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[Sat Jul 31 21:31:38 CEST 2010]Leyendo un número atrasado de ABC Cultural me encuentro con un artículo de Rafael Reig titulado Mi libro del verano (lo siento, pero no he podido encontrarlo en la versión digital de ABC) en el que reflexiona sobre la obra Almas muertas, de Nikolai Gogol y, en un momento dado, afirma lo siguiente sobre el estilo narrativo de Gogol en comparación con algunos escritores contemporáneos: He de reconocer que nunca he leído a Gogol (como, por otra parte, el propio Reig reconoce en su artículo que fue también su caso hasta tiempos más bien recientes... ¡qué alivio leer a un periodista culto que, sin embargo, no se cree en la necesidad de aparentar haber leído a todo escritor importante!), pero su descripción de los juegos malabares en que a menudo incurren los autores llamados postmodernos sí que me parece acertada. Y no es que no guste en ocasiones ver a alguien haciendo un solitario con estilo, pero es verdad que a menudo la literatura postmoderna se queda en tan sólo eso: meros fuegos de artificios que uno puede admirar desde cierta distancia, pero que en realidad no nos conmueven tanto como otras obras más clásicas. En este sentido, se trata de algo parecido a lo que sucede con el cine, cada vez más entregado a la pirotecnia y al alarde técnico, pero que no encuentra resonancia en lo más profundo de nuestro ser, como a menudo sucedía con otros filmes más modestos pero con una historia detrás o con caracteres más humanos. Por otro lado, también me pareció interesante, en el mismo número de ABC Cultural, Safari literario, el reportaje de Manuel Lucena sobre la biblioteca personal de Ernest Hemingway. Resulta que, pese a toda su pose de antiintelectual redomando únicamente interesado en perseguir aventuras, el bueno de Hemingway tenía una magnífica colección de libros, amén de u afán bibliófilo casi compulsivo. Según nos cuentan, leía todo lo que pillaba, ya fueran libros, periódicos o revistas. {enlace a este artículo} [Sat Jul 31 17:46:03 CEST 2010]ABC publicaba el sábado pasado una entrevista con Albert Boadella en la que se le preguntaba sobre la propuesta de prohibición de los toros en Cataluña y, aunque las respuestas eran todas de lo más previsible (¿por qué demonios no podemos ver en España columnas escritas por autores progresistas en ABC o EL Mundo y otras escritas por autores conservadores en El País o Público? ¿Por qué tenemos que ser tan redomadamente partidistas y cerrarnos en banda siquiera a oír o leer aquellas opiniones con las que en principio estamos en desacuerdo?), sí que me llamó la atención la siguiente reflexión sobre la "catalanidad" de la fiesta de los toros cuando le preguntan si el aficionado catalán es un "resistente": Totalmente cierto. Claro, que tampoco es un argumento para mostrarse a favor, al menos no lo es para quienes pensamos que la tradición o el supuesto "carácter nacional" no lo justifican todo. {enlace a este artículo} [Sat Jul 31 15:11:41 CEST 2010]Aunque se publicó hace ya casi una semana, hasta ahora no he tenido ocasión de leer el reportaje de El País sobre Zapatero que vio la luz el domingo pasado. Para mí, tiene la virtud de mostrar al Presidente reconociendo lo que considera son los dos errores más importantes de su gestión: primero, el haber declarado justo antes del atentado de la T-4 que estábamos mejor (en lo que respecta a las conversaciones con ETA para llegar a un acuerdo de paz) que un año antes y, segundo, tal y como lo expone el propio Presidente, "haber estado demasiado tiempo en el debate de si teníamos una crisis o una desaceleración". Me parece importante porque, sobre todo esto último, también lo he mencionado yo varias veces como un error de Zapatero y prácticamente todos los militantes socialistas a quienes se lo he mencionado han negado la mayor. Ahora, sin embargo, el propio Presidente reconoce el error lo cual, me parece, le honra. La cuestión va mucho más allá de limitarse meramente a una discusión terminológica. La verdad es que mientras la oposición advertía una y otra vez sobre lo delicado de la situación que se avecinaba, el Presidente prefirió aferrarse al tan afamado optimismo antropológico que le caracteriza y afirmar que todo se reduciría en última instancia a una simple desaceleración sin mayores consecuencias cuando casi todos los analistas ya veían perfilarse en el horizonte la mayor crisis económica desde los años treinta (o, cuando menos, desde las crisis del petróleo en la década de los setenta). Y el motivo por el que nada de esto carece de importancia es porque, debido al empeño en negarse a ver la realidad, emprendimos tal vez algo tarde los esfuerzos para construir los diques necesarios para suavizar el impacto de la tormenta. Hay que reconocerlo así, sin engaños ni tapujos, se simpatice con el PSOE, el PP o con ninguno de los dos. De lo contrario, no hacemos sino mentirnos a nosotros mismos. El mismo reportaje lo deja bien claro en un párrafo hacia el final que contiene unas declaraciones de Fidalgo: En fin, que el error fue de peso y ha tenido consecuencias claras en el estado de nuestra economía: las reformas que se están planteando en estos momentos (del mercado laboral, del sistema de pensiones, etc.) debían haberse planteado hace casi dos años en un momento