[Sat Mar 26 14:48:45 CDT 2016]

Hay ocasiones en las que me parece que quienes de verdad jugamos con fuego somos los ciudadanos mismos, más que los políticos que nos rigen. Ya sé que no es lo que se lleva. Lo que realmente tiene aceptación es simplemente culpar a los políticos de todos los problemas en un alarde de demagogia que, como digo, me parece rayano en la irresponsabilidad. Así, por ejemplo, en el asunto éste de los refugiados sirios, lo fácil es compartir enlaces y hacer comentarios en las redes sociales manifestando lo vergonzoso que a uno le parece la política adoptada por la UE. Y, cuidado, que no digo que haya uno de estar de acuerdo con dicha política. No se trata de eso. Se puede estar en desacuerdo frontal con ella (eso sí, no estaría de más, al tiempo que no manifiesta su desacuerdo, proponer una política alternativa más o menos coherente, en lugar de limitarse uno a criticar sin fin, que es lo que parece que gusta más). Pero lo que no me gusta es la demagogia barata que presenta a "los políticos" como una especie de bestias sin corazón e, incluso, responsables del problema en primer lugar. Y la verdad es que estamos viendo muchos comentarios de ese tipo de un tiempo a esta parte.

Veamos. No hace falta ser un Séneca para darse cuenta de que el problema de los refugiados sirios es consecuencia directa de la guerra civil que sufre su país. Pues bien, ¿alguien recuerda cuál fue la posición mayoritaria de los ciudadanos europeos cuando se planteó la intervención militar en aquel conflicto? ¿Qué solución proponían entonces los ciudadanos? La no participación directa en el conflicto, ¿no es cierto? Buenos, pues aquí tenemos las consecuencias de aquella política. ¿Con qué cara nos atrevemos ahora a culpar a "los políticos"? La demagogia de que hacemos gala los ciudadanos es irresponsable e infantil. Queremos criticar a "los políticos", tanto si lanzan una intervención militar como si no lo hacen. Se me dirá que algunas potencias occidentales comenzaron armando a las facciones del ISIS para erosionar el apoyo al régimen sirio. No faltan hasta quienes afirman (sin prueba alguna, por supuesto) que el ISIS no es en realidad sino una marioneta creada por Israel. ¡Ya estamos con la conspiración judía mundial otra vez! Los adalides de las teorías conspiratorias son incansables. No voy a negar que los servicios de inteligencia estadounidenses hubiesen apoyado las primeras manifestaciones de lo que se dio en llamar primavera árabe en Siria. Pero de ahí a montar el ISIS como un títere (títere que, por cierto, no lo es tanto, como demuestran los furibundos ataques que lanzan contra los países occidentales) media un abismo.

Pero centrémonos en el asunto migratorio. ¿Acaso no hablábamos hace poco del peligro xenófobo en nuestros países como consecuencia de la inmigración descontrolada? ¿Qué debieran hacer los políticos entonces? ¿Abrir las puertas de par en par? Y, si llegaran a hacer eso, ¿no se ve venir que les criticaríamos entonces por azuzar el fuego de la xenofobia entre nosotros? ¿Cuántas voces habría que oír entonces describiendo las conspiraciones para fomentar los intereses de la ultraderecha xenófoba? ¿Quien puede afirmar honestamente, con la mano en el corazón, que la llegada de cientos de miles de inmigrantes y refugiados no pondría en serio peligro la viabilidad misma de las políticas de acogida? ¿Quién paga los servicios, las viviendas, la protección social, la educación para esos inmigrantes? A lo mejor es precisamente lo que tenemos que hacer. Pero me gustaría que quien defienda esa posición se moleste en contestar estas preguntas. La cosa, por desgracia, no es tan fácil. Merecería la pena que, cuando menos, mostrásemos algo de respeto y tolerancia hacia quienes, en lugar de limitarse a criticar desde las redes sociales, no tienen más remedio que tomar decisiones. {enlace a esta entrada}

[Thu Mar 17 09:14:41 CDT 2016]

