Inicio de la mesa de diálogo sobre Cataluña
[Fri Feb 28 14:12:27 CST 2020]

El País ha publicado hoy una noticia sobre la primera mesa de diálogo entre los Gobiernos central y catalán que merece la pena leer. Según se nos cuenta, la sangre no llegó al río y la tensión fue mucho menor de que lo que se pensaba a priori.

Los representantes de la Generalitat y del Gobierno dedicaron largos minutos a analizar, con discrepancias importantes, cuándo se torció la crisis catalana, dónde está el origen de todos los males. Hablaron los 15 allí reunidos y varias veces, aunque la voz cantante en todo momento la llevaron los presidentes Pedro Sánchez y Quim Torra. Cada uno tuvo opiniones matizadas, pero el principal cruce se produjo, según varios de los presentes, entre Josep María Jové, el llamado arquitecto del procés, imputado por su participación en él y hombre clave en el poder de ERC, y Carmen Calvo, la vicepresidenta y la persona a la que Sánchez le ha encargado la interlocución directa y constante con los independentistas, y en especial con Pere Aragonés, el líder de los republicanos.

Calvo insistía, como suele decir el Gobierno, en que el problema empezó en 2010, cuando la sentencia del Constitucional tumbó una parte del Estatut. Pero Jové discrepaba, porque él cree, como suele defender ERC, que el problema es anterior, y viene de cuando se negoció el propio Estatut, entre 2003 y 2006, y se hizo de una manera que frustró a buena parte de los catalanes, como se vio en la escasa participación en el referéndum.

Había discrepancias de fondo, pero ambos grupos coincidían en responsabilizar al PP, que entonces recogió firmas por toda España contra el Estatut e incluso pidió un referéndum en todo el país para frenarlo. Y también al Constitucional, entonces con mayoría conservadora, porque tumbó en el texto -acordado por el Parlament, el Congreso y refrendado por los catalanes- cosas que aceptó en otras leyes básicas de comunidades como la valenciana o la andaluza.

Esto suena, sin lugar a dudas, algo sesgado. Y, sin embargo, es cierto. El tiempo pasa bien rápido y tendemos a olvidar las cosas, pero la verdad es que desde el PP se lanzaron entonces furibundos ataques contra el nuevo Estatut criticando en ocasiones un articulado que también estaba presente no ya en el nuevo Estatuto andaluz que se estaba negociando por aquel entonces, sino incluso en el nuevo Estatuto valenciano, donde el mismísimo PP tenía mayoría. O, para ser claros, los dirigentes del PP estaban aplicando la famosa ley del embudo de una manera obvia, hipócrita e inconsistente. Peor aún, como creo haber mencionado en otras ocasiones, no fueron pocos los dirigentes del PP que hicieron llamamientos entonces a boicotear los productos catalanes, comenzando por el cava. Al parecer, Cataluña es parte de España, pero cuando conviene a los intereses partidistas no está nada mal liderar un boicoteo a los productos de una parte de España. En fin, que al menos ahora se está haciendo un esfuerzo por dialogar. No entiendo de qué otra manera podamos resolver el problema planteado por el separatismo catalán. No me cansaré de repetirlo: puede gustar más o menos, pero la dura realidad es que un porcentaje bien alto de catalanes apoya el derecho a la autodeterminación y la independencia. Y dudo mucho que la solución planteada por Vox (esto es, la ilegalización de cualquier fuerza política que defienda la independencia) fuera a solucionar nada. Sencillamente, no es de recibo repetir durante décadas a la izquierda abertzale que tienen que defender sus ideas en las urnas y por métodos democráticos para ahora ilegalizarles. Solamente desde la cerrazón, la intolerancia y el dogmatismo puede sostenerse algo así. Pero no sorprende nada, desde luego, que la gente de Vox se descuelgue con propuestas como ésa. Lo que sí que sorprende algo más es que un partido que aspira a gobernar como es el PP a veces juegue a insinuar algo parecido a Vox y, en otras ocasiones, se limiten a rechazar cualquier diálogo o negociación con los independentistas. ¿Cómo diantres solucionamos el problema entonces? ¿Me lo quieren explicar? {enlace a esta entrada}

Contra la penalización de la exaltación del franquismo
[Wed Feb 19 15:30:31 CST 2020]

