[Thu Mar 18 12:22:22 CET 2010]

Interesante artículo el que publica hoy El País sobre el crecimiento de las clases medias en los países emergentes y su aparente indiferencia hacia los regímenes autoritarios, al menos de momento. Tradicionalmente, sociólogos y politólogos habían asumido que la expansión de las clases medias conllevaba ciertas ansias de libertad que eran claramente incompatibles con el paternalismo de los regímenes autoritarios, conduciendo tarde o temprano a una transición más o menos pacífica hacia la democracia. Estos eran los argumentos con los que se explicaba el paso de la dictadura a la democracia en países como Portugal, España o Chile. Sin embargo, ahora todo parece indicar que, pese al crecimiento de las clases medias en los países de economías emergentes, dicho fenómeno no está vinculado a un aumento de la presión sobre sus respectivos regímenes autoritarios para que abran la mano y den lugar a una transición hacia la democracia:

Al final de una década de fuerte desarrollo, las clases medias de países tan relevantes como China o Rusia siguen pareciendo más aquiescentes ante regímenes autoritarios que garanticen estabilidad, que ansiosas por conquistar nuevas parcelas de libertad. ¿Por qué no siguen el camino de sus antecesores occidentales?

Como era de esperar, hay respuestas para todos los gusto. Ahora bien, como era también de esperar, quienes se esfuerzan por encontrar alguna explicación más o menos lógica parecen centrarse sobre todo en el argumento cultural: aunque social y económicamente se han ido desarrollando las clases medias en estos países, son culturalmente muy diferentes y más proclives a apostar por la estabilidad y la seguridad, en lugar de la libertad. Quienes apuestan por esta explicación subrayan que países como China o Rusia no cuentan con la tradición intelectual que dio lugar al nacimiento de la democracia liberal contemporánea (el pensamiento griego y el Derecho romano, el Renacimiento, la Ilustración y las revoluciones americana y francesa). Pero este argumento no me convence del todo. De hecho, no hace mucho que podían aplicarse perfectamente a países como Portugal o España, donde muchos de esos fenómenos jamás tuvieron la implantación que alcanzara en otros lugares. Hasta bien entrados los setenta, todavía se oía hablar del Spain is different precisamente a cuenta de estos asuntos y, a pesar de ello, hicimos nuestra transición a la democracia sin mayor problema. Pero es que, además, creo que la premisa del debate es errónea. Sencillamente, no hemos dado el tiempo suficiente para que estas clases medidas consigan implantarse más sólidamente y comiencen a experimentar en sus propias carnes los problemas de corrupción, burocracia, ineficiencia y arbitrariedad que siempre van unidos a los regímenes autoritarios. Más importante aún, todavía tenemos que esperar a ver cómo reacciona la segunda generación de clases medias en estos países. Los fenómenos de cambio social llevan siempre más tiempo de lo que mucha gente imagina. Tampoco aquí fueron las clases medias que se desarrollaron en los años sesenta las que dieron la espalda al régimen franquista, sino sus hijos. Estoy convencido de que habrá que esperar a que suceda algo parecido una vez más en los países emergentes. {enlace a esta historia}

[Sun Mar 14 14:16:30 CET 2010]

Ahí va otra noticia que he leído hoy en Público y que, a decir verdad, me disgusta leer por el tono general de moralina que se desprende del texto. Según nos cuentan, los jóvenes de la ESO ni siquiera saben quién es Miguel Delibes, recientemente fallecido. Lo que se da a entender es lo de siempre: que vamos de mal en peor, que nuestros jóvenes no tienen un mínimo de educación, que nos estamos cargando el humanismo, que los planes de estudio no hacen sino empeorar las cosas en nombre de una pedagogía de vanguardia... en fin, todos los tópicos manidos de la mentalidad reaccionaria de siempre. Si acaso, lo que me duele es que sea un diario progresista como Público quien les haga el juego en este caso.

