[Mon Apr 28 17:34:17 CDT 2014]

Hace unos días leí un artículo publicado en la revista estadounidense New Republic sobre unos estudios que parecen demostrar que quienes hablan varias lenguas pueden llegar a mostrar diferentes personalidades dependiendo del idioma que usen en cada momento:

Ervin [Susan Ervin, a sociolinguist who first studied this phenomenon] then analyzed the stories, looking at the different themes incorporated into the narratives. When she compared the two sets of stories, she identified some significant topical differences. The English stories more often featured female achievement, physical aggression, verbal aggression toward parents, and attempts to escape blame, while the French stories were more likely to include domination by elders, guilt, and verbal aggression toward peers.

El problema, por supuesto, está en ver si se trata de algo asociado a la lengua como tal o, por el contrario, al contexto sociocultural en el que se desarrolla o, incluso, al contexto en que se aprende el idioma. Nada de eso queda claro, me parece, en la noticia. Se nos explica que se da una correlación, pero no a qué pueda deberse. De esta forma, se deja prácticamente a la imaginación del lector, lo cual siempre está lleno de peligros. Por ejemplo, entre la gente que conozco se ha ido extendido la idea de que quizá pueda deberse a que, efectivamente, los idiomas lleven consigo algún tipo de mentalidad que no puede siquiera separarse de la lengua. Lo uno va con lo otro, vamos. Guste o no guste. Esto, me temo, resulta muy atractivo, sobre todo porque ya hay un buen número de tópicos y estereotipos sobre tal o cual nacionalidad, tal o cual lengua.

Sin embargo, yo tiendo a pensar que, si de hecho se da alguna correlación, puede deberse más al contexto en que se aprende o se usa la lengua que a cualquier otra cosa. Me explico. Si usamos el inglés profesionalmente para entendernos con otras personas en el ámbito de la tecnología o la ingeniería, tiene bien poco de extraño entonces que el idioma se asocie en nuestra mente entonces al tipo de personalidad que promueve dicho campo del conocimiento y la actividad humana. Entre otras cosas, parece bien probale que hasta nuestro vocabulario en dicha lengua esté dominado por términos relacionados con el ámbito en que lo usamos, y no otros. Si esto fuera así, entonces, no es tanto que el inglés se preste más a la tecnología y el francés más a expresar los sentimientos, sino que quienes hablan varias lenguas suelen usar uno para una cosa y el otro para la otra, pero sin que en realidad haya ahí relación de causalidad alguna. Esto, creo, es bastante más probable que no otra cosa. No obstante, como es obvio, habría que llevar a cabo algún experimento para confirmarlo. En todo caso, el artículo me parece bien interesante. {enlace a esta entrada}

[Tue Apr 22 12:40:55 CDT 2014]

Ayer leíamos en El País que un grupo de diputados socialistas franceses se han rebelado contra el plan de austeridad de Valls y Hollande. Se podrá estar de acuerdo o no con el giro que ambos han imprimido a su política económica en los últimos tiempos, pero a mí lo que me interesa resaltar es otra cosa completamente distinta. Fíjense que una noticia similar sobre los diputados del PP o del PSOE en nuestro Congreso de los Diputados sería sencillamente impensable. En Francia (por no hablar del Reino Unido) hay mayor descontrol, pero también mayores cotas de democracia (comparativamente hablando, por supuesto). Por nuestro lares lo que se estila es el ordeno y mando, el diputado empuja-botones siguiendo las consignas del jefe de grupo. Y, como no podía ser de otra manera, queda más bien poco margen para la sofisticación y, sobre todo, para la pluralidad. No hay más que pensar que en la misma noticia se nos explica que los diputados "rebeldes" han presentado un total de tres propuestas alternativas para llevar a cabo la misma reducción en el gasto. Como decía, no entro a discutir si las propuestas de estos diputados son mejores o peores que las de Hollande y Valls, pero de lo que sí que no me cabe duda alguna es de que, al menos, contribuyen a enriquecer el debate. Para eso está el Parlamento, ¿no? Mientras tanto, en nuestro país seguimos con la disciplina de siempre, piensen lo que piensen los ciudadanos, que eso sí que no parece importar demasiado. {enlace a esta entrada}

