Las playas, parameras
      al rubio sol durmiendo,
      los oteros, las vegas,
      en paz, a solas, lejos;

      los castillos, ermitas,
      cortijos y conventos,
      la vida con la historia,
      tan dulces al recuerdo.

      Ellos, los vencedores
      caínes sempiternos,
      de todo me arrancaron.
      Me dejan el destierro.

      Una mano divina
      tu tierra alzó en mi cuerpo
      y allí la voz dispuso
      que hablase tu silencio.

      Contigo solo estaba,
      en ti sola creyendo;
      pensar tu nombre ahora
      envenena mis sueños.

      Amargos son los días
      de la vida, viviendo,
      sólo una larga espera
      a fuerza de recuerdos.

      Un día, tú ya libre
      de la mentira de ellos,
      me buscarás.  Entonces
      ¿qué ha de decir un muerto?