[Mon Jul 31 11:29:53 CEST 2006]

Hace apenas unos días que llegamos a Sevilla, y acabo de encontrar la imagen gráfica que mejor representa lo que se mueve por aquí en estos momentos. Se trata, por supuesto, de El Roto, una vez más:

{enlace a esta historia}

[Tue Jul 4 12:03:03 CDT 2006]

Leía hoy mismo una entrevista con el líder sindical andaluz Diego Cañamero publicada en la revista Diagonal que incluye unas interesantes reflexiones sobre el papel de los sindicatos en la sociedad contemporánea:

El modelo sindical debe adaptarse a los nuevos tiempos, simplemente eso. Nosotros concebimos el sindicato como herramienta. Ni más ni menos. El día que la herramienta no sirva, se oxide o no funcione, a la basura. Pero actualmente no es así. Desde un sindicato como el nuestro se articulan numerosas iniciativas, se da vida al medio rural y se lucha incansablemente por la dignificación de los trabajadores. Lo que no vale es un sindicato de estructuras, reuniones, liberados, más reuniones y sillones. Hay que construir sindicatos a "pie de tajo", esa es la clave.

Me parece interesante porque en el mismo número de la revista se mencionan los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE), que coloca a Andalucía a la cabeza de las Comunidades Autónomas que registran un mayor riesgo de pobreza en España con una tasa del 31,1% de su población por debajo del umbral de la pobreza relativa, a una distancia de casi 22 puntos de Madrid, la Comunidad con menos riesgo. Esto, por supuesto, a pesar de toda la propaganda de la Junta sobre la segunda modernización de Andalucía y los buenos datos macroeconómicos de los últimos años que, como de costumbre, vienen a poner en evidencia la debilidad estructural de una economía como la andaluza, enormemente dependiene de la cultura del ladrillo para avanzar, con lo que esto supone de destrucción del medio ambiente, sobredependencia del turismo como fuente principal de los recursos y, en fin, de pan para hoy y hambre para mañana.

¿Pero es que acaso hay conexión alguna entre ambos fenómenos? Me parece que sí, aunque no esté muy de moda decirlo estos días de neoliberalismo sin límites. Vivimos una época en la que se aceptan sin problemas elogios hacia los jóvenes emprendedores y la iniciativa empresarial, hacia cualquier proyecto que contribuya a amasar enormes fortunas, ya redunde o no en beneficio de todos. Lo que cuenta es que el dinero se mueva, que el capital vaya de un sitio para otro, que se dé lo que muchos denominan dinamismo económico. Son pocos, por desgracia, quienes se preguntan si a lo mejor estamos moviéndonos todo el rato pero sin avanzar un solo centímetro. Después de vivir más de una década en los EEUU, no me cabe duda alguna de que hay de hecho una conexión clara entre la presencia de sindicatos combativos y la existencia de unas condiciones de vida dignas para la clase trabajadora. Y, sin embargo, desde la ofensiva neoliberal de finales de los setenta y principios de los ochenta, hablar de clases sociales ha estado mal visto, como si se tratara de una enfermedad contagiosa, la "marxitis aguda", que podríamos llamarla. No me cabe duda alguna de que la decadencia y desaparición de los regímenes comunistas contribuyón a esta evolución, acelerando los avances del empresariado más especulativo centrado únicamente en el dinero fácil, los negocios sucios y las inversiones generalmente improductivas para la sociedad como tal, que no para sus propios bolsillos, por supuesto. El discurso de clase ya no está de moda, pero solamente cuando se usa para defender las reivindicaciones de los sectores sociales más desfavorecidos, pues la situación es bien distinta cuando se trata de elogiar al emprendedor, sus negocios y su estilo de vida.

Todo esto entronca perfectamente con el documento de Vicenç Navarro titulado ¿La Europa social? recientemente publicado en la red, y donde analiza las razones últimas de la crisis de la socialdemocracia europea y del proyecto de integración europeo al completo que, según él, están relacionadas directamente. Para Navarro, el grave error de la socialdemocracia europea ha sido abandonar las políticas sociales de defensa del Estado del Bienestar que tan buenos resultados dieron durante décadas, abandono que se ha dado más por motivos de moda ideológica pasajera que por razones de peso. Así, afirma:

Hoy estamos viendo en Europa un gran crecimiento de las rentas del capital, tanto financiero como productivo, junto con un enorme estancamiento de los salarios (en muchos países, incluyendo España, los salarios están al nivel de 1977), un alto desempleo y una creciente precariedad.

