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Toda la vida trabajando
Con motivo del día internacional de la mujer trabajadora, El
País publica un artículo sobre el tema de la escritora
Ángeles Caso.
Hacia 1670, la ciudad de Florencia realizó un censo de población. Los pliegos
minuciosos de ese catálogo ofrecen un dato que, observado desde los
estereotipos de nuestra mentalidad, resulta sorprendente: el 73% de las mujeres
de más de 12 años trabajaba.
Más asombrosa aún parece la lista de oficios que desempeñaban, según consta en
ese censo y en otros muchos realizados a lo largo de los siglos en las ciudades
europeas: esas trabajadoras no eran sólo criadas, bordadoras o costureras,
siguiendo la tradición que asocia a las mujeres a las tareas que emanan del
ámbito doméstico.
En el París de finales del XIII, por ejemplo, las mujeres participaban en 86 de
las 100 profesiones mencionadas en el famoso Livre des métiers (Libro de los
oficios). En el siglo XV, el sector de la construcción de Würtzburg estaba
dominado por ellas (2.500 jornaleras de albañilería y carpintería frente a 750
jornaleros), y en otras muchas ciudades era habitual la presencia de muchachas
fuertes y vivaces golpeando en las forjas o conduciendo las carretas.
La idea de que las mujeres han permanecido durante toda la historia recluidas
en sus casas, cuidando devotamente de sus hijos y maridos y ocupándose de la
comida y la limpieza, no deja de ser una visión errónea difundida por los
patriarcales historiadores del siglo XIX, partidarios como buenos burgueses del
mito del "ángel del hogar". Ese mito, que triunfó como ideal de las clases
medias alentadas por el capitalismo, fue mantenido durante décadas por una
historiografía de visión limitada, que centró su interés casi en exclusiva en
los grupos dominantes, es decir, los poderosos y los ricos, y de entre ellos,
preferentemente, los varones.
Por supuesto que las damas privilegiadas no trabajaban: las manos finas y
suaves, no alteradas por ninguna actividad que significase esfuerzo, fueron
siempre símbolo del esplendor familiar. Pero la inmensa mayoría de la
población, a lo largo de los siglos, no ha sido ni rica ni poderosa. Y ahí las
mujeres trabajaron siempre, por deseo y costumbre y también por necesidad.
(...)
No es cierto, como se suele afirmar, que las mujeres se hayan incorporado al
mercado de trabajo en tiempos recientes. La inmensa mayoría de cuantas han
poblado la Tierra trabajaron toda la vida, deslomándose sobre las huertas y en
los establos, quedándose ciegas ante los paños que bordaban para otras,
despellejándose las manos en el agua helada, deshaciéndoseles la columna bajo
el peso de las cestas cargadas de productos de los que ellas nunca gozarían.
Y todo eso, por supuesto, a cambio de mucho menos dinero que los hombres: como
ejemplo con validez universal, el de las albañiles de Würtzburg, que ganaban
una media de 7,7 peniques, frente a los 11,6 de sus compañeros varones.
Y, a la vez, obligadas a mantenerse alejadas durante siglos de la sabiduría y
el poder, de las profesiones prestigiosas y bien remuneradas: el nacimiento a
finales del siglo XI de las primeras universidades europeas, controladas a lo
largo de mucho tiempo por la siempre misógina Iglesia, empujó sin miramientos a
todo el sexo femenino al extrarradio económico e intelectual de la sociedad,
condenándolo a ocupar sus rangos ínfimos o a optar por una odiosa dependencia.
Cómo gastar mejor en la ciencia española
Luis Sanz, profesor de investigación del CSIC, hace unas cuantas
propuestas a cuenta del debta sobre la Ley de la Ciencia, incluyendo
recomendaciones inspiradas en las experiencias de otros países para
llevar a cabo cambios en la naturaleza de los centros de I+D, el modelo de
reclutamiento y carrera o el incremento de la autonomía de dichos
centros.