Pues, una vez más, estoy completamente de acuerdo con Iñaki Gabilondo, quien en este video se posiciona contra la posible criminalización de la exaltación del franquismo en la que parece estar trabajando el Gobierno de coalición PSOE-Podemos. Al igual que él, no estoy para nada de acuerdo con la exaltación o la nostalgia por el franquismo, pero de ahí a proponer su criminalización media un abismo. La propuesta, me temo, está muy en la línea de la mentalidad de lo políticamente correcto que tan extendida está en la sociedad contemporánea y con la que discrepo frontalmente en muchísimas ocasiones. Parece cuando menos paradójico que en nombre de la democracia, la libertad y el antifascismo propongamos recortes a la libertad de expresión y estemos de acuerdo con que la autoridad del Estado interfiera en el discurso público para censurar tal o cual opinión. Para alguien que, como yo, está ya entrado en añitos, resulta casi increíble que hoy en día la izquierda defienda unas actitudes que antaño solo veíamos en la derecha más mojigata y cavernícola.

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Partidos nuevos, liderazgos fuertes y democracia interna
[Fri Feb 14 13:27:02 CST 2020]

Conforme va pasando el tiempo, la verdad es que no me queda nada claro eso de que los partidos nuevos en la escena política española (Ciudadanos y Podemos, fundamentalmente) representan también una nueva forma de hacer política tras la caída en desgracia del bipartidismo imperfecto. Peor aún, tiene uno la impresión de que, si acaso, representan un retroceso para la democracia, un retorno más o menos obvio a formas caudillistas que hacía tiempo creíamos periclitadas. Viene esto a cuento, por cierto, del libro publicado por Xavier Pericay, cofundador de Ciudadanos, en el que acusa a Albert Rivera de arrogancia y modales bien poco democráticos, entre otras cosas.

A pesar de que la historia terminó en un “desastre electoral”, el cofundador reprocha a Rivera no haber admitido nunca un error: “La soberbia le acompañó hasta el final”. “Le honra haber dimitido, pero nunca salió de su boca: lo siento, me he equivocado”, reflexionaba ayer por teléfono, confiado en que su libro, que se publica el próximo lunes, sirva para ayudar al partido en la reflexión ante el congreso extraordinario que celebra en marzo.

El filólogo experto en Josep Pla y único del grupo fundador que se integró en la ejecutiva cree que a Ciudadanos “se le jodió el Perú” por una suma de factores. En su opinión, tiene gran responsabilidad un modelo de partido “fuertemente jerarquizado, de una verticalidad que para sí hubieran querido, pongamos por caso, los mismísimos sindicatos franquistas”. Un “sanedrín” de solo cuatro personas —junto Rivera, José Manuel Villegas, secretario general, Fernando de Páramo, secretario de Comunicación y Fran Hervías, de Organización— movía todos los hilos de la acción política hasta tal punto que muchos dirigentes eran ajenos a cuestiones que les afectaban. Por ejemplo, a Carina Mejías, líder en el Ayuntamiento de Barcelona, no se le informó del fichaje de Manuel Valls para liderar la lista. “Le pregunté que cómo había ido la cosa y me respondió que ella se acababa de enterar por la prensa”, cuenta Pericay.

El escritor barcelonés describe también un partido afectado por un “culto a la personalidad” de Rivera, “cuya manifestación más palmaria tal vez sea la atribución al líder de cuantas acciones virtuosas se han generado en el seno del partido”. “La palabra de Dios era Dios”, sostiene, y eso se trasladaba a las reuniones de las ejecutivas en las que apenas había debate, porque el líder, afirma, tampoco lo admitía. “Para alguien como Albert, solo valían las opiniones corroborativas. Y no digamos ya si encima eran encomiásticas. Cuando no eran ni lo uno ni lo otro (...) se arrinconaban sin miramiento alguno”.

En fin, nada de esto nos coge desprevenidos, creo yo. Al fin y al cabo, Ciudadanos se implantó como partido político nacional totalmente desde arriba y de manera acelerada, lo que hacía la organización particularmente proclive al seguidismo de la dirección y, por supuesto, al arribismo de oportunistas sin escrúpulos. Si a esto añadimos, como afirma Pericay, una cierta dosis de mesianismo y la soberbia de su líder, tenemos todos los ingredientes para una organización piramidal. Lo mismo me equivoco, pero mucho me temo que entre eso y la apuesta ahora de Inés Arrimada por presentarse en coalición con el PP en Galicia, País Vasco y Cataluña tenemos ya todos los ingredientes para que Ciudadanos acabe fagocitado por los populares como ya sucediera al CDS hace mucho tiempo. Y es una pena porque estoy convencido de que a España le hace falta, sobre todo en estos momentos, la presencia de un partido liberal, moderno, centrista y moderado. {enlace a esta entrada}

