[Sat Dec 23 19:20:53 CET 2006]

El País publica hoy una entrevista con Gilles Lipovetsky en la que éste reflexiona sobre la llamada feminización del lujo:

— ¿El hombre y la mujer desempeñan el mismo papel en lo que llama "democratización del lujo"?
— En mi libro [El lujo eterno] hablaba de la feminización del lujo. Empieza en el siglo XVIII y continúa, porque el lujo es cada vez más sensual y no es para mostrar poder. Responde a las aspiraciones del individuo, que quiere cosas bonitas. Quiere un coche y que el interior sea agradable. Pasamos de un lujo físico, de cosas materiales, a un lujo emocional. Y lo emocional es muy femenino y está asociado a la sensualidad. La sexualidad, el placer de los sentidos... es la feminización del lujo.
— ¿Este lujo no es una forma más de legitimar el consumismo?
— No. La democratización del lujo es sobre todo la expresión de una sociedad que quiere aprovechar el presente. Antes las clases pobres querían sobrevivir; ahora, viajar y tener coches de marca. Esto potencia los valores hedonistas.
¿Es un avance?
Es una vieja pregunta que se remonta al menos al siglo XVII. Hay dos posiciones: la de Voltaire, que dice que es la expresión de la civilización; y la de Rousseau, que afirma que esto conduce al hedonismo y al final de las virtudes.

En fin, todos sabemos a qué condujo en su momento el ascetismo rousseauniano frente al sofisticado escepticismo de Voltaire. A estas alturas de la Historia son pocos ya quienes se extrañan de la conexión clara, directa y evidente entre el idalismo de Rousseau y los dogmatismo totalitarios que nos asolaron apenas unos siglos más tarde (por no hablar de su influencia en la Dictadura del Terror francesa, por supuesto). A lo mejor nos convendría a todos un poco más de hedonismo, al menos hasta cierto punto. Jamás he conocido a un fundamentalista religioso entregado al hedonismo, la verdad sea dicha. De hecho, sólo un descerebrado se atrevería a negar que, al menos en este aspecto puramente material, buena parte de la Humanidad sí que ha experimentado un avance indudable. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 21 13:26:51 CET 2006]

No sé si se puede achacar a los años de gobierno de la derecha, pero lo cierto es que me marché en 1995 de un país mal que bien (pese a todos los escándalos de corrupción de la época) europeizado, y regreso ahora a una España casticista y taurina. Ayer, mientras asistía a una ceremonia en la escuela de mis niños con motivo de las fiestas navideñas que se nos vienen encima, tuve ocasión de ver una obrita montada por los alumnos de tercer curso en el que los pastorcillos supuestamente venidos de distinas partes del mundo entregaban sus regalos al niño Jesús en el pesebre. ¿Y qué se les ocurrió entregar a las dos niñitas andaluzas? Pues un baile por sevillanas con una letra que de hecho no venía ni a cuento, pues narraba la intención del individuo que las cantaba de volverse a enamorar en cuanto se "desennamorara". Aquello no pegaba de ninguna de las maneras, pero la audiencia se arrancó a palmadas, por supuesto. ¡Faltaría más! Es que se trata de nuestra identidad, ¿sabe usted? Solamente un "mal andaluz" o un "esaborío" no lo entendería. Pero ahí no queda la cosa. Hoy, siguiendo mi tradición de comprar un día un periódico y otro distinto al siguiente para conocer qué se cuece tanto en la derecha como en la izquierda, cojo El Mundo de los estantes del quiosco y le echo un somero vistazo a la portada para ser bienvenido por la siguiente cita de José Ortega y Gasset en primera página:

La historia del toreo está ligada a España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda.

Le tengo un enorme respeto al bueno de don José (y, de hecho, leo a menudo sus ensayos), pero hacía tiempo que no leía tamaña estupidez. La historia del toreo está ciertamente ligada a España, como está también ligada a Portugal o Colombia. De eso no cabe duda alguna. Pero de ahí a afirmar que sin conocer la historia del toreo uno no puede comprender la historia de nuestro país media un abismo. Es algo así como afirmar que sin conocer la historia del béisbol nadie puede hablar de los EEUU. ¡Ahí queda eso! Y es que, como advertí:a al principio, al regresar de los EEUU me he encontrado, para mi sorpresa, con la misma España castiza que tanto empeño pusimos en combatir en los ochenta, la de charanga y pandereta, la de los toros, el flamenco, las sevillanas, el ozú, mi niño, la grasia y el mal gusto, la España donde cada padre sueña con que su hijo se convierta en el dueño de los escenarios o amo del estadio de fútbol, pero ni siquiera se le pasa por la cabeza soñar con un niño empresario o científico. Por supuesto, estoy simplificando. Tampoco es que todo el mundo se comporte así, pero sí que me temo estar describiendo a una buena parte de la población. Se trata, qué duda cabe, de una España moderna y donde la gente puede viajar al extranjero sin pensárselo dos voces, pero ello no quita para que el casticismo aún esté ahí, al menos en la Andalucía donde vivo. Y, lo que es peor, los medios de comunicación públicos controlados por la Junta de Andalucía no hacen sino propagar esta penosa imagen de la España con grasia y salero que tanto he odiado siempre. No se trata de abandonar nuestra historia, no, sobre todo en aquellos aspectos que pueden ser más valiosos, como el del cante jondo, pero sí que me repatea este empeño en vender identidad, y más aún cuando se quiere limitar ésta a los lugares comunes de siempre, al dogma castizo con olor a alcanfor. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 21 09:59:57 CET 2006]

El País publica hoy un artículo de Ulrich Beck donde éste explica por qué le parece equivocado el concepto el choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Tras describir a grandes trazos el mundo de hoy, en el que hemos llegado a tan altos niveles de interrelación entre las distintas culturas que, como afirma Beck, se hace ya difícil distinguir con claridad a los nacionales de uno y otro país, el autor continúa:

Samuel Huntington trata de explicar estas contradicciones con la imagen del "choque de civilizaciones". Pero esta imagen es falsa. Aún es dedudoda precisamente del antiguo mundo de representaciones, en el que las culturas son construcciones cerradas herméticamente en una localización geográfica específica. Hoy se trata de lo siguiente: de mostrar, en contra de estos ideólogos tanto occidentales como orientales que militan a favor de la ilusión de la puerza, que la cultura es algo originariamente impuro, algo que se debe siempre a la mezcla de distintas "culturas" y, sobre todo y antes que nada, que se constituye como tal con esta mezcla. Por supuesto, Europa también ha recibido la herencia de los antiguos a través de la cultura árabe e islámica. Y naturalmente el islam estaba estrechamente entrelazada en muchas partes con el Occidente cristiano y con el mundo judío. No hay nada más falso que decir que la herencia europea y el islam compiten el uno con el otro.