En España, existe la necesidad de coordinar las 18 políticas de ciencia del
Estado y las Comunidades Autónomas, más allá de la retórica o la firma de
declaraciones. En esto conviene mirar a países descentralizados que han sido
capaces de crear instituciones para la ciencia en las que participan
conjuntamente los gobiernos federales y regionales: las fundaciones de la
ciencia de Alemania (DFG) o Suiza (FNS) son jurídicamente entidades privadas y
constituyen mecanismos unitarios de apoyo al sistema de ciencia. Deciden qué
financiar sobre la base de la excelencia y la relevancia.
Para afrontar estos desafíos España debe aumentar los recursos que dedica a la
ciencia (el gasto medio en I+D por investigador en el sector público es un 80%
de la media de la Unión Europea), pero también gastar mejor. Incluso sin
aumentar mucho los recursos invertidos, ciertas reformas organizativas pueden
producir importantes avances en el sistema.
Aunque los enfoques son variados, las reformas en otros países se han centrado
en mejorar las condiciones de funcionamiento y la calidad de las organizaciones
de investigación, mediante la creación de nuevos centros de excelencia y la
fusión y/o reorganización de los tradicionales para dotarles de mayor
autonomía.
(...)
Las reformas en centros públicos de I+D y en universidades que a nivel
internacional pueden considerarse como buenas prácticas se podrían resumir en:
a) Mayor autonomía de las instituciones y centros de I+D y más flexibilidad en
su funcionamiento; b) Mejora de la capacidad de gestión de los recursos
presupuestarios disponibles; c) Control de las plantillas propias, sin
someterse a las reglas generales de las burocracias públicas; y d) Sistemas de
relaciones laborales y salariales con capacidad de negociación en función de
los resultados (y méritos) científicos.
Así pues, las lecciones de otros países recomendarían cambiar la naturaleza de
los centros de I+D, el modelo de reclutamiento y carrera, e incrementar su
autonomía y capacidad de gestión; así se facilita también la movilidad
geográfica e intersectorial del personal investigador.
(...)
Hay una relación directa entre la calidad de la investigación de los países y
el número de instituciones independientes de investigación de que dispone. La
competencia por el descubrimiento, por el reconocimiento, por los mejores
talentos y por los "recursos" son los mecanismos que dinamizan la creatividad y
la innovación. La competencia entre instituciones (e investigadores) es un
mecanismo esencial para lograr buenos resultados; y para poder competir con
otras instituciones del mundo es necesario estar en condiciones similares.
A mi juicio, España debería disponer de unos pocos centenares de instituciones
de investigación especializadas, autónomas y responsables. El resultado de las
reformas debería ser el aumento del número de instituciones de investigación
independientes y autónomas de tamaño medio, fuera de la carrera funcionarial,
con flexibilidad, responsabilidad, supervisión de los mejores y participación
de los actores económicos y sociales en su gobernanza; organizaciones capaces
de afrontar los desafíos sociales, económicos y ambientales de nuestra
sociedad. Como parte de esta estrategia, independizar jurídicamente institutos
del CSIC o unidades de investigación de los OPIS, con tamaños y proyectos
viables, aún manteniendo la coordinación estratégica, quizá podría ser un paso
positivo, siempre que se acompañase del abandono del concepto funcionarial de
carrera. Muchos de estos institutos podrían incluso ser integrados de forma
beneficiosa en unas universidades que mejorasen su gobernanza.
Scientists solve half-cock chicken mystery
Solving the mystery of why some chickens hatch out half-male and half-female
may help us find some interesting new uses for the poultry industry and,
assuming that something similar happens among mammals, discover why women
live longer than men.
About one in every 10,000 chickens is gynandromorphous, to use the technical
term.
In medieval times, they might have been burned at the stake, as witches'
familiars.
But now these chickens are shedding important new light on how birds, and
perhaps reptiles, develop.
It used to be thought that hormones instructed cells to develop in male or
female-specific ways.
That's what happens in mammals, including humans, and it leads to secondary
sexual characteristics like facial hair for men or breasts for women.