(...)

Paralelo a este estancamiento salarial encontramos como fenómeno generalizado en la Europa de los Quince tres [sic] realidades que afectan negativamente la calidad de vida y bienestar de las clases populares, a saber (1) un elevado desempleo, (2) una reducción de la tasa de crecimiento del gasto público por habitante, (3) una reducción de los beneficios sociales, y (4) un incremento muy notable de las desigualdades sociales habiendo alcanzado el mayor grado de desigualdad de rentas desde la II Guerra Mundial.

Como cualquier marxista podría indicar, no parece casual el hecho de que este estancamiento de los salarios en Europa se produjera precisamente a partir de 1977 cuando, con el fin de los otoños calientes en Alemania e Italia y la reconducción de los procesos democratizadores tanto en España como en Portugal, las aguas vuelven a su cauce y el nivel de conflictividad laboral y social se reduce. En este sentido, haríamos bien en recordar que en el caso estadounidense se ha experimentado un estancamiento de salarios similar, aunque en su caso comenzó hacia 1973, también en el momento preciso en que los diferentes conflictos sociales heredados de los tumultuosos años sesenta habían llegado a su fin. En otras palabras, a menor nivel de conflictividad social, a menor nivel de tensión laboral y de lucha de clases, mayor estancamiento de las rentas del trabajo y mayores beneficios para las rentas del capital. Aquí no hay sorpresa alguna, por más que suene todo a catecismo marxista. De una u otra forma, lo cierto es que los números cuadran.

¿Pero acaso no es cierto que el modelo neoliberal funciona? ¿Quién puede negar el enorme crecimiento económico estadounidense desde mediados los ochenta, así como sus bajos niveles de desempleo? ¿No son estos indicadores de una economía sana y dinámica por contraposición a la esclerosis europea? Lo cierto es que aquí, una vez más, las cosas no están tan claras como algunos nos quieren hacer creer. Para empezar, los niveles de desempleo en Europa fueron consistentemente menores a los de EEUU en el período que se extiende entre 1955 y 1985. Es cierto que, a partir de mediados de la década de los ochenta las tornas se cambian, pero es que es precisamente entonces también cuando comienzan a aplicarse las políticas neoliberales en nuestro continente. Así pues, al menos en el caso europeo los mayores niveles de desempleo y protección social no se dan en el momento de expansión del Estado del Bienestar, sino más bien cuando se ponen en práctica las políticas liberalizadoras, desreguladoras y de control del gasto público y de los tipos de interés propuestas por las luminarias neoliberales. ¿Pero qué decir, nuevamente, del enorme crecimiento estadounidense? El elemento más peculiar del crecimiento económico estadounidense es que, a pesar de toda la retórica neoliberal, los niveles de gasto público no han hecho sino crecer desde los años ochenta, al tiempo que la política de bajos tipos de interés promovida por la Reserva Federal contribuyó al tirón de la demanda interna que se encuentra en la raíz misma tanto de la sana tasa de crecimiento como del desmesurado déficit comercial. Eso sí, todo ello se ha visto acompañado de una política persistente de reducción de impuestos que no ha hecho sino incrementar el déficit presupuestario y la deuda pública al tiempo que ha contribuido a ahondar las diferencias sociales entre ricos y pobres. No olvidemos, además, que en el caso estadounidense el aumento del gasto público, imparable desde principios de los ochenta, no ha sido tanto consecuencia de inversiones en infraestructura o educación como en gasto militar puro y duro. A nadie puede sorprender, por consiguiente, que EEUU sea hoy día la única superpotencia militar, pero con unos cimientos económicos y financieros que a muchos les parecen bastante débiles y son causa de preocupación constante para la economía mundial.

