San Manuel Bueno, mártir es uno de esos libros que recuerdo con nostalgia, pues me topé con él precisamente durante esa etapa que suele lamarse formativa, allá por 1985 ó 1986, gracias a una de esas profesoras de las que, por desgracia, no hay tantas, que logró conectar con sus alumnos, o al menos con aquéllos que mostraban mayor inquietud por conocer el mundo en que comenzaban a desenvolverse. Tenía uno sus dieciseis o diecisiete años recién cumpliditos, comenzaba a comprometerse política y socialmente en diversas causas y, por supuesto, también empezaba a hacerse preguntas sobre los eternos temas que la Humanidad misma se ha planteado siempre: sobre la existencia de Dios, los conceptos del bien y el mal, los orígenes de la injusticia social... En ese contexto, y aunque parezca mentira, toparse con Unamuno me vino de perlas. Y digo lo de aunque parezca mentira porque tradicionalmente se visto a Unamuno como un escritor duro, difícil y pesimista, precursor del existencialismo. Y es muy posible que esa visión sea absolutamente correcta, desde luego, pero siempre me ha parecido que solemos tener muy baja estima por nuestros adolescentes y sus capacidades intelectuales, de tal forma que resulta bien fácil vender la especie de que se van a interesar más por autores de libros de aventuras que por sesudas y negras novelitas como la que aquí nos ocupa. Por cierto, que también debería aprovechar esta pequeña recensión para desmentir otro gran prejuicio: el de que recomendar buena literatura en la escuela no hace sino desanimar a nuestros chavales. No me parece que sea cierto, o al menos en el caso mío y de mis amigos no lo fue. Más bien al contrario, nos introdujo en el mundo de la alta cultura, del pensamiento y la literatura de calidad. Todavía recuerdo los debates y discusiones que nos traíamos entre manos después de leer algunos de estos textos.

Factor entretenimiento: 6/10
Factor intelectual: 8/10