Borrell se mete en un berenjenal a cuenta del cambio climático
[Fri Feb 7 11:41:00 CST 2020]

Según leemos hoy en la web de El País, Borrell se ha visto obligado a rectificar su crítica a los jóvenes por el clima tras ser desautorizado por la Comisión Europea. Yo, la verdad, ni siquiera teníá constancia de que Borrell hubiese hecho declaración controvertida alguna, así que seguí leyendo. Según nos cuenta la noticia:

La controversia surgió este miércoles, cuando Borrell acompañó en el Parlamento Europeo al eurodiputado del PP, José Manuel García Margallo, en la presentación del libro de memorias de este último. En medio de una conversación distendida, Borrell abandonó el cuidado lenguaje institucional para hacer una apreciación personal en la que advirtió de las consecuencias económicas del cambio a una economía verde. "Eso de que los jóvenes tienen una apuesta decidida por el cambio climático, eso que se puede llamar el síndrome Greta, permítame que lo dude, porque está muy bien salir a manifestarse por el cambio climático, hasta que no te pidan que contribuyas a pagarlo", afirmó el exministro de Exteriores español. Borrell mostró su convencimiento de que en el movimiento juvenil comandado por la activista sueca Greta Thunberg hay voluntarismo, pero falta conocimiento sobre la elevada factura de la lucha contra el cambio climático. "A mí me gustaría saber si los jóvenes que salen a manifestarse en las calles de Berlín para que se tomen medidas para luchar contra el cambio climático son conscientes de lo que le van a costar, y si están dispuestos a rebajar su nivel de vida para compensar a los mineros polacos, que si luchamos contra el cambio climático de verdad se van a quedar en el paro y habrá que subsidiarles", afirmó en un momento de la charla con Margallo.

Veamos, yo entiendo perfectamente que cuando Borrell habla en un evento público como éste sus palabras se consideran más o menos posiciones oficiales de la Comisión Europea. Al fin y al cabo, él es miembro de la misma y, si sus palabras son siquiera tenidas en cuenta, suele ser precisamente debido al cargo que desempeña. En fin, este es el problema de siempre con las opiniones de cualquier personaje público. ¿Hasta dónde llega la frontera del cargo oficial y dónde exactamente comienza la opinión puramente personal? ¿O es que acaso alguien que desempeña un cargo público no ha de tener opiniones personales? Con todo, creo que nada de esto es lo importante. Lo importante, para mí, es que vivimos en una época en la que al parecer lo único que cuentan son los posicionamientos, las tomas de partido, el figurar, el postureo. En lugar de reflexionar seria y responsablemente sobre los asuntos, preferimos adoptar posiciones y añadirlas al conjunto de piezas de mosaico con el que nos hemos ido construyendo nuestra identidad pública (pues hoy en día, gracias a la influencia de las redes sociales, todo dios tiene una identidad pública). Y en este caso, me temo que lo que nadie se plantea es el trasfondo del asunto, en el que Borrell lleva buena parte de razón: todo eso de protestar y sumarse a manifestaciones está muy bien, pero ¿estamos dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para llevar a cabo las medidas que exigimos? ¿O tal vez nos limitamos, como si fuésemos arquetípicos niños mimados, a exigir a los políticos que hagan tal o cual cosa para, justo a continuación, si se atreven a hacerlo, protestar nuevamente por las consecuencias? Porque está uno un poco harto de todo este postureo, la verdad. Lo que no estamos dispuestos a entender es que no vamos a solucionar el problema del cambio climático ni a alcanzar sostenibilidad alguna sin cambiar nuestro estilo de vida y, sobre todo, reducir enormemente nuestro consumo material. Queremos que nuestros políticos hagan algo sobre el cambio climático, pero también queremos seguir comprándonos un nuevo teléfono móvil cada dos años, viajar por medio mundo de turismo, comer alimentos transportados desde la otra punta del mundo, comprar productos baratos fabricados en algún país en vías de desarrollo y, como las cifras de ventas estos últimos años vienen demostrando palpablemente, comprarnos coches cada vez más grandes y despilfarradores. Pues bien, esto no es posible. Y por más que obliguemos a Borrell y a muchos otros a callarse, esto no va a cambiar la realidad, que sigue siendo la que es. {enlace a esta entrada}