As Web Challenges French Leaders, They Push Back

As Web Challenges French Leaders, They Push Back, by Scott Sayare, published by The new York Times, 12 December 2009.

Starting with the example of a French homemaker who posted some comments online disparaging a Secretary of State for the Family who was apparently caught in video in an untruth regarding her presence at a 2007 conference, the author discusses the overall French attitude towards the new media born with the Internet.

Accustomed to a certain deference from citizens and the news media, members of France’s political elite have been caught off guard by the cruder sensibilities and tabloid flavor of the online world. They have mounted a broad counteroffensive.

Politicians here have filed lawsuits like Ms. Morano’s, organized in-house Internet surveillance teams —Mr. Sarkozy receives a nightly report detailing the day’s online chatter— and roundly denounced the Web as a breeding ground for disinformation.

“The Internet is a danger for democracy,” said Jean-François Copé, parliamentary chief for the governing party, the Union for a Popular Movement, in a recent radio interview.

More than anything, perhaps, the Internet has proved to be an exasperating source of embarrassment for this country’s ruling class. In particular, a stream of widely popular online videos has repeatedly exposed French politicians at their least stately, including an apparently inebriated Ms. Morano —she has had more Web-based troubles than most— bumping and grinding with youthful male supporters.

Mr. Sarkozy was caught rebuking an ungrateful citizen; the interior minister cracked what may have been a racist joke; and the immigration minister, Éric Besson, grinning, made an obscene gesture to a cameraman. The clips have enthralled a French public accustomed to dignified leaders of a certain solemn good manners.

“It’s changing the relationship between the politician and his fellow citizen,” said Frédéric Dabi, a French commentator and public opinion director at the polling agency Ifop. The Internet is “desanctifying” a once untouchable political class, according to Mr. Dabi, who said, “We now have politicians who are scared.”

“I find we’re entering a strange society,” said Henri Guaino, one of Mr. Sarkozy’s closest counselors, speaking on French radio in September. “We can no longer say anything, we can no longer do anything. It’s absolute transparency — it’s the beginnings of totalitarianism!” His comments came amid an uproar over the online video involving the interior minister, Brice Hortefeux, one of Mr. Sarkozy’s closest friends.

Menos virtuales y más virtuosos

Menos virtuales y más virtuosos, por José Andrés Torres Mora, publicado por El País, 15 Diciembre 2009.

Una vez anunciado el anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, trascendió a la opinión pública que el texto podía tener como consecuencia la creación de una comisión con poderes para cerrar aquellas webs que incurrieran en posible delito al fomentar el intercambio gratuito de datos bajo protección de las leyes de propiedad intelectual. José Andrés Torres Mora, diputado y Secretario de Cultura de la Ejecutiva del PSOE, escribió el presente artículo que se publicó en las páginas de El País y generó una buena controversia entre ciertos sectores.

Es difícil confundir una medida dirigida contra las páginas que se apropian sin permiso y para lucrarse de las obras de otros, con la desconexión de los internautas que accedan a esas páginas. Es difícil confundir la actuación de una comisión a instancias de un autor que denuncie que alguien ha colgado sus obras en Internet sin su autorización, con la de una policía cultural que nos vigile como un gran hermano de Internet. Tampoco es fácil confundir la petición de la identificación del titular de una web con la petición de información sobre su vida privada. Por último, no es fácil confundir la libertad de expresión con el robo. Demasiada confusión para ser fruto de un malentendido.

Sin duda estamos ante un debate sobre la libertad, pero no sólo. También asistimos a un debate sobre el poder y sobre la propiedad. La extensión de Internet ha coincidido con la hegemonía política del neoliberalismo y su concepción de la libertad como no interferencia. Una concepción de la libertad que confía tan ciegamente en el mercado como desconfía de la política y del Estado. Lo que defienden los neoliberales para Internet es lo mismo que hemos visto defender a los Gobiernos del PP para la sociedad española, por ejemplo cuando predicaban la seguridad para quienes pudieran pagársela. La exclusión del Estado en Internet no es diferente de la expulsión del Estado de las calles, de la salud o de la educación. No se trata ni exclusiva ni principalmente de un debate tecnológico. La batalla es política, y bastante antigua. Frente a la Internet neoliberal, particularista, privada, habitada por vecinos, por idiotes, deberemos levantar una Internet republicana, universalista, pública, poblada por ciudadanos, por polites.

