[Mon Nov 27 09:43:05 CST 2017]

Ayer, leyendo una noticia publicada en El País sobre el homenaje a Fernando Savater en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara (México), me llamó la atención el último párrafo:

El público del Juan Rulfo escuchó de pie en los pasillos lo que el pensador tenía que decir en una noche que celebró la libertad. "Una persona libre nunca se pregunta esto que oímos siempre ¿qué va a pasar? Las personas libres tienen que preguntarse ¿qué vamos a hacer? Porque pasará lo que dejaremos que pase. Nadie vendrá a salvarnos de ninguna parte". Después volvió al pesimismo que lo ha marcado recientemente. "Todos nacemos rodeados de males y vamos a morir rodeados de males. Podemos aspirar a que los males del final no sean iguales a los males del principio. Es lo único que se puede esperar". Esa ha sido la última lección de Fernando Savater en Guadalajara.

Con respecto a la primera cita, aunque comparto el imperativo ético de implicarnos para tratar de cambiar aquello que nos parece injusto, no llego a estar del todo de acuerdo con la idea implícita en la afirmación de Savater de que nuestra acción vaya realmente a cambiar la realidad. O, mejor dicho, estoy convencido de que nuestra acción, entre otras muchas, sí que tendrá un impacto en el futuro, pero el cariz que tomen los eventos no está en realidad en nuestras manos. Nuestra intervención es una entre trillones de factores en una realidad demasiado compleja como para ser controlada por nosotros. En este sentido, me parece importante ser humilde, aunque supongo que quien lea estas líneas (bañados como estamos en el optimismo cultural moderno) no dudaría en acusarme de pesimismo. Yo, por el otro lado, creo que más que pesimismo se trata simplemente de humildad. Por tanto, creo en el imperativo ético de implicarme en la realidad que me rodea, pero sin hacerlo necesariamente con la esperanza de poder controlar el curso de los acontecimientos. Debemos evitar, creo, esa arrogancia tan moderna. No tengo nada que objetar a la segunda cita que, por otro lado, viene a corregir, me parece, el aparente optimismo exacerbado de la primera. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 17 10:40:58 CST 2017]

Acabo de releer el poema Darkness, de Lord Byron y estremece ver el paralelismo entre el horrible paisaje que dibuja y lo que tal vez podamos dejar de este planeta en tan sólo unas cuantas décadas:

I had a dream, which was not all a dream.
The bright sun was extinguish'd, and the stars
Did wander darkling in the eternal space,
Rayless, and pathless, and the icy earth
Swung blind and blackening in the moonless air;
Morn came and went—and came, and brought no day,
And men forgot their passions in the dread
Of this their desolation; and all hearts
Were chill'd into a selfish prayer for light:
And they did live by watchfires—and the thrones,
The palaces of crowned kings—the huts,
The habitations of all things which dwell,
Were burnt for beacons; cities were consum'd,
And men were gather'd round their blazing homes
To look once more into each other's face;
Happy were those who dwelt within the eye
Of the volcanos, and their mountain-torch:
A fearful hope was all the world contain'd;
Forests were set on fire—but hour by hour
They fell and faded—and the crackling trunks
Extinguish'd with a crash—and all was black.
The brows of men by the despairing light
Wore an unearthly aspect, as by fits
The flashes fell upon them; some lay down
And hid their eyes and wept; and some did rest
Their chins upon their clenched hands, and smil'd;
And others hurried to and fro, and fed
Their funeral piles with fuel, and look'd up
With mad disquietude on the dull sky,
The pall of a past world; and then again
With curses cast them down upon the dust,
And gnash'd their teeth and howl'd: the wild birds shriek'd
And, terrified, did flutter on the ground,
And flap their useless wings; the wildest brutes
Came tame and tremulous; and vipers crawl'd
And twin'd themselves among the multitude,
Hissing, but stingless—they were slain for food.
And War, which for a moment was no more,
Did glut himself again: a meal was bought
With blood, and each sate sullenly apart
Gorging himself in gloom: no love was left;
All earth was but one thought—and that was death
Immediate and inglorious; and the pang
Of famine fed upon all entrails—men
Died, and their bones were tombless as their flesh;
The meagre by the meagre were devour'd,
Even dogs assail'd their masters, all save one,
And he was faithful to a corse, and kept
The birds and beasts and famish'd men at bay,
Till hunger clung them, or the dropping dead
Lur'd their lank jaws; himself sought out no food,
But with a piteous and perpetual moan,
And a quick desolate cry, licking the hand
Which answer'd not with a caress—he died.
The crowd was famish'd by degrees; but two
Of an enormous city did survive,
And they were enemies: they met beside
The dying embers of an altar-place
Where had been heap'd a mass of holy things
For an unholy usage; they rak'd up,
And shivering scrap'd with their cold skeleton hands
The feeble ashes, and their feeble breath
Blew for a little life, and made a flame
Which was a mockery; then they lifted up
Their eyes as it grew lighter, and beheld
Each other's aspects—saw, and shriek'd, and died—
Even of their mutual hideousness they died,
Unknowing who he was upon whose brow
Famine had written Fiend. The world was void,
The populous and the powerful was a lump,
Seasonless, herbless, treeless, manless, lifeless—
A lump of death—a chaos of hard clay.
The rivers, lakes and ocean all stood still,
And nothing stirr'd within their silent depths;
Ships sailorless lay rotting on the sea,
And their masts fell down piecemeal: as they dropp'd
They slept on the abyss without a surge—
The waves were dead; the tides were in their grave,
The moon, their mistress, had expir'd before;
The winds were wither'd in the stagnant air,
And the clouds perish'd; Darkness had no need
Of aid from them—She was the Universe. 
Seamos claros, no me cabe duda alguna de que el planeta se recuperará una vez colapse la civilización (que es lo que parece que va a suceder) pero no obstante, desde nuestro punto de vista, el estado en que quede nuestra especia es de vital importancia. Y no parece que vayamos por muy bien camino, la verdad. {enlace a esta entrada}