Veamos. Cierto, la amplia mayoría de chavales ignoran quién pueda ser Miguel Delibes. ¿Acaso era muy distinto en la época en que yo iba a la escuela? Pues la verdad es que no. La mayoría de mis compañeros jamás habían oído hablar de Miguel Delibes, ni tampoco de intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Zubiri o Julián Marías. La cosa ha cambiado bien poco en este sentido. Solamente desde la perspectiva de quien prefiere idealizar el pasado puede que haya diferencia alguna entre la situación actual y la que se vivía cuando yo iba a la escuela (y, si me apuran, la de cualquier otro tiempo pasado). La realidad es que nuestros adolescentes hoy en día ignoran quién pueda ser Miguel Delibes, al igual que lo ignoraban la mayoría de los adolescentes hace treinta años. Ni más, ni menos. No confundamos nuestros deseos con la realidad, y no confundamos tampoco el ámbito por fuerza reducido de una minoría altamente educada que se preocupa por la cultura con lo que pueda conocer o no la mayoría de los chavales. Me confirmo, pues: no creo que haya cambiado mucho en este sentido.

Pero es que tenemos, por otro lado, las quejas de que los jóvenes hoy en día no leen "literatura seria". Pues miren ustedes, ni hoy en día, ni tampoco ayer. Cuando yo iba a la escuela, la amplia mayoría de chavales leía lo que les obligaban a leer en la clase de Literatura y poco más, y tampoco es plan de leerse doscientos libros en un curso, porque aparte de Literatura también hay otras asignaturas de las que preocuparse. Es más, cuando yo iba a la escuela tampoco leíamos a Miguel Delibes en clase. Yo, he de reconocerlo aquí, tampoco he leído nunca ninguna de sus novelas, como estoy seguro que tampoco le han leído muchos de los vallisoletanos que fueron a despedirse de él durante el sepelio. ¿Que eso no es motivo para ignorar siquiera quién fue o qué representa en las letras españolas? Pues sí, seguramente. Pero de ahí a escandalizarse porque nuestros jóvenes no sepan quién es y no hayan leído sus libros media un abismo. ¿O es que acaso hay muchos adultos que se consideren más o menos cultos y que hayan leído a los antes mencionados Zubiri, Marías o Aranguren? Lo dudo mucho. Por si todo esto fuera poco, no me cabe duda alguna de que los chavales leen hoy más de lo que leíamos en nuestra generación. No hay má que acercarse a cualquier librería para ver lo bien surtida que están de volúmenes dirigidos al lector infantil y juvenil. ¿Cuántos de estos veíamos en mi época? No muchos, ciertamente. ¿Que los jóvenes de ahora prefieren la literatura de esparcimiento? ¿Y cuál es la que preferíamos cuando yo era un adolescente, la literatura sesuda e intelectual? ¡Venga, hombre, seamos honestos!

Por último, hay otro aspecto del artículo que me gusta aún menos: ¿por qué nos preocupa tanto que nuestros jóvenes no sepan quién es Miguel Delibes y, en cambio, no nos escandaliza que no les suenen nombres de científicos de prestigio internacional como Richard Dawkins, Stephen Jay Gould, Lynn Margulis o Steven Pinker? O, lo que es lo mismo: ¿cuándo vamos a dejar de equiparar en este dichoso país cultura con letras? ¿Cuándo vamos a aprender a apreciar la importancia del conocimiento científico y técnico? Resulta que, casi con toda probabilidad, buena parte de quienes consideran auténticamente escandaloso que nuestros jóvenes no conozcan a Miguel Delibes son incapaces de explicar siquiera las teorías científicas más básicas, pero al parecer eso es perdonable. El desconocimiento científico es asumible, pero no el de un escritor de novelas. Así nos va, claro. A veces me da la sensación de que confundimos la cultura con un quién es quién de nuestros personajes favoritos. {enlace a esta historia}

[Sun Mar 14 10:40:28 CET 2010]

Me ha gustado la viñeta de Manel Fontdevila que aparece hoy en Público:

No soy de los que se apuntan fácilmente a las teorías conspiratorias, y tampoco creo que existan en este caso por más que digan algunos. O, lo que es lo mismo, no subscribo las teorías a las que se suma buena parte de la izquierda real (así se autodenominan ellos a menudo) con respecto a estos temas. No es que los medios de comunicación conspiren para magnificar las noticias sobre catástrofes naturales y hacernos olvidar los problemas sociales y económicos (¿o es que acaso no hablan también de estos otros temas continuamente?), sino que se agarran a todo lo que resulte llamativo para vender más. Hace ya tiempo que se dedican no al negocio de informar, sino al de exagerar. Los medios informativos cada vez se parecen más a las productoras de cine: su objetivo es vender entretenimiento. Ahí está, creo yo, el problema de fondo, y no en ningún tipo de conspiración para hacernos olvidar los problems del capitalismo ni nada parecido. {enlace a esta historia}

[Fri Mar 11 12:23:15 CET 2010]

He de reconocer que no me gusta nada el siguiente titular que El País ha decidido usar para una noticia que publica hoy: El PSOE rechaza que se obligue a enseñar los crímenes de Stalin. Me parece que se trata del típico caso en que se dice una media verdad para distorsionar lo que realmente sucedió, como queda claro al leer el cuerpo de la noticia. Resulta que el vocal de CiU en la Comisión de Educación del Congreso presentó una propuesta para que se "impulse la incorporación a los textos escolares, dentro del sistema educativo autonómico, la información sobre la hambruna en Ucrania de los años 1930 a 1932". En un primer momento, CiU, PNV y PP la apoyaron, mientras que PSOE y ERC-IU-ICV votaron en contra, con el BGN absteniéndose, lo cual resultó en un empate. Cuando se repitió la votación, el vocal del BNG se posicionó con el resto de los vocales de los partidos de izquierda, tumbando así la propuesta.

Veamos, en principio, si nos limitamos a leer el titular y no vamos más allá, nos puede dar la sensación de que los vocales socialistas se niegan a aceptar que Stalin cometiera dichos crímenes o, cuando menos, no quieren condenarlos. El problema, por supuesto, es que eso no es lo que se votaba. Lo que se votaba era si la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados aprobaba la incorporación a los textos escolares del asunto arriba mencionado y, como bien indicó el representante socialista, dicha competencia no corresponde al Congreso de los Diputados, sino a la comunidad educativa. Estamos, una vez más, ante un nuevo caso en el que los supuestos liberales defienden el intervencionismo estatal para establecer con pelos y señales qué deben aprender (y pensar) nuestros escolares en materia política, lo cual parece a primera vista poco compatible con sus supuestos ideológicos. Se trata, curiosamente, de los mismos diputados que se oponían a la impartición de Educación para la Ciudadanía en nuestras escuelas (?!). Además, en el caso del diputado de CiU, llama la atención observar que hace una propuesta en el Congreso de los Diputados para que las comunidades autónomas incluyan algo en sus respectivos planes de estudio. No quiero ni pensar qué sucedería si la misma propuesta hubiera partido del PSOE o el PP. Creo que seguramente podría oír las acusaciones de "centralismo añejo" desde mi casa en Sevilla.

En definitiva, las atrocidades cometidas por el régimen de Stalin son de sobra conocidas, y dudo mucho que se puedan encontrar muchos militantes del PSOE que no las condene, comparándolas además a los crímenes cometidos por el nazismo o el fascismo. El problema no es ese, sino dilucidar cuestiones como porqué hablar de los crímenes de Stalin en Ucrania y no del resto de atrocidades que perpetró en nombre del comunismo. La cosa se complica aún más cuando aparecen historiadores (y, todo hay que decirlo, personal que de historiador tiene bien poco, salvo en lo que respecta a su capacidad para "historiar", que es una cosa bien distinta) empeñado en colocar la etiqueta de genocidio a todo crimen masivo que se diera en el pasado. Para concluir, no tengo nada claro que el Congreso de los Diputados deba perder el tiempo con estas cosas, sobre todo teniendo el sistema educativo que tenemos. {enlace a esta historia}

[Wed Mar 10 14:47:40 CET 2010]

