1. LA PUERTA SECRETA

La música suena dentro de la casa.

Jingle bells
Jingle bells
Jingle all the waaay...

A mami le gustaba oír música de Navidad durante todo el mes de diciembre. Tan pronto como habíamos terminado de comer el pavo del Día de Acción de Gracias, sacaba todos los compactos con la música de Navidad y oíamos villancicos hasta el final del año. También había algunas estaciones de radio que sólo emitían música de Navidad, al menos hasta el 25 de diciembre.

Los niños jugaban con su barco de piratas en la alfombra de la salita de estar. Uno podía oír los cañonazos de Nicolás mientras Benjamín hacía un esfuerzo por poner voz de corsario malo.

— "¡Boom, booooom! ¡Al abordaje!"

Sophia miraba por la ventana. Le gustaba observar la calle toda cubierta de nieve y ver pasar los coches de un lado a otro, conduciendo lentamente para evitar cualquier tropiezo. Los conductores debían tomar muchas más precauciones ahora que el piso estaba resbaladizo por la nieve. La casa de enfrente ya estaba toda decorada con cientos y cientos de luces de colores que parpadeaban alegremente con sus bombillas verdes, rojas, amarillas, moradas, azules... Tenía hasta unas cuantas figuras cuidadosamente dispuestas entre el blanco de la nieve: un reno con grandes cuernos y una brillante nariz roja que se encendía y apagaba, el trineo de Papá Noel repleto de juguetes y dispuesto a partir en su viaje, muñecos de nieve por aquí y por allá... había hasta un pequeño nacimiento con el niño Jesús, su papá, su mamá, un burro y un animal que Sophia no había visto nunca pero que era enorme y tenía cuernos aunque parecía muy bueno y manso.

Oh what fun it is to ride
In a one horse open sleigh

Mami se volvió a los niños y anunció:

— "Niños, ¿vamos a por el árbol?"
— "Sííí", dijeron Nicolás y Sophia a coro.
— "¡Ayeeeee!", gritaba Benjamín mientras saltaba y corría para acá y para allá.
Se pusieron las bufandas, los abrigos, guantes y gorros. Afuera hacía un frío enorme. El vapor salía de sus bocas cuando hablaban, y se quedaba condensado en las bufandas al poco tiempo. Todo, absolutamente todo, estaba cubierto de nieve y hielo, y no se oía ningún animal, ni siquiera los pajaritos. Todos se encontraban resguardecidos en sus madrigueras para el invierno, rodeados de las bellotas, castañas y trocitos de comida que habían recolectado durante el otoño. Sophia se los imaginaba dentro de un árbol, delante de la chimenea, rodeados de bellotas y con una taza de chocolate calentito en las manos, aunque ella nunca había ido a sus casas.

Cuando papi abrió la puerta del garaje, los niños entraron en la furgoneta, se sentaron, abrocharon los cinturones, y todos fueron a por el árbol de Navidad. Había muchas casas adornadas con luces y figuras de renos, Papá Noel, regalos, nacimientos... a Benjamín le gustaba ver las bombillas de colores parpadear de mil formas. Al poco tiempo llegaron a un lugar con un muñeco inflable gigantesco que se parecía a Santa, y también tenía muchísimos arbolitos de diferentes tamaños y tipos: abetos, pinos canadienses...

Nada más aparcar, los niños salieron disparados de la furgoneta y se fueron a visitar al muñeco hinchable. Justo debajo de los pies tenía un enorme ventilador que soplaba aire dentro del Papá Noel para mantenerlo en pie. Benjamín quería tocarlo. Benjamín siempre quería tocar las cosas nuevas que veía. Mientras, Nicolás y Sophia empezaron a corretear entre los árboles imaginándose una aventura en medio del bosque. Mami y papi no estaban seguros de qué árbol comprar para llevarlo a casa. Nicolás les quiso ayudar.

— "Mami, a mi me gusta éste", dijo señalando a un abeto grandísimo que parecía lanzarse hacia el cielo como una flecha.
— "No, ese es demasiado grande y no nos cabe en el salón", dijo mami. "Además, ¿no te gustan más los pinos canadienses?"
Mami continuó buscando su pino, pero Nicolás no podía apartar la vista del enorme árbol. Era majestuoso, erguido con orgullo entre tanto arbolito pequeño. Sophia se acercó a verlo también, pero cuando caminaba hacia allá notó una extraña figura corriendo a esconderse detrás de otro abeto.
— "¿Has visto eso?"
— "¿El qué?", respondió Nicolás. "Yo no he visto nada".
Benjamín también había visto algo, y se vino corriendo hacia donde estaban sus hermanos. Sophia se acercó al sitio donde vio esconderse al individuo y miró alrededor, pero no acertó a encontrar nada. Benjamín dijo:
— "El hombrecito tocó esta rama de aquí", y en cuanto él bajó la rama se oyó un clic y una portezuela camuflada en el tronco del árbol se entreabrió.