba, no sin razón, a Castilla del Pino por la utilización que había hecho de Dionisio Ridruejo a propósito de los engaños y mentiras de Grass. Como bien indica Vidal-Beneyto:

Viniendo a los españoles citados y centrándonos en Ridruejo, hay que decir que la autodenuncia de su enrolamiento en la Falange/franquismo fue muy temprana y que además hizo de esa denuncia-ruptura un banderín de enganche para la lucha por las libertades. No cabe mentira alguna en alguien de la integridad de Dionisio Ridruejo. Primer en y desde la Falange, que le lleva a enfrentarse en 1937 cuando apenas tiene 25 años, con Franco y a pagar el precio de ese enfrentamiento: cese en todos sus cargos y confinamiento en Ronda y Llavaneras durante seis años. Después, a partir de 1955, en su militancia democrática, con la fundación del Partido Social de Acción Democrática en 1957 y la Unión Social-Demoócrata Española en 1974, y su incesante acción contra la dictadura que le cuesta detenciones, cárcel y exilio. El papel de Ridruejo fue fundamental para la incorporación a la oposición democrática de la derecha civilizada en los aledaños del franquismo que resultó decisiva en el paso a la democracia. Pero sobre todo Ridruejo y sus libros Escrito en España (Losada, Buenos Aires, 1962) y Casi unas memorias (Planeta, 1976) fueron con Pedro Laín y su Descargo de conciencia testimonios pioneros del proceso de conversión a la democracia de dos líderes muy significativos del totalitarismo español. Desgraciadamente no han cundido los émulos y los numerosos relatos autobiográficos que nos han inundado en estos años no dan nunca ni cuenta ni razón del por qué del cambio político de sus protagonistas. Ni de aquellos que proceden del Movimiento Nacional ni de los que han abrazado las libertardes desde el comunismo estalinistas o maoísta. El ejemplo de Ridruejo debería ser un revulsivo cívico, una llamada a la conciencia política y moral de tantos españoles que después de haber acomodado su vida al franquismo viven ahora en el plácido conformismo de una democracia átona y desmoralizada.

No me termina de gustar el calificativo de "totalitario" que usa Vidal-Beneyto para referirse a Ridruejo y Laín Entralgo, pues me parece mucho más adecuado usar el de "autoritario", pero por lo demás no deja de tener razón en sus apuntes.

Y, por cierto, ya que estamos tratando del tema nuevamente, El País publica una entrevista con Günter Grass hoy mismo, en las que el escritor alemán se defiende de los ataques que ha sufrido estas últimas semanas. Merece la pena dejarle hablar a él. Así, a la pregunta de si el sentimiento de vergüenza por haber pertenecido a las Waffen SS iba aumentando con el tiempo, responde:

— Sí, este sentimiento de vergüenza fue creciendo según iba viendo y sabiendo todos los crímenes de los que eran responsables las Waffen SS y lo que era la culpa general de todo aquel sistema alemán que recaía sobre nosotros. Al dar mis datos biográficos, también cuando me manifestaba públicamente y en mis conferencias o artículos, nunca he ocultado que hasta el final de la guerra yo creía en la victoria final [del nazismo]. Y en esta cautividad ideológica no me pareceía aquello una ocultación de algo grave, sino de algo que yo tenía que solucionar conmigo mismo. Y ahora que esto está en el libro, tampoco creo que se acaba la vergüenza de haber estado en una unidad como ésta, aunque no me viera envuelto en ningún crimne de guerra, gracias a Dios. Sólo estuve poco tiempo en el frente y la división en la que me encuadraba ya sólo existía en rudimentos, estaba ya fraccionada; estuve en diversos grupos de gentes unidas casi por azar, entre los que había Wehrmacht [Ejército], Waffen-SS, Volkssturm [Defensa Popular] y hasta miembros de las fuerzas aéreas.
— Muchos se preguntan cómo es posible que, con lo que estaba sucediendo en esos meses en aquella zona en la que usted se hallaba, con ejecuciones de prisioneros soviéticos, con los soldados alemanes desertores o sospechosos de desertar colgados en las alamedas o en las farolas de los pueblos como usted describe en el libro...
— Sí, sí, eso lo cuento, allí estaban...
— ¿Pero cómo, cómo es posible que estando dentro de la división nunca oyera a compañeros de las Waffen-SS hablando de hechos semejantes ni tuviera noticia directa sobre los mismos?
— Para mí todo aquello, hasta aquellos momentos, no me era patente, no era consciente de ello. Soy crítico conmigo en mi propio entorno. Que es lo que es, en sí, el contenido del libro. Y esto ya comienza al principio de la guerra, con mi tío.
— Cuando ejecutan a su tío.
— Sí, a mi tío, que estaba en el servicio de correos polaco, lo matan, acusado de un acto de resistencia. Con la muerte de mi tío desaparece también de nuestra vida la totalidad de su familia. Los hijos de mi tío tenían mi edad y eran mis compañeros de juegos, y después de esto ya no se volvió a hablar de ninguno de ellos. Mis padres, de forma oportunista, impusieron el silencio sobre la suerte de todos ellos, y yo no hice preguntas. Éstos son los reproches que me tengo que hacer realmente. O cómo desapareció un compañero mío de colegio. Después de la guerra me lo encontré y supe que su padre había sido deportado a un campo de concentración, y conocí la suerte de su familia. Tampoco entonces me pregunté nada. Ni cuando detuvieron al profesor de Latín, un sacerdote católico que desapareció también durante un tiempo en el campo de concentración de Sutthof y volvió y no dijo nada. Y yo no pregunté. Eso siempre me ha perseguido. O con aquel que en el Arbeitsdienst se negaba a tocar un arma.
— Eso lo cuenta en el libro, el chico que dice que no y resiste tanto a los mandos como a la presión y al desprecio de todos los camaradas hasta que también desaparece.
— Sí, era un testigo de Jehová. Lo admiramos y odiamos al tiempo porque sufríamos las consecuencias de su resistencia. Ésas son las omisiones culpables que intento investigar en el libro. Y para mí resultan más graves que las pocas semanas en las SS, en las que me vi envuelto sin voluntariedad.

Pero son quizá las siguientes palabras las que respondan más directamente a las críticas que se le han lanzado estos días:

Se me puede criticar, y desde luego yo voy a aceptarlo. Pero también reclamo para mí el derecho de reservarme mis cuestiones hasta que encuentre fórmulas de expresarlas. Por ejemplo, he tardado mucho tiempo en escribir Krebsgang (A paso de cangrejo), en el que me ocupo de la suerte de los expulsados alemanes [de los territorios orientales]. Eso tenía mucho que ver con el destino de mis padres. Durante la ocupación soviética de la ciudad de Danzig [actual Gdansk, en Polonia], mi madre fue violada repetidas veces por soldados del Ejército Rojo. Para evitar que violaran a mi hermana, ella se ponía una y otra vez delante, y para que la niña de 14 años no fuera violada, ella lo fue de forma continua. Mi madre jamás habló de ello, y sólo lo supe después de su muerte. Únicamente pude hablar de ello al escribir este libro. Ésa es la complejidad de este proceso literario que se hace así en el paso (hacia atrás) del cangrejo. Creo de verdad que es mi derecho.

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[Sun Sep 10 11:33:18 CEST 2006]

El Cultural publicó esta semana una entrevista con Carlos Fuentes, quié acaba de publicar Todas las familias felices, en la que leemos unas palabras sobre la actualidad política mejicana que seguramente deberían llenarnos de esperanza:

— En el relato Una familia de tantas se dice que la corruptibilidad "es la premisa mayor a todos lo sniveles en México". Su país parece condenado a un Apocalipsis eterno.
Al contrario, creo que evitamos el Apocalipsis con una cantidad de mañas extraordinarias que tenemos los mexicanos desde tiempos de Moctezuma. A veces sí se expresa de manera revolucionaria, pero tiene una especia de sexto sentido para ir al borde del abismo y nunca caer.