Es una batalla por el poder político. De ahí la paradójica actitud de la derecha española, tan proteccionista con la propiedad inmobiliaria, y tan ambigua, cuando no abiertamente crítica con los derechos de propiedad intelectual. No se encontrará una explicación en la filosofía, en el derecho o en la economía para semejante contradicción. El ataque de la derecha a la propiedad intelectual es un ataque político. La derecha condena la politización de la cultura, en especial del cine o de la música, porque quiere una cultura ideológicamente neutra y políticamente neutralizada. La simple visión de los equivalentes españoles de Scarlett Johansson, Kate Walsh o Herbie Hancock cantando Yes we can, les resulta insoportable. Por eso no han dejado de intentar intimidar a quienes apoyaron a José Luis Rodríguez Zapatero, o a todos los que se opusieron a la guerra de Irak. Las organizaciones que defienden los intereses de los creadores culturales y los sindicatos son dos objetivos que la derecha no dejará de batir con toda su artillería política, económica y mediática.

Es una práctica poco liberal arrasar y sembrar de sal los campos de los adversarios políticos. La politización de la cultura forma parte de la libertad de expresión, pero la politización de la propiedad intelectual es un ataque a la libertad de expresión. Los mismos que han sometido al conflicto banderizo la lucha antiterrorista lo hacen ahora con los derechos de propiedad. Ni el respeto a la patria, ni al patrimonio, detiene a la derecha española.

(...)

La mayoría pensamos que el desarrollo tecnológico ofrece posibilidades de extensión de la información, la cultura y el conocimiento a toda la Humanidad, posibilidades que no pueden ser desaprovechadas. Un editor no puede, por capricho o por desidia, dejar que una generación entera se quede sin leer a determinado autor, o sin ver determinada película. La propiedad debe atender a sus deberes sociales. Tampoco parece razonable que la evolución de los precios sea tan indiferente como hasta ahora al abaratamiento de los costes de reproducción y distribución de libros, música y películas. Y es verdad que cuando se ve el desarrollo de los programas de intercambio, alguien podría pensar con un clásico de la sociología como Robert K. Merton que cierto tipo de delincuencia no es más que una forma de innovación. Pero nada de eso justifica el robo, y ningún modelo de economía sostenible se puede basar en el robo.

El plataformismo: ¿ocaso de la partitocracia?

El plataformismo: ¿ocaso de la partitocracia?, por Paco Piniella, publicado en su blog personal, 16 Diciembre 2009.

Tomando como punto de partida el compromiso político de Aminetu Haidur con la autodeterminación del pueblo saharui, el autor reflexiona sobre la crisis de los partidos políticos y la creciente popularidad de las ONGs como alternativa a los mismos.

Hoy día la única solución pasa por el individualismo y el activismo temático en cualquiera de los movimientos sociales: la lucha contra el cáncer de mama, el ciberactivismo contra el control de la red, el lazo rojo contra el Sida,... El futuro, que nos han dejado a la gente que en cierto modo no vemos posible trabajar en la estructura partitocrática actual, es el del "plataformismo". La plataforma en la que a nivel individual y junto a organizaciones sin ánimo de lucro político, te puedes encontrar con gente en la que sabes a ciencia cierta que no van a sacar nada por aquello, que defienden la plataforma por la idea, aunque sea simplemente que no coloquen un edificio en una playa o que pongan un tranvía en tu ciudad, pero que son personas que no buscan un "carguito" o que le enchufen a su hijo en Diputación por el hecho de trabajar a ese nivel de activismo. Porque, no olvidemos, que en el fondo, el auge de este tipo de movimientos implica un declive de la democracia, porque es el declive de los instrumentos voceros de los ciudadanos, cuyo descrédito es cada día más evidente en partidos y sindicatos mayoritarios. Es duro lo que digo, especialmente por mi trayectoria personal en partidos y sindicatos, y es duro lo que dice Vicente Verdú en el artículo que hacíamos alusión en esta entrada del blog de que ya no interesan los partidos a nadie. ¿Habrá solución o simplemente habrá que esperar que se desmorone el sistema?

Why your boss is incompetent

Why your boss is incompetent, by Mark Buchanan, publised by New Scientist, 17 December 2009.

