Reflexiones acerca de la imposición de la lógica del capital
sobre la vida cotidiana en las grandes ciudades: creciente separación
entre el espacio de trabajo y el espacio de residencia, mercantilización
del ocio, concepto de periferia residencial como oasis de tranquilidad frente
al estrés urbano (estrés causado, de hecho, por la progresiva
aceleración de la vida, unida de la mano a la
imposición del capital y la eficiencia), especulación
inmobiliaria, progresiva hegemonía de lo privado, tiranía del
automóvil... La clave no es repetir todos estos tópicos sobre
el tema, sino conectarlos con el análisis marxista del capital y su
imparable expansión a todas las esferas de la vida bajo el sistema de
libre mercado.
La ciudad moderna consagra la "separación entre lugar de trabajo
y vivienda, entre centro administrativo-comercial y periferia habitada",
Miguel Amorós: Urbanismo y Orden, en Las armas de la
crítica, Likiniano elkartea, Bilbao, p. 101.
(Andrés Devesa: La libertad del paseante)
Cuando existía el tejido social y las cuestiones vitales eran
colectivas —Spinoza afirmaba en la segunda mitad del siglo XVII que
no existían problemas individuales, ni soluciones fuera del
Estado— el arte de sentarse a conversas adquiría una
dimensión política, acto público: actividad de la
polis. Un creativo diálogo —con los problemas del mundo del
trabajo y la explotación presentes— ajeno al intercambio
mercantil compulsivo de los "centros de ocio". Eran tiempos remotos en que
los sindicatos eran de clase y los cursos de formación y reciclaje
de trabajadores despedidos no se consideraban una conquista social.
Saramago —corría el año 2000— escribió una
novela política y sentimental titulada La caverna que
reflejaba estas cuestions. Casi todos tenemos tarjeta de crédito.
Estamos como queremos.
(María Toledano: La ausencia del ser
social en el capitalismo contemporáneo)
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