Absolutamente cierto. Pocos países hay hoy en el mundo que, como México, se hayan encontrado al borde del precipicio de un conflicto civil abierto con tanta asiduidad y, sin embargo, haya logrado evitar la sangría una y otra vez. Cierto, tuvo su revolución, de tendencias tan socialistas como nacionalistas y anarquistas, en un batiburrillo muy mejicano, allá en 1910, pero desde entonces se ha encontrado varias veces a punto de verse abocado al apocalipsis del que habla Fuentes (movimientos estudiantes en los sesenta, mafia del narcotráfico en los ochenta y noventa, crisis institucionales como consecuencia de la corrupción política, manipulación de las elecciones que llevaron a la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, levantamiento popular zapatista...) y, de una u otra forma, siempre lo ha evitado. Esperemos que la reciente crisis política desencadenada por la negativa de López Obrador a reconocer el triunfo de Felipe Calderón en las elecciones presidenciales tampoco llegue a mayores, aunque no será desde luego por la actitud que está tomando el candidato perredista. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 7 18:38:48 CEST 2006]

El País publica hoy un artículo de Enrique Echebrúa sobre las víctimas, el perdón y la justicia que merece la pena tener bien presente en estos momentos en los que encaramos la negociación con ETA, Zapatero dixit. A continuación incluyo algunas de las reflexiones del artículo que me parecen dignas de subrayar, reproducidas aquí de forma deslavazada:

Las víctimas tienen un derecho a la reintegración a la vida cotidiana, como los delincuentes lo tienen a la reinserción. A las víctimas se les debe reparar lo reparable y reconocer lo irreparable. El primer requisito para defenser su dignidad es el recuerdo. La memoria de las víctimas ha de convertirse en exigencia permanente de deslegitimación de la violencia. No se puede en ningún caso relegar al olvido lo ocurrido. Un segundo requisito es la aplicación de la justicia. Todos los delincuentes tienen que rendir cuentas ante los tribunales y cumplir una condena proporcional al delito cometido. Es una cuestión de justicia asumir la responsabilidad de los propios actos. Otra cosa es que se pueda cumplir la condena con la flexibilidad que permite la ley.

(...)

Respecto al perdón, no puede ni debe ser obligatorio que el verdugo lo solicite, ni que la víctima lo conceda. El perdón afecta a la esfera personal. El perdón es individual y se trata de un don gratuito del ofendido al ofensor cuando éste lo solicita. Por tanto, como señala Ricoeur, nunca se debe; sólo se puede demandar, pudiendo ser rechazado con toda legitimidad. Por ello, ningún perdón verdadero puede ser el resultado de una decisión colectiva (Gobierno, Parlamento, etcétera). Al Gobierno sólo le corresponde la justicia; no el perdón, que sólo atañe a las víctimas. A su vez, al agresor hay que exigirle, más allá de las muestras de arrepentimiento, que constituyen un componente subjetivo, el reconocimiento del mal causado y las obligaciones objetivas que ello puede llevar parejas (resarcimiento económico, alejamiento de las víctimas, etcétera).

(...)

Las víctimas pueden estar acertadas o equivocadas en sus apreciaciones políticas, como cualquier otro ciudadano. Ser víctima no aporta un plus de valor a los análisis políticos. El Gobierno tiene el derecho y la obligación de buscar vías para la paz. De hecho, que no haya nuevas víctimas es algo que contribuye a la mejoría psicológica de las ahora existentes. Sin embargo, las víctimas son las portadoras de nuestra memoria, y no habrá paz que pueda construirse sin ellas o a pesar de ellas. Sería un error atribuir a los deseos de venganza la exigencia de justicia. Las víctimas tienen una obligación moral de dar testimonio de lo que ocurrió para que no vuelva a suceder. No hay mañana sin ayer. Por eso, hay que avanzar en curar las heridas del pasado a través de más justicia, más verdad y más reparación.