Pese a todo, los tozudos hechos no parecen convencer a nadie en medio de una ofensiva ideológica neoliberal sin parangón en las últimas décadas. Oyendo a los expertos, pareciera que el lento crecimiento de la economía alemana no es debido sino a un mercado laboral demasiado regulado y a unos sindicatos con demasiado poder, ello pese a que la tasa de crecimiento alemana fue normal hasta 1994, y no cayó hasta niveles realmente preocupantes hasta después de que se comenzaran a aplicar las políticas neoliberales. Esos son los hechos incontrovertibles, los números, pese a lo cual se continúa extendiendo la idea de que es precisamente el Estado del Bienestar alemán el que necesita ser desmontado para "fomentar la competitividad de la economía alemana". Por supuesto, nadie acierta a explicar cómo es posible que una economía tan necesitada de una reforma a fondo, de una liberalización del mercado laboral que la haga más competitiva, puede ser, al mismo tiempo, lo suficientemente competitiva como para que el escaso crecimiento que esté teniendo se deba precisamente al sector de las exportaciones, y ello a pesar de un contexto en el que el euro está tan caro. Contrastemos esto con la competitividad de la economía estadounidense, tan desregulada ella, pero que no acierta a corregir su preocupante déficit comercial ni siquiera con un dólar débil. Sencillamente, algo falla en el discurso oficial, pero de ello no se nos habla. Lo cierto es que Alemania ha estado sufriendo las consecuencias de las políticas monetarias del Banco Central Europeo con sus altas tasas de interés, políticas que se han visto acompañadas además de un recorte del gasto público en general, sobre todo el de carácter social. Es decir, que el problema de la economía alemana no es tanto la competitividad como la débil demanda interna la cual, a su vez, ha sido causada por las mismas políticas neoliberales que nos quieren vender como panacea.

¿Puede sorprender a alguien, pues, que la Unión Europea esté en crisis? ¿Tan difícil es entender que el ciudadano medio no se sienta identificado con un proyecto de integración que ha adoptado el programa neoliberal como su Bibia particular? ¿A quién puede extrañar que se esté extendiendo un sentimiento de impotencia cuando los votantes ni siquiera tienen la posibilidad de elegir una política económica distinta, auténticamente alternativa? Los partidos socialdemócratas, como señala Navarro, están postrados ante los poderes económicos de siempre, y no ofrecen propuestas alternativas salvo en aspectos de libertades sociales y, en ocasiones, pequeños retoques en materia de política exterior. A nadie debe extrañar, pues, que los cinturones rojos de nuestras urbes entreguen a veces su alma al diablo de la ultraderecha populista. Como indica Navarro,

No es racista el ciudadano más ignorante sino el más inseguro. Y hay muchísima inseguridad hoy en la Unión Europea.

¿Cuál es la solución, pues? Sólo nos queda esperar que la izquierda vuelva a ser izquierda, y se atreva a retomar las líneas básicas de una política progresista e igualitaria no sólo en los aspectos de libertades individuales, sino también en lo que hace a las políticas económicas y sociales. Nos hace falta una Europa social de verdad. {enlace a esta historia}

[Tue Jul 4 09:19:49 CDT 2006]

Hace ya unos días que vi una viñeta de El Roto publicada en El País que refleja a la perfección la progresiva mercantilización del tiempo libre en los países de capitalismo avanzado:

{enlace a esta historia}

[Tue Jul 4 09:04:46 CDT 2006]

Hacía ya mucho tiempo que no escuchaba la música de Kitaro, a pesar de que tengo en mi colección un par de sus albumes que mi hermana me regalara hace ya un par de décadas. Así que, cuando oí una de sus piezas en el canal de música New Age de Sky.fm me llevó a reflexionar sobre las razones por las cuales no se me había ocurrido escucharle en tanto tiempo. Después de todo, todavía disfruto algunos minutos de cuando en cuando con otros compositores del mismo género, como Andreas Vollenweider o Enya. Así pues, ¿a qué puede deberse el olvido de Kitaro? Estoy convencido de que se debe, casi con toda seguridad, al uso y abuso de los instrumentos electrónicos. Soy uno de esos aficionados de gustos eclécticos que lo mismo se deleita con una pieza clásica de música renacentista que toca minutos después algo de Keith Jarrett, flamenco, world music, The Police o música tecno de los noventa. Sin embargo, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que la música electrónica no pega mal con los ritmos trepidantes del trance, house o la música de baile en general, pero carece por completo de la sutileza que quiere alcanzar Kitaro. Se mire como se mire, cuando se trata de transmitir mensajes complejos y sentimientos sutiles, los instrumentos tradicionales y la melodía continúan siendo imprescindibles, al menos para un gusto occidental como el mío. Esto también podría explicar, por cierto, el que un compositor como Vangelis tropezara con la misma piedra. {enlace a esta historia}