en el que, además, hubiera sido más fácil para los agentes sociales (sobre todo, no nos engañemos, para los sindicatos) sentarse a negociar y rubricar medidas de ajuste duro pero necesarias. Precisamente porque Zapatero no es responsable de la crisis, sino que se trata de una crisis económica global, debía haber estado bien claro entonces que nos iba a afectar a nosotros, de la misma manera que estaba ya afectando a los EEUU, Gran Bretaña y el resto de países de economía desarrollada. Ese error, creo, hay que asumirlo. No queda más remedio que hacerlo si queremos ser honestos. Otra cosa bien distinta, por supuesto, es culpar a Zapatero de la crisis económica, como parecen estar haciendo irresponsablemente casi todos los dirigentes del PP. Para empezar, no están teniendo en cuenta que aquellos polvos trajeron estos lodos y que el modelo de crecimiento económico que ahora se ha hundido ante nuestros ojos no es sino el que ellos mismos montaron durante sus años de gobierno. No lo van a reconocer, pero la realidad es que el milagro español que tanta fama granjeó en su momento a Rodrigo Rato estaba construido sobre pies de barro. Claro que, en los momentos de éxito siempre se hace bien difícil bajar de la nube. {enlace a este artículo} [Thu Jul 29 12:30:09 CEST 2010]Sin lugar a dudas la noticia del día que comenta todo el mundo es la aprobación por parte del Parlamento catalán de la ley que prohíbe la fiesta de los toros en aquella comunidad autónoma. Y, como era de esperar, ya se han alzado voces clamando al cielo por lo que consideran un insulto a la dignidad nacional española, distorsionando con ello la naturaleza del debate y convirtiendo esto en una nueva reedición del tan socorrido "Cataluña le toca las narices a España" que tanto gusta en ciertos medios. O sea, que en lugar de discutir los méritos de la propuesta como tal, en lugar de sopesar los pros y los contras, de oír los argumentos de un lado y de otro, son muchos los que han preferido entregarse a la orgía nacionalista de siempre. Así, seguramente no faltarán los catalanes que han apoyado la medida para subrayar ante el mundo las diferencias que separan a los catalanes del resto del país, como evidentemente también ha habido españolistas que se han aferrado a la "fiesta nacional" aunque les importen un pito los toros. Veamos, pues, si podemos tranquilizar un poco las cosas y escribir unas líneas sobre el tema sin dejarnos llevar por el desgarrador apego al terruño que parece haberse apoderado de tanta gente estos días. ¿Tiene acaso potestad el Parlamento catalán para legislar sobre el tema? No veo porqué no. ¿Acaso no tiene potestad para legislar sobre las peleas de gallos y otra multitud de asuntos? No veo porqué esto haya de ser distinto. La verdad es que sueño con el día en que la mayoría de españoles no se asuste al enterarse de que una comunidad vive de acuerdo a unas normas distintas a las de la otra. ¿Acaso no consiste en esto la descentralización? ¿O qué tenían en mente cuando construíamos el Estado de las Autonomías? ¿Un Estado en el que cada comunidad tendría sus instituciones (parlamentos, gobiernos...) pero por arte de birlibirloque todas acabarían con las mismas leyes? Nuestros analistas hablan a menudo de que tenemos un Estado federal (de hecho, para quienes reclaman un retorno al centralismo, ya hemos ido incluso más allá, acercándonos a la confederación), pero lo cierto es que ni siquiera nos acercamos a ello. ¿Qué diría esta gente si una comunidad autónoma aquí pudiera, como puede un estado en los EEUU, implantar la pena de muerte, legalizar la eutanasia o tener su propio reglamento de tráfico? Eso es federalismo y lo que tenemos por aquí ni siquiera se le acerca. Y, sin embargo, cuando el estado de Oregón decide legalizar la eutanasia, se oyeron voces a favor o en contra de la ley, pero yo no recuerdo a nadie gritando desesperadamente que se los EEUU se iban a romper. Ya, ya entiendo. Se trata de una historia y una cultura diferentes. Pero lo saco a colación para poner las cosas en su sitio y que tengamos bien claro que nuestro Estado de las Autonomías aún queda bien lejos de un Estado federal, se diga lo que se diga. Además, ¿a qué viene rasgarse las vestiduras ahora cuando nadie clamaba al cielo cuando la comunidad autónoma canaria también prohibió las corridas de toros en 1991? ¿Es que acaso España se rompe ahora más porque son los catalanes quienes han aprobado la misma medida? ¿Cabe mayor hipocresía? Y cuidado, porque quienes ahora nos advierten del fin del mundo son los mismos que no tienen problema alguno cuando ciertas comunidades autónomas gobernadas por el PP deciden incumplir la legislación aprobada por el Parlamento central y firmada por el Jefe del Estado sin ni tan siquiera permitir que voten sus respectivos parlamentos. Pero dejemos a un lado el eterno (y cansino) debate sobre nuestra política territorial y centrémonos en la decisión como tal. La verdad es que, pese a que me interesan bien poco las corridas de toros, las considere crueles y jamás haya visto más que retazos de alguna corrida que ha sido retransmitida por televisión, no me convence del todo su prohibición. Que quede bien claro: no me parece un escándalo, ni tampoco un ataque contra mis derechos constitucionales, como algunos parecen estar afirmando estos días. Simplemente, me