A juzgar por el editorial publicado hoy por El País Zapatero no convenció en la entrevista que concedió a TVE anoche. La verdad es que no puedo hablar de la entrevista como tal porque no la vi. No obstante, no me extrañaría nada que el editorialista estuviera en lo cierto. Porque, seamos sinceros, no me parece correcto negarle buenas intenciones al Presidente del Gobierno. Tampoco creo justo negarle algunos aciertos en su gestión, sobre todo durante su primer mandato. Pero también tenemos que reconocer que Zapatero no es Felipe, no tiene su carisma ni tampoco, lo que me parece más preocupante, su capacidad de liderazgo. Cuando el editorialista de El País le echa en cara que no aprovechara la entrevista para compartir con los ciudadanos "una visión política que jerarquizara las prioridades en un discurso claro" no queda más remedio que echar un vistazo atr´s y observar con algo de sorpresa que se hace bien difícil explicar cuál fue el proyecto de Zapatero ya desde el principio. Sí, es el Presidente más claramente de izquierdas que hemos tenido desde la Transición. Eso ya lo reconocí en su momento. Sí, tiene un claro compromiso con las políticas sociales y está dispuesto a plantar cara por ellas. Todo eso es cierto. Pero lo que falta casi desde el principio es un proyecto claro y consistente, una historia que exprese en un par de párrafos qué es lo que se quiere hacer desde el Gobierno de la nación. Esa crítica me parece justa, la verdad.

Hay quien dice que Felipe González no fue sino un peón de la derecha y los intereses empresariales. Muy bien. Pero aún hoy soy capaz de explicar en pocas palabras en qué consistía su proyecto de cambio: modernizar las estructuras políticas, sociales y económicas para ponernos a la altura del resto de Europa, al tiempo que fuéramos insertándonos poco a poco en la realidad internacional por primera vez desde que nuestro imperio se fue al traste. Que nadie me pida que haga lo mismo con el proyecto de Zapatero porque sería incapaz. Le da a uno la sensación de que, en vez de proyecto, lo que se hace es improvisar constantemente conforme van surgiendo los problemas, sobre todo una vez pasadas las reformas iniciales, introducidas todas ellas durante los dos primeros años de gestión. Casi se diría que la política de Zapatero es más estética que otra cosa, y en lugar de proyecto tenemos "actitud" y posicionamientos basados en los prejuicios progres de siempre. Poco más. En este sentido, me parece que Felipe tenía mucha más capacidad intelectual, quizá porque nunca pensó dedicarse a esto de la política profesional en tanto que Zapatero lleva ahí toda su vida. Sea como fuere, a uno le queda la sensación de que Felipe tenía un proyecto y se encontró con el poder, mientras que Zapatero se encontró con el poder y... en fin, nunca se planteó demasiado en serio qué diantres quería hacer con él. No me cabe duda de que tarde o temprano saldremos de la crisis. A lo mejor hasta salimos de ella antes de las próximas elecciones generales. Pero de lo que no me cabe la menor duda es de que estamos ya ante un claro final de ciclo y, si Zapatero continúa después del 2012, lo hará en unas condiciones tan penosas como el Felipe de 1993. Sencillamente, parece claro que él quiere continuar. Lo que nadie sabe es por qué ni para qué. He ahí el problema. {enlace a esta historia}

[Wed Mar 10 12:31:55 CET 2010]

