{Última actualización: 5 Noviembre 2006}

Definición y contexto

La palabra islam, de origen árabico, suele traducirse como sumisión o, más exactamente quizás en el contexto en que nos movemos, sumisión a Dios. Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que la palabra como tal se relaciona con el término salam, que suele traducirse como paz. Así pues, frente a las connotaciones violentas y terroristas con que muchos suelen identificar al Islam en Occidente, su significado podría traducirse como la paz obtenida mediante la sumisión a Dios, lo cual, después de todo, viene a ser poco más o menos la esencia de cualquier religión. Habría que subrayar que el Dios que se afirma en el Islam (Alá), no es simplemente Dios, sino el único Dios. En otras palabras, si bien es cierto que judaísmo y cristianismo (ambos parientes cercanos del Islam, como veremos más abajo) también comparten su carácter monoteísta, lo cierto es que el Islam parece conducir esta fe en un Dios único a nuevos horizontes. El Islam es, ante todo, un monoteísmo enfático [1].

Por otra parte, el Islam es una de las tres religiones del Libro [2]. Es decir, comparte junto al judaísmo y el cristianismo buena parte de la narración bíblica, comenzando por la creación del Universo, Adán, Eva y sus descendientes hasta Noé, Sem, Abraham... y aquí es donde comienzan las diferencias. De acuerdo a la Biblia cristiana, Abraham se casó con Sara, pero ésta no fue capaz de darle un descendiente, por lo que Abraham contrajo segundas nupcias con Hagar, una de sus esclavas, que le dio un hijo, Ismael. Poco después, Sara también tendría un hijo fruto de su relación con Abraham, al que llamaría Isaac. Sara pidió a Abraham que desterrara a Hagar e Ismael, lo cual su marido decretó de hecho. He aquí, de acuerdo a la narración del Corán, el origen de la separación entre hebreos y musulmanes: mientras que Ismael marcharía a lo que después serían las tierras árabes alrededor de La Meca, los descendientes de Isaac permanecerían en Palestina.

En cualquier caso, el Islam propiamente dicho no nace hasta el siglo VI DC de la mano del profeta Mahoma quien, de acuerdo a las creencias de los musulmanes, le da su forma definitiva. Antes de él, hay otros profetas (la mayoría compartidos con las otras religiones del Libro), pero después de él no hay ni habrá ningún otro que podamos considerar profeta legítimo de Alá, el único Dios. El Islam, por consiguiente, representa para los musulmanes la expresión más perfecta del monoteísmo que hunde sus raíces en la fe hebraica. El mundo de Mahoma está dominado por la escasez material, la rudeza y la falta de estructuras políticas, sociales y económicas mínimamente avanzadas, como era de esperar en un ambiente dominado por el desierto. Políticamente, la ciudad de La Meca, en la que nació Mahoma, estaba dominada por conflictos intertribales casi permanentes. De naturaleza pura y gentil, se nos cuenta que Mahoma se sentía escandalizado por la inmoralidad y el cinismo que le rodeaba en la sociedad de su tiempo.

A los veinticinco, Mahoma decidió dedicarse al negocio del comercio de caravanas, entrando al servicio de una rica viuda, Khadija, a la que impresionó con su prudencia e integridad moral. Poco a poco, la relación entre ambos se hizo más y más estrecha, hasta que Mahoma se casó con ella, a pesar del hecho de que ella fuera quince años mayor que él. Su matrimonio supone el inicio, a su vez, de tres lustros más de preparación para su auténtica misión como profeta de Dios. Mahoma se retiró a una cueva en las afueras de La Meca, donde comprendió finalmente que de todos los dioses del desierto el único que podía aliviar el sufrimiento humano era Alá. Una noche, mientras se encontraba tumbado en el suelo de la cueva, se le apareció el arcángel San Gabriel en forma humana y le ordenó que esparciera la palabra de Alá por todo el orbe. Asustado, Mahoma corrió a casa y le contó a Khadija lo que había sucedido y, aunque al principio ella también sintió cierto pánico, tan pronto como tuvo ocasión de oir la historia completa se convirtió en la primera creyente de la fe musulmana.

