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El peaje de la libertad. Trolls
Cualquiera que se haya acercado al fascinante mundo de las bitácoras
y las discusiones en foros virtuales habrá notado la presencia del
troll, esto es, el individuo que parece disfrutar haciendo el fantoche
y largando eslóganes medio digeridos a primeras de cambio. No son
pocos quienes les temen pero, como indica Ramón Cotarelo en esta
entrada de su bitácora, son al mismo tiempo la sal de todo esto.
Hasta en el feraz reino de los trolls funciona la distinción izquierda derecha.
Tengo observado que hay trolls de derechas y de izquierdas. Es falsa esa idea
que circula por la blogosfera de que los trolls son lectores u oyentes de
medios de derecha que, recibida la consigna del día, se lanzan al ciberespacio
a difundirla al precio que sea. En lo esencial, sí; pero no sólo. También hay
trolls de izquierda que presentan alguna variante, claro, con los de derecha.
Por ejemplo, no precisan su ración diaria de doctrina; a estos ya los
adoctrinaron de golpe para toda la vida de adolescentes y jovencitos y ahí
siguen. Su doctrina, por lo demás, es tan elemental como la de la derecha: lo
que no sea alabar sin cuento ni medida lo que les parece bueno es una traición
odiosa y una muestra de torpor mental y bajura moral. Otra diferencia es que
mientras el troll de la derecha suele ser parsimonioso y aleccionador y
desgrana sus argumentos pensando más en su nivel mental que en el de quienes
escuchan, el troll de izquierda es rápido, sucinto, le basta con enunciar una
consigna y condena a quien no la cumple con un insulto breve y lapidario como
"embellecedor del capitalismo", lacayo del imperialismo y similares.
No obstante, aceptado, el troll por antonomasia es de derecha furibunda. Otra
cosa es que lo diga ya que, como todo su razonar es instrumental al servicio de
una causa, si cree que le interesa, se hace pasar por votante socialista
"arrepentido", un especimen al que recurre mucho. Le apasiona entrar en las
páginas de la izquierda, críticas, progresistas, etc a tratar de monopolizar el
debate y, si puede, desviarlo. Por eso, muchas páginas llevan una advertencia
que reza: "Don't feed the troll" (No eches de comer al troll). El discurso del
troll reproduce fielmente los giros, expresiones y puntos de vista de sus gurús
y alimentadores espirituales. He acabado rindiéndome a la evidencia de que con
los trolls no funciona ese escrúpulo que tenemos otros mortales de formular a
nuestro modo nuestros pensamientos; no al modo ajeno los ajenos pensamientos.
Por sorprendente que parezca la disciplina es una actitud mental antes que un
comportamiento objetivo.
El razonamiento del troll suele ser ad hominem contra el responsable o autor de
la página que esté "trolleando" y amparado en el respeto a la libertad de
expresión que la derecha invoca siempre siendo así que ha luchado también de
siempre contra ella y que su propia acción como troll, en el fondo, lo que
busca es precisamente eso, obstaculizar la libertad de expresión de opiniones
que le digustan. La primero que cuestiona el troll es la condición personal del
bloguero al que ataca, tratando de deslegitimar su razonamiento en función de
presuntos intereses. De no conseguir su finalidad hace una valoración general
del discurso que quiere torpedear lo empaqueta como "crítico con la oposición",
por ejemplo, con independencia de sus razonamientos y de inmediato pide otro
crítico con el gobierno porque da por supuesto que hay que equilibrar, ya que
en ello está la virtud. Corona su operación planteando algún otro tema que nada
tiene que ver con el de la entrada de la página que ha invadido, a ver si
consigue desviar la atención. En el ínterin si puede insultar a algún
comentarista previo para concentrar sobre sí la atención, no dejará de hacerlo.
Twitter mina las normas electorales de Canadá
El uso de las nuevas tecnologías está comenzando ya a tener un
claro impacto sobre las práticas políticas que se han venido
usando durante décadas. El caso del recuento de votos en Canadá
es paradigmático.
En estos tiempos de teléfonos inteligentes e Internet, la agencia de las
elecciones federales tiene dificultades para imponer una norma que prohíba la
distribución de los resultados de voto hasta que todos los colegios electorales
hayan cerrado.
A medida que los canadienses de cuatro distritos electorales se dirigían el
lunes a votar a lo largo del extenso país para llenar los asientos vacíos de la
Cámara de los Comunes, la agencia Elections Canada pidió a un periódico que
retirara de su página web un artículo en el que se revelaban los resultados
iniciales del distrito donde había acabado primero la votación.
La agencia no se dio cuenta de que los periodistas habían estado discutiendo
sobre los mismos resultados en la red de microblogs Twitter, accesible en toda
Canadá.
(...)
La normativa -- parte de la Ley electoral canadiense -- busca prevenir abusos
en el segundo país más grande del mundo. Canadá cuenta con seis franjas
horarias, lo que implica que los resultados del este llegan mientras los
colegios electorales aún están abiertos en el resto del país.
Para descartar la posibilidad de que la mayoría se vea influenciada por los
resultados tempranos, las organizaciones mediáticas tienen prohibido distribuir
a escala nacional cualquier resultado hasta que el último colegio está cerrado.
Dicho esto, hay que decir también que las cadenas de televisión y radio pueden
hacer públicos los resultados locales siempre y cuando la señal se mantenga
dentro de esa región. Pero esto no incluye que un votante del oeste tenga
acceso a los resultados distribuidos por una cadena del este si cuenta con la
antena adecuada.
Pacific Ocean Garbage Patch Worries Researches
A group of marine researches has found a gigantic garbage patch in the Pacific
Ocean that is twice the size of Texas. But it is not the only such patch in
the high seas, all of them caused by human activity.
A tawny stuffed puppy bobs in cold sea water, his four stiff legs tangled in
the green net of some nameless fisherman.
It's one of the bigger pieces of trash in a sprawling mass of garbage-littered
water, known as the Great Pacific Garbage Patch, where most of the plastic
looks like snowy confetti against the deep blue of the north Pacific Ocean.
Most of the trash has broken into bite-sized plastic bits, and scientists want
to know whether it's sickening or killing the small fish, plankton and birds
that ingest it.
During their August fact-finding expedition, a group of University of
California scientists found much more debris than they expected. The team
announced their observations at a San Diego press conference Thursday.
(...)
While scientists have documented trash's harmful effects for coastal marine
life, there's little research on garbage patches, which were first explored
extensively by self-trained ocean researcher Charles Moore just a decade ago.
There's also scant research on the marine life at the bottom of the food chain
that inhabit the patch.
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