Ya he dejado escrito en otras ocasiones que por estos pagos tenemos una derecha muy especial que, ciertamente, ha ido mejorando algo y poniéndose al día en los últimos veinte años o así, pero que todavía adolece a menudo de un exceso de tradicionalismo arcaico y una clara falta de modernidad y liberalismo, pese a la retórica ultraliberal que adoptan algunos de sus líderes para diferenciarse de la dirección. Viene todo esto a cuento de la desproporcionada reacción del PP a la campaña publicitaria "Esto lo arreglamos entre todos" (en este otro enlace pueden leerse los comentarios de Estegan González Pons sobre el asunto). Sencillamente, lo que en otros países es moneda de uso corriente (esto es, que surja una iniciativa desde la sociedad civil con financiación de algunas renombradas empresas y la participación de unos cuantos nombres que cuentan con el reconocimiento social para fomentar tal o cual mejora de la vida en común) aquí se convierte automáticamente en herramienta arrojadiza para el simulacro de debate político a que nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes, que casi viene a ser como una pelea de patio de colegio con insultos, regañinas, rabietas y (últimamente) hasta peinetas. Como decía, muy poco liberal tiene que ser una derecha que es incapaz de aceptar que la sociedad civil, a través de fundaciones de distinto tipo, cobre protagonismo en la vida política, pero eso es lo que tenemos. Para nuestra desgracia, más de treinta años de democracia aún no han sido suficientes ni para remozar nuestros partidos y obligarles a adoptar las formas de una auténtica democracia interna, ni tampoco para que los políticos aprendan a aceptar modestamente las limitaciones del papel que les toca jugar en un entorno en el que quien de verdad debe llevar la voz cantante es la sociedad como tal. Aún arrastramos los modales autoritarios que heredamos del franquismo y nos empeñamos en exigir que sea siempre el Gobierno quien resuelva todos los problemas como por arte de magia, sin participación ni corresponsabilización de los ciudadanos. Y, claro, así llega el momento en que nos damos de bruces con la realidad y descubrimos que las ansias de modernización tienen un límite. Hace falta relanzar una nueva era de profundas reformas que afecten no sólo a nuestros partidos políticos o nuestra economía, sino también a nuestra Administración y, lo que es más importante, a la propia sociedad. De lo contrario, nos quedaremos estancados donde estamos. {enlace a esta historia}

[Tue Mar 9 12:07:51 CET 2010]

Leo en El País que el Consejo de Europa defiende la libertad de las mujeres a vestir el burka si lo consideran apropiado y no me queda más remedio que mostrar mi acuerdo con la decisión, por poco que me guste la prenda como tal. Y es que en asuntos como éste sucede a menudo que no sabemos distinguir entre lo que nos parece apropiado, correcto o aceptable y, por otro lado, lo que debiera estar o no permitido. De la misma forma que numerosas prendas de uso corriente en la amplia mayoría de sociedades occidentales pueden considerarse igualmente denigrantes contra la dignidad de la mujer (sobre todo aquellas que subrayan los aspectos más eróticos de la anatomía femenina) y, sin embargo, las permitimos siempre y cuando se elija libremente usarlas, no veo porqué debamos comportarnos de otra forma con respecto a este otro tipo de prendas. La clave, por supuesto, está en que la mujer elija libremente usarlas. Creo, por tanto, que tiene razón el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, cuando afirma que "las mujeres deberían ser libres para elegir cómo visten, sin interferencias de sus comunidades ni de las autoridades", advirtiendo que supondría además una clara "invasión de su vida privada".

Lo que más me llama la atención en todo este asunto es que sean precisamente ciertos sectores progresistas que hasta hace poco ridiculizaban la mentalidad autoritaria y pacata de la Iglesia y los grupos más tradicionalistas los que defiendan ahora la injerencia del Estado en cómo hayan de vistar las mujeres. Casi pareciera que, en lugar de oponerse al excesivo intervencionismo de un Estado paternalista en nuestra esfera privada por lo que ello conlleva de recorte de nuestras libertades individuales, prefieran optar por oponerse o no dependiendo del sentido de dicho intervencionismo (esto es, si se trata de una normativa que se identifica con su línea ideológica, se la justifica sin mayor problema, mientras que cualquier intervención estatal en favor de la línea contraria se critica como "autoritaria"). Sencillamente, me parece algo contradictorio este posicionamiento. Y que conste que, como advertía al principio, no siento atracción ni simpatía alguna por el burka ni ninguna prenda parecida, pero me parece que en esto debe aplicarse la misma máxima que en muchos otros casos y permitir la libertad individual siempre y cuando no coarte la libertad de los demás. {enlace a esta historia}

[Sat Mar 6 16:33:30 CET 2010]

Aunque se trata de algo que apareció en la prensa hace ya varios días (a principios de semana, si mal no recuerdo), no podía dejar pasar la oportunidad de comentar la propuesta que hizo la CEOE para crear un nuevo tipo de contrato dirigido a los jóvenes que no incluye prestación por desempleo, cotización a la Seguridad Social ni indemnización por despido. La descripción de dicho contrato, según figura en El País, casi nos retrotrae a los tiempos de Dickens:

La patronal se sacó ayer de la chistera un nuevo modelo de contrato laboral con nulos derechos. Propuso una nueva modalidad: afectaría a los jóvenes de hasta 30 años, no daría derecho a prestación por desempleo, no habría indemnización por despido, duraría entre seis meses y un año y no comportaría cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. La propuesta y los detalles los enunció ayer el director de relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada, en los pasillos del Congreso.

