Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio)
Exhortación apostólica
Papa Francisco
E-book
Ediciones Palabra, Noviembre 2013 (2013)
224 páginas (279 KB)

Hacía ya muchísimos años que no leía un documento oficial de la Iglesia Católica. Al menos desde que leí una encíclica de Juan Pablo II durante mis años en la Universidad. Sin embargo, este nuevo Papa Francisco ha levantado tantas expectativas que me sentí atraído hacia esta exhortación, sobre todo después de leer algunos artículos publicados en la prensa aquí y allá en los que se dejaba entrever que el contenido era poco menos que revolucionario. ¿Mi conclusión después de leerlo? Evangelii Gaudium contiene ciertamente bastantes elementos para confirmar que este Papa no es como quienes le precedieron estas últimas décadas. Pero, al mismo tiempo, me temo que tampoco hay aquí razones de peso para pensar que se esté gestando revolución alguna en el seno de la institución eclesial.

De hecho, habría que comenzar subrayando que este libro es una mera exhortación papal, es decir, un llamamiento a los cristianos del mundo que se identifican con la Iglesia, y no un documento donde se establezca doctrina alguna, ya sea religiosa o secular. Por tanto, nada de lo que escribe aquí el Papa tiene condición de dogma, doctrina o creencia, sino que habría que interpretarlo más bien como mera recomendación a los fieles. El título completo del escrito deja bien claro de qué se trata: Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) del Santo Padre Francisco a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual. Y, por supuesto, de eso se nos habla ya desde el mismo principio del documento:

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucritos siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 19 of 2480)

Se trata pues, como decía, de un simple llamamiento a los fieles cristianos. Evangelii Gaudium es algo así como un documento interno de la Iglesia, como quien dice. No es un sesudo tratado filosófico o teológico, ni tampoco un intento de resumir las posiciones de la institución en esta segunda década del siglo XXI. Su objetivo, debe quedar bien claro, es bastante humilde.

No obstante, la exhortación ha levantado muchas expectativas, tanto entre los fieles como entre quienes no se sienten identificados con la Iglesia pero observan con ilusión un cierto cambio de actitud que parece llegar desde Roma tras tantos años de flirteo con posiciones ultraconservadores que caracterizaron los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que ya desde el principio podemos leer cosas como lo siguiente:

El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 19-27 of 2480)

En otras palabras, Francisco apuesta por recuperar el sentido de comunidad, tan caro a las comunidades cristianas primitivas, en contraposición al individualismo de la sociedad liberal capitalista. Con ello, entronca directamente con la tradición de la doctrina social de la Iglesia (¡ya iba siendo hora!).

Esta nueva misión evangelizadora a la que llama el Papa deberá realizarse, según expone, en tres ámbitos fundamentales: lo que él llama el ámbito de la pastoral ordinaria, el de "las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo" (esto es, quienes, aún habiendo sido bautizados, viven al margen de la Iglesia), y, finalmente, en el mundo de quienes jamás han sido expuestos a la doctrina de Cristo. Obviamente, no hay nada nuevo ni revolucionario ahí.

Pero, en cualquier caso, ¿en qué consiste esta tarea evangelizadora? El Papa dibuja algunas líneas, aunque también aclara que cada comunidad debe tomar su propia decisión:

Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 175 of 2480)

Francisco reivindica una Iglesia que salga de sí misma, que no le tenga miedo a encontrarse con el mundo tal y como es, en toda su diversidad y complejidad. Se trata, al mismo tiempo, de un ímpetu evangelizador dispuesto a plantearse cambios en la Iglesia misma:

Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, "toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial".

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 229 of 2480)

Ello exige, como es lógico, que las parroquias se sientan como algo cercano a la gente, como parte de la vida cotidiana del pueblo, y no como "una prolija estructura separada de le gente" o "un grupo de selectos que se miran a sí mismos (location 237 of 2480). Pero, aparte de las parroquias, Francisco también ve utilidad en otras instituciones eclesiales (comunidades de base, movimientos, etc.) que a menudo se han visto como algo externo o separado de ella. Predica, pues, un cierto regreso a los modos de las primeras comunidades cristianas. Y esta transformación, según nos dice, incluye a la institución del Papado misma:

Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corrsponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jescristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 267 of 2480)

