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[Wed Jul 30 08:19:27 CDT 2014]Creo que hacía ya tiempo que no subía aquí ninguna viñeta de El Roto. Bien, pues hoy subo dos. La primera fue publicada en El País hace un par de días y viene a reflejar bastante bien el mundo en que vivimos hoy en día, sumergido hasta las orejas en deuda en un desesperado intento por parte de unos (los endeudados) de sobrevivir como buenamente se pueda y por parte de los otros (los acreedores) de salvar un sistema económico que cada día parece más insostenible: Por cierto, que la otra viñeta, publicada hoy por el mismo diario, viene a retratar a la perfección la actitud de estos últimos a los que me refería antes (esto es, los acreedores): Como tantas otras veces, El Roto se manifiesta como el mejor retratista de la realidad que nos circunda. {enlace a esta entrada} [Mon Jul 28 21:20:08 CDT 2014]El País publicaba hoy una noticia sobre Francisco Martínez, Alcalde del pueblo castellonense de Vall d'Alba, a quien denomina "el penúltimo cacique de Castellón" en el titular. Y, la verdad, no sabe uno qué pensar de todo el asunto. Aparte del hecho de que domina el pueblo como un auténtico cacique de principios del siglo XX, se permite el lujo de amedrentar a quienes osen criticarle (a juzgar por el temor que tienen los vecinos a hablar con la periodista que firma la noticia, aquello parece un pueblo mafioso del sur de Italia) y, por supuesto, derrochar dinero público sin ton ni son en obras sin sentido (por ejemplo, un "paseo marítimo" a más de veinte kilómetros de la playa más cercana) o en otras que le benefician directamente a él, como puede ser la construcción de "una coqueta plaza en la zona de masías cercana llamada Mas de Roures" donde, casualidades de la vida, su propia familia había comenzado la construcción de una urbanización de apartamentos rurales. En fin, que la historia ya es más o menos conocida: político corrupto asalta las arcas públicas para provecho propio y, de paso, es lo suficientemente inteligente como para repartir migajas entre sus conciudadanos para poner en pie la red clientelar que le permitirá prolongar su mandato. No es nada nuevo, desde luego. Y tampoco se trata de algo propio de nuestro país, ni mucho menos. A fin de cuentas, viene a ser algo parecido a lo que los estadounidenses llaman pork barrel (entrada en la Wikipedia en castellano aquí; versión inglesa, bastante mejor, aquí). Hace tan solo unos años que se hizo tristemente famosa aquí en los EEUU la historia de un "puente que no conduce a ninguna parte" que se construyó gracias a una de estas maniobras políticas para alimentar redes clientelares. No recuerdo bien dónde fue, pero quizá se tratara de Alaska. Y tampoco fue hace mucho tiempo. Creo recordar que fue a finales de los noventa o principios de la década de los 2000. En todo caso, lo que sí debe ser auténticamente español (bueno, seguramente se verá en el sur de Italia también) es el hecho de que el bueno del Alcalde no tuviera mejor idea que mandar construir una ermita que cuenta con un retrato suyo en el altar mayor para comenzar la tradición de una romería anual que él mismo inventó. Parece sacado de una película pero, como decía el bueno de Paco Gandía, es totalmente verídico. {enlace a esta entrada} [Sun Jul 6 16:28:34 CDT 2014]El País publica hoy un magnífico artículo de José Ignacio Torreblanca titulado La socialdemocracia en la era de la austeridad que diagnostica bastante bien el dilema en que se encuentra la socialdemocracia en estos momentos. Remontándose a los orígenes mismos de la socialdemocracia, el autor nos explica cómo una parte del movimiento obrero optó por el sufragio universal y las urnas como método para alcanzar el poder y llevar a cabo los cambios sociales que creían necesarios, lo cual en su momento llevó a la división del movimiento entre aquellos que apostaban por las vías democráticas reformistas y quienes prefirieron optar por la vía revolucionaria (esto es, socialdemócratas o socialistas en un lado y comunistas en el otro). La cosa, pese a lo que pudiéramos pensar, no ha variado demasiado desde entonces, por lo que aún podemos encontrar a la derecha y la izquierda de las fuerzas socialdemócratas otras fuerzas políticas bien similares a las que ya existían hace cerca de un siglo: La descripción no gustará a quienes se identifican con esas fuerzas a la derecha o la izquierda de la socialdemocracia pero, en líneas generales, es correcta. Eso sí, Torreblanca peca algo de un exceso de identificación de las derechas con las tradiciones conservadoras y liberales, optando por ignorar