parece que se trata de un asunto que debiera dejarse a la decisión de cada individuo. Que la sociedad continúe debatiendo el asunto y, no me cabe duda de que tarde o temprano, pasarán a la historia de todos modos, de manera similar a lo que sucedión con el boxeo, por poner un ejemplo. En líneas generales, adopto ante estos asuntos la actitud liberal que prefiere dejar al individuo la suficiente autonomía como para que decida qué hacer libremente En eso puede que esté de acuerdo con algunos de los argumentos esgrimidos por parte de los dirigentes del PP (si no fuera porque, como decíamos anteriormente, suelen aliñarlo todo de una catalanofobia demasiado evidente), aunque uno se pregunta por qué demonios no aplican el mismo razonamiento al asunto del burka, por poner un ejemplo. Según parece, ahí no ha lugar para la libertad individual. Se hace lo que estipula la ley, y punto. Uno se pregunta si esa medida no es incluso más claramente inconstitucional que esta otra. Al fin y al cabo, ¿por qué debiera estipular el Estado cómo haya de vestir yo, siempre y cuando lo haga por voluntad propia? A nadie causo daño con ocultarme la cara. Las corridas de toros, en cambio, tienen una víctima clara: el toro. Pero todo eso son asuntos demasiado sutiles para quienes gustan de aplicar la brocha gorda al debate político. {enlace a este artículo} [Tue Jul 27 12:04:35 CEST 2010]Aunque hace ya tiempo que se publicó no fue hasta ayer que me encontré con un reportaje sobre laicismo y aconfesionalidad del Estado en el diario El País que no puede sino avergonzar a quienes creemos en la separación entre Iglesia y Estado. Somos muy dados por aquí a criticar la apabullante presencia de la religión en la vida cotidiana de sociedades como la estadounidense, por poner un ejemplo, pero sin ver la viga en el ojo propio, por supuesto. Cierto, la religión tiene una presencia clara en la sociedad estadounidense, pero porque sus ciudadanos así lo han decidido libremente, no por imposición del Estado. Allí existe una estricta separación entre Iglesia y Estado. Ni el Estado financia a las distintas iglesias con un solo céntimo del dinero público ni tampoco se permite la enseñanza de religión en las escuelas públicas. Aún así (algunos dirían que precisamente por ello), es cierto que el fenómeno religioso tiene mucho vigor en aquella sociedad, lo cual no debe preocupar en principio a ninguna persona que se identifique con las convicciones laicistas, creo yo. La cuestión no es prohibir las creencias religiosas por ley (lo cual, es obvio, no sería sino una imposición desde el otro extremo), sino permitir que los individuos decidan libremente si quieren creer y, si la respuesta es afirmativa, con qué fe se identifican y a qué iglesia quieren pertenecer. En ese sentido, creo que el modelo que se aplica en los EEUU debiera ser el modelo que podríamos seguir aquí en Europa también. Ahora, por contraposición a la sociedad estadounidense, que tan pacata y religiosa nos parece desde aquí (por cierto, éste es otro prejuicio que habría que aclarar algún día), lo cierto es que la Iglesia casi hace y deshace a su gusto por estos lares. Ni siquiera el Gobierno más claramente laico que hemos tenido desde que se restauró la democracia liberal en nuestro país se atreve a tocar los privilegios de esta intocable institución. Se les permite que sigan financiándose con dinero público, que sigan impartiendo su catequesis en nuestras escuelas públicas y hasta que se quiten de en medio a cualquier profesor o profesora que no siga la línea de ortodoxia marcada desde Roma, a pesar de que el salario de dichos profesores salga del bolsillo de todos nosotros. Que quede bien claro: no propongo un Estado ateo, ni tampoco irreligioso o anticlerical (todos ellos, por cierto, pecados seculares de la izquierda en nuestro país), sino sencillamente una estricta separación entre Iglesia y Estado como la que existe en los EEUU. Como se ve, no pongo como ejemplo a la Cuba comunista, sino un país que, por lo demás, muchos ven como claramente conservador. Y, sin embargo, en lo que respecta a este tema, parece que levanta bastantes suspicacias entre nuestra derecha más recalcitrante. {enlace a este artículo} [Mon Jul 26 16:41 CEST 2010]He de confesar que a veces se me hace bien difícil entender a nuestros políticos y las decisiones que toman. Sin ir más lejos, hace tan sólo unos días leíamos en la prensa que los principales partidos políticos habían acordado limitar la autonomía de las televisiones privadas durante las campañas electorales. Pero, ¿en qué consisten las propuestas? Se trata de un batiburrillo de medidas que obligarán a los medios de comunicación a asignar durante los informativos un tiempo estrictamente proporcional a los resultados en las elecciones previas (?!) y contentarse con recibir imágenes de quienes organizarn los mítines (es decir, loa propios partidos políticos) en lugar de enviar a sus cámaras, no vaya a ser que capten alguna imagen embarazosa. Por si esto fuera poco, se ha convertido ya en prática habitual entre nuestros dirigentes políticos el dar ruedas de prensa en las que no es posible hacer preguntas, sino que todo se limita realmente a la lectura de un comunicado por parte del busto parlante de turno. En definitiva, una verdadera desgracia para quien aún tuviera esperanzas