El cambio climático no es culpa de tal o cual generación
[Wed Oct 20 13:55:56 CDT 2021]

La verdad es que está uno un poco harto de tanto oír jemeriadas culpando a tal o cual generación de los problemas del cambio climático. Casi tanto como de los brindis al sol culpando a "los políticos". Lo siento mucho, pero por ahí no entro. Viene esto a cuento del artículo de opinión firmado por Sergio del Molino titulado Déjalo estar, Greta Thunberg publicado hoy en la web de El País y que, dicho sea de paso, no cae en ese error. Al contrario, como concluye el autor a colación de una anécdota personal que narra en la que un buen número de personas (muchas de ellas jóvenes) se quedan boquiabiertos y con los ojos como platos admirando un Ford Mustang aparcado en un pueblo:

Casi me había creído lo de la transición ecológica y que los jóvenes van en patinete y que el coche es un fósil del violento y despreocupado siglo XX. Hasta que me fijé en el brillo de los ojos de quienes adoraban al Mustang. Me dieron ganas de escribirle una carta en papel reciclado a Greta Thunberg. Querida Greta: desiste, bájate del catamarán, no hay nada que hacer. Había en esas miradas la misma hambre de aquellos españoles que hacían horas extras para pagar las letras del seiscientos, la misma fe desarrollista. La insignia del capó no era un caballo, sino un becerro de oro, y contra los ídolos solo valen los profetas barbudos que dominan el trueno y abren los mares. Demasiado trabajo para una sola niña.

Estoy completamente de acuerdo. El problema no es tal o cual generación, tal o cual político, sino el consumismo generalizado, la ambición personal, el materialismo exacerbado y un sistema económico que necesita el crecimiento permanente o entra en crisis total. La gente joven se manifestará todo lo que quiera, pero yo no les veo voluntariamente reduciendo el consumo de nada. Y, por lo que hace a los políticos, ¿es que acaso alguien puede afirmar honestamente que el estadista que tuviera la valentía de proponer la auténtica solución al problema, esto es, reducir nuestro nivel de vida, no sería linchado inmediatamente? El problema, me temo, hunde sus raíces muy atrás. Incluso en el nacimiento mismo de nuestra civilización. Pero, cuando menos, en los albores de la revolución industrial. ¡A ver quién le pone ese cascabel al gato! {enlace a esta entrada}

Los peligros del romanticismo
[Fri Oct 15 09:04:26 CDT 2021]

Aunque en el lenguaje coloquial el romanticismo suele identificarse con algo tan inofensivo y universalmente aceptado como el amor, en términos históricos y filosóficos se trata de algo bien distinto. En este otro sentido, el romanticismo es un movimiento con un legado no tan inofensivo y, de hecho, peligroso, como nos advierte José Andrés Rojo hoy en la web de El País escribiendo un artículo titulado La tempestas romántica y los nacionalismos:

El romanticismo es una vieja historia que ocurrió hace más de 200 años, pero sus arrebatos siguen estando ahí y alimentan también el espíritu del siglo XXI. Hay una frase de Novalis que resume aquel proyecto: “Lo que quiero, lo puedo; en el hombre nada es imposible”. Ese gesto de radical afirmación sirvió para destruir cualquier corsé y fue la llama que encendió grandes pasiones y que alimentó el afán de aventurarse por zonas oscuras y peligrosas. El filósofo Rüdiger Safranski pone una fecha concreta para situar los inicios de esa corriente que cambió profundamente a Europa, y que la condujo tanto al paraíso como al infierno. El 17 de mayo de 1769, Johann Gottfried Herder abandona Riga y emprende un viaje por barco hacia Francia. Quiere abandonar lo firme para precipitarse en el oleaje tumultuoso del mar, dinamitar sus certezas, abrirse a nuevas experiencias, ampliar horizontes. “En tierra estamos pegados a un punto muerto; y, ¡alma mía!, cerrada en el círculo estrecho de una situación… ¿cómo te sentirás cuando salgas de este mundo?”, apuntó en el diario de ese viaje. Y se respondía dentro de la nave que avanzaba vacilante: “El mundo desaparece, ha desaparecido debajo de ti. ¿Cuándo estaré tan adelantado que destruya en mí todo lo aprendido, y encuentre tan solo por mí mismo lo que pienso, aprendo y creo?”.