[Sun Apr 20 10:08:18 CDT 2014]

Ayer nos encontrábamos con una noticia publicada en El País sobre la desigualdad racial en el acceso a la educación en los EEUU que, me parece, viene a demostrar con claridad cuál es la raíz del problema, tanto en EEUU como en España. Según se nos explica en la noticia, aunque ya han transcurrido varias décadas desde que el Tribunal Supremo estadounidense prohibiera la segregación racial, la discriminación sigue dándose igualmente hoy en día, pese a que también se hayan hecho progresos evidentes:

Medio siglo después del fin de la vergonzosa segregación, el racismo es mucho más residual en EE UU, y han aumentado las oportunidades y el acceso de afroamericanos a cargos de responsabilidad -basta recordar la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca-, pero las desigualdades socioeconómicas entre blancos y negros se han disparado, lo que ha enquistado una discriminación más sutil pero aún muy determinante.

La educación, como etapa inicial en la vida, es sin duda el eslabón más definitorio. Las estadísticas revelan que, pese a que se ha expandido el acceso a la formación, los estudiantes negros y latinos siguen en desventaja respecto a los blancos en los factores que determinan su desarrollo educativo. Y, por ende, condicionan enormemente sus oportunidades de progreso a lo largo de la vida: es más probable que reciban una enseñanza de peor calidad, sean más castigados y abandonen sus estudios. Y por ello, gozan de menos opciones que los blancos de acceder a la universidad y aún menos a las de mayor prestigio.

Las políticas que se han venido aplicando hasta ahora, centradas en el concepto de raza, no parecen estar dando demasiados frutos. Ha habido algunos avances, sí, pero casi imperceptibles. El racismo abierto, sin lugar a dudas, está mucho menos presente en la vida cotidiana estadounidense de lo que estaba en los años cincuenta o sesenta. Eso parece evidente. El problema, sin embargo, no es el racismo declarado, sino la discriminación encubierta. Como se nos explica en la noticia, las cuotas han contribuido a aumentar el número de minorías en los campus universitarios, pero esto se ha dado sobre todo en las universidades de menor reputación. Pero es que, además, aunque el porcentaje de licenciados universitarios provenientes de familias latinas o negras se ha duplicado, lo mismo ha sucedido con las familias blancas. O, lo que es lo mismo, que más que de un avance en la lucha contra la discriminación se trata de un avance de la sociedad en general del que, por lo menos, las minorías no se han quedado descolgadas.

En cualquier caso, lo que me parece fundamental es lo siguiente:

En el ámbito universitario, la brecha de abandono es aún más acentuada para los negros. En las carreras de cuatro años, se estima que es del 37% en blancos, 48% en hispanos y 60% en negros. Además, cuanto más bajo es el nivel del centro, mayor es el abandono. El experto Yeado lo atribuye a dos factores interrelacionados: el menor bagaje académico con el que suelen empezar la universidades y sus aprietos económicos. Los alumnos de bajos recursos tienden a tener que tomar clases de refuerzo, que les suponen un coste extra y que, por tanto, hace que tengan menos dinero -procedente en parte de las ayudas públicas que reciben- para pagar el resto de asignaturas regulares. En paralelo, esto provoca que avancen más lentamente durante la carrera, por lo que se pueden desmotivar y optar a la postre por abandonar.

"Los estudiantes de bajos ingresos y de color sufren una combinación de factores que desatan la tormenta perfecta", lamenta. Por ello, insta a la Administración a aumentar la dotación de ayudas y a los alumnos que necesitan más dinero a optar únicamente a préstamos del Gobierno porque ofrecen mejores condiciones que los de los bancos, y se ha demostrado que cuantos más préstamos piden para poder pagar las asignaturas menos posibilidades tienen de completar la carrera. En resumen, la clave, insisten los expertos, consiste en poner el foco en las barreras que enquistan la disparidad racial, pero medio siglo después del fin de la segregación el avance es desesperadamente lento.

