[Tue Dec 31 09:38:51 CST 2013]

El diario El País publica hoy un artículo de opinión de José María Calleja titulado De paz por presos, a paz por nada que contrasta la situación del terrorismo etarra a principios de los años noventa y ahora:

Hubo un tiempo, primeros noventa, en el que los presos de ETA reivindicaban su derecho a cumplir íntegras sus condenas. Un tiempo de grasiento dominio de lo colectivo, en el que las soluciones individuales eran traición. Un tiempo de calor de establo, cuando creían aún en la victoria, y los presos de la banda soñaban con una amnistía trounfal y para todos a la vez.

Los abogados de la banda decían a los presos que se negaran a acogerse a las vías individuales de redención de penas, que les hubieran puesto en la calle sin agotar la condena. El miedo que ETA sembraba en toda España a base de asesinatos, también paralizaba a los presos disidentes, que no se atrevían a salir del rebaño por temor a que la banda les asesinara —como le ocurrió a Yoyes— o por miedo a sufrir rechazo social al volver al pueblo, unidad de medida de pureza revolucionaria.

(...)

La reciente declaración del colectivo de presos etarras supone un certificado explícito de la derrota de la banda. Dos años después de que la dirección de ETA anunciara, en octubre de 2011, que no se producirían más asesinatos y asumiera su derrota, lo hacen ahora sus propios presos. Posiblemente, esta declaración se produce también porque hoy la banda está encarcelada y solo unas decenas de etarras están en la calle, esperando a ser detenidos.

ETA ha pasado, en pocos años, de negarse a aceptar paz por presos, porque exigía la independencia y creía que la lograría doblegando al Estado, a la paz sin libertad para los presos. Medio millar de miembros de ETA siguen en la cárcel sin que ETA haya logrado ni uno solo de sus objetivos. Ni uno.

Todo ello bien cierto, me parece. Si acaso, creo que habría que añadir un par de reflexiones. La primera la hago desde la más estricta honestidad intelectual, pues implica reconocer que uno mismo estaba equivocado. Allá a mediados de los ochenta y principios de los noventa, yo me encontraba entre quienes estaban convencidos de que la única solución posible al terrorismo etarra pasaba por una negociación a varias bandas. Después, justo es reconocerlo, José María Aznar y sus gobiernos, demostraron que estábamos equivocados. Era posible derrotar a ETA con una combinación de medidas políticas y represivas. La segunda reflexión, algo más actual, me lleva a subrayar que el nacionalismo catalán, sin hacer uso de la violencia, se ha acercado mucho más al objetivo de la independencia de lo que el País Vasco nunca alcanzó, a pesar de los asesinatos y las bombas. Quizá algunos en el seno de la izquierda habrían de considerar hasta qué punto la lucha armada como método de presión es efectivo, sobre todo ahora que vuelven a oírse los cantos de sirena de la revolución. {enlace a esta entrada}

[Tue Dec 31 09:11:37 CST 2013]

Leemos hoy en El País que los emigrantes envían a España más dinero que nunca en un trimestre. Y es verdad, pero, como suele suceder, a la noticia le podemos dar distinto enfoques que vienen a cambiar sustancialmente su significado. Eso sí, conociendo el afán tan español por echar mano de la autoflagelación, así como la aparente depresión nacional que nos aqueja en estos momentos, no extrañan nada ni el titular ni tampoco el comienzo de la noticia:

Los brotes verdes que han aparecido en algunos rincones de la economía tienen en muchos hogares acento extranjero. Los emigrantes españoles enviaron a su país entre junio y septiembre 1.643 millones de euros. Es más dinero del que se había remitido en un solo trimestre antes, al menos según la serie que recopila el Banco de España, que comienza en 1990.

O sea, que la serie tampoco se extiende tanto el tiempo, la verdad. Son apenas 23 años lo que, aunque cueste trabajo concebirlo, no es mucho tiempo en términos históricos, políticos, sociales o económicos. Más importante aún, la serie estadística no se remonta a los "años dorados" de la emigración española, que tampoco sucedió hace tanto, pues la vivió la generación de mis padres.

En cualquier caso, la noticia desprende un cierto tufo negativo muy en consonancia con el pesimismo que se ha ido adueñando de los españoles estos últimos tiempos. Eso sí, al final del todo, en los dos últimos párrafos, nos encontramos con unos cuantos comentarios que no cuadran del todo:

Las cifras comunitarias colocan a España como el tercer país de la Unión Europea que más remesas recibió en 2012, solo por detrás de Francia e Italia. La emigración ha crecido en paralelo al vertiginoso aumento del paro, que en España afecta a má de una cuarta parte de la población activa. Aunque es complicado concretar una cifra exacta de españoles que han decidido probar suerte fuera, según la estadística de variaciones residenciales del INE el año pasado 56.392 personas con nacionalidad española se dieron de baja de sus padrones municipales porque se iban al extranjero. A estos, habrí que sumar los que no han acudido a modificar legalmente su lugar de residencia.

