[Fri Feb 24 17:07:15 CST 2012]

Leemos hoy en El País que varios gobernantes y ex-gobernantes de América Latina están planteando abiertamente que debe debatirse el tema de la legalización de las drogas:

Roto el huevo de la regulación con la declaración conjunta que hicieron Pérez y Funes [presidentes de Guatemala y El Salvador, respectivamente] el pasado lunes 13, el volumen mediático del asunto ha subido tanto que incluso el Gobierno de Felipe Calderón —principal cancerbero de la estrategia estadounidense de fuego y represión penal durante el sangriento sexenio en que ha dirigido México—, a cinco meses de terminar su mandato, ha aceptado la idea de poner el problema sobre la mesa. Su ministra de Exteriores, Patricia Espinosa, reconoció este miércoles que es necesario promover el debate "a nivel internacional".

Parece claro, obviamente, que si se toma la medida de regular el consumo de drogas, conviene hacerlo mediante acuerdo internacional. No es que tenga demasiado claro, la verdad, que esto vaya a solucionar el problema. No obstante, lo que sí ha quedado suficientemente desmotrado es que la estrategia de represión que llevamos ya décadas poniendo en prática no conduce a ningún sitio sino al infierno. Lo mismo merece la pena probar algo nuevo. Sin embargo, como digo, también me parece conveniente evitar los falsos progresismos que suelen salir a la superficie una y otra vez cuando se discute este tema. Por una vez, intentemos hablar sobre el tema de las drogas con cierta seriedad y sin dogmatismos, ni por un lado ni por el otro. Sea como fuere, la frase de Cél;sar Gaviria recogida en el artículo sintetiza bastante bien la situación actual: "¿Vamos a seguir poniendo nosotros tantos mueretos porque ellos no sean capaces de discutir el problema?" No nos engañemos, el consumo de drogas ilegales es en realidad la raíz última del problema, y éste proviene sobre todo de los países avanzados, mientras que Latinoamérica, de momento, como bien dice Gaviria, solamente está poniendo los muertos. {enlace a esta entrada}

[Fri Feb 24 09:26:19 CST 2012]

El diario El País publicaba ayer un magníico artículo de Manuel Cruz titulado Aldeanos del instante en el que el autor hacía una reivindicación de lo clásico y permanente frente a lo efímero que es hoy, si cabe, aún más pertinente, debido a la influencia de la Red. Comenzando con una conferencia de T.S. Eliot sobre el provincianismo, Cruz reflexiona sobre la tiránica hegemonía de la actualidad y el convencimiento de que conocimiento y experiencia en propia persona son la misma cosa:

El convencimiento arraiga en una confusió;n, cada vez más extendida, entre conocimiento y experiencia, que tienden a ser consideradas como realidades asimilables cuando, de hecho, se encuentran nítidamente diferenciadas. Es obvio que, pongamos por caso, la mayor parte de seres humanos poseen la experiencia del amor, del odio, de la envidia, de la ira..., pero eso en modo alguno equivale a afirmar que conozcan la naturaleza profunda de tales emociones, por las que pueden haberse sentido embargados en muchos momentos de sus vidas. De hecho, la pregunta que el paciente, atormentado por un problema personal, dirige al terapeuta cuya ayuda solicita a menudo adopta esta forma, sólo en apariencia paradójica: "¿qué me está pasando?", donde se hace evidente que el supuesto de que toda experiencia es autotransparente carece por completo de fundamento.

Pero el caso es que, mientras las realidades concretas, cotidianas, no nos den problemas, tendemos a instalarnos en dicho supuesto. Más aún, es él el que justifica la engañosa sensación de plenitud que nos produce protagonizar algo, vivirlo en primera persona, etc., como si el mero hecho de que nos pueda estar sucediendo a nosotros nos otorgara una supuesta autoridad gnoseolólica para entenderlo y hacerlo entender a otros. Una variante particularmente difundida de esta misma sensación es la que podríamos definir como la de protagonismo por persona interpuesta, representado por los medios de comunicación. En efecto, se ha convertido en uno de los tópicos más reiterados la autocomplaciente insistencia por parte de estos últimos en el eslogan estamos allí (supuestamente para contarlo), en el que el acento recae casi por completo en el simple hecho de la presencia física, quedando relegada el relato o explicación a mero acompañamiento o banda sonora verbal.