en asistir a una profundización de nuestra joven democracia. Vamos, en este sentido, de mal en peor. El control de las listas por parte de las élites dirigentes de los partidos políticos se hace cada vez más férreo, la democracia interna brilla por su ausencia, casi no existe discrepancia dentro de las filas de los partidos que sea digna de mención, las primarias han desaparecido del mapa tras su rutilante aparición en escena a principios de esta década (al parecer, los militantes y simpatizantes socialistas se "equivocaron" de candidato y no eligieron "bien")... ¿por qué diantres se preguntan todavía algunos sobre la mala imagen de nuestros políticos entre la ciudadanía? Debiera estar bien claro, creo yo. No se atreven a tocar el status quo nada más que para blindar todavía más su posición. {enlace a este artículo} [Mon Jul 19 15:21:52 CEST 2010]Con la que está cayendo, con lo necesario que es en estos momentos contar con un partido de la oposición serio, sólido y constructivo, y lo único que vimos esta semana en el debate sobre el estado de la nación ha sido el diálogo de besugos a que nos vienen acostumbrando hace ya tiempo los líderes de los dos partidos mayoritarios. Si, por un lado, tenemos a un Presidente del Gobierno seriamente tocado e incapaz ya de inspirar confianza (por no hablar de ilusión) entre los votantes, por el otro lado tenemos a un líder de la oposición insulso, que se limita a criticarlo todo constantemente, se niega a concretar medida alternativa alguna y no hace sino dar la impresión de que tiene prisas por llegar a la Moncloa, no vaya a ser que los dirigentes de su propio partido se le echen encima antes de tiempo. Como afirma Joaquín Estefanía en su columna publicada ayer en El País: Pero ésas tenemos. No podemos extrañarnos de que las encuestas del CIS confirmen una y otra vez que los ciudadanos andan preocupados por la clase política. En lugar de apostar firmemente por el consenso, no hacen sino entregarse a la disputa de siempre, que llega ya a hastiar a la gente. ¿Que estoy siendo demasiado duro? Para nada. No hay más que echarle un vistazo a la nueva entrada en la bitácora de Pepe Blanco, titulada ¿Para qué sirve Rajoy?. Seguimos con lo de siempre, tirándose tomates los unos a los otros mientras el patio está sin barrer y la casa amenaza ruina. Rajoy lanza dardos contra Zapatero, Zapatero contra Rajoy, Cospedal contra Zapatero, Pepe Blanco contra Rajoy... Después llegarán los lamentos cuando los ciudadanos, hartos de tanta pedorreta infantil, no salgan a votar. {enlace a este artículo} [Sat Jul 17 14:45:38 CEST 2010]La columna del catedrático Manuel Lozano Leyva sobre ciencia que lleva hoy el diario Público entra a comparar la figura de Leonardo da Vinci con la de Arquímedes y, de paso, logra relativizar al menos en pate el mito de Leonardo: La reflexión me parece interesante por lo que tiene de relativizar a una figura que ha llegado a alcanzar sin lugar a dudas la categoría de mito entre nosotros. No creo que el profesor Leyva desprecie a Leonardo ni mucho menos. No se trata de eso, sino de comprobar objetivamente que, al menos en el campo de la ciencia, no aportó gran cosa. Pero lo curioso es que otro tanto puede decirse de sus incursiones en el mundo del arte o el de la tecnología. Cierto, La Gioconda o La última cena se han convertido en iconos culturales, pero ninguna de las dos supuso un corte radical ni innovación alguna en lo que respecta a la técnica artística, el tema, ni tampoco en su aproximación filosófica. Otros muchos artistas han tenido mucha mayor influencia en la historia del arte. Y lo mismo cabe decir de sus célebres invenciones. Como afirma Leyva, incluso en su propia época se veían como poco prácticas e incluso contraproducentes. Es más, que sepamos, jamás se llevaron a la práctica y, si llegaron de hecho a fabricarse, el mero hecho de que cayeran en el olvido no haría sino confirmar su inutilidad. ¿A qué se debe, entonces, el mito de Leonardo? ¿Acaso cabe hablar de conspiración? Dudo mucho que Leyva se atreva siquiera a sugerir eso. No creo que su intención sea echar por tierra la figura de Leonardo, sino más bien ponerle en su sitio dentro de la historia de la ciencia. Aunque en verdad no lograra ningún avance de importancia en ninguno de los campos en que desarrolló su actividad, lo que nos llama la atención de Leonardo es su curiosidad insaciable, su constante necesidad de conocer cómo funcionaban el mundo y la naturaleza. Esta es la actitud que presagió el hombre moderno, la actitud que caracterizó al Renacimiento y que acabó por cambiar nuestras sociedades. Leonardo fue un adelanto del conocimiento expresado en la Enciclopedia de la Ilustración. Lo que apreciamos en él no es tal o cual invento, éste o aquél adelanto, sino su actitud. {enlace a este artículo} [Mon Jul 12 20:56:15 CEST 2010]¡Por fin cayó! Uno ya se había hecho a la idea de que no lo vería jamás, pero la selección española ganó finalmente el Mundial anoche. Tras décadas de mediocridad, desilusiones y muchos "quiero pero no puedo", la Roja se impuso a una marrullera selección holandesa que ni siquiera se merece que usemos el apelativo de naranja mecánica para referirnos a ella. Al contrario que Alemania, que en ocasiones logró romper la fluidez del conjunto español con buen juego en la semifinal, los