Un repaso a las estadísticas de las remesas en España durante las últimas décadas permite esbozar los cambios migratorios que ha vivido el país. En los noventa, cuando España todavía no era un país atractivo para los extranjeros en busca de trabajo, los trabajadores enviaban desde este país fuera de las fronteras el equivalente a solo 22,1 millones de euros, frente a los 296 millones que recibían. Tras un crecimiento lento pero continuo, el punto de inflexión llegó en 2004: por primera vez en España los trabajadores enviaban fuera más dinero (1.179 millones) del que se recibía en concepto de remesas (1.020 millones). Pero la crisis ha vuelto a girar las tornas, y ahora los envíos de dinero en ambas direcciones están prácticamente equilibrados.

En algún otro lugar de la noticia leemos que durante la primera mitad de 2013 un total de 259.227 personas abandonaron el país, pero el 85% de ellas habían nacido en el extranjero. O sea, que, pensándolo bien, los datos que aporta la propia noticia nos indican lo siguiente: primero, hasta 2004 (¡2004!), la cantidad de dinero que se recibía en concepto de remesas enviadas por los emigrantes españoles en el extranjero superaba a la que salía de nuestro país (vamos, que tampoco hay que remontarse demasiado en el pasado para conocer una situación como la actual, al menos en este aspecto); segundo, el 85% de quienes abandonaron el país en la primera mitad de 2013 no habían nacido en el país (esto es, se asume que eran inmigrantes que decidieron retornar a sus respetivos países debido a la recesión económica que nos azota); y, tercero, según estadísticas de la UE, tanto Francia como Italia reciben más remesas que España. En fin, que no es que se alegre uno de leer estas cosas, pero que tampoco parece que sea el fin del mundo, como el titular y el primer párrafo de la noticia parecen dar a entender. Como ya he dicho otras veces, los españoles nos regodeamos con las malas noticias. Respiramos negativismo, pesadumbre y complejo de inferioridad. No voy a ser yo quien niegue que los problemas que tenemos planteados son bastante serios, pero de ahí a entrar en la espiral depresiva en la que nos quieren sumir los medios media un abismo. No, no somos los reyes del mambo, pero tampoco el culo del mundo. {enlace a esta entrada}

[Sat Dec 28 10:21:34 CST 2013]

Echándole un vistazo a la prensa esta mañana me encuentro con la Carta de un economista a Rajoy, escrita por José Carlos Díez, en la que se nos presentan varios argumentos más que razonables para evitar el triunfalismo ramplón de que viene haciendo gala nuestro Presidente últimamente. La verdad es que los argumentos y razones expuestas por el autor del artículo son bien claros: el número de parados registrados en el INEM no desciende tanto porque la economía esté mejorando como porque muchos han dejado de buscar empleo y otros se han marchado al extranjero; el déficit de la Seguridad Social no cesa de subir, lo cual puede plantear serios problemas a corto y medio plazo; las empresas están destruyendo empleos estables de personas mayores de 45 años y sustituyéndolos por empleos a tiempo parcial y precarios para gente joven, lo cual no es precisamente una receta para la estabilidad de la economía a medio y largo plazo; los ingresos fiscales están estancados y el déficit público no acaba de controlarse, a pesar de todos los recortes; la deuda pública no para de aumentar, acercándose rápidamente al 100% del PIB; la prima de riesgo ha bajado, ciertamente, pero también lo ha hecho en los otros países de la periferia europea, por lo que se hace difícil justificar que se deba en realidad a las políticas aplicadas por el Gobierno; las exportaciones, que mejoraron durante un par de meses la pasada primavera, parecen haberse estancado otra vez; la reforma bancaria cojea y no acierta a facilitar el flujo de crédito a las familias y pequeñas empresas; etc. En fin, que, tras varios años de una demoledora política de recortes, la cosa no parece estar mejorando. Díez finaliza su artículo con los siguientes comentarios:

Retrasar el ajuste fiscal nos ha permitido salir de la recesión, pero no compensa los efectos devastadores sobre el empleo y la deuda pública de su ajuste de 2012. EEUU ha demostrado que hay vida después de una crisis de deuda. Pero hace falta un buen diagnóstico y una política adecuada. Tras su discurso es evidente que tiene un error de diagnóstico y eso complica significativamente la salida de la crisis.

Necesitamos crecer mucho más, depreciar el tipo de cambio, provocar inflación moderada, aumentar la inversión, incrementar la recaudación fiscal y reestructurar deudas de familias y empresas para estabilizar la restricción de crédito. A la vez habrá que resolver la tragedia griega, portuguesa, chipriota, eslovena, irlandesa, etcétera. Si su política económica y la europea no cambian radicalmente, despediremos 2014 con menos población, menos crédito, más deuda y más pobreza.