Después, conforme se iba expandiendo y consolidando por Europa, el romanticismo dio luz a chovinismos, nacionalismos y antisemitismos varios. O, como advertía Goya, el sueño de la razón crea monstruos. Rojo acaba su artículo explicando:

Por las venas del siglo XXI corre la sangre ilustrada, y el afán de gobernar los asuntos del mundo con la razón, pero también la romántica, con su radical afirmación de los sentimientos y las emociones y la autonomía del individuo. Y, ay, con su querencia también por las identidades nacionalistas: en la historia no es difícil encontrar los terribles episodios a los que condujo esa exaltación del yo del gran pueblo.

Para ser claros: la Ilustración también tiene sus excesos. Pero esos otros (racionalismo dogmático, mentalidad calculadora, desprecio por los sentimientos y la compasión...) los conocemos bien y, sea como fuere, los del romanticismo no están tan reconocidos públicamente. Casi pareciera, al menos hoy día, que advertir de los peligros de un excesivo sentimentalismo y crítica de las pasiones automáticamente le señala a uno como una especia de autómata sin sentimientos. Pero el peligro está ahí, acechando a la vuelta de la esquina. {enlace a esta entrada}

Ceguedad partidista
[Wed Oct 6 11:22:25 CDT 2021]

El nivel de ceguedad partidista que se ha ido adueñando progresivamente de la política en prácticamente todos sitios es abrumador. Tanto es así que ha llegado a alcanzar un nivel tan ridículo que, yo diría, la amplia mayoría de los ciudadanos ha dejado de tener confianza alguna en la actividad política como mecanismo para mejorar sus vidas. Por el contrario, todo parece indicar que se ha convertido en una actividad profesional más en la que la victoria justifica cualquier estratagema. Y, así, nos encontramos con noticias como la de que el PP llevará la Ley de Vivienda al Tribunal Constitucional y no la aplicará en las comunidades autónomas en las que gobierna. Como es obvio, están en su derecho de recurrir cualquier legislación ante el Tribunal Constitucional. Eso por descontado. Ahora bien, cuestión bien distinta es el rechazo a aplicar la legislación nacional allí donde gobiernan. ¿Cuál pensarían ustedes que sería la reacción de los dirigentes del PP si un Gobierno suyo pasa una ley que Cataluña o Euskadi se niegan a poner en práctica? Ciertamente, no se hace difícil imaginar que pondrían el grito en el cielo despotricando contra la deslealtad institucional de aquellos gobiernos autonómicos. Pero, claro, cada uno aplica las normas como le viene en gana.

Pero lo peor es que el partidismo cerrado no es patrimonio solamente de los partidos, sino que se extiende hasta a las instituciones que, se supone, debieran mantener cierta imparcialidad. Así, hoy mismo también leemos que el Tribunal Constitucional ha desestimado un recurso del PSOE y el resto de la oposición para considerar la constitucionalidad de la prisión permanente revisable impulsada por el Gobierno de Mariano Rajoy. En este otro caso, el problema para mí no es tanto que el Tribunal Constitucional haya decidido apoyar las posiciones de la derecha, sino más bien el hecho de que el voto haya seguido una vez más el ya consabido esquema de simpatías partidistas entre los señores jueces y, peor aún, el hecho de que la decisión haya sido ni siquiera considerar el recurso cuando nuestra Constitución, en su artículo 25, claramente establece que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". O, para explicarlo de otra manera, entiendo que el Tribunal Constitucional pueda tomar la decisión última de que la prisión permanente revisable es constitucional, pero no que ni siquiera estime oportuno considerar el caso, que es lo que ha hecho. Parece obvio que el contenido de nuestra Constitución debiera llevarles, cuando menos, a considerar si la medida es aceptable. Pero no. Parece claro que los criterios partidistas se han impuesto sobre los legales.

Y conste, por último, que aunque los dos casos que saco a colación aquí implican al PP, el comportamiento por el otro lado tampoco es mejor. Como decía al principio, la ceguera partidista se observa por todos lados. Ya ni siquiera hay un interés por disimular las formas. El ansia de poder y el tribalismo lo justifican todo. {enlace a esta entrada}