Los masones
La sociedad secreta más influyente de la historia
César Vidal
Planeta, Barcelona (España), octava edición, abril 2005 (2005)
430 páginas, incluyendo índices y apéndices.

¡Hay que ver cómo cambian las cosas! Se marcha uno a vivir fuera del país por una década larguita, y al regresar se encuentra con un patio de verduleras gritonas enfangando la vía pública. Por estos lares siempre ha estado bien visto criticar las malas formas que suspuestamente se han convertido en patrimonio nacional, pero la verdad es que yo no recuerdo tanta crispación y, en líneas generales, falta de respeto al prójimo, allá a finales de los ochenta, si bien es cierto que sí fue uno de los fenómenos que me llevaron a abandonar el país en 1995. De hecho, uno puede llegar a pensar que le debemos tal estado de cosas a Aznar y su estrategia de tierra quemada, claramente esbozada ya hacia 1993. Pues bien, la atareada labor de revisionismo histórico (quizás debiéramos llamarlo revisionismo histriónico más bien) que se está llevando a cabo en los últimos años parece tener en individuos como César Vidal a su punta de lanza, y consiste en publicar volúmenes propagandísticos cuyo auténtico objetivo es sustentar una tesis ideológica propuesta ya en la portada misma del libro a base de entresacar anécdotas y escoger hechos históricos que vienen a corroborar la visión del mundo de la que uno parte ya de entrada. En otras palabras, que se entiende la Historia como arma arrojadiza en una guerra cultural muy al estilo de esas cultural wars que se traen entre manos los conservadores americanos desde finales de los setenta, en lugar de entenderla como disciplina académica o área del conocimiento. Estamos, pues, ante la Historia entendida como arma, de forma no muy distinta a como la concebían fascismo y comunismo.

César Vidal hace en este libro un rápido repaso a la historia de la masonería, o al menos eso se supone por el título. Sin embargo, lo que en realidad nos encontramos es más bien un refrito cuya intención primordial parece ser el culpar a la masonería de todos los males que nos han asolado durante los últimos tres siglos, sin detenerse en absoluto en sus prácticas, creencias, tradiciones e historia. En lugar de Los masones debería titularse La conspiración masónica universal. Y que conste que no se trata de criticar a Vidal por representar una tradición política opuesta a la mía, sino de constatar un hecho incontrovertible que cualquier lector de buena fe no podrá sino corroborar: Vidal parece empeñado en culpar a los masones de todo lo malo que haya sucedido durante los últimos tres siglos. La lista de acontecimientos históricos tras lo que el autor ve la negra mano de la masonería tiene miga: la Revolución Francesa, la ejecución de Luis XIV, la llegada al poder de Napoleón y las guerras que desencadenó, la independencia de las colonias españolas en América, las revoluciones liberales del siglo XIX, la crisis del 98 en nuestro país como consecuencia de la pérdida de Cuba y Filipinas, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la implantación de la Segunda República española, la Guerra Civil, el Ku Klux Kan... ¡Ahí es nada! Llama la atención, curiosamente, la ausencia de la Revolución americana en esta lista, y tiene su sentido porque, aunque reconoce la presencia de algunos masones entre los Padres Fundadores, Vidal parece más interesado en subrayar la influencia protestante en los EEUU. No tiene nada de extraño pues, de acuerdo con la tendencia que parece estar más de moda entre la derecha española a raíz del abrazo de las Azores, el neoconservadurismo estadounidense es el no va más de la filosofía política de nuestro tiempo, y para contrarrestar el infantilizado antiamericanismo de buena parte de la opinión pública europea estos señores no hacen ahora sino lanzar alabanzas al amigo americano con el mayor servilismo que pueda uno echarse a la cara. Para colmo de los colmos, Vidal tiene la desfachatez de insinuar que incluso el fascismo y el comunismo, si bien no fueron de hecho creados por los masones sí que los toleraron e incluso permitieron su participación en las estructuras del Estado.