Desde luego que hay cosas que claman al cielo. Ayer leíamos que Dilma Rousseff había nombrado al ex-presidente Lula ministro de su Gobierno como estrategema para protegerle de las acusaciones de corrupción que pesan sobre su gestión. En otras palabras, que le nombró ministro para que se pudiera beneficiar del aforamiento y, de esta manera, evitar a la Justicia brasileña. Por si cabe alguna duda, hoy leemos que Rousseff le pasó el acta de ministro junto a una nota pidiéndole "usa este papel solo si lo necesitas". O sea, que Rousseff y Lula están aplicando prácticas más bien propias de la Mafia. En lugar de hacer frente a las acusaciones en los tribunales, prefieren parapetarse tras sus cargos públicos para evitar a la Justicia. Y lo peor es que, con esta forma de actuar, Lula ha echado por tierra la imagen de respetabilidad que se había ganado a pulso durante las dos últimas décadas. Ha pasado de político reformista, responsable y pragmático a sinvergüenza corrupto escondiéndose de la Justicia en muy poco tiempo. No es precisamente lo que necesitaba Latinoamérica, ni tampoco una clase política mundial que se encuentra asediada por populismos de todo tipo. A uno le da la impresión de que la bola de nieve que comenzara con el estallido de la crisis financiera del 2008 sigue haciéndose más y más grande en todos sitios. Ya veremos a dónde acaba todo esto. Mientras que los antiguos políticos "maduros" y "responsables" se protegen unos a otros para no tener que dar cuenta de sus desmanes, los hongos populistas al estilo Donald Trump o Marine Le Pen se extienden imparablemente. {enlace a esta entrada}

[Sun Mar 13 15:53:14 CDT 2016]

Ya escribí recientemente que, según me parecía, la dirección de Podemos no estaba gestionando los resultados electorales del 20-D muy bien. Me da la impresión de que han hecho gala de una superficialidad excesiva en su debut parlamentario, apostando más por gestos rompedores más típicos de la política-espectáculo que otra cosa. Como se diría en mi tierra, "ni chicha, ni limoná". Mucho discurso, mucha apariencia, mucho beso en la boca, mucha gestualidad, pero poco contenido. Peor aún, no han sabido moverse en unas circunstancias en las que los ciudadanos decidieron no dar una mayoría clara a ninguno de los partidos políticos en liza. Precisamente cuando más falta hacía el diálogo, Iglesias y sus huestes no han hecho sino marcar "líneas rojas" y etiquetar al personal a troche y moche como excusa para no sentarse siquiera a hablar con ellos. En fin, que me parece un grave error de cálculo y, según leemos hoy, la última encuesta de Metroscopia para el diario El País muestra que los ciudadanos premian a PSOE y Ciudadanos por sus esfuerzos por crear Gobierno, en tanto que castigan a PP y Podemos por enrocarse como lo han hecho. Me parece lógico y normal. {enlace a esta entrada}

[Thu Mar 10 07:43:58 CST 2016]

Me parece preocupante la facilidad con la que se está extendiendo una cierta cultura de la indignación por nuestras sociedades. En buena medida, me temo, las redes sociales están contribuyendo a ello. Creo recordar que ya escribí sobre este asunto en estas mismas páginas no hace mucho. Siento repetirme, pero se está convirtiendo en una auténtica plaga que lo mismo puede llegar a tener consecuencias bien negativas. Siento que la indignación prevalente está erosionando no ya solo las normas de civismo más elementales, sino hasta el concepto mismo de identidad social (esto es, por así decirlo, la argamasa que nos une como sociedades). Y, en su lugar, estamos promoviendo el hiperindividualismo más atroz y una cultura de la identidad de raíz más bien tribal. Dudo mucho que dicha evolución acabe en nada bueno.

Para poner un ejemplo, esta misma mañana una antigua amiga de mis años de universidad (una persona inteligente, educada y con espíritu crítico) compartió en Facebook el enlace a una supuesta noticia en la que se nos advertía que "los profesores de lingüística deberán, por ley, advertir a sus alumnos de los riesgos de leer a Chomsky". Según se afirma en el contenido de la noticia, se trata ni más ni menos que de una sentencia del Tribunal Superior de Madrid, que ha condenado a una profesora de la Universidad Antonio de Nebrija a abonar 3.249 euros a un alumno por "los daños morales e ideológicos causados al leer textos del lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky". Al parecer, y como consecuencia de las lecturas, el estudiante pasó de un conservadurismo moderado a "posturas radicales rozando el anarquismo". Si ya de por sí el contenido de la noticia es bastante sospechoso (sobre todo los argumentos que, según nos narran, usó la defensa de la profesora, claramente paródicos y en tono de sorna), no hay más que echar un vistazo a la página principal del web en que se publicó para observar que se trata de una broma. Y, sin embargo, aunque apenas minutos después de que mi amiga compartiese el enlace yo escribí un comentario advirtiendo sobre ello, eso no quita para que haya habido ya personas que hayan hecho otros comentarios llevándose las manos a la cabeza, indignándose y lanzando proclamas contra "el fascismo". Casi pareciera que cualquier cosa publicada en la Red fuera considerada cierta sin más, sin someterla siquiera a un mínimo análisis crítico.

