[Mon Dec 30 09:08:25 CST 2019]

El País publicaba ayer un artículo de opinión del jurista italiano Luigi Ferrajoli sobre el soberanismo catalán en el que se hace unas preguntas, creo, bien pertinentes:

De cualquier modo, la magistratura ha realizado su trabajo. ¿Pero el de los filósofos y teóricos del derecho no será quizá tratar de hacer que prevalezca la razón? Y la razón —diré la esencia— de la democracia ¿no consiste acaso, sobre todo, en la convivencia pacífica de las diferencias, de todas las diferencias de identidad de las personas? Y el cometido de la política ¿no es mediar los conflictos y resolverlos racionalmente? ¿No era posible, por parte de la política y de la prensa, estigmatizar duramente el independentismo pero, al mismo tiempo, tomar distancias del proceso, desdramatizar la cuestión y buscar un compromiso? Como Félix Ovejero y Manuel Atienza creo que los populismos de izquierdas expresan una “izquierda reaccionaria”. Y también estoy completamente de acuerdo en que los populistas sedicentes de izquierdas favorecen el populismo de derechas. E igualmente en que el independentismo catalán ha provocado el crecimiento de Vox. Pero ¿no ha sido quizá una posterior contribución a este crecimiento la admisión de Vox como parte en el proceso, politizando el juicio oral como lugar espectacular del conflicto identitario entre nacionalismos opuestos? ¿No habría sido una respuesta más inteligente y oportuna, por parte de la cultura jurídica, en vez de hablar de “golpe de Estado” haber recurrido a viejas y acreditadas categorías como la “inexistencia” y el “delito imposible”, descalificando así el referéndum y la declaración de independencia como actos inexistentes, más que inválidos o ilícitos, por total defecto de competencia y, en el plano penal, como delitos imposibles? (“Se excluye la punibilidad”, dice el artículo 49,2º del Código Penal italiano, “cuando, por la inidoneidad de la acción o por la inexistencia de su objeto, resulta imposible el resultado dañoso o peligroso”). Pues me parece innegable que todos eran plenamente conscientes de la absoluta falta de idoneidad de semejantes iniciativas para producir algún efecto jurídico.

En definitiva, temo —como observador externo, pero puedo asegurar que todos los juristas italianos con los que he hablado han seguido el proceso con sorpresa y preocupada perplejidad— que el clamor que ha acompañado al juicio penal, el uso de la prisión preventiva, la campaña política promovida por las fuerzas de la derecha contra los imputados y las altísimas penas impuestas a los condenados, han tenido el efecto de exacerbar el conflicto y agravar, en vez de resolver el problema. Que solo podría resolverse con diálogo, argumentación y confrontación de las razones.

Todo ello me parece bien sensato y razonable. Y, sin embargo, ya sabemos que la actitud con la que nuestros políticos y analistas han estado tratando el tema dista mucho de parecerse a lo que recomienda Ferrajoli. Quizá la clave está en la distancia con la que los juristas italianos observan el asunto. Sea como fuere, uno no acierta a entender cómo podamos solucionar el problema sin sentarnos a dialogar, lo cual implica, como es lógico, dialogar con quien no se está de acuerdo, por más que los sectores de la derecha española sean incapaces de aceptarlo. Sencillamente, exigir a los soberanistas que renuncien de entrada a sus ideas no es proponer un diálogo, sino exigir una rendición. {enlace a esta entrada}

[Fri Dec 13 15:26:36 CST 2019]

La web de El País publicó hace unos días un gracioso video que, aparte del humor, da en la diana de las modas (bueno, memes, que se dice hoy en día) que se imponen a nuestro alrededor. Suena todo muy in pero, en realidad, se trata simplemente de enmascarar una triste realidad caracterizada por la precariedad y la erosión de nuestros derechos con una palabrería y una imagen muy al día:

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[Mon Dec 9 10:42:47 CST 2019]

Hace ya unos cuantos días leíamos en la web de El País una noticia sobre la Gran Coalición de Gobierno entre la CDU y el SPD en Alemania que, casi de manera accidental, viene a ilustrar bastante bien las razones del éxito del populismo, además de proporcionar indirectamente una buena pista sobre el comportamiento del electorado en las democracias liberales. El artículo comienza explicando cómo, si nos atenemos únicamente a las medidas políticas llevadas a cabo por la coalición, todo parece indicar que se trata de un Gobierno bien eficiente, pues nada más y nada menos que dos tercios de las medidas recogidas en el acuerdo de gobierno se han "puesto en marcha y acometido total o parcialmente". Además, tampoco puede decirse que el socio mayoritario del Gobierno (esto es, los cristianodemócratas) estén imponiendo su voluntad de manera desleal, ya que el 40% de dichas medidas fueron propuestas por los socialdemócratas. Y, sin embargo, estos datos, que parecen apuntar a un claro éxito, contrasta con las crecientes tensiones entre los dos partidos, así como la percepción ciudadana. Según los estudios, hasta un 44% de los votantes consideran que "el Ejecutivo cumple una pequeña parte o casi nada de lo que prometió". ¿A qué puede deberse esta clara separación entre los hechos y la percepción de los ciudadanos? Ahí es precisamente donde entran en juego otros factores que, como indicaba algo más arriba, vienen a favorecer el éxito del populismo. Sobre todo, lo que llama la atención es que los ciudadanos no parecen prestar atención alguna a los datos y los hechos, sino más bien a las apariencias y los discursos. En ese sentido, de poco importa que la Gran Coalición esté poniendo en práctica las políticas recogidas en su acuerdo de gobierno si, por un lado, no aciertan a hilvanar un discurso claro que explique a los ciudadanos cuál es el plan, es decir, el objetivo final por el que se están poniendo en práctica esas políticas. Pero es que, además, tiene uno la sensación de que en la democracia liberal el voto no se rige tanto por los hechos, sino por las percepciones y, sobre todo, la sensación general de que las cosas vayan bien o mal. Así, pues, incluso si el ciudadano de a pie puede ser perfectamente consciente de que los problemas con los que tiene que lidiar pueden quizá deberse a fuerzas globales fuera del control de su propio Gobierno nacional, al final va a castigar a los partidos de gobierno cuando se acerquen las elecciones. No se trata tanto de un voto racional como de una sensación general. Ahí es donde, creo, la Ciencia Política clásica (e incluso la más moderna, basada en el cálculo racional) está equivocada. El populismo se alimenta de percepciones y sentimientos, no de cálculos racionales. {enlace a esta entrada}

