[Thu Apr 27 16:17:55 CDT 2006]

Navegando por la red me encuentro con unas reflexiones sobre capitalismo y cultura que comienzan con una interesante cita de Slavoj Zizek:

La problmática del multicultualismo que se impone hoy —la coexistencia híbrida de mundos culturalmente diversos— es el modo en que se manifiesta la problemática opuesta: la presencia masiva del capitalismo como sistema mundial universal. Hoy la "crítica cultural" está ofreciendo el último servicio al desarrollo irrestricto del capitalismo al participar activamente en el esfuerzo ideológico de hacer invisible la presencia de este. Es la "represión" del papel clave que desempeña la lucha económica lo que mantiene el ámbito de las múltiples luchas particulares con sus continuos desplazamientos y condensaciones. Es como si, dado que el horizonte de la imaginación social ya no nos permite considerar la idea de una eventual caída del capitalismo, la energía crítica hubiera encontrado una válvula de escape en la pelea por las diferencias culturales que dejan intacta la homogeneidad básica del sistema capitalista mundial.

Tiene razón Zizek, creo yo. En lugar del pensamiento crítico y el análisis serio de las causas últimas de los problemas sociales de nuestro tiempo (casi siempre relacionados con la política neoliberal de capitalismo sin límites que venimos aplicando desde principios de los ochenta), buena parte de la izquierda ha preferido entregarse en cuerpo y alma a lo que muchos llaman política de identidad, esto es, a luchas identitarias de todo tipo que en poco o en nada ponen en solfa los cimientos mismos del edificio. Y así nos va. {enlace a esta historia}

[Wed Apr 26 11:46:18 CDT 2006]

Leo en El Mundo que se han descubierto las cocinas públicas más antiguas del mundo. Se trata de unos restos arqueológicos descubiertos en la antigua ciudad egipcia de Luxor, y que datan de hace unos 3.200 años. Pero lo que me parece más interesante de la historia no es tanto que se hayan descubiero dichos restos, sino que, junto a ellos, también se hayan descubierto los vestigios de una escuela para los hijos de los obreros que trabajaban en la construcción del templo funerario dedicado al faraón Ramses II, así como una carnicería y unos enormes almacenes de legumbres. Nos damos de bruces contra una realidad que bien poco tiene que ver con la imagen tópica de los esclavos obligados a construir las pirámides bajo condiciones infrahumanas que tanto han extendido las películas de Hollywood. Más bien al contrario, todo parece indicar que, si no todo, al menos buena parte del trabajo que se llevaba a cabo en las antiguas pirámides era de carácter voluntario, y a lo mejor hasta bien retribuido. {enlace a esta historia}

[Thu Apr 20 16:30:14 CDT 2006]

Si ayer traía a colación una viñeta de El Roto, hoy le toca el turno a Máximo:

Muchos que están escribiendo artículos laudatorios de la Segunda República y manifiestos en favor de la Tercera República estos días parecen olvidar que, en su momento, fueron bastantes quienes se opusieron desde la izquierda revolucionaria (algunos prefieren llamarla izquierda consecuente) a lo que no consideraban sino una república burguesa con demasiadas limitaciones. Lo digo porque hoy, con la distancia que nos proporciona el tiempo, aquél régimen (del que, por cierto, siempre he sido un claro simpatizante) se nos presenta demasiado a menudo como mito más que como realidad. Y es que, como alguien dijo, cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, aunque sólo sea porque nuestras opiniones pasan por el filtro de la nostalgia. {enlace a esta historia}

[Wed Apr 19 10:54:32 CDT 2006]

El País publica hoy una viñeta de El Roto que nos da una buena idea de los niveles que está alcanzando la especulación inmobiliaria en España:

{enlace a esta historia}

[Tue Apr 18 07:29:27 CDT 2006]

El tema de los nacionalismos en España es, la verdad sea dicha, demasiado proclive a simplificaciones catastrofistas por un lado (el del bando que algunos llaman españolista) o lo que podríamos llamar la retórica de la liberación nacional por el otro. Para colmo, y por si esto fuera poco, también suele extenderse como la pólvora al menor amago de conflicto. Digo esto a cuenta de las noticias publicadas acerca de la reforma del Estatuto andaluz. Ahora resulta que, de acuerdo a la fórmula del PSOE, Andalucía es "una realidad nacional", mientras que para los andalucistas del PA la definición se queda corta, entre otras cosas porque plantea una mera "descentralización administrativa" (¿pero es que no era eso precisamente de lo que se trataba?) y, además, no alcanza el nivel de la reciente reforma catalana. En otras palabras, que andamos de nuevo a vueltas con el famoso agravio comparativo de marras. No sé si algún día conseguiremos dejar atrás el infantilismo nacionalista del "mamá, mamá, mi hermano tiene un caballito blanco y yo no", pero dicen algunos que la esperanza es lo último que se pierde. Mientras tanto, no estaría de más que el PA se preocupara de qué es lo que quiere para Andalucía, en lugar de mirar constantemente al vecino catalán para pedir "cuarto y mitad de lo mismo". No se me puede ocurrir mayor ejemplo de seguidismo descerebrado. {enlace a esta historia}