Pero creo que conviene ir un poco más allá. ¿A qué viene esta necesidad de sentirse continuamente ofendido, indignado, escandalizado? ¿Realmente tenemos menos capacidad de ignorar comentarios estúpidos que en el pasado? ¿O quizá se trata meramente de un truco social, una mera treta para conseguir el aplauso y la aprobación inmediatos de nuestro entorno? Cabe la posibilidad, se plantea uno, de que vivamos cada vez más como si fuéramos estrellas de nuestro propio programa televisivo (nuestro propio reality show), siempre preocupados del termómetro de audiencia. O a lo mejor es algo completamente diferente. Pero el caso es que, como tendencia, me parece bien preocupante, sobre todo cuando adopta la forma de ataques continuos a aquellos políticos o personajes públicos que se sitúan en la orilla ideológica contraria a la que nos identifica a nosotros y a nuestro grupo de amigos más cercano. Estamos destruyendo el diálogo, el intercambio civilizado de opiniones distintas. Y, con ello, estamos socavando los cimientos mismos de la democracia liberal y, si me apuran, hasta de la cultura ilustra y humanista que heredamos de los siglos XVI-XVIII. {enlace a esta entrada}

[Fri Mar 4 20:00:52 CST 2016]

Me da la impresión de que los dirigentes de Podemos no están calculando bien los tiempos. La intervención de Pablo Iglesias durante el pleno de investidura de Pedro Sánchez ayer fue más propia de un mitin electoral que de un discurso en sede parlamentaria. Solo le faltó el megáfono en la mano para enaltecer a las masas dispuestas a tomar el Palacio de Invierno. Le faltó cintura, sin duda. Pero, sobre todo, le faltó educación, respeto, tolerancia y sentido de la responsabilidad. Peor aún, le faltó visión política. Si algo demostró ayer es precisamente que no está preparado para ser Presidente del Gobierno de un país plenamente integrado en la Unión Europea, como es España. Se deja llevar por el populismo facilón. Lejos de representar una nueva política, como tantas veces ha afirmado, parece sentirse bien cómodo en el papel de la izquierda tradicional, dogmática, cerril, iluminada, mesiánica, que se cree la única voz de la soberanía popular de la misma manera que la derecha más recalcitrante se ve a sí misma como guarda de las esencias nacionales. Hubo un momento no tan lejano en el que llamó a superar las antiguas distinciones de izquierdas y derechas, pero cuando ha llegado la hora de la verdad ha demostrado ser incapaz de ir más allá de los viejos esquemas. Durante la misma campaña electoral mostró públicamente su acuerdo con Albert Rivera en numerosas ocasiones, al menos en los platós de televisión. Pero ahora, cuando se trata de ponerse manos a la masa en lugar de limitarse a hablar, prefiere demonizarle como conservador, como si no hubiese diferencias entre él y Rajoy.

En fin, que me parece que Pablo Iglesias no ha acertado a ver que nos encontramos en una situación bien distinta a la de antes del 20-D. Hemos pasado del bipartidismo imperfecto a un concierto a cuatro con acompañantes. Las circunstancias requieren tolerancia, diálogo y pragmatismo, en lugar de la defensa a ultranza de los catecismos ideológicos de cada cual. Los ciudadanos piden más seriedad y menos demonización, más acción y menos pose. Pero Pablo Iglesias, por desgracia, no parece estar a la altura de las circunstancias. Prefiere volver al tarro de las esencias de la izquierda de siempre mientras reparte excomuniones. Mucho me temo que, si ahora mismo se celebrasen elecciones anticipadas, PSOE y Ciudadanos subirían de manera sustancial mientras PP y Podemos sufrirían un pequeño varapalo. Los unos (Podemos) por no sentarse a la mesa con Ciudadanos usando el falaz argumento de que son "la derecha" sin ni tan siquiera oír qué medidas iban a proponer. Y los otros (el PP) por la abrumadora falta de liderazgo y responsabilidad política de su líder. Ya veremos lo que nos deparan las próximas semanas.