Siguiendo las órdenes de Alá, Mahoma se entregó a la misión de evangelizar. Sin embargo, la reacción a su mensaje entre el resto de sus congéneres fue al principio de oposición violenta. En una sociedad animada por la superstición, Mahoma venía a afirmar que él no podía hacer milagro alguno, pues el Corán era el único milagro divino, y además no era sino una señal de arrogancia el pensar que él, un simple humano, podría realizar tales actos. Si alguien necesita prueba alguna de la existencia de Alá, no tiene sino que deleitarse en la maravillosa perfección de la naturaleza misma. Pero, además, la fe que predicaba Mahoma también ponía en peligro otras creencias firmemente asentadas en la sociedad que le rodeaba: su firme monoteísmo se enfrentaba al politeísmo que tan pingües beneficios proporcionaba a los comerciantes de La Meca gracias al peregrinaje hacia sus 360 santuarios [3], su código moral era demasiado ascético para una población acostumbrada a la lujuria y los excesos, y, finalmente, la fe mahometana también promovía una conciencia social que chocaba frontalmente con las estructuras sociales de su tiempo. Pese a todo, ya hacia finales del siglo había un buen número de seguidores de Mahoma, lo cual preocupó enormemente a las clases nobles de La Meca, que lanzaron una persecución contra él y sus fieles.

En el año 622 DC se produjo un acontecimiento central en la historia del Islam conocido como la hégira: los ciudadanos de una ciudad al norte de La Meca se dirigieron a Mahoma en busca de ayuda para solucionar sus problemas. La ciudad estaba dividida, y necesitaba la ayuda de un líder justo e imparcial que pudiera restañar las heridas. Mahoma aceptó el reto y se dirigió con un grupo de fieles a la que después sería conocida como ciudad de Medina.

Conceptos teológicos básicos

Bibliografía

Libros:

Red:

Reflexiones

Notas a pie de página

  1. Esto puede llevar a plantearnos si tal vez sea ésta la característica esencial que explique el mesianismo fanático que parece conducir a muchos de sus creyentes hoy en día. Por supuesto, no está nada claro a su vez que el fanatismo religioso esté limitado a la fe musulmana, ni muchísimo menos. Más adecuado parecería afirmar, no obstante, que mesianismo fanático y monoteísmo parecen ir de la mano demasiado a menudo como para pensar que se trate de un fenómeno puramente accidental, y esto incluiría no sólo al Islam sino también al cristianismo y el judaísmo. El problema, pues, parecería ser el monoteísmo como tal, más que tal o cual religión en concreto.

  2. Se trata de un secreto a voces que hay una clara continuidad entre las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e Islam. El cristianismo se construye sobre la tradición hebraica, hasta el punto de que comparte con él el Antiguo Testamento, sobre el cual construye la nueva palabra de Dios tal y como se recoge en el Nuevo Testamento. Por su parte, el Islam reconoce ambos libros como libros sagrados, y entiende el testimonio de Mahoma, recogido en el Corán, como una actualización de la palabra de Dios a los tiempos en los que vive Mahoma. Resulta un poco curioso, pues, que sean tantos los individuos que piensen en estas tres religiones como frontalmente opuestas la una a la otra, en lugar de estrechamente relacionadas en su historia y credo, como es el caso. Con esto no quiero decir que no haya fuertes diferencias filosóficas entre ellas, pero ciertamente estas diferencias son pequeñas cuando las comparamos a otras religiones del mundo. Eso sí, es bien posible que también se trate de las tres religiones que más sufrimiento, muerte y devastación han causado en la Historia de la Humanidad.

  3. Haciendo un cierto alarde de cinismo, uno puede preguntarse hasta qué punto las pérdidas pecuniarias sobrellevadas como consecuencia de la implantación del Islam en La Meca no fueron recuperadas con creces gracias al peregrinaje anual de fieles musulmanes a su Ciudad Santa. Y es que, como suele suceder con todas las religiones, también el Islam, en un alarde de pragmatismo, supo acomodarse a las necesidades terrenales de aquellos entre quienes predicaba. Sin lugar a dudas, el cristianismo hizo un buen uso de este pragmatismo apenas unos siglos antes.


Mujeres musulmanas se reunieron en Madrid durante el II Congreso de Feminismo Islámico, en el que algunas de las participantes hacen una firme defensa del Corán como texto sagrado impoluto al que no podría acusarse de excesos patriarcales debidos, se nos dice, a una tradición más bien cultural. No obstante, la defensa deja mucho que desear:

... interviene Kamila Toby, musulmana, estadounidense de nacimiento, cordobesa en la actualidad. "El islam, por sí sólo, es feminista", lanza contundente mientras se ajusta el pañuelo, naranja y suave, sobre su cabeza. Ella, como la inmensa mayoría de las creyentes que residen en España, está acostumbrada a las preguntas del desconfiado. Y corrobora su teoría con un gráfico ejemplo: "El hombre está obligado a mantener a la mujer, y ella se ve así liberada para poder cuidar a los niños". Quizá para validar su concepción confiesa ser madre de cinco hijos. Y añade que las pertenencias del hombre, según el Corán, son de ambos, pero aquello de la mujer es propiedad suya en exclusiva. Acaba riéndose, casi con orgullo, pues cree que el Corán beneficia a las mujeres.