[Fri Apr 14 10:22:30 CDT 2006]

Hoy se celebra el septuagésimo quinto aniversario de la proclamación de la Segunda República, y El País publica un corto reportaje donde tres testigos cuentan cómo fue la jornada aquél 14 de abril, día de celebración popular y optimismo donde los haya.

En la mañana de aquel martes 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la Segunda República, la primavera acababa de llegar a Madrid: habín brotado las glicinas del palacio del marqués de Salamanca, en el paseo de Recoletos. Modistillas cantarinas, recién liberadas de sus talleres por patronos receptivos a la clase obrera en tal jornada, caminaban por la Gran Vía hacia la Puerta del Sol y las plazas de Cibeles y Antón Martín. Sobre los rizos de sus permanentes se veían muchos gorros frigios que costureras veteranas les habían enseñado a confeccionar en papel y, a veces, en seda. Trenzadas por los brazos, sus voces agudas envolvían de inocencial la mañana. Otras mujeres, entre las que figuraba la esposa de José Giral, futuro ministro de Marina, se afanaban por coser las banderas tricolores que adornarían horas después los balcones de los principales edificios de Madrid.

Todo suena tan extraño y distante en estos días de cinismo y desilusión por la política, pero no está de más recordar (y conmemorar) aquél glorioso día. Como bien afirmó Zapatero recientemente en el Congreso, ya va siendo hora de recuperar aquella memoria y hablar abiertamente también de las alegrís de la Segunda República, y no sólo de las divisiones previas al estallido de la Guerra Civil. Se mire como se mire, fue el primer intento de implantar una democracia seria y rigurosa en nuestro país, incluyendo políticas que quizás dolieron a la derecha de aquel tiempo pero que eran sin lugar a dudas necesarias, como el tiempo vendría a demostrarnos unas cuantas décadas después: separación de Iglesia y Estado, descentralización administrativa para solucionar el problema catalán, reforma agraria, extensión de la educación pública a todas las clases sociales... El único momento de nuestra Historia reciente que dio pie quizás a un estallido de optimismo similar fue el triunfo de los socialistas en las elecciones de 1982, que también dio pie, curiosamente, a un buen número de reformas de hondo calado, por más que muchos en la izquierda se nieguen a verlo. Y es que, me temo, seguramente tampoco en 1931 buena parte de los sectores más a la izquierda veían en la República un cambio real, sino más bien un paso hacia la revolución y el socialismo. Eso sí, setenta y cinco años después han tenido tiempo de sobra para idealizar y sentirse nostálgicos por algo que probablemente hubieran rechazado en su momento como burgués. {enlace a esta historia}

[Tue Apr 11 11:09:57 CDT 2006]

La Unión Europea anunció hoy la suspensión de la ayuda financiera al Gobierno palestino en respuesta al triunfo electoral de Hamás y su consiguiente negativa a aceptar las condiciones exigidas por el llamado Cuarteto (ONU, UE, EEUU y Rusia) para continuar no sólo la asistencia financiera sino también para entrar en conversaciones con el nuevo Gobierno: abandono de la violencia, reconocmiento del Estado de Israel y aceptación de los acuerdos existentes. Al mismo tiempo, los veinticinco han decidido ampliar la ayuda humanitaria para que cubra también educación y sanidad, con pagos a profesores y médicos de los que hasta ahora se hacía cargo la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Ni que decir tiene que los sectores más conservadores aquí en los EEUU ya han criticado la posición de la UE por no limitarse tan sólo a retirar toda la financiación sin más. A mí, en cambio, me parece ser la única posición responsable que puede tomarse en una situación como ésta. Tal y como ha indicado Javier Solana:

"No queremos asfixiar al Gobierno ni al pueblo palestinos. Lo que queremos es la adaptación del Gobierno a la realidad de hoy. Queremos dos Estados, y para ello los palestinos tienen que renunciar a la violencia, reconocer al otro y reconocer los acuerdos de Oslo. Es fundamental".