But scientists at the Roslin Institute and the University of Edinburgh say they
have discovered that bird cells don't need to be programmed by hormones
Instead they are inherently male or female, and remain so even if they end up
mixed together in the same chicken.
It means a half-and-half chicken will have totally different plumage, body
shape, and muscle structure on the two halves of its body.
It even affects the wattles on the bird's head, and the spurs on its legs. They
will be larger on the cockerel half, and smaller on the hen half, of the same
bird.
Moral animal
Moral
animal, por Pablo Herreros, publicado en Somos primates, 12
marzo 2010.
Experimentos realizados con primates parecen demostrar que las manifestaciones
más elementales de los valores morales pueden tener quizá su
raíz en los componentes biológicos.
Te dan cien euros con la única condición de que lo repartas con otra persona.
Tú decides cuanto te quedas tú y cuanto ofreces al compañero. La regla del
juego consiste es que si él rechaza la propuesta, los dos os quedáis sin nada.
El 75 % de los individuos suele rechazar cualquier oferta inferior al 30 o 40%
de la cantidad y ambos acaban con los bolsillos vacíos. A este experimento se
denomina “juego del ultimátum” y de sus resultados se desprende la idea de que
el sentimiento de justicia que posee nuestra especie es tan poderoso, que
preferimos quedarnos con nada antes que aceptar situaciones que consideramos
injustas.
Para que la evolución de la cooperación fuera posible, ha sido fundamental para
los individuos poder comparar sus esfuerzos y recompensas con las de sus
compañeros. Para este fin, es fundamental desarrollar un estándar sobre lo que
consideramos justo e injusto. El rechazo surge cuando se rompe con las
expectativas del sujeto sobre lo que debería haber pasado según ese patrón o
estándar. Un sistema de dar y recibir favores, como es el de los primates, no
se sostiene por gran tiempo si los actores no ponen obstáculos a conductas que
lo destruyen, como la injusticia, el engaño, etc. Si alguien hace trampas, pone
en peligro el sistema y los intereses de aquellos que no las hacen. Seguramente
esta es la causa de que los humanos seamos en promedio tan buenos detectando a
mentirosos. Este mecanismos es tan importante para el individuo, como para el
grupo, pues si la cantidad de individuos egoístas supera en número a los
altruistas, el futuro del grupo se verá amenazado y probablemente desaparezca.
Este es uno de los argumento que apoya la teoría de que descendemos de
homínidos muy cooperativos.
Los primatólogos Sara Brosnan y Frans de Waal, de la universidad de Emory,
enseñaron a monos capuchinos a cambiar unas fichas de plástico por dos tipos de
recompensa: uvas y pepino. Estos primates, al igual que nosotros, tienen
preferencia por las uvas, pero se comen el pepino de una manera natural y sin
grandes miramientos. El experimento comienza con el intercambio de la ficha por
un trozo de pepino. En el siguiente paso, se introduce la condición de
injusticia, dando sólo a uno de los dos una uva por la misma ficha. Lo
interesante del caso es que cuando ven a un compañero recibir una recompensa
mayor, llegado su turno rechazan el pepino y se niegan a realizar el
intercambio, arrojando el alimento fuera de la instalación y mostrando
conductas que nos recuerdan a la indignación humana. El principio de equidad
requiere de la capacidad cognitiva de saber calcular el valor de lo que uno
recibe y lo que da y es un potente mecanismo evitador de los conflictos
sociales. Además, cumple la función de equilibrar la diferencia entre los
costes y beneficios de la vida en grupo.
(...)
Lo que se desprende de estas y otras investigaciones es que la moral, al menos
en sus manifestaciones más primarias, no es un asunto cultural ni un fenómeno
exclusivamente humano. Toda apunta a que el sentido de la justicia posee un
componente biológico y que algunas tendencias que popularmente llamamos
“valores” son innatas. Nacemos con cierta información sobre lo que está bien o
mal, algo que podemos calificar con el nombre de “protomoral” o “moral arcaica”
y que probablemente comenzó a desarrollarse hace cientos de millones de años.
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