una tradición democristiana que fue tan responsable de la construcción del Estado del Bienestar como la misma socialdemocracia. Ahora, en plena crisis del sistema, estas fuerzas democristianas parecen estar optando por una solución híbrida similar a la de los socialdemócratas (de ahi, por cierto, el hecho de que cada vez sean más difíciles de diferenciar): reformar las políticas sociales lo suficiente como para adaptarse a los nuevos tiempos, pero sin llegar a destruir del todo el Estado del Bienestar. Se trata, me temo, de una estrategia defensiva que no conduce a nada. Por consiguiente, no debe extrañarnos del todo que los resultados electorales más recientes muestren una clara falta de apoyo a democristianos y socialdemócratas en favor de neoliberales, neoconservadores (pues esto viene a ser más o menos el populismo de ultraderecha tan bien representado por el Frente Nacional francés) e izquierdistas. ¿Cuál es, pues, la razón última de la derrota de este modelo que tan invencible nos pareció durante las décadas de postguerra? El dilema se las trae, sin duda. Pero este diagnóstico no es para nada nuevo. Yo ya recuerdo haberlo leído a principios de los noventa, cuando el PSOE debatía su Programa 2000 (por cierto, ¿dónde quedó todo aquello?). Lo difícil, como es obvio, es ponerle el cascabel al gato. Peor aún, antes de hacer eso habrá que saber reconocer dónde demonios está el cascabel. Torreblanca se atreve a esbozar unas cuantas líneas de por dónde pueden ir las cosas: No está mal, pero el problema principal es que suena todo a eso de la flexiseguridad que iba a venir a sacarnos las castañas del fuego. En fin que, aunque en principio la música suena bien, no está nada claro cómo puede tocarse, ni mucho menos si tenemos los instrumentos necesarios para ello. He ahí la clave del problema. Suena todo demasiado etéreo. "Crecer más y mejor", sí. Pero, ¿cómo? "Redistribuir más y mejor", sí. Pero, ¿cómo? "Ser más eficientes económicamente y, a la vez más equitativos socialmente", sí. Pero, ¿cómo? Cuando uno lee ese último párrafo del artículo de Torreblanca ya no sabe si está leyendo un artículo de opinión o la publicidad de un nuevo producto a punto de salir al mercado. Ese es precisamente el problema. Expresiones como "liberar su potencial productivo" o "redistribuir ese crecimiento de forma eficaz y equitativa" nos dicen más bien poco. El diablo, como siempre, está en los detalles. Y, la verdad, de momento, siempre que se ha intentado hacer algo parecido a lo que sugiere Torreblanca hemos acabado con un mero socialiberalismo al estilo de la Tercera Vía, bien descrito en otro artículo también publicado hoy por El País sobre el mismo tema (Pippi Calzaslargas contra Marx, de Víctor Lapuente Giné). Ese otro artículo nos habla de los logros del modelo socialdemócrata escandinavo que ahora mismo se encuentra en crisis. El propio autor lo reconoce. Nos está hablando del pasado. Y, cuando entra a describir las respuestas que los socialdemócratas escandinavos están dando a la crisis de su modelo, la verdad es que todo suena bastante familiar. Se trata, ni más ni menos, que de la manida Tercera Vía de Clinton y Blair. Para ese viaje no hacían falta tantas alforjas, ¿a que no? En fin, del artículo de Lapuente Giné me quedo con el énfasis en el pragmatismo que caracterizó a la socialdemocracia escandinava allá en la década de los treinta del siglo pasado. Hoy es necesario un pragmatismo similar que quizá tenga más bien poco que ver con la actitud que observamos entre los portavoces de Podemos e Izquierda Unida. Sin embargo, no nos queda más remedio que reconocer que la mera defensa del pragmatismo no es una solución. El pragmatismo es una herramienta, pero no una respuesta. Lo mismo sucede con conceptos como reforma, diálogo o consenso. Son todos métodos o herramientas, pero no objetivos o soluciones. He ahí, precisamente, lo trágico de nuestra situación. Y, si de la situación general bajamos a la nuestra en particular, tenemos otras complicaciones añadidas, como muy bien señala Concha Caballero en un artículo titulado El laberinto del PSOE que publicaba ayer la edición andaluza de El País: Quizá de ahí pueda venir la respuesta: el PSOE necesita volver a conectar con el reformismo radical pequeñoburgués que representó durante los últimos años de la década de los setenta y toda la década de los ochenta. No se trata de radicalizarse hasta tocar los extremos, no. Se trata de radicalizarse en el sentido de ir a la raíz de los problemas que afrontamos y, sobre todo, de presentar propuestas reformistas que vengan a transformar nuestra realidad