En otras palabras, que la raíz última del problema no es racial, sino socioeconómica. O, para entendernos, de justicia social, de desigualdad económica. He ahí la "bicha" que nadie quiere mentar. En este capitalismo postmoderno, concienciado, donde tanto esfuerzo hacemos por mostrar que nos preocupamos por los más necesitados y por el medio ambiente, donde ser "verde" está super-requete-bien visto, no nos gusta hablar de lo que subyace a los problemas: la desigualdad económica. Preferimos obviarlo y concentrarnos, en su lugar, en los asuntos "identitarios". Y, sin embargo, hasta que no hagamos algo respecto a ese asunto que en realidad está en la raíz de muchos de los problemas que afrontamos, se avanzará bien poco. {enlace a esta entrada}

[Sun Apr 20 09:53:05 CDT 2014]

Hace un par de días leí un artículo del escritor mexicano Jorge Volpi en el que describía a Jorge Luis Borges y al recientemente fallecido Gabriel García Márquez como "nuestro Apolo y nuestro Dioniso", respectivamente. Me pareció bien interesante. Ahi van tres párrafos:

A la distancia no podrían parecer más contrarios, más distantes. De un lado, el escritor ciego y puntilloso, tan acerado como melancólico, hierático hasta casi fungir como profeta, dueño de un sutilísimo humor aún malentendido, el hombre cercano —a su pesar— a la derecha, el vate unánimemente venerado que jamás recibiría el Nobel. Del otro, el escritor jacarandoso y bullanguero, tan dotado para desenrollar la sintaxis como para reconducir los mitos, sonriente hasta convertirse en amigo de todas las familias —esas que sin conocerlo hoy sin pudor lo llaman Gabo—, el hombre cercano a la izquierda y a Fidel Castro, el bardo unánimemente adorado que recibió el Nobel más joven que ningún otro en América Latina.

Sí: en lontananza encarnan vías antagónicas. Borges es, evidentemente, el apolíneo. El escultor que pule cada arista y cada ángulo. El prestidigitador que obsesivamente trastoca cada adjetivo y cada adverbio. El criminal que siempre esconde la mano. El modesto anciano que odia los espejos y la cópula y sin embargo multiplica los Borges a puñados. El detective que en su búsqueda esconde que al mismo tiempo es el criminal. El filósofo nominalista y el físico cuántico que se pierde en la Enciclopedia. El autor de las paradojas y bucles más aventajado desde Zenón. García Márquez es, en cambio, el dionisíaco. El torrencial demiurgo de genealogías y prodigios. El audaz dispensador de metáforas y laberintos de palabras. El cartógrafo de la jungla y el cronista de nuestra circular cadena de infortunios. El ídolo sonriente que trasforma la Historia —y en especial la sórdida trama colombiana— en mil historias entrecruzadas, tan tiernas y atroces como inolvidables. El bailarín que, al conducirnos a la pista, nos obliga a seguir su hipnótico ritmo a rajatabla. El sagaz escriba que se burla de los tiranuelos con los que tanto ha convivido. El desmadrado cuentero que finge no seguir regla alguna fuera de su imaginación, excepto que las que él mismo se —y nos— impone.

Apolo y Dioniso. Y sin embargo estas dos vías, como ya apuntaba Nietzsche, no son excluyentes sino complementarias. Las dos mitades del mundo. De nuestro mundo. Para empezar, García Márquez no hubiese escrito como García Márquez sin aprender de Borges, su predecesor y su maestro. Y Borges no habría encontrado mejor continuador que este discípulo rejego, dispuesto no a copiar sus trucos o su doctrina sino a usarlos en su provecho para huir de la Academia y fundar una nueva, exitosísima escuela, el realismo mágico. Ninguno tiene la culpa, por supuesto, de su ingente legión de copistas: sus invenciones resultaban demasiado deslumbrantes como para que cientos de salteadores de caminos no quisieran agenciárselas.