holandeses apostaron desde el principio por la trampa, la patadita y, en ocasiones, hasta la agresión abierta y descarada. No me gustó el partido (dudo que le gustara a nadie), pero fue sin duda emocionante para cualquiera que apoyara a uno de los dos equipos en liza. En fin, si acaso, lo más importante es que hemos logrado poner fin al fatalismo que siempre nos caracterizó. Cierto, hemos triunfado en otros deportes, pero éste es el deporte-rey, que no se engañe nadie. Ahora se pregunta uno si todo esto tendrá un efecto más o menos duradero en el espíritu español. La verdad es que España, gracias al proceso de modernización acelerada que ha experimentado en los últimos treinta años, ha logrado ponerse a la altura de los grandes, tanto en esto como en otros aspectos mucho más importantes. Pero no hay que menoscabar la importancia que pueden tener los triunfos deportivos para fortalecer el espíritu de un pueblo. Veremos cómo transcurren las cosas en los próximos años, pero en principio cabe tener algo de fe en el potencial español para superarse y, sobre todo, para superar los retos que nos marquemos. Sin embargo, se mire como se mire, me parece evidente que éste se recordará no tanto como el Mundial en el que Villa destapó el tarro de las esencias, ni tampoco en el que Iniestas o Xabi se consagraron como canalizadores del juego, sino que sin duda de la misma forma que el de Argentina pasó a la historia como el Mundial en el que Cardeñosa falló estrepitosamente un gol cantado contra Brasil éste se recordará para siempre en nuestro país como el Mundial en el que Iker besó a Sara Carbonero delante de las cámaras de televisión. Ahí va el video: {enlace a este artículo} [Sun Jul 11 17:01:54 CEST 2010]Como de costumbre, voy algo atrasado en mis lecturas y no he tenido ocasión de echarle un vistazo al suplementeo dominical de El País de la semana pasada hasta hoy mismo. Pero me he encontrado con sorpresa un magnífico reportaje sobre el Museo de la Evolución Humana de Burgos, que abre precisamente en un par de días. Algunos de los párrafos me parecen enormemente interesantes por lo que dejan entrever sobre la naturaleza humana: Sin lugar a dudas. Ambos hechos vienen a desmontar algunos de los tópicos que se construyeron durante miles de años. Todo parece indicar que, por un lado, los seres humanos han contado con un sentimiento de comunidad durante mucho más tiempo que nuestros hiper-individualistas contemporáneos quieren hacernos pensar. Pero, por otro lado, también queda claro que los lazos de solidaridad siempre han quedado reducidos a la propia tribu, comunidad o sociedad, mientras que al otro se le trataba con un desprecio que, en ocasiones, podía incluso llegar al canibalismo. Una de cal y otra de arena, supongo. {enlace a este artículo} [Sun Jul 11 14:24:57 CEST 2010]El País publica hoy una noticia sobre la convalecencia de Ariel Sharon en un hospital israelí donde leva ya más de cuatro años en coma de la que me llama poderosamente la atención el siguiente párrafo: Ese "vamos a quedarnos con lo mejor y deshacernos del resto" me parece de lo más clarificador. Lo digo para que nadie se llame a engaño sobre los objetivos últimos de la política de asentamientos del Estado de Israel. Asimismo, me parece también bastante curioso que la frase aparezca dentro del texto de la noticia como algo completamente secundario y que no tiene la menor importancia cuando, en realidad, se trata de uno de esos casos en los que "el pez muere por la boca", se olvidan momtentáneamente las formas y se reconoce abiertamente lo que mucha gente sospecha pero nadie se atreve a afirmar. {enlace a este artículo} [Sat Jul 10 12:33:04 CEST 2010]A pesar de tantos años, no deja de llamar la atención el inveterado anti-catalanismo de ciertos medios de comunicación españoles. La portada de El Mundo ayer, por ejemplo, nos informaba de que el nacionalismo catalán estaba inquieto ante los triunfos de la selección española de fútbol (?!). Un intento, como tantos otros, de demonizar al oponente aprovechando, en este caso, los éxitos de la Roja en Sudáfrica en un enésimo ejemplo de manipulación política del llamado deporte rey. En fin, una burda maniobra que ningún ciudadano con dos dedos de frente debiera aceptar sin rechistar, y mucho menos como noticia principal en la portada de un diario de tirada nacional. Pero es que, además, la distorsión se hace aún más evidente para cualquier lector con un mínimo espíritu crítico en cuanto comienza a leer los dos primeros párrafos de la noticia en cuestión: El texto arriba citado contiene una falsedad y una distorsión. La falsedad consiste en afirmar que la manifestación se convoca "contra el Tribunal Constitucional" cuando, en realidad, se convoca contra una decisión determinada del Tribunal Constitucional. La diferencia, aunque pueda parecer meramente técnica, es abismal. Dicho sea eso en el entendimiento de que, en principio, no me atrae demasiado la idea de que se convoque una manifestación para presionar al poder judicial sobre una decisión determinada que nos parece equivocada. Para seguir con el símil futbolístico, sería algo así como que todo un equipo se negara a poner el balón en juego para protestar una decisión arbitral. Si no aceptamos la autoridad del árbitro (y ése es precisamente el papel que desempeña el poder