Ya he escrito sobre este tema en otras ocasiones, pero vuelvo a hacerlo. EEUU no ha demostrado "que hay vida después de una crisis de deuda", sino que se ha limitado a imprimir moneda para comprar deuda en un intento desesperado de reflotar la economía. Los activos de la Reserva Federal (esto es, la deuda que ha comprado imprimiendo billetes) casi se ha cuadruplicado en los últimos años. ¿Cómo va a poder deshacerse de esa deuda? ¿Quién la va a comprar? Mientras tanto, la deuda pública estadounidense no para de crecer y el déficit está fuera de control. Y, por si todo esto fuera poco, los políticos no son capaces de meterle mano al sistema de pensiones, que es auténticamente insostenible, ni tampoco a servicios como Medicaid o Medicare, los salarios llevan estancados muchísimo tiempo en términos reales (desde principios o mediados de la d´cada de los setenta) y el endeudamiento de las familias es un pesado fardo del que no hay manera de liberarse (de hecho, para aquellas familias que quieren que sus hijos vayan a la Universidad, no hace sino crecer al tiempo que suben las matrículas universitarias). En fin, como ya he advertido en otras ocasiones, no estoy de acuerdo con la idea (tan extendida en Europa, parece) de que EEUU haya logrado solventar la crisis de la deuda. Si acaso, lo único que sí ha hecho ha sido aplazar las medidas más dolorosas durante unos años más tirando de chequera (esto es, incrementando aún más la deuda, que fue precisamente la chispa que hizo saltar todo por los aires en 2007). Pero ese endeudamiento habrá que pagarlo tarde o temprano. {enlace a esta entrada}

[Tue Dec 24 14:43:00 CST 2013]

Parece que el anuncio de Campofrío para esta Navidad, protagonizado por Chus Lampreave, se ha convertido rápidamente en uno de los temas más controvertidos en las redes sociales.

Mezclando la sorna con la melancolía (el patio está como está), el anuncio nos muestra un mercadillo de las nacionalidades donde la gente puede elegir hacerse extranjero para así poder mejorar. Sin embargo, la conclusión final es que "uno puede irse, pero no hacerse".

Como es lógico, ha habido reacciones de todo tipo. Pero, por lo que parece, un buen número de españoles ven el anuncio como una españolada de mal gusto, en la que se da a entender que ser español es "lo mejor del mundo" y se cae en el ombliguismo conformista de costumbre. Y, la verdad sea dicha, creo que el anuncio puede verse así, sin lugar a dudas. Eso sí, me da la impresión de que también hay otras formas de verlo algo menos negativas. De todos modos, no cabe duda alguna de que el anuncio de marras ha debido tocar una fibra sensible, a juzgar por la polvareda que ha levantado

Veamos. Como afirma el propio periodista de El País (ver noticia enlazada más arriba), el mensaje principal parece ser la afirmación de que uno se puede marchar a vivir al extranjero por necesidad (o por las circunstancias), pero que es bien difícil "dejar de ser" (español, se supone). Si lo reducimos a eso, he de reconocer que, en líneas generales, me parece correcto. Al fin y al cabo, son los primeros años de vida los que nos marcan m´s profundamente. Eso, creo, no se le oculta a nadie con un poco de conocimiento. La vida da muchas vueltas, por supuesto, nunca dejamos de adaptarnos, de madurar y de aprender cosas nuevas, pero, pese a todo, los años de nuestra infancia y juventud siguen siendo fundamentales. Son los que nos marcan. Por consiguiente, por mucho que vivamos en el extranjero durante décadas, seguiremos estando en buena parte íntimamente relacionados con el país (y la región, y la ciudad o pueblo) donde nacimos y crecimos. Eso es una realidad. Precisamente por eso a menudo buscamos a conciudadanos cuando estamos en el extranjero, de la misma forma que hacemos un esfuerzo por regresar a nuestro país de procedencia de cuando en cuando, seguimos las noticias que de allí nos llegan y a menudo hasta pagamos más por poder ver los mismos canales de televisión que nuestros paisanos. Y no entremos ya a hablar de nuestros platos e ingredientes favoritos. Por algo será que, se mire como se mire, en el extranjero siempre seguiremos siendo inmigrantes. Incluso en los EEUU, donde existe toda la épica de la inmigración y el mito de que "vengas de donde vengas, cuando vives aquí eres americano", la realidad dista mucho de ser así. No hay más que prestar atención al discurso para observar que alguien nacido y crecido aquí es, por supuesto, americano, en tanto que alguien que viene de fuera siempre será "chino-americano", "mexicano-americano" o "italiano-americano". El mito queda muy bonito, pero se sigue distinguiendo entre el uno y el otro.

¿A qué viene, entonces, la polémica por el dichoso anuncio de Campofrío? Se hace bien difícil encontrar las razones de fondo, pero me atrevería a afirmar que todo esto tiene algo que ver con el hondo complejo de inferioridad que arrastramos los españoles desde hace bastante tiempo. Casi pareciera que cualquier intento de mostrar orgullo nacional fuera recibido con silbidos por parte de un buen segmento de la audiencia (quizá, todo hay que decirlo, un grupo significativamente más nutrido entre la izquierda y aquellos que se identifican con el progresismo que entre las derechas de todo pelaje). Se trata de una actitud peculiar. Pero es que, además, se trata de una actitud que para nada se da en otros países que tanto admiramos. Por ejemplo, británicos, franceses y estadounidenses no parecen sentir complejo alguno a la hora de afirmar su identidad nacional. En España, sin embargo, el patriotismo tiene muy mala prensa, al menos desde el fin de la Guerra Civil para acá —conviene no olvidar que la izquierda republicana no se cortaba un pelo a la hora de hacer llamamientos en defensa de la patria contra el enemigo nazi-fascista, aunque después se abandonara toda esa imaginería y se entregara totalmente gratis a la derecha. En otras palabras, que el mismo tipo de mensaje que en el Reino Unido, Francia o EEUU (¡anda que no dan tabarra por aquí con los mensajes sobre la "especificidad americana" y lo maravillosos que son!) se ve y se acepta sin mayor problema, en nuestro país levanta una polvareda de padre y muy señor mío.