Por cierto, para que nadie me acuse de no atreverme a coger el toro por los cuernos. ¿Qué pienso que debiera haber hecho Podemos en estos momentos? Creo que debiera haberse quedado fuera del Gobierno, pero absteniéndose para que gobernasen Sánchez y Rivera. Al mismo tiempo, a cambio de su abstención, debiera haber negociado un buen número de profundas reformas con el entendimiento de que, si no se tramitaban durante el primer año del nuevo Gobierno, automáticamente les retiraba su apoyo. Y, a partir de ahí, pues negociar con PSOE y Ciudadanos todos y cada uno de los proyectos de ley que éstos enviasen al Parlamento. De esta forma, todavía tendría las manos lo suficientemente libres como para hacer oposición al tiempo que habría contribuido a la estabilidad y el cambio. Ahora, sin embargo, su excesiva ambición personal puede llevarle precisamente a una sorpresa en las urnas. {enlace a esta entrada}

[Thu Mar 3 15:36:00 CST 2016]

El País publicaba ayer un artículo titulado Somos un diálogo escrito por Adela Cortina que planteaba lo que a mí, en principio, me parecen cuestiones bien básicas en torno a conceptos como tolerancia o diálogo. No obstante, una de las reflexiones de la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia me pareció bien interesante:

Afortunadamente, la razón humana no es monológica, sino dialógica, incluso los monólogos que vamos rumiando por la calle son diálogos internalizados. Sabemos de nosotros mismos preguntándonos y contestándonos, y también hablando con otros, porque, como bien decía Hölderlin, "somos un diálogo". Negarse a hablar con otros, condenándolos a la exclusión, sin preocupación por conocer ni sus razones ni sus sentimientos, es enfermar de inhumanidad. Que es una enfermedad grave, si las hay.

Algo que convendría tener muy presente en estos momentos en los que hay tanto líder político que se cierra en banda a dialogar con quienes representan a otras fuerzas políticas. {enlace a esta entrada}

[Wed Mar 2 11:33:30 CST 2016]

Se ve que, por más que metamos la pata, las potencias occidentales (y, sobre todo, EEUU) no aprendemos de nuestros errores. El País publicaba ayer una noticia sobre Trípoli, la capital libia, dominada en estos momentos por tres milicias distintas y asediada por el ISIS. Se mire como se mire, lo cierto es que lo que hasta hace no mucho tiempo era un país bien estable se ha convertido en un nuevo estado fallido. La causa la conocemos todos: el apoyo occidental a la sublevación contra el "incómodo" régimen de Gaddafi, el apoyo militar mediante el uso de bombardeos a grupos armados de lo más variopinto, la pasividad ante el asesinato de su anterior líder y, en general, lavarse las manos al estilo Poncio Pilatos. Como suele suceder, solamente nos acordaremos cuando aquello se convierta en un polvorín (si acaso no lo es ya) y campo de entrenamiento para grupos terroristas que nos amenacen directamente. Gaddafi molestaba no porque fuera un tirano (que lo era, sin duda, pero también lo son los jerifaltes de Arabia Saudí y parece importarnos bien poco), sino por la facilidad con que plantaba cara a las órdenes procedentes de las capitales occidentales. El problema es que, muerto el perro, la rabia parece estar extendiéndose por todo el país. {enlace a esta entrada}

[Wed Mar 2 11:20:48 CST 2016]

Parece que la vieja política es mucho más difícil de superar de lo que imaginábamos. Según leo, Albert Rivera y Pablo Iglesias han protagonizado una pequeña escaramuza en Twitter a cuenta de la salida de Otegi de la cárcel. Lo de menos es que tengan opiniones diferentes y se enzarcen en un debate. Eso es de lo más lógico y normal, creo yo. Ahora bien, lo que no me parece aceptable es la forma en que Iglesias contestó a Rivera cuando éste subrayó que Otegi fue encarcelado por pertenencia a banda armada, en tanto que quien está en le cárcel por sus ideas es Leopoldo López, en Venezuela. En realidad, lo que afirma Rivera es cierto. Iglesias podría haber respondido con un argumento opuesto. Pero no. Prefirió lanzar un ataque ad hominem al más rancio estilo del "y tú más", echándole en cara que hace unos años los diputados de Ciutadans en el parlamento catalán abandonaran la sesión para evitar posicionarse en una votación sobre el franquismo. Lo siento mucho, pero así, no. {enlace a esta entrada}