Para ello, propone una descentralización de la actividad cotidiana de la Iglesia, así como mayor audacia y creatividad para alejarse de la actitud del "siempre se ha hecho así" y una fuerte conciencia de comunidad. Asimismo, siguiendo a Tomás de Aquino, explica que las obas de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia del Espíritu (algo que, si me preguntan a mí, recuerda más a los postulados de la Teología de la liberación) que a las líneas seguidas por sus inmediatos predecesores:

Cuando la predicación es fiel al Evangelio, se manifiesta con claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicación moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía práctica no un catálogo de pecados y errores. El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 312-321 of 2480)

Se trata, obviamente, de una Iglesia más humana:

A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero, ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que "no tienen con qué recompensarte" (Lc, 14, 14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, "los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio", y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inserparable entre nuestr fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras fuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: "¡Dadles vosotros de comer!" (Mc 6, 37).

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 383-392 of 2480)

Ciertamente, hemos oído este mismo discurso sobre los pobres de la boca de otros altos prelados de la Iglesia con anterioridad, pero el caso es que este Papa tiene algo más de credibilidad, no sólo porque su actitud y su estilo parecen ser claramente diferentes, sino también porque ha tomado los pasos necesarios para vivir una vida bastante más humilde de lo normal en el caso de los papas. No les falta razón a los críticos que afirman que quizá haya llegado el momento de que el Papa Francisco demuestre sus buenas intenciones con acciones y decisiones, en lugar de usar tan sólo buenas palabras, pero no me cabe duda de que incluso esto solamente ya es un enorme avance comparado con lo que vimos bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI, claramente anclados en el sector conservador y tradicionalista de la Iglesia.

El segundo capítulo de la exhortación está dedicado a un somero análisis del contexto social y cultural en que debe desarrollarse la actividad evangelizadora que reclama el Papa de sus fieles. Esta parte es, quizá, la que más protagonismo ha adquirido en los artículos publicados en los medios de comunicación de masas sobre este documento. Se trata, después de todo, de la parte menos comprometida con un dogma religioso determinado y, por tanto, más asequible a cualquier lector, ya sea creyente o no. Francisco comienza parafraseando a Pablo VI en su llamamiento a "estudiar los signos de los tiempos" poco antes de hacer él mismo un sucinto análisis:

Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 408-418 of 2480)

Pero, ¿cómo puede ser posible que en un mundo tan sobrado de riqueza material tengamos esta situación que retrata Francisco? Aquí es donde parece poner el énfasis en unos aspectos sobre el que sus predecesores preferieron pasar más bien de puntillas:

Así como el mandamiento de "no matar" pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir "no a una economía de la exclusión y la inequidad". Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultural del "descarte" que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo" con la exclusión queda afectada ensu misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son "explotados" sino desechos, "sobrantes".

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 418-427 of 2480)

Si la diatriba de Francisco recuerda a lo que hoy en día suele conocerse como ecosocialismo es porque eso es precisamente lo que es. Eso sí, imbuido de un evidente espíritu cristiano. O, para decirlo de otra manera, uno diría que el Papa Francisco ha llegado desde el cristianismo al mismo punto de llegada (o, quizá, de partida, pues ahora habría que construirlo) al que otros hemos llegado desde el socialismo. El caso, sí, es que el capitalismo nos está llevando a la destrucción. Sin embargo, es igualmente importante subrayar que no se trata solamente de unas estructuras económicas determinadas, sino de todo un modo de vida, una mentalidad, una ética. La transformación, si se produce, no puede limitarse únicamente a la esfera económica o política, sino que ha de extenderse a nuestras propias cabezas, a nuestro modo de vida. Debe ser una revolución espiritual al tiempo que económica, social o política. Aquí la conexión con Erich Fromm es evidente.

Pero, si cabía alguna duda de hacia dónde apunta Francisco, lo deja bien claro a continuación:

En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del "derrame", que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 427-437 of 2480)

Las que él llama teorías del "derrame" no son sino el neoliberalismo rampante que se adueñó de nuestras mentes y nuestras sociedades con la revolución conservadora de Thatcher y Reagan. De aquellos polvos vienen estos lodos. Y no debemos olvidar que contaron con el apoyo casi incondicional de una amplia mayoría de creyentes cristianos identificados con el conservadurismo más rancio y egoísta, por no hablar de la inestimable ayuda de Juan Pablo II. Francisco clama contra "la idolatría del dinero", el consumismo, la concentración de la riqueza, la financiarización de la economía, los privilegios del capital o la inequidad social. En fin, todos ellos aspectos que se han visto reforzados precisamente gracias al éxito del neoliberalismo desbocado de las últimas décadas.