En fin, que me da la sensación de el problema de fondo es que en España no tuvimos jamás una revolución burguesa que viniera a extender los principios del liberalismo nacional. Y, por ello, unos identifican los intereses nacionales con los suyos propios, mientras que los otros siempre creen ver tras cualquier discurso más o menos patriótico el engañabobo de los poderes de siempre. O, para explicarlo de otra forma, que me temo que todavía no hemos consolidado por completo la modernización del país. {enlace a esta entrada}

[Sat Dec 21 12:50:39 CST 2013]

Sorpresas te da la vida. Hace unos días leíamos en El Mundo que la limpieza viaria privatizada es un 71% más cara que la pública:

El servicio de limpieza viaria de los pueblos y ciudades españolas tiene un coste medio de 18,01 euros por habitante, 16,23 euros si lo gestiona directamente el municipio y 27,83 euros —un 71% más— si el servicio lo presta una empresa a través de concesión o concierto con la administración.

Tal y como consta en el informe de fiscalización del sector público local del ejercicio de 2011 elaborado por el Tribunal de Cuentas, más del 80% de los municipios analizados prestan el servicio de limpieza mediante gestión directa, porcentaje que disminuye claramente en los ayuntamientos más grandes.

Nótese que no estamos hablando de una encuesta ni tampoco de un estudio realizado por una consultoría, sino de un informe del mismísimo Tribunal de Cuentas. Duda uno mucho que las diferencias sean en realidad tan abismales, pero el informe como tal merece bastante credibilidad por venir de quien viene.

Para mí, lo primero que llama la atención es el hecho de que la noticia va contra todo lo que nos han venido diciendo (repitiendo hasta la saciedad, más bien) expertos y medios de comunicación desde los años ochenta a nuestros días. Como todo el mundo sabe, la idea de que la privatización de los servicios mejorará su calidad y reducir´ su coste ha sido uno de los dogmas neoliberales desde que Margaret Thatcher y Ronald Reagan impusieran sus ideas hace varias décadas. Se trataba de un dogma de fe que nadie podía (ni se atrevía) a tocar. Bien, pues parece que no era cierto. Así lo indican los datos.

Como bien advierte un conocido mío en Facebook, estos datos hay que tomarlos, por supuesto, con un sano grado de escepticismo. Son muchos los detalles en los que habría que entrar para tener una idea más correcta y acertada de la realidad, pero nada de ello quita para que, cuando menos, aceptemos que el dogma neoliberal de la privatización no es, ni mucho menos, tan evidente como nos han dicho hasta la fecha. Mi impresión es que, como suele suceder, la realidad es mucho más rica y diversa que lo que pretenden hacernos creer desde uno u otro extremo. Lo más probable es que en algunos casos tenga sentido privatizar los servicios de limpieza viaria, en tanto que en otros no sea así. En otras palabras, que dependerá de cada caso concreto. Y, por supuesto, a la hora de analizar los números y tomar una decisión, siempre conviene tener un poco de imparcialidad. {enlace a esta entrada}

[Sat Dec 21 12:25:01 CST 2013]

Creo haber escrito sobre este tema en alguna otra ocasión pero, por si acaso lo olvidé, merece la pena mencionarlo otra vez. Está uno un poco harto ya de la eterna cantinela sobre lo malos que somos los españoles y lo maravillosos que son los demás. A lo mejor algún día lograremos sacudirnos el complejo de inferioridad que nos infectó en un momento de nuestra historia más o menos reciente pero, de momento, no parece que vaya a ser así, al menos no en el corto plazo. Por ejemplo, leyendo la noticia titulada La Marca España, en fuera de juego, sobre el expediente que Bruselas ha abierto a varios clubes de fúbol español por supuestas ayudas públicas ilegales, me encuentro con una referencia a la supuesta visceralidad que empleamos los españoles para defender lo nuestro y negarnos a aceptar nuestros errores. El periodista, ni corto ni perezoso, añade:

No ocurre lo mismo en otros países. Sería muy raro, por ejemplo, que en Estados Unidos la opinión pública hubiera defendido a Lance Armstrong después de que se supiera que ganó sus siete Tours con ayuda del dopaje. Y lo mismo ha sucedido en Italia y Francia, por poner solo otros dos ejemplos, con sus estrellas tramposas. España, sin embargo, se dividió en dos bandos cuando Alberto Contador dio positivo y políticos de todos los colores salieron en tromba a defender al chico de into antes de que la Federación Española concluyera la instrucción de su expediente.

