El peaje de la libertad. Trolls

El peaje de la libertad. Trolls, por Ramón Cotarelo, publicado en su blog, 7 noviembre 2009.

Cualquiera que se haya acercado al fascinante mundo de las bitácoras y las discusiones en foros virtuales habrá notado la presencia del troll, esto es, el individuo que parece disfrutar haciendo el fantoche y largando eslóganes medio digeridos a primeras de cambio. No son pocos quienes les temen pero, como indica Ramón Cotarelo en esta entrada de su bitácora, son al mismo tiempo la sal de todo esto.

Hasta en el feraz reino de los trolls funciona la distinción izquierda derecha. Tengo observado que hay trolls de derechas y de izquierdas. Es falsa esa idea que circula por la blogosfera de que los trolls son lectores u oyentes de medios de derecha que, recibida la consigna del día, se lanzan al ciberespacio a difundirla al precio que sea. En lo esencial, sí; pero no sólo. También hay trolls de izquierda que presentan alguna variante, claro, con los de derecha. Por ejemplo, no precisan su ración diaria de doctrina; a estos ya los adoctrinaron de golpe para toda la vida de adolescentes y jovencitos y ahí siguen. Su doctrina, por lo demás, es tan elemental como la de la derecha: lo que no sea alabar sin cuento ni medida lo que les parece bueno es una traición odiosa y una muestra de torpor mental y bajura moral. Otra diferencia es que mientras el troll de la derecha suele ser parsimonioso y aleccionador y desgrana sus argumentos pensando más en su nivel mental que en el de quienes escuchan, el troll de izquierda es rápido, sucinto, le basta con enunciar una consigna y condena a quien no la cumple con un insulto breve y lapidario como "embellecedor del capitalismo", lacayo del imperialismo y similares.

No obstante, aceptado, el troll por antonomasia es de derecha furibunda. Otra cosa es que lo diga ya que, como todo su razonar es instrumental al servicio de una causa, si cree que le interesa, se hace pasar por votante socialista "arrepentido", un especimen al que recurre mucho. Le apasiona entrar en las páginas de la izquierda, críticas, progresistas, etc a tratar de monopolizar el debate y, si puede, desviarlo. Por eso, muchas páginas llevan una advertencia que reza: "Don't feed the troll" (No eches de comer al troll). El discurso del troll reproduce fielmente los giros, expresiones y puntos de vista de sus gurús y alimentadores espirituales. He acabado rindiéndome a la evidencia de que con los trolls no funciona ese escrúpulo que tenemos otros mortales de formular a nuestro modo nuestros pensamientos; no al modo ajeno los ajenos pensamientos. Por sorprendente que parezca la disciplina es una actitud mental antes que un comportamiento objetivo.

El razonamiento del troll suele ser ad hominem contra el responsable o autor de la página que esté "trolleando" y amparado en el respeto a la libertad de expresión que la derecha invoca siempre siendo así que ha luchado también de siempre contra ella y que su propia acción como troll, en el fondo, lo que busca es precisamente eso, obstaculizar la libertad de expresión de opiniones que le digustan. La primero que cuestiona el troll es la condición personal del bloguero al que ataca, tratando de deslegitimar su razonamiento en función de presuntos intereses. De no conseguir su finalidad hace una valoración general del discurso que quiere torpedear lo empaqueta como "crítico con la oposición", por ejemplo, con independencia de sus razonamientos y de inmediato pide otro crítico con el gobierno porque da por supuesto que hay que equilibrar, ya que en ello está la virtud. Corona su operación planteando algún otro tema que nada tiene que ver con el de la entrada de la página que ha invadido, a ver si consigue desviar la atención. En el ínterin si puede insultar a algún comentarista previo para concentrar sobre sí la atención, no dejará de hacerlo.

Twitter mina las normas electorales de Canadá

Twitter mina las normas electorales de Canadá, publicado por Yahoo! Noticias, 11 noviembre 2009.

El uso de las nuevas tecnologías está comenzando ya a tener un claro impacto sobre las práticas políticas que se han venido usando durante décadas. El caso del recuento de votos en Canadá es paradigmático.

En estos tiempos de teléfonos inteligentes e Internet, la agencia de las elecciones federales tiene dificultades para imponer una norma que prohíba la distribución de los resultados de voto hasta que todos los colegios electorales hayan cerrado.

A medida que los canadienses de cuatro distritos electorales se dirigían el lunes a votar a lo largo del extenso país para llenar los asientos vacíos de la Cámara de los Comunes, la agencia Elections Canada pidió a un periódico que retirara de su página web un artículo en el que se revelaban los resultados iniciales del distrito donde había acabado primero la votación.

La agencia no se dio cuenta de que los periodistas habían estado discutiendo sobre los mismos resultados en la red de microblogs Twitter, accesible en toda Canadá.

(...)

La normativa -- parte de la Ley electoral canadiense -- busca prevenir abusos en el segundo país más grande del mundo. Canadá cuenta con seis franjas horarias, lo que implica que los resultados del este llegan mientras los colegios electorales aún están abiertos en el resto del país.

Para descartar la posibilidad de que la mayoría se vea influenciada por los resultados tempranos, las organizaciones mediáticas tienen prohibido distribuir a escala nacional cualquier resultado hasta que el último colegio está cerrado.

Dicho esto, hay que decir también que las cadenas de televisión y radio pueden hacer públicos los resultados locales siempre y cuando la señal se mantenga dentro de esa región. Pero esto no incluye que un votante del oeste tenga acceso a los resultados distribuidos por una cadena del este si cuenta con la antena adecuada.

Pacific Ocean Garbage Patch Worries Researches

Pacific Oceans Garbage Patch Worries Researchers, by Michelle Rindels, ABC News, 27 August 2009.

A group of marine researches has found a gigantic garbage patch in the Pacific Ocean that is twice the size of Texas. But it is not the only such patch in the high seas, all of them caused by human activity.

A tawny stuffed puppy bobs in cold sea water, his four stiff legs tangled in the green net of some nameless fisherman.

It's one of the bigger pieces of trash in a sprawling mass of garbage-littered water, known as the Great Pacific Garbage Patch, where most of the plastic looks like snowy confetti against the deep blue of the north Pacific Ocean.

Most of the trash has broken into bite-sized plastic bits, and scientists want to know whether it's sickening or killing the small fish, plankton and birds that ingest it.

During their August fact-finding expedition, a group of University of California scientists found much more debris than they expected. The team announced their observations at a San Diego press conference Thursday.

(...)

While scientists have documented trash's harmful effects for coastal marine life, there's little research on garbage patches, which were first explored extensively by self-trained ocean researcher Charles Moore just a decade ago. There's also scant research on the marine life at the bottom of the food chain that inhabit the patch.