[Thu Oct 11 13:41:35 CDT 2018]

El País publica hoy una noticia sobre La diosa Razón, un drama inédito de los hermanos Machado escrito poco antes del inicio de la Guerra Civil en el que casi pareciera que los escritores presagiaran la tempestad que se acercaba:

La diosa Razón se escribe en los últimos días de la Segunda República, cuando se vivía un clima de radicalismo ideológico. En esta pieza proyectaron en un espejo narrativo los temores que tenían respecto al devenir de la República, ya que la obra sucede en la época más violenta de la Revolución Francesa. "Hay una inquietud intelectual sobre una terrible paradoja: cómo la razón se tuerce en ciertos momentos de la historia. Y también lo peligroso de halagar al pueblo convirtiendo sus pasiones en principios políticos. En este drama, quizás de forma inconsciente, muestran un trasunto de los últimos años de la República", afirma Rodríguez Almodóvar.

Los Machado escriben con ojo de época, desvelan miedos, plantean interrogantes, advierten sobre las sombras que amenazan los tiempos felices. E iluminan la historia de otros españoles en la Revolución Francesa, como el Abate Marchena. El escritor sevillano, introductor en España del ideal revolucionario y traductor de Rousseau, Voltaire y Montesquieu aparece con el nombre fingido de Abate Llerena y como preceptor de Teresa Cabarrús.

Personajes históricos que se sumergen en páginas escritas con trazo sereno y seguro. Suena la voz de la ciudadana Teresa Cabarrús, la diosa Razón, Notre Dame de la Revolución, madame Guillotine. El drama en el que los Machado escribieron una historia paralela de lo que sucedía en una España a punto de precipitarse al abismo. Una obra que nunca se representó pero que se convirtió en atroz metáfora en los campos de batalla.

Me encantaría leerla pero, por lo que veo, ninguna editorial la ha publicado aún. Habrá que esperar. {enlace a esta entrada}

[Wed Oct 10 08:26:23 CDT 2018]

El País publica hoy una breve entrevista con Andreas Schleicher, Director de Educación de la OCDE, la organización tras el famoso Informe PISA , de la que me gustaría destacar unas cuantas afirmaciones. En primer lugar, con respecto a la política educativa española, afirma lo siguiente sin pensarlo dos veces:

Si miro al pasado, España ha hecho grandes esfuerzos por cambiar las leyes, pero en la práctica no cambia nada. Cuantos menos políticos se impliquen en temas educativos, mayor la oportunidad de que participen alumnos, padres y profesores. Si se integra a la sociedad, la ley educativa durará más.

¡Exacto! Llevamos varias décadas hablando de un pacto de Estado para la educación que nunca se materializa debido a las divisiones partidistas, sobre todo entre los dos grandes partidos que nos han gobernado hasta ahora. De momento, la aparición en el escenario de dos nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos) no parece que haya contribuido a cambiar mucho las circunstancias. La educación se sigue usando como arma arrojadiza para perseguir objetivos puramente electoralistas. Esto es, sin dudas, lo primero que debemos cambiar. Pero, además, tampoco debemos olvidar que, como afirma Schleicher, no basta tampoco con cambiar la legislación. Lo que hay que cambiar son las prácticas y para ello no queda otro remedio que implicar a la sociedad en su conjunto. Por desgracia, otra tradición bien española es la de aprobar leyes y pensar que con ello ya se ha cambiado la realidad. Tenemos en ese sentido una cultura muy legalista. Inocentemente legalista, diría yo.

Aún más interesante me parece la siguiente afirmación con respecto al rendimiento de las escuelas privadas o concertadas en España:

Si analizo PISA y elimino el contexto social, en España no hay diferencia en la calidad entre pública, concertada y privada. No veo una ventaja específica. La privada en España se ha convertido en una forma de segregar a los alumnos por su contexto social, pero no parece muy efectiva a la hora de elevar la educación, al menos de acuerdo con los resultados de PISA.

Cualquier sociólogo que se precie sabe esto. Es lo que vienen mostrando los resultados desde hace muchísimo tiempo (por cierto, que, por lo que sé, la situación viene a ser más o menos la misma en los EEUU también), pero no parece que la mayoría de la sociedad española esté dispuesta a aceptarlo. Seguimos prefiriendo el mito de que las escuelas privadas y concertadas sí que proporcionan una educación "de calidad" que supera con mucho a la de los centros públicos. Este mito es, por cierto, uno de los principales obstáculos que hay que sortear cuando se negocia nuestra política educativa. ¡A ver quién soluciona eso!

Y pasamos a otro mito, en este caso el de la importancia de la ratio de alumnos por clase:

Es un mito. Si uno no cambia las prácticas de docencia, da igual que tengas 20 estudiantes o 30. Obviamente las clases pequeñas son una ventaja, pero la cuestión es: si tenemos un euro de más de presupuesto, ¿lo gastamos en menor ratio, en un mejor salario para el profesor o en una carrera profesional? La solución es gastar dinero en que los profesores tengan tiempo de hablar con los padres o atender individualmente.

Pero, como el mito está bien arraigado, hace ya tiempo que nuestros gobernantes se lanzaron a la carrera por demostrar que su gestión es la mejor a través de la reducción de las ratios. En fin, otro mito que debiéramos destruir para poder afrontar el problema con un mínimo de garantías de éxito.

Y, finalmente, con respecto al entorno laboral de los profesores:

Los profesores enseñan planes de estudios, pero no son dueños de su práctica, no tienen tiempo de estar con los compañeros, no pueden participar en las decisiones del centro... Es como si trabajasen en una fábrica, en una cadena de producción. Lo que tienen que ser es trabajadores que conozcan su trabajo, que sean dueños de su carrera. Hablamos mucho de la educación permanente, pero los alumnos no van a estar siempre formándose si ven que sus profesores no lo hacen.

Mucho me temo que se trata de otra práctica bien arraigada en nuestra mentalidad, pues se extiende a otros ámbitos de trabajo. El problema aquí no me parece que sea la preparación del profesorado, sino más bien las anquilosadas prácticas que aún caracterizan a nuestra sociedad. Casi da la impresión de que nos hemos ido modernizando en unos aspectos en los que quizá no debiéramos haberlo hecho (por ejemplo, la dieta, el consumismo o la adicción a la televisión) mientras nos aferramos desesperadamente a ciertas tradiciones que quizá debieran haber evolucionado algo más con los tiempos. {enlace a esta entrada}