El problema de fondo es que la fe en el crecimiento ilimitado, el materialismo sin fin, el capitalismo desbocado y el individualismo consumista acaban corroyendo los cimientos mismos de nuestras sociedades. En otras palabras, el problema es que estamos fomentando unos valores que destruyen el concepto mismo de comunidad, sin el cual no puede entenderse el ser humano mismo:

Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Solo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una "educación" que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 476-485 of 2480)

La raíz del problema, nos dice Francisco, es una cultura dominante demasiado preocupada "por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio" (location 486). O, como dice en el mismo lugar, "lo real cede el lugar a la apariencia". Se trata de algo que achaca, al menos en parte, al proceso de secularización, que niega cualquier transcendencia y produce, por tanto, "una creciente deformación ética" (location 508) y un aumento del relativismo que afecta, sobre todo, a las generaciones más jóvenes. La verdad es que tengo mis dudas que una visión secular de estos asuntos deba conducir necesariamente a lo que indica Francisco. No obstante, a la vista de lo que tenemos, no queda más remedio que reconocer que, en buena parte, ha sido así. O, para explicarlo de otro modo, la secularización podría haber contribuido a una visión del ser humano inserto en su contexto social y natural (y, por tanto, podría haber fomentado una cierta conciencia de lo transcendente), pero la realidad es que, en su mayor parte, lo que ha hecho ha sido fomentar el individualismo extremo y el consumismo egocéntrico. Como digo, no tiene por qué ser así, pero así ha sido, al menos hasta ahora. Y, cuidado, porque también la fe religiosa que promueve Francisco tiene sus peligros de sobra conocidos para todos. Quizá ha llegado el momento de superar ese viejo debate y concluir que lo que importa no es tanto la contraposición entre religión y secularismo como la actitud particular que se adopte con respecto a los temas y, sobre todo, si se tiene conciencia de estar integrado en algo mucho más grande y superior, independientemente de cómo lo llamemos.

Francisco continúa desgranando los otros aspectos en los que la sociedad contemporánea se encuentra en crisis: el excesivo ruido mediático, que nos satura de información; la crisis de la familia y la concepción del matrimonio como "una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno" (location 528); el individualismo postmoderno y globalizado, que "favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares" (location 528), etc. Por todo ello, piensa Francisco, se hace necesario lanzar una ambiciosa campaña evangelizadora, que es precisamente lo que le llevó a escribir esta exhortación:

Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. No podemos, sin embargo, desconocer que siempre hay un llamado al crecimiento. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 548 of 2480)

A partir de ahí, Francisco se adentra en los retos que supone la sociedad contemporánea para este proyecto evangelizador. Así, las culturas urbanas suponen un cierto desafío precisamente porque implican una abigarrada mezcla de culturas y proyectos de vida no siempre compatibles entre sí. Todo ello "requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos" (location 579). La Iglesia, pues, ha de reinventarse. Y debe hacerlo sirviendo como puente de diálogo entre los diversos microcosmos que se forman en los ambientes urbanos. Pero, además, el objetivo es reconstruir unas comunidades que a menudo han sido corroídas por un individualismo lacerante. Esta evangelización, prosigue Francisco, debe realizarse con una clara "alegría misionera" (algo que, dicho sea de paso, uno observa más en las iglesias protestantes, sobre todo evangélicas o mormonas que en la católica), optimista, que sale de sí misma para unirse a los otros. Se trata, por tanto, de una Iglesia abierta al mundo, imbuida de espíritu social y comunitario, callejera casi.

Al mismo tiempo, Francisco advierte contra los peligros de lo que él denomina la "mundanidad espiritual", un nuevo fariseísmo que presta más atención a la apariencia que a otra cosa:

Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o discplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde, en lugar de evangelizar lo que se hace, es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia, se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamnte. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 727-736 of 2480)

Por cierto, que ambas actitudes conectan perfectamente con el narcisismo de nuestra sociedad contemporánea, más interesada en consumir "espiritualidad" (es decir, un producto que no conlleve compromisos ni sacrificio alguno) que otra cosa.