El único problema, por supuesto, es que todo esto queda perfecto en la teoría, pero los políticos no tienen más remedio que ensuciarse de fango en la cochina realidad. Bien está tener presente consideraciones éticas como las que menciona Echebrúa, pero no son pocas las ocasiones en que uno tiene que rebajar las expectativas y avenirse a alcanzar acuerdos imperfectos para que al menos avancemos todos juntos, aunque sea poco a poco. Tampoco conviene olvidar esto, pues desde el análisis objetivo y desapegado somos demasiado proclives a prescribir recetas altamente teóricas que casi son imposibles de poner en práctica, por más redondas y bellas que figuren sobre el papel. {enlace a esta historia}

[Thu Sep 7 09:50:38 CEST 2006]

La viñeta de Forges en El País de hoy ilustra bien el panorama que ofrece cualquier quiosco español a la vuelta de vacaciones. Esta misma mañana, cuando fui a comprar el periódico, me encontré con un gran cartón a la puerta del comercio anunciando una nueva colección de relojes de época. La cosa tiene su miga. Por un lado, me parece interesante, e incluso positivo, que por acá podamos comprar buenas obras fascículo a fascículo; pero, por otro, queda incluso estéticamente feo ver un quiosco de prensa repleto de estas publicaciones a más no poder. Casi se diría que las editoriales están a la que salta para sacarle el dinero a los consumidores con cualquier cosa.

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[Tue Sep 5 08:38:09 CEST 2006]

El escritor egipcio Naguib Mahfuz murió la semana pasada. Se trataba, seguramente, del escritor en lengua árabe más conocido del mundo, premio Nobel en 1988, fiel retratista de la calle cairota, articulista en el diario egipcio Al-Ahram y bestia negra de los fundamentalistas que trataron de asesinarle a puñaladas en 1994 después de que un jeque islamista (Omar Abdel Rahman, quién se encuentra en prisión en los EEUU en estos momentos por su participación en el primer atentado contra las Torres Gemelas en 1993) lanzara una fatwa contra él por presentar de modo supuestamente irreverente a Moisés, Jesucristo y Mahoma en su novela Hijos de nuestro barrio. Tan central era la escritura en la vida de Mahfuz que ya en 1988 declaró que "si las ganas de escribir me abandonan un día, deseo que ése sea el de mi muerte". Tiene poco de extraño que los fundamentalistas le colocaran en el punto de mira, dada su filosofía tolerante, modernista y, a decir de muchos, epicúrea, como dejara claro durante una entrevista con el diario francés Le Figaro en 1993:

"Cuando veo mi vida en su conjunto, me pongo contento. El sentido de la vida no es independiente de la vida misma. Vivir quiere decir comer, beber, dormir, amar, trabajar, pensar. Tal es el sentido de la vida".

Pero aún más radical les parecería a esos integristas su actitud tolerante hacia los demás, que seguramente ellos identificarán con cierta decadencia occidental:

"La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera".

¡Si sólo se escucharan esas palabras un poco más en esa región del mundo!

En fin, ayer mismo comencé la lectura de La maldición de Ra, que seguramente nadie considerará una de sus mejores obras, pero era lo que se encontraba más a mano. {enlace a esta historia}

[Mon Sep 4 11:49:46 CEST 2006]

Echándole un vistazo a algunas bitácoras literarias y culturales me encuentro con la noticia, publicada en El bibliómano, de que Penguin ha comenzado a vender libros en China, y la lista de los diez primeros libros que van a lanzar al mercado quita el aliento:

Cervantes; Don Quijote
Emily Brontë: Cumbres borrascosas
Charlotte Brontë: Jane Eyre
Victor Hugo: El jorobado de Notre Dame
Charles Dickens: Oliver Twist
Fiodor Dostoyevski: Crimen y castigo
Johann Wolfgang von Goethe: Fausto
León Tolstoy: Resurrección
Herman Melville: Moby Dick

Exacto. Todos ellos clásicos. Todos ellos imprescindibles. Y, a pesar de todo, solamente puedo decir que he leído uno, el Quijote, lo que deja bien patente lo que aún me queda para alcanzar un mínimo nivel de preparación cultural.

Por otro lado, el autor de la bitácora literaria Comeclavos habla de su primer día de horas prácticas en la editorial Siglo XXI, y nos muestra un par de fotos de la nueva sede social de la empresa en la calle Menéndez Pidal. Se trata de una casa de campo en el mismísimo centro urbano de Madrid.

Se trata de El Olivar de Chamartín, donde se esconden cien olivos centenarios y aún se conserva un ambiente auténticamente campestre que incluye hasta los aromas de jara, romero y mejorana traídos de la sierra. {enlace a esta historia}

[Sun Sep 3 11:14:07 CEST 2006]

No me gusta el cariz que están tomando las cosas en Bolivia. Leía ayer en El País que Evo Morales ha cambiado las reglas para dotar a la Asamblea Constituyente de poderes absolutos, en contra de lo que había prometido anteriormente. En la votación se decidió que los artículos de la nueva Constitución sean aprobados por mera mayoría absoluta, y no por dos tecios, tal y como establecía la anterior Ley Fundamental. De esta forma, el Movimiento Al Socialismo (MAS) del Presidente puede hacer y deshacer a su gusto sin necesidad de llegar a acuerdos con los partidos de la oposición, y ello a pesar del descenso en la popularidad de Morales entre sus conciudadanos y los resultados tan decepcionantes que obtuvo durante el reciente referéndum. Morales se está pareciendo cada vez más a Chávez, y no estoy nada seguro que de ahí pueda salir nada bueno. Las constituciones duraderas han de sostenerse en un amplio consenso, o de lo contrario no llevan sino al fracaso, la inestabilidad social y, en ocasiones, conflictos civiles. Me preocupa este populismo de nuevo cuño que se extiende por Latinoamérica por lo que tiene de semillas de autoritarismo. {enlace a esta historia}

[Sun Sep 3 10:42:58 CEST 2006]

Carlos Castilla del Pino publicó un artículo sobre el tema Grass en la edición de El País de ayer que me parece un buen ejemplo de la actitud que he venido criticando en estas páginas. Sostiene Castilla del Pino algunas ideas que, como ya he afirmado, me parecen perfectamente respetables, sobre todo el hecho de que Grass ha venido promoviendo una imagen de sí mismo como especie de conciencia moral de la nación alemana tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto, tiene poco de extraño que sean tantos quienes se deleitan en subrayar las contradicciones de quien no ha hecho sino lanzar proclamas morales durante décadas de debate sobre ciertos asuntos de responsabilidad histórica en Alemania. Ahora bien, las presuntas contradicciones de Günter Grass no han de mellar para nada la fuerza de los argumentos que haya usado durante todos estos años. Lo que se nos plantea aquí, en definitiva, no es (o no debería ser) un mero asunto de contradicción en el comportamiento de tal o cual intelectual, sino la cuestión de si las posiciones que ha mantenido en el debate político durante las pasadas décadas son correctas o no. De lo contrario, acabamos tratando estos asuntos de una forma que bien poco se diferencia de los tan denostados cotilleos de sociedad. Al fin y al cabo, ¿qué nos preocupa, la literatura de Grass o las anécdotas sobre su vida?, ¿sus posiciones políticas e intelectuales o las contradicciones en que, como todo hijo de buen vecino, haya podido caer?

En todo caso, si hay algo que he echado en falta en el tratamiento que he echado en falta en el tratamiento mediático de este tema, ha sido una actitud más comprensiva, guiada por la compasión. Tiene razón Castilla del Pino cuando afirma que Grass no se ha limitado a ocultar toda la historia sobre su pasado en las Waffen SS, sino que de hecho llegó a mentir cuando contó que había servido en un destacamento de artillería durante la guerra. Pero, ¿,acaso nos hemos llegado a plantear por qué Grass no quiso hablar en su momento de su pertenencia a las Waffen SS? ¿Hemos considerado siquiera el punto de vista de tantos alemanes que, viéndose forzados en su momento a participar en los esfuerzos bélicos, se avergonzaron después de no haber hecho nada por detener la barbarie nazi, se avergonzaron incluso de ser alemanes, y hubieron de aguantar unas cuantas décadas de culpa individual y colectiva? Son éstas, me parece, cuestiones mucho más interesantes, de mayor calado, de mayor contenido humano y moral, que las meras acusaciones contra un escritor particular a la que hemos asistido estos días. En definitiva, que me temo que hemos desaprovechado una oportunidad más para discutir a fondo un tema del que todos podríamos aprender mucho, y para hacerlo sin lanzar acusaciones, sin dar lecciones, sino aprendiendo unos de otros. Eso es lo que echo en falta. {enlace a esta historia}