Sorprende, a poco que se piense, la escasa importancia concedida a lo que de veras debiera interesar, esto es, el supuesto sentido de esos acontecimientos a cuya narración acuden los medios (en algún caso, en tropel). La interpretación de lo que está pasando, genuina razón de ser de la presencia de los profesionales destacados al efecto "en el lugar de la noticia", en ningún caso suele ocupar mucha atención: de hecho, ese impreciso interés informativo al que se suele hacer alusión al anunciar la noticia misma incluye ya la aceptación acrítica de una versión previa (que es precisamente la que justifica el tiempo que se le está dedicando). Por su parte, los profesionales en cuestión se limitan cada vez con mayor frecuencia a aportar aquellos testimonios que proporcionen el lado humano, la dimensión emotiva o cualquier otro registro ornamental análogo.

Toda una lista de acusaciones (acertadas, me parece) contra la forma de hacer periodismo que se ha extendido hoy día. No debe extrañar la escasa importancia que se presta a la interpretación de los acontecimientos en una era postmoderna como la nuestra, empecinada en rehuir lo que Lyotard denominara los metarrelatos. Vivimos en la cultura del todo vale. El relativismo casi absoluto se ha extendido por nuestras sociedades avanzadas hasta tal punto que una interpretación no vale más que ninguna otra. Sencillamente, no hay escala de valores. No hay vara de medir. "Tu opinión vale tanto como la mía", oímos una y otra vez, aunque a lo mejor uno de los sujetos implicados haya estudiado el tema a conciencia y le haya dedicado horas y horas de reflexión, en tanto que el otro ni siquiera se ha preocupado en aprender los conceptos más básicos sobre el tema a discutir. Independientemente de todo ello, ninguna opinión puede valer más que la otra, lo que elimina de raíz cualquier intento de interpretar los acontecimientos y, por pura lógica, nos hunde en el amorfo mar de los aconteceres. Queda todo muy nietzscheano, pero no debemos olvidar que incluso Nietzsche elaboró una teoría que le servía como caja de herramientas para interpretar el mundo. En otras palabras, más que nietzscheanos, parece que somos nihilistas, que es bien distinto. La transvaloración de los valores y la concepción del acontecer como experiencia central puede que sean útiles, pero sólo si acertamos a construir una filosofía (entendida aquí como modo de vida) alternativa. De lo contrario, no hacemos sino hundirnos todos en un lodazal sin fondo. {enlace a esta entrada}

[Thu Feb 23 16:07:44 CST 2012]

Hay veces que uno no tiene más remedio que llevarse las manos a la cabeza en desesperación y clamar al cielo por la estupidez e ignorancia de que hacen gala algunos opinadores en nuestros medios de comunicación. Si acaso, la sorpresa es que en este caso se trata ni más ni menos que de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, antiguo Presidente de la Junta de Extremadura, quien publica hoy en El País un artículo titulado Primarias = Primarios en el que no hace sino mostrar bien a las claras sus carencias intelectuales e ignorancia del tema que trata. En este caso, por mentira que parezca, se trata de algo que, al menos en teoría, debiera conocer a la perfección, pues es un tema en el que ha estado directamente involucrado, lo cual convierte sus tremendas equivocaciones casi en delito, sobre todo para un personaje público que debiera cuidar más lo que dice en un diario de gran tirada e influencia como El País.

Veamos. En primer lugar, Rodríguez Ibarra afirma que Rubalcaba fue elegido Secretario General del PSOE en el 38º Congreso mediante el sistema de primarias, lo cual no es cierto. O bien este señor no tiene ni pajolera idea de en qué consiste el sistema de primarias (lo cual tiene delito en un político profesional) o está mintiendo directamente para distorsionar la realidad y ganar puntos en su argumentación (lo cual, obviamente, no me parece éticamente aceptable). Para empezar, el sistema de primarias no se usa jamás para elegir un cargo determinado, sino solamente para seleccionar un candidato de entre varios. De ahí la denominación. Por consiguiente, un Secretario General no puede elegirse por el sistema de primarias, sino que podrían preseleccionarse varios candidatos para aspirar al cargo. Pero es que, en segundo lugar, el 38º Congreso del PSOE no ha visto primarias para nada, sino tan sólo una elección de lo más tradicional donde solamente los delegados y delegadas podían votar (que no todos los militantes del partido mediante sufragio universal y secreto) entre dos candidatos. O, lo que es lo mismo, algo que debiera ser de lo más normal (de hecho, bastante limitado porque, como decía, los militantes no han podido votar directamente) en cualquier democracia digna de tal nombre. Queda claro en el texto del artículo lo que Rodríguez Ibarra ve como normal:

Cuando el sistema no era de primarias, los congresos determinaban la política, la organización y la orientación ideológica del partido socialista y, al final, se elegía a la persona que mejor encarnara lo que el congreso aprobaba. El debate precongresual y congresual era de una intensidad extraordinaria, pero los que allí discutían no se enfrentaban a personas, sino a ideas, a propuestas, a posiciones, por lo que la enemistad casi nunca hacía acto de presencia al tratarse, entonces, de enfrentamientos dialécticos y no personales.

Cualquier que haya militado en el PSOE durante un tiempo no tiene más remedio que sonreír al leer ese párrafo. Solamente se me ocurren las siguientes explicaciones a lo que leo: 1) el señor Rodríguez Ibarra había empinado el codo demasiado poco antes de sentarse a escribir el artículo; 2) el señor Rodríguez Ibarra está mintiendo descaradamente; 3) el senñor Rodríguez Ibarra se cree lo que escribe a pesar de que tenga bien poco que ver con la realidad que el resto de la gente ha vivido. En fin... cosas veredes, que diría Sancho. {enlace a esta entrada}

[Wed Feb 22 15:32:27 CST 2012]

Aunque siempre me he sentido identificado con la tradición política de izquierdas, quien me conoce sabe también que hago un esfuerzo por ver las cosas de la forma más objetiva posible y, sobre todo, que siempre intento oír las distintas opiniones sobre los temas, respetando al adversario político. Me parece que es lo míinimo que debe exigirse en democracia. De ahí que no me guste nada la crítica acerada del nuevo Gobierno del PP que se está extendiendo por el país, de la misma forma que antes tampoco me gustaba la crítica sin más ("porque sí") a los distintos gobiernos de Zapatero. Soy de los que piensan que es perfectamente posible sostener posiciones de cualquier tipo (incluidas las más radicales) y, al mismo tiempo, mostar tolerancia y respeto hacia quienes sostienen otras opiniones. Se tensamos demasiado la cuerda (por un lado o por el otro), seguramente acabaremos arrepintiéndonos cuando ya sea demasiado tarde. Evitémoslo, por favor.

En cualquier caso, todo esto viene a cuento de un halago que me gustaría hacer al Gobierno de Rajoy. Aunque El País publica hoy una noticia que titula Rajoy rehúye toda connivencia con la izquierda "abertzale" en el fin de ETA, lo cierto es que se ha venido notando en el seno del PP un cierto cambio de actitud en lo que respecta a la política antiterrorista y el fin de ETA. Han pasado de ser más papistas que el Papa y reclamar incluso la ilegalización de Amaiur a aceptar (mal que les pese) la presencia de la izquierda abertzale en el Congreso e incluso considerar un cierto fin dialogado, aunque queden aún por concretar los detalles. Cierto, Rajoy mantiene una actitud algo más dura, pero eso es perfectamente legítimo y, si me apuran, hasta saludable. Conviene que haya al menos diferencias de grado entre los principales partidos, PP y PSOE. Otra cosa bien distinta es que esas diferencias no debieran llevar nunca al insulto y el enfrentamiento por principio. Como decía, al menos en este asunto el PP ha pasado de encontrarse completamente solo en el arco parlamentario a posicionarse junto al resto de las fuerzas políticas en una actitud algo más abierta al diálogo para poner fin de una vez por todas al terrorismo de ETA. Bienvenido sea el cambio de actitud. {enlace a esta entrada}

[Tue Feb 21 12:56:10 CST 2012]

Lo he dicho en otras ocasiones y lo vuelvo a repetir: estoy convencido de que España necesita un sólido partido de centro que pueda ejercer de bisagra en situaciones de difícil gobernabilidad y, sobre todo, tenga un efecto moderador en el discurso político. Ahora bien, esto no tiene nada que ver con el partido a su propia medida que se está montando Rosa Díez. Hoy, por ejemplo, leemos que Rosa Díez denuncia una conspiración de PP y PSOE para "aislar" a UPyD. Se está refiriendo al acuerdo que PP, PSOE, CiU y PNV han alcanzado para gestionar el fin de ETA (ver más información sobre el tema aquí). Según leemos:

La portavoz de UPyD, Rosa Díez, ha arremetido contra el PP y el PSOE por pactar un texto alternativo a su moción para ilegalizar Amaiur y Bildu y ha acusado a ambas fuerzas de pergeñar una conspiración para "aislar" a su partido y "arropar", en cambio, a la izquierda abertzale.