Entre las actitudes que tienen que combatir los católicos en el seno de su propia comunidad para poder llevar a cabo esta tarea evangelizadora se encuentran las divisiones, envidias, odios y rencores, así como lo que Francisco llama "un excesivo clericalismo" (location 784) que no permite a los laicos implicarse lo suficiente en su comunidad. En este sentido, aunque hace un llamamiento a "ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia" (location 794), deja también claro que el sacerdocio queda "reservado a los varones" (location 804). Parece que su reivindicación de la figura femenina, pues, sigue más bien la línea católica tradicional de defender el papel de María. El progresismo del nuevo Papa tiene, obviamente, sus límites, aunque éstos se dejen entrever en un documento relativamente desconocida, como es el caso de esta exhortación, en lugar de verse reflejado en los medios de comunicación de masas. En cualquier caso, esto es más responsabilidad de una industria periodística totalmente entregada a lo que llama la atención y al beneficio a corto plazo que responsabilidad del Papa mismo. Después de todo, sus posiciones no parecen haber cambiado un ápice.

El capítulo tercero está dedicado al anuncio del Evangelio. Y aquí lo que prima es, fundamentalmente, el mensaje de que la evangelización no es responsabilidad únicamente de la Iglesia, sino que los propios creyentes deben arremangarse y comenzar a trabajar sobre ello:

La evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios. Es ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad, pero tiene su concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador, lo cual simpre trasciende toda necesaria expresión institucional.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 844-853 of 2480)

El mensaje conecta, obviamente, con la idea que tiene este Papa de la necesidad de reconstruir una Iglesia auténtica, con sólidas bases, que realmente llegue a cada pueblo y a cada casa. En este sentido, casi se diría que el proyecto de Iglesia que tiene el Papa Francisco entronca más y mejor con el sueño de las comunidades cristianas de base que con la alta jerarquía eclesiástica que ha venido imponiendo su voluntad durante siglos y siglos. Tiene razón, creo, al afirmar que la evangelización debiera ser tarea de todos, y no solamente de una estructura institucional de sobra anquilosada. La Iglesia, pues, debiera entenderse no como estructura de poder, como jerarquía, sino más bien como comunidad de creyentes. El problema, sin embargo, es que uno no acierta a ver cómo pretende este Papa poner todo esto en práctica. Las palabras suenan bien, sin duda. Su discurso gusta. Pero nadie sabe cómo diantres puede siquiera comenzar a aplicar el revolucionario programa del que tanto habla. Las palabras bonitas están muy bien. Pueden incluso inspirar a mucha gente, lo cual nunca está de más. Pero, al final, se mire como se mire, lo que importa es lo que se haga. Y, seamos sinceros, Francisco lleva algo más de un año en Roma y, de momento, no se han visto grandes cambios. Lo mismo esta historia puede acabar como el desengaño con Obama.

Este pueblo de Dios de que habla Francisco se caracteriza, según explica él mismo, por una extraordinaria diversidad cultural. De ahí la importancia que concede a lo que él mismo denomina "piedad popular", esto es, las manifestaciones concretas de la fe cristiana en cada contexto cultural. Pero, en cualquier caso, la base de la predicación debe ser siempre el propio texto bíblico:

El primer paso, después de invocar al Espíritu Santo, es prestar toda la atención al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación. Cuando uno se detiene a tratar de comprender cuál es el mensaje de un texto, ejercita el "culto a la verdad". Es la humildad del corazón que reconoce que la Palabra siempre nos trasciende, que no somos "ni los dueños ni los árbitros, sino los depositarios, los heraldos, los servidores". Esa actitud de humilde y asombrada veneración de la Palaba se expresa deteniéndose a estudiarla con sumo cuidado y con un santo temor de manipularla. Para poder interpretar un texto bíblico hace paciencia, abandonar toda ansiedad y darle tiempo, interés y dedicación gratuita. Hay que dejar de lado cualquier preocupación que nos domine para entrar en otro ámbito de serena atención. No vale la pena dedicarse a leer un texto bíblico si uno quiere obtener resultados rápidos, fáciles o inmediatos. Por eso, la preparación de la predicación requiere amor. Uno solo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las cosas o a las personas que ama; y aquí se trata de amar a Dios, que ha querido hablar. A partir de ese amor, uno puede detenerse todo el tiempo que sea necesario, con una actitud de discípulo: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 S 3,9).