Vayamos por partes. Que el autor de la noticia saque a colación a Italia como ejemplo en el contexto de la corrupción suena a sarcasmo. A lo mejor son algo más estrictos con sus estrellas deportivas (es un dato que ignoro), pero no hay más que mencionar el nombre de Silvio Berlusconi para echarnos juntos unas cuantas risotadas. El caso francés lo desconozco, así que no puedo decir mucho al respecto. Eso sí, el caso estadounidense que menciona sí que lo conozco de primera mano. Afirmar, como se hace en esta noticia, que la opinión pública estadounidense no defendió a Lance Armstrong cuando se le acusó de doparse es, sencillamente, no tener ni idea de lo que se habla. Peor aún, es mentir. La práctica mayoría de estadounidenses con quienes comenté el tema le degfendieron a capa y espada hasta la famosa entrevista con Oprah Winfrey en la que finalmente reconoció sus tropelías. De ahí precisamente el shock que sacudió a la sociedad estadounidense en ese momento. Pero es que es mucho peor. Al menos dos o tres conocidos aprovecharon el asunto para hacer demagogia ultraconservadora y afirmar sin más que el escándalo era "un buen ejemplo de intervencionismo estatal [la investigación estaba dirigida por las federaciones de ciclismo estadounidense e internacional] de carácter socializante para derribar a una figura que se lo había ganado todo a pulso con su esfuerzo individual en nombre de un igualitarismo que bien poco tiene que ver con la tradición americana" (?!). ¡Ahí es nada! ¡Menuda paja mental!

Por desgracia, aquí como en otros sitios, un buen número de gente (casi siempre quienes más ruido hacen) prefieren lanzar proclamas patrióticas a reflexionar sobre los asuntos. Esa es la realidad. Y, también como en todos sitios, hay excepciones y, por supuesto, una mayoría silenciosa que es más bien indiferente. Pero, por favor, ya está bien de autoflagelación. Si no paramos de repetir una y otra vez que los demás son mil veces mejores, aunque no lo sean, no hacemos sino empeorar nuestra condición. {enlace a esta entrada}

[Thu Dec 19 12:41:07 CST 2013]

Hace ya varios días que venimos leyendo en la prensa diaria noticias sobre el caso Blesa. Hoy, por ejemplo, nos encontramos en las páginas de El País con la noticia de que un informe tasó en tres millones la obra que Aznar aconsejó comprar por 54. El titular se refiere a la obra del artista (y, por supuesto, amigo de Aznar) Gerardo Rueda, la compra de cuya colección de arte estaba considerando en septiembre de 2008 Caja Madrid. Como se nos informa en la noticia:

Un detallado informe interno realizado un mes después por la Fundación Caja Madrid y remitido a Blesa por correo electrónico demostró lo sobrevalorada que estaba la oferta pictórica avalada por el expresidente: "Una vez visto y analizado, aunque de una manera ciertamente preliminar y somera el conjunto de obras ofertadas, se puede afirmar que la valoración citada está sin duda alguna muy alejada de la realidad".

Y agregaba: "En efecto, en el conjunto de piezas, lo que cabría considerar obras mayores está en abrumadora minoría y sólo unas pocas piezas pueden tener un alto valor económico. En conclusión, no parece que pueda atribuirse a este conjunto un precio remotamente próximo al solicitado, ya que un cálculo generoso no permitiría superar los tres millones de euros en el mejor de los casos".

La diferencia es, sin duda, abismal.

En todo caso, no me preocupa para nada el típico cruce de acusaciones que siempre tiene lugar entre los dirigentes del PP y del PSOE cuando este tipo de escándalos aparece en los medios de comunicación (sencillamente, me parece una completa pérdida de tiempo que no conduce a ningún sitio), pero sí que me parece mucho más importante preguntarse sobre los orígenes de este tipo de asuntos. Y, en ese sentido, combiene tener en cuenta otra noticia, ésta publicada por El Mundo, en la que se nos cuenta cómo el hijo de Aznar transmitió a Blesa el enfado mayúsculo de su padre por no comprar las obras de arte de su amigo:

"No quiero pensar que me estás hablando de tu padre y Rueda", respondió Blesa a Aznar Botella. "Puede que seas muy joven para entenderlo: algún día no te explicarás haber escrito este mensaje. Yo nunca me arrepentiré de haber actuado así, la Caja tiene sus procedimientos, no es mi cortijo. A tu padre nunca le ha decepcionado la seridad y honestidad de un amigo", le añadió a continuación.

La conversación no acabó ahí. Entonces Aznar Botella transmitió a Blesa el enfado de su padre. "Si quieres pregunta a tu amigo por el mensaje que te mandé. Te puede asegurar de que existe dolor y decepción y no tiene nada que ver con el resultado del tema ni con tus responsabilidades. Hay muchas formas de hacer las cosas y aquí por lo que parece se han hecho muy mal", le dijo.