El directivo de la patronal fue más allá. Precisó que se inspira en una medida francesa que "en el mejor de los casos" iguala el salario mínimo interprofesional (633,3 euros al mes), aunque eso en España podría revisarse. En el país vecino existen dos tipos de contrato para jóvenes cuya remuneración oscila entre el 25% y el 80% del salario mínimo, si bien el sueldo más bajo permitido legalmente está por encima de los 1.300 euros.

Para empezar, la comparación con el caso francés está traída un poco por los pelos, pues en el país vecino se aplican este tipo de contratos únicamente a aprendices que están incorporándose por primera vez al mercado de trabajo, por lo que tengo entendido. Ni que decir tiene que la intención de la CEOE va mucho más allá de aplicar dicho contrato a aprendices de entre 17 y 18 años, como viene sucediendo en Francia. Más bien al contrario, la propuesta tiene el inconfundible tufillo de ahondar aún más en lo que nuestros empresarios saben hacer muy bien: esparcir precariedad por allá donde pisan.

Veamos. El nuevo modelo de contrato que propone la CEOE no es, ni con diferencia, un contrato de inserción laboral para muchachos barbilampiños, sino que se extiende hasta los jóvenes de 30 años de edad. En otras palabras, que vendría a aplicarse a un buen número de trabajadores que ya llevan años en el mercado y aún no han encontrado la ansiada estabilidad económica (y lo que les quedaría con un modelo como éste). En este sentido, convendría ver las cosas con un poco más de perspectiva y plantearse cómo puede uno mantener este tipo de propuestas y, al mismo tiempo, quejarse de que en nuestro país las generaciones más jóvenes "no se atreven a emanciparse" o "tardan demasiado en crear familias" y "asumir las responsabilidades propias de la vida adulta". En fin, se trata de una queja que proviene típicamente de las filas conservadores precisamente, pero que ni siquiera parecen plantearse cuando les afecta a sus bolsillos. Si de verdad queremos promover la emancipación de los jóvenes, no se me ocurre peor propuesta que la que hace la CEOE. Algo bien distinto sería si la limitan verdaderamente a los más jóvenes, como sucede en Francia. Si el objetivo es proporcionar la primera oportunidad a un chaval de diecisiete o dieciocho años de desenvolverse en el mercado laboral, bienvenida sea la idea.

Pero es que, además, la propuesta va claramente dirigida al objetivo de garantizarse una mano de obra barata hasta bien entrados los treinta años. No voy a entrar a discutir las consecuencias que pueda tener dicha medida en el resto de los trabajadores, que a partir de este momento tendrían que competir con chavales dispuestos a trabajar por un salario ridículo y sin los derechos laborales que se vienen considerando más elementales desde al menos mediados del siglo XX. Ni siquiera hace falta entrar a discutir ese tema porque la verdad es que la propuesta peca de un cortoplacismo que sólo puede darse en una clase empresarial tan miope como la que tenemos en este país, pues mientras todos los países de nuestro entorno están esforzándose en salir de la crisis mejorando su capital humano, invirtiendo en educación e investigación y fomentando la competitividad de su mano de obra, por aquí quieren competir en costes salariales y precariedad en el puesto de trabajo. Es una auténtica vergüenza que sólo viene a probar la falta de espíritu emprendedor entre nuestros empresarios, más dados al juego del tocomocho y la ganancia instantánea a base de especulación que a la construcción de empresas sólidas y capaces de competir en los mercados internacionales (con alguna que otra excepción, por supuesto). {enlace a esta historia}