3. UN HOGAR EN EL POLO NORTE
Los tres niños saltaron asustados, se volvieron y acertaron a ver a
un elfo vestido con ropas de color verde y una barba blanca larguísima.
Al principio, parecía estar un poco gruñón y enfadado,
pero en cuanto se dio cuenta de la sorpresa de los niños sonrió
dulcemente y preguntó:
— "¿Os habéis perdido? ¿Qué hacéis por
aquí, tan lejos de casa?"
— "Hmmm", Nicolás no sabía qué decir. Por un lado,
quería decir la verdad, pero no estaba seguro si eso le metería
en un lío. Por el otro lado, el elfo parecía bueno, y no le
gustaba la idea de contarle una mentira
— "Nos metimos por una puerta secreta siguiendo a alguien y el camino nos
trajo a esta casa", contestó Sophia con tanta rapidez que ni siquiera
le dio tiempo a Nicolás para tomar una decisión.
— "¡Ése Erik!", protestó el elfo. "No sé
cuántas veces le habré dicho que mire con cuidado antes de
entrar por la puerta secreta, pero siempre se le olvida! Ya se nos han
colado por lo menos ocho niños este año. ¡Vamos adentro a
calentarnos un poco, anda!"
Así que todos entraron en la casa. Parecía mucho más
grande por dentro que por fuera. Estaba repleta de elfos trabajando en sus
mesas. Unos fabricaban juguetes de madera, otros los pintaban con vivos
colores como los que les gustan a los niños: rojo, amarillo, verde,
azul... Había otros que se encargaban de meter los juguetes en
enormes sacos, mientras que finalmente otros los cargaban a sus espaldas,
caminaban hacia una pared al final de la habitación y los tiraban
por el montacargas. El movimiento era continuo, y nadie parecía
parar ni siquiera a tomarse un ligero descanso.
— "Como podéis ver, estamos bastante ocupados en esta época
del año", explicó el elfo. "Tan sólo quedan dos
semanas para que Santa viaje por el mundo repartiendo los juguetes, así
que tenemos que trabajar a todas horas".
De pronto, Sophie dió un respingo y gritó toda excitada:
— "¡Mira, mira ése saco de ahí! ¿Has visto lo
que tiene escrito? Dice Nicolás, Sophia y Benjamín Ortega,
1317 Selby Ave., St. Paul, Minnesota, Estados Unidos".
— "¿Dónde, dónde?", gritaron los otros dos niños
a coro.
— "¡Vamos, niños! ¡Tranquilizáos! Ya sabéis
las reglas: nada de ver los regalos antes del día de Navidad", dijo
el elfo.
— "¡Diantres!", dijo Nicolás.
— "¡No es justo!", se quejó Sophia.
Benjamín no dijo nada. Le estaba echando un vistazo al chocolate
calentito que tenía uno de los elfos encima de la mesa. Olía
delicioso. Justo al lado de la enorme taza, había unos cuantos
bizcochos, así que Benjamín cogió uno, lo metió en
el espeso chocolate y le pegó un bocado. Ahora tenía toda la
boca sucia de chocolate, y los elfos se echaron a reir cuando le vieron la
cara.
— "Perdón, con tanto ajetreo se me han olvidado los buenos modales",
dijo el elfo. "Me llamo Sven, y soy el elfo jefe. ¿Os
gustaría tomar un poco de chocolate para calentaros? Afuera hace un
frío horrible".
— "Sí, gracias", contestaron los tres al unísono.
— "¿Queréis algunos bizcochos también?", preguntó
otro elfo que parecía estar a cargo de la cocina.
— "Sí, por favor", respondió Nicolás.
— "¿Todos habláis español?", preguntó Sophia.
— "Y francés, inglés, alemán, italiano...",
contestó Sven. "¿Cómo ibamos a entender las
cartas que nos envían los niños de todo el mundo si no? Do
you speak English?, Parlé vouz français?, Sprieche
Deutsche?, Parla italiano?", dijo con una sonrisa.
Cuando llegó el chocolate, Nicolás, Sophia y Benjamín
se quitaron los abrigos, guantes y bufandas, y los pusieron a secarse junto
a la chimenea. Sven se sentó junto a ellos. Los elfos
trabajaban alegremente, unos hablando, otros riendo, y otros cantando al
compás de la música que tocaba una pequeña banda
situada en un escenario justo al lado de la puerta de entrada.
Feliz Navidad, Feliz Navidad.
Feliz Navidad, próspero año
y felicidad.
Cuando los músicos callaban, entre canción y canción,
podían oír el viento soplando fuertemente afuera de la casa.
A través de las ventanas se veían caer los grandes copos de
nieve.
— "En fin, me parece que no podréis moveros de aquí
hasta que calme la tormenta ahí fuera", dijo Sven.
En ese momento entraron cuatro elfos corriendo, miraron alrededor de la
habitación como buscando a alguien, y se acercaron a la chimenea a
hablar con Sven.
— "¡Sven, Sven! ¡Santa ha desaparecido!"