"Por lo visto me has mandado tu mensaje después de hablar con él, me quedo perpeljo. Hacerme culpable a mí es ir muy desencaminado. Pero no quiero decir más, esto es muy desagradable. Ojalá todo quede en el olvido", le respondió Blesa para acabar la conversación.

Como comentaba, no me parece importante entrar a ver quiénes son más corruptos, si los socialistas o los populares, sino más bien reflexionar sobre algunos asuntos de fondo de los que quizá podamos extraer alguna lección. Así, por ejemplo, lo primero que me llama la atención de todo esto es el continuo chalaneo entre políticos y altos cargos de las cajas de ahorro, lo cual tiene bien poco de sorprendente cuando sabemos que a los últimos los nombran, fundamentalmente, los primeros. Ahí está, creo, una de las bases del problema. Cualquiera que haya estado implicado en política en nuestro país sabe de sobra cómo los consejos de administración de las cajas de ahorro se han venido usando durante décadas para pagar favores de todo tipo. Los consejeros no eran normalmente elegidos por su conocimiento y experiencia, sino respondiendo sobre todo a necesidades de poder (a menudo, de hecho, como moneda de cambio para conseguir apoyos en las luchas internas por el pode en nuestros partidos políticos). Es sin duda paradójico que quien se considera a sí mismo un liberal (o, cuando menos, liberal-conservador) no vea a las cajas de ahorro sino como una mera extensión de la lucha política y, peor aún, como herramienta ideal para satisfacer las necesidades económicas de los amiguetes. No acierta uno a ver la coherencia filosófica entre estas acciones y la visión que se opone al intervencionismo estatal en todas las esferas de la sociedad civil. Pero es que, además, en segundo lugar queda bien claro que nuestros políticos parecen ser incapaces de distinguir entre lo personal y lo público. El concepto patrimonialista de lo público es tal que no aciertan a ver la diferencia. Ahí es precisamente donde observa uno que la revolución liberal en realidad nunca tuvo lugar en nuestro país, por desgracia. Unos y otros, socialistas y populares, tienen un concepto intervencionista, paternalista y patrimonialista del poder. ¡A ver quién le pone el cascabel a ese gato! {enlace a esta entrada}

[Thu Dec 12 20:14:04 CST 2013]

Algunas características de la sociedad contemporánea realmente me sacan de quicio. Una de ellas es la vacuidad generalizada que distingue el discurso que uno encuentra constantemente en los medios de comunicación. Casi pareciera como si, al mismo tiempo que se han ido abandonando religiones, ideales, principios y filosofías, todo el mundo se empeñara en echar mano de grandes conceptos bajo los cuales no late absolutamente nada. Se trata de meras palabras vacías, superficie muy bien pulida, estudiadamente perfecta y atractiva para que guste a las masas, pero sin nada por detrás. Son meros decorados de cartón-piedra. Hemos oído muchos de estos discursos con motivo del funeral del líder sudafricano Nelson Mandela, sin ir más lejos. Pero no saco este tema a colación de esos discursos, sino de un par de episodios del programa Bloomberg Brink que tuve ocasión de ver con mi hijo mayor anoche. Más que un programa informativo o un documental aquello parecía un anuncio extenso y caro repleto de términos atractivos y vacíos. Todo es una "revolución", todo es un "cambio revolucionario", todo una "innovación" enormemente "creativa" que viene a poner las bases de un "futuro mejor" que vendrá a "transformar" nuestras vidas. La verdad es que se hace todo muy cansino, sobre todo cuando uno descubre que no hay nada por debajo, excepto el interés por vender y ganar un buen dinero. Se disfraza todo de espíritu revolucionario y transformador, de actitud desinteresada, pero la entrevistadora siempre hace las mismas preguntas y comentarios acerca de lo que de verdad importa: ¿se puede o no ganar dinero con esto? ¿Merece la pena invertir en ello? El beneficio es el nuevo dios, y el mercado su único profeta. Damos asco. Y el hecho de que se pretenda disfrazar todo con grandes palabras no hace sino empeorarlo.

Por cierto, que esto me lleva a otro tema que, aunque parezca que no, creo que está relacionado con la vacuidad de nuestra cultura postmoderna: la desomorfina, también conocida como krokodil. Cuando leí por primera vez acerca de esta droga en un artículo que alguien había subido a Facebook, mi primera reacción fue pensar que se trataba de un bulo. Pues no. Por desgracia, es de lo más real, como nos aclaran los investigadores de Snopes (AVISO IMPORTANTE: las fotografías que se incluyen con el artículo son bien fuertes). ¿Qué sentido puede tener una droga como ésta sino en un mundo como el nuestro, podrido hasta las entrañas? El nihilismo ha corroído el espíritu de la civilización occidental y ha succionado la vitalidad que aún nos quedaba no hace tanto. Presumimos de sofisticación y nos creemos de vuelta de todo, pero en realidad no deleitamos en la mierda y no creemos en nada. Tiene bien poco de extraño, pues, que drogas como el krokodil se extiendan como la peste. {enlace a esta entrada}

[Wed Dec 11 19:46:19 CST 2013]