judicial en un Estado de Derecho), entonces más vale ni siquiera jugar el partido. A partir de ese momento, hemos roto la baraja. No obstante, aunque, como digo, no comparto el parecer de quienes han decidido convocar la manifestación de hoy, tampoco creo que se trate de una "manifestación contra el Tribunal Constitucional", como se afirma desde las páginas de El Mundo (y no entremos siquiera a hablar sobre quién hace más daño a la institución, quienes salen a la calle a manifestarse contra una sentencia suya o quienes llevan ya varios años paralizando el nombramiento de nuevos miembros porque no satisface sus propios intereses partidistas, pero de eso no parece hablar El Mundo). ¿O es que acaso debemos interpretar a partir de ahora las críticas de los líderes del PP a las políticas del Gobierno como críticas al Estado democrático? Me parece, sencillamente, parcial y exagerado, independientemente, como digo, del juicio que me merezcan las opiniones en concreto, con las que puedo o no estar de acuerdo. Eso en cuanto a la falsedad porque, como decíamos, la noticia publicada por El Mundo contiene también una clara distorsión: lo que preocupa a Carod-Rovira no es que la gente apoye o no a la selección española en el Mundial, sino que tanta bandera española colgada en los balcones pueda interpretarse de manera errónea como desacuerdo con la manifestación y apoyo a la decisión del Tribunal Constitucional. Esto me parece evidente, aunque el periodista de El Mundo prefiera ignorarlo y usar a la Roja como arma, lo cual, por cierto, debiera darnos qué pensar. Pero, como es de sobras sabido por todos, los extremos se tocan. Así que tampoco puede sorprendernos que por el otro lado, el de los nacionalistas catalanes y quienes sienten simpatías por sus presupuestos ideológicos, se vocifere contra el supuesto atropello que se comete con la sentencia del Tribunal Constitucional. Según leo en noticia impresa hoy por el diario Público, nada menos que 27 artículos han sido interpretados de manera restrictiva. Poco importa, al parecer, que algunas de las restricciones destacadas en el titular parezcan bien razonables porque, mucho me temo, lo razonable importa bien poco en estos asuntos donde lo que prima es el grito desgarrado y las consignas belicosas. Según se nos informa en otro artículo relacionado publicado por el mismo diario: ¿Y bien? ¿Dónde está el escándalo? La afirmación me parece clara, concisa, razonable y, por si fuera poco, lógicamente impepinable. Aparte de que a alguien le pueda gustar más o menos, ¿qué argumento exactamente usa para rebatir lo expuesto en la sentencia? Parece bien claro que el Estatut no limita la ciudadanía catalana únicamente a quienes nacieron en Cataluña, sino que la extiende a cualquier ciudadano español que resida dentro de los límites de dicha comunidad autónoma. En otras palabras, que si mañana mismo yo decido mudarme de Sevilla a Barcelona, automáticamente paso a ser ciudadano catalán. En cambio, un ciudadano polaco que resida en Valencia y se mude a Teruel, no por ello pasa a ser ciudadano catalán, sino que continúa siendo un residente extranjero dentro del territorio español. ¿Qué diantres significa eso sino que le concepto de ciudadanía catalana está supeditada al de ciudadanía española? ¿Acaso tiene la Generalitat competencias para cambiar la Ley de Extranjería y decidir que el polaco que se acaba de mudar a Cataluña puede convertirse en ciudadano catalán pasado un periodo prudencial sin que haya obtenido antes la ciudadanía española? Que yo sepa, no. Entonces, ¿a qué viene tanto ruido? Pero es que lo mismo cabe afirmar de otras muchas decisiones que ha tomado el Tribunal Constitucional con respecto a otros artículos. Por ejemplo, establece que Cataluña tiene la capacidad de establecer sus veguerías, siempre y cuando no se trastoquen los límites geográficos de las provincias (esto es, siempre y cuando los Consells de Vegueries vengan a reemplazar a las Diputaciones Provinciales sin que se toquen los límites geográficos de actuación de dichas instituciones). Podemos estar más o menos de acuerdo con la organización administrativa en provincias, así como en el papel que les toca desempeñar a as Diputaciones provinciales, pero de lo que no puede caber duda es de que la Constitución como tal hace referencia a as provincias como unidad administrativa. Se trata de un hecho incontrovertible. ¿Cómo leches vamos a permitir que ningún órgano administrativo proceda a borrar y rehacer a su gusto las fronteras provinciales sin antes modificar el texto constitucional que las llena de contenido? Sería un contrasentido. Otro tanto cabe decir del contenido de la sentencia sobre asuntos como la supremacía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña como máxima instancia jurisdiccional posible en la comunidad (por encima del cual, por supuesto, se encuentra el propio Tribuna Constitucional), la afirmación de que la inmigración es una materia de competencia exclusiva del Estado central, la posibilidad de que se realicen consultas populares (que no referendos vinculantes) en Cataluña, la posibilidad de potenciar el catalán como lengua vehicular en las escuelas sin considerarla como lengua exclusiva, la oposición a la imposición de la cooficialidad del catalán en aquellos organismos que ejercen su actividad en todo