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[2013] |
Despedida...¿temporal?
[Sun Dec 29 11:06:50 CST 2013]
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Hace ya poco más de dos años que regresé a Minnesota de Sevilla, y la verdad es que nada parece indicar que vaya a volver a España en un buen tiempo. Si por mí fuera, no obstante, sucederá tarde o temprano. Me sigo sintiendo ciudadano español. He tenido la oportunidad de conseguir la nacionalidad estadounidense y no lo hice, primero porque no me siento estadounidense y, segundo, porque exigiría renunciar (al menos en el juramento) a mi ciudadanía española y europea, algo que no podría hacer de buena conciencia. Aunque las circunstancias personales me mantengan temporalmente alejado de mi país, me duele lo que leo y veo en los medios de comunicación y, tarde o temprano, sé que me gustaría volver a implicarme en su realidad política. Sin embargo, por el momento, eso no es posible. Sabiendo, como sé, que viviré lejos de mi país durante un periodo indeterminado de tiempo, dejé expirar la afiliación al PSOE por falta de pago de cuotas. Imagino que en estos momentos mi nombre figura en la lista de simpatizantes, pues eso es lo que establecen los reglamentos del partido. Cuando regrese, es posible que vuelva a militar en el PSOE, pero también lo es que me afilie a algún otro partido o, incluso, que opte por trabajar desde los movimientos sociales. Lo importante, creo, es comprometerse con el trabajo político para mejorar la sociedad dentro de lo posible. Siempre he visto a los partidos políticos (y el PSOE no es excepción) como meras herramientas para llevar a cabo el trabajo que uno cree necesario en un contexto determinado. Eso quiere decir que, dependiendo de las circunstancias, uno deba quizá usar una herramienta distinta. Sencillamente, no veo la política como un enfrentamiento dogmático entre doctrinas cuasi-divinas, ni tampoco como una competición entre tribus cuyos miembros juran fidelidad eterna a los miembros del clan, independientemente del comportamiento de cada cual. La militancia (o, cuando menos, el compromiso cívico) me parece fundamental, pero siempre manteniendo la autonomía, con un mínimo de independencia, honestidad e integridad intelectuales. Uno no puede afiliarse a un partido como quien se hace socio de un club de fútbol. La participación política, creo, debe regirse por el uso del raciocinio, y no por la pasión de los sentimientos. Qué se le va a hacer. Nunca he sido demasiado romántico. Estoy convencido de la importancia de los principios y valores que uno considera fundamentales, pero no me gustan las ideologías cerradas, los catecismos ni los dogmas políticos que, me parece, no han traído sino desgracias a la humanidad. En cualquier caso, por el momento, doy por terminada la publicación de entradas en esta bitácora, aunque siempre es posible que la retome algún día. Mientras tanto, traslado mis reflexiones sobre práctica política a una nueva sección de esta web personal: Forjando una nueva política. Reacciones a "Socialismo es libertad"
[Sun Dec 29 10:23:50 CST 2013]
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Hace ya un tiempo que, a través de alguien a quien conocí en las redes sociales, tuve conocimiento del grupo Socialismo es libertad. Mi impresión, desde una lejanía que a menudo viene a distorsionar las cosas, es que se trata de un grupo de militantes y simpatizantes del PSOE bien moderados que se mueven dentro de la corriente socio-liberal o liberal progresista que lleva décadas conviviendo dentro del partido con corrientes de todo tipo. Subrayo lo que de esta corriente ha estado presente en el PSOE desde hace décadas y no, como tanto se afirma ahora, desde Suresnes, o desde la llegada de los socialistas al poder en 1982, momento en el que supuestamente se abandonaron todas las aspiraciones de antaño y se sustituyeron por un chato pragmatismo neoliberal. Sencillamente, quien dice eso no conoce la historia del propio PSOE. Elementos moderados más o menos inspirados en el liberalismo social o progresista los ha habido siempre en el partido. Cierto es que en su momento dichos elementos podían militar en los partidos de la izquierda republicana y, después de la Transición, casi no tenían cobijo en ningún otro sitio sino en el PSOE. Pero, de todos modos, incluso en la época de la Segunda República hubo militantes del PSOE (algunos, incluso, bastante conocidos) más cercanos al liberalismo progresista que al marxismo militante. Sea como fuere, sorprende que las circunstancias hayan llevado a un miembro del grupo a publicar un artículo justificando por qué son socialistas, como si hubiéramos retornado de pronto a los años en los que había que demostrar que uno era castellano viejo o, en tiempos más recientes, camisa vieja. Según explica Javier Viñarás, autor del artículo en cuestión:
Como decía, he seguido desde la distancia las aportaciones del grupo al debate que está teniendo lugar dentro del PSOE (aunque se está desarrollando más entre las bases que entre sus dirigentes, todo hay que decirlo) y, la verdad, me parece evidente que se trata de propuestas serias, razonables y dignas de debate. Podrán gustar más o menos, pero no me parece intelectualmente honesto tirarlas al cubo de la basura con un mero comentario desdeñoso sobre su naturaleza "liberal" o "de derechas". Los hechos son lo que son, aunque no respondan a lo que predicen nuestros particulares catecismos ideológicos. Y, me parece, los asuntos que plantean estos compañeros son de una importancia primordial para que el PSOE vuelva a convertirse en fuerza de gobierno en España. No discuten tonterías ni presentan dogmas, sino opiniones sólidas basadas en razones. Conviene debatirlas en pie de igualdad con todas las demás, en lugar de ignorarlas o minusvalorarlas. El PSOE necesita un debate serio y profundo donde puedan oírse las opiniones de todas las corrientes que tradicionalmente han conformado la tradición socialista española, que siempre ha sido mucho más rica y varopinta de lo que algunos quieren hacernos creer. Y, no me cabe duda alguna, la corriente socio-liberal o liberal progresista es una de muchas. Giddens, Europa y el Estado del Bienestar
[Thu Nov 28 11:33:53 CST 2013]
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El País publicó ayer una entrevista con el historiador británico Anthony Giddens, considerado uno de los padres de la famosa tercera vía, en la que el periodista, como viene siendo habitual en estos momentos, resalta sus declaraciones con respecto a los procesos independentistas de Escocia y Cataluña mientras obvia otras reflexiones que son, me parece, de mayor calado. De hecho, más que el asunto del independentismo, yo subrayaría los siguientes asuntos, que me parecen de mucha más importancia:
Parece claro que Giddens está en lo cierto. El proyecto de integración europea necesita, sin lugar a dudas, un nuevo impulso político. El problema, claro está, es que las circunstancias de profunda crisis económica no contribuyen precisamente a que se tomen las medidas necesarias (que son, en buena parte, las que menciona Giddens). El único país que puede tomar el liderazgo, parece bien evidente, es Alemania. El Reino Unido siempre se ha mantenido más bien al margen del proceso de integración, aceptano en último término sumarse a la UE más por miedo a quedarse descolgado que por otra cosa. Seamos honestos, los distintos gobiernos británicos (y sí, esto incluye tanto a conservadores como a laboristas) nunca han puesto el corazón en este proceso de integración. Lo ven más como una molestia que otra cosa. Mientras tanto, Francia hace ya tiempo que perdió el empuje que tuvo en su momento y ahora mismo no es motor de nada, ni en el aspecto económico, ni tampoco en el político, y ni siquiera en el social o el cultural. Puede que duela al espíritu nacionalista galo, pero creo que es así. Hoy por hoy, el nuevo impulso al proceso de integración europea solamente puede provenir de Alemania. Eso lo tenemos todos muy claro, aunque quizá no todos lo reconozcamos en público. Sin embargo, aunque, como acertadamente afirma Giddens, la integración política (en un sentido federal, ¿cómo podría ser de otra forma?) es más necesaria que nunca, y medidas como la mutualización de la deuda, la transferencia de poder fiscal a la UE y la unión bancaria son más urgentes que nunca, tampoco hay que perder de vista el peligro de ir construyendo poco a poco un enorme Leviatán incontrolable que elimine áreas de transparencia y democracia . En ese sentido, las típicas advertencias británicas no debieran caer en saco roto. Debemos pensar la forma de llevar a cabo esa transferencia de poderes sin reducir la calidad de nuestra democracia. El reto no es nada fácil. Y, por si fuera poco, se combina con las transformaciones económicas del capitalismo global, que están teniendo un impacto terrible en el modelo de economía social de mercado que siempre nos caracterizó. Como se explica en la entrevista:
¡Ahí es nada! Habla Giddens de volver a controlar los mercados, así como de sustituir el Estado del Bienestar por un "Estado de inversión social" que no define para nada, de la necesidad de asegurarse de que no apostamos por la cohesión social al precio de ser menos competitivos en la economía global y, finalmente, de los cambios tecnológicos... pero en ningún momento se atreve siquiera a proponer un esbozo de respuesta. En otras palabras, que plantea los temas que todos sabemos que urgen, pero es incapaz de darnos pista alguna de cómo afrontarlos. No es que nadie espere que un historiador nos dé las respuestas. Precisamente el saber plantear las preguntas correctas es buena parte de la función de un intelectual comprometido con su sociedad y su tiempo, o al menos así lo veo yo. Pero llama la atención que hable de reconstruir la base industrial o de compaginar la cohesión social con la competitividad en un mundo dominado por los mercados globales y, por tanto, por los bajos costes laborales de países como China o India. ¿En eso consiste la socialdemocracia del siglo XXI? ¿En qué se diferencia, pues, del mero liberalismo? Susana Díaz como modelo de renovación
[Thu Nov 28 10:27:46 CST 2013]
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Un buen amigo que fue compañero de la Agrupación del PSOE en Bellavisa me pasa el enlace a un artículo titulado Susana Díaz: no es pasión todo lo que reluce sobre el que merece la pena detenerse a reflexionar unos minutos. Como bien dice la autora, Susana Díaz, Presidenta de la Junta de Andalucía y, ahora también, Secretaria General del PSOE-A, ha pasado de la nada a la cima en bien poco tiempo, al menos para el ciudadano medio de la calle. Dentro del partido se conoce muy bien de dónde viene, cuál es su pasado y cuál es su forma de hacer política. Quizá debiera comenzar, antes que nada, por afirmar que Díaz, como cualquier otro político, se merece un período de gracia antes de que entremos a juzgar su labor. Por mucho que lleve ya décadas en la política, lo cierto es que hasta hace poco no ha llegado a posiciones de auténtico poder administrativo (por contraste al poder orgánico, que es lo que ha desempeñado hasta la fecha). Pero una cosa es concederle un período de gracia, y otra bien distinta extenderle un cheque en blanco. No nos engañemos, Susana Díaz viene de donde viene y tiene la historia que tiene. Sencillamente, no me parece decente ni intelectualmente honesto exigir que hagamos todos tabal rasa del pasado, sobre todo cuando ella y los suyos se empeñan en presentarla como una adalid de la renovación que, sin duda, no es. Como bien explica Pilar Portero, autora del artículo que da pie a estas reflexiones:
¿Alguien puede negar que Portero tiene razón? Susana Díaz no puede representar la renovación porque, de entrada, ella misma se ha beneficiado del statu quo durante décadas. Es más, ella es miembro de pleno derecho de esa oligarquía que controla los aparatos de nuestros partidos políticos, imponiendo la disciplina del silencio en lugar de fomentar la transparencia y la democracia. Seamos claros, Susana Díaz fue subiendo peldaños en el PSOE-A como mamporrera del poder. Que ahora venga a presentarse como el símbolo de la renovación es un sarcasmo, sobre todo cuando su particular camino de Damasco hacia los cargos aque ahora ocupa están repletos de cadáveres. Otro militante del PSOE, éste cercano al grupo centrista Socialismo es Libertad ha publicado también un artículo sobre el tema titulado El espejismo Susana Díaz en el que se subraya precisamente esto de lo que estoy hablando: Es lo que tiene los métodos de la democracia indirecta aplicados a la vida interna de los partidos políticos. Algunos prefieren verlo como "mecanismos para construir consenso", pero a mí me da la impresión de que se trata más bien de mecanismos para manipular la voluntad de los militantes e imponer los deseos del aparato. En otras palabras, que de democráticos tienen bien poco. De todos modos, el pasado de Susana Díaz y cómo ha llegado a la cima no es siquiera lo peor del asunto. Al contrario, lo más preocupante es la falta de definición en cuanto a las políticas que piensa aplicar, prefiriendo centrarse en asuntos de imagen más que en medidas concretas. En esto me muestro completamente de acuerdo con el análisis de Manuel Tordera:
En otras palabras, que hay mucha retórica, pero poca sustancia. Y, por si todo esto fuera poco, habría que recordar que Díaz no acaba de llegar al mundo de la política precisamente. De hecho, ha vivido de esto desde que tenía 18 añitos, desempeñando incluso en la última década cargos orgánicos de responsabilidad dentro del PSOE de Sevilla, del PSOE-A y de la Junta de Andalucía. Sorprende, pues, su pretendido adanismo, como señala el mismo Tordera en su artículo:
En fin, como decía al principio, habrá que esperar a ver qué hace Susana Díaz desde el poder. Lo mismo nos da una grata sorpresa, pero para ello debe romper no sólo con el pasado más inmediato de quienes han dirigido el PSOE-A, sino también con su propio pasado. El reto no es nada fácil. Una Conferencia Política muy "estadounidense"
[Sun Nov 17 16:28:53 CST 2013]
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Hace ya una semana que tuvo lugar la Conferencia Política del PSOE, así que escribo estas líneas un poco a toro pasado (además de la lejanía geográfica que me da el residir en Minnesota). En principio, si uno se limita a leer los comentarios de quienes se encuentran más o menos en la órbita socialista (por ejemplo, Carlos Carnicero), la sensación general es que la conferencia ha servido para dar un nuevo impulso al PSOE como alternativa de Gobierno. Como es lógico, hay un poco de todo en los análisis que se han hecho, pero, como digo, en líneas generales, parece que los dirigentes del PSOE pueden sentirse contentos por dar una imagen de unidad, seriedad y relanzamiento de un proyecto que estaba seriamente tocado. Las razones son varias. Se dejaron de un lado las divergencias personales entre los líderes territoriales, se aplazó el debate sobre el asunto de las primarias, se optó por abandonar el discurso meramente negativo y crítico con el Gobierno de Rajoy y, por el contrario, se prefirió centrar el debate en el contenido que debiera tener el programa socialista, que es precisamente lo que el ciudadano de la calle demanda. Todo ello, como digo, intachable. Ahora bien, uno tiene la sensación de que, más que nada, lo que hemos visto ha sido una convención política al más puro estilo estadounidense, esto es, pura mercadotecnia. El mensaje se ha cambiado para amoldarse mejor a lo que exigen los ciudadanos, se ha hecho más positivo y esperanzador, pero sigue siendo básicamente eso, mero discurso. Las caras son las mismas, la organización es la misma y, desde luego, no ha habido ningún cambio sustancial que nos haga pensar que las nuevas propuestas programáticas no vayan a caer en saco roto al poco de llegar al poder, como ha venido sucediendo hasta aquí. Seamos honestos. Hace ya bastante tiempo que los cuadros socialistas se profesionalizaron y entraron en una dinámica de alternancia que difícilmente va a llevar a cabo las profundas transformaciones que la situación exige. Para que esto fuera posible, los socialistas debieran comenzar por reconocer los errores del pasado, algo que no se ha hecho aún. Si acaso, a lo máximo a lo que han llegado es a la manida excusa de afirmar que se tomaron las decisiones correctas, pero "no se supieron comunicar a los ciudadanos". Está uno ya un poco harto de ese discurso. ¿De verdad que no se cometió error alguno en el segundo mandato de Zapatero? ¿No se erró al mirar para otro lado mientras la crisis se extendía por nuestra sociedad, invadidos como estábamos por el insensato orgullo de sentirnos la "octava potencia económica del mundo"? ¿Tampoco se erró al aplicar las medidas de ajuste sin rechistar? ¿Ni al reformar la Constitución aprisa y corriendo para contentar a Bruselas? ¿De verdad que no se podía haber hecho más durante ocho años para evolucionar hacia un modelo económico menos centrado en el ladrillo? ¿Y los errores que se cometieron en el asunto del Estatut? En fin, llama la atención el ensordecedor silencio con el que los dirigentes socialistas responen a todas estas preguntas. Lo cierto es que, si de verdad queremos reconstruir un proyecto socialista de transformación de la sociedad española, incluso si nos limitamos a verlo desde un punto de vista meramente socialdemócrata, no tenemos más remedio que proponer un serio programa de reformas profundas que, sin duda, debieran comenzar por nuestro propio partido. Mientras no suceda eso, dudo mucho que nos acerquemos siquiera al objetivo que debiéramos marcarnos. En fin, que la conferencia no ha estado mal, pero no puede verse siquiera como un primer paso en el camino de construir una verdadera alternativa de izquierdas. De hecho, corremos el peligro de quedarnos únicamente en un cambio de discurso, volviendo con ello una vez más a la desgastada (e insuficiente) alternancia. |