Me pareció una lectura interesante de ambos escritores. Yo, por mi parte, he de reconocer que, pese a que por afinidades ideológicas quizá debiera sentirme más cercano a Gabo, nunca leí sino algunos de sus cuentos (y no necesariamente los más importantes) en tanto que sí he leído bastante más a Borges. Supongo que es más mi estilo... no de escritura (¡por Dios, no!) sino de lectura. Al fin y al cabo, uno no es más que un aspirante a intelectual de baja estopa. Ni que decir tiene que recomiendo fervientemente la lectura de ambos. Pero, en cualquier caso, llama la atención que, efectivamente, como afirma Volpi, esos dos escritores pueden considerarse en buena parte los definidores de la literatura en lengua española del siglo XX, y ambos nacieron en Latinoamérica. Hace ya mucho tiempo que nuestra lengua dejó de ser exclusivamente nuestra, aunque no estoy yo tan seguro de que lo hayamos internalizado por completo. {enlace a esta entrada}

[Thu Apr 17 12:39:10 CDT 2014]

Quienes seguimos lo que pasa en España y Andalucía nos levantamos ayer con la noticia de que el Ministerio del Interior está ahora investigando un posible fraude en cursos de formación en Andalucía. Se trata de algo parecido a lo que ya se destapó en la Comunidad de Madrid. También aquí, como en aquel otro caso, están implicados "emprendedores" del tres al cuarto ("listillos" se les llamaba no hace mucho) que aprovechan sus contactos con altos cargos de la Administración (autonómica en este caso) para llenarse los bolsillos. En fin, la picaresca de siempre (que, no nos engañemos, también se da en otros países). Lo que me preocupa no es la noticia en sí, sino más bien que cada día se leen varios titulares similares. La gente está ya hasta la coronilla. El hartazgo de los políticos y la política es tan generalizado que, me temo, cabe la posibilidad de que el nivel de abstención en las elecciones europeas de mayo (y quizá más allá) sea altísimo, quizá superando la barrera del 50%. La gente ya no cree en las instituciones, y eso es bien peligroso. De ese paso a la aparición de populismos xenófobos, demagogias y extremismos de todo pelaje hay más bien poco. Lo mismo no nos damos cuenta hasta que sea demasiado tarde para desandar lo andado. En este sentido, me parece increíble que los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) ni siquiera se hayan atrevido a entablar un mínimo diálogo para reformar las cosas. Más bien al contrario, parecen estar comportándose con la misma miopía de la que hicieran gala los partidos del turnismo poco antes de la implantación de la Segunda República. ¿Es ya demasiado tarde? Pues lo mismo. Pero, de todos modos, harían bien populares y socialistas en reflexionar sobre estas cosas. {enlace a esta entrada}

[Thu Apr 17 12:24:16 CDT 2014]

Ayer, mientras echaba un vistazo a las noticias publicadas por el diario El País, me encontré con una que nos informaba que el secretario de Juan Pablo II ha sacado a la luz los diarios que el Papa ordenó quemar en su propio testamento. Ciertamente, la decisión del secretario es éticamente dudosa. Pero, no obstante, nos ayuda a entender mejor la figura del Papa polaco. Por ejemplo, según se nos cuenta en la propia noticia:

Ya en materia, pese a lo engorroso de la lectura de un material entregado casi en bruto por los editores, lo que queda de la lectura es el Wojtyla de siempre: un pontífice madurado en el frío del telón de acero que tenía una visión apocalíptica del mundo y de su iglesia. Así, dice no creer en el ecumenismo ni la unidad de las iglesias; recela sin contemplaciones del Islam; remacha con frecuencia la necesidad de preservar el celibato obligatorio de los sacerdotes; insiste en que el poder de la Iglesia (que confunde con el poder de Dios) está por encima de todos los demás poderes; insinúa algún mandoble, sin especificarlo por sus prisas, contra los teólogos de la liberación, contra Lutero, contra Hans Küng y contra todo lo que huela a modernismo (y todos los otros ismos), y no dice ni palabra sobre la crisis de su confesión ni sobre el papel de su clientela más importante, las mujeres.

Pero no todo es combate o suspicacia en este hombre atormentado porque su poder, que creía absoluto, no lograba cambiar el rumbo de una crisis que sabía profunda. Tomemos esta cita a Paul Claudel: "Los cristianos salen de misa como si fuera un funeral en vez de un encuentro con el Resucitado". Es optimista, por ejemplo, al valorar el ímpetu evangelizador de sus nuevos movimientos y, lo más enternecedor, es optimista consigo mismo, de la mano de los grandes pensadores del siglo XX, sobre todo los franceses Bernanos, Maritain, Bergson, Mauriac, Guiton, incluso Sartre, pero también los italianos Guardini y Papini, el suizo Hurs von Balthasar, y frecuentes recuerdos a Dostoievski y Tolstoi. Pero son nombres que le vienen a la cabeza cuando está tomando notas, sin que diga, casi nunca, porqué los trae al texto.