el territorio nacional (puesto que el castellano es la única lengua oficial en todo el Estado), etc. En conclusión, que habrá aspectos que gusten más o menos de la tan esperada sentencia sobre el Estatuto catalán, pero en líneas generales me parece que se trata de un documento razonable y razonado, y no de una locura, como afirman sus críticos. A ver cuándo somos capaces de desarrollar un debate sobre estos temas reconociendo que el contrario no tiene por qué ser un imbécil. Seguramente contribuiría bastante a generar otra vez algo de confianza en nuestros políticos. {enlace a este artículo} [Fri Jul 9 12:40:28 CEST 2010]Una de las cosas que más me disgustan desde el punto de vista puramente intelectual es el dogmatismo partidista, sea de izquierdas o de derechas. Me molesta, por ejemplo, ver a mucha gente hacer comentarios en Facebook alegrándose de los escándalos de corrupción que salpican al PP como si todo esto fuera un juego de suma cero donde basta con llenar de barro al contrario para alzarse con el trofeo (el problema, me temo, es que en buena parte sea precisamente eso, debido a las distorsiones de un sistema electoral claramente favorable a los dos grandes partidos que contribuye a generar la dinámica del "y tú peor" que tanto asquea a la mayoría de ciudadanos). Sencillamente, a mí no me alegra que España sea el país de la UE donde circulan más billetes de 500 euros, ni tampoco que sea lugar de operaciones preferido para tantas mafias del Este de Europa y Latinoamérica, ni que salgan a la luz escándalo urbanístico tras escándalo urbanístico, ni... en fin, ¡tantas cosas! Me parece un poco estúpido darme un puñetazo y ponerme mi propio ojo morado con tal de poder culpar al contrario del incidente. Y, sin embargo, tenemos por desgracia miles y miles (quizá millones) de fanáticos en nuestro país que hasta lo disfrutan y se regodean en ello. Pero bueno, a lo que vamos. Ayer me encontré con una noticia en Público según la cual los inefables Esperanza Aguirre y José María Aznar culpan a las "políticas sociales desbocadas" de la crisis económica. ¿Para qué hacer autocrítica? ¿Para qué molestarse siquiera con los hechos? ¡Eso no son sino menudencias! No se dan cuenta, al parecer, de que si realmente las políticas sociales fueran las culpables de la crisis los países escandinavos son precisamente los que estarían en peores condiciones en estos momentos, cuando en realidad son quienes menos están sufriendo sus consencuencias. Tras ellos, serían países como Holanda, Alemania o Francia quienes estarían en apuros para, finalmente, entrar en lo que debiera ser el grupo de países con menos problemas debido al hecho de que sus políticas sociales son más débiles comparativamente hablando (esto es, Grecia, Portugal, Irlanda, España y el Reino Unido). ¿Se han dado cuenta los ínclitos que la realidad es precisamente la contraria? ¿Les importa en absoluto? Seguramente no. Tanto Aguirre como Aznar van a lo suyo. Meten su rollo doctrinario de costumbre y santas pascuas. Lo peor es que, en un ambiente de enfrentamiento dialéctico continuo entre derecha e izquierda, PP y PSOE, son pocos quienes hacen un esfuerzo por calmar los ánimos y reflexionar sobre los problemas que tenemos entre manos. Ya escribí en su momento que hay que andarse con mucho cuidado de no empujar el péndulo ahora demasiado en la dirección opuesta y cargar las tintas contra el sistema de libre mercado, la iniciativa privada y demás. Es cierto, el Estado tiene unos límites que no puede sobrepasar sin comenzar a coartar la libertad individual y, además, tiene también sus propios problemas de eficiencia e intereses corporativos disfrazados de bien común. Pero ello no quita para que le corresponda un papel en cualquier sociedad avanzada en lo que respecta a garantizar ciertos derechos y servicios que consideramos fundamentales y, por supuesto, regular que los distintos agentes económicos desempeñen sus actividades de manera respetuosa con las reglas del juego. En otras palabras, como casi siempre viene a ser el caso, que ni un extremo ni el otro nos va a conducir a ningún sitio. Merece la pena que alguien se lo cuente a Aguirre y Aznar para ver si dejan de vocear propaganda por ahí. {enlace a este artículo} [Wed Jul 7 12:23:38 CEST 2010]Enmedio del optimismo reinante allá por 1989 cuando la caída del Muro de Berlín, no faltaban desde luego quienes pensaban que un futuro de libertad, democracia y prosperidad se abría para todos los países de la Europa del Este que habían pasado décadas bajo el yugo comunista. Las cosas no son tan simples, por supuesto. Los hábitos tardan en morir y, lo que es peor, el capitalismo también tiene su propio lado oscuro que los habitantes de aquellos países han ido descubriendo poco a poco. Viene esto a cuento de una noticia publicada por The Economist sobre una ordenanza que el nuevo Gobierno liberal-conservador húngaro ha mandado fijar en todos los edificios públicos del país anunciando la llegada de una "revolución" (la suya, claro). Éstos parece que se han limitado a adoptar las formas de los comunistas de antaño y se piensan que sólo basta con declarar la revolución para que se haga realidad. Un error, por otro lado, muy propio de mentes dogmáticas en general, lo que no presagia nada bueno con respecto a los gobernantes de aquel país. Lo que