Nada se consigue con hundir al pueblo palestino en la pobreza y el caos social, sino tal vez radicalizar las posiciones y fortalecer precisamente a las fuerzas políticas que queremos ver moderarse o desaparecer del mapa. Una vez más, los ultraconservadores americanos prefieren hacer gala de pureza ideológica y absolutismo moral, en lugar de poner en práctica una política realista que contribuya a solucionar problemas. No puedo ocultar mi desilusión con una Administración como la del Presidente Bush que no ha hecho sino esparcir el caos irresponsablemente por el mundo en nombre de una nueva cruzada ideológica y un marco de referencia completemante basado en el concepto del nefasto choque de civilizaciones. Y lo peor de todo es que Bush ni siquiera va a tener la decencia de cerrar los frentes que ha abierto, sino que todo parece indicar más bien que lo dejará todo en herencia a quienquiera que sea el nuevo inquilino de la Casa Blanca tras las elecciones de 2008. {enlace a esta historia}

[Thu Apr 6 11:27:21 CDT 2006]

Apenas unas cuantas hora después de leer en El País que Berlusconi había calificado de "gilipollas" a los votantes del centro-izquierda (entre otras lindezas que ha venido soltando durante los últimos días en un intento desesperado de evitar la derrota en las urnas) tuve ocasión de leer unas breves notas publicadas por Time sobre la historia del insulto político que incluyen la siguiente anécdota:

When Lady Nancy Astor —the first woman member of Britain's House of Commons— told Winston Churchill during a fierce debate, "If I were married to you, I'd put poison in your coffee". Churchill replied, "If you were my wife, I'd drink it".

Y cuidado, porque lejos de mi la intención de sugerir que el insulto político era mucho más florido en el pasado que en el presente. Se trata de una de esos prejuicios firmemente anclados en la convicción de que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando en realidad cualquier estudio más o menos serio de documentos y discursos en cualquier época nos puede demostrar bien a las claras que el insulto zafio y sin estilo ha sido siempre una de las herramientas clásicas del debate político. {enlace a esta historia}

[Wed Apr 5 21:14:02 CDT 2006]

Una de las constantes de la Historia de la Humanidad es la crítica de las nuevas generaciones como decadentes, irresponsables, egoístas y entregadas al mero goce carnal. En este tema, como en tantos otros, no hay nada nuevo bajo el Sol, y si a alguien le cabe duda alguna no tiene más que releer las reflexiones de Sócrates al respecto:

Los jóvenes de ahora aman el lujo, tienen pésimos modales y desdeñan la autoridad. Muestran poco respeto por sus superiores y ya no se levantan cuando alguien entra en casa. Prefieren insulsas conversaciones al ejercicio, y están siempre dispuestos a contradecir a sus padres y a tiranizar a sus maestros.

Ahí es nada. Si nos recuerdan a los comentarios que a menudo salen de boca los ultraconservadores americanos hoy en día es porque, de hecho, los argumentos son los mismos. Se trata de la historia de siempre: cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, las cosas no hacen sino empeorar y las nuevas generaciones están a punto de sumirnos a todos en la mayor crisis de civilización desde el final del Imperio romano. Viene esto a cuento de un reportaje publicado por El País hace unos días titulado La generación más libre en el que, afortunadamente, se nos presenta una visión algo más compleja de los jóvenes españoles. Cierto, el consumismo se ha convertido casi en un culto general, el disfrute del presente sin preocupación alguna por el futuro cuenta con un apoyo mayoritario, los niveles de asociacionismo son bastante bajos... en fin, quejas todas que ya oímos los jóvenes de mi generación en su momento. De hecho, hasta las quejas sobre el uso de drogas y el consumo de alcohol es algo que ya conocimos nosotros hace un par de décadas. Pero el mundo sigue adelante, y aunque en algunos aspectos hayamos de reconocer que las cosas han empeorado tampoco me parece honesto cargar las tintas en esos aspectos e ignorar los obvios avances que deberían estar bien patentes: mayor igualdad de sexos y presencia de la mujer en la vida social, mayor libertad individual, consolidación de la democracia, tolerancia política, diversidad de ideas, progreso económico, modernización de las infraestructuras, etc. En fin, que las cosas tampoco están tan mal, y merecería la pena, de cuando en cuando, que también prestáramos atención a los aspectos positivos de las nuevas generaciones: libertad de pensamiento, dinamismo, tolerancia, conocimiento, facilidad para adaptarse a una realidad cambiante, dominio de lenguas, familiaridad con otras culturas... Lo más probable es que al final, cuando alguien haga las cuentas dentro de varias décadas, las nuevas generaciones hayan logrado hacer varias aportaciones positivas y otras negativas a este mundo, ni más ni menos que todas las demás. Ni este es el fin del mundo, ni tampoco el principio de una nueva utopía. Es decir, ni más ni menos que como tantas y tantas otras generaciones que la precedieron. No hay necesidad de poner el grito en el cielo ni releer el Apocalipsis. {enlace a esta historia}