6. LA ESCAPADA
Santa hizo señas a los niños para que le siguieran sin hacer
ruido. Los tres le siguieron en fila, cogidos de la mano, y andando de
puntillas para no despertar a nadie. Había muy poca luz, y el suelo
estaba húmedo y resbaladizo. Todos ellos, con Papá Noel el
primero, subieron las escaleras y vieron la salida de la cueva. Hacia el
otro lado, hacia el fondo de la cueva, aún se distinguían
las sombras de algunos trolls sentados a una mesa charlando y bebiendo. No
muy lejos de la salida había un pequeño saliente que
podía ayudar a ocultarles antes de escapar hacia la libertad.
— "¿Véis aquel saliente de allí?", susurró
Santa.
Los niños asintieron sin decir palabra.
— "Tenemos que cruzar rápido y escondernos allí antes de
salir de la cueva. ¡Venga, vosotros primero!".
Nicolás miró a un lado, después al otro, y cruzó
velozmente para esconderse muy pegado a la pared de la cueva. Sophia le
siguió, y después le tocó el turno a Benjamín.
Por fin, Santa saltó y salió corriendo hacia donde estaban los
niños, pero golpeó un candelabro metálico sin darse
cuenta, y éste cayó al suelo haciendo un estrepitoso ruido.
— "¿Quién va?", gritó uno de los trolls que estaba
montando guardia.
No hubo respuesta.
— "¿Quién va?", repitió el troll.
Los gritos despertaron a la guardia de las mazmorras, y pronto descubrieron
la puerta de la celda abierta.
— "¡Han escapado!", se oía a alguien gritar desde abajo.
"¡Santa y los niños han escapado! ¡Alarma!".
De pronto, más y más trolls comenzaron a aparecer en la sala
principal de la cueva, corriendo de un lado a otro, buscando a los prisioneros
que acababan de escapar, cogiendo lanzas, arcos y flechas, espadas y bayonetas.
"Ahora sí que no hay forma de salir de aquí", pensaba
Nicolás para sí mismo. No quería decirlo en voz alta
para que sus hermanos no sintieran aún más miedo. Papá
Noel sacó algo de su bolsillo, y les dijo:
— "En fin, ahora que todo el mundo está despierto ya no importa
cuánto ruido hagamos. Cuando oigáis un trueno, corred hacia
la salida de la cueva tan rápido como podáis".
Al poco de decir esto, los niños vieron un enorme relámpago
dentro de la cueva, y en unos cuantos segundos se pudo oír un
trueno ensordecedor. Los tres echaron a correr para la salida de la cueva,
dejando atrás a Santa. Uno de los trolls se les puso delante para
cortarles el paso, pero Nicolás le dio un empujón y se lo
quitó de enmedio. Pero al darse la vuelta, el troll le cogió
fuerte de la pierna. Sophia y Benjamín le pegaron un pisotón
para que le soltara, y siguieron corriendo hacia afuera. Papá Noel
les seguía. Le podían ver corriendo tras ellos como buenamente
podía, con su barriga grandota y su larga barba blanca. Un rugido
horrible se oyó desde el fondo de la cueva en ese momento. Era el
Demonio de las Nieves. Benjamín sólo tuvo tiempo para mirar
hacia atrás durante unos segundos y vió una enorme espiral
de hielo y viento que venía disparada hacia ellos.
— "¡A un lado!", gritó Santa. "¡ Echaos a un lado!".
Todos salieron de la cueva justo a tiempo de ver el gélido viento que
salía de dentro congelarlo todo a su paso.
— "Es el demonio", explicó Santa. "Tiene un aliento de hielo y
nieve que puede congelar todo lo que se le pone por delante. ¡Vamos,
rápido! ¡Hay que seguir corriendo!".
Todos se lanzaron cuesta abajo por la nieve, deslizándose como si
fueran en trineos. El Demonio les perseguía de cerca, lanzando su
gélido aliento aquí y allá. Mientras tanto, desde la
puerta de la cueva, los trolls lanzaban todo lo que tenían a mano:
lanzas, flechas...
— "¡Vamos, vamos! ¡Hay que llegar al bosque! Una vez que
lleguemos allí estamos salvados", les dijo Santa.
La bajada era peligrosa, y tuvieron que sortear rocas y árboles, pero
finalmente llegaron al bosque. Santa les limpió un poco la cara de
nieve, y les sonrió.
— "Menuda aventura, ¿eh? Supongo que este año os
habéis ganado un buen lote de regalos. ¡Jo, jo, joo!".
Los tres niños y Papá Noel encontraron el camino por el que
Nicolás, Sophia y Benjamín cayeron en la trampa, y a partir
de ahí no les fue difícil orientarse hacia casa. A medio
camino, se encontraron a un grupo de elfos que había salido en su
búsqueda, y que les acogió con una calurosa bienvenida.
También les dieron a los niños tres tazas de chocolate
caliente para que se les pasara un poco el frío.