En definitiva, que el libro de Vidal no tiene crédito ni uso alguno para cualquier individuo que esté de verdad interesado en conocer qué es la masonería y cómo funciona. Y si alguien duda aún de mi objetividad al hacer esta afirmación tan contundente, no hay más que reproducir una lista (incompleta) de todos los personajes que, según Vidal, pertenecieron a la masonería y llevaron a cabo sus satánicos planes conspirativos: Federico el Grande, Casanova, Mozart, Luis Felipe de Orleans, D'Alembert, Diderot, Montesquieu, Voltaire, los Illuminati, George Washington, el abate Sièyes, Marat, Danton, Rousseau, el Dr. Guillotin, Napoleón Bonaparte, José I Bonaparte, Joaquín Murat, el duque de Wellington, el Presidente Andrew Jackson, Miguel Hidalgo, San Martín, Bolívar, Napoleón III, Jules Ferry, León Gambetta, Joseph Smith (fundador de la secta de los mormones), Charles Taze Russell (fundador de los Testigos de Jehová), los fundadores de la Teosofía, Madame Blavatsky, Segismundo Moret, Juan Prim, Manuel Ruiz Zorrilla, Sagasta, Castelar, Francisco Ferrer, Martí, Mustafá Kemal Atatürk, Plejanov, Lenin, Lunacharsky, Kerensky, prácticamente todos los presidentes mejicanos del siglo XIX (Guadalupe Victoria, Bocanegra, Santa Anna, Echevarría...), Garibaldi, Cavour, Rodolfo Llopis, Alejandro Lerroux, Martínez Barrios, Companys, Fernando de los Ríos, Antonio Tuñón de Lara, Ramón Gómez de la Serna, Luis Araquistáin, Álvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Casares Quiroga, Indalecio Prieto, Fermín Galán, Manuel Portela, Largo Caballero, Jacques Chirac, Valéry Giscard d'Estaign, Jean Monet, François Mitterrand, Roland Dumas, Jack Lang, Carmen García Bloise, Joan Raventós, Gregorio Peces-Barba, Gaspar Zarrías, Jerónimo Saavedra, Bettino Craxi, Bruno Kreisky, Mario Soares, Helmut Schmidt... ¿Alguien da más? Ciertamente, algunos de ellos fueron sin duda masones, pero cuesta trabajo creer que ningún grupo (ni los masones ni el Opus Dei) haya sido jamás capaz de controlar todas las esferas del poder de esta manera. Por si cupiera alguna duda de cuál es la auténtica intención de César Vidal (esto es, enfangar con sus estúpidas teorías conspirativas y difamar a todo el que no esté de acuerdo con su ideología ultraconservadora), llega al colmo de la desfachatez en la página 288, en la que introduce el nombre del abuelo de José Luis Rodríze Zapatero sin venir a cuento. Se trata de una clarísima aplicación del archiconocido calumnia que algo queda (ni niego ni afirmo que el abuelo del actual Presidente del Gobierno fuera de hecho masón, pero sí que afirmo sin lugar a dudas que no viene a cuento).

En fin, cerremos ya con las paranoicas palabras usadas por Vidal para concluir el volumen:

Un futuro en manos de la masonería —como lo ha sido buena parte del pasado— significaría, presumiblemente, un recorte de las libertades de aquellos que no estén dispuestos a plegarse a un discurso único sincrético y multicultural; un aplastamiento de los que no comulguen con un sistema laico en el que la civilización y la fe de cada uno tenga que aceptar su sustitución por el masónico guiso amalgamador; un reparto de poder entre los hermanos que no aumentará la eficacia del Estado aunque sí la corrupción y los saldos de determinados "hijos de la viuda"; una erosión —quizá más desde dentro que desde fuera— del papel del cristianismo en la sociedad mundial; y, finalmente, la consagración de un gobierno que pondrá todo su empeño no en gestionar correctamente sino en controlar los medios de comunicación para manetener sumida en el engaño y en la propaganda a una opinión p&uacte;blica que, bajo ningún concepto, debe saber hacia dónde se dirigen. Los precedentes históricos, como se ha visto en estas páginas, no puede decirse que sean escasos.

(...)

Naturalmente, es posible que, llegado ese momento, los sabios, a semejanza de los que componían logias como la de las Nueve Hermanas o la Lautaro fracasen estrepitosamente y tan sólo suman a sus gobernados en mayores miserias; es posible también que la labor de zapa del pensamiento crítico no sea lo suficientemente eficaz como para lograr la sumisión fácil de todo el orbe a la dictadura de lo políticamente correcto y es posible, por último, que los cristianos decidan que no están dispuestos a vender la creencia en el Dios que se encarnó en Jesús para salvar al género humano a cambio de un Cristo ocultista, maestro entre maestros. No les será fácil porque esta vez el precio ofrecido será muy superior a las treinta monedas de plata. Sin embargo, si resisten la tentación de venderse, entregarse o rendirse aún quedaría esperanza para la verdad y la libertad en este mundo.

(pp. 303-304)


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