social, política, cultural y económica. La cuestión, claro, es si un PSOE institucionalizado, encorsetado y repleto de figuras que tienen en realidad un interés en conservar el estado de cosas tiene siquiera la capacidad para reinventarse de esta manera. Uno lo duda, la verdad. Si acaso, merece la pena que sus líderes no olviden que, como afirma Carlos Carnicero en su blog, Han caído torres más altas que el PSOE. {enlace a esta entrada} [Sat Jul 5 10:14:49 CDT 2014]Hace tiempo que no citaba aquí la bitácora de Alejandro Gándara en la web de El Mundo. Al poco de regresar a España en el 2006 me impliqué nuevamente en política y, creo, desde entonces mis notas tomaron un cariz fundamentalmente político. No es que ese tema no tuviera lugar en mis notas con anterioridad, pues siempre me ha interesado y he sentido cierta vocación por el mundo de la política en general, pero antes de esa fecha escribía bastante más sobre otros asuntos, me parece. Y ahora, tres años después de regresar a Minnesota, creo que sigo enganchado un poco a la política española, quizá porque me sigo considerando ciudadano español y europeo (no he renunciado a mi ciudadanía ni pienso hacerlo) o tal vez porque sigo guardando esperanzas de poder regresar algún día. Después de todo, esta última salida del país no fue tanto consecuencia de una opción personal como de una serie de vicisitudes que en realidad no vienen al cuento en estas páginas. En cualquier caso, hoy, leyendo la entrada de la bitácora de Gándara titulada Amorales e inmortales, sobre la novela de Yasushi Inoue Fūrinkazan. La epopeya del clan Takeda, me encuentro con una reflexión que, me parece, retrata bastante bien la naturaleza de nuestra sociedad contemporánea. Entendiendo la sociedad humana como mera ritualización del todos contra todos, Gándara contrasta la amoralidad con la inmoralidad y concluye que "el mundo de los guerreros y señores japoneses del XVI, en este aspecto, es nuestro mundo, el de ahora, el de Wall Street y el de la democracia capitalista". Y, a continuación, añade: Se trata, a fin de cuentas, de algo lógico en un mundo completamente (o casi) secularizado que no ha encontrado la forma de reemplazar las antiguas teodiceas totalizantes con nuevas creencias o filosofías que den sentido a nuestras vidas. El hombre contemporáneo ha dicho adiós a las certidumbres (quizá falsas, pero certidumbres al fin y al cabo) de las religiones, las tribus, las banderas y las identidades nacionales o sociales, pero no ha sido capaz de encontrar su hueco en el mundo. Andamos por la vida sin rumbo. {enlace a esta entrada} [Fri Jul 4 12:58:22 CDT 2014]Aunque uno ya anda por los cuarenta no deja de sorprenderse en ocasiones con las cosas que se leen. Por ejemplo, ayer leía que Jeremy Meeks, "el preso más guapo", acaba de firmar un contrato como modelo: Después, como de costumbre, nos quejaremos de que las nuevas generaciones parecen haber perdido la brújula en lo que respecta a los valores éticos y andan bastante confundidos. Pero, ¿es que alguien se ha parado a pensar en el mensaje que les estamos enviando con este tipo de comportamientos? Por desgracia, hace ya mucho tiempo que los valores y principios son lo de menos. Lo único que parece importar es la fama y, sobre todo, la rentabilidad económica (de hecho, casi podríamos decir que la fama misma sólo parece importar en tanto que fuente de ingresos). Pero, repito, ¿qué mensaje estamos enviando a las jóvenes generaciones? ¿Acaso no les estamos diciendo con los hechos (que, no olvidemos, importan mucho más que nuestras palabras) que fama, dinero y apariencias son lo único que importa? ¿Cómo nos sorprende, entonces, que la más absoluta confusión moral parezca prevalecer en nuestras sociedades? {enlace a esta entrada} [Wed Jul 2 16:47:23 CDT 2014]Esta mañana, mientras echaba un vistazo a lo que la gente había subido a Facebook, me encontré con una interesante gráfica de World Bank Education Statistics mostrando los países que obtuvieron mejores resultados en el Informe PISA de 2012 en su apartado de ciencias: Se pueden escribir muchas cosas sobre el tema, pero lo que más me llama la atención a mí es precisamente el hecho de que entre los países que se encuentran a la cabeza nos encontramos con una buena diversidad de métodos pedagógicos y educativos. Así, mientras que puede pensarse que Finlandia, Liechtenstein o Alemania quizá cuenten con métodos pedagógicos bien modernos, se sabe también que Singapur, Japón o Vietnam se adscriben más bien a las metodologías tradicionales. Lo mismo puede decirse, por cierto, con respecto a los recursos económicos