The idea that high-level incompetence is inevitable was formulated in the 1969 best-selling book The Peter Principle: Why things always go wrong. Its authors, psychologist Laurence Peter and playwright Raymond Hull, started from the observation that while jobs generally get more difficult the higher up any ladder you climb, most people only come equipped with a more or less fixed level of talent that corresponds to their intelligence, knowledge and energy. At some point, then, they will be promoted into a job they can't quite handle. They will, as Peter and Hull put it, "reach the level of their own incompetence". And there they will stay, fouling up operations until they either retire or some egregiously inept act gets them fired.

[Economist Edward Lazear] postulated that every worker's ability to do his or her job well is determined by their basic competence plus an additional transitory component determined by circumstance. There is no guarantee that this transitory component will be maintained after a promotion, especially if the new position requires different abilities. An electrician doing excellent work on the factory floor might not have the interpersonal skills needed to manage a team of electricians. A skilled and sensitive doctor might flounder when faced with the multitudinous difficulties of running a hospital. A cabinet minister prudently managing the finances of a nation might not necessarily be the best choice to step up and lead it.

In other words, following promotion a person is likely to regress to their baseline competence, losing that extra something that prompted their rise. That baseline might be above or below the degree of competence demanded in the new, high-level job. If in a particular workplace the staff who are promoted consistently fall short in this respect, promotion can become the dominant force driving pervasive ineptitude, Lazear's mathematical models showed.

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But what happens if the conventional idea is false and employees' ability to perform at higher levels has no link to their competence at lower levels? The result is profoundly different, as you might expect. Promoting the best-performing employees merely takes people out of positions where they are doing well and pushes them upwards until they arrive at a position for which they lack the requisite skills. Their promotion history then comes to an end: the Peter principle wins out.

"The system locks incompetence into place," says sociologist Cesare Garofalo, one of the authors. "This might happen in any organisation where the tasks of the different levels are very different from each other."

As he points out, companies often try to avoid this outcome by giving employees extra training before a promotion, in the expectation that this will supply any missing skills. But the new analysis suggests that there may be another way to achieve a similar end: subvert the seemingly inescapable logic that the best should always be promoted, and at least sometimes promote the poor performers too. By removing people from jobs for which they have low competence, such a strategy increases overall organisational efficiency, measured as a weighted average of employee competence, with higher-level positions counting for more.

Of course, such a strategy is not without its dangers. Doing your job badly is all too easy, and a promotion paradigm that obviously rewards underperformance would spell disaster. Garofalo suggests how to work round this problem and still use promotion to release poorly performing employees from jobs unsuited to their skills. "This is obviously counter-intuitive," he says, "but the best promotion strategy seems to involve choosing people more or less at random."

Star Trek Stops Women From Becoming Computer Scientists

Star Trek Stops Women From Becoming Computer Scientists, by Lisa Grossman, published by wired Science, 17 December 2009.

New research published in the December Journal of Personality and Social Psychology suggests that the stereotype of computer scientists as unwashed nerds may be partially responsible for the dearth of women in the field, as shown by National Science Foundation statistics.

"What this research shows is that the image of computer science —this geeky, masculine image— can make women feel like they don't belong," says lead author Sapna Cheryan of the University of Washington.

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Previous research has found that a person can get a good sense of what another individual is like just from spending a few minutes perusing that person's bedroom. Cheryan wondered if the same was true of classrooms.

"You can get a message about whether you want to join a certain group just by seeing the physical environment that that group is associated with," Cheryan says. "You walk in, see these objects and think, 'This is not me.'"

Cheryan and colleagues tested this idea by alternately decorating a computer science classroom with objects that earlier surveys pegged as stereotypically geeky —Star Trek posters, videogames and comic books— or with objects that the surveys found to be neutral —coffee mugs, plants and art posters. Thirty-nine college students spent a few minutes in the room, then filled out a questionnaire on their attitudes toward computer science.

Women who spent time in the geeky room reported less interest in computer science than women who saw the neutral room. For male students, however, the room's décor made no difference.

¿Y si Zapatero no vuelve a presentarse?

¿Y si Zapatero no vuelve a presentarse?, por José Luiz Álvaraz, publicado por El País, 18 Diciembre 2009.

Algunas razones para un cambio semejante son estructurales a la democracia española. Primera, la opinión pública tiene como desiderátum la alternancia de partidos en el Gobierno. Aunque a la izquierda le pueda parecer injusto, pues implica dos pasos adelante y dos atrás en el avance de sus ideales, este deseo está firmemente arraigado en el imaginario democrático por fenómenos como la corrupción o el agotamiento del ímpetu político, que la población asume, con lógica, que empeoran con los años de un partido —cualquier partido— en el poder. A diferencia de las elecciones autonómicas y municipales, donde el clientelismo es más poderoso que este principio, en el Gobierno de la nación no es muy probable que un partido pueda governar más de tres legislaturas seguidas, y el PSOE de Zapatero ya va camino de dos, ambas de enorme desgaste.