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1104-1113 of 2480)

Eso sí, uno se pregunta hasta qué punto esta actitud paciente y perseverante pueda ser compatible con un mundo entregado a la vertiginosa velocidad de la transmisión de los bits. Pero ésa es una cuestión bien diferente.

La exhortación continúa con una serie de páginas que contienen recomendaciones sobre cómo leer la Biblia de la manera adecuada y, a continuación, algunos comentarios sobre los métodos pedagógicos que pueden usarse para predicar ("aprender a usar imágenes en la predicación, es decir, a hablar con imágenes", location 1205; o un mensaje que "se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida", algo más abajo; uso de un "lenguaje positivo", location 1225; etc.).

Pero, en todo caso, el llamamiento a la evangelización no consiste exclusivamente, según nos dice Francisco, en la mera formación doctrinal, sino que también debe implicar un crecimiento personal de aquellos implicados en dicha actividad. Se trata de lo que él denomina una catequesis kerygmática (location 1244):

Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o "kerygma", que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: "Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte". Cuando a este primer anuncio se le llama "primero", eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos. Por ello, también "el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado".

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1245-1255 of 2480)

Se trata, en definitiva, de un camino de aprendizaje basado en la mirada respetuosa al prójimo, lo cual fomenta la compasión y, en última instancia, la maduración del creyente.

El capítulo cuarto está dedicado a la dimensión social de esta evangelización de la que habla Francisco, y es precisamente la parte de esta exhortación a la que más atención prestaron los medios de comunicación. Comienza, de hecho, con una afirmación que en boca de un Papa puede considerarse casi revolucionaria (si en verdad se hace un esfuerzo por llevarla a la práctica, claro): "Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios" (location 1344). Nótese que no se habla de un futuro etéreo y que nadie puede llegar a definir. No. Se refiere al presente. Al aquí y ahora. Francisco está afirmando que la evangelización cristiana consiste en construir el mundo de Dios aquí y ahora, entre nosotros. Y, para ello, afirma, hay que comenzar por aceptar el contenido social de la verdad revelada:

El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 1350 of 2480)

En otras palabras, Francisco no entiende el cristianismo como mera salvación individual ni como propuesta egocéntrica de cruzada moral. Por el contrario, parece entenderlo como experiencia compartida con la comunidad, hundiendo sus raíces en lo social. Apuesta por un compromiso con la fe que va unido a un compromiso social y en ese sentido, una vez más, marca un poco las distancias con sus predecesores. No en el sentido de que quienes le precedieron apostaran por un catolicismo privado, ni mucho menos, sino más bien porque entendían lo "social" como defensa de la tradición, en tanto que Francisco parece ver el compromiso social más bien como defensa decidida de los pobres. De ahí que afirme sin ambages:

Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancio, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos...

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1402-1412 of 2480)

Esa visión le lleva a hacer un llamamiento a favor de "la inclusión social de los pobres", defendiendo además la "función social de la propiedad", en la mejor tradición de la doctrina social de la Iglesia:

La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad, el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1443-1453 of 2480)

Sin duda. Se trata, en realidad, de lo que ya vimos en el siglo XX cuando triunfaron las revoluciones comunistas aquí y allá. Los cambios estructurales valen de bien poco si no van acompañados de un cambio de mentalidad y, sobre todo, de comportamiento, de los individuos. Y, sin embargo, el mero hecho de que este Papa afirme que necesitamos cambios estructurales supone ya un soplo de aire fresco en una institución que tradicionalmente ha apostado por los ricos y poderosos y que, no olvidemos, se ha venido identificando desde hace ya mucho tiempo con el conservadurismo más empedernido, cuando no abiertamente reaccionario. De ahí que haga un llamamiento en favor de "una Iglesia pobre para los pobres":

Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1514-1525 of 2480)

Pero, y esta es la parte de la Exhortación que más ilusión despertó entre los sectores progresistas, Francisco va aún más allá, pues identifica a la hegemonía incontrolada de la ideología de mercado como la raíz de los males que aquejan a los pobres:

La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 1547 of 2480)

¡Ese párrafo casi suena marxista! Nótese que Francisco no defiende solamente el Estado del Bienestar —que también—, sino que va mucho más allá y exige cambios estructurales. Además por si eso fuera poco, lo hace criticando la "autonomía absoluta de los mercados", así como la "especulación financiera". Ambos son, hay que tenerlo bien presente, dogmas del neoliberalismo que se impuso durante los años ochenta.