Rosa Díez, que defenderá en el Pleno del Congreso de esta tarde la moción, está visiblemente enfadada porque, sostiene, ninguna fuerza parlamentaria se ha puesto en contacto con UPyD para hablar del texto pactado por PP y PSOE, apoyado también por el PNV y CiU.

Un texto, que Rosa Díez no ha aclarado si apoyará puesto que, tal y como ha dicho, no lo conoce, pero que sí ha servido, según ella, paraa revelar que los dos partidos mayoritarios están consensuando un documento para negociar públicamente "eso que llaman eufemísticamente un tiempo nuevo y el fin de ETA".

Me temo que Rosa Díez lleva ya tiempo con la estrategia equivocada. En lugar de esforzarse por construir un partido de centro, la ha tomado con el monotema de ETA y la izquierda abertzale y no acierta a salir de ese nicho lo cual, por cierto, puede ser extremadamente peligroso para el futuro de UPyD si el terrorismo vasco desaparece finalmente de la escena. En otras palabras, no le corresponde ser más papista que el Papa y superar al PP por la derecha en cualquier cosa tocante a asuntos de política territorial y terrorismo. Así no va a ningún sitio, sobre todo si al mismo tiempo quiere mantener posiciones mucho más hacia el centro en otros temas, como puede ser el del tratamiento de los homosexuales o la política económica. UPyD tiene que centrarse, tanto en el sentido político del término (esto es, ocupando un espacio de centro entre PP y PSOE, algo que no debiera ser tan difícil cuando los populares se creen con derecho a imponer lo que les viene en gana gracias a su arrolladora mayoría absoluta y el PSOE escora su retórica hacia la izquierda) como en el sentido más común y normal del mismo (esto es, el de recuperar algo de sentido común y dejar de hacer declaraciones demagógicas). Se engaña Díez si cree que el incremento de votos de su partido se debe a la retórica demagógica y abiertamente españolista de que hace gala continuamente. Estoy convencido, de hecho, de que UPyD podía haber subido mucho más si no fuera por ello. Simplemente, se ha beneficiado del voto decepcionado con Zapatero que no se atrevía a apoyar al PP. Poco más. Pero UPyD no tiene por qué limitarse solamente a eso. De momento, Díez es el único obstáculo para cambiar las cosas. {enlace a esta entrada}

[Fri Feb 17 15:15:45 CST 2012]

El País publica hoy un artículo titulado La decadencia de la política firmado por Berna González que merece la pena leerse. Es bastante corto. Tomando como excusa la dimisión de Christian Wulff, Presidente alemán, como consecuencia de un escándalo de corrupción, González contrapone las horas bajas en que parece encontrarse la figura del político en nuestros países con la paralela aparición en escena del tecnócrata:

Pero el político como problema, el político que no solo no sabe dar respuestas a la crisis, al paro y la hipoteca sino que además se arroga privilegios y saca provecho de su profesión ha encontrado ahora un espejo inverso, nuevo, interesante, en el panorama europeo: los tecnócratas. El principal se llama Mario Monti. El jefe de Gobierno italiano toma decisiones y avanza con la seguridad de un consejero delegado de una empresa que sabe lo que tiene que hacer para que esta funcione, como describió aquí Walter Oppenheimer. No le preocupa la popularidad, solo los resultados. Y funciona.

¿Será esa la solución? No en el sueño de una democracia válida, potente y con respuestas que habíamos creído alcanzar en Europa.

La larga recesión está abriendo un capítulo nuevo de final impredecible: la crisis de las instituciones. Y los escándalos de corrupción, en Alemania como en Baleares, solo empujan a la opinión pública a descender otro peldaño más hacia ese infierno.