[Sat Dec 7 07:39:06 CST 2019]

Me temo que muy profundo debe haber calado el espíritu del frentismo para que la charla entre risas de Pablo Iglesias con el portavoz de Vox en el Congreso irrite tanto a cierta gente. Como dice Iglesias, es algo propio de la condición humana. Si ni siquiera consideramos que el oponente político tenga dignidad suficiente para poder charlar con él, el siguiente paso lógico no puede ser sino el cainismo de costumbre. La política no es, como quizá piensan algunos, la guerra por otros medios, sino el arte de solucionar (o, al menos, tratar de solucionar) los problemas que tiene planteados una sociedad a través del diálogo y el consenso con otros grupos sociales.

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[Mon Dec 2 15:31:50 CST 2019]

Aunque no lo queremos ver, Iñaki Gabilondo da en la diana con su comentario sobre el cambio climático hoy. El problema real (el que nos negamos a aceptar, del que ni siquiera hablamos) es que el sistema económico en que vivimos (esto es, el capitalismo) necesita el crecimiento constante para poder sobrevivir. Ni las derechas, que pretenden liberalizar y privatizar para así promover el crecimiento y permitir que el mercado después reparta según lo que cada cual aporte, ni tampoco las izquierdas, que pretenden igualmente promover el crecimiento para después poder repartir más equitativamente desde el Estado, atinan a dar una solución a ese problema y prefieren, pues, ignorarlo y hacer como que no existe. Sin embargo, es el auténtico nudo gordiano del problema del cambio climático y de la crisis ecológica en general. Y no lo hacen porque la papeleta no es nada fácil. Lo que hay que vender es, nada más y nada menos que la idea de decrecer, es decir, de tener mañana menos posesiones materiales que hoy. Sencillamente, no hay otra forma de solucionar el problema. Sin embargo, esto no puede hacerse más que coordinando la actividad económica de una manera más o menos planificada y, sobre todo, garantizando unas condiciones mínimas de existencia al conjunto de la población y concentrando todos los esfuerzos en el consumo colectivo, en lugar del consumo individual que ha fomentado el capitalismo. O, para explicarlo de otra manera, habría que construir el socialismo. De lo contrario, no acierto a ver cómo podamos salir de ésta. Bueno, ciertamente, hay otra alternativa bien evidente, pero consistiría en la imposición de una dictadura que permitiese altos niveles de consumo a una minoría a costa de explotar y oprimir despiadadamente a la mayoría. En otras palabras, algo bien parecido a las distopías que se han puesto tan de moda de un tiempo a esta parte.

Por cierto que, en otra noticia más o menos relacionada, leo que el campo español, como el de los EEUU antes, se está convirtiendo poco a poco en dominio de las grandes corporaciones:

Los 345.000 agricultores profesionales, pequeños y medianos empresarios que constituyen la base de la actividad agraria española están abocados a convertirse —una gran parte ya lo son— en "asalariados" autónomos de oligopolios empresariales, empresas integradoras o de grandes corporaciones agroalimentarias apoyadas por fondos de inversión como consecuencia del cambio de modelo de producción que se está dando en el sector. Esta es la principal conclusión de un estudio de la organización agraria Coag sobre la evolución del modelo agrícola. A tenor de esta situación, la organización pedirá a los partidos la aprobación de un nuevo Estatuto en apoyo a este colectivo, según su secretario general, Miguel Blanco.

Como digo, está llegando bien tarde, pues el proceso se inició en los EEUU allá por la década de los ochenta, pero de todos modos está llegando. El rodillo capitalista parece, al menos de moemnto, imparable. Y, sin embargo, también parece cada vez más claro que nos está conduciendo inexorablemente a aquella famosa intersección de que hablase Rosa Luxemburgo cuando advertía de que pronto tendríamos que elegir entre socialismo o barbarie. Ese momento parece estar cada vez más cerca. {enlace a esta entrada}