Socialdemocracia y políticas de trabajo
[Tue Nov 2 13:43:10 CDT 2021]

La web de El País publica hoy un interesante artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca titulado Las izquierdas ante la reforma laboral en el que, a cuenta de la reciente polémica sobre la reforma laboral, el autor reflexiona un poco más allá para considerar el contexto en que se enmarca todo esto en lo que hace a la socialdemocracia. Y comienza explicando cómo en estos momentos se da la paradoja de que mientras los progresistas hablan de un "pensamiento único" neoliberal que se encuentra detrás de la liberalización, la desregulación y la privatización, liberales y conservadores, por otro lado, hablan de un excesivo intervencionismo estatal, el elevado peso del sector público en las economías avanzadas y un alto gasto social prácticamente intocable. Se pregunta, pues, Sánchez-Cuenca, si vivimos en un mundo neoliberal o socialdemócrata. Y responde:

Responder a esta pregunta es más difícil de lo que parece. Por un lado, los Estados de bienestar mantienen el tipo a pesar de las crisis económicas y del predominio de las ideas neoliberales, pero la desigualdad que se produce en origen es hoy mayor que hace 40 años. Así, aunque los Estados de bienestar conserven su capacidad redistributiva, dicha capacidad se aplica a niveles más altos de desigualdad. En España este problema tiene una especial importancia, pues contamos con uno de los Estados de bienestar con menor capacidad redistributiva de Europa occidental.

La situación es, sin duda, diferente a la que se daba en las democracias liberales durante los llamados “treinta años gloriosos” (1945-75). Entonces el gasto social era notablemente menor, pero había una mayor sensación de seguridad y estabilidad y, sobre todo, una expectativa de progreso generacional. El aumento de las desigualdades y la impotencia de las democracias desarrolladas para frenarlas ha arruinado esa expectativa de progreso. Según una encuesta del Pew Research Center realizada en 13 países en 2017, la idea de que la generación siguiente vivirá peor que la de sus padres se ha extendido con fuerza en el mundo desarrollado, alcanzando un 71% de respuestas en Francia y un 69% en España.

Esta especie de pesimismo existencial puede ser resultado de muchos factores, pero uno de gran relevancia tiene que ver con la inseguridad que produce el mercado de trabajo. Es quizá en este ámbito en el que se aprecia un cambio más profundo con respecto a los “treinta gloriosos”: la correlación de fuerzas entre capital y trabajo se ha modificado a favor del capital.

El orden y la certidumbre del periodo de la posguerra europea se basaba en el equilibro entre empresas y sindicatos. Dicho equilibrio se ha roto, por causas muy diversas, entre otras los cambios tecnológicos asociados a la digitalización, la desindustrialización, el auge del poder financiero y la globalización. Los síntomas de la debilidad del trabajo frente al capital son múltiples. Mencionaré tres de ellos: en muchos países avanzados la tasa de sindicación ha caído notablemente con respecto a 1980; las rentas del capital como porcentaje del PIB han crecido en términos relativos frente a la renta salarial; y la recaudación por el impuesto de sociedades ha disminuido en muchos países (lo que indica la fortaleza del capital).

O, para explicarlo de otra manera, aunque el Estado del Bienestar se ha convertido en algo prácticamente intocable (al menos en lo que hace a los servicios prestados, tales como la sanidad pública, la educación pública o las prestaciones de jubilación; si acaso, lo que se discute es cuál pueda ser la manera más eficiente y eficaz de prestar dichos servicios), la cosa es bien distinta por lo que hace al mercado laboral (hay, sin duda, mucha menos estabilidad laboral hoy en día) o la relación de fuerzas capital-trabajo (ilustrada, sobre todo, en la creciente desigualdad económica). Por lo que hace a nuestro país en concreto, estoy de acuerdo con lo que afirma Sánchez-Cuenca acerca de la necesidad de ir más allá de meros cambios regulatorios en el mercado de trabajo. Sería necesario, como afirma, transformar nuestro sistema de formación, invertir más en I+D, mejorar la productividad y, en fin, cambiar el modelo económico entero. Eso creo, está más o menos aceptado por todo el mundo. El problema, claro, es cómo llevarlo a cabo. {enlace a esta entrada}