No voy a entrar a dilucidar si de verdad Monti lo está haciendo tan bien en Italia como se nos da a entender en este artículo. Tampoco sé hasta qué punto cuenta en realidad con el apoyo de la mayoría de los italianos, aunque da la impresión de que eso es lo que menos importa en estos momentos, lo cual me parece preocupante por lo que tiene de abandono de la tradición democrática. No parece, desde luego, que el tecnócrata que lidera el Gobierno griego, Papademos, sea enormemente popular. En cualquier caso, lo que en verdad me parece preocupante es la creciente tendencia a criminalizar a todos los políticos por igual y, sobre todo, confiar en el liderazgo y la capacidad "profesional" de un individuo determinado (Monti en Italia, Papademos en Grecia, pero con anterioridad fueron otros líderes políticos, algunos elegidos democráticamente en las urnas) para sacar las castañas del fuego. Cualquier que sepa algo de Historia sabe perfectamente que en los años treinta se respiraba una atmósfera similar de descrédito de los políticos y crisis de las instituciones democráticas que dio lugar a la imparable expansión de los extremismos. Eso es lo que me da miedo. Si el escepticismo y la crítica hacia la progresiva profesionalización de la política deriva en un saneamiento general de la democracia y la implantación de nuevos y creativos métodos de representación, bienvenidas sean. El problema es que de la misma forma pueden fácilmente derivar en el populismo demagógico y el extremismo político. Ahí es donde reside el problema. Andémonos con cuidado. {enlace a esta entrada}

[Fri Feb 10 12:39:29 CST 2012]

¡Menuda se ha montado en España a cuenta de la la condena a Garzón que le inhabilita para ejercer de juez durante 11 años! Como era de esperar, lo que prima entre los comentarios es, por desgracia, la tradicional polarización izquierda-derecha, con poquísimas voces deteniéndose a razonar sobre el tema de forma desapasionada. La consecuencia, obviamente, es una retahíla de eslóganes a favor y en contra, más que análisis serios y concienzudos. En este sentido, todo parece indicar que nos hemos hundido ya por completo en la polarización ideológica que está dividiendo cada vez más a otras sociedades de nuestro entorno, lo cual me parece peligrosísimo. Corremos el serio riesgo de alimentar la bicha populista y neofascista. Si no, al tiempo.

Veamos. Así describe el asunto el periodista que firma la noticia en el diario El País (un diario, por otro lado, poco proclive, creo yo, a posicionarse con la derecha ultraconservadora):

El juez que destapó el caso Gürtel, que desarticuló una trama corrupta especializada en el saqueo de fondos públicos, y que sacó de la política a dos decenas de dirigentes del PP que colaboraron en el pillaje, ha sido expulsado de la carrera judicial. El magistrado Baltasar Garzón, titular del Juzgado de Instrucción Central número 5 de la Audiencia Nacional desde 1988, ha sido condenado a 11 años de inhabilitación y expulsado de la carrera judicial por el Tribunal Supremo a instancias de los cabecillas de la trama corrupta Gürtel, vinculada al Partido Popular.

Garzón desarticuló esa red corrupta en los primeros meses de 2009 tras casi un año de investigación secreta. La sentencia arremete contra el juez con una dureza extraordinaria, tachando a Garzón de "arbitrario" y "totalitario", y le acusa de "laminar derchos" y ordernar prácticas "propias de sistemas políticos ya superados" al intervenir las comunicaciones en la cárcel de los corruptos con sus abogados.

Hay que notar también que la sentencia ha sido adoptada por unanimidad de los siete miembros del Tribunal Supremo. No me parece un detalle nimio. Entre los miembros del tribunal habrá de todo, conservadores y progresistas (o, cuando menos, social-liberales). Pero, en cualquier caso, incluso si se piensa que no es así, me parece difícil de aceptar que todos sean cuasi-fascistas tan cerrilmente entregados a una determinada línea partidista que se hayan marcado como objetivo condenar al acusado sin más.

