[Wed Aug 29 14:33:50 CDT 2018]

El grado de paroxismo y cerrazón que estamos viendo con respecto al asunto catalán no deja de sorprenderme. Hoy, mientras echaba un vistazo a las noticias, leí en la web de El Mundo que la Policía ha detenido al agresor de la mujer que retiraba lazos amarillos en Barcelona y le ha acusado de "odio" [sic]. Todo parece indicar que la confusión sobre principios y valores fundamentales que ya echara raíces aquí en los EEUU hace tiempo se haya extendido ahora a mi propio país. Que yo sepa, el "crimen de odio" no pertenece precisamente a la tradición de las democracias liberales occidentales, sino más bien a los regímenes autoritarios. A este individuo se le puede acusar, sin lugar a dudas, de agredir a otra persona, pero no veo cómo se le pueda juzgar (y, por tanto, acusar) de "odio". ¿O es que acaso estamis adentrándonos ya por los peligrosos vericuetos de lo que Orwell llamara thought-crime? Y, cuidado, que nadie confunda esto con una defensa del odio como actitud vital. Para nada. Lo que sucede es que me preocupa una sociedad que lo convierte en crimen y que, por consiguiente, se propone perseguirlo en los tribunales.

Pero me parece importante ir un poco más allá de señalar mi escepticismo ante lo que lee uno en los titulares. Como decía, el paroxismo y cerrazón a cuenta de este tema está alcanzando unos niveles preocupantes. Casi pareciera que unos y otros hayan decidido abandonarse a una orgía de sentimientos identitarios en los que el diálogo y el razonamiento brillan, desde luego, por su ausencia. Así, leemos en otra web distinta, que decenas de personas con el rostro cubierto arrancan lazos amarillos en pueblos de Gerona. No puedo acertar a creer que a estas alturas de haya que explicar una vez más que la libertad de expresión se considera un derecho fundamental en cualquier democracia liberal. Y sí, ciertamente, esto quiere decir que quienes usan el lazo amarillo para mostrar sus convicciones independentistas están en su derecho de hacerlo, aunque a mí no me guste y, desde luego, no comparta su punto de vista. Peor aún me parece que los líderes de uno de los principales partidos políticos del país vayan por ahí retirando lazos amarillos en olor de multitudes. Vaya por delante que, en principio, estoy de acuerdo que dichos lazos no debieran estar presentes en aquellos edificios que, por su función y simbolismo, representan al conjunto de la sociedad (por ejemplo, los Ayuntamientos o las escuelas). Sin embargo, no veo qué pueda ganarse con radicalizar las posiciones y forzar a la gente a llegar a las manos. Bueno, de hecho, sí que entiendo qué se puede ganar. Se pueden ganar votos en las elecciones o, cuando menos, apoyo en las encuestas. Sin embargo, dudo mucho que este tipo de campañas y de actitudes contribuyan a encauzar el problema, que es lo que realmente hace falta.

Y tenemos, finalmente, el artículo de opinión escrito por Henry Kamen y titulado Cataluña y los escoceses en el que el ilustre historiador británico se esfuerza por desmontar la comparación que los independentistas hacen etre Escocia y Cataluña pero, a mi modo de ver, usando un argumento claramente falaz. Cualquiera que lea el artículo con el suficiente detenimiento observará que todo el argumento de Kamen gira en torno a la idea de que mientras que los nacionalistas escoceses realizaron una consulta popular de acuerdo a los principios constitucionales británicos, los independentistas catalanes incumplieron la Constitución española. Y me parece muy bien señalar eso. Es cierto. El problema es que ni siquiera se molesta en responder al argumento principal de los soberanistas catalanes, esto es, que mientras que los escoceses tuvieron la oportunidad de pronunciarse democráticamente sobre el asunto, los catalanes no. Eso también es cierto, aunque Kame ni siquiera lo tiene en cuenta. Hay diferencias entre ambos casos, por supuesto. Pero a lo que voy es al hecho de que un bando puede poner un asunto sobre la mesa y el otro lo ignora por completo, centrándose en su lugar en lo que más le conviene. La Constitución española afirma la unidad de la nación, sin duda. Pero la Constitución española es perfectamente reformable. Y lo mismo puede decirse con respecto a la legislación sobre referendos. El escudarse tras el argumento de que "eso no es legal" o "eso no es consitucional" me parece bien pobre, pues esconde malamente que en realidad el asunto de fondo es que uno no tiene intención alguna de cambiar nada. Para que se me entienda, sería algo así como afirmar en EEUU en 1955 que de acuerdo a la legislación vigente los negros solamente pueden viajar en el transporte público en la zona dedicada a las personas de color y no en la de los blancos. Por consiguiente, la conclusión sería que Rosa Parks debiera ser juzgada y declarada culpable por su protesta y sanseacabó. No hay más discusión que valga. Tamaño simplismo, por supuesto, obvia que lo que Rosa Parks estaba poniendo en cuestión era precisamente la legislación vigente, así como el hecho de que esta era perfectamente reformable.

Por cierto, que alguien de la talla intelectual de Kamen afirme en su artículo, como hace, lo siguiente me parece un claro indicio del nivel de paroxismo al que hemos llegado:

Los separatistas catalanes estarían felices de vivir solos fuera de España y fuera de Europa. Los miembros del partido CUP lo han dicho de manera explícita. Los escoceses, sin embargo, quieren Europa y quieren la UE

No hace falta reflexionar mucho para darse cuenta de que la CUP no representa a la mayoría de los independentistas catalanes. De hecho, de acuerdo a los resultados electorales, son un partido bien minoritario. Kamen, sin embargo, se refiere a ellos como si fuesen el principal representante del soberanismo catalán. Es decir, que elige lo que le conviene para defender la conclusión a la que ya ha llegado de antemano.

Y, como he afirmado en otras ocasiones, que nadie se llame a engaño. No soy partidario de la independencia de Cataluña. No me parece acertado ni conveniente, ni para los catalanes ni tampoco para el resto de españoles. Sin embargo, echo de menos algo de sensatez por ambos lados. Preferiría ver más diálogo y menos griterío. Más negociación (o incluso auténtico debate) y menos eslóganes identitarios. Por un lado y por el otro. {enlace a esta entrada}