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La segunda razón para recomendar un relevo es que la generación de un líder capaz de gobernar un ciclo de dos o tres legislaturas requiere casi otras tantas de aprendizaje en la oposición. Y ello tanto para asentarse en el propio partido y ser conocido por la opinión pública como par articular unas líneas maestras de acción de Gobierno y generar un sentido de inevitabilidad respecto al cambio.

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Para afrontar hoy esta cuestión, hay también una razón específica a Zapatero: ya no tiene nada sustancialmente nuevo y distintivo que ofrecer. Lo que no ha tenido más remedio que hacer ya lo ha realizado: resistir en sus primeros cuatro años los intentos de deslegitimiación de su triunfo del 14 de marzo de 2004; resistir en la segunda legislatura la laminación de derechos laborales bajo excusa de la crisis que pretenden los conservadores. Y lo que siempre quiso hacer, el epicentro de su visión del mundo y la clave de su posicionamiento electoral, esto es, los avances en derechos de ciudadanía, ya lo ha implementado en buena parte. Pero ahora es tan inverosímil imaginar a Zapatero liderando en la próxima legislatura un cambio de modelo productivo como a Rajoy encabezando la lucha contra la corrupción.

El PSOE tiene dos opciones. La primera es resignarse a la alternancia, sin tomar la iniciativa, que es lo que más conviene a Rajoy. Si éste vence a Zapatero en las próximas generales —a la fecha, el supuesto más racional para la formulación estratégica electoral—, la sucesión en el socialismo será enormemente complicada, al tener que efectuarse desde fuera del Gobierno y con la dificultad añadidda de dos vacíos: el de poder que dejaría Zapatero por su ejercicio personalista del liderazgo y el ideológico de la izquierda. La izquierda, al haber pasado de usar la clase social como referencia de representación al vago concepto de ciudadanía, tiene retos de construcción de coaliciones sociales y de desarrollo de ideas-fuerza electorales muy complicados.

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Por el contrario, lo que el PSOE puede hacer antes de las elecciones no lo puede hacer el PP: utilizar la carta de la sucesión en el liderazgo para tomar la iniciativa y cambiar la dinámica competitiva, algo que la derecha sólo puede realizar en un improbable horizonte de desastre en las próximas elecciones municipales y autonómicas.

Portrait of a Multitasking Mind

Portrait of a Multitasking Mind, by Naomi Kenner and Russell Poldrack, published by Scientific American, 15 December 2009.

Media multitasking has become increasingly common in today's digital society. However, although most people usually think of the ability to multitask as something positive, it is far from clear whether it increases our productivity or it merely forces us to spin the wheels. New research by Eyal Ophir, Clifford Nass and Anthony D. Wagner, from Stanford University, suggests that people who multitask suffer from weaker self-control ability.

The researchers asked hundreds of college students fill out a survey on their use of 12 different types of media. Students reported not only the number of hours per week that they used each type of media, but also rated how often they used each type of media simultaneously with each other type of media. The researchers created a score for each person that reflected how much their lifestyle incorporated media-multitasking.

They then recruited people who had scores that were extremely high or low and asked them perform a series of tests designed to measure the ability to control one's attention, one's responses, and the contents of one's memory. They found that the high- and low- media-multitasking groups were equally able to control their responses, but that the heavy media-multitasking group had difficulties, compared to the low media-multitasking group, when asked to ignore information that was in the environment or in their recent memory. They also had greater trouble relative to their counterparts when asked to switch rapidly between two different tasks. This last finding was surprising, because psychologists know that multitasking involves switching rapidly between tasks rather than actually performing multiple tasks simultaneously.

It seems that chronic media-multitaskers are more susceptible to distractions. In contrast, people who do not usually engage in media-multitasking showed a greater ability to focus on important information. According to the researchers, this reflects two fundamentally different strategies of information processing. Those who engage in media-multitasking more frequently are "breadth-biased," preferring to explore any available information rather than restrict themselves. AsLin Lin at the University of North Texas puts it in a review of the article, they develop a habit of treating all information equally. On the other extreme are those who avoid breadth in favor of information that is relevant to an immediate goal.