A la vez, esta idea hermética de la cultura ignora que las líneas de tensión, división y de conflicto no son permanentes. En realidad, las identidades de grupo son recreadas permanentemente.

(...)

El motor central de los acontecimientos no será por mucho tiempo sólo la globalización, esto es la integración de contextos de actividades y experiencias más allá de las fronteras de los Estados nacionales. Se trata, sobre todo, de una competición en el seno de estas culturas que viven mezcladas y entre ellas mismas para imponer los preceptos del camino correcto, esto es el poder definir lo que es verdadero y lo que falso, lo bueno y lo malo, lo arriesgado y lo seguro. Los aspirantes a convertirse en países hegemónicos como Irán —¡y Estados Unidos!— se ven a sí mismos no sólo como naciones, sino como modelos morales, que enseñan el buen camino a la humanidad. Y Europa: ¿qué hace, a favor de qué está y para qué lucha?

En realidad, bajo mi punto de vista, negar la verdad elemental de mi lugar de origen y del mundo conceptual europeo y occidental, según la cual todas las personas están provistas de derechos inalienables y que, debido a ello, la democracia es la única forma de ejercer el poder que garantiza la dignidad humana, sería lo equivalente a un suicidio cultural. Precisamente, en la vecindad tan enigmática y conflictiva en la que estamos mezclados unos con otros esta verdad es más importante que nunca. Es la clave de la supervivencia.

La derecha española no pierde comba a la hora de criticar la propuesta de alianza de civilizaciones de Zapatero, pero tiene bien poco que ofrecernos a cambio, a no ser la hecatombe apocalíptica de Huntington. El diálogo intercultural es, qué duda cabe, bien difícil, pero no por ello menos necesario, y no conduce a nada el dejarnos llevar por un fundamentalismo cultural empeñado en imponer estándares de pureza. Hay, como Beck indica, unos baremos mínimos como los derechos inalienables de los individuos, por debajo de los cuales no puede haber negociación alguna posible, pero ello no quita para que manifestemos sin cortapisas nuestra firme intención a dialogar y, sobre todo, escuchar a otras culturas. El mundo del siglo XXI exige un nuevo tipo de liderazgo que no esté basado en la imposición y el iluminismo. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 20 12:28:27 CET 2006]

Mientras leía el interesantísimo artículo sobre el liberalismo social publicado en Wikipedia me encuentro con este estupendo esquema ilustrativo de las principales ideologías políticas en Europa:

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[Tue Dec 19 12:10:09 CET 2006]

Tras tanta promesa electoral incumplida, tanto por parte del PSOE como del PP, ya era hora de que el Presidente de RTVE fuera elegido por el Parlamento, y no nombrado a dedo por el Gobierno. La grosera manipulación de los medios de comunicación de titularidad pública ha sido casi una constante de nuestra joven democracia, y sobre ello hay un consenso casi unánime entre los analistas. Dudo mucho que el hecho de permitir que sea el Parlamento quien nombre al Presidente de RTVE vaya a cambiarlo todo de la noche a la mañana, aunque me parece un evidente ejemplo de paso en la buena dirección, especialmente si tenemos en cuenta que Luis Fernández ha sido elegido con el apoyo de ambos partidos mayoritarios. No obstante, todo esto me lleva a una reflexión más a fondo sobre el papel que debería ejercer la televisión pública en la España de hoy. A mi regreso de los EEUU, me he encontrado con una televisión, si cabe, aún más degradante que cuando dejé el país hace ya más de once años: concursos a troche y moche, sensacionalismo, periodismo del corazón, entrevistas facilonas y superficiales, ausencia completa de debate sobre los grandes temas políticos y sociales, programación cultural relegada a las altas horas de la madrugada, documentales que casi brillan por su ausencia, largometrajes del tres al cuarto repetidos hasta la saciedad, programación infantil ramplona y fuera de las horas establecidas por la regulación, canales regionales entregados al folklorismo de lo autóctono, omnipresencia del fútbol... En fin, un auténtico desastre. Quien haya gozado de la programación de canales como la BBC británica o la estadounidense PBS no tiene más remedio que tirarse de los pelos si decide sentarse frente a la dichosa pantalla. No soy un fanático de la televisión, desde luego. Incluso antes de regresar a mi país no la veía más de un par de horas a la semana, si es que llegaba a eso. Sin embargo, hace ya muchos años que me convencí de que la mejor política televisiva que podía llevarse a cabo consistiría en privatizar uno de los dos canales públicos para después volcarse apoyando un único canal con un fuerte contenido educativo y cultural, centrado en los documentales, la programación educativa para niños, la divulgación de las artes y las ciencias, y la promoción del debate y el diálogo entre los ciudadanos, aunque fuera a costa de un déficit continuo en sus cuentas. La televisión pública, siempre y cuando sirva un propósito auténticamente público, no tiene por qué ganar dinero ni mucho menos competir con las cadenas privadas en las encuestas de audiencia. Noticieros como The Newshour with Jim Lehrer en la estadounidense PBS, donde el afamado periodista se concentra solamente en cuatro o cinco historias a diario pero lo hace en profundidad e invitando a especialistas con conocimiento de causa (y no simplemente voceros capaces de llamar la atención con coloridos improperios) siempre me han parecido de lo más decente. El problema, por supuesto, es que ello requeriría una transformación radical de RTVE a la que parece nadie está dispuesto a arriesgarse. {enlace a esta historia}

[Tue Dec 19 11:15:36 CET 2006]

Hace también algo más de una semana que Carlos García de Andoin publicó un artículo en El País sobre la cuestión religiosa en la Segunda República que, una vez más, desborda sentido común. La verdad es que provoca algo de desazón el observar la estrategia de la crispación permanente y la retórica cargada de que hacen gala muchos de nuestros políticos (a ambos lados de la divisoria, me temo) sobre un asunto tan serio.