Un detalle tierno son sus recuerdos, aquí sí que concretos, a santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, los arriesgados reformadores carmelitas de hace quinientos años. Tema, casi siempre: el amor a Dios (qué poco habla de Jesús este libro). "Al atardecer de tu vida te examinarán de amor", apunta Wojtyla el 15 de marzo de 1985. Un año antes, el 12 de marzo, había dicho, hablando del infierno: "El infierno es no poder amar más". Cuatro años más tarde, Wojtyla completó esa idea corrigiendo a fondo la cartografía del más allá: ni el cielo, ni el infierno ni el purgatorio son lugares concretos en algún rincón del universo, proclamó en sendas homilías, sino "estados de ánimo (de ausencia de Dios, el infierno; de presencia en Dios, el cielo, y de espera, el purgatorio". En esto sí que fue revolucionario.

Son todos, me parece, interesantes resquicios por los que observar y conocer mejor a un personaje que significó tanto en el último cuarto del siglo XX. Eso sí, es bien cierto que no parece que haya sorpresa alguna. Después de todo, ya conocíamos su obsesión por el anticomunismo, su tradicionalismo casi reaccionario, sus tendencias autoritarias y su firme oposición a cualquier forma de modernismo, incluyendo el que pretende dar mayor protagonismo a la mujer dentro de la institución eclesial. Si acaso, hay dos asuntos mencionados en la noticia que me parece importante destacar: primero, el detalle de que haga continuamente llamamientos a amar a Dios, pero parezca olvidarse de la figura de Jesucristo (siempre más cálido, más cercano, más humano y, sobre todo, más identificado con el sufrimiento de los más pobres); y, segundo, la cita de Paul Claudel, que sigue siendo igual de relevante hoy en día que cuando él mismo la escribió. Se mire como se mire, guste o no guste, la verdad es que demasiados cristianos ven su fe como una especie de mazo con el que golpear a los demás en la cabeza, como un dogma que les confirma en sus posiciones, en lugar de subrayar el mensaje de paz, amor y compasión que envió Jesucristo. Esto es, creo, precisamente lo que el Papa actual quisiera cambiar. Ya veremos cómo le va. {enlace a esta entrada}

[Fri Apr 4 11:26:34 CDT 2014]

Hace ya un par de días que la noticia de que el rapero Pablo Hasél había sido condenado a pena de cárcel por hacer apología del terrorismo en la letra de algunas de sus canciones levantó algo de polvareda entre ciertos sectores progresistas españoles. Como en otros casos, se alega que la pena es en realidad un ataque a la libertad de expresión del artista. Lo siento mucho, pero discrepo de quienes defienden a Hasél en este caso. La libertad de expresión, como cualquier otra libertad, también tiene sus límites. Y, en este caso, parece evidente que Hasél los ha traspasado de manera clara al incluir en sus letras llamamientos tan evidentes a la comisión de delitos como el pedir que le claven un piolet en la cabeza a José Bono o que hagan explosionar el coche de Patxi López, entre otras "lindezas". Se pueden defender todas las ideas que se quiera, pero no hacer un llamamiento a que se cometan crímenes. Si a alguien le cabe duda alguna al respecto, no tiene más que preguntarse qué sucedería si, en lugar de solicitar que se mate a José Bono, a Aznar o a Patxi López en sus letras, el "bueno" de Hasél hubiera pedido que se hiciera lo mismo con algún negro, judío o inmigrante. Seguro que muchos de quienes le defienden en estos momentos no estarían dispuestos a aceptar que tamaña insensatez quedara impune. Por favor, dejemos de ver estas cosas con el sectarismo de costumbre y hagamos un esfuerzo por ser mínimamente objetivos. Ideas puede defender las que quiera, pero no hacer llamamientos claros y evidentes a que asesinen a alguien. Al hacer precisamente eso, Hasél ha traspasado la raya de lo que puede considerarse aceptable en una sociedad democrática. {enlace a esta entrada}