[Thu Nov 9 15:24:23 CST 2017]

Hace unos días leíamos en la prensa que habían despedido de su trabajo a la mujer que se hizo viral por hacer la peineta a Trump subida a su bici. La noticia, aunque no lo parezca, tiene más enjundia de la que parece. Vaya por delante que no es mi estilo insultar, ofender, faltar al respeto, ni tampoco hacer peinetas a nadie. Sencillamente, no me parece constructivo ni creo que contribuya a generar la atmósfera de diálogo que necesitamos. Entiendo, no obstante, que se nos puedan escapar gestos como éste de cuando en cuando por mera frustración. Como digo, no me parece justificado, pero sí comprensible en ciertos momentos. De todos modos, a lo que iba. Seguramente no faltarán quienes lo interpreten como una prueba más del espíritu supuestamente fascista del ahora Presidente estadounidense (idea con la que, por cierto, estoy completamente en desacuerdo). Sin embargo, quienes así piensen habrán pasado por alto algo que me parece extraordinariamente importante: en este caso, como en tantos otros en los que se impone el dogma de lo políticamente correcto hoy en día, el peligro no proviene precisamente del Estado, sino que es la sociedad civil misma (sí, a pesar del dogma liberal que se nos ha vendido desde un tiempo a esta parte) la que impone ciertos comportamientos y se extralimita sin duda al invadir incluso la esfera de la vida privada. Entiendo que se trata de una idea algo extraña después de que durante varias décadas de Guerra Fría y de ofensiva del neoliberalismo se nos vendiera la moto de que el binomio que nos debiera preocupar era el que enfrentaba a la sociedad civil (defensora de las libertades individuales cual caballero andante) y al Estado (abominable representante de un desviacionismo totalitario empeñado en imponer sus reglas sobre los individuos). Pues bien, en casos como éste parece claro que son agentes de la sociedad civil (en este caso, una empresa) quienes se extralimitan en sus poderes y se creen con el derecho a imponer un código de conducta que se extiende incluso a la esfera de la vida privada de sus trabajadores. Ojo a la tendencia porque, creo, aquí se está dibujando un nuevo binomio que puede marcar buena parte de los acontecimientos futuros en esta nueva sociedad digital. {enlace a esta entrada}

[Thu Nov 9 15:15:00 CST 2017]

Graciosa viñeta con un trasfondo de crítica sociocultural que ha compartido un conocido en Facebook:

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[Thu Nov 9 15:02:10 CST 2017]

De verdad que lo que le estamos haciendo al planeta (y, por ende, a nosotros mismos, puesto que somos parte de él) no tiene perdón de Dios. Hace un rato leía en una noticia de El País que los océanos se enfrentan a una extinción masiva sin precedentes y me encontré con la siguiente frase:

...cada vez que entramos en un ecosistema primero acabamos con las piezas mayores y a medida que escasean vamos agotando el resto de recursos de menor entidad.