O sea, que cierto, cabe asumir (cuidado, pues digo "asumir", que no confirmar, pues no tenemos pruebas) que se le ha hecho "pagar el pato" por sus su trabajo de investigación de la trama Gürtel y el asunto de los crímenes cometidos bajo el franquismo. Me parece que se trata de una asunción razonable, pero no pasa de ser eso, una mera asunción. En todo caso, no se le ha juzgado por ello, sino que se le acusaba de algo muy diferente. Y aquí es donde está, me parece, el quid de la cuestión, lo que tenemos que dilucidar y, sobre todo, el tema sobre el que tenemos que concentrar nuestra atención si queremos hablar de todo este asunto con un poco de lógica y sentido común. Resulta que a Garzón se le ha acusado de intervenir las comunicaciones entre aquellos ciudadanos que habían sido acusados de estar implicados en una trama de corrupción y sus abogados, algo que, seamos honestos, no se admite como práctica en otras democracias de nuestro entorno. De hecho, uno no tiene más remedio que preguntarse qué hubiera sucedido si un juez ultraconservador hubiera ordenado la intervención de las comunicaciones entre acusados de ideología progresista y sus abogados. Seamos honestos. Los progresistas hubiéramos puesto el grito en el cielo, y con razón. Me parece importante (vital, incluso) calmar un poco los ánimos y analizar la situación desde este otro punto de vista, que me parece claramente objetivo, por otro lado. {enlace a esta entrada}

[Fri Feb 3 15:34:02 CST 2012]

A lo mejor la prensa está distorsionándolo todo pero, a juzgar por lo que uno lee, los socialistas están cayendo en comportamientos tan ridículos y desesperados que dan vergüenza ajena. Por ejemplo, leemos en El País que Parte del PSOE andaluz intentó que Chaves no interviniera en el Congreso. Los detalles están en el resto de la noticia:

Las afirmaciones del secretario general del PSOE de Sevilla, José Antonio Viera, de que se están ejerciendo presiones "ilegales, inmorales e ilícitas" sobre los delegados andaluces para que voten a Chacón, fueron suscritas este viernes por otros dirigentes andaluces como el alcalde de Dos Hermanas (Sevilla, Francisco Toscano, quien responsabilizó directamente al secretario general del PSOE andaluz y presidente del congreso, José Antonio Griñán, de "engañar" a los delegados andaluces con su promesa de neutralidad activa. Toscano dijo que no desvelaba en qué habían consistido las presiones porque "no quería hacer daño" a su partido.

Griñán espantó estas acusaciones de un manotazo: "La gente del PSOE de Sevilla es muy antigua", dijo a un grupo de periodistas. La actitud de los griñanistas es la de no darse por enterados de estas graves acusaciones, la de minimizar el daño y la de negar que cuando acabe el 38 congreso federal el domingo haya recuento de muertos y heridos. "No estamos en periodo de consecuencias", dijo un miembro de la ejecutiva regional. Pero la fractura existe, otra cosa es que la cercanía de las elecciones autonómicas actúe como un pegamente de efecto temporal.

Ni que decir tiene que, a este paso, los socialistas perderán las elecciones autonómicas de marzo (de hecho, merecerán perderlas), abriendo así la caja de pandora y poniendo fin a la opereta de baja estofa que están escenificando. Mientras los ciudadanos de izquierdas buscan una alternativa a la derecha en el Gobierno, los dirigtentes del PSOE navajean buscando un lugar al sol que más calienta. Esto no puede calificarse sino de vergonzoso (y, por cierto, muy poco socialista). Sencillamente, en el seno del PSOE hay demasiado aprovechado, demasiado político de carrera que, como suele decirse, "no tiene dónde caerse muerto", gente incapaz de encontrar un puesto de trabajo en otro sitio que no sea un carguito político aquí o allá. Muchos de ellos (ciertamente, no todos) son políticos de medio pelo, mediocres comiendo de la sopa boba. No tiene uno más remedio que preguntarse qué pensaría Pablo Iglesias, fundador del partido, de toda esta gente, arribistas que, no puede negarse, viven por y para el partido, que no para una causa política. Se trata de la política "a la italiana", al estilo de los clanes y las mafias. La política del "qué hay de lo mío", el enchufismo y el mangoneo. O, lo que es lo mismo, precisamente lo que hay que tirar por la borda si se quiere recuperar la confianza de los ciudadanos.

Por cierto, nada de esto hubiera sucedido si se hubiera aceptado que el nuevo Secretario General iba a ser elegido por sufragio universal mediante voto secreto de todos los militantes. Cuando menos, nos hubiéramos evitado el triste espectáculo del chalaneo, los navajazos y la compraventa de voluntades. Este no es el PSOE que necesitamos. Si no aciertan a construir algo nuevo y abrirlo a la sociedad, más vale tirarlo a la basura y construir algo nuevo. {enlace a esta entrada}