preocupa de la gente del Fidesz son varias cosas: los modos arrogantes de quienes se creen en posesión de la verdad absoluta, que poco importa que sea de izquierdas o derechas cuando casi siempre termina en lo mismo (esto es, imposición, autoritarismo y, si las cosas llegan a peor, excesos contra las minorías indefensas y enfrentamientos sangrientos); la vacua retórica revolucionaria que lo confía todo a las palabras y los discursos, más que a una labor de gobierno seria, consistente y constructiva; y, finalmente, la mentalidad que concibe los edificios públicos como propiedad del Gobierno de turno para fijar su propaganda partidista como le plazca, imponiendo así su presencia a simpatizantes y oponentes por igual. En fin, que todo esto tiene poco que ver con lo que debiera considerarse normal en una democracia avanzada. Si a todo esto añadimos la presencia de un fuerte partido de extrema derecha con un claro discurso racista y hasta su propio cuerpo paramilitar para imponer el "orden" por las calles (la gente del Jobbik) y la crisis económica que se nos ha echado encima, cualquier sabe por dónde puede salir todo esto. El caso es que aún recuerdo claramente la ola de optimismo que recorrió a la derecha estadounidense en su momento sobre las expectativas de estos países (la joven Europa de los neocon, si recuerdan), así como mis avisos a más de uno de ellos en el sentido de que estaban bien confundidos si pensaban que la Europa del Este representaba una renovación de la tradición democrática occidental, como ellos afirmaban. El tiempo me ha dado la razón. {enlace a este artículo} [Tue Jul 6 12:49:55 CEST 2010]Me encuentro hoy en El País con un antiguo artículo de Fernando Savater titulado Sinécdoques que, por alguna extraña razón figuraba en la página principal de la sección dedicada a las noticias de cultura en su web (el artículo se publicó en realidad el 11 de mayo de este año) y en el que Savater hace la previsible crítica de los nacionalismos periféricos (no es que no esté de acuerdo con su opinión sobre este asunto, que en líneas generales lo estoy, sino que acaba hastiando el hecho de que no escriba sobre otro tema desde hace ya un buen tiempo). Me molesta el monotema. Me molestan quienes no son capaces de leer, escribir y hablar sobre otra cosa que el asunto particular que les obsesiona (algo que, por supuesto, suelen hacer también desde un único punto de vista, no vaya a ser se cuele una mínima duda por algún resquicio). De todos modos, me ha gustado la siguiente frase de Julio Caro Baroja que Savater comparte con nosotros: Son los problemas del esencialismo. Tampoco faltan, por supuesto, quienes tienen una idea muy clara de lo que significa ser andaluz, gallego, canario... (al menos un buen andaluz, buen gallego, buen canario...). Es lo que tienen estas cosas. {enlace a este artículo} [Sat Jul 3 10:49:54 CEST 2010]Aunque pocos temas haya como el el terrorismo etarra para sembrar la discordia entre españoles, merece la pena tomar en consideración el artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca sobre Jesús Eguiguren que podemos leer hoy en Público. Desde luego, la reflexión que plantea Sánchez-Cuenca a quienes critican sin paliativos el esfuerzo de paz que se entabló durante el primer mandato de Zapatero no debiera caer en saco roto: Yo, por mi parte, sigo convencido, como lo he estado siempre, de que el fin de ETA vendrá por una negociación entre el Estado y los terroristas para acordar os términos del desarme y el futuro de los presos. Sencillamente, guste o no guste, ETA cuenta con un apoyo social que no se dio en el caso de los GRAPO, por poner un ejemplo. Eso marca la diferencia. ¿Que no es posible negociar la independencia de Euskadi con los asesinos? Por supuesto. ¿Que ni siquiera cabe negociación política alguna con los terroristas? También lo tenemos todos meridianamente claro. Ahora bien, sí que se puede hablar con ellos (¿con quién, si no?) los términos en los que debe llevarse a cabo el desarme de la organización, así como los detalles sobre posibles amnistías y similares. En otras palabras, exactamente igual que ha sucedido con el IRA. El caso es que tenemos ahí un claro precedente. No acierto a ver por qué algunos se llevan las manos a la cabeza con tanta facilidad. Lo cual, por cierto, me lleva al convencimiento de que negociación, lo que se dice negociación, solamente se llevará a cabo con el PP en el Gobierno, puesto que, primero, el PSOE (entonces, presumiblemente en la oposición) no tendría mucho que ganar poniendo el grito en el cielo y, segundo, los populares lo tendrían sin duda más fácil con las voces discrepantes en las Fuerzas Armadas. Al final, creo, se repetirá aquí también la experiencia aquella de que hizo falta que Nixon llegara a la Casa Blanca para que los EEUU se atrevieran a poner fin a la guerra en Vietnam e iniciar relaciones diplomáticas con la China comunista. Pues aquí, igualmente, el fin de ETA ha de pasar necesariamente por una negociación con los terroristas, pero un PP en la oposición jamás permitiría que los socialistas hicieran eso. Por eso no queda más remedio que esperar a que el PP regrese al Gobierno para poner punto y final a la locura del terrorismo etarra. Pero, de una u otra forma, estoy convencido de que no le queda mucho tiempo. {enlace a este artículo} |