De la misma manera, lanza un alegato en favor de los emigrantes:

Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: "¿Dónde está tu hermano?" (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, location 1597 of 2480)

Igualmente hablan de las mujeres, a quienes considera "doblemente pobres" (location 1607) porque "sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia" y también "porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos". Habrá que ver si este Papa logra pasar de las palabras a la acción y acierta a defender un papel más activo, más central, de la mujer en la Iglesia.

En fin, frente a este mundo repleto de injusticias, apuesta por un cambio estructural en el que la unidad prevalezca sobre el conflicto (location 1683), con las raíces firmemente hundidas en la realidad en lugar de un mundo de las ideas demasiado lejano a veces (location 1703) y donde se entienda que el todo es superior a la parte (location 1723). En definitiva, apuesta por el diálogo como contribución a la paz social (location 1752). Se trata, además, de un diálogo que extiende a la ciencia y a las otras religiones (el "diálogo ecuménico"). Y no es que nada de esto esté mal, por supuesto, pero uno puede preguntarse qué le lleva a pensar que esta vez el diálogo vaya a funcionar mejor que en el pasado. Más importante quizá, habría que subrayar cómo el diálogo no es un bálsamo de fierabrás que lo cura todo, sino algo que se produce en un contexto social y político determinado en el que, por tanto, no todos los participantes están en pie de igualdad.

Entramos así en el capítulo quinto de la exhortación, dedicado a los "evangelizadores con espíritu". Francisco nos explica inmediatamente a qué se refiere con eso de "con espíritu":

Cuando se dice que algo tiene "espíritu", esto suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. ¡Cómo quisiera encontrar las palabaras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora. Antes de proponeros algunas motivaciones y sugerencias espirituales, invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos.

(Papa Francisco: Evangelii Gaudium, locations 1891-1901 of 2480)

Se trata éste de otro tema siempre presente en el discurso del Papa Francisco: la necesidad de que la Iglesia salga fuera de sí misma, se exponga al mundo y se mezcle con la gente de la calle, sea creyente o no. Ya Juan Pablo II lanzaba un mensaje similar, pero mientras aquél lo hacía con una intención claramente proselitista nada interesada en oír a los demás, uno tiene la impresión de que la actitud de este otro Papa es bien diferente. No obstante, como hemos dicho en otras ocasiones, solo queda esperar a ver si las palabras realmente se convierten en acciones. Pero eso, por desgracia, no depende únicamente de la voluntad del Papa, sino también de la de sus feligreses, incluyendo a quienes tienen interesados creados en el entramado institucional de la Iglesia que hemos conocido hasta ahora.

En cualquier caso, el evangelizador "con espíritu" toma como modelo, una vez más, a Jesucristo. Se caracteriza por el amor y la entrega, además del gozo interior asociado al "gusto espiritual" y la entrega a su comunidad. Así pues, de manera coherente con el ressto de la exhortación, Francisco vuelve a subrayar la vertiente colectiva o comunitaria de la labor evangelizadora, en lugar de poner el énfasis en el dogma de fe o la perfección moral. Una vez más, esto supone un refrescante cambio.

Por último, en la segunda parte de la exhortación, Francisco nos habla de la Virgen María, "Madre de la Iglesia evangelizadora" (location 2082). Sin embargo, aunque se ha hablado algo de la intención de Francisco de abrir las puertas de la Iglesia a la mujer para modernizar a la institución y ponerla al día, lo cierto es que estas páginas no dejan entrever nada que no hayamos leído ya en otras reflexiones de la tradición mariana de la Iglesia.

En definitiva, como decíamos, quien se acerque a este libro pensando que va a encontrarse un volumen de reflexión social o política sobre la crisis del capitalismo financiero se equivoca. El Papa critica los excesos del sistema económico, ciertamente. Pero, como no podía ser menos, critica igualmente el materialismo excesivo de una cultura relativista y consumista que, según él, no podía haber acabado de otra manera tras abandonar la fe. En otras palabras, que estamos, es obvio, ante un escrito de naturaleza religiosa y dirigido a un lector creyente. Es lógico. Se trata, después de todo, de una exhortación a la comunidad católica, no de un tratado sociológico o político, como muchas noticias de la prensa nos daban a entender.


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