Me ha sorprendido hoy no ver referencia alguna en las redes sociales al reportaje titulado ¿Quién debe ser funcionario? publicado hoy por el diario El País. Lo digo porque, a priori, le da a uno la sensación de que los autores pisan unos cuantos callos. De hecho, comienzan explicando la razón de ser del estatus del funcionario en nuestro país, que no fue creado precisamente para fomentar los derechos adquiridos ni los privilegios de nadie:

El funcionario ha sido una figura denostada, puesta permanentemente en cuestión por chister de bar y por sesudos estudios académicos, y duramente criticada en los últimos años desde posiciones que repiten una y otra vez palabras como "despilfarro" o "ineficacia". Pero la figura del funcionario se creó en España en el siglo XIX por consenson, con la convicción de que había que acabar con la práctica de que cuando llegaba un partido al poder, sus trabajadores entraban en las Administraciones, y cuando salía comenzaba de nuevo el trasiego de sustituir a unos por otros.

Conviene tenerlo bien presente, sobre todo en un país en el que, reconozcámoslo, el enchufismo sigue estando a la orden del día. Habría que comenzar por reconocer, por tanto, que al menos la figura del funcionario garantiza cierta neutralidad y estabilidad en la Administración Pública. No hay más que ver las puertas giratorias que atraviesan los "asesores" de unos y otros en todo tipo de gobierno (sobre todo en ayuntamientos y diputaciones, donde casi da la impresión de que no hay más que asesores).

Y, sin embargo, hay otros modelos. Como nos explican en el artículo en cuestión:

En Europa, hay dos grandes modelos: el que amplía el radio a muchas profesiones (como Francia o España) o lo restringe a unas pocas, como el anglosajón, donde sanitarios y docentes son empleados contratados. En 2009, los trabajadores públicos en España eran el 13,1% de la población activa, frente al 21,9% de Francia, el 26% de Suecia y el 29% de Dinamarca, según la OCDE; sin embargo, en España son funcionarios el 57% de los empleados públicos, en Francia el 73%, en Dinamarca el 36% y en Suecia solo el 1%.

O sea, que a lo mejor el otro modelo no es sólo anglosajón, pues parece que los escandinavos (tan dados ellos a las políticas intervencionistas de corte socialdemócrata y, como se menciona arriba, a contar con buen número de empleados públicos) también prefieren reducir el porcentaje de trabajadores de la Administración que disfrutan del estatus de funcionario.

En fin, que el artículo expone bastante bien los datos esenciales sobre el asunto y ofrece un sano contraste de opiniones al respecto. En mi opinión, convendría asegurar la estabilidad laboral en aquellos sectores de la Administración donde sea más necesaria la imparcialidad (por ejemplo, en la judicatura y la inspección), pero no acierto a ver qué necesidad hay de extender esos privilegios al personal sanitario o docente (con la excepción, quizá, del profesorado universitario por aquello de la libertad de cátedra, aunque incluso en ese ámbito creo que hemos avanzado lo suficiente para que ya no sea necesaria protección especial). Eso sí, los intereses creados contra los que habría que luchar para llevar a cabo dicha reforma serían bastante poderosos. No obstante, creo que se trata de una más de las muchas reformas en profundidad que nos van haciendo falta si queremos ponernos al día. En esto, como en tantos otros asuntos, estoy convencido de que lo que necesitamos no es tanto una revolución como una reforma en profundidad, quizá la ruptura democrática que no se pudo llevar a cabo durante los años de la Transición por razones obvias. Echo de menos un partido reformista radical (que no extremista) en nuestro país, algo que hoy por hoy no pueden representar ni el PSOE (que en su momento sí que representó precisamente esto, en los años del cambio, pero que ahora está demasiado atado a los intereses corporativos de sus propios militantes profesionalizados en la actividad política), ni tampoco el PP (demasiado encadenado a los intereses de las viejas élites del país y a los sectores sociales más reaccionarios, que todavía pesan como una loza en sus decisiones). Estoy convencido de que algo como el CDS de antaño vendría como agua de mayo, aunque le haría falta sin duda mucho más apoyo para marcar diferencia alguna en la sociedad y en las instituciones. UPyD, sin embargo, no es lo que tengo en mente. Andan demiasiado obsesionados con el asunto de las autonomías, la descentralización y los nacionalismos, por no hablar de poco empeñados en mostrar nuevas formas en lo que respecta a la transparencia y la democracia interna. {enlace a esta entrada}

[Tue Dec 10 16:26:50 CST 2013]

Como suele suceder, muere alguien y los medios de comunicación se lanzan a la loa permanente y la mitificación, aunque sea a costa de tergiversar, manipular y simplificar. Lo que importa, claro, es vender. Viene esto a cuento de las cosas que se leen y se oyen a raíz del fallecimiento de Nelson Mandela. Como acertadamente afirma César Calderón en su bitácora, estamos asistiendo al "proceso de santificación cívica de Nelson Mandela". De buenas a primeras, están convirtiendo al viejo luchador que no dudó en apostar por la lucha armada en su momento en un santón de la no-violencia al estilo de Gandhi. Y, como señala Calderón, todo este proceso parece algo sospechoso, precisamente por la unanimidad:

No creo que sea algo inocente, ya que es una universalización que trata de despojarle de su perfil político y convertir su poderosa carga reivindicativa y de liberación de los oprimidos en algo parecido a un meme con fondo de gatitos.