con que cuentan estos países para comprar el equipamiento científico que permita a los chavales realizar experimentos científicos de primera mano. Así pues, cabría preguntarse acerca de las razones por las que, pese a todo esto, países como Singapur, Vietnam o la ciudad china de Shanghai puedan situarse a la cabeza y muy por delante de países desarrollados que cuentan con muchos más medios materiales y aplican métodos pedagógicos mucho más avanzados. ¿Quizá ha llegado el momento de elaborar otras hipótesis bien alejadas de las que manejamos habitualmente (esto es, que el rendimiento se debe a los métodos pedagógicos, la calidad del profesorado, el equipamiento con que se cuente en los laboratorios escolares o el presupuesto dedicado a educación)? A la vista de los resultados, parece que sí. Sin embargo, uno duda mucho que vaya a suceder. Después de todo, estos asuntos se usan constantemente como arma arrojadiza en debates políticos en casi todos sitios. Por desgracia, el interés por conocer los hechos de una manera objetiva (y, paradójicamente, científica) es más bien escaso. {enlace a esta entrada} [Tue Jul 1 20:15:42 CDT 2014]El diario El País publicaba ayer un artículo con 33 citas que anunciaban la muerte de la novela entre 1902 y 2014. Ahí van algunas que me han parecido bien interesantes: Parece claro que, en líneas generales, la opinión es que estamos, esta vez sí, ante la última y definitiva muerte de la novela. No sé, la verdad. Yo no lo tengo tan claro. Hemos "matado" a la novela muchas veces ya, pero ahí sigue, vivita y coleando. Sencillamente, nos gustan demasiados las historias. Nos gusta contarlas y que nos las cuenten. Cierto, hoy en día hay otras formas de contar historias que son, para colmo, mucho más llamativas y entretenidas. Y, sin embargo, sigo viendo a mucha gente que prefiere sentarse con calma a leer una historia bajo un árbol o en la playa. No creo que eso desaparezca. O quizá es que prefiero pensar que no desaparecerá. {enlace a esta entrada} [Tue Jul 1 19:57:46 CDT 2014]La revista estadounidense Wired publicaba recientemente un artículo titulado Fantastically Wrong: American Greed and the Harebrained Theory of 'Rain Follows the Plow' que me llevó a pensar en un engaño similar en el que quizá hayamos caído durante el último siglo y medio, aproximadamente. El artículo en sí trata de una teoría que llegó a contar incluso con apoyo de un buen número de científicos allá a mediados del siglo XIX y que afirmaba con convencimiento casi absoluto que la extensión de las explotaciones agrícolas en el Oeste americano parecía atraer a las lluvias, con lo que no había más que continuar arando más y más terrenos para beneficiarse del maná caído del cielo. Se trataba, obviamente, de mera pseudociencia. Pero, eso sí, de una pseudociencia que embelesaba a propios y a extraños precisamente por las promesas que conllevaba de un futuro repleto de riquezas. En otras palabras, que respondía precisamente a una de las mayores flaquezas de la naturaleza humana: la necesidad de que, de una u otra forma, nos tranquilicen y despejen nuestras dudas sobre un futuro en realidad bien incierto. El resto de la historia ya lo conocemos, al menos en lo que respecta al asunto del Oeste americano. Resulta que los excesos de esa época llevaron precisamente a una de las mayores crisis naturales del continente cuando la erosión de las tierras causadas por unas prácticas agrícolas irresponsables acabaron por erosionar la capa superior de tierra y arrasar millas y millas con oscuras tormentas de arena que arruinaron a buena parte de la población. Pues bien, ¿por qué digo que me parece bien posible que hayamos estado cayendo en un engaño similar durante el último siglo y medio o así? Pues porque nos hemos repetido una y mil veces que toda la riqueza que hemos ido generando durante décadas y décadas (sobre todo a partir del final de la Segunda Guerra Mundial) se debe a nuestra extraordinaria inteligencia y a la pócima milafrosa del sistema de libre mercado cuando, en realidad, me parece más que probable que se deba al uso y abuso de los combustibles de origen fósil y, en líneas generales, a la auténtica rapiña a que hemos sometido al medio ambiente. En otras palabras, que la riqueza con que contamos la tenemos como quien dice de prestado, aunque no nos lo queramos creer. Como suele suceder, somos lo suficientemente engreidos como para pensar que se debe todo a nuestra enorme inteligencia y capacidad de trabajo. El despertar será, me temo, bien duro, como lo fue el de aquella ingenua expansión por el Oeste americano. {enlace a esta entrada} |