Lo que verdaderamente asusta es que, a estas alturas de la película, hasta las Naciones Unidas comienzan a recomendar el consumo de insectos para alimentar a la población mundial. O sea, que ya estamos metiéndole mano a esos "recursos de menor entidad". ¿Cuánto queda para el desastre final? {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 3 14:36:14 CDT 2017]

Ya que escribíamos esta mañana sobre el "imperio del vacío", no está de más que añadamos unas cuantas palabras sobre Pablo Iglesias. Según leo, Pablo Iglesias califica a los detenidos en Cataluña de "presos políticos". De hecho, ha afirmado que "no es sensato que en un país democrático haya presos políticos" y explica que hay que "exigir que en nuestra democracia no se puedan suspender los derechos civiles". Por si aún hubiera alguna duda, su correligionaria Irene Montero, portavoz del grupo parlamentario de Podemos, ha explicado que "toca defender nuestros derechos y libertades fundamentales frente a la ofensiva antidemocrática del PP". Me tienen, la verdad sea dicha, perplejo. A lo mejor Iglesias y Montero aún no se han enterado, pero los ex-consejeros de la Generalitat que están en prisión no han sido encarcelados por sus ideas, sino por sus acciones. Pueden defender la independencia de Cataluña todo lo que quieran. Pueden hasta presentarla como objetivo político. Pero lo que no pueden hacer (y mucho menos desde las propias instituciones) es saltarse a la torera las normas que nos hemos dado a nosotros mismos a través de la Constitución. Precisamente porque España es una democracia. En su momento, encarcelamos a quienes entraron en el Congreso de los Diputados blandiendo pistolas para lanzar un golpe de Estado que rompía todas las reglas del juego democrático, y ahora tomamos la misma medida para quienes han cometido la misma tropelía desde las filas del independentismo. La confusión de Iglesias y Montero es apabullante. Tan entregados están al vacuo juego de las apariencias que no aciertan a ver la sustancia. No podíamos esperar menos de un líder que entregó la colección de Juego de tronos al Rey como mensaje político. La actividad política como mera pose.

Y, cuidado, que nadie se equivoque. La pasividad e ineptitud de Rajoy me parecen escandalosas en un Presidente del Gobierno. Ha dejado crecer la bola de nieve sin decir absolutamente nada hasta que casi ha llegado a ser demasiado tarde. Más que destruir puentes de comunicación el problema es que nunca se molestó siquiera en usarlos. Ha estado siempre a verlas venir, como en otras áreas de gobierno. La aplicación del artículo 155 y el encarcelamiento de los líderes independentistas no hará, me temo, sino empeorar la situación. Sin embargo, la pasividad de Rajoy no tenía más remedio que conducir a la judicialización del asunto. Y, pese a todo, quien ha roto las normas del juego ha sido Puigdemont, no Rajoy. La ley está para cumplirse, sobre todo si ha sido votada y ratificada democráticamente. Así funciona el Estado de Derecho, como no podía ser de otra manera. {enlace a esta entrada}

[Fri Nov 3 09:21:15 CDT 2017]

El País publica hoy una noticia sobre una exposición que recorre la obra de la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra en la que se subraya una breve reflexión de la artista sobre el fenómeno de los selfies:

"Un selfie es una imagen 'controlada', normalmente son imágenes idealizadas de cómo le gustaría verse a su autor/sujeto. Es como un cliché", apunta la fotógrafa holandesa. "Un buen retrato siempre muestra distintos aspectos de la personalidad y nunca es inequívoco". Reconoce que la actitud del retratado ha cambiado en los últimos tiempos y que la gente hoy en día es más consciente de la autorrepresentación, pero aun así, "uno nunca puede realmente tener control de su propia imagen, cuando es otro el que toma la fotografía".

O sea, que, para ser claros, un selfie no es sino auto-promoción, pura mercadotecnia o, como se dice estos días, postureo. Se trata de un ejemplo más de lo que ha venido en llamarse "the me-brand" (o, traducido al español, la "marca-yo"; perdonen una vez más el uso de una terminología tan vacua pero, como advirtiera Gilles Lipovetsky allá por los años ochenta o noventa, vivimos en la era del vacío). Desde que se extendieran por todos los rincones de nuestras sociedades avanzadas el individualismo, el consumismo y el postmodernismo, hemos ido perdiendo autenticidad a una velocidad vertiginosa. Ya todo lo que nos queda es pose, imagen, "marca". En este mundo hiper-tecnologizado, todos hemos pasado a convertirnos en mero producto de consumo cuyo "valor" (esto es, precio) se decide en el mercado. Tiene bien poco de extraño, pues, que asistamos a tamaña confusión de valores y la desorientación y el relativismo se enseñoreen de nuestras vidas. {enlace a esta entrada}

[Wed Nov 1 07:47:30 CDT 2017]

Leyendo un artículo de Juan Cruz sobre el asunto catalán titulado El 'president' desleído me encuentro con una cita del escritor José Manuel Caballero Bonald sobre el nacionalismo que me parece buena:

"El nacionalismo es un provincianismo sin pretensiones".

Eso sí, tan importante me parece aplicárselo al nacionalismo catalán como al español, algo que muchos de quienes critican el nacionalismo en estos momentos parecen olvidar. {enlace a esta entrada}