Nelson Mandela no fue un ser etéreo ni angélico, sino un político que se jugó la vida por sus ideales, un hijo de su tiempo que combatió la sudáfrica [sic] racista con todas las armas a su alcance.

Un líder que abrazó la lucha armada contra el régimen racista de Pretoria, profundo admirador de Fidel Castro, fundador y líder del Umkhonto We Sizwe una organización armada —y declarada terrorista por EEUU— que cometió atentados que costaron la vida decenas de personas —niñso incluidos— en su país, lo que impidió que figurase en el registro de presos políticos de Amnistía Internacional.

Y finalmente un estadista al que admiro profundamente, que a partir de su llegada al gobierno sabe ser el presidente de todos los sudafricanos, incluso de aquellos que no le votaron y buscar consensos como solo sabe hacerlo quien se lo ha jugado todo en defensa de sus ideas.

Quien lo dude, no tiene más que leer el discurso que Nelson Mandela diera ante el Tribunal Supremo de Pretoria en 1964, donde explica bien claramente las razones que le llevaron a apostar por la vía de la lucha armada. Por cierto, que no estaría de más reflexionar sobre los comentarios que hace Mandela en dicho discurso acerca del fracaso estrepitoso de treinta años de aplicación de la estrategia de la no-violencia en Sudáfrica, que no hizo sino envalentonar aún más al régimen y endurecer la represión. Lo digo porque en estos momentos nos lo están presentando como un apóstol de la no-violencia que en realidad nunca fue. Si acaso, la evidencia parece indicar que Mandela fue más bien un pragmático en lo que respecta a este asunto. En otras palabras, cuando las circunstancias permitían el uso de la no-violencia, él sin duda lo preferió, pero tampoco dudaba en usar otros métodos cuando las circunstancias así lo requerían. Esa es la evidencia histórica, guste o no.

Un punto de vista similar es el que expone Slavoj Zizek en un artículo publicado por el diario británico The Guardian:

Is this, however, the whole story? Two key facts remain obliterated by this celebratory vision. In South Africa, the miserable life of the poor majority broadly remains the same as under apartheid, and the rise of political and civil rights is counterbalanced by the growing insecurity, violence and crime. The main change is that the old white ruling class is joined by the new black elite. Second, people remember the old African National Congress that promised not only the end of apartheid, but also more social justice, even a kind of socialism. This much more radical ANC past is gradually obliterated from our memory. No wonder that anger is growing among poor, black South Africans.

South Africa in this respect is just one version of the recurrent story of the contemporary left. A leader or party is elected with universal enthusiasm, promising a "new world" —but, then, sooner or later, they stumble upon the key dilemma: does one dare to touch the capitalist mechanisms, or does one decide to "play the game"? If one disturbs these mechanisms, one is very swiftly "punished" by market perturbations, economic chaos and the rest. This is why it is all too simple to criticize Mandela for abandoning the socialist perspective after the end of apartheid: did he really have a choice? Was the move towards socialism a real option?

Es esta faceta de Mandela, la faceta socialista, que ni siquiera se está discutiendo en los medios de comunicación, como era de esperar. El Mandela crítico del racismo puede usarse fácilmente como símbolo de masas en la sociedad de consumo, pero el Mandela socialista (por no hablar del defensor de la lucha armada si el contexto así lo recomendaba) no es tan fácil de digerir. {enlace a esta entrada}

[Mon Dec 9 16:38:39 CST 2013]

Creo que ya lo he dejado escrito en estas mismas páginas en otras ocasiones pero, por si acaso, debo manifestar que no me gusta nada el populismo demagógico y extremista que está empezando a verse en España con respecto tanto a la figura de Rajoy como a la de Merkel. Cuidado, entiende uno perfectamente por qué sucede esto. La gente está demasiado quemada, la desilusión con los políticos se ha extendido como un cáncer entre la ciudadanía y, por supuesto, se está sufriendo tanto con la crisis económica y las políticas de austeridad que lo menos que puede uno esperar es precisamente este tipo de reacción. De hecho, comparados con otros países donde ha cobrado fuerza el populismo neofascista, tampoco estamos tan mal, la verdad. En cualquier caso, no me gusta nada ver en Facebook fotos como ésta junto al lema "Cuatro asesinos, juntos":

Perdonen, pero ni Merkel es Hitler, ni Rajoy es Franco, ni tampoco la Unión Europea es como la Alemania nazi. ¡Seamos sensatos! Si nos limitamos a ir por ahí con el grito, la consigna, la banderita, el abucheo y los insultos no vamos a hacer sino empeorar la situación, por difícil que parezca. Echar por tierra las mínimas normas de convivencia democrática y pisotear la civilidad es, por desgracia, bien fácil. Ahora bien, una vez destrozadas, reconstruirlas suele llevar décadas. Cuidadito, porque estamos jugando con fuego. {enlace a esta entrada}