La modernización del Estado español exigía sin duda un proceso de laicización y de separación entre el Estado y la Iglesia. La formación del Estado había quedado sellada desde el siglo XVI por la confesionalidad católica. El nuevo régimen democrático debía constituirse sobre el principio de la libertad de conciencia y religiosa. Consiguientemente, debía afirmar la separación entre el Estado y la Iglesia y reconocer la libertad de cultos. En consecuencia, con ello había de impulsar diferentes medidas que toparon con las resistencias de la jerarquía católica de la época, como la escuela laica con religión optativa, la secularización de los cementerios, el divorcio civil o el reconocimiento de las confesiones minoritarias, principalmente de judíos y protestantes. Sin embargo el proyecto de laicización tomó un sesgo anticlerical excluyente y ello hizo fracasar el intento de una solución de conciliación.

Al contrario que tantos y tantos admiradores de nuestro pasado republicano que, obnubilados por el anticlericalismo ramplón y la quema de conventos, pretenden implantar un laicismo igualmente excluyente a principios del siglo XXI, Garcí,a de Andoin se muestra capaz de extraer la moraleja de aquella experiencia:

En lugar de instrucciones y declaraciones un tanto arrojadizas sería preciso ponernos a sentar las bases de un pacto por una laicidad incluyente. Es necesario el desarrollo activo de la laicidad del Estado, de las instituciones públicas y de las leyes ante restos de confesionalismo; pero debe hacerse no frente al factor religioso sino desde el reconocimiento de su aportación a la construcción de una sociedad justa, a la deliberación pública y a la convivencia democrática. También es preciso un marco ético y cívico compartido, pero éste debe sostenerse y enriquecerse no sólo desde matrices laicas sino también religiosas y desde el diálogo entre unas y otras. Es necesaria una acción positiva para superar la discriminación de las minorías religiosas como son la protestante, la judía y la musulmana, pero no para difuminar el catolicismo como una entre otras, obviando reconocer lo sociológicamente obvio, la singularidad cultural y pública del catolicismo en un país como España. Es hora de debate sobre el papel de las creencias religiosas en la sociedad española, pero aprendamos unos y otros de nuestra historia.

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[Tue Dec 19 10:29:38 CET 2006]

Hace ya poco más de una semana que leí una entrevista con el joven diputado socialista Eduardo Madina, víctima de un atentado de ETA en febrero del 2002, en la que el antiguo dirigente de las Juventudes Socialistas de Euskadi hace unas declaraciones llenas de sentido común:

Yo he procurado guardar muchas cosas. No he querido poner mi condición de víctima al servicio de mis tesis políticas. No quiero en ningún caso que mis testimonios tengan más peso que los de alguien que no sea víctima del terrorismo. Ser víctima no me parece un valor añadido a la hora de tener razón. Es verdad que soy una víctima de ETA, pero no sólo soy una víctima de ETA. Y he querido dejar todo esto muy claro en mi interior para que no sea ETA —o lo que ETA fabricó en mí el 19 de febrero de 2002— la que decida mis perspectivas, ponga mis filtros, genere mis críticas y construya mis pensamientos políticos, mis iniciativas, mis reflexiones.

También son dignas de reflexión éstas otras palabras suyas sobre las asociaciones de víctimas del terrorismo y la política puesta en práctica por el PP últimamente:

No me dolió que no estuvieran [los representantes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo o AVT] en el juicio porque no lo esperaba, pero unos días después alguien me envió una fotografía por Internet de José Alcaraz [el presidente de la AVT] dándole la mano a Sáenz de Ynestrillas en la puerta de la Audiencia Nacional y entonces, en ese momento, sí me dio pena que prefiriera la compañía de Ynestrillas a la mía.

(...)

Estoy convencido de que hay gente dentro del PP que no está de acuerdo con la frase estrella de Mariano Rajoy: "El Gobierno de Zapatero está traicionando a las víctimas". Esa es su mayor aportación de la legislatura, su titular, su momento estelar, su hit, su cima más alta, pero ahí se desmontó como político, se convirtió en otra cosa. Se deconstruyó a sí mismo como aspirante a la presidencia de un gobierno. Él ya no valo para eso después de la frase. Le va a perseguir siempre, toda su vida, a no ser que algún día pida perdón por ella.

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[Tue Dec 19 09:54:11 CET 2006]

Leo en la bitácora de Jean-François Fogel que Gore Vidal está en estos momentos en La Habana lanzando improperios y acusaciones sin ton ni son contra la Casa Blanca, como suele hacer. Y es que la inquina de Vidal hacia el Presidente Bush y sus correligionarios no tiene fondo. En todo caso, lo que me llamó la atención fue el siguiente párrafo:

Gore Vidal describió muy bien, en varios ensayos, la doble maldición de Washington: los republicanos son conservadores (rechazan el cambio) y los demócratas son reaccionarios (quieren volver a los tiempos de Roosevelt). Sería bueno saber que su viaje al Caribe le ha servido para descubrir la tercera maldición: los revolucionarios son fósiles (para ellos, ya se terminó la Historia).

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[Wed Dec 13 17:27:34 CET 2006]

Y, hablando de El Hombre Que Comía Diccionarios, también me encuentro en él una peculiarísima lista escrita por Daniel Eatock, de la cual entresaco aquí algunos renglones:

I have collected a glass full of sea water in Brighton and carefully carried it back home on the train in a tube without a lid trying not to spill it then placed it at the side of my bed until it evaporated.

I have compiled a definitive list of every single Formula 1 driver who has ever raced in a world championship race.

I have compiled all the song lyrics from every Beatles song in order of release on a single A2 sheet, there are over 24,000 words, I can start reading from anywhere on the sheet and recognise the song.

I have a small clear plastic box where I am collecting every single nail clipping from my fingers and toes, I have been collecting for over one and ahalf years.

I have given my very first grey hair to my mum for Christmas.

I have placed every single photographic print of my girlfriend Flávia loose in an A1 box frame, this can be shaken to bring different pictures to view at the front of the pile.

I have a Catalonia sticker on the front of my Vespa scooter, even though I have never been there.

(...)

I have driven a Porsche 911 GT3, Ferrari 355, Ferrari Testarosa, Ferrari Daytona, TVR Griffin 500, AMG Mercedes CLK.

I have balanced an AS4 sketchbook on my knee and drawn my legs below the book.

I have 373 CD's compiled in alphabetical order.

I have 14 pairs of red and brown striped socks.

(...)

I would like to write non stop for 24 hours.

I would like to know how many nightlight candles I can light before the first one burns out.

I would like to copy, on a single page, ever-single artists signature from every artwork displayed in the Tate Modern.

I would have liked to have seen Nirvana play live.

(...)

I would like to traing and then swim the English Channel.

I would like to make the smallest ton.

I would like to see a ton of feathers.

(...)

I like to wear clothes until the fabric wears out.

I like words that sound the same that have different meanings.

I like artworks that have conclusions.

I would like to make a CD containing noise pollution, a jack hammer, a generator and a burglar alarm.

I would like to do a 24 hour hug with Flávia in a public gallery.

I like both the words, fluent and affluent.

(...)

I would like to put an AlkaSeltzer in a pint of beer.

En fin, y así continúa línea tras línea. Me parece de lo más surrealista y, al mismo tiempo, sugerente. {enlace a esta historia}

[Wed Dec 13 17:18:38 CET 2006]

Leo en El Hombre Que Comía Diccionarios (interesante sitio web éste, por cierto) unas cuantas frases de Jorge Wagensberg sobre Dios que merece la pena reproducir aquí:

Dios pudo inventar la física, pero tuvo que aceptar la matemática.

Si Dios, que es eterno, creó el mundo, entonces ¿en qué se ocupó durante la primera semieternidad?

La afirmación "Dios no es necesario para explicar la realidad" no es una conclusión de la ciencia, sino una de sus hipótesis de trabajo.

La frecuente atribución humana de una catástrofe natural a un castigo divino es un indicio (otro) de que Dios está hecho a la imagen y semejanza del ser humano.

Dios no puede ser a la vez bueno y omnipotente.

Es inútil rogar a Dios, ya que Él es uno de los pocos conceptos que, por definición, no cambia.

La religión es un placebo existencial.

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[Sun Dec 10 09:51:48 CET 2006]

El País publica hoy un editorial sobre la pastoral titulada Observaciones morales ante la situación actual de España, recientemente difundida por la Conferencia Episcopal. El editorial, me parece, viene a ilustrar bastante bien el estado de las relaciones entre el Estado y la Iglesia, así como los límites que debiera tener el discurso de ésta última:

Al publicar su instrucción pastoral, los obispos han ejercido un derecho legítimo para cualquier ciudadano, del que no pueden verse privados por su condición de representantes de la Iglesia. Pero, al hacerlo, están obligados a aceptar el deber correspondiente: someter sus puntos de vista a la crítica, sin reclamar una intrínseca superioridad moral. O ministros de su religión cuando se refieren a materias propias de la fe, o ciudadanos cuando hablan sobre lo que es común a creyentes y no creyentes. Pero no instancia moral universal para asuntos temporales, que supondría otorgar a unos ciudadanos el privilegio de actuar como instancia suprema de legitimidad, por encima de las instituciones representativas elegidas por los ciudadanos.

Por lo demás, las rotundas tomas de partido de la instrucción pastoral colocan a los obispos españoles ante flagrantes contradicciones con su comportamiento ciudadno. Poca credibilidad puede tener una organización que reclame por un lado el respeto a las decisiones judiciales en materia de política antiterrorista, pero desafía por otro a los tribunales cuando se pronuncian desfavorablemente sobre los casos que le afectan, como las denuncias por pederastia contra algunos sacerdotes o las sentencias sobre despidos improcedentes de profesores de religión. Resulta llamativo que los obispos denuncien el supuesto proyecto de imponer el laicismo como religión de Estado, describiéndolo como "antesala del totalitarismo", cuando, por su parte, exigen que la materia escolar de religión sirva de catequesis católica imperativa, como si la enseñanza hubiese de ser el instrumento para algo, esto sí tan totalitario y en realidad de otra ´poca, somo sería unificar a los españoles por la creencia. También sorprende que la Conferencia Episcopal eleve la unidad de España a categoría de bien espiritual obligatorio para todos los ciudadanos, cuando los propios obispos no han sido capaces de obtener la unanimidad alrededor de un simple documento.

Cabe subrayar, en primer lugar, el manifiesto posicionamiento ideológico de Iglesia católica con los sectores más conservadores de la sociedad española. Se trata, sin lugar a dudas, de algo archisabido, pero que no por ello debemos dejar de señalar, pues una institución claramente partidista (esto es, que toma partido continuamente, y de una forma incluso predecible en la mayoría de las ocasiones) no puede aspirar a elevarse sobre la refriega en que se ha convertido en estos días el debate político en nuestro país, pretendiendo convertirse en la sensata voz de la razón, como parece ser la intención de los obispos españoles. Pero es que, en segundo lugar, y como indica el editorialista de El País, la Iglesia suele presentarse como referente moral universal, absoluto e inapelable, aplicable tanto a asuntos religiosos como temporales, y de obediencia exigible tanto a creyentes como a no creyentes. Es decir, la Iglesia española adolece aún de ciertos tics heredados no ya del franquismo sino de su propia tradición histórica secular por la que se muestra incapaz de concebir su papel como agente social sin impartir lecciones de moral a propios y extraños, arrogándose poderes que rayan en una cierta función de supervisión del Estado similar a la que se impusiera durante los negros años del nacionalcatolicismo. Después de más de treinta años de democracia, la Iglesia española aún no ha sabido redefinir su papel en una sociedad secularizada, moderna y democrática como la nuestra. Lo que es peor, ni siquiera parece que se lo estén planteando. Finalmente, los llamamientos a la unidad de España, respetables, lógicos y razonables como son, adolecen de un tufillo ultramontano absolutamente inaceptable a estas alturas, sobre todo cuando se usa como principal argumento la opinión de que se corra el riesgo de disgregar una entidad cristiana. La concepción de España como "unidad de destino en lo universal" nos retrotrae a otros tiempos. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 7 12:25:29 CET 2006]

Leyendo acerca de la conversación mantenida entre Alejandro Gándara y el director de cine Alejandro González Iñárritu me encuentro con la siguiente afirmación del segundo:

Me hace gracia que a veces me acusen de no ser localista, de no ocuparme más de México. Nunca me han gustado las fronteras ni las banderas. Siempre he preferido lo universal. Donde se sienta éste (señala el trasero) es de donde soy.

En fin, lo de siempre: el nacionalismo de pocas luces, empeñado como siempre en apropiarse del artista (o el deportista, o el científico...) para servir sus propios fines propagandísticos. Tampoco hay que irse tan lejos, y echar mano del nazismo o el estalinismo, para observar un ejemplo de opresión del individuo a manos de una ideología que no cree en límites. Lo preocupante es que este nacionalismo al que nos referimos aquí es más frecuente de lo que parece, y no se encuentra limitado tan sólo a grupos extremistas, ni mucho menos. {enlace a esta historia}

[Thu Dec 7 10:57:11 CET 2006]

Hace ya un par de días, mientras leía un extracto de Comer y beber a mi manera, de Manuel Vicent, me encontré con una divertida anécdota:

En tiempos de la revista Hermano Lobo, entre 1972 y 1976, una noche a la semana, un grupo de humoristas nos reuníamos a cenar en el restaurante Casa Picardías de Madrid para planificar el número siguiente. Sentados a la mesa estaban Forges, Chumy Chúmez, Perich, Ops y Summers con Umbral, Cándido y José Luis Coll, entre otros.
—¿Qué van a tomar? —preguntaba el camarero.
— Yo quiero de primero una ensalada de endibias —dijo Forges una vez.
— ¿Endibias? ¿Eso qué es? —preguntó Chumy.
— Endibias es eso que tú me tienes a mí —contestó Forges ante la carcajada de toda la mesa
.

Llegadas de Holanda, las endibias acababan de entrar en todas las cartas de los restaurantes españoles, pero, al parecer, el genio de Chumy Chúmez lo ignoraba. El ligero amargor que llevan en su alma era una novedad para nuestro paladar. En seguida sus cogollos y sus hojas en forma de barquichuelo fueron cargados con salsa de queso de Roquefort y con otros aditamentos hasta hacerlos absolutamente sociables.

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[Tue Dec 5 17:28:47 CET 2006]

Ya que me ha atrevido a publicar mi primer enlace a un video de YouTube, ahí va otro que me encontré hace unos minutos. En este caso, se trata de una corta entrevista a Jack Kerouac, el escritor de On the Road y uno de los máximo representantes de la Beat Generation americana, que salió al aire en su momento en el programa de Steve Allen. La verdad es que el presentador tiene, me parece a mí, un cierto aire de arrogancia y suficiencia mientras pregunta a Kerouac. En cualquier caso, el poema que recita el escritor mientras Allen toca el piano parece estar sacado de Visions of Cody.

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[Tue Dec 5 17:03:17 CET 2006]

Navegando por la red me he topado con un maravilloso sketch de los inefables Monty Python que me ha hecho bastante gracia:

{enlace a esta historia}

[Mon Dec 4 17:08:20 CET 2006]

Cuesta trabajo entender que, con la que está cayendo ahí fuera, la tradición laica ilustrada no esté teniendo más aceptación siquiera en nuestras democracias avanzadas. Me explico. Hace apenas un par de horas leí un artículo de Jean Daniel, titulado Los absolutos asesinan, publicado en la edición de hoy de El País, y en la que el autor reflexiona sobre el enfrentamiento entre Jesús y Mahoma:

...en mi opinión, sólo habrá auténtico diálogo si se habla de las diferencias y los diferentes, más que ensalzar los parecidos y las coincidencias. El camino hasta llegar ahí es difícil, sencillamente porque en la religión existe —por ser una religión, y más aún si es monoteísta— una concepción de lo absoluto que excluye a los demás. (...) Hay que recuperar los amplios horizontes de los paganos en los que los dioses se toleraban mutuamente, en vez del espacio cerrado del monoteísmo en el que se enfrentan distintas concepciones de un mismo dios.

Poniendo como ejemplo El libro del gentil y de los tres sabios, de Raimundo Lulio (donde tres representantes del cristianismo, el judaísmo y el Islam intentan convencer al autor de que su religión es la verdadera y, finalizadas las sesiones, le preguntan cuál de ellos se lleva el gato al agua sólo para ser sorprendidos por la sugerencia del sabio cristiano, quien les explica cómo es mejor no saberlo, pues a partir del momento en que el gentil dejara entrever un ganador los otros dos se convertirían automáticamente en enemigos), Daniel concluye:

El diálogo interconfesional sólo podrá progresar con la condición de que exista un criterio común por encima de los textos religiosos y con arreglo al cual sea posible juzgarlos.

En otras palabras, lo que aquí propone Jean Daniel tiene un nombre bien claro: laicismo. Que quede bien claro, no me estoy refiriendo a la tradición anticlerical, tan cara a los republicanos franceses, sino al laicismo de raigambre ilustrada. Aún más, me estoy refiriendo a un laicismo plenamente tolerante hacia la fe de los demás, algo que desgraciadamente no predomina mucho. Pero que quede claro: ese "criterio por encima de los textos religiosos y con arreglo al cual sea posible juzgarlos" sólo puede ser, a lo que yo alcanzo a ver, la razón. ¡Oh, sorpresa! {enlace a esta historia}

[Mon Dec 4 15:21:37 CET 2006]

Daniel Innerarity escribe hoy en El País sobre los cambios que parecen estar experimentándose en el concepto de lo político y las confusiones que está creando en el seno de la izquierda:

La izquierda no convence cuando se sitúa como si estuviera reñida con la realidad como tal sino cuando es capaz de convencernos de que la derecha hace una mala descripción de la realidad. Sería catastrófico dar por perdida la definición del campo de juego, aceptando alguna de las dos posibilidades que se le ofrecen: competir en la pugna por gestionar mejor esa realidad (como pretende el socialismo neoliberal) o combatirla desde el moralismo inofensivo (como pretende la versión tradicional del socialismo que sólo sabe renovarse parasitando de los movimientos sociales alternativos).

(...)

Frente al discurso dominante que habla de que agotamiento de las ideologías erige al interés como único protagonista de la vida política, tal vez sea precisamente lo contrario: sin ideologías cerradas se abre el espacio para la ideas, es decir, para la política como actividad inteligente. (...) Contra los administradores oficiales del realismo hay que defender que la política no es mera administración, ni mera adaptación, sino configuración, diseño de los marcos de actuación, adivinación del futuro. Tiene que ver con lo inédito y lo insólito, magnitudes que no comparecen en otras profesionas muy honradas, pero ajenas a las inquietudes que provoca el exceso de incertidumbre. El tipo de acción que es la política no opera únicamente con meras reglas de la experiencia, con las enseñanzas cómodamente almacenadas entre lo sabido. Quien sea capaz de concebir esta incertidumbre como oportunidad, verá cómo la erosión de algunos conceptos tradicionales hace nuevamente posible la política como fuerza de innovación y transformación. Es urgente llevar a cabo una redefinición del sentido y de los objetivos de la acción política a partir de la idea de que en ella se conocer, es decir, se descubren aspectos de la realidad y posibilidades de acción que no pueden percibirse desde nuestras prácticas rutinarias y nuestros debates preconstruidos.

No sé si la izquierda está suficientemente preparada para esta tarea e incluso puede que ni siquiera se haya dado cuenta de que es necesario acometerla. Ni sus conceptos ni sus prácticas están en condiciones de hacerse cargo de la complejidad de nuestras sociedades. Pero tarde o temprano deberá acometer una definición propia de la realidad política en campos como la seguridad, el pluralismo, la integación, Europa o la mundialización. La inteligencia política consiste ahora en aprender la nueva gramática de los bienes comunes que se realiza en estos asuntos. Lo que podríamos llamar izquierda liberal o socialdemocracia liberal apenas se ha estrenado en este debate y ya es hora de que nos explique por qué la realidad no es conservadora.

Pues bien, precisamente ahí es donde me sitúo yo, en la tradición política de un liberalismo progresista que, al menos desde los años ochenta, ha venido funcionando desde dentro del PSOE. Como señala Innerarity, la versión tradicional del socialismo, que podemos identificar más o menos con Izquierda Unida en nuestro país, prefiere tomar partido por un moralismo inofensivo e inoperante, una actitud a fin de cuentas conservadora que no hace sino condenarnos a la resignación (eso sí, quedando siempre como perfectos defensores de la utopía, evitando la inconsistencia a fuer de no tener que llevar sus ideas a la práctica jamás). Frente a esto, prefiero defender el derecho a equivocarse en un intento de promover valores tan importantes como los de la libertad, la tolerancia y la justicia social. Tiene razón, no obstante, Innerarity al señalar que la socialdemocracia también tiene que renovarse y reencontar su razón de ser en un mundo donde el concepto mismo de lo político está cambiando. Precisamente son fenómenos como el resurgir de lo religioso o la inmigración los que nos obligan a repensar conceptos como bien e interés público, libertad, tolerancia, respeto, responsabilidad, civismo y res publica que muchos creían periclitados. La tradición liberal progresista, la que entronca directamente con el espíritu ilustrado, tiene mucho que decir en este aspecto. {enlace a esta historia}

[Sun Dec 3 20:11:20 CET 2006

La Conferencia Episcopal publicó un documento hace tan sólo unos días en el que se quejaba de "una utilización de la memoria histórica guiada por una mentalidad selectiva [que] abre de nuevo viejas heridas de la Guerra Civil y aviva sentimientos encontrados que parecían estar superados". Pues bien, hoy mismo responde Santos Juliá desde las páginas de El País con una lógica implacable:

Haciendo buena la definición de Carl Schmitt, que veía en la Iglesia universal una complessio opositorum, la Iglesia católica española fue durante la Guerra Civil víctima y verdugo. Su memoria selectiva la lleva a olvidar lo segundo para celebrar ritualmente lo primero. Podría, si no quiere seguir desempeñando un papel principal en este peligroso juego de las memorias enfrentadas, recordar lo segundo sin olvidar lo primero. En ese caso, tendría que publicar otra Instrucción pastoral reconociendo haber bautizado como cruzada la Guerra Civil y haber impulsado, invocando a los mártires de una guerra santa, el exterminio del enemigo por un Estado que se definiía a sí mismo como católico.

Entonces, a lo mejor, los obispos españoles —que han cerrado bajo siete llaves la memoria del Concilio Vaticano II— podrían recuperar algo de su autoridad para impartir "orientaciones morales ante la situación actual de España". Mientras no lo hagan, la memoria selectiva de los demás —cada cual tiene derecho a la suya— sólo recordará que de los males que han afligido a la nación española durante los dos últimos siglos, el más terrible fue el de la represión del laicismo y de otros venenos similares ejercida por los clérigos en la Guerra Civil y en los años sin fin de aquel Estado católico que con tanta euforia emprendió los trabajos de depuración una vez la guerra terminada.

La Iglesia católica, está claro, se quiere erigir en juez y parte en este debate sobre la memoria histórica lo que, inevitablemente, le hace perder cualquier credibilidad entre quienes se identifican con el bando opuesto. Y, sin embargo, la sociedad entera necesita que nuestra jerarquía eclesiástica tenga la entereza de pedir perdón por sus errores y hacer un llamamiento a todos los españoles para que, recordando, seamos capaces de cicatrizar viejas heridas. La izquierda cometió errores graves durante la Segunda República, ciertamente. Los he mencionado en estas mismas páginas en otras ocasiones. No me duelen prendas en reconocerlo. Ahora bien, la derecha política y social (lo cual, evidentemente, incluye a la propia Iglesia) es tan responsable como el que más por haber destapado la caja de los truenos y haber permitido campar a las fuerzas del odio y la represión por nuestra tierra. Es verdaderamente inadmisible que los mismos prelados que lanzan proclamas contra la memoria selectiva miren para otro lado cuando alguien saca a colación la multitud de ejemplos en los que representantes de la Iglesia señaron con dedo acusador a las víctimas de la represión franquista o justificaron sus crímenes bajo el manto protector de la ideología de la cruzada contra el infiel. La Iglesia aún tiene que desempeñar un papel importantísimo en la vida cotidiana española, como lo ha hecho en el pasado y solamente los anticlericales más acérrimos dejarán de reconocer que también también han aportado muchísimo a nuestra sociedad. Precisamente por ello, lo que necesitamos ahora es una Iglesia compasiva y tolerante, generosa, capaz de reconocer sus errores y hacer un llamamiento en favor de la unidad y el diálogo. Habrá muchos dentro de la izquierda que no aciertan a ver esto que propongo siquiera como una posibilidad. Yo, por mi parte, prefiero confiar en el buen sentido de tantos y tantos cristianos como hay en nuestro país que simplemente quieren vivir su fe de manera íntegra y consistente. {enlace a esta historia}

[Sun Dec 3 19:44:59 CET 2006]

El País publica hoy una interesante entrevista con Jürgen Habermas en la que éste reflexiona sobre la relación entre lo religioso y lo laico, entre otras cosas:

Como es natural, me parece elogiable que el Papa subraye la racionalidad de la fe cristiana. Pero en su discurso de Ratisbona atribuyó este mérito a la helenización del cristianismo y a la relación del cristianismo con la metafísica griega. Esto contiene una doble provocación. Por un lado, la modernidad piensa más bien posmetafísicamente. El concepto fuerte de razón metafísica se ha hecho problemático. Con esto quiero decir que hoy preferimos que sean Kant o Wittgenstein, antes que Platón, quienes nos ilustren sobre qué quiere decir "racional". ¿Debemos, pues, volver más atrás de estos modos modernos de pensar? Por otro lado, la imbricación de la racionalidad de la fe cristiana con una vía filosófica específicamente occidental también plantea la pregunta por la exclusividad del acceso a la fe: ¿no hay caminos, en otras tradiciones, que conducen a una fe "racional", compatible con la renuncia a la violencia propia de la democracia y de los derechos humanos?

(...)

Ciertamente, soy amusical ante la religión, como Weber. Pero en mi opinión, en la esfera pública política los ciudadanos seculares y religiosos, como miembros de la misma comunidad política, deben abordarse con respeto mutua y disposición a aprender recíprocamente, es decir, con los oídos abiertos. No creo en un choque inevitable de civilizaciones. Sólo podemos integrar a inmigrantes de orígenes culturales y religiosos ajenos si, por nuestra parte, también abrimos nuestras formas nacionales de vida. La integración no es una vía de sentido único, sino que exige la ampliación del propio horizonte. Naturalmente, el Estado democrático de derecho debe imponer sus normas. Pero eso no lo niega nadie. Por tal motivo, combatir el odio y la violencia exige una autoconciencia tranquila, no afán de provocar. En la misma medida en que la guerra contra el terrorismo no es una guerra, tampoco ese imaginario islamofascismo es una magnitud espiritual que nos amenace. Quien se dedique a juguetear con este sinsentido lo que hace es tocar a rebato contra un indeterminado enemigo interior. Debemos precavernos frente a semejante militarización del espíritu occidental.

Pues eso es precisamente lo que parecen estar haciendo George W. Bush, Aznar y otros líderes de la cruzada anti-islámica, tocar a rebato y extender el temor a la amenaza de un enemigo interior en buena parte imaginario. Tenemos que afrontar, cierto, el tema de la inmigración, encontrando la forma de sentar unas bases mínimas para la convivencia que no pongan en peligro las libertades conquistadas durante los últimos doscientos años. Sin embargo, flaco favor les hacemos a futuras generaciones si pretendemos construir esa sociedad plural sobre las bases del miedo al otro. Como bien dice Habermas, la situación exige responsabilidad y generosidad, ampliación de nuestros propios horizontes para concebir unas normas sociales que faciliten la integración de quienes arriban a nuestras costas. En definitiva, en sus inmejorables palabras, habremos de reconocer antes que nada que la integración no es una vía de sentido único. A partir de ahí, a lo mejor seremos capaces de construir algo verdaderamente valioso. {enlace a esta historia}

[Sun Dec 3 19:10:29 CET 2006]

En un artículo titulado Los libros y escrito por Luis García Montero leí ayer la siguiente reflexión que, hasta cierto punto, debería sorprendernos bien poco:

Alguna vez he sospechado que la calidad poética tradicional de Andalucía estaba relacionada con su falta de modernidad económica. Puede parecer una paradoja triste, pero no es muy desatinado pensar que la ausencia de una mentalidad industrial positivista ha permitido conservar el mundo sensual, pausado y nostálgico del que nacen los poetas. La poesía exige una honradez intelectual que sabe convivir con la pobreza.

A partir de ahí, García Montero entra en disquisiciones sobre las críticas lanzadas contra la Junta de Andalucía por el alto número de invitados que se llevó a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con motivo de que la edición de este año estuviera dedicada a nuestra región. Yo, por mi parte, no voy a entrar en ese tema, y me voy a limitar a comentar las palabras que he dejado transcritas arriba. Encuentro la última frase bastante discutible, pues no me queda nada claro que el poeta haya de ser más honrado que el novelista o el ensayista, por poner tan sólo un par de ejemplos. Como suele ser el caso, de todo hay en la viña del Señor, y de la misma manera que hay poetas honrados, también los hay que pusieron su pluma al servicio de las causas más atroces. Las intenciones quizás fueran de lo más loables pero, como suele decirse, el camino hacia el infierno está pavimentado con buenas intenciones (o, al menos, así es como se dice en inglés, literalmente: the path to heaven is paved with good intentions). Ahora bien, le doy toda la razón a García Montero en el resto de sus afirmaciones. Conforme nuestras sociedades se han desarrollado económicamente dando lugar a la modernización política y social, hemos asistido al mismo tiempo a una grave crisis de la poesía, al menos de la poesía pura, que no tal vez de la asociada a la música popular. En este sentido, cuestra trabajo pensar que cualquier poeta contemporáneo alcance la relevancia social que tuvieran en su momento literatos de la talla de Lorca, Alberti o Cernuda, aunque siempre cabe preguntarse si incluso éstos contaron alguna vez con el reconocimiento de sus coetáneos. Sucede a menudo que nos hacemos una idea demasiado idealizada de cómo fueron las cosas en el pasado. ¿Podrá esta tendencia deberse quizás al hecho de que la modernización suele traer consigo la alfabetización y, con ella, la preeminencia de la palabra escrita sobre la tradición oral?

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[Fri Dec 1 15:22:55 CET 2006]

Parece bien evidente que las cosas ya se están saliendo de madre con esto del proceso de paz y la negociación con ETA y Batasuna. Desde luego, no hace falta ser un lince para darse cuenta de que los populares vienen usando el tema como espolón para atacar al Gobierno casi desde el primer momento. Pero ahora, por si fuera poco, ya estamos pasando de la mera politización con usos partidarios a ciertas posiciones de intolerancia manifiesta que tienen un tufillo fascistoide que apesta. Véanse, si no, las palabras escritas por Arcadi Espada en su bitácora a cuenta del incidente acaecido en la Audiencia Nacional hace un par de días cuando María San Gil cruzó su mirada con la del etarra Txapote:

No debiera haberlo hecho. Los ojos de San Gil aceptan que hay otros ojos en ese concepto enjaulado y que hasta puede verse en ellos. Ojos que aceptan al soldado. Entre la mirada de María San Gil y las declaraciones de Patxi López sobre la existencia de razones (es decir, de buenas razones) para el terrorismo hay una gran distancia política; pero los dos admiten que hay alguien al otro lado. Ésta es, siempre, la primera batalla que gana el terrorismo. El terrorista se permite, y así lo exhibe, la deshumanización absoluta de su víctima. Él no dispara jamás contra un hombre, y no ve por tanto esparcidos ni páncreas ni venas ni gel cerebral, y es por lo mismo por lo que vuelve de la oficina a casa silbando y descorcha un solar de samaniego, por concepto.

Yo creo que el trado que da el terrorista a sus víctimas es el que debe recibir de ellas y de toda la gente libre. Nada humano hay allí que merezca una mirada. Por las mismas razones es absurdo exigirles que pidan perdón. El perdón es una negociación, una rima entre iguales. No somos iguales. Comprendo que los capellanes digan otra cosa. Pero es que ellos son distintos: convierten el agua en vino, multiplican el pan y los peces y saben que Dios está en los pucheros. A pie de obra, el mundo se ve bajo: todos venimos de Darwin, pero sabemos que un gen partío puede dar un hombre o un chimpancé. No sólo las miradas o el perdón habrían de revisarse. También altos y firmes conceptos como rendición. Rendición llama a dos éticas, por no decir a dos ejércitos, en lucha. Otra pequeña victoria semántica inadvertida. Y otra más, la decisiva. El decir terroristas cuando sólo deberíamos decir terrorismo.

Es decir, que hemos llegado a lo que más me temía: el momento en que un respetado comentarista político se niega a reconocer al terrorista como lo que es, un terrorista, un individuo, una persona, un semejaten al fin y al cabo. Espada prefiere la comodidad de ver al etarra Txapote (el criminal Txapote, para que queden las cosas bien claras) como un concepto abstracto, como terrorismo en lugar de terrorista. ¿Se atreverá también a dar el siguiente paso, el único paso que puede ser consecuente con sus posiciones, y negar cualquier tipo de derecho al Txapote ciudadano, al Txapote ser humano?. Mal andan las cosas cuando quienes se sitúan del lado de la democracia y los derechos humanos escriben estas cosas que escribe Arcadi Espada. {enlace a esta historia}

[Fri Dec 1 15:06:55 CET 2006]

Navegando por ahí me encuentro con una entrada en la bitácora titulada La viga en mi ojo (estupendo nombre para un blog, por cierto) sobre el Proyecto Farenheit 451. Inspirándose en la famosa novela de Ray Bradbury, estos individuos se han propuesto poner en práctica la idea de las personas-libro: cada voluntario se aprende de memoria un libro que puede recitar a otros individuos. Estoy de acuerdo con el autor de la bitácora cuando afirma que el proyecto queda un poco forzado, pues son muchas las obras que seguramente quedarán adaptadas bastante mal a la narración oral. Eso sí, como él mismo reconoce, el guiño a Bradbury y la bibliofilia es enternecedor. Entre las respuestas a la entrada en la bitácora nos encontramos con una escrita precisamente por uno de los participantes en el proyecto:

Os puedo asegurar que compartir un texto (no se busca la heroicidad de aprenderse un libro completo; un fragmento, un poema, una frase... es suficiente) mirando a los ojos del que nos escucha, con sencillez... produce una magía dificil de explicar. Hemos compartido nuestros textos en: Bibliotecas, Centros de alfabetización de adultos, carceles, colegios, librerias, etc.

Al parecer, aprenderse textos de memoria no enseña a escribir con corrección ortográfica, sobre